002
𓂃 ˒ WILD FLAME
❪ chapter two — part one ❫
❛ Tres vampiros y una bruja ❜
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𓂃 ˒ EL VAMPIRO ORIGINAL HABÍA SIDO BRUTALMENTE ASESINADO EN AQUÉLLA CASA ABANDONADA, donde dejaron su cuerpo. Damon atravesó el pecho de aquel hombre y lo dejó sin vida colgando en una pared. Sin esperar, que alguien más estaba pisándole las huellas a Elijah, una vampiro enviada por un hombre casi tan cruel como ella.
Una bomba de tiempo que no saben que caerá a Mystic Falls. Alguien tan astuta y vengativa, que va a derramar sangre a su paso sin culpa alguna.
La vampira estudió el panorama. Vio a su hermano sin vida colgando en aquella pared, admirando las venas grisáceas y el color opaco de su piel.
A ella le era impresionante la inmortalidad que compartía con su familia. Como solo un arma en específico puede acabarlos, y como es temporal su muerte. Era poético.
Se acerca con cautela al cuerpo, haciendo resonar sus costosos tacones. Se detuvo frente a su hermano y con ambas manos agarró el pedazo de madera.
—Mira en qué líos te metes, Elijah — la saca y retrocede dejando caer el cuerpo— Y siempre estoy para limpiar el desastre de mis hermanos mayores —sacude sus manos—. Agotador.
Mientras esperaba, se examinó las uñas con fingido desinterés. Solo cuando escuchó un jadeo, una sonrisa burlona se formó en sus labios.
—Vencido por un grupo de vampiros de guardería... patético, hermano. —Su tono destilaba sarcasmo mientras Elijah abría los ojos con dificultad.
—Kaela —murmuró Elijah. Una sonrisa breve cruzó su rostro mientras se levantaba y se dirigía hacia ella, envolviéndola en un abrazo fraternal.
Ella permaneció inmóvil un momento, y luego le dio un par de palmadas en la espalda antes de separarse.
—Suficiente, Elijah. No estoy aquí para consolarte.
Él se apartó, aún sonriendo.
—¿Qué haces aquí? Pensé que estabas... lejos de todo esto.
Kaela arqueó una ceja.
—Lejos o no, parece que siempre termino salvándote el trasero. ¿Vampiros de segundo nivel, Elijah? ¿Eso fue lo mejor que pudiste hacer?
—¿Qué haces aquí? —preguntó Elijah, aún recuperándose—. No me digas que estás trabajando con Niklaus.
La mirada de Kaela se endureció.
—¿Trabajar con Niklaus? —repitió con una risa corta—. Elijah, por favor. Después de lo que hizo, lo único que me interesa es asegurarnos de que esta vez no se salga con la suya.
Elijah pareció relajarse un poco, aunque todavía había una sombra de preocupación en su mirada.
—Solo tenía que asegurarme. Tú siempre has sido... impredecible.
Kaela curvó los labios en una sonrisa impecable, tan perfecta que incluso aquel que afirmaba conocer cada uno de sus trucos no pudo evitar creerle.
—Impredecible, tal vez, pero siempre leal a los míos. A ti, Elijah. Eso no cambia.
Elijah suspiró, avergonzado.
—No... claro que no. Perdóname, fue un pensamiento absurdo.
—Absurdo es poco. No puedo creer que siquiera lo consideraras.
—¿Y cómo sabes lo de mi plan?
Ella se encogió de hombros, sus ojos brillando con un toque de diversión.
—¿Qué puedo decir? Tengo mis maneras. No creas que porque me he mantenido en las sombras estoy desconectada. Tengo mis redes, Elijah. Siempre las tengo.
— Y eso te hace peligrosa.
Kaela esbozó una sonrisa casi imperceptible, una que destilaba superioridad, mientras sus ojos recorrían la habitación con la calma de quien tiene el control absoluto.
—Trabajaremos juntos, Elijah, sin embargo, tú sigues con tus planes y yo, por supuesto, con los míos. ¡Cass!
La figura morena apareció en la puerta, moviéndose con una gracia que solo ella poseía. Al entrar, se sacudió las manos, como si hubiera estado lidiando con algo innecesariamente molesto.
Kaela arqueó una ceja, con su mirada fija en Cassandra.
—¿Y Rose-Marie? —preguntó.
Cassandra soltó un suspiro, exagerando el dramatismo de su gesto mientras apartaba el cabello del rostro.
—Se puso... un tanto violenta. Tuve que hacer lo que se debía, romperle el cuello —respondió, como si la acción fuera un simple trámite—. No te preocupes, la dejé bien guardada en la cajuela del coche.
Kaela frotó su frente con la mano, como si estuviera rogando por una pizca de paciencia. Luego, levantó la mirada y dirigió su atención nuevamente a la conversación.
Cassandra, no pudiendo resistir la tentación de dirigirse a Elijah, dio media vuelta con un aire de elegancia inquebrantable. Su sonrisa, suave pero notablemente encantadora, apareció en su rostro mientras se acercaba a él.
—Elijah —pronunció su nombre con un suspiro cálido, extendiendo la mano hacia él.
Elijah, siempre el caballero, tomó su mano con sumo cuidado y, con la misma delicadeza, depositó un suave beso en ella.
Kaela roló los ojos. Era difícil saber si la exasperación que reflejaba en su rostro era genuina o si solo se divertía con la escena.
