CAPÍTULO 11.
12 de diciembre, 2016.
Me dirijo a la taquilla 165 y bufo al ver a una chica apoyada en ella. ¿Desde cuándo mi taquilla se ha vuelto en el punto de encuentro de la gente?
—Hola —saludo con educación—. ¿Puedes moverte por favor? Estás justo en la mía. —Le muestro la llave.
Es algo más alta que yo y su cuerpo es bastante fino, de ojos oscuros y un ondulado cabello castaño. Lleva pantalones cortos y medias de rejilla y me sorprende que no lleve más abrigo que una sudadera de varias tallas más grandes.
—Buenos días —Muestra una sonrisa en cantadora y extiende la mano—, soy Sadie.
—Silvana. —le devuelvo el saludo con algo de desconfianza.
—Eres bonita. —Le sonreiría por el cumplido si no fuera por la brusquedad que emplea al usarlo—. ¿Qué te ha pasado en... la barbilla?
Me las vas a pagar y muy caras, Callegher.
—Me habré dado algún golpe, no te preocupes, estoy bien.
Por favor, que no se piense que es algo más y que estoy tratando de encubrir a alguien agresivo.
—Y yo que pensaba que te lo estabas pasando bien con mi hombre. —Carraspeo con cierta incomodidad y aprovecha para echarse el flequillo al lado y juntar los labios en un evidente gesto de superioridad.
—¿Tu hombre?
Creo que no te sabes los pronombres posesivos, cariño.
¿Puedo dejar de ser tan irracional? Ni Nash es mío ni suyo, se pertenece a sí mismo y punto.
—¿Acaso no te ha hablado de mí?
¿Mentir o no mentir? Sus intenciones son evidentemente negativas y no quiero que se sienta avergonzada, no obstante, eso no significa que vaya a dejarme pisotear.
—Lo siento, la verdad es que no.
Abre la boca para responder, pero se mantiene en silencio y acaba apartándose.
—¿Sabes? Entiendo su obsesión contigo, eres realmente bonita y tu acento inglés es realmente encantador.
Me giro y el leve sentimiento de patriotismo irlandés que corre por mis venas aparece de golpe.
—¿Acabas de llamarme inglesa?
—No eres americana.
La manía que tienen los estadounidenses de apropiarse de todo un continente...
—Soy española, pero por si no sabes situarlo en un mapa, quédate con que soy irlandesa.
—¿Y cuál es la diferencia?
No sé si esta chica es ignorante, si quiere reírse de mí o es que su defecto fue nacer en Estados Unidos.
—Déjalo, considérame británica si lo prefieres —Abro la taquilla y cojo el libro de Terminología bilingüe—. ¿Algo más?
—Que no te emociones y que no te impresiones por su forma de tratarte, eres la novedad del mes y la extranjera en apuros...
—Mira Sadie, ni estoy en apuros, ni me emociono por nada ni soy una novedad del catálogo de teletienda para que me hables así. Tenemos una edad y una conciencia entre nosotras para comprender que ni somos un objeto ni un trofeo ni que los hombres son una competición.
Pero aléjate de Nash porque una parte de mí se vuelve irracional sin que yo lo entienda y me asusta no saber cómo reaccionaré.
—Sólo pretendo advertirte sobre las intenciones de Nash... —Hace un mohín con los labios—. Ya sabes, entre mujeres nos apoyamos. —Dios, qué falsa y pedante es esta tía.
—Eso no es sororidad ni apoyo entre mujeres, creo que tienes un concepto equivocado del feminismo y si te soy sincera, te recomiendo dejar las burlas para otros temas.
—¿Burlas? —No la conocía para saber si su forma de hablar sonaba siempre como una sátira y como si despreciara al resto o si es que era una pésima actriz—. ¡No se me ocurriría! Sólo quiero ser buena persona y avisarte de que Nash va detrás de tu culo, pero que cuando lo consiga, se lo olvidará de que existes.
—Sadie, tengo un culo precioso, entiendo que vaya detrás de él y tú eres hermosa, seguro que también tienes uno maravilloso.
