#O16
En cuanto dijo eso, corrí nuevamente a la habitación. Cuando Frank entró, se detuvo justo cerca de la puerta, recargándose en ella.
Me miraba con mucha atención, lo sabía porque me sentía desnudo ante su mirada, así como la primera vez que lo miré.
— Bien, necesito que vayas a tu casa, te asegures de que tu madre esté ahí o quien sea que viva contigo, y te encierres; no salgas para nada, ¿escuchaste? —Me dijo con seriedad.
Me limité a asentir, aun demasiado confundido.
Algo andaba mal, lo sabía.
No le dije nada y me posicioné frente a su ventana, sí, esa que quedaba directamente en la mía. Sonreí inconscientemente al recordar la primera vez que lo vi, con esa mirada penetrante y movimientos que te incitaban a llegar demasiado lejos con él.
— ¿Quién era ella, Frank? —Pregunté.
Frank suspiró y se colocó detrás de mí, abrazándome y apegándome a su cuerpo; recargó su rostro en mi hombro y me besó esa zona con lentitud. Me giró y me recargó en el vidrio de la ventana, besándome tierno pero con pasión y un toque de salvajismo.
Posé mis manos en su cuello y lo atraje aun más hacia mí, si es que eso era posible.
Nos estábamos tocando con ímpetu, sobre nuestras ropas. Tal parecía que queríamos recordar incluso las texturas de nuestras pieles y el aroma de nuestra esencia.
No queríamos olvidarnos.
Lo alejé de mí y sin esperar nada más, corrí a mi casa.
Encontré a mi madre viendo la televisión, le regalé una sonrisa y caminé con prisa a mi habitación, miré a través de la ventana, sin hallar la sombra siquiera de Frank.
¿Quién eres, Frank Iero?
Estaba demasiado confundido. No sabía quién era esa mujer. No sabía quiénes eran esos hombres. No sabía quién era Frank Iero.
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