CAPÍTULO 18.
Ha sido una declaración bonita por su parte aun pareciéndome que se precipita. Quizás soy yo el problema puesto que me obligo a controlar cuánto tiempo lleva en mi vida en vez de centrarme en lo importante. Si lo pienso bien, Nash es una persona bastante esquiva y con tendencia a ocultar su vida y circunstancias. No es nada fuera de lo normal, tal vez sea un poco más receloso en cuanto a su privacidad se refiere que la media común.
Incluso puede darse un choque cultural entre ambos. Al fin y al cabo, yo no sé cómo se comporta la gente en Estados Unidos más allá de lo que he comprobado en un par de meses y lo que las noticias nos venden.
No voy a negarme la realidad, podría no admitirlo en voz alta y es una estrategia que iba a seguir, pero, si me decido por ser sincera conmigo misma, he de reconocerlo: me ha encantado la seguridad en su voz cuando se ha puesto de mi lado y se ha ofrecido a acompañarme a comisaría si fuera necesario.
No me considero ingenua y sé que no es una promesa en vano. Nash Callegher es una persona muy influyente y es mejor tenerlo de aliado y no como enemigo.
De momento creo que puedo considerar la balanza más cerca de lo primero.
Camino de un lado al otro por el aeropuerto, no soy la única en hacerlo; se avecinan fechas importantes, sobre todo para la gente con tradición navideña. Pero me resulta incluso tierno ver cómo la cabeza de Nash me sigue de un lado a otro.
—¿Cómo vas a presentarme? —pregunta con curiosidad, consiguiendo que mis pies se frenen justo delante de él mientras trato de ocultar sin éxito alguno un traspié que me hace perder durante un segundo el equilibrio.
Lo pienso. ¿Somos amigos? No. ¿Somos más que conocidos? Sí. ¿Somos novios? Ni de coña. ¿Presentarle como un «rollito puntual y ya veremos qué pasa»? Pues la verdad es que no y no es el título que le pondría a alguien frente a mi padre.
—¿Cómo quieres que te presente? —Se me escapa decir.
Sonríe y yo apoyo las manos en mis caderas. No puedo leerle la mente, pero no pienso aceptar públicamente más que un «amigos y si tal, en privado, añadir el «con derechos».
—¿Hasta dónde estás preparada?
Siento un escalofrío por todo el cuerpo mientras le mantengo la mirada. Juraría que puede leerme la mente o, como mínimo, adivinar mis pensamientos. Si fuera posible lo primero, estaría jugando con una ventaja injusta y que no le he concedido; en el segundo caso, me daría cuenta de que soy una persona demasiado predecible.
—Amigos. —Extiendo la mano y él la toma.
Antes de separarnos, me arrastra hacia él y me besa.
—Te acepto lo de «amigos», de momento.
—Presentarte como «conocido con derechos» hacia mi padre no es la mejor idea que se nos podría ocurrir.
—Y desde luego que, «amantes» suena incluso peor, ¿estoy en lo cierto?
—Eres inteligente. —Le coloco bien la caída de la capucha, doblando adecuadamente la tela bajo su atenta mirada—. Y un hombre, ponte en el lugar de mi padre, ¿te gustaría que un tío se presentara como el «amante» de tu hija?
—Ni de coña. —Lo que suponía.
—Lo dejamos en amigo, ¿no?
—De momento. —Insiste sin apartar los ojos de los míos.
Asiento sin poder evitarlo. Supongo que ya es tarde para negarle lo que mis acciones han adelantado.
Sonríe con afabilidad y no puedo evitar quedarme embobada viendo sus pecas y hoyuelos a cada lado de las comisuras de sus labios.
—¿Cómo se llama tu padre? —Tardo en razonar su pregunta porque no le estoy prestando atención—. ¿Sissi?
—Eh... David —Anuncian la terminar por la que mi padre aparecerá en algún momento, todo dependiendo del retraso que lleve su vuelo—. Dilo tú, a ver qué tal.
—Deivid —Falla en su primer intento y me pide que se lo repita—. Espera, a ver, Dááávid —Marca mucho la a para poder pronunciarlo sin fonetizarlo y niego algo conmovida porque me resulta tierno que lo intente con tanto ahínco—. ¿Puedes repetirlo?