—Eso es más que suficiente —murmuró, cortando cualquier posible conversación adicional entre ambos.
Cassandra miró a su mejor amiga con una expresión que no necesitaba palabras para expresar su desagrado. Kaela simplemente hizo un gesto con la mano, señalando que lo dejara estar.
Elijah se ajustó su traje, concentrando su mirada en su hermana menor.
—¿Qué propósito tiene tener a Rose-Marie cautiva?
Con un suspiro, Kaela comenzó a caminar alrededor de la habitación con una gracia digna de una reina. Su porte era impecable, su elegancia inalcanzable.
—Ah, hermano mío —dijo, con desdén —. A veces me pregunto cómo es posible que no todos mis hermanos hayan heredado mi inteligencia. Pero eso no es algo que deba preocuparme. —Hizo una pausa, como si estuviera disfrutando de su propia brillantez—. Rose-Marie será nuestra pieza clave. La hipnotizaré, iremos a la casa de los Salvatore y, disfrazada como una de ellos, me aseguraré de que confíen en mí. Si les hablo de los “planes” de nuestro hermano, no solo me creerán, sino que harán cualquier cosa para salvar a su preciada doppelgänger. Creerán cualquier mentira que les diga, por el simple hecho de que creen que pueden salvar a la chica, cuando en realidad... ya está muerta.
Kaela tenía todo bajo control, y disfrutaba el poder que le otorgaba ese hecho.
Cuando ella estaba dispuesta a marcharse, lo que sale de la boca de Elijah, la hace detenerse.
—Encontré a la chica.
Kaela se volteó de inmediato. No necesitaba que él aclarara a quién se refería; lo sabía. Lo había estado esperando.
—Entonces estamos un paso por delante de nuestro hermano —respondió con una sonrisa que destilaba malicia, el tipo de sonrisa que auguraba problemas.
Elijah no respondió, pero el silencio que siguió era más elocuente que cualquier palabra.
Una pieza clave, una inocente atrapada en un juego de ajedrez que nunca pidió jugar. Cada movimiento estaba fríamente calculado, cada estrategia diseñada para llevarla al borde del tablero, sin que siquiera supiera que las sombras se cernían sobre ella.
[...]
Stefan Salvatore tomó una botella de licor, vertiéndola en su vaso, pero se detuvo en el último momento, un leve escalofrío recorriéndole la espalda al sentir una ráfaga de viento. Rose se deslizaba a velocidad vampírica, tan rápida que apenas podía discernir su figura; solo se podía ver una sombra.
Sin pensarlo, Stefan se movió con rapidez, tomando una estaca de madera y sosteniéndola firmemente, los ojos fijos en el espacio frente a él.
En respuesta, Rose apareció lentamente desde las sombras, caminando lentamente.
—No quiero lastimarte —dijo, con tono calmado.
—¿Y a que viniste? —preguntó Stefan, el ceño fruncido mientras la observaba con cautela.
—Lexie me dijo que eras de los buenos.
La mención de Lexie suavizó la expresión de Stefan, quien bajó lentamente la estaca, aunque no la soltó.
—¿La conocías? —preguntó en un susurro. Su tono destilando sorpresa.
—Trevor era mi mejor amigo. Por quinientos años he vivido con una persona, y ya no está. No quiero correr más porque no tengo donde correr, Stefan.
Stefan la miró fijamente, su postura estaba tensa.
—Lo siento, pero no puedo ayudarte.
—No necesito tu ayuda —replicó Rose, casi con incredulidad—. Pero tú la mía si. Elijah está muerto pero no ha terminado.
—¿Como que no ha terminado? —preguntó, acercándose un poco más, alerta.
—No ha terminado —repitió Rose, con firmeza—. Los originales.... vendrán por ella. Lo harán. Lo están haciendo por él.
—¿Por quién? —preguntó Stefan, con el ceño fruncido, con creciente desconcierto.
Kaela apareció en la entrada de la habitación, su figura emergiendo de las sombras. Su presencia no era solo notoria; era imponente. Cuando sus ojos encontraron los de Rose, una sonrisa apenas perceptible se formó en sus labios, fría y calculada.
—Por Klaus —dijo, su voz tan suave como letal, mientras mantenía la mirada fija en Stefan.
Stefan giró la cabeza hacia la nueva llegada, sintiendo un extraño estremecimiento recorrer su columna. Sus ojos se fijaron en ella, y por un momento, una sensación de familiaridad inexplicable lo atravesó. Algo sobre su rostro le resultaba dolorosamente cercano, como si fuera una pieza faltante en un rompecabezas cuya imagen nunca pudo ver.
El corazón de Stefan latió con fuerza, pero no logró reconocerla. No sabía cómo, pero sus ojos no podían despegarse de ella, como si él hubiera vivido una vida entera a su lado y, de alguna manera, su alma lo recordara aunque su mente no pudiera.
Kaela no le permitió ningún tiempo para procesar lo que sentía.
Se acercó un par de pasos, sus tacones resonando suavemente en el suelo de madera. Su mirada no era la de una mujer que temiera nada ni a nadie, sino la de alguien que había aprendido a borrar sus emociones, a dejar atrás lo que una vez fue. Y cuando sus ojos se encontraron de nuevo con los de Stefan, el dolor que había intentado mantener enterrado se asomó por un breve instante. Un suspiro escapó de sus labios, pero lo ocultó rápidamente, reemplazando cualquier rastro de vulnerabilidad con una expresión impasible.
