Prólogo
Con tanta maldad a su alrededor, uno puede perder la cordura, hacerte sufrir en tu lamentación.
Cuando la locura te acecha, solo tienes dos opciones. Aceptarla o escapar de ella.
Sentir el frío viento de la crueldad apoderarse de tu corazón, hace a uno cuestionar su moralidad, correr, escapar para salvaguardar el dolor de la angustia en tu mente.
Sin embargo, son heridas que nunca borrarás, recordarás cada humillación que él te provocó. Pero no caerás en la trampa, finalmente aprenderás que el amor puede ser tóxico, y que el infierno se puede vivir en carne propia.
Ellos dirán que solo perdiste la esperanza en el amor, en la vida e incluso la fe en la belleza de la humanidad, pero tú sabrás que solo estás intentando sobrevivir.
Pues el tiempo que desperdiciaste no fue más que la amargura de un purgatorio, lo observasté a los ojos y el odio creció en ti, que cada promesa no era más que una perdida de pena y huminanidad.
Tu tiempo se terminó antes de lo esperado, y ya no hay nada que puedan hacer.
No lo lastimes, él no tiene la culpa, no lo culpes por ser atrevido y valiente al ver lo que los demás no ven.
El amor no es el apocalipsis y eso lo puedes recordar muy bien, no seas tan pragmático y escucha al corazón de habla con verdad.
Que el frío no domine tu razón, pues la belleza del glamour no lo es todo.
Recuerda la felicidad que viviste y que te ofrecen de nueva cuenta; la tristeza no volverá jamás.
Deberás aprender por su bienestar, dejar el infierno en el pasado, lavar tus heridas en la lluvia, y recordar que no todos los ángeles son malos, pues si así fuera... Él no te podría ver.
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