—David. —Pronuncio lento, con paciencia. Intentando ayudarle dando el golpe de fuerza en la «i» para que lo logre.
—Devid —Suelta un bufido—. Me rindo.
—No te preocupes —Le doy un golpecito—. Pronúncialo en inglés, que tampoco se va a asustar. En Irlanda le llamaban Deivid.
—¿De dónde viene tu acento irlandés?, ¿por qué tienes esa conexión con Reino Unido?
—Mi bisabuela es de Cork.
—¿Te consideras irlandesa?
—Me siento orgullosa de mi ascendencia, sí, pero soy española. Por parte de padre soy de una región de costa, aunque siendo sincera, soy más madrileña que el bocata de calamares; y la única familia de Irlanda que tengo es mi bisa, ella se casó con un español... por perder se ha perdido hasta el apellido.
—¿Y cuál era? —Parece curioso y creo que me gusta que se interese por mi vida sin aparentar ser invasivo.
—O'Hannagain. —Nada más terminar de pronunciarlo noto una leve tensión en el ambiente y no entiendo por qué.
—Jamás me había gustado tanto el acento europeo hasta que te conocí. —Me toma de la mano y hace círculos imaginarios en mi piel.
—Nash, somos 55 países en Europa y cada uno hablamos con nuestros acentos. Ni siquiera aquí habláis con un mismo acento en inglés...
—Bueno, pues quédate con que me gusta tu forma de hablarlo.
Hablamos de algunas cosas sin importancia, le comento que me siento algo aburrida de dedicarme a trabajar en un supermercado en mi año de intercambio y reconozco que me gustaría viajar un poco por el país. Me promete que si tiene algún otro viaje pronto me llevará.
—¿Por qué te decantaste por Carolina del Norte? Si tienes familia en Irlanda...
—Alicia es la razón principal, en un principio yo iría a Cork y ella se vendría aquí, pero supongo que las casualidades existen y abrieron una segunda plaza.
—¿Y qué te convenció?
—Quizás piensas que es una tontería..., pero tuve la sensación de que tenía que venir. A pesar de tener todas las facilidades en Cork..., no lo sé, tampoco es que mi familia de allí se sintiera muy decepcionada por mi decisión.
—No te creo, seguro que estaban deseando vert...
—No —Corto su oración—. La relación con los de Irlanda no es la mejor, por alguna razón me tienen una manía bastante fuerte, bueno, a mí, a mis primas, a mi padre y a mi tío.
—Eso no tiene sentido...
—Tampoco me importa, al menos no demasiado.
Camino de un lado a otro, no queriendo profundizar más. Quizás fuera una buena oportunidad para preguntarle por su familia, sin embargo, los nervios son superiores y no pienso en ello.
Por el megáfono indican que hay un pequeño retraso y me desespero soltando un resoplido nada elegante y quedándome de pie frente a Nash, quien había decidido sentarse a esperar, aceptando que no va a conseguir sonsacarme información sobre los O'Hannagain. ¿Por qué tanto interés en ellos?
—Puto retraso de mierda. Me parieron sin paciencia y con demasiada ansiedad —Suelto en español malhumorada bajo su atenta mirada—. ¿Y si no viene? ¿Y si en la escala ha cambiado de idea y ha vuelto a Madrid?
—Tranquila —Aprovecha para atraerme hacia él y coloca sus manos en mis piernas mientras apoya su cabeza en mi estómago—, va a llegar y nosotros no tenemos prisa.
—¡No tengo paciencia! —Juego con su cabello y lo enredo en mis manos mientras muevo la pierna con nerviosismo—. No creo que me haya mentido..., me dijo que vendría...
Afianza su agarre en mis muslos y levanta la cabeza, sacudiendo los mechones que hay en su cara y me mira con curiosidad.
—¿Por qué estás tan nerviosa?
Bueno, está preguntando por mi padre y esta vez parece desinteresado, con ganas de saberlo y no como si tuviera segundas intenciones.