—Creo que tenemos que hablar, Stefan.
[...]
Definitivamente, Damon Salvatore no era de su agrado.
Kaela permanecía sentada en el sofá, las piernas, mientras Damon, erguido frente a ella, no dejaba de lanzarle preguntas tras preguntas. Preguntas que claramente no merecían respuesta, y que ella, con la calma , ignoraba deliberadamente.
Su paciencia comenzaba a agotarse, pero su rostro seguía tan impasible como siempre.
—Tu voz... es increíblemente agotadora. —dijo Kaela, con una sonrisa apenas esbozada que no alcanzaba a tocar sus ojos—. ¿Cómo es que la gente te soporta? —preguntó, su tono rebosante de sarcasmo, levantando lentamente la vista hacia él, como si su presencia fuera una molestia que solo se dignaba a tolerar por un momento más.
Damon se detuvo un instante, antes de que pudiera responder, Kaela ya había vuelto a apartar la mirada, claramente desinteresada.
Damon agudizó sus oídos escuchando como alguien se acercaba, y fue de inmediato a la puerta.
Stefan miró a Kaela, luego a Rose, y finalmente volvió a ella, manteniendo un poco más de dos segundos en ella.
La miró por un largo momento, pero Kaela ya se había alejado mentalmente, reconociendo que no podía permitir que sus emociones alteraran sus planes. Ella había tomado esa decisión, y no iba a permitir que el pasado la alcanzara. No con Klaus involucrado.
Sacudió su cabeza y caminó hasta la puerta principal al escuchar la voz de su novia.
Kaela, a pesar de sus esfuerzos por mantener su compostura, algo en su mirada cambiaba cuando lo miraba. Como si la decisión de borrar su memoria, de sellar ese amor que compartieron, todavía la perseguía. Pero no podía, no debía, dejar que él lo supiera.
La rubia no tardó en seguirlo, guiada por las voces femeninas que resonaban desde el interior de la casa. Su entrada, como siempre, tenía ese toque teatral que parecía innato en ella.
Rose caminó junto a ella, ambas avanzando hasta detenerse en el pasillo. Stefan, al percibirlas, se apartó ligeramente, permitiendo que Kaela dirigiera su atención a la figura que tanto la había intrigado: la doppelgänger.
Sin embargo, fue la otra chica quien capturó su interés por completo. Tenía el cabello lacio que caía en cascada, enmarcando un rostro que irradiaba una belleza serena, aunque ahora estaba teñido de desconfianza. Kaela notó cómo los ojos de la desconocida la estudiaban con atención, recorriéndola de arriba abajo como si intentara desentrañar sus secretos.
Kaela alzó una ceja con deliberada lentitud, esperando ver la reacción de la chica. Para su sorpresa, y quizás diversión, la joven respondió de la misma manera, imitándola sin titubear.
Por dentro, Kaela sonrió, apreciando el atisbo de carácter. Sin embargo, su expresión permaneció serena, calculadora, mientras el silencio entre ambas se cargaba de una tensión apenas perceptible.
—Tú —la doppelgänger rompió el silencio, viendo a Rose estupefacta.
—Esto es tan confuso —espetó la chica a su lado, con su voz llena de reproche—. ¿Por qué ella está aquí como si nada? ¿Soy la única cuerda por aquí o que? ¿Y la rubia que? —Las preguntas brotaban de ella como disparos, rápidas y cargadas de desconfianza.
Kaela, impasible, dejó que el silencio se alargara un segundo antes de hablar.
—La rubia tiene nombre —dijo con su tono característico, elegante pero mordaz, inclinando la cabeza ligeramente—. Kaela, por cierto. Asegúrate de recordarlo.
La morena alzó una ceja, claramente no intimidada, pero tampoco convencida. Kaela, por su parte, sonrió apenas, una sonrisa más gélida que cordial, mientras la tensión entre ambas comenzaba a llenar la habitación.
—Y yo me llamo Rose — añade la vampiro — Creo que no nos conocíamos antes.
—No, porque a la que robaste fue a mi hermana —espetó, su tono afilado como una daga—. ¿Que es esta estupidez?
—Cálmate, mamá oso —bromeó Damon desde su lugar, con una sonrisa burlona—. Discúlpala, no es muy amigable— Los focos del techo explotaron de repente. Angie bajó su mano lentamente, mirando a Damon—. Como dije.
Kaela arqueó una ceja observándola con atención.
—Quiero escuchar, Angie —intervino Elena—. Ayer estabas muy abrumada y no quise preocuparte más por tu condición. Pero si lo que dice es cierto, quiero saberlo.
—¿Sobre que? —preguntó con insistenciauna mirada afligida, pero Elena solo le devolvió una mirada afligida— Elena.
—Pues si dejas hablar a Rose, tal vez te enteres, Angie —Interviene Kaela— Hablas mucho.
—Y tu menos. ¿Quien rayos eres? — cuestiona autoritaria.
Kaela esbozó una sonrisa malévola antes de alzar las manos con aparente inocencia.
—Una aliada. Solo vengo a ayudar. Quiero venganza, y si son inteligentes, me querrán de su lado.
—¿Venganza? —repitió Angie, mirando a todos, confundida y frustrada—. ¿Venganza de qué? No entiendo nada.
