CAPÍTULO V
Avancé hasta la cómoda frente a donde él se encontraba y me apoyé en ésta en tanto pensaba en qué decirle, en cómo empezar.
-Quiero proponerte que platiquemos sobre nuestras vidas mientras desayunamos... como solíamos hacerlo siempre- argumenté con naturalidad porque después de todo era cierto, más Michael arrugó su semblante no muy convencido de que fuese ese el único motivo que me moviera.
-Brooke ¿tú también?- me dijo analítico –No tengo apetito. Ya se los he dicho a todos pero parece que no lograran entenderme. Pero no me digas, apuesto a que te enviaron Alana y la enfermera a tratar de convencerme de comer- atinó –La verdad es que no sé por qué arman tanto alboroto, simplemente en estos momentos no puedo pensar en comida pero puede que lo haga más tarde. No es tan difícil de entender- enfadado, defendió su punto de vista
Me percaté entonces de que estaba bajando de peso y me valí de ese tópico para replicarle.
-Pues a mí me han contado que este problemita "de comer como pajarito" ya viene desde hace varios días... Mike, necesito que te des cuenta que estás afectando a tu salud- como buena amiga, del mejor modo le aconsejé
-¡Oh vamos nena, no empieces!- con desgano sin embargo, desestimó mis palabras buscando bajar mis revoluciones, aplicando para ello el apelativo cariñoso con el que solía llamarme a veces, por lo que tuve que ponerme más seria.
-Michael entiéndeme. ¡No es un juego!- expuse ya con preocupación y fue allí que en que reparé en el famoso frasco del medicamento que me contaran sobre la mesita de noche a un lado de su cama. Dándome a la tarea enseguida de idear un plan para poder alcanzarlo.
Mi resolución fue pasar la bandeja del desayuno al pequeño mueble, con la excusa de acercarle los alimentos, de tal forma en un descuido podría hurtar el remedio sin que se diese cuenta.
Más él perspicaz como siempre, se adelantó a ponerlo a buen recaudo, apresurándose a ese lado de la habitación para alcanzarlo antes de que yo llegase allí.
Intenté disimular de tal forma por un momento mi repentina frustración, pero al verle de reojo que se lo guardaba como si nada en uno de los bolsillos de su bomber deportiva, no pude contenerme de protestar.
-¡Tienes que renunciar a eso de una vez!- dije de plano, sabiendo que había intuido mis intenciones – ¡Si continúas ingiriéndolo sin moderación los daños que traerá a tu organismo serán mayores a tu rebeldía!- le reprendí
Él empero, guardando impasibilidad como si no le importara volvió a sentarse sobre la cama, visiblemente también deprimido a causa de todo lo que estaba pasando, por lo que yo, teniendo en cuenta que si deseaba obtener el resultado que buscaba debía ser condescendiente y sacar toda mi diplomacia, opté mejor por negociar con él. Me senté para ello a sus espaldas y le abracé para reconfortarlo, sufriendo también su angustia y temores como si fueran míos, haciéndole saber que estaba allí para apoyarle, para tratar de que se sintiera mejor.
-Por favor, entiende que si hago esto es por tu bien. Soy capaz de hacer lo que sea con tal de volver a tenerte sano...- le dije con cariño apoyando mi mentón sobre su hombro. Un sentimiento verdadero que justificaba a mi parecer con creces mi intento al mismo tiempo de sustraerle el frasco sin que se diese cuenta... pero fallé.
Él me detuvo en cuanto mi mano estaba por ingresar a su bolsillo.
-¡Así que eso era lo que en realidad querías!- me increpó levantándose al instante -Casi me olvido de lo excelente actriz que eres-
Su ironía me hirió y aquello sí terminó de desencadenar mi enojo
-¡Pues yo no tendría que comportarme así si no estuvieras poniendo en riesgo tu vida!- le saqué en cara levantándome también, dispuesta a arrebatarle la medicación si no quedaba de otra –Te diré algo, no saldré de aquí hasta que te deshagas de ese frasco- le advertí, decidida a ser tenaz o insoportable al extremo si en ese caso era necesario.
Él entonces cambiando su mood a uno más animado por lo gracioso que encontró el asunto, se lo tomó a broma.
-De acuerdo, si tanto lo quieres tendrás que venir a quitármelo- me desafió sonriendo y balanceando su cabeza en uno de sus típicos movimientos de baile, lo que fue el detonante para que yo decidida saltando sobre la cama para llegar con mayor rapidez a donde se encontraba, me abalanzara sobre él comenzando una encarnizada lucha por el objetivo.
Me subí sobre su espalda pero él supo mantener el condenado frasco de plástico fuera de mi alcance. Su agilidad y sus dotes de buen bailarín le ayudaban a esquivarme, y era notorio cuanto se divertía teniendo esa ventaja sobre mí.
-¡Michael Joseph Jackson pórtate bien!- objeté en algún momento pero lo único que conseguí fue hacerle reír con más ganas mientras se subía a un canapé escapándose de mí, y allí sí aproveché. Valiéndome de la habilidad que consiguiera cuando jugaba voleibol en mis años de secundaria, con un buen brinco logré derribarle la medicina que mantenía en alto para que no pudiera alcanzarla.
Sin perder el tiempo, ambos nos lanzamos por ende en la búsqueda de donde había caído. Yo lo vi primero y gracias a mis largas piernas que me permitían correr con rapidez conseguí agarrar el frasco sin mayor problema, más él que se fue cayendo en el intento, sin rendirse me haló de una de mis pantorrillas derribándome también sobre la alfombra, haciendo que el objetivo se me resbalara de las manos y rodara una vez más lejos de mí.
Mike aprovechó así para incorporarse e ir a por ello, pero yo sin darme por vencida no tardé en volver a prenderme de él tratando de volver a quitárselo, por lo que tuve que recurrir por último al recurso de las cosquillas en las costillas para desarmarlo, hasta que terminamos los dos cayendo sobre la cama.
-Jajaja ¡Basta Brooke, vas a matarme!- se carcajeó Michael en ese rato, que yo aproveché sin apartar mi mente de mi misión original para asirme del remedio y sin miramientos, con rapidez y decisión lo aventé con puntería por la ventana abierta.
-¡Nooo!- Michael gritó entonces al darse cuenta, dejando la diversión a un lado, y en una reacción de coraje se debruzó enseguida encima de mí, sosteniéndome de los brazos y zamarreándome en reclamo -¡Qué hiciste!-
Algo que soporté estoica y sin dejar de mirarlo, pero para nada arrepentida de mis actos, dejándole saber que era capaz de repetirlos si la situación lo ameritaba.
Él comprendiéndolo y también sin esperanzas de que el medicamento hubiese resistido a la velocidad y caída, se dejó caer boca abajo a mi costado, liberándome para esconder luego la cara entre sus manos, como si fuese preso de una vil tortura.
-Por qué no te odio- le escuché decirme, y poco después mientras nuestras respiraciones se calmaban, se levantó, y dedicándome la mirada de enojo más gélida que alguna vez le viera, quitó el seguro de la puerta y abandonó la habitación.
Me quedé en la misma posición, boca arriba en la cama y mirando el techo durante varios minutos hasta que mi corazón se calmó. Tiempo en que pedí al cielo que de verdad no me odiara, porque sentía que no iba a poder soportarlo.
------------------------------------------------------------------------
Continuará...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top