—Qué poco te valoras a ti misma... —Niega cruzándose de brazos y mirándome con cierta lástima—. Así conseguirás que se canse más pronto que tarde de ti y créeme, Nash folla demasiado bien como para que a la primera de cambio te deje... No tardarás en descubrirlo.
—Entonces disfrutaré como una perra cuando me haga gritar y tal vez le proponga que nos grabemos, ya sabes, por si algún día echo de menos esos magníficos movimientos que tan bien conoces.
No le doy opción a hablar, no me interesa lo que tenga para decir. No pienso rebajarme a su nivel y mucho menos ridiculizarla.
No me interesa ese discurso y no lo quiero cerca de mi vida.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
Hoy era el día de cruzarme con idiotas, no lo decía por decir, pero primero me había topado con una exnovia de Nash y ahora tenía frente a mí al pesado de turno: Harrison Sellers, un deportista universitario que estudiaba lo mismo que yo, pero que faltaba a muchas de sus clases y que aún no comprendía cómo podía ir superando sus asignaturas.
No porque fuera tonto, es que era un vago.
No soportaba su falta de valores y su manera de abordarme, pero la forma en la que sus azules ojos me miraban conseguía que me distrajera de forma sobrehumana. Y yo no era inocente, había caído en la trampa del cazador y en vez de ser una presa inteligente, me había acomodado a su guarida casi a la perfección.
—Sissi... —Había estado ignorando cada vez que me llamaba, pero cuando había decidido sujetarme el codo, no había podido evitar lanzarle un puñetazo que muy hábilmente había esquivado—. No sabía que se te daba bien el boxeo.
—No tengo tiempo para tus gilipolleces —Me zafo de su agarre y aprieto la quijada—. Me estás cabreando, Harrison.
—Sissi...
—¡Me llamo Silvana! —Le recuerdo alterada—. ¡Déjame en paz!
—Tenemos un trabajo juntos por hacer.
Me freno en seco.
—¡Yo ya he hecho mi parte y los demás también! Falta la tuya, si pensabas que íbamos a quedar o algo, te ha salido mal la jugada.
Murmura algo que prefiero no analizar y cambia de estrategia.
—Sólo quería... —Su expresión facial de chico bueno enternece a cualquiera, incluso a mí, que conozco sus artimañas, me veo algo afectada por esa falsa ingenuidad con las que esconde sus intenciones reales.
—Tienes 30 segundos antes de que pegue un grito, te pegue un puñetazo o vaya derechita a una comisaria para pedir una orden de alejamiento.
No puede evitar reírse y se rasca la nuca.
—Te he visto hablando con Dankworth.
—¿Quién?
—Sadie...
—¿Ahora espías mis conversaciones?
—No es de fiar, es despiadada, es mala...
—¿Y tú como sabes eso?
—Pregúntale cuando la vuelvas a ver por Harper Sellers y verás la sonrisa que le nace al recordar a una persona que está muerta.
—Lo siento... —No sé quién era esa tal Harper, pero se apellidaba igual que él, su actitud de machito había cambiado por completo y es evidente que le duele hablar de esto.
—Es mala, Sissi, es muy mala... —Acaricia mi mejilla y le doy un manotazo.
—¡Espacio vital!
—Pero...
—No sé quién era Harper y lo siento muchísimo, agradezco la consideración que acabas de tener conmigo, pero ya está. ¿Bien?
Diviso a Anne a los lejos con una chica y me hace señas para que me acerque a ella, algo que no dudo en hacer.
Iba a pagarle un sueldo por salvarme de todas estas situaciones.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
14 de diciembre, 2016.
Alicia estaba muy contenta porque en tres días se iría a España para pasar las Navidades con su familia, incluso echaba de menos a su hermano.
Y yo, estaba emocionada por ver de nuevo a mi padre y deseando que llegara el 9 de enero para que ella volviera, cuestión de prioridades.
