CAPÍTULO 6.
Irme había sido un error por varias razones, la primera, no tenía manera de contactar con Alicia ya que, Nash Callegher tenía mi móvil y con la necesidad de huir de él, no lo había conseguido recuperar; más bien, me olvidé del teléfono por completo.
Por otro lado, eran pasadas las doce o eso había dicho Nash cuando me desperté. Estaba cansada físicamente y, agotada de manera mental.
Por último, estoy perdida.
Me doy la vuelta y en efecto, ahí está ese tal Coleman, con una chupa de cuero y la mano en los bolsillos, siguiéndome con cierta prudencia y parándose cuando me ve quieta.
—¡Acércate! —Alzo la voz—. Estoy perdida y tu jefe sigue teniendo mi móvil.
No obtengo ningún tipo de respuesta.
Suelto un suspiro.
Me acerco hacia él y no hace ningún ademán de moverse.
—Sé que sabes dónde vivo..., ¿puedes guiarme a casa?
Nada. Parece mudo.
—Idos todos a la mierda, putos estadounidenses ególatras, qué rabia me dais.
—Soy de El Paso, Texas, te entiendo cuando hablas en español. —Su acento es una mezcla entre guiri y un intento fallido de mexicano—. Aunque tu acento es horrible, todo sea dicho.
—No pienso disculparme. —advierto.
Y ahí se acaba nuestra conversación.
Caminar con todo el lugar en silencio era aterrador y más cuando el incesante sonido de los búhos me seguía caminara por donde caminara y los pasos de mi acompañante se escuchan lejanos y cercanos al mismo tiempo.
Por no mencionar el viento, me causa escalofríos.
Me planteo descansar, sin embargo, escucho un fuerte rugido que me hiela la sangre. Se oye lejano, pero es perceptible. No quiero ser encontrada muerta mañana por algún animal salvaje.
Me aferro con fuerza a mi bolso y me giro hacia Coleman.
—¿Has oído...?
Su actitud es casi neutra, pero no del todo, no cuando me pide que camine y me orienta hacia dónde ir para alejarnos de esta zona de la ciudad.
Cuando consigo calmarme —un poco— reconozco la zona, ahora mismo estoy cerca de Dance or Die, eso puedo reconocerlo.
La avenida está desértica, pero estar cerca de un lugar que conozco, consigue que no me altere más, si es que eso fuera posible.
El sonido de una voz femenina me pone en alerta. Miro hacia todos los lados sin dejar de caminar y me escondo cuando la figura femenina apunta con un dedo a un hombre, con la penumbra de la noche no consigo distinguirlos.
No obstante, reconozco la risa de él: Galel Wilkinson.
—¡Qué me dejes tranquila! —grita apuntándolo con un dedo y reconozco su voz, se trata de Anne.
Trato de no hacer ruido y me siento cobarde. Ella enseguida acudió en mi ayuda cuando necesité librarme de Harrison Sellers, sin embargo, aquí estoy yo, agarrando con fuerza mi bolso y escondiéndome.
—Ven conmigo. —Tiene esa sonrisa ingenua, pero está preocupado. Parece afectado—. Acabas de oír lo mismo que yo.
—No. —Niega ella—. Yo no he oído nada.
—Anne..., no te hagas la tonta. Sube a casa o ven conmigo, pero no te quedes en la calle a estas horas y aún menos sola.
—Llevo mi spray pimienta, tranquilo que no me pasará nada y no tientes a la suerte si no quieres que lo use contigo.
Si no fuera por las amistades que Galel tiene y sus acciones anteriores me atrevería a jurar a que es buena persona. Transmite cierta paz que, a mí, desde luego, me sorprendía. Es grandote y bastante claro de piel. Algo en él te hacia jurar que era bueno, que no tenía maldad.
—Anne —Endurece su tono—. A casa o conmigo, no te doy opción.
—No quiero saber nada de ti, cuando estás cerca no pienso con claridad y... —solloza y se aleja un poco de él cuando Galel trata de abrazarla—. ¿Por qué me haces esto?
—Vamos, ricura... —Trata de calmarse, lo noto cuando su voz suena entrecortada—. Hazme caso por una vez.
