05 | The tears that came later.

C H A P T E R   F I V E
Las lágrimas que vinieron después.

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    —Sinceramente tienes una pinta horrible —Alyssa puso los ojos en blanco y le dirigió una sarcástica sonrisa.

—Muchas gracias, Draco. De verdad estás siendo de gran ayuda —comentó, soltando un suspiro mientras jugaba con la comida en su plato. Pansy soltó una carcajada que ella ignoró. No estaba de humor para discutir con ella. No tenía apetito y nuevamente no había podido conciliar el sueño durante la noche.

Tampoco le había contado a Draco lo sucedido con Umbridge, a nadie en particular. Solo le explicó que había sido castigada durante toda la semana. En parte era cierto, pero aún dudaba en si debía ir o no. Había estado pensado en ello durante la noche, mientras se acostaba para dormir. No podía estar sola con aquella profesora, mucho menos quería asistir a aquel castigo, pero tampoco quería darle la impresión de que tenía miedo o estaba huyendo de ella. Además, no estaría sola. Harry Potter también había sido castigado, por lo tanto, estaría allí también con ella.

«Tengo que asistir —se dijo—. No puedo darle la satisfacción de que me ha causado miedo, aunque ayer haya perdido completamente los nervios».

—Pareces cansada —dijo Mark, en cambio. Estaba sentando del otro lado de la mesa frente a ella y le dirigió una sonrisa tranquilizadora cuando ella levantó la vista de su plato de comida—. ¿Porqué no intentas comer algo?

—No tengo hambre respondió, pero no le devolvió la sonrisa. Estaba pensando en el castigo que le pondría Umbridge cuando fuera a su despacho. ¿Sería realmente terrible? No lo sabía, pero viniendo de aquella mujer podría ser probable.

Tampoco comprendía como era posible que conociera a su familia. ¿Tendría alguna relación con su padre? ¿Tal vez era una vieja amiga de su madre? Eso era imposible, nunca la había visto en su vida, mucho menos recordaba haber escuchado su nombre por casualidad ningún vez.

«Quizá Anna, podría saber algo de esto —pensó, mientras buscaba en la mesa por alguna señal de ella pero no la encontró.

Podría hablar con ella más tarde, aunque dudaba de que su hermana quisiera hablar con ella también. Nunca habían tenido una buena relación y solamente se hablan cuando era algo realmente importante.

Bueno, en realidad, Alyssa siempre había sido la que apartaba a su hermana cuando ésta se acercaba para pasar un rato con ella o simplemente para hablar de cosas sin importancia. A Alyssa nunca le había gustado estar cerca de su hermana, para ser verdad.

En realidad, odiaba pasar tiempo con ella. Siempre lo había hecho. La simple razón por lo que lo hacía, era porque le había tenido envidia desde que era una niña. Por el simple hecho de tener algo que ella nunca tuvo y ser siempre la niña que nadie valoraba. Aún lo seguía haciendo, la envidia seguía allí y nunca se podría ir. Tal vez algún día miraría a su hermana sin resentimiento alguno y le sonreiría sinceramente, pero aquel día estaba a miles de kilómetros de distancia.

Aun así, podría tolerar vivir a la sombra de la perfecta Annabel porque, había una cosa que Alyssa tenía y ella no:

A Draco Malfoy.

Lo tenía a él.

Draco siempre había sido su mejor amigo, su protector, su alma gemela. Lo era todo para ella. Tal vez la vida no le había dado todo lo que tuvo su hermana, pero tenía a Draco Malfoy, la única cosa perfecta que podía considerar suya, y no la cambiaría por nada del mundo.

Nunca lo haría.

. . .

          Después de una clase doble de Encantamientos tuvieron también dos horas de Transformaciones. El profesor Flitwick y la profesora McGonagall dedicaron el primer cuarto de hora de sus clases a sermonear a los alumnos sobre la importancia de los TIMOS.

—Lo que debéis recordar —dijo el profesor Flitwick, un mago bajito, encaramado, como siempre, en un montón de libros para poder ver a sus alumnos por encima de la superficie de su mesa— es que estos exámenes pueden influir en vuestras vidas en los años venideros. Si todavía no os habéis planteado seriamente qué carrera queréis hacer, éste es el momento. Mientras tanto, ¡me temo que tendremos que trabajar más que nunca para asegurarnos de que todos vosotros rendís a la altura de vuestra capacidad en el examen!

Luego estuvieron más de una hora repasando encantamientos convocadores que, según el profesor Flitwick, era probable que aparecieran en el TIMO; remató la clase poniéndoles como deberes un montón de encantamientos.

Lo mismo ocurrió, o peor, en la clase de Transformaciones. Alyssa no consiguió concentrarse y terminó con un horrible dolor de cabeza. ¡Apenas tenía tiempo para pensar en sus problemas y ahora también tenía que estar pensando en los exámenes!

«Genial —pensó, sintiéndose un poco agotada cuando regresaba a la Sala Común de Slytherin después de otras dos horas de clases—. Este año no sobreviviré en Hogwarts».