—¿Diga? —Haber recuperado mi móvil no era sólo volver a tener autonomía propia, había sido objeto de muchísimas explicaciones hacia mi madre, reprimendas por parte de dos familiares por no haber tenido el decoro de felicitarles el cumpleaños y un pequeño drama por parte de una amiga por no haberle respondido a sus mensajes cuando más me necesitaba. Y claro, tampoco había forma bonita de explicar que mi móvil había sido temporalmente secuestrado y me tocó disculparme todo lo que pude.
—Hola, hija.
No había visto el número que había llamado al responder tan rápido. Había gente que esperaba a que la llamada se cortara para escribir un mensaje diciendo que no podía hablar, yo era de las que tenían la costumbre de contestar siempre.
—¡Papá! —saludo con entusiasmo cuando escucho su voz—, ¿cuándo vienes?
—Respecto a eso... —Me temo lo peor, me negaba a que me fallara una vez más, no podía permitirlo, no esta vez, no con este tema—, tenía pensado ir el 16, pero se me han complicado las cosas y tendrá que ser el 19.
Bueno..., es un pequeño cambio de última hora.
—¿Y los billetes?
—Pueden cambiármelos —Me tranquiliza escuchar eso—. Si quieres que vaya, claro...
—¡Papá!, ¡claro que quiero que vengas!
—Nos vemos el 20, entonces.
—¿No era el 19?
—Sissi, yo salgo el 19 por la mañana, pero entre la diferencia horaria y los transbordos no me verás hasta el día siguiente.
Sólo de pensar en todo el recorrido me agobio y eso que, ya lo había hecho una vez.
—Suenas cansado.
Camino hacia una de las ventanas y contemplo la nívea luna.
—Lo estoy. Estoy adelantando todo lo que puedo para irme tranquilo a Estados Unidos y disfrutar de mi hija.
—Te tienes auto-explotado, papá.
—Tranquila, estoy bien, sólo cansado.
—Pues como siempre, te voy a decir una palabra en inglés para lo que tú tienes: workalcoholic.
—No sé qué es eso, pero me gusta que no pierdas tu acento irlandés.
Al menos esta vez se ha acordado...
—¡Pero si no sabes diferenciar unos de otros!
—¿Cómo qué no?
—A ver, dame un ejemplo, papi.
—A los escoceses y a los irlandeses no se les entiende nada.
—¿Entonces mi acento te gusta o no?
—Más que el escocés.
—Papá..., no me digas que te gusta el acento inglés o lo que es peor aún: el estadounidense.
—En Estados Unidos hay muchísimos acentos, pero para no herir tu pequeño orgullo irlandés, nos quedamos con que el mejor es el australiano.
—Me sirve, pero me siento algo ofendida. —río.
Nos enzarzamos en una discusión sobre los distintos acentos y, aunque no me sintiera irlandesa ni hubiera en nada en mí —a excepción de mis ojos— que indicara que era de ese país, me sentía muy orgullosa de tener ascendencia de Irlanda y, en especial, de tener a mi bisabuela Sissi O'Hannagain en mi familia.
Cuando colgamos vuelvo hacia el salón y me siento al lado de mi mejor amiga.
—¿Todo bien? —Se interesa ella.
—Sí, creo que sí. —Me encojo de hombros y doy la vuelta para mirarla—. Mi padre retrasa el viaje un par de días, pero viene...
—¿Estás segura de que no quieres que me quede por si él no aparece?
Es una posibilidad que había contemplado y que me asustaba, sobre todo por las fechas que eran y... supongo que a nadie le gusta pasar la Navidad en solitario.
—No te preocupes, confío en que no me falle...
—En serio, Sissi, tú pídemelo sin miedo —Sonríe y añade—: por cierto, nena, vamos a cerrar las ventanas... Ya sabes que esta casa está maldita en luna llena y ya no me fío de nadie ni de nada en esta ciudad. Aquí están todos locos.
Sólo de pensarlo me entran escalofríos cuando la luna está en su máximo esplendor: lobos aullando, cantos parecidos a los de las mitologías griegas respecto a las sirenas, pasos acercándose y un sinfín de sonidos terroríficos que hacían parecer Charlotte un Halloween mensual.
Aterrador.