Normalmente me pondría a la defensiva y trataría de desviar la atención, preguntando primero si de verdad quería saberlo o si acaso era importante.
Pero ahora no, estaba algo alterada por todo y además me apetecía abrirme un poco a él. No sabía bien por qué, pero algo dentro de mí pedía a gritos que le dejara conocerme un poquito más.
—Mis padres se divorciaron hace casi tres años, se querían mucho..., pero hay personas que no están hechas para estar juntas. No se llevan mal, tampoco bien —Río con cierto nerviosismo—. Mantienen una relación cordial, formalita... no tienen problema en verse en momentos que son importantes para mí. También te digo, estoy harta de soportar las pullas de un lado hacia el otro, eh.
—Hay exparejas que no pueden estar juntas en una misma habitación, me alegra saber que no vives con esa violencia. Piensa en que tuvieron la madurez de separarse —Trata de consolarme como si su experiencia fuera diferente—, hay otras parejas que están hechas el uno para el otro y no funcionan, no lo sé. El destino es caprichoso.
—¿Por qué pareces afectado?
—Porque creo en el destino, no en las personas; no en las intenciones ocultas.
—¿Tus padres siguen juntos?
—Y morirán juntos.
—¿Te molesta?
—No, es lo que hay, es como debe ser. Están predestinados, pero mi madre se merece a alguien muchísimo mejor. —Le acaricio la mejilla y me abstengo de comentar. No estoy para nada de acuerdo con sus valores—. ¿Cómo te sientes desde que tus padres no están juntos?
—No lo sé, supongo que me lo vi venir y en el fondo, es lo mejor.
—¿Y las peleas?
—¿No quieres seguir hablando de ti? —Niega—. Algún día, quizás.
—No lo dudes.
—Bueno, pues..., el problema vino hace año y medio, mi padre empezó con una mujer y tampoco funcionó... creo que ella le engañó y encima mi padre se sentía mal porque seguía enamorado de mi madre..., eso es más una suposición propia, la verdad —Apoyo las manos en sus hombros—. Desde ese entonces se refugió en su trabajo, convirtiéndose en casi un adicto o, siendo sincera, creo que incluso lo es... no es que tenga ningún problema con el alcohol o las drogas, pero necesita estar entretenido para no pensar y su manera de hacerlo es trabajando.
—¿No ha pensado en hacer deporte, apuntarse al gimnasio o cualquier otro tipo de actividad?
—Al principio lo hacía, hasta que acabó amparándose por completo en el trabajo... lo bueno es que sabe que tiene un problema.
—¿Y lo malo? Además del problema, digo.
Levanta un poco mi jersey y empieza a trazar círculos imaginarios en la piel de mis costados.
—Que no acepta ayuda. Cree que con este viaje se le acabarán todos los obstáculos y no es así.
—¿No crees que pueda ayudarle?
Nash me estaba escuchando e interesando por lo que le contaba. Y me estaba ayudando a calmarme.
—Creo que nos viene bien a ambos..., pero tengo miedo de que cuando vuelva a España siga con la misma rutina de siempre.
—¿En qué trabaja?
—Es banquero, no sé bien cuál es su especialidad, si te soy sincera.
—Y... ¿hasta cuándo se queda?
—Hasta el 27, ¿por?
—El 28 es mi cumpleaños.
—¿Te haces mayor, Nash? —Me paso la lengua por el labio inferior y le miro desde arriba, por una vez yo estoy en una posición de mayor altura.
—No te pongas tan chulita... —Me agarra con firmeza y se incorpora demostrando que él es bastante más alto y corpulento que la media—, que sigo siendo cazador y estoy deseando apresarte.
Trago saliva cuando me aprieta contra él, colocando sus grandes manos en mis caderas y provocando que mi respiración se agite.
—Hablas mucho y haces poco —Bajo un poco el tono haciendo que sea algo más íntimo—. No te confíes, Callegher, porque la presa eres tú.
Miro su boca y él se queda mirando la mía.
Quiero besarlo y él está deseando que lo haga.
Sin embargo, en ese momento anuncian el aterrizaje del vuelo y agradezco que me sujete porque los nervios me pueden y las piernas me tiemblan.
