II. Lost
No pretendo difundir actos de índole violenta, la única finalidad del siguiente escrito es entretener.
La oscuridad dominaba cada parte de aquella fría habitación. Sentado en el suelo. Mirada perdida en un único punto, su pequeña.
Su suave voz entonaba una bella melodía infantil.
El calor en su cuerpo se hacía más doloroso. Mientras el sudor en su frente escurría como cascada. Mojando rostro y cabello.
Algo en su interior lo asustaba. La intranquilidad de que alguien desconocido lo observaba, era aterradora. Su pequeña se removía en sus brazos, intentando buscar consuelo de su progenitor.
Podía olfatear las feromonas que la pequeña desprendía, era un aroma a arena marina húmeda.
Aroma que delataba miedo, además de ser el característico aroma de la marea que tanto lo aterraba, sin embargo no debía asustarse.
Con labios vacilantes inició el tarareo de una canción de cuna, arrullando una vez más a la pequeña.
Los gritos, llantos y chillidos de su alrededor se hicieron presentes y con más intensidad, provocando el miedo en su ser. No tenía fuerza, al menos no la suficiente como para defender a su pequeña y así mismo. El frío que sentía en su piel nívea, era gracias a la humedad de su ropa, le daba curiosidad el porque se encontraba mojada, contando también el fuerte olor a sangre, impregnada a su cuerpo lo hacía cuestionar que había pasado. Sin embargo, eso ahora ya no le importaba. Su pequeña era más importante ahora, ella se acurrucaba cada vez más, intentando atrapar el calor corporal que emanaba su cuerpo. Sonriendo alegre al escuchar su voz, entonada en aquel bello canto, que por muchos meses que hubiera estado en su vientre, siempre lo había escuchado. Antes de siquiera ver la luz de ese nuevo mundo, ella ya deseaba conocerlo.
Aquella fragancia a arena marina se disipaba, mientras los lamentos provenientes del interior de la oscuridad se volvían nulos.
Sonrió enternecido, sin quitar la vista de la pequeña, continuando en su labor de mecerla. Ronroneando de vez en cuando para calmarla.
—Secret, no estás solo. No te dejaré solo.
Una voz que desconocía se escuchó en aquel oscuro lugar, llamando su atención. Sonaba relajada, dulce y con toques juveniles. Su tenue ronroneo se apaciguaba debido al tenue tono en aquella voz que lo relajó bastante, su parte omega le dictaba que esa voz pertenecía a alguien de fiar pero igual le daba la advertencia de no bajar la guardia.
Con elegancia en sus movimientos, abrazo aún más a la pequeña, presionando la contra su pecho, ella dormía plácidamente en sus brazos. Ante la sensación de amenaza, sus ojos se tornaban de un color rojizo, mientras venas y marcas de expresión se dejaban ver es su cuello y rostro.
Esperó unos segundos, pero la voz no se volvió a escuchar. Por unos momentos pensó que todo había terminado y que aquella extraña voz había desaparecido.
—No te haré daño, te cuidaré a ti y a la pequeña.
Aún con tal afirmación de por medio, no se relajó en ningún momento. Afirmando así su abrazo, buscando protegerla de cualquier peligro que se aproximara. Hasta que escuchó un sollozo de la pequeña. Guardando la calma, la arrulló de nuevo, buscando que volviera a los brazos de morfeo.
—Descuida pequeña, nadie te lastimara, no mientras yo esté aquí.
Habló acariciando el rostro de la pequeña, abrigándola bien entre sus brazos y la manta azulada.
—Ella lo sabe.
Eso fue suficiente para que no deseara volver a escuchar aquella voz. Por más calma que le hiciera sentir, también le abría paso a muchas dudas. ¿Quién era? ¿Cómo lo conocía? ¿Por qué deseaba protegerlo? Nadie lo entendería y jamás le protegerían de esa manera. Menos si ya era un omega con cachorro.
Un destinado jamás debería herir a su omega, era una regla y ley que todo alfa, beta, incluso los deltas debían obedecer. Al menos así era en el caso de los destinados, pero para él, todos merecían un trato digno, podrían ser parte animal, pero dónde quedaba el raciocinio que los hacía diferentes de estos últimos. Es que la evolución no había bastado para comprobar que el simple hecho de nacer como un humano ya te hacía digno de un trato homólogo.