—Angelina, puedes confiar en ella —intervino Stefan, intentando calmarla. — Anoche vino, y nos habló un poco de esto. Sólo escucha a Rose.
Angie dejó escapar un largo suspiro, tratando de ordenar sus pensamientos. Finalmente, se dejó caer en el sofá.
— Bien, lo haré. Escucharé lo que tienen que decir. Van. La rubia, Kaela — recalca— ¿Que eres? Percibo desde aquí que no humana.
—Vampiro. Algo común, ¿no? —enarca una ceja— Esta casa está a reventar de ellos, se sienten cómodas, ¿no? —ironiza
—Graciosa. Es graciosa. —murmuró entre dientes. Kaela le sonríe con burla.
Rose, por su parte, comenzó a caminar de un lado a otro, visiblemente nerviosa
—De acuerdo yo solo sé lo que he escuchado durante años. Y no se que es cierto y que no lo es. Ese el problema de los vampiros. Pero se que Klaus es real. —explica.
—¿Quién es el? —pregunto Angie, con interés.
—Uno de los originales. El es una leyenda.— responde Damon.
—La primera generación de vampiros. —complementa Stefan.
— ¿Como Elijah? — añade Elena, incrédula
—No, Elijah era un conejito en comparación con Klaus —corrige Rose— El era un soldado. Klaus es la verdadera amenaza.
Kaela agachó levemente su cabeza, sonriendo con burla. Sabía que Elijah podría ser incluso más aterrador que Klaus.
—Se dice que Klaus es el más viejo.— agrega Stefan.
— Muy bien, ¿entonces estás diciendo que el vampiro más antiguo en la historia del tiempo está persiguiendme?—interroga Elena vacilante.
— Si.— afirman Kaela y Rose.
—Disculpa, ¿qué? — soltó Angie, mostrando su desconcierto
—Angie, cálmate.—pidió Elena
—¿Como quieres que me calme? Parece que Drácula viene por ti, ¿como me calmo?
Elena suspiró profundamente, visiblemente abrumada.
— Es decir, si lo que ella dice es verdad...— interviene Damon
—Lo cual es. —respondió Rose rápidamente, con tono defensivo.
Damon la miró con una mezcla de escepticismo y burla antes de cuestionarla:
— ¿No estarás diciendo esto solo para que no te matemos?
Kaela, quien hasta ese momento había permanecido en silencio, levantó la cabeza con una sonrisa irónica.
—Wow, haces que esto se trate sobre ti, Damon. —dijo con un tono cargado de sarcasmo—. Tienes un fastidioso don —Sus ojos destellaron con diversión contenida mientras clavaba la mirada en él—. Nosotras no venimos por eso. Es sólo la verdad.
—Tal vez estamos viendo algo sólido. —anuncia Damon mirándonos a ambas.
Stefan, intentando calmar los ánimos, habló desde donde estaba:
— Mira, Elijah está muerto, ¿cierto? —Él Se acercó y se sentó al lado de Elena.
—. Nadie más sabe que existes.
Kaela lo seguía con la mirada, y se opuso a rodar los ojos.
—Nadie que ustedes sepan. —añade Rose.
— Eso no ayuda..—se queja Damon.
—No conozco a nadie que lo haya visto —Dijo Stefan—. Hablamos de siglos de verdad mezclados con ficción. No sabemos que es verdad. El podría ser algún tonto cuento infantil.
—El es real. Y jamás se rinde.— insiste Rose
—Si quiere algo, lo toma. Si no le temen a Klaus son unos idiotas. —añade Kaela sin tacto
— Muy bien, estamos temblando. Ya te entendimos, gruñona.— refiere Damon con fastidio.
Kaela le dirigió una mirada gélida antes de alzar una ceja, claramente irritada.
—¿Como me llamaste? —preguntó con paciencia forzada, pero con un filo en su tono que prometía problemas si continuaba.
Mientras tanto, Elena permanecía inmóvil, procesando todo lo que se decía. Finalmente, se levantó y comenzó a dirigirse hacia la puerta.
—Elena ¿a donde vas? —preguntó Angie confundida.
—A la escuela. Vamos tarde —respondió Elena, aunque su tono la delataba; estaba abrumada.
—Creo que se te zafó un tornillo —dijo Angie mientras se levantaba de golpe— No podemos ir a la escuela sin discutir esto. Hoy me entero que mi hermana es perseguida por gente vieja.
— Angie, ahora no. Necesito espacio.— pide con frustración— Entiéndeme.
— Lo que yo quiero entender, es que rayos está pasando. Estoy preocupada por ti.
Elena sostuvo su mirada por un instante antes de suavizar su tono.
— Entonces ven conmigo, y hablemos en el auto. No quiero seguir aquí.
Angie suspiró y asintió.
—Bien, hablemos.
Stefan se levantó también, mirando a ambas.
—Tomaré mis cosas. Voy con ustedes.
Elena lo miró por un momento, antes de responder en seco:
—Está bien. Sé dónde queda.
Angie alzó una ceja ante su tono, sin embargo, la siguió.
Y así, ambas salieron de la casa Salvatore.
—Ella está en negación —tarareó Damon.
—Callate —espetó Stefan antes de marcharse.
[...]
Kaela descendió. Su mirada, fría y penetrante, recorrió el espacio hasta que encontró el rincón donde Katherine estaba encerrada.
—Kaela... —murmuró Katherine, su voz quebrada por el temor.