Me anima a que me ponga lo más cerca posible y me asegura que estará esperando. Aun así, me giro varias veces para comprobar que Nash sigue ahí.
Empieza a salir gente y cuando lo veo no tengo ojos para nadie más. Ahí está, David González, con su cabello canoso, su barriga cervecera y su ya habitual mirada perdida. Muchas personas decían que nos parecíamos a excepción de los ojos.
Sin importarme lo que puedan pensar, le grito en español para llamar su atención.
Consigue verme entre tantas cabezas y personas amontonadas que se dan el habitual abrazo de reencuentro familiar en épocas navideñas.
Cuando logra hacerse paso nos abrazamos con fuerza. Besa mi cabeza y, en ese momento, en sus brazos, empiezo a llorar como una niña pequeña.
No estaba soñando.
Papá había venido realmente a verme. Estaba aquí, a mi lado.
—Te he echado muchísimo de menos, papá —Creo que es consciente de lo que mis palabras significan—. ¡Qué feliz me hace tenerte aquí!
—Yo también te echaba de menos, mi pequeña Sissi.
Aguantamos así durante un par de minutos, sin interrupciones, sin que nadie nos diga nada y sin Nash queriendo entrar en la escena. No invade nuestro momento, no busca protagonismo.
Y me gusta mucho que se comporte así, esa faceta suya era encantadora.
Cuando nos separamos, le ayudo con la mochila que lleva en los hombros mientras que él se encarga de la maleta. Mi pobre padre se había traído la otra mitad del armario que me había dejado en España a petición mía.
Nos guío hacia Nash que se encuentra hablando por teléfono y mantiene el cejo fruncido, la única señal de que algo andaba molestándole. Por lo demás está tranquilo y envidio que parezca tan seguro de sí mismo.
Cuelga cuando nos ve y sonríe.
No puedo evitar imitarle y espero que mi padre no se dé cuenta.
—Os parecéis mucho —Extiende la mano hacia David—. Buenas tardes, Señor Gonsales, soy Nash Callegher, un amigo de su hija y también seré su chofer.
Habla lento, tratando de que se entienda todo lo que quiere decir y gracias a ese gesto, mi padre le comprende desde el primer momento.
Acepta con gusto su mano y se presenta como David con un inglés un poco españolizado, pero entendible. No obstante, me mira y me pregunta en castellano que qué tipo de amigo es y agradezco en ese momento no ser una persona con tendencia a sonrojarse porque si no me habría delatado yo solita.
Nash insiste en llevar él la maleta y la mochila que colgaba en mis hombros y tanto mi padre como yo nos miramos con complicidad al entender su gesto caballeroso como una excusa para librarnos de llevar peso.
Picaresca española le llamábamos.
Subimos al coche y Nash va de conductor mientras que mi padre y yo nos sentamos atrás, nos distraemos hablando sobre cómo le ha ido el viaje y el trayecto se me pasa volando.
Nash conduce hasta mi apartamento y nos ayuda a subir el equipaje.
Le agradezco y antes de despedirme de él, mi padre insiste en que quiere tomar una ducha y que le acompañe hasta su coche.
Cuando estamos abajo y comprueba que mi padre no está viendo o pendiente de nosotros desde la ventana, me apoya contra el maletero.
—Gracias —Acaricio su mejilla y jugueteo con su despeinado y engominado cabello—. Deberías cortártelo.
—Sí —Concuerda conmigo—, pero es que a Heaven le gusta.
Su hermana pequeña.
—Estás muy unido a ella, ¿no?
—Bastante, es mi hermanita.
—Hayes también es tu hermanito —Me burlo un poco.
—Es mayor de edad —Se encoge de hombros—, no necesita mi protección.
—¿Qué hay de tu otro hermano?
—William es el más despegado a nosotros..., va bastante por libre.
Mi curiosidad me empuja a querer preguntarle a qué se debe, pero antes de que pueda hablar noto una presión en mis labios.
Una presión que acepto sin ningún tipo de inconveniencia porque debía reconocer que Nash era un gran besador.
Juego con su pelo, tirando un poco de él y coloco mi otra mano en su espalda, acercándolo por inercia más a mí.