No, al parecer la justicia en ese nuevo mundo era más corrupta de lo que pensó. Debía solucionarlo si deseaba justicia.
Esperó a volver a escuchar aquella extraña voz. Minutos y segundos pasaron, confirmando así que ni volvería a hablar; instintivamente abrazo a su pequeña y cerró los ojos, protegiéndola con su cuerpo.
"Seré un hermoso símbolo de paz para ti, pequeña."
Solo en la oscuridad, esperando a que todo el caos se desatara para poder dar la vida.
"Despierta, Secret"
—Secret-kun—. Llamó un joven de no más de 19 años de edad, con una voz calmada pero seria a la vez, moviendo levemente al albino para despertarlo—. Despierte, ya estamos en el aeropuerto.
Lentamente fue abriendo los ojos, observando a su alrededor. Aún después de haber dormido por un largo periodo de tiempo. Se sentía cansado y sin ganas de hacer algo. Las imágenes de aquel extraño sueño llegaron a su memoria rápidamente, haciéndolo respingar en su lugar, con mirada confusa en su rostro, analizaba todo aquello que había visto en ese "supuesto" sueño; es qué tan solo había sido un sueño, o qué era exactamente. La voz de ese hombre y el llanto de lo que ahora sabía, sería una niña, lo dejó intrigado. Parecía que su pequeña le quisiera advertir algo.
Las ojeras en sus ojos no desaparecieron como lo pensó. Mientras el dolor de cabeza se volvía cada vez más desesperante. No ayudaba a su deplorable estado.
Ya más despierto. Enfocó su vista hacia adelante, topándose con los ojos azules del joven desconocido que lo había despertado.
Cabello azabache, ojos azules como el ultramar y piel de porcelana. Tal vez él era la persona que lo llevaría a su nuevo hogar.
Secret se mantuvo callado, observándolo y buscando con la vista al que antes fue su acompañante. Encontrándolo sentado en uno de los tantos sillones del avión, con un pequeño en sus brazos. Piel blanca cual leche, cabello castaño como las hojas del otoño y ojos color ámbar cual maple, no pasaba los 5 años de edad.
—¿Genos? —habló entrecortado, su voz se escuchaba seca, tal vez debido a la falta de hidratación.
El mencionado no respondió, solo volteo a observarlo. Dejando de lado la tableta que el niño le mostraba. Secret observó mejor a los dos y el parecido que mantenía Genos con el pequeño era increíble, incluso la expresión confusa del niño le corroboraba a confirmar que aquel pequeño era hijo del rubio.
—Genos, no pudo despertarlo. Pensamos que algo le había pasado—habló el joven—, lo hemos estado esperando.
Esa simple respuesta lo asustó, pues su sueño no era ligero por el temor a sufrir el ataque de su alfa mientras dormía. Su mala costumbre de dormir siempre con la guardia arriba le estaba cobrando factura al dormir, pareciendo un cadáver.
Asintió a levantarse lentamente de su improvisada cama hasta que unos repentinos mareos y náuseas se apoderaron de él, haciendo que rápido corriera a uno de los sanitarios. Regresando todo lo que había ingerido en las últimas horas, dejando así en soledad a Genos y aquel desconocido.
El azabache observó como el albino corría en dirección al cubículo del sanitario, pero no dijo nada. Prefería comprender en silencio la situación.
—¿Durmió todo el camino?
Preguntó curioso, su intuición le decía que aquel omega se derrumbaba. Su aspecto físico decía mucho de su cruel pasado y aquel bulto en su abdomen revelaba que no estaba solo.
—Sí —contestó Genos, sin siquiera voltear a ver, concentrado en la tableta del pequeño—. No despertó hasta apenas que tú llegaste, Fire.
Fire le miró preocupado. Sabía que los omegas y gammas eran diferentes de las demás castas, por experiencia sabía que cuando sufrían algún tipo de violencia no solo afectaba su salud física, también la psicológica y emocional en la cual muchas de las ocasiones terminaban hechas trizas por el dolor y el llanto de tanto sufrimiento. Pudo ver en su nuca una marca de mordida. Esa marca significaba que ya había sido marcado.