Kaela sonrió, lenta y deliberadamente, como un depredador que saborea el miedo de su presa.
—Gracias por temerme, Katerina —dijo con suavidad, aunque sus palabras cortaron como cuchillas. Con una expresión de asco, inspeccionó el lugar, sus tacones resonando en el suelo de piedra—. Supongo que los Salvatore no pudieron encontrar algo más cómodo para que te... deseques.
Katherine apartó la mirada, su orgullo herido pero su miedo evidente.
—¿Qué quieres, Kaela? —preguntó, intentando mantener la compostura.
Kaela dejó escapar una risa breve y carente de calidez.
—¿Puedes creer que necesito sacarte de aquí? —Su tono era burlón, pero sus ojos brillaban con malicia—. Tengo un plan, y tú, Katerina, serás otra de mis piezas de ajedrez para llevarlo a cabo.
El rostro de Katherine se tensó; el miedo se apoderaba de cada centímetro de su ser. Había enfrentado a Klaus, pero Kaela... Kaela era un nivel completamente diferente. Había algo en su calma, en su control absoluto, que era infinitamente más aterrador.
Kaela se acercó lentamente, su sombra proyectándose sobre Katherine.
—Verás, Katerina —susurró con una voz gélida y deliciosa al mismo tiempo—, te sacaré de aquí, y en cuanto salgas, vendrás a mí y harás exactamente lo que yo diga. ¿Entendido?
Los ojos de Katherine se llenaron de sumisión, incapaz de resistirse a la hipnosis que Kaela imponía.
—Sí... entendido —respondió en un susurro, derrotada.
Kaela dio un paso atrás, su sonrisa satisfecha mientras observaba el efecto de su control. Pero entonces, su agudo oído captó el sonido de voces acercándose, una de ellas pertenecía a la doppelgänger, Elena, y la otra era desconocida.
Con un movimiento rápido y silencioso, Kaela se desvaneció en las sombras, dejando a Katherine sola, presa del temor y la incertidumbre sobre lo que vendría a continuación.
[...]
—
¿Cómo encuentro a Klaus? —curiosea Damon con las vampiro
—No lo buscas, el te encuentra a ti.— confirma Kaela a secas—. Creí que ya había quedado claro.
—Alguien debe conocer a alguien que sepa donde esta el —insiste desesperado
—Añade otras 200 personas a esas y no estás ni cerca —añade Rose y se sienta en el sillón.
—Compláceme. Tú encontraste a Elijah. ¿Como lo hiciste? —la rubia desliza su mirada afilada a la castaña
Parecía que ambas pudieran leerse la mente, como una conexión psíquica que les dijera lo que tenían que decir y hacer. Pero sólo una de ellas parecía tener el control.
—A través de alguien muy bajo en la escalinata. Un tipo llamado Slater en Richmond.—.explica sincera y el vampiro sonríe complacido
—Perfecto yo conduciré —impone con ánimo y ambas vampiros nieganm
—Yo no soy tu sirvienta. No voy a donde tú me dices que vaya. Así no funciona. —se queja Kaela y tiene contacto visual con el vampiro.
A él no le agradaba la actitud autoritaria que tenía la rubia, le era difícil poder manejarla. Le generaba un conflicto fascinante.
—Aparte, olvidas que no todos toleramos el sol. —añade Rose y Damon voltea a ver por el ventanal
—Entonces, tu conduces —impone y Rose voltea a ver a la rubia— Kaela, sabes que también lo quieres. Esto nos guía a una ventaja para vencer al gran malvado, Klaus. —la rubia dio un pequeño mordisco en su labio inferior.
Le entraba la duda de ponerse en riesgo a que la descubran, o que algo salga mal.
—No sólo iremos nosotros, si no la bruja insoportable, Angelina. —Damon va al mini bar
—Genial, como si no fuera suficiente una persona irritante al día. Empiezo a amar este pueblo.
[...]
Angie llegó a la mansión Salvatore, donde la esperaban tres vampiros. No podía evitar sentirse como una brocheta humana rodeada por ellos, y quizá era porque, en cierto modo, lo era.
—La puntualidad no es tu fuerte. —se quejó Damon al verla acercarse a la camioneta.
—Y a ti pensar, pero aquí estamos.— sonríe fingido mientras él abría la puerta para ella—. Que caballeroso. Sigue así, y puedo creer que tienes modales.
Damon cerró la puerta después de que Angie subiera al vehículo.
—Vete al infierno —replicó él.
Angie sonrió burlona antes de acomodarse en su asiento, pero un sobresalto la tomó por sorpresa al escuchar una voz.
—Hola, Angie.
Era Kaela, cuya voz dulce y seductora tenía un toque inexplicablemente cautivador. Angie no pudo evitar notar lo atractiva que era su tono, aunque lo expresó de una forma más irónica.
—Deberías ponerte una campana o algo —dijo mientras se abrochaba el cinturón—. Eres sigilosa.
Kaela sonrió, divertida.
—O tal vez es tu conciencia.
Angie giró la cabeza para mirarla, arqueando una ceja.
—Cualquier posibilidad —dijo, y ambas sostuvieron la mirada por un breve instante.
Finalmente, Angie desvió la vista hacia el frente, observando a Damon acomodarse en el asiento del copiloto.
—Bueno, aquí vamos —murmuró mientras se acomodaba. Con un suspiro, agregó—: Espero soportar este trayecto y no morir en el intento.