Se aprieta contra mí y adoro ser partícipe de cómo hay una erección empujando contra sus pantalones y queriendo hacer acto de presencia.
Agarra sin ningún tipo de pudor mi culo y suspiro en sus labios antes de que profundicemos y hagamos más íntimo —en mitad de la calle— el beso que nos estábamos dando.
—Joder... —gruñe—, es que te deseo, Sissi..., no te puedes imaginar hasta qué punto. ¿Cómo pudiste pensar que te estaba rechazando?
—No me lo recuerdes, por Buda...
Acaricio su barbilla, la cual está perfectamente afeitada.
—¿Eres consciente de lo mucho que me pones? —Contonea las caderas haciéndome notar su erección y ahogo un gemido de placer.
—Me hago a la idea —Llevo con disimulo mi mano hacia su entrepierna y le rozo por fuera hasta conseguir que sisé—. Sí, definitivamente me deseas mucho...
—¿Estás segura de que lo entiendes o quieres que siga demostrándotelo?
—No me vendría mal un último recordatorio... —Me olvido de dónde me encuentro por un momento y su risa se clava en mi garganta, produciéndome miles de sensaciones que amenazan con acabar con mis terminaciones nerviosas.
—Qué descarada eres...
Vuelve a besarme o tal vez soy yo la que inicia el beso.
No lo sé y no me importa, pero cuando nos separamos acabo diciendo:
—Creo que debería ir subiendo —Asiente sin liberar su agarre de mi cuerpo—. Nos vemos..., ¿cuándo nos vemos?
Sus ojos se vuelven brillosos y sé que es una pregunta que le ha hecho ilusión. Qué tierno.
—Los padres de Elleine tienen un restaurante a las afueras de la ciudad..., es caro —informa—, pero nosotros no vamos a pagar.
—Eso tú no lo sabes.
—Pues claro que lo sé —Chista con orgullo—, vas conmigo, a la familia no se le hace pagar.
—Pero si sois familia súper lejana.
—Seguimos siendo familia —Se encoge de hombros—. Descendemos ambos de Fog Fernsby y Crysanthe... —El apellido de ella no lo pronuncia—, si tienes curiosidad sobre los Fernsby: busca su nombre.
—No entiendo.
—Fog y Crysanthe tuvieron 4 hijos: Darya, Asclepio, Climene y Nix. Climene murió sin descendencia, el rastro de Nix se perdió en la tercera generación...
—¿Y cómo sabes todo eso?
—Nuestros ancestros comenzaron con la tradición de guardar los descendientes en un pergamino.
—Pero la vida da muchas vueltas..., ¿cómo podéis tener a todos localizados?
Se encoge de hombros.
—Supongo que siempre se acaba sabiendo la verdad, no lo sé y no me preocupa; el destino es caprichoso y mi fe me lleva a encontrar lo que quiero.
—Eso ya lo has dicho antes.
Pone los ojos en blanco antes de responder.
—Y también te he dicho que soy creyente de él, así que nos llevamos bien, eso o puedes simplemente considerarme un tipo con suerte.
—Y extremadamente poderoso.
—Ah sí, eso también ayuda. —Muestra su sonrisa más canalla, no le avergüenza tener un apellido que impone respeto, no busca venderme una imagen de humildad inventada, ambos sabemos que no lo es.
—¿Y qué pasó con el resto? Con los que sí tuvieron descendencia.
Me estaba hablando de su origen y quería saber más sobre ello. Nash es un artista a la hora de distraer, esta vez, quiero sonsacarle algo más de información.
—Asclepio es el único que mantuvo el apellido Fernsby y tuvo 3 hijos, entre ellos apareció el primer Callegher —Intento comprender todo a la primera y asiento cunado he canalizado la información que me está dando—. Soy descendiente directo de River y Kupfer Callegher...
—Espera, espera, que me estoy perdiendo.
—Algún día te cuento esa historia —Ríe y deja un beso en mi mejilla—. En cuanto a Elleine, debes saber que ella es descendiente de Darya y Wren Smith.
—Necesito un croquis para entenderte.