Todavía tenía que asistir a su primer castigo con la profesora Umbridge a las cinco en punto y se sentía completamente cansada cuando se dejó caer en el sillón de la sala común, frente a la chimenea apagada con los ojos cerrados.

—Deberías descansar, Alyssa —le dijo Draco, tomando asiento al lado de ella—. No te ves muy bien, pareces de algún modo enferma.

—Estoy bien —replicó—. Sólo no he estado durmiendo mucho...

—¿Las pesadillas otra vez? —preguntó él. Ella asintió sin decir palabra. Draco lo sabía porque Alyssa se lo había contado. Desde aquel día que había dejado la mansión de sus padres, había soñado recurrentemente con aquel día. Soñaba con su padre, soñaba que la golpeaba y ver su rostro nuevamente sonriendo mientras le gritaba la atormentaba. A veces se despertaba gritando en medio de la noche, o llorando incontrolablemente, llamando a Draco para que la ayudara, pero él no estaba ahí.

Luego; finalmente se dormía, pero no conseguía dormir lo suficiente.

—Creo que iré a comer algo —dijo Alyssa. Abrió los ojos y se levantó del sillón—. No desayune nada en la mañana y estar cansada me ha dado hambre. ¿No vienes?.

Se volvió hacia él, esperando que aceptara su invitación pero en cambio Draco negó con la cabeza.

—No puedo. Tengo muchos deberes.

Alyssa se dirigió a la entrada después de que se despidiera de él y salió, dejando atrás las mazmorras. En el comedor se encontró con Mark, que estaba rodeado de algunos de sus amigos y la saludó cuando llegó, dejando un beso en su mejilla, que hizo a Alyssa estremecerse de incomodidad por un instante. Sin embargo, sonrió y se sentó junto a él.

—La princesa de Slytherin —comentó Blaise Zabini, cuando ella se acercó—. Últimamente no estás dando una buena impresión, Alyssa. Incluso diría yo que no te ves muy bien.

—No me interesan tus absurdos comentarios, Blaise —Alyssa puso los ojos en blanco—. ¿Porqué mejor no te largas de aquí y me dejas en paz?

—Basta, Blaise —Mark intervino, su tono de voz firme—. Por favor, si no te importaría dejarnos solos.

El chico aceptó y se fue de la mesa, sonriendo a Alyssa mientras se alejaba y salía del Gran Comedor. Él y ella nunca habían tenido una buena relación, sus familias nunca la habían tenido, es por eso que Blaise y Alyssa no congeniaban ni tan siquiera un poco.

A las cinco menos cinco, Alyssa se dirigió lentamente  hacia el despacho de la profesora Umbridge, en el tercer piso. Sin saber lo que le esperaba. Se sentía extrañamente segura caminando al lado de Mark —el chico se había ofrecido amablemente a acompañarla y ella había aceptado— sorprendiéndose a sí misma.

Con toda honestidad, se alegraba de contar con él en aquel momento. Estaba un poco asustada, no iba a mentir, pero sabía que aquel no iba a ser un simple castigo. Cuando llegaron, Mark se volvió hacia ella y tomó sus manos entre las de él. De algún modo, él pudo notar que ella estaba asustada.

—Toda va a estar bien —le dijo. Alyssa se encontró asintiendo sin saber que más hacer. Levantó la mirada y Mark le ofreció una sonrisa tranquilizadora.

De pronto, escucharon pasos que se acercaban. Ella se apartó lentamente de él y reconoció a Harry Potter, que se acercaba en dirección a ellos. Mark soltó sus manos suavemente y suspiró.

—Todo va a estar bien, Lyssie —repitió. Alyssa asintió nuevamente, y cuando Potter tocó la puerta frente a ellos, Mark no se marchó hasta que ambos desaparecieron dentro del despacho.

Alyssa entró con cautela, mirando a su alrededor. Todas las superficies estaban cubiertas con fundas o tapetes de encaje. Había varios jarrones llenos de flores secas sobre su correspondiente tapete, y en una de las paredes colgaba una colección de platos decorativos, en cada uno de los cuales había un gatito de color muy chillón con un lazo diferente en el cuello. Eran tan feos que Alyssa se quedó mirándolos, hasta que la profesora Umbridge habló, indicándoles que se sentaran.

Harry y Alyssa se dirigieron a la mesa cubierta con un mantel de encaje a la que habían acercado dos sillas. Sobre la mesa había dos trozos de pergamino en blanco que parecía estarlos esperando. Alyssa se sentó lo más lejos posible de Potter. Él, por otro lado, no pareció importarle mucho estar cerca de ella.

—Bueno —continuó la profesora Umbridge con dulzura—, quiero que copien un poco. No, con su pluma no —añadió cuando Harry se agachó para abrir su mochila—. Copiarán con una pluma especial que tengo yo. Tomen. —Les entregó una larga, delgada y negra pluma con la plumilla extraordinariamente afilada a cada uno—. Ahora, Señor Potter, quiero que escriba «No debo decir mentiras». En cuanto a usted, Señorita Markey...