—¡Fuera, joder! —Ella le da un gran empujón, pero Galel casi ni se inmuta—. ¡No me manipules!
—¡Sube a tu casa ahora mismo! —La agarra del brazo y trata de llevarla hasta el portal más cercano, es en ese momento cuando reacciono—. ¡Sube o vente conmigo, pero no te quedes de noche sola en la calle!
No soy sigilosa caminando, si Galel realmente quiere hacerle daño o incluso a mí por meterme en sus asuntos, lo haría.
A pesar de sus facciones angelicales, se nota que se ejercita; estoy segura de que nadie querría recibir un puñetazo por su parte.
Al escuchar mis pisadas ambos, seguidas de las de Coleman, se giran hacia nosotros.
El suspiro que Anne suelta me hace abrazarla de inmediato, logrando que Galel tenga que soltarla a regañadientes.
—Puedes irte, Galel. —Trato de sonar neutral, pero es inevitable que un cierto retintín brota de mis labios.
—Contigo tenía que hablar... —masculla—. ¡No puedes irte de esa manera y mucho menos decirle que le odias! —Se cruza de brazos y saca pecho, tratando de imponernos—. Coleman, ya puedes irte, está todo controlado.
Se encoge de hombros y se despide en silencio.
—¿Conmigo? —Me pongo delante de Anne, tratando de protegerla con mi pequeño cuerpo—. ¿Vives cerca de aquí? —Le pregunto a ella.
Me indica que sí, que ese era su portal.
Es tarde y desconozco por qué está tan alterada a estas horas de la noche, ninguno de los dos quiere decírmelo.
Sin embargo, acabo convenciéndola para que suba a su casa y antes de marcharse y ofrecerme en repetidas ocasiones que me quedara en su casa, me abraza y le dedica un corte de mangas a Galel Wilkinson.
—¡Gracias! —Celebra él mientras observa el edificio, una vez verifica que ella está en casa, vuelve a dirigirse a mí—. ¡Qué cabezota es esta chica!
—Eres un jodido acosador. El número tres de mi lista.
—¿Número tres? —Su semblante cambia—. ¿Quiénes son los otros dos? Si alguien te acecha, dínoslo y acabaremos con ellos.
—Tus amigos, el que se acaba de ir y el que me ha quitado el teléfono.
—¡Ellos no son acosadores! Qué tonterías se te ocurren...
—Lo sois, todos vosotros. Aunque tú por lo menos tienes gracia natural y das conversación.
—Soy un hombre enamorado, chica histérica y no un acosador.
—El amor no significa obsesión, Galel. —discuto.
—Para los tuyos, no. En eso tengo que darte la razón.
—Ni para los míos ni para nadie, sois mormones no alienígenas —Abre los ojos, exasperado—. Tienes suerte de que el gilipollas de tu amigo me haya quitado el móvil, de lo contrario, habría llamado a la policía.
—¿Me has llamado mormón? —Pongo los ojos en blanco—. Mira que me han asociado con cosas en la vida, pero jamás me habían acusado de tal cosa. ¡Ni que yo fuera predicando la palabra de vuestro Dios!
—Soy atea, no es mi Dios.
—No puedes ser atea, no cuando la Diosa está siempre presente y a la vez invisible, no cuando hay pruebas empíricas de su existencia...
—¿Eres luterano?, ¿testigo de Jehová? No se me ocurre ninguna religión en el que se cambie el género de Dios, pero yo súper a favor de ello, eh.
Suelta una gran carcajada y me anima a dar un paseo con él. No estoy muy convencida, pero termino aceptando, quiero que esté lejos de Anne.
—No soy cristiano, chica histérica.
—¿Y qué eres?
—Creo que lo llamáis paganismo o algo así..., es una religión más antigua que occidente y mayor a cualquier asentamiento europeo en tierras americanas.
Paganismo. Estoy muy poco enterada sobre ello y prefiero no hablar porque no quiero ofenderle ni tampoco quedar como una ignorante.
Hay un pequeño bar abierto, no me da muy buena impresión y menos cuando un par de viejos me miran de arriba abajo. ¿Es en serio?, ¿no tienen nada mejor que hacer por la noche?
Me mantengo alejada mientras Galel pide dentro y saca dos cervezas.