Suspiró cansado, comprendía el nivel de violencia que otras castas podían mostrar ante omegas y en especial a los pobres gammas. El sonido de las teclas de un pequeño computador (tablet) lo perturbó, debido a que era lo suficientemente fuerte para ser escuchado.
—Dotei, no deberías haber venido—habló Fire molesto ante la presencia del infante—. Genos, deberías cuidar más a ese chiquillo.
Dotei tras oír aquella palabra, frunció el ceño molesto, dejando de lado su computador. Pero ignorando al hombre que lo había llamado chiquillo. Odiaba que lo trataran con a un niño pequeño, a pesar de su corta edad (5 años) no era tan tonto y mucho menos ingenuo como los demás lo pensaban.
—Él sabe cómo defenderse, recuerda porque está aquí.
Dijo Genos, mostrándose molesto por el comentario.
Sus miradas se cruzaban, una con la otra de manera retadora. Dotei simplemente sonreía nervioso ante la tensión creada, esa era una de las razones por las cuales prefería arreglar los asuntos con su "madre" a solas. Prefería evitar peleas tontas y sin sentido; por ahora una discusión era lo que menos deseaba desencadenar. Comprendiendo de por medio que el albino escondido en el sanitario, era la prioridad más importante. Obviando el precario estado de salud en el que posiblemente se encontraba aquel pobre diablo.
El sonido de las arcadas logró llegar a sus oídos, provocando miedo ante lo que probablemente su progenitor habría sufrido con él. Aquel sonido era lo suficientemente fuerte para llamar la atención de Fire quien detuvo su riña con el rubio. Provocando que dirigiera su vista hacía la puerta del cubículo. Mentiría si dijera que no sentía curiosidad por lo que pasaba realmente el hombre, pero también era el miedo al verlo tan moribundo, ¿cómo alguien se atrevía a hacerle tanto daño a un omega?.
Genos por otro lado, seguía neutral dirigiendo su mirada a la puerta del cubículo. Mientras Dotei escuchaba con tristeza las dolorosas arcadas.
Inclinado en el inodoro, regresando todo alimento de hace unas horas. El asco era atroz, el sabor ácido dominaba su sentido gustativo. Un retortijón molesto se hizo presente en su estómago. Así como el gruñido de su aparato digestivo, que podía escuchar con claridad, mientras el ardor provocado por los ácidos gástricos en su esófago le hacían cuestionarse si en verdad era un sueño la realidad que vivía o tal vez no era.
Ese molesto e incesante ardor en su garganta y boca del estómago le revelaba que no era un sueño.
Con dificultad y el pesar de su agitada respiración, volteó a ver hacía el espejo.
Escuchó el suave toque en la puerta, después de unos segundos de detener su tortura. Con dificultad se levantó del suelo para abrir la puerta. Divisando al chico desconocido con una toalla en mano derecha mientras le ofrecía la izquierda, en señal de saludo y ayuda.
—Yo te llevaré a tu hotel, ya es tarde—. Dijo el joven mientras recibía la mano de Secret, el cual aceptaba la toalla.
No hubo respuesta, solo asintió cansado por las fuerzas ejercidas hace tan solo unos momentos.
—Bien, ya han bajado tu equipaje, ¿deseas acompañarme o prefieres lavarte la cara?—habló seriamente el chico—. Debo llevarte a tu nuevo hogar, tu equipaje llegará bien.
—Genos.
Habló antes de obedecer la orden indirecta del chico. Busco con la mirada al rubio pero no lo encontró por ningún lado. Así como tampoco al pequeño de bellos ojos ámbar.
—Él ya ha bajado, nos esperará, tal vez en la terminal. Tiene que atender primero un asunto con Dotei.
Su habla era filosa, tajante, sin miedo a decir lo que tenía en mente. O al menos esa era la actitud que aparentaba. Aquella valiente actitud llamó la atención de Mask, no la suficiente como usualmente lo haría, pero si al menos un poco. El comentario que había realizado lo desconcertó.
—¿Dotei?
—Él es su cachorro, ya lo sabrás con el tiempo.
Ante aquella palabras, Secret no contestó, lo observó de pies a cabeza, buscando algún indicio de mentira. Pero su rostro serio lo reafirmo, aquel chico no mentía. Sin más que hacer tomó la toalla y cerró la puerta en la cara al azabache, obteniendo su espacio.
