CAPÍTULO 8.
Llego a casa sobre las seis de la tarde, ya había anochecido, en Carolina del Norte, la luz de sol se iba sobre las cinco y algo. Mi tarde no había más que empeorado, pues me había subido en el autobús equivocado.
Había decidido que me acercaría otro día a Dance or die, con un poco de suerte, estaría Albs y podría pedirle que hablara con él para que me diera mi móvil.
Nada más entrar Alicia me sorprende abrazándome con fuerza.
—Te echaba de menos. —Es lo único que dice mientras incrementa la fuerza de su agarre.
—Lo siento. —Sueno triste, lo sé. Con ella no podía fingir ni tampoco quería hacerlo.
—¿Hasta el infinito...?
—Y más allá, Aliu, y más allá.
Nuestra película favorita de la infancia era Toy Story y, la frase, nuestra máxima en nuestra amistad.
—¿Qué te ocurre?
Le pongo al día y se queja por la actitud de Nash.
Alicia estuvo durante un año en una relación más que tóxica y, cuando consiguió superarla, aclaró su mente, sus ideas y su manera de ver la vida.
Desde aquel momento dejó de estar abierta a relaciones de pareja, pero también había aprendido a detectar conductas intolerables que, a vista de otras personas, podían llegar a ser consideradas como normales.
Charlamos durante un buen rato y me pone al día, en tres días, le habían pasado muchas cosas, como a mí, al parecer.
Que la familia Callegher apareciera en nuestras vidas significaba decirle adiós a la rutina y dar la bienvenida a un sinfín de nuevas experiencias.
Por lo menos, a ella, le va bien.
Le pregunto acerca de la quemadura que se hizo y me tranquiliza saber que se subió en la moto de Galel y puso mal la pierna, quemándosela.
No es que me alegre por ello, pero me calma saber que fue a causa de su torpeza.
Además, descubro que el padre de Galel es médico y que él mismo le ha atendido, tratándola de manera excepcional.
El timbre suena y nos sorprendemos, ninguna espera visita.
Es Ali la que abre y me llama, diciendo que me buscan a mí.
Sonrío en cuanto veo que es Anne.
—No consigo contactar contigo, ¿qué has hecho con tu móvil?
—Nash Callegher. —decimos al unísono Alicia y yo.
—¿Y por qué tiene tu móvil?
—Porque yo tengo el suyo —No es una mentira, pero no me apetecía dar tantas explicaciones—. Ambos tenemos el mismo modelo de IPhone y nos confundimos.
—¡Qué despiste más tonto! —ironiza—. ¿Os habéis acostado? Porque me parece maravilloso.
—¡No!
—Aún no. —puntualiza Alicia—. ¡Sissi, no me mires así! Tal y como están las cosas entre vosotros dos vais a acabar follándoos con rabia y mandándoos mutuamente a la mierda.
—Pues fíjate que no, que ni una ni la otra.
—A mí no me vas a estar amenazando con una espátula y tu perfecto acento irlandés mientras yo me tengo que esforzar en quitarme mi acento español —Le hago una carantoña y nos reímos—. Además, que la que se queda sin orgasmo eres tú, a mí no me tienes que ir demostrando nada.
Decido pausar la conversación aquí y vuelvo a centrarme en Anne.
—¿Cómo sabías dónde vivía?
—Galel.
—¡Qué majo es ese chico! —interviene Alicia—. Le gustas mucho, ¿lo sabías?
—¡Alicia!
—Pero si no es un secreto. Por Dios, que refinada se me ha vuelto la niña. —exagera a decir mientras Anne disfruta del espectáculo con una sonrisa en la cara.
—Sissi, no es un secreto. Sé que le gusto. —reconoce la de Nebraska—. Y bueno, he venido porque tengo una mala noticia que darte, bueno te la había dado por Messenger, pero es que parece que tu Facebook no tiene casi actividad y si encima no te llegan las notificaciones al móvil...
—¿Qué ha pasado? —Alicia apaga un fogón y saca una botella de vino y tres copas—. ¡Me encanta cotillear!
—Sellers te estaba esperando al salir de clase en la taquilla y bueno, después de mandarle un poco a la mierda, de que me insultara y yo me riera de él me contó que estáis juntos en un proyecto de Revisión y corrección de no sé qué más.
—Revisión y corrección de Traducciones. —decimos al unísono mi amiga y yo.
—¿Cómo que juntos?
—No fuiste a la clase y él apuntó tu nombre para que fuerais juntos al mismo grupo...
Me quedo muda por un momento. Esto no puede estar pasándome a mí.
—No es lo peor del mundo..., piensa que esa asignatura, al menos en mi clase va por grupos de cuatro. —Descorcha el vino y nos sirve un poco a cada una.
—Gracias por decírmelo, Anne...
¿Estaré a tiempo de cambiarme de universidad de destino o de cambiar de país? Porque esto me parece ya el tope del surrealismo.