Seguimos caminando y llegamos hasta un parque que está vacío, sentándonos en los columpios.
—¿Qué querías decirme?
—¿Le odias? —Consigue captar toda mi atención mientras ambos chocamos nuestras latas imitando un brindis y damos un trago—. A Nash, ¿le odias?
Pienso en lo que voy a responder. ¿Miento o digo la verdad?
—No lo sé.
—Eso no es algo que se pueda dudar, Silvana.
—Brindo porque no me has llamado chica histérica.
Trato de desviar la atención y por un instante lo consigo, pero tras beber de su cerveza, insiste.
—Respóndeme, por favor. —Es una orden, pero su rostro es tan angelical y su voz tan suave que sólo me apetece achucharlo como si de un niño pequeño se tratara.
—Tienes una cara adorable —Sonríe, mostrando su dentadura y permitiendo que pueda ver unos pequeños colmillos sobresaliendo. ¡Por Buda!, aquí todos podrían ser modelos de dientes—. Y unos colmillos que me hacen pensar que vas disfrazado de vampiro, pero bastante cutre..., como si llevaras una dentadura postiza para Halloween o algo así.
Su mueca muestra un rechazo completo por mis palabras.
—No digas tonterías...
Cada vez entendía menos a los estadounidenses.
—¿Qué? —Me intereso—, ¿tienes miedo a los vampiros? —Su cara de incredulidad consigue sonsacarme una carcajada—, Galel, te contaré un secreto —Me observa con atención—: los vampiros no existen. —concluyo, tomando de la cerveza.
Niega con la cabeza, obviando mi más que elocuente afirmación.
—¿Le odias? —Insiste.
—¡Mira que eres pesado!
—¿Tan difícil es responder?
—¡No, por Dios! ¡No!
—Pues responde. —Trata de no alterarse, no puede permitírselo frente a la chica histérica.
—Ya te he respondido, idiota —Uno de mis grandes defectos era que me volvía muy malhablada y tiraba mucho del insulto cuando me cabreaba—, ¡por alguna puta razón soy incapaz de odiarle y eso me tiene más que frustrada! Me siento acosada por un tío que parece rehuirme todo el tiempo. ¿Acaso tiene eso sentido? Además, que tampoco le conozco, así que el sentimiento de odio abarcaría demasiado... —Me incorporo del columpio bajo su atenta mirada y empiezo a caminar de un lado a otro, bebiendo de la cerveza y soltando frases que debería guardarme para mí misma—. No entiendo nada, no le conozco, le he visto en ocasiones contadas y siempre ha acabado pareciéndome un jodido pretencioso. No tiene ningún derecho sobre mí y en cambio, hoy, parecía que mi dolor le dañaba. ¡¿Qué coño le pasa conmigo?! En serio, tenéis que enseñarle a ligar porque si lo que está intentado es pedirme una cita o algo así..., va por muy mal camino.
—Pues que te quiere —responde Galel—. Y créeme que el decirle que le odias, le ha dolido, muchísimo.
—¿Te estás escuchando? —Pateo la lata de cerveza, lejos—. ¿Cómo va a quererme si hemos intercambiado un par de palabras como mucho? No digas gilipolleces, esto no tiene ni pies ni cabeza...
—¿No sientes algo por él? —Se levanta del columpio, preocupado.
—¡Pues claro que siento algo por él!, ¡quiero tirármelo!
Me tapo la boca con las manos cuando hago la confesión y él empieza a descojonarse. ¿Por qué coño tengo que ser tan bocazas?
—Cuéntame, chica histérica —Ruedo los ojos cuando escucho el estúpido apodo—, ¿en qué posiciones quieres follártelo?
—¡Qué vergüenza! —Paso las manos por mi cabello y antes de que él responda su móvil suena—. Es tu amigo, no preguntes esas cosas...
Frunce el ceño y me mira varias veces antes de asentir y decirle a alguien que no se preocupe.
—Vamos, te llevaré a casa.
—¿Otro secuestro? —pregunto.
—¿Prefieres ir caminando? —Sugiere— A mí no me importa, pero no creo que estés para muchos trotes.
Cedo porque tiene razón, no me apetece caminar.
