Escuché que jadeaba y su respiración estaba muy acelerada; suspiré y tragué saliva acomodando bien mis manos, con el fin de alzar más mi trasero y proporcionarle una mejor vista de él. Rió grave y tomó mis nalgas, dándoles un fuerte apretón. Gruñí y me mordí el labio, deseando más.

Se posicionó detrás de mí, tomó mi trasero y lo abrió un poco, haciendo un espacio para incrustar su lengua y lamer todo lo que podía de mi cavidad.

Mis jadeos eran cada vez más fuertes, gemía de placer puro. Comencé a mover mis caderas en busca de más contacto, quería más.

— Ah... sí... hmn... má-ás...

Sonrió grande al notar lo que provocaba en mí, me guiñó un ojo y me acomodó con la espalda pegada al colchón de su cama. Trepó encima de mí y comenzó a besarme con delicadeza los labios. Usualmente sus besos eran salvajes, con un aura de pasión; esta vez se sentía diferente.

Cada movimiento lo hacía con cuidado, me acariciaba por primera vez. Se acercó a mi cuello y respiró profundo, haciéndome estremecer.

— Hueles a café, flores, cigarrillo... me encantas. —Susurró—, ¿estás listo, bonito?

Suspiré complacido cuando sentí su miembro rozando mi cavidad. Gemí fuerte arqueando la espalda y cerrando los ojos, esperándolo.

— Hazlo ya ah... —Supliqué.

Entró en mí de una sola estocada, haciéndome gritar. Se detuvo ahí, susurrándome palabras lindas que lograban tranquilizarme. Moví mis caderas para darle la señal de que quería sentirlo más; sostuvo mi cintura con firmeza y empezó a penetrarme con velocidad. Gemíamos como si fuéramos actores pornográficos, sin vergüenza y deseándonos con lujuria.

— Oh sí... tan estrecho y caliente... —Me decía.

Tocó mi punto dulce y enterré mis uñas en su espalda. Llegó a ese punto varias veces y, sin más, mis fluidos salieron machando nuestros cuerpos, mientras me sentía lleno de su semen.

Era magnífico, él era magnífico...