—Algún día te mostraré los árboles genealógicos más importantes —Se muerde el labio inferior y creo que se está callando algo—. Algún día te diré todo, si quieres...
Estoy embelesada. Me parecía maravilloso que tuvieran tanta información familiar guardada.
—Claro que quiero..., me resulta fascinante toda la información que tenéis sobre vuestros orígenes.
Sonríe y acaricia mi labio con el pulgar.
—Bien, ¿nos vemos mañana o pasado?
—El 22 estará bien.
—Te mandaré ubicación y hora, Red Deer.
—Nos vemos en dos días, Callegher.
—Descansa, Sissi.
Me da un pico y me anima a que suba, quedándose apoyado en su coche hasta que entre en mi casa.
Subo con una sonrisa en la cara y cuando grito que ya he vuelto, me encuentro a mi padre en pijama mirando por la ventana.
—¡Lo sabía!
Se gira hacia mí y señala con el dedo hacia fuera.
—¡Papá! —Me quejo.
—¡Sabía que tenías algo con ese muchacho!
—¡Papá! —repito cerrando las cortinas y colocando las manos en mis caderas.
—¡Conozco la mirada de ese hombre! —Advierte con diversión—, ¡es la mirada de un hombre con ganas de enamorarte!
—Papá, para ti todos quieren enamorarme.
—Por supuesto —ratifica—, pero sólo él lo conseguirá; ya me dirás en algún momento «papá, tenías razón».
Pongo los ojos en blanco y me separo de la cornisa de la ventana.
—¿No se supone que deberías ponerte modo protector o enfadarte por darme el lote en mitad de la calle?
—¿Te has besuqueado mientras yo me duchaba?
—Pero si ya lo sabes.
—Silvana, tienes 21 años y estás viviendo en otro continente con tu mejor amiga; además, eres mi única hija y yo quiero ser abuelo más o menos dentro de diez años. ¿Crees que tengo ese derecho?
—Olvídate del número diez. —Suelto sin pensar.
—¿Qué me he perdido? —Frunce el ceño mientras va abriendo cajones de la cocina hasta encontrar dos manteles individuales—. ¿Algo que quieras contarme?
—Eso mismo me pregunto yo, ahora resulta que tengo la vida hecha y planificada. ¡Me has encontrado incluso marido!
—No seas tan pretenciosa que me recuerdas a tu abuela —Hago una mueca que no le hace mucha gracia y sigue hablando—. La cuestión es que mi derecho y deber como padre es el validar que es un buen hombre para ti y, de momento, por cómo te miraba, tiene el aprobado. Veremos cómo actúa estos días.
—Te veo súper seguro de que lo veremos pronto.
—Estoy convencido de que nos invitará a comer antes de que me vaya.
Dejo los cubiertos en la mesa y le miro con el ceño fruncido.
—Hemos quedado con Nash en dos días, ¿cómo coño lo sabías?
—¡Silvana, habla bien! —Me reprende con seriedad—. Y lo sé porque conozco a los hombres y sobre todo al cliché americano.
Niego con la cabeza y sonriendo vuelvo a abrazarle.
—Por cierto, necesito...
—¿Sí?
—Dinero para... pagar el alquiler.
—¿Y tu madre no puede dártelo? —Es lo primero que responde.
—Sí, ¿me pagas tú la matrícula universitaria, el seguro médico, comida, caprichos...?
—¿No trabajas?
—Papá, ¿crees que cobrando por horas en un supermercado cobro lo que tú de banquero?
Niega y, cansado, acaba claudicando.
—Me encargaré yo del alquiler estos meses.
¡Aleluya!
¡Hola! ¿Qué os ha parecido?
¡No te olvides de votar y comentar si te ha gustado!
A ver, HAY MUCHO POR ANALIZAR ¿NO?
¿Cómo creéis que va avanzando la relación de Sissi y Nash?, ¿os gusta que se vayan conociendo más a fondo y hablando de sus orígenes y todo eso?
¡Sé que puede ser un poco lioso lo de los Fernsby y todo eso! Peeeeeeero mejor ir introduciéndolo poco a poco y que la información se vaya condensando, ¿qué pensáis sobre eso?
¡Os leo!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top