El trayecto es tranquilo, en silencio, se interesa por mi vida y me pregunta por qué decidí mudarme a Carolina del Norte, por alguna razón, mi respuesta no le gusta.
—O sea, que tienes billete de vuelta. —Pasea sus manos por su cabello y de perfil se ve incluso más angelical, incluso con el pendiente que lleva en su oreja.
—Sí, claro. En junio vuelvo a España, a más tardar en julio.
—¿Para siempre?
—Esa es la idea. —Me encojo de hombros—. Intercambio anual significa exactamente eso: que dura un año.
Suspira y muerde sus uñas, con nerviosismo. ¿Qué coño le pasa?
—No te desanimes, Galel —Sonríe mostrando un par de hoyuelos mientras trata de ocultar algún tipo de información—, podremos seguir siendo amigos en la distancia si consigues bajarle un poco a tu rasgo de acosador y decidimos conocernos... como amigos. —aclaro.
Desbloquea las puertas y sale a la misma vez que yo, apoyándose en el lateral de su coche.
—Deberías decírselo a Nash.
—¿El qué? —Me giro para enfrentarle.
—Que no le odias.
—Un poco sensible, ¿no? —Se ríe ante mi declaración—. Tampoco exageres, Galel —Me recrimina la forma en la que me expreso y yo decido que lo mejor es ignorarlo—, son sólo dos palabras que dije enfadada. No puedo odiarle, no lo conozco, y aunque lo conociera, dudo que odiarle fuera lo que sintiera por él. El odio es un sentimiento muy grande como para ir regalándolo a diestro y siniestro...
—Por favor —Sus ojos me miran con súplica—, para nosotros no son sólo dos palabras, es como una patada en los cojones, pero directa al corazón.
—Poético —Ruedo los ojos—. Deberías fundar junto con mi mejor amiga el club de poesía.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
10 de diciembre, 2016.
Alicia me ignora, es como si yo no existiera, ni un reproche, ni una discusión, me esquiva y, cuando no tiene más remedio que enfrentarse a mí, me ignora. Como si yo fuera una pared.
No me da opción ni para solucionar las cosas.
Sólo me hizo caso cuando vi una quemadura en su pierna derecha y, con altanería me dijo que a mí qué me importaba.
Sólo habían pasado tres días, pero su rechazo me dolía.
¡Por Buda!
Es mi mejor amiga.
Termino de pasar los productos de una clienta y le cobro, todo volvía a ser monótono. Lo único que había cambiado es que Anne y yo empezábamos a entablar una amistad. A Ali le caería genial.
Cobro a la señora, quien va con una pequeña revoltosa en brazos.
—¡Heaven! —Su madre, así es como llama a la niña—, estate quieta.
¿Heaven? Realmente me parece un nombre original y realmente bonito.
La deja en el suelo, pero enseguida la pobre niña empieza a correr.
Suspira y me paga con rapidez.
—La verdad es que sí, eres muy linda. —Sonríe con la dentadura perfecta de todos los de la ciudad y me ofrece su tarjeta.
¡Qué envidia, joder!
Yo, por culpa del tabaco tenía que hacerme una limpieza bucal cada seis meses. Dos de mis dientes se habían quedado sin esmalte y aunque me los lavara tres veces al día, se quedaban de un tono marrón. Menos mal, que sólo eran dos.
—G-gracias —Le devuelvo la tarjeta de crédito—, ¿la conozco? —Me animo a preguntar.
Sus ojos son entre marrones y azules, una extraña mezcla que se complementa a la perfección.
Tiene un par de arrugas cerca de su mandíbula, de esas que dicen que surgen cuando eres una persona muy risueña.
Su rostro trasmite confianza, familiaridad, protección.
Va a responder, sin embargo, alguien se interpone.
—Mamá, te he dicho muchísimas veces que no la dejes en el suelo —Mira al frente y me ve, esas lagunas que tiene por ojos realmente me ven, dicen demasiado en una mirada. Sonríe, sin embargo, es un tío orgulloso—, Heaven es un torbellino y no queremos que las personas se asusten. —Eso sí, sus ojos no dejan de advertirme, no se fijan ni un solo segundo en su madre o su hermana.
—¡Ay, Nash! —Se queja—, ya es grandecita y pesa, ¡tiene nueve años!