—Voy llevando mis cosas a tu habitación. —Mis ventanas no se cierran bien debido a que están mal selladas y de normal, no me suele importar. El problema es que los dos primeros meses se abrieron de par en par coincidiendo con la fase lunar más fuerte.
Terminamos de recoger, asegurar la casa por completo y nos vamos a dormir.
El gran lobo está cada vez más cerca de mí, trota con suavidad, evitando que yo salga corriendo.
Tampoco es algo que se me ocurriría hacer, si asusto al animal, me tomará como su presa y querrá herirme.
Parece que lo nota, pues deja de abordarme y se sienta apoyando su cuerpo en sus patas traseras.
Es enorme, más de lo normal.
Sus ojos son claros, azules, como dos lagunas que van contra la corriente.
Un color que ya se me hace más que familiar.
No.
Es imposible.
No puede ser.
Estoy delirando.
La bestia inclina un poco su cabeza. Un manojo de nervios se crea en mi espina dorsal y sigue avanzando conforme él me analiza, de arriba hacia abajo. Pensaría que es una estupidez, no obstante, yo he visto cómo se transformaba, cómo sus huesos se ensanchaban, cómo el dolor se hacía latente en su cuerpo y un rugido nacía desde lo más profundo de su garganta.
Lo he visto con mis propios ojos. Lo he sentido en carne viva.
He sido testigo de cómo un humano se transformaba en bestia, como una metáfora de la parte más primitiva de la persona.
Lo he vivido y tengo miedo.
Me abrazo a mí misma, tengo la piel erizada y los pelos de punta, como escarpias.
Recupera su postura anterior, ya no está sentado, percibe mi miedo, lo sé, sé que él lo sabe.
Mis pies abandonan toda orden racional y se aproximan al gran lobo. Mi cuerpo y mi mente van por separado, nunca van de la mano.
Su cabeza está en alto, con orgullo, permitiéndome ver sus ojos, obligándome casi a que me hipnotice con ellos.
Quiere que le reconozca, creo.
—Nash... —Un suave susurro nace de mis labios y juro que veo un leve asentimiento por su parte. Algo dentro de mí me dice que me acerque. No tengo miedo, me siento en paz. Jamás me había sentido tan cómoda y segura—. ¿Puedo tocarte?
Sin emitir sonido, como si me hubiera entendido, agacha su cabeza, en posición de sumisión. Él me está permitiendo acariciarle.
Elevo una de mis manos y con especial cuidado acaricio su pelaje, es sedoso, está cuidado.
Paso la mano por detrás de una de sus orejas, rascando. Le gusta.
Aúlla y doy pasos hacia atrás, asustada.
Gruñe y puedo notar que se está controlando para no abalanzarse sobre mí. Sus ojos, casi humanos, están fijos en una parte de mi cuerpo: mi cuello.
Vuelvo a sentir miedo y tiemblo.
Sus afilados dientes van apareciendo, es como si no pudiera controlarse a sí mismo.
Aúlla de nuevo, esta vez con más potencia, con más fuerza y con dificultad sale a galope, alejándose de mí.
No sé qué hacer, la luna llena sigue iluminando la zona, seduciendo a los trotamundos, seduciéndome a mí, obligando a mis pies a caminar cerca del lago.
Hay ropa tirada y un collar.
Sin saber muy bien por qué, lo cojo, y me lo pongo.
Una vez más, la luna me ha traído aquí y esta vez, me ha mostrado la cara de un hombre en forma lobuna: Nash Callegher.
¡Holaaa! ¿Qué os ha parecido?
¡No te olvides de votar y comentar si te ha gustado!
¿Qué os ha parecido la reacción de Sissi frente a Sadie?, ¿entendéis la dualidad que siente?, ¿cómo hubieráis reaccionado vosotras?
¿Qué pensáis que pasó entre los Sellers y los Dankworth?, ¿quién pensáis que fue Harper?, ¿creéis que tiene relación con el odio que se tienen entre algunas familias?
Y, por otro lado... Ay, Sissi, #amigadatecuenta que esos sueños no son casualidad JAJAJAJA.
¡Os leo!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top