—No me disgustaría —comentó Angie con tono burlón y desvió la mirada hacia la ventana.
[...]
Kaela, Angie, Damon y Rose salieron del auto en el oscuro y sombrío estacionamiento subterráneo. Las luces parpadeaban levemente, añadiendo un aire tétrico al lugar.
—Entrada oculta. Qué conveniente —comentó Damon con sarcasmo, lanzando una mirada desconfiada a Rose.
—Tiene sentido. Rose no tiene anillo solar —respondió Angie, como si fuera algo obvio.
—¿Lo ves, Damon? Ella sí usa el cerebro. Deberías tomar notas —dijo Rose, señalando a Angie con una sonrisa.
Angie se encogió de hombros, divertida, mientras Damon giraba la cabeza hacia Rose con una expresión cargada de fastidio.
—¿Y cómo sabes que ese tal Slater está aquí?
—Lo llamé. Siempre está aquí.
—Bien —respondió Damon, su voz bajando a un tono peligroso. En un instante, la tenía acorralada contra la pared.
Kaela suspiró con exasperación, rodando los ojos mientras se giraba hacia Angie.
—¿Siempre es así de idiota?
—De hecho, es mucho más idiota que esto.
—Lo suponía —dijo Kaela con una sonrisa fría, su aburrimiento era evidente.
Damon, ignorando por completo sus comentarios, clavó sus ojos en Rose.
—Si nos estás tendiendo una trampa, te arrancaré el corazón y te lo meteré por la garganta. Créeme, soy muy bueno en eso —amenazó.
Rose lo observó durante unos segundos. Con un movimiento rápido, lo tomó por el cuello y lo apartó de un empujón, como si no fuera más que una molestia.
—Soy más vieja que tú y mucho más fuerte. No pruebes mi paciencia, Damon —advirtió con firmeza, soltándolo.
Kaela dejó escapar una leve risa sarcástica.
—¿Terminamos con el teatro o vamos a seguir jugando a quién tiene más ego? —preguntó, caminando hacia el interior del edificio.
Damon se ajustó la chaqueta, lanzando una última mirada a Rose, sin embargo esta ni se inmutó antes de seguir a Kaela.
Los tres entraron en una cafetería con enormes ventanales que dejaban pasar la luz del sol. Damon echó un vistazo al lugar mientras se quitaba la chaqueta y se sentaba con aire despreocupado.
—¿Y la luz? —preguntó, señalando los rayos que iluminaban el interior.
—Vidrio laminado con Saflex. Bloquea los rayos ultravioleta —respondió Angie, mientras se sentaba frente a él—. Es un diseño inteligente.
Kaela dejó escapar un suspiro mientras se acomodaba en la silla junto a Angie.
Rose sonrió.
—¿Ven el encanto ahora? —preguntó, señalando con un gesto el lugar.
—Eso y el Wi-Fi gratis —interrumpió una voz masculina.
Los tres giraron la cabeza y vieron a un joven acercarse. Su sonrisa parecía amigable.
R
ose se levantó y se acercó para abrazarlo.
—Slater, ¿cómo estás?
—Bien. Te vi entrar, ¿qué te trae por aquí? —respondió él.
—Es una larga historia, pero quiero que conozcas a...
—Damon Salvatore —la interrumpió Slater, girando su atención hacia él—. Convertido en 1864 en Mystic Falls por Katherine Pierce, también conocida como Katerina Petrova.
Damon frunció el ceño.
Slater desvió la mirada hacia Kaela y Angie.
—¿Y ustedes...? —preguntó con curiosidad, aunque su tono dejaba entrever cierta cautela.
Kaela se inclinó ligeramente hacia adelante, estudiándolo con una mirada de superioridad.
—Somos las que están aquí para asegurarse de que esto no termine siendo un desastre monumental —respondió Angie.
—Bueno, al menos una de nosotras puede ser diplomática. Aunque, francamente, no me importa si esto termina mal, siempre y cuando no sea yo quien limpie el desastre. —añadió Kaela.
Slater arqueó una ceja.
—Interesante grupo. Rose, ¿de dónde sacaste a estas dos?
—De un lugar donde las conversaciones inútiles no son tan bienvenidas. Ahora, ¿vas a ayudarnos o prefieres seguir con tu monólogo?
—Que gentil.— ironiza.
—Aprendes a soportarla —dijo Angie, dándole un golpecito en el brazo—. No del todo ——agregó mientras meneaba la cabeza con una sonrisa ligera.
—Es un placer conocerte —intervino Slater, ofreciéndole la mano a Damon. Este la estrechó, pero mantuvo la mirada fija en Rose—. Tal vez. ¿Qué ocurre aquí, Rose? ¿Dónde está Trevor?
Un silencio incómodo se instaló por un breve instante.
Angie observó la interacción con curiosidad. No tenía idea de quién era Trevor, pero considerando el ambiente tenso, suponía que estaba muerto. Apenas había conocido a Rose y a Kaela, las dos grandes enigmas del grupo, y estaba segura de que todavía le faltaba mucho por descubrir.
—Ah, sí, está muerto. Literalmente le arrancaron la cabeza —dijo Kaela con una frialdad escalofriante, sin rastro de tacto o emoción en su voz.
Slater quedó congelado en su lugar, procesando lo que acababa de escuchar.
—¿Tienes algún lugar para conversar más tranquilamente? —agregó Kaela, arqueando una ceja con una calma perturbadora.