Su pequeño, su cachorro, no pensó que Genos tuviera uno. El semblante serio y apático que siempre traía en el rostro le hacía pensar en cómo es que lo había tenido, quién era el padre de aquel cachorro. Y porqué no lo había visto cuándo abordo. Eso definitivamente llamó su atención, era un chico que por demás era atractivo, aún con las piezas robóticas en su cuerpo, pero entonces por qué a tan corta edad tendría un cachorro. Suspiró molesto por pensar tanto en el joven rubio y aquel chiquillo.
Recordó a el joven azabache que hace tan solo unos minutos lo había atendido, podía asegurar que se trataba de un beta u incluso un omega, pues carecía de algún aroma distintivo o penetrante. Recordaba que incluso los betas poseían un aroma, muy tenue pero tenían su propio aroma. Él carecía de uno, tal vez era uno o usaba supresores de aroma… si lo pensaba mejor, era preferible el no saberlo.
Suspiró frustrado. Acercándose hacia el lavamanos. Observó el espejo colgante en la pared. Miró su reflejo, solo para quedarse callado ante aquella imagen tan grotesca. Ojos bañados en sangre, piel blanca cual muerto, adornada de un moretón en la mejilla izquierda, su cabello blanco enredado y alborotado.
Con labios amoratados por los golpes de dos días atrás, propinados con la intención de desfigurar su rostro. Sin pensarlo pasó saliva por su garganta, sintiendo el ardor en la faringe. El sabor amargo mezclado con la saliva le provocaba asco, sumado al fétido aroma que quizás desprendía su boca. Sin duda era una repulsiva experiencia.
Con el asco en su mente, abrió el grifo del agua fría para poder tomar un poco con sus manos y rociarla en su rostro. Enjabonando sus manos y esparciendolo en todo su cansado rostro, siempre con el cuidado de no lastimarse más sus heridas. Sacó el cepillo de dientes que guardaba en una bolsita especial. Tomó su cepillo de dientes para untarlo de pasta de dientes. Lavando cada parte de su boca, intentando eliminar cada esencia del ácido gástrico. En verdad que no le gustaban esos síntomas, por fortuna para él, desaparecerían con el paso de los días.
Observó el botiquín que había dentro de la gaveta, con cuidado tomó la botella del desinfectante de heridas para esparcirla suavemente en su mejilla. La hinchazón de esta, ya no era tan visible, eso lo alivió un poco, rodó los ojos frustrado, aún no poseía la fuerza que necesitaba para defenderse.
La gasa cubría gran parte del moretón, cansado por el haber dormido mucho, observó su rostro, odiaba ese dolor. Suspiró frustrado, no tenía remedio, en verdad no quería usarlo, pero no tenía más remedio. El tiempo se agotaba y no podía darse una ducha. Tal vez cuando llegara a su apartamento se ducharía para poder estar más cómodo.
Con pasos cansados, salió del sanitario, encontrándose al chico de momentos antes. Se encontraba sentado en uno de los asientos del avión, mirando hacia el exterior. Secret fijó su mirada en el joven, parecía no haber notado su presencia aún.
Con detenimiento observó su vestimenta. Traje deportivo color marino con cintas blancas como adorno, aún con el ruido que más probable hizo con la puerta, el chico no reaccionaba. Quedó confundido por aquella actitud, incluso observó como el agarre de su brazo izquierdo se intensificaban en el derecho, casi de manera posesiva y protectora. Su mirada antes serena, se volvía más aterrada con el apriete de su brazo.
Cuidadosamente se acercó a él teniendo el cuidado de asustarlo en su trance, tocó su hombro de manera suave, recibiendo un pequeño brinco por parte del joven. Quien lo miró aterrado por unos segundos, para luego suspirar calmado y cambiar su mirada por una severa. Mirada que Mask notó de inmediato, así que simplemente mantuvo distancia, dándole su espacio, dejando que después de una larga espera lo llevará a donde debía llevarlo.
—Vámonos, Sitch debe estar en el departamento esperando—. Habló seriamente el joven mientras se levantaba y caminaba hacía la salida del avión.