Umbridge le sonrió y dijo:

—Me gustaría que escribiera, «No debo faltarle al respeto a mis mayores».

—No nos ha dado tinta —observó Harry, lo cual era cierto.

—Ya, es que no la necesitan —contestó la profesora, y algo parecido a la risa se insinuó en su voz. Alyssa enarcó sus cejas.

—¿Por cuanto tiempo hacemos esto? —preguntó, tratando de ocultar la molestia en su voz.

—Ah, no sé, las veces que haga falta para que se les grabe el mensaje —contestó Umbridge con ternura—. Ya pueden empezar.

Fue hacia su mesa, se sentó y se encorvó sobre un montón de hojas de pergamino que parecían trabajos para corregir. Alyssa levantó la afilada pluma negra y puso la plumilla en el pergamino, escribiendo: «No debo faltarle al respeto a mis mayores».

Contuvo un gemido de dolor. Las palabras habían aparecido en el pergamino escritas con una reluciente tinta roja, y al mismo tiempo habían aparecido en el dorso de su mano derecha. Quedaron grabadas en su piel como trazadas por un bisturí; sin embargo, mientras contemplaba aquel reluciente corte, la piel cicatrizó y quedó un poco más roja que antes, pero completamente lisa.

Miró casi instantáneamente a Umbridge, pero ella no pareció darse cuenta de Alyssa. Miró a su derecha a Harry, que estaba apretando su mano con dolor. Él le devolvió la mirada y vio el dolor puro en su rostro. Alyssa miró hacia abajo y comenzó a escribir de nuevo. El dolor se sintió como si el fuego fluyera por sus venas y se envolviera alrededor de su corazón, latiendo erráticamente. 

Después de llenar las páginas con líneas, escribiendo una y otra y otra vez la misma oración, los cortes en el dorso de su mano se hicieron más profundos y las palabras siguieron apareciendo continuamente en el pergamino, escritas con su propia sangre, porque eso era la tinta con la que había estado escribiendo desde un principio.

—¡Ay, ay, ay! Veo que todavía no ha impresionado mucho —comentó sonriente la profesora Umbridge, cuando les pidió a ambos que se levantaran de sus asientos y se acercaran al escritorio, queriendo ver sus manos después de lo que parecieron horas para Alyssa—. Bueno, tendremos que intentarlo de nuevo mañana, ¿no?. Espero que entiendan que no toleraré este tipo de comportamiento de ustedes. Especialmente usted, señorita Markey. Esperaba más de una Slytherin, especialmente de una Markey. 

Alyssa apretó los dientes, tratando de evitar ganarse otra detención. La ira ardía en sus venas cuando Umbridge finalmente los despidió con una sonrisa tensa.

Lágrimas de ira cayeron de sus ojos mientras salía corriendo de la oficina, con Harry Potter no muy atrás de ella.

¡Markey! —Harry exclamó en voz baja y vacilante. Alyssa dejó de caminar y se dio la vuelta para mirarlo.

—¿Qué, Potter? —dijo en voz baja, pero con rencor, apartando sus ojos de los de él.

—¿Estás bien?

—Por supuesto que lo estoy —respondió—. Estoy realmente feliz.

Le dio una sonrisa forzada y después se marchó, dejándolo en medio del pasillo, completamente solo.

El colegio estaba casi desierto; debía de ser más de medianoche. Fue lentamente por el pasillo y entonces, cuando hubo doblado la esquina y estuvo segura de que Potter ya no podía verla, echó a correr, dirigiéndose a paso apresurado a las mazmorras.

Abrió la puerta de la Sala Común de Slytherin lentamente cuando llegó, inmediatamente percatándose de una mata de cabello rubio platino, que pertenecía a la persona que estaba sentada en el sofá, frente al fuego verde. 

Draco se había quedado esperando a que ella volviera de su detención. Pero, cuando lo hizo, él no esperaba ver su cara llena de lágrimas y sus manos temblorosas. Corriendo hacia adelante, Alyssa envolvió sus brazos alrededor de su cintura, aferrándose a su camisa con fuerza, pero de inmediato lo soltó. 

Se quedó sin aliento cuando se percató del dolor que se apresuro por su brazo hasta llegar a su mano, dónde varias veces se habían grabado las palabras que había estado escribiendo y se habían desvanecido, una y otra vez. Draco se dio cuenta de su expresión y agarró su brazo derecho, levantando la manga de su túnica. 

Lo que vio hizo que la ira se extendiera por todo su cuerpo como una bomba.

La mano de Alyssa estaba irritada y de algún modo sangraba. Pero, eso no fue lo que a Draco le llamó más la atención, pudo ver claramente las palabras “No debo faltarle al respeto a mis mayores”, grabadas en el dorso de su mano con la misma escritura de ella. 

Se tensó notablemente y la atrajo hacia él.

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Puede ser que en el próximo capítulo empiecen a tener algo verdaderamente de “Hessa”, el ship de Hermione y Alyssa.

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