—Y sabemos perfectamente lo que puede pasar... —dice tomando en brazos a su hermana—. Buenos días, Red Deer. —Su tono es frío, pero el apodo que emplea es hasta cariñoso.
Busqué su significado. Es el animal oficial de Irlanda, el ciervo rojo.
—Tienes razón, a ver si da ya el... estirón —Acaba cediendo, estoy más que aturdida—. ¡Vamos, Heaven!
—Buenos días, Callegher.
Ayuda a la pequeña rubia a subir al carrito de la compra y comienza a colocar la compra, no recibe ayuda de su hijo. Menudo imbécil.
Niego con la cabeza y empiezo a pasar la compra del siguiente cliente.
Su mano me lo prohíbe.
—Esta caja está cerrada. —Su voz es fuerte, arrastra un poco las palabras, pero es directo con su orden—. Y no hay discusión posible.
—¿Ahora decides que está cerrada?, ¿no la prefieres abierta?
—No. He dicho que está cerrada y punto.
Contrólate, Sissi. Está su madre delante y no quieres cuestionar la clase de educación que le ha dado.
—Te lo pasé la primera vez, una segunda ya no.
No digo nada más y paso directamente a llamar a la encargada.
—¿Qué ocurre, Sissi? —La mata de pelo azul llega casi corriendo mientras mastica un chicle y hace continuamente pompas bastante incómodas y desagradables.
Esta era la peor encargada que tenía. Había dos, una a la que, dentro de lo profesional adoraba y Bianca, una italiana que estaba enchufada por ser la sobrina del jefe.
—Cliente molesto.
—¡Así no se trata a los clientes, Sissi! —Me reprende y me echo hacia atrás cuando temo que su chicle salga expulsado hacia mi cara.
—La caja está cerrada. —Es lo único que Nash dice mientras evita que siga pasando productos.
—Te espero en el coche, Nashy, compórtate, por favor. —Pide su madre.
Bueno, al menos le ha dicho algo, que ya es más de lo que estaba haciendo.
—Sissi, la caja está abierta, pero yo me haré cargo —Bianca asevera con un tono neutro, como si estuviera bajo algún embrujo llamado «el tipo está bueno y quiero impresionarlo» y quiero matarla—, ¿está eso bien para usted, señor Callegher?
—Perfecto.
—Sissi, tienes el resto de la jornada libre...
—¿Qué? —Eso no es algo que Bianca me permitiría de normal. Me giro hacia el culpable y señalándole con el dedo, digo—: ¿Qué has hecho?
—¿Yo? Ser muy claro: la caja está cerrada, pero fíjate, ¡sigue abierta y todo!
—Eres un... un... —Me debato entre insultarle en inglés o en español y decido que no soy una cobarde y que quiero que se entere de lo que pienso realmente de él.
—¿Sí? Estoy esperando.
—Un caradura, un sinvergüenza y un idiota.
—Menos lo de idiota... en lo demás tengo que darte la razón.
Trato de ocultar la sonrisa que empieza a emerger de mis labios. Él no merece que le dé ese gusto.
—Venga, vamos —Antes de que pueda decir nada tira de mi brazo y, desconcertada abandono mi lugar de trabajo—. Mamá —La llama cuando soy arrastrada hacia su vehículo—, la invito a tomar algo, ¿te parece bien?
Asiente y le da un beso en la mejilla.
—No. —Intervengo y ambos me miran, ella con desconcierto y él con recelo—. Pregúntame a mí antes.
Estará todo lo bueno que quiera, pero no me voy a dejar manejar por él.
—Tienes que ser paciente con él... —La voz de su madre es suave, como si diera por hecho muchas cosas que no estoy comprendiendo—. Ya sabes cómo son estos lazos y...
—¡Mamá! —interrumpe Nash mientras me abraza por la cintura para cortarme un poco de visión.
La señora se lleva las manos a la cara, como si hubiera caído en la cuenta de algo súper importante y yo empiezo a plantearme que me estoy volviendo loca.
—¡Ah! —exclama ella—. Lo siento...
Se lleva una mano a la boca, como si hubiera descubierto algo.
No estás loca, es que en esta ciudad no hay nadie cuerdo.
