CAPÍTULO IX

Después de la embarazosa situación con Michael, burlándose de mí, no volví a su habitación hasta pasada la medianoche, confiando también en el diagnóstico de su equipo médico de que se encontraba estable y sin volver a ingerir calmantes.

Algo de lo que conversamos estrictamente en una pequeña reunión junto a los principales empleados de la casa y con Elizabeth al teléfono, quien luego sería la encargada de comunicarse directamente con la familia Jackson para informar sobre la salud de Mike. Lo que al final de cuentas me dejó más tranquila.

Pero con todo, antes de dormir decidí precavida darle una vuelta al paciente, para comprobar por mí misma que estuviese descansando de manera normal y sin engañarnos sobre la medicación.

Intentaba hacer el menor ruido posible para no despertarlo estando de camino a su alcoba, pero como por una jugarreta del destino, justo recibí una llamada a mi móvil de mi madre, haciéndome detener en pleno pasillo.

-¿Brooke, dónde estás?- sin siquiera saludarme, me reclamó

-Mamá, ya te expliqué- con cansancio de abordar el tema, respondí

-¡No me digas que todavía sigues en California, en el rancho de ese muchacho extraño de las acusaciones!- me increpó

-¡Mamá, por favor, basta! Son solo acusaciones malintencionadas lanzadas por gente que busca extorsionarle. Tú conoces a Michael y sabes perfectamente que no es nada de lo que quieren hacer creer- lo defendí

-Pero hija, hija, no te das cuenta que esto, el que andes con él, puede afectar tu imagen. André me llamó hace poco contándome que lo dejaste por él. ¡Sabes que puede no tardar en filtrarse en las noticias!- casi perdiendo la paciencia, acotó. Yo tan solo me quedé callada por unos segundos, intentando controlar lo que quedaba de la mía y luego expresé lo que pensaba.

-¡La verdad es que no me importa! Michael me necesita aquí ahora y no voy a dejarlo solo-

-¡Brooke, escúchame! Tú necesitas a alguien normal a tu lado, alguien guapo pero no tan excéntrico. ¿Qué hay de George Michael o Dean? ¿Ya no los ves?- sin perder las esperanzas de que cambiara de opinión al percibir mi resolución, trató de retomar la conversación de un modo ameno pero era caso perdido.

-George y yo no congeniamos, como te conté, y respecto a André y Dean, lo que tuve con ellos en su momento ya fue, ya pasó. Ahora quiero encontrar mi propio camino y estar sola por un tiempo...- dije lo que en realidad pensaba, y agregué sin venir al caso pero sólo porque me nació hacerlo...–Mike me quiere de verdad y yo lo adoro con todo mi corazón, por lo que si tú me quieres también vas a tener que aceptarlo y vivir con ello- dejándolo en claro y percibiendo el silencio que se hizo en ella, me despedí y colgué.

-Te veo pronto ma-

Con una sensación de impotencia y coraje al no poder hacer nada respecto al problema de Michael y de tristeza por lo que mi mamá creía, que era también el pensar en los medios de comunicación, me dirigí hasta mi objetivo inicial pocas puertas más allá.

Percibí el silencio de la habitación desde adentro, indicativo de que Michael estaba descansando. Giré entonces con cuidado la perilla puesto que el equipo médico le exigía que no se aldabara e ingresé tratando de ser lo más sigilosa, sólo para verificar en la función de estilo supervisora que se me había encomendado y que gustosamente había aceptado, de que todo estuviese en orden.

Michael dormitaba tranquilo pareciendo un ángel, arropado en su cama. Sólo la luz de la lámpara en su mesita de noche alteraba la escena de su sueño perfecto, por ello emparejando la puerta avancé despacio a apagarla. Confiando en que mis calcetines sobre la alfombra no me delatarían de mi presencia allí.

Me detuve unos instantes a su lado contemplando su tranquila respiración y luego observé a mi alrededor, en lo que me permitía la vista en aquella oscuridad, de que no hubiese señas de algún medicamento prohibido por allí. Al no encontrarlo, suspiré de alivio y empecé a buscar el botón para apagar la moderna lámpara en forma de luna que Michael tenía, sólo que para mi sorpresa y paralizándome, de repente fue su mano sobre mi muñeca la que primero me encontró a mí.

Le miré entonces estupefacta y Michael con resolución en su cara me haló del brazo hacia sí, sentándome sobre sus piernas.

-Sabía que vendrías. Te estaba esperando- me dijo así con una de sus maravillosas sonrisas para luego posar sus enigmáticos y hermosos ojos oscuros sobre mi boca.

-Mike no...- le rogué cobardemente, consciente de lo comprometedora de la situación, más aquello solo le resultó como un aliciente para continuar y me silenció con un beso.

Alucinada, me dejé llevar en su repentino ataque de pasión que no tardó en despertar la mía, y le respondí como merecía, en recompensa a todo el tiempo que se lo había negado únicamente para esconderme una verdad a mí misma. El cuánto en realidad lo quería, y fue liberador.

Me encargué de comérmelo a besos tal como él deseaba y para cuando me recostó suavemente en la cama, estaba lista para dar el siguiente paso si también me lo proponía.

-Te amo, si supieras cuánto- me susurró sin dejar de besar mi cara, y en ese momento mágico, con mi corazón sincronizado al igual que el suyo comprendí a totalidad que le quería más de lo debido en una simple amistad, siendo un amor tierno y doliente que me empeñaba en negar.

Sintiéndome presa de sus juegos de seducción, no me atreví a moverme, por temor a que aquello que con tanta claridad se me estaba develando, aquel sentimiento sobrecogedor mezcla de melancolía en mi alma y fuego abrazador proveniente del placer, se esfumara en un abrir y cerrar de ojos. Me sentía hipnotizada, teniéndolo encima de mí, pudiendo disfrutar para mí sola de toda esa sensualidad que volvía locas a sus fans del mundo entero... ¿Cómo podía resistirme?

Sin embargo fue él quien, como todo un caballero y como sabía que lo haría, consultó mi aprobación antes de proseguir

­-Por favor, deténme si no deseas que continúe- me dijo apoyando su frente contra la mía y cerrando los ojos mientras intentaba controlarse, preocupado de no faltarme el respeto. Una demostración de cuanto yo le importaba y afectaba, al ser capaz de ir en contra de su propia naturaleza, de su masculinidad, con tal de no hacerme daño.

-No puedo- reconocí y esta vez fue él quien me miró sorprendido –No puedo resistirme a ti- le confesé -...No más-

Sonriendo complacido de por fin saberlo, Mike enseguida acarició mi rostro

-No te haré daño, te lo prometo. Seré cuidadoso- me aseguró, y con ello se apartó de mí solo un momento para cerrar bien la puerta. Lapso en el que me quedé expectante por lo siguiente que iba a suceder en mi vida y con el corazón latiéndome a mil por hora.

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Continuará

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