Secret comprendió que una vez que bajara del avión ya no había vuelta atrás. Su vida cambiaría drásticamente y para siempre. Pero ya no daría marcha atrás, dejaría todo para una mejor vida. Fire por su parte recordó la condición en la que se encontraba su nuevo acompañante, impulsandolo a ayudarlo en su bajada como respaldo.
Eso causó que Secret se sintiera un tanto incómodo al momento de recibir su ayuda. Pues antes recordaba como muchos le ayudaban solo por la mera conveniencia al darse cuenta que era el omega de uno de los mayores alfas y empresarios del lugar. Todos lo veían con el símbolo de dólar, llegando incluso a insinuar un que deseaban ub tórrido romance con él, frente a su destinado. Sin embargo, aquel chico lo ayudó por un sentido de moral. No por quién era o por una orden directa de sus superiores.
A paso calmado, su acompañante lo llevó directo a una limusina, en la cual de igual manera le ayudó a subir.
Todo el trayecto del camino, el silencio dominaba todo el ambiente. Secret a pesar del supuesto silencio incómodo. No se sentía incómodo, la calma y libertad después de mucho tiempo había tocado dulcemente a sus puertas.
Se sentía tranquilo pues después de mucho dolor, se sentía en paz consigo mismo.
No fue sino hasta que volteo a ver al chico a su lado, que aprecio con detenimiento que algo no andaba bien con su acompañante. El joven mantenía su vista una vez más en la ventana, observando hacia el exterior, pero aún con esto, su mirada era perdida en la nada. Sostenía con fuerza su brazo izquierdo, tapado por el poleron tan grande que llevaba puesto, llamando su atención, de alguna manera su consciente le decía que no debía preguntar acerca del asunto, la situación no se lo permitía más que nada porque ni siquiera eran conocidos.
Dejó de pensar en eso, para voltear a ver hacia la ventana; las calles se iluminaban con las bellas luces de edificios, tiendas y centros comerciales lujosos, todo era hermoso a sus ojos.
Recuerdos y sentimientos inundaban su cabeza. De cómo antes del infierno, la felicidad era su vida.
La nostalgia invadió sus recuerdos, de cómo era en su antigua ciudad y antes de todo el infierno.
Su imaginación mezclada con cada memoria le traía a la vida el día en que todo fue cuesta abajo.
Risas y carcajadas inundaron aquel friolento lago, risas de un joven que no atravesaba los 20 años de edad, eran lo suficientemente altas para ser escuchadas por las personas que pasaban a su alrededor. Compartiendo la alegría que aquel chico sentía en su corazón; encontrar a tu destinado era extraño para muchos. Él lo había logrado y aún cuando fue a la fuerza su matrimonio. No todo fue tan malo como lo pensó.
Sus bellos ojos color ámbar, observaban maravillados cada tienda y muñeco de nieve que los niños hacían.
Copos de nieve caían del cielo, el viento helado y árboles convertidos en escarchas. Aquella nieve decoraba sus ropajes rojos. Resaltando un brillo singular con cada luz de navidad. Sin pensarlo, se dejó caer en una de las tantas bancas del parque, cansado de correr y caminar para contemplar todo a su alrededor.
—Secret.
Aquella voz llamándolo, captó su atención de inmediato, regresando a su realidad. Giró su mirada a la fuente de aquella masculina pero arrogante voz.
Sin pensarlo, se levantó de la banca, para ir corriendo directamente hacia su pareja. Quien gustoso extendió los brazos para poder protegerlo celosamente en ellos.
Secret noto aquella acción, pero no habló al respecto, solo soltó una tierna risita como respuesta.
—Amor, siempre te quedarás conmigo, ¿cierto? —. Preguntó inocentemente, soltando una sonrisa amigable. Manteniendo siempre el contacto visual con su pareja.
Mientras decoraba aquella melena color negra con una hermosa Edelweiss*, regalo que esa misma noche, le había dado en señal de cariño. Celebrando así su regreso a la ciudad.
La respuesta fue sencilla, pudo sentir como unos fuertes y musculosos brazos rodeaban su pequeña cintura para después elevarlo sin problema alguno.
Secret sonrió en respuesta a su amante, mientras reía gustoso del mimo que le daba. Besó sus labios en señal de agradecimiento. Era un beso dulce, lento, cargado de amor.