Espero con paciencia a que ella se vaya, no quiero gritar delante de una niña. Una vez lo ha hecho, me separo de él y gruñe.
—¿Por qué te llama Sissi de esa forma tan despectiva?
—Porque le caigo mal.
—¿Por qué no me dejas llamarte así? Silvana es demasiado largo y se me cruza la lengua, no me gusta tu nombre.
Vete a tomar por culo.
—¡Serás gilipollas!, ¿por qué coño la has tomado conmigo?, ¿tú crees normal el acoso que me estás haciendo sólo porque te dije que la caja estaba cerrada hace más de un mes?, ¿buscas que me despidan?
—No la he tomado contigo, no te estoy acosando y no espero que te despidan, aunque creo que podrías encontrar algo muchísimo mejor.
—¿Qué no me estás acosando? ¡Pero si has puesto a un tío cualquiera a vigilarme las 24 horas del día!
—No es un tío cualquiera, Timothy es de los míos.
—¿Timothy?
—Timothy Coleman, nacido y criado en Texas, pero perteneciente al cl... a una familia muy unida a la mía.
En mi cabeza sólo aparece un término: paganismo.
—¿Sois todos de la misma secta o qué? —Me llevo las manos a la boca y me pongo casi a temblar del nerviosismo. Nunca le digas a un fanático religioso que forma parte de una secta. Nunca—. Perdón, no quería usar esa palabra.
—No es una secta. Y sí, la gran mayoría seguimos la misma... doctrina religiosa, por así decirlo.
—¿Estáis buscando captarme para que me una a vosotros? Soy atea, no me pidas milagros porque yo no creo en ellos.
—No se me ocurriría jugar con algo tan sagrado como la fe o la falta de ella. Mi religión demuestra la realidad y abre los ojos a quienes no se atreven a mirar. Yo no necesito ir con un libro en la mano mientras doy sermones de por qué creer en lo invisible, respeto a quien lo hace porque busco el mismo respeto hacia lo mío.
Por Buda, este suena peor que los misioneros.
—Punto número dos...
—¿Has hecho una lista? Porque podemos hablar de esto mientras te invito a comer.
Bien, hablemos sobre el tema.
—¿Por qué tienes que decidir por mí?, ¿y si yo no quiero tomar nada contigo?
Inhala y me mira con el cejo fruncido.
—No me gusta esa colonia.
—¿Me estás escuchando? —Me muerdo el labio inferior, tanto que me hago un poquito de sangre—. ¡No finjas que no me oyes!
Vuelve a inhalar y doy un paso hacia atrás, ganándome una represalia por su parte.
—¿Por qué cambias tu olor?
—¿Qué?
—Hueles realmente mal.
—Gracias, hombre. —Vuelvo hacia el supermercado y él me detiene.
—¿Adónde vas?
—¡A por mi bolso y a fumarme un cigarro y como se te ocurra decir algo te estampo el zapato en la cara!
—¡Vaya carácter! —Sonríe y le ignoro—. Pero en serio, te invito a comer.
¡Es demasiado exasperante!
Trato de convencer a Bianca de seguir con mi turno, no quiero que me despidan, solo me quedan un par de meses para terminar de cubrir la baja y necesito el dinero. Sin embargo, ella insiste en no dejarme y Stella me tranquiliza alegando que ya ha hablado con el jefe y que está todo bajo control.
Menos mi vida, mi vida parece que se descontrola por momentos. Noto como una lágrima cae por mi mejilla mientras entro al vestidor.
—¿Estás bien? —Su voz me molesta y agrada al mismo tiempo.
¿Por qué me afectas tanto si no te conozco y por qué me atraes lo suficiente cuando tu simple presencia grita "Peligro: es un chico malo"?
—¿Tú me ves bien? —pregunto con cierta ironía, señalándome y permitiendo que más lágrimas se derramen por mis mejillas—, porque lo dudo bastante.
—Yo te veo perfecta, siempre te veo perfecta. Desde el momento en el que te conocí.
Mis piernas tiemblan, ya no sé si por su cercanía, su voz, sus ojos o por la elección de palabras.
—Pero si me has visto pocas veces.
—Las suficientes.