—Sissi —Atiendo a mi amiga—, cámbiate de ropa que nos vamos a tomar alguna copa. Anne, te vienes, ¿no?
—Yo...
—Seguro que conoces sitios estupendos de Charlotte, ¿por favor?
—Odio salir de fiesta.
—Sólo es tomar alguna copa, lo juro.
—Vale. —Acepta y yo niego.
—No me hagáis el lío, por favor.
—No, no, amiga, sí ya te lo hemos hecho, ve a cambiarte.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
La zona está abarrotada, a pesar del frío y de estar cerca de acabar el año, el ambiente es casi como una fiesta veraniega.
Cuando abandonamos el taxi me agradezco a mí misma por haber cogido una chaqueta. ¡Qué frío hace!
Enseguida entramos al local y el ritmo electrónico nos envuelve. He de admitir que no me gusta nada este tipo de música, pero no me voy a quejar.
Pedimos un par de chupitos y me arrepiento de no haber terminado de comer, ¡esto va a subir rápido!
Mis dos amigas se van a bailar y yo decido quedarme en la barra durante un par de canciones.
Un par de chicos me invitan a bailar, aunque declino sus ofertas.
No obstante, hay uno con el que sí bailo y con el que me permito disfrutar un poco más incluso cuando empiezo a encontrarme algo mal.
Cuando comienza una tercera canción me empiezo a sentir mareada y creo que lo nota porque intenta preguntarme si me pasa algo.
No he bebido casi y he cenado bien. Levanto los pulgares y le tomo de la mano para que sigamos bailando.
Mi cabeza empieza a sentir como un leve martilleo y me sujeto a sus hombros para evitar caerme. Cojo todo el oxígeno que puedo en una sola respiración y cuando enfoco la vista, lo veo.
Es Nash Callegher y parece más enfadado que nunca, más molesto y sobre todo, con intención de montar un numerito.
Mi cerebro actúa con demasiada rapidez y cometo la mayor tontería que se me podía ocurrir: le beso.
No cierro los ojos y aunque sus labios son suaves, una arcada sube por mi garganta y me separo abruptamente para vomitarle en los zapatos.
—¡Lo siento!
Me muevo lo más rápida que puedo y gano algo de ventaja al estar rodeada de tantísima gente.
Llego hasta la barra del bar y sin ser capaz de hablar me meto dentro del almacén. No tengo el control de mí misma, estoy perdiendo el conocimiento y temo que en cualquier momento puedo desmayarme.
Vamos, Sissi, respira.
Lavanda. Huele a lavanda. Huele a Nash y a nada más. El olor a alcohol, a sudor y a tabaco ha desaparecido del ambiente.
Llevo una mano a mi frente y me asusto al notar lo caliente que está. Estoy ardiendo y creo que tengo fiebre.
—¿Estás bien? —Una joven se acerca y me toma de las muñecas. Está helada y por inercia me pongo su palma en la frente.
Sí... Qué alivio.
—¿Quién es tu compañero? —pregunta él—. Son síntomas claros.
Estoy empezando a sentir alucinaciones.
—Tu acompañante —Oigo que aclara ella—. ¿Con quién has venido?
Niego y trato de respirar por la nariz al notar unas ganas demasiado fuertes de vomitar y ruedo hacia el lado para hacerlo otra vez.
Rompo a llorar y siento tanto dolor que juraría que alguien me está mandando un castigo divino.
—Wendy, han venido a buscarla. No es asunto nuestro.
—Astaroth..., ella no tiene culpa.
—¡Te he dicho miles de veces que no me llames así!
—Es la única forma en la que consigues hacerme caso.
—Agua... —pido y no sé si me han escuchado.
—Ya la has oído, Cameron —enfatiza ese nombre—. Tranquila..., te vas a poner bien.
Y empieza a decir algo en un idioma que desconozco y la dulzura en su voz consigue que me relaje lo suficiente como para dejar de sentir el incesante martilleo en mi cabeza.
—¡Ni se te ocurra, hija de puta! —No sé quién habla, pero su voz se me hace conocida.
—La estoy ayudando, imbécil —Vuelvo a sujetarme la cabeza y me tumbo en el suelo ante el dolor—. Mira lo que has hecho, maldita perra.
—Fuera. —Y todo el dolor se disipa, las lágrimas dejan de brotar por mis ojos, la sensación de ahogo desaparece y las emociones me dejan descansar por un momento—. Agradecemos tu hospitalidad, Gwendolyn, pero ya puedes retirarte.
—Nash... —Apoyo mi nariz en el hueco de su cuello y respiro. Lavanda.
—Estoy aquí, Red Deer, ya estás a salvo.
¡Hola! ¿Qué os ha parecido?
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Capítulo cortito... ¿Os gusta cuando Nash le llama Red Deer?, ¿qué creéis que está pasando?
Ayyyy, qué estará pasando jeje.
¡Os leo!
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