—Nunca te apartaré de mi lado, eres lo más hermoso que me pudo haber pasado.
En un principio aquella respuesta le pareció dulce, pero esa dulzura con el tiempo, se volvió posesividad. Ese supuesto bello amor, se convirtió en algo innombrable, algo enfermizo y asqueroso.
Si así era el amor de un destinado, si así eran los alfas, preferiría no ser amado nunca, jamás perdonaría al alfa que dañe a un omega, así como tampoco permitiría que lo volvieran a tocar.
Preferiría morir, antes que volver a sufrir ese dolor.
Un aroma ácido inundó sus fosas nasales, provocandole asco. Zarzamoras y piña era el aroma que olfateaba. Tan penetrante que aún tapándose la nariz, el aroma aún seguía impregnado en su ropa. Aquella limusina sería testigo del celo de un omega si no controlaba a aquel chico.
Detenidamente olfateo con exactitud aquel aroma tan peculiar. No era la esencia tan particular del celo, era miedo. Un pánico atroz hacia algo.
Curioso por el aroma, volteo su vista al asiento de al lado, observando a su compañero de viaje abrazando sus rodillas y cómo a pesar de tener cara de pocos amigos, lágrimas recorrían sus mejillas cual lluvia. Fue ahí cuando noto que su acompañante se encontraba herido. Su mano faltante era suficiente prueba para deducir que había pasado. Aquella esencia ácida era por el miedo. Secret movió la cabeza en señal de desaprobación, comprendiendo que aquel joven era en realidad un omega y que esté había sido víctima de algún maltrato en esos últimos días. Sin pensarlo mucho, se acercó lento para tener mejor conversación. Quedando lado al lado con el chico.
—¿Estás bien?
Preguntó curioso, manteniendo la distancia prudente de su interlocutor. Era tanta su preocupación que sin pensarlo, el aroma a glicinas* y vainilla se esparció por todo el lugar, calmando a aquel omega.
La esencia ácida que antes provocaba miedo y náuseas se disipaba.
El chico respiró profundo, atrapando aquella magnífica esencia en sus pulmones. La relajación que sintió cuando pudo olfatear aquel aroma, era única. Soltó el aire en un gran suspiro. Ya un poco más calmado.
Secret no contestó o siquiera habló en algún momento. Solo atino a suspirar un poco más relajado, aquel chico estaba a punto de provocar de nuevo náuseas con su aroma, sin embargo, era más su molestia y picazón de saber por qué aquel niño reaccionaba de esa manera ante una simple calle.
—¿Estás mejor?.
—Si, muchas gracias.
Guardo el silencio, respetando así el espacio del chico.
—No es celo, ¿cierto?—. Habló inseguro Mask, buscando comprobar que su teoría no fuese cierta.
—No.
Fue ahí cuando la paciencia y algarabía se alejaba de su conciencia. Aquel aroma tan pestilente era provocado por el miedo, y para que un omega tenga miedo al punto de liberar su aroma, es un grito de dolor más que de auxilio. El azabache al ver que había incomodado a su acompañante, agachó la cabeza en señal de sumisión, era un omega de primer categoría y como tal debía tratarlo.
Secret ante aquella respuesta, supo que en verdad había sido un alfa de alto rango el causante de tanto dolor.
Sabía que no lo conocía pero ningún omega merecía sufrir. Molesto por el daño causado, lo abrazó, intentando consolarlo.
El chico no dijo nada, guardó silencio en todo momento.
Secret por su parte, entre cerro sus ojos, en definitiva hablaría con el chico y con los de alto rango en cuanto llegase a su nuevo hogar. Si en verdad quería cambiar la realidad de muchas personas, debía iniciar y hacer justicia desde ahora.
*El edelweiss es una delicada flor de montaña con afelpados pétalos blancos.
*Glicinias son plantas del género Wisteria, que abarca diez especies de vides trepadoras. Son nativas del este de Australia y de países del Este de Asia tales como China, Corea y Japón. De aroma dulce pero su ingesta es peligrosa.
♥El bello gif en multimedia fue realizado por la talentosa deadsxnshine, créditos respectivos a ella por bella obra de arte.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top