Slater, aún atónito, señaló una mesa cercana sin decir una palabra, como si no pudiera decidir si estaba más sorprendido por sus palabras o por la forma en que las había dicho.
Todos se dirigieron hacia la mesa, donde Rose comenzó a relatarle a Slater lo que había sucedido el día anterior. Era como un resumen detallado de los eventos, pero Angie apenas prestaba atención. En su mente, estaba ocupada contando pajaritos y pensando en cuánto tiempo tendría que pasar antes de poder comer algo.
—¿Ustedes están seguro de que Elijah está muerto? —cuestiona incrédulo.
—Más que muerto. —confirma Damon
—Trevor era un buen hombre. Me ayudó con mi tesis de desviaciones sexuales en el periodo barroco. Iba a hacer mi doctorado en psicología.—explica Slater con nostalgia y bebe de su vaso
—Slater ha estado estudiando desde el 74. —agrega Rose.
—Vaya, y yo que creí que la inmortalidad hacía divertida a la gente.—ironiza Kaela.
Slater, sin inmutarse, respondió con orgullo:
—Cuando me convirtieron, decidí aprovechar mi tiempo. Tengo 18 títulos, tres maestrías y cuatro doctorados.
—A mi no me gusta la escuela —comentó Angie. Mientras hablaba, tomó una galleta y le dio un mordisco—. Soy muy inteligente y eso, pero no es algo que llame mi atención. Tengo otra ambición.
—¿Y no has pensado en algo que te apasione? Tienes vibra de abogada.— sugiere y ella niega con la cabeza sacudiendo sus manos
—El sistema judicial es un asco en cualquier país, no haría la diferencia. Cuando me gradúe de la preparatoria, que a este ritmo sería un milagro, me gustaría ir a una escuela de música. Se que algunos lo ven tonto, pero...
—Si tú crees en ese sueño, lo demás no importa. Es mejor vivir haciendo algo que te una razón, que hacerlo sin sentido. —aconseja.
Angie sonríe cautiva.
—¿Y el punto? —señala Damon hostil y Angie deja de sonreír de inmediato.
—Exacto. ¿Cuál es el punto? ¿Qué debería hacer con mi eternidad? Si tienes respuestas, por favor dímelas.— pide Slater con un tono irritante
Rose, notando la incomodidad que se extendía, intervino rápidamente:
—Necesitamos ayuda. Si alguien quisiera llegar a Klaus, ¿qué tendría que hacer?
Slater respondió con una sugerencia que dejó a todos desconcertados:
—Craigslist.
Kaela arqueó una ceja y lo miró con incredulidad, dejando salir un comentario sarcástico:
—¿En serio? ¿Ese es el artefacto mágico? Esperaba código morse o alguna cosa cifrada. Son viejos.
—Si, en serio, yo respondo un anuncio que se le envía a alguien que conoce a otro que conoce a Elijah. Qué esta muerto. Y ahí es donde termina mi colección.
—Entonces, todo esto se va al demonio.—dijo Angie, finalmente al aire, dejando salir un suspiro de exasperación— ¿Por que tanto enigma en su paradero? ¿A que le tendrá tanto miedo para esconderse?
—Elijah podía estar por ahí durante el día —mencionó Damon—. Es decir que Los Originales conocen el secreto de las sortijas para el día. Bien, ¿por qué Klaus querría levantar la maldición del sol y la luna?
Slater respondió rápidamente, como si el tema fuera obvio:
—Para que no lo hicieran los lobos. Si un vampiro rompe la maldición del sol los licántropos quedarán malditos por siempre y viceversa. —explica.
Kaela alza sus cejas. Era increíble cómo licántropos y vampiros creían en aquella maldición.
—Pero los licántropos están extintos.— añade Rose.
—Cierto, yo no he visto uno, pero el rumor existe. —Dice Trevor.
—No es rumor.— confirma Damon y Slater lo veo con asombro al igual que Rose.
—¿Mystic Falls? —dedujo Slater, mientras los demás asentían.
—Dios, tengo que visitar ese lugar. Suena increíble.
Angie, divertida, lo saludó con un gesto casual.
—Y no has conocido a una bruja. Somos más divertidas —añadió, sonriendo antes de beber un sorbo de su café.
—Increíble es poco para describirlo.— alardea Slater con mucha emoción
—Demasiada adulación para mi gusto —intervino Kaela con desdén— ¿Podemos seguir?
Angie suspiró, decidiendo retomar el tema.
—¿Podemos evitar que se rompa la maldición? —preguntó con interés, captando la atención del grupo.
— ¿De que hablas? —cuestiona Slater confundido
—Si la piedra de luna fuera inservible, la maldición no se rompería. —propuso, dejando a todos sorprendidos.
—Bueno, sí, probablemente, pero... ¿por qué querrías hacer eso? —replicó Slater, desconcertado. Angie deslizó su mirada hacia Damon, buscando apoyo.
Damon no perdió el tiempo.
—Dime cómo —le ordenó con tono autoritario.
Kaela intercaló su mirada en ambos.
Slater rió, incrédulo, mientras negaba con la cabeza.
—¿Crees que te diré cómo hacer algo que molestará a un Original y que evitará que yo salga al sol?
Kaela, como era de esperarse, no tardó en opinar.
—Tiene un punto. —Las miradas fulminantes de los demás se posaron en ella, pero Kaela simplemente se encogió de hombros—. Solo decía.