Tal vez porque ha dejado la arrogancia a un lado o tal vez porque está preocupado, pero me está pareciendo incluso dulce y es capaz de conseguir que me relaje por primera vez ante su presencia.
—Tengo que cambiarme. —Me doy la vuelta y abro mi taquilla cogiendo el vestido que me había puesto esta mañana antes de salir de casa.
Es una invitación para que se marche, pero como no lo hace, me quito la camiseta, sin darme la vuelta y paso el vestido por mi cabeza, cuando me aseguro de que tapa todo, dejo caer los leggins al suelo.
—Es bonito. —Está examinando la ropa—. Bonito estampado.
—Son flores. —Me encojo de hombros—. Son azucenas, mis favoritas...
—Tomo nota —Muestra sus hoyuelos antes de pasarse la lengua por el labio inferior—. ¿Podemos tomar algo? Estoy hambriento y quiero disculparme.
Disculparse. Eso era un buen indicio.
Me muerdo el labio inferior, pensando, y su mirada cae directamente en mi boca, lamiéndose los labios.
—Vale. —Accedo y termino de arreglarme.
Montamos en el autobús sin mantener conversación alguna. Saluda a un par de personas y parece que se olvida de mi existencia cuando las personas conocidas son mujeres. Bufo.
¿Desde cuándo había empezado a desarrollar el sentimiento de posesión? Algo no iba bien... Nunca he sido una persona posesiva. Celosa a ratos y aprendiendo a controlarlo. Pero ¿posesiva? ¡Jamás!
—Silvana —Me llama y le miro—, es la próxima parada.
Paso por delante de él y me bajo cuando el autobús abre la puerta.
Me sigue a un par de pasos, sin molestarme. Intuye que estoy cabreada y eso le hace sentir bien.
No está bien, joder, joder, joder.
—¿Es aquí? —Deshago el camino y me pongo a su lado cuando lo confirma—. Lo siento, no sé qué me está pasando, no entiendo por qué me ha molestado tanto, es una tontería.
—No te preocupes, me gusta saber que te afecto.
Me fastidia verle incluso un brillo especial en los ojos, como si fuera algo positivo algo tan nocivo como eso.
Me giro, quedando frente a él y antes de conseguir razonar, me besa.
Y, me besa como nunca me habían besado. Es una mezcla entre desesperación, necesidad y adoración.
Sus labios toman los míos, sus manos se dirigen hacia mis caderas y no quiero saber el numerito que estaremos montando en medio de la calle porque lo estoy disfrutando.
Me quedo paralizada hasta que susurra algo en mi oído tan sucio y elegante al mismo tiempo que me hace olvidar el lugar dónde estamos, lo mal que me lo está haciendo pasar y la lucha interna que tengo conmigo misma y lo que debería provocarme estar a su lado y lo que realmente me produce.
No soy dueña de mis actos y son incapaz de ordenarme a mí misma parar.
Al contrario, dejo que me lleve hasta un callejón y permito que mi espalda sea apoyada en una pared y que su cuerpo se encaje a la perfección con el mío.
¡Por Buda!
Gimo en sus labios y agarro su camisa con fuerza, no queriendo que se aleje.
Para, Sissi.
Bueno, mejor dejo que me bese un poco más.
No, no, no. Para, tienes que parar ahora mismo.
Noto su lengua hacer contacto con la mía de manera tímida y le insto a que deje la vergüenza a un lado.
Muerde mi labio inferior y se separa agitado.
—¡Por la Diosa! —exclama recomponiéndose—, tú realmente sabes besar.
—Si te portaras bien ya habrías descubierto más cosas que se me dan bien. —Me encojo de hombros y me dirijo hacia el restaurante.
Joder, era la segunda vez que le seguía el juego...
Me froto los ojos y le pido un momento.
Me estoy empezando a obsesionar.
¡Hola! ¿Qué os ha parecido?
¡No te olvides de votar y comentar si te ha gustado!
¿Podemos hablar de Sissi pensando que son mormones o de alguna secta? JJAJAJAJA. En esa situación, ¿pensaríais lo mismo que ella o simplemente huiriáis como locas?
¿Qué os parece el personaje de Anne?, ¿os gusta?
¡Os leo!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top