Damon, con la mirada fija en Slater, intentó otra estrategia.
—¿Quieres salir al sol? Yo puedo ayudarte si tú me ayudas. Angie podría...
Antes de que pudiera terminar la frase, un estruendo sacudió la habitación. El cristal de las ventanas estalló, enviando una lluvia de fragmentos afilados hacia todos.
Gritos retumbaban por la habitación. Unos que me erizaban la piel; eran lamentos de agonía al ser quemados por los rayos ardientes del sol. Jamás había escuchado algo tan horrible en mi vida.
El caos se desató. Los gritos comenzaron a retumbar en el aire. Eran lamentos desgarradores, llenos de agonía, mientras los rayos ardientes del sol quemaban a los presentes.
Kaela giró la cabeza hacia el ventanal, mirando hacia afuera. Por un breve instante, sus ojos se cruzaron con los de Elijah, justo antes de que él desapareciera.
Abrió la boca incrédula. ¿Acababa de hacer estallar el ventanal con ella adentro? Lo iba a matar.
—Damon... —escuchó el jadeo de Angie. Por un momento, Kaela sintió el impulso de ayudarla, pero al ver que Damon ya estaba a su lado, decidió encargarse de Rose.
Sin perder tiempo, cubrió a Rose con su chaqueta y la ayudó a salir del lugar. La situación era un caos absoluto.
Damon sostenía a Angie mientras la ayudaba a levantarse. Sus brazos rodeaban su cintura, levantando ligeramente la blusa en la parte inferior. Por un instante fugaz, ella estaba entre sus brazos como si fuera lo más natural del mundo.
—¿Qué esperan? —interrumpió Kaela, con su tono. Angie se separó rápidamente de Damon, asintiendo.
—Esto es una estampida, es mejor que vayamos a la camioneta, ahora.
Sin perder más tiempo, todos salieron corriendo del edificio.
Llegaron a la camioneta, y Damon ayudó a Kaela a meter a Rose, que se veía completamente aturdida. Su cuerpo estaba cubierto de quemaduras, visibles y aterradoras.
Angie observó a Rose con el rostro lleno de preocupación. No podía imaginar el dolor que debía estar sintiendo; literalmente, había sido quemada viva.
—¿Estás bien? Tienes la blusa cubierta de sangre —preguntó Kaela, con un destello inusual de interés mientras miraba a Angie.
Angie bajó la mirada hacia su ropa manchada.
—Sí, no fue tan grave. Mala suerte. —Alzó la vista nuevamente y le devolvió la pregunta—. ¿Y tú?
Kaela levantó una mano, mostrando su anillo solar con indiferencia.
—Uno de mis privilegios.
—¿Quién hizo eso? —interrogó Damon, rompiendo el silencio mientras se acomodaba en el asiento del conductor.
— No lo sé. ¿Y Slater? —pregunta Rose, angustiada.
—Lo perdí de vista. ¿Quien sabe? — refiere Damon sin interés
— El no lo hizo, él es un tipo bueno. —Él no lo hizo, es un tipo bueno —insistió Rose, alterada.
—¿Entonces quién? —preguntó Angie, buscando respuestas.
— Es Klaus. ¿No lo entiendes? — se le quiebra la voz — No conoces a ese hombre. Estamos muertos. Todos muertos.
Las lágrimas comenzaron a correr por el rostro de Rose, y Angie no dudó en abrazarla para intentar consolarla.
—Damon, por favor, sólo vámonos —pidió Angie con urgencia.
Me acomodo con Rose darle algo de tranquilidad porque estaba muy alterada. Podías sentir su miedo y paranoia con sólo tocarla.
Angie acomodó a Rose a su lado, tratando de brindarle algo de tranquilidad. La tensión en el ambiente era palpable. El miedo y la paranoia de Rose eran casi tangibles para ella.
Kaela se recostó en el asiento con desinterés.
[...]
Habían regresado al pueblo y ahora se encontraban en la casa de Damon. Angie estaba en la cocina, terminando de prepararse un té para calmar sus nervios. No quería llegar a casa con el rostro pálido y el ánimo descompuesto.
—Dicen que el té es una fuente medicinal para calmar partes del cerebro sin causar somnolencia. Como las drogas. —comentó Kaela mientras entraba, observando cómo Angie vertía el agua caliente en su taza.
—Y mi abuela siempre decía que el té ayuda en todo. Aunque soy más de café.—respondió Angie, colocando el sobre del té en el agua.
Kaela la observó unos segundos en silencio antes de preguntar:
—¿Qué crees que sucedió?
Angie ladeó la cabeza mientras levantaba la taza, meditando su respuesta
— Que Klaus sabe que le pisamos los talones y quiere que lo sepamos —contestó con calma antes de soplar suavemente sobre el té caliente—. De otra manera, ¿por que montar un espectáculo? El quiere que tengamos miedo. —agregó antes de dar un sorbo.
Kaela arqueó una ceja mientras tomaba asiento en la silla redonda frente a la barra.
—Suenas convencida.
Angie dejó la taza sobre la barra y la miró con seriedad
—Soy mujer de hechos. No es casualidad que fuimos a hablar de él, y de pronto un vidrio polarizado se reventó en un sitio de vampiros. ¿Quien más sabría de este lugar? — insinúo, alzando las cejas pensativa.
—Eres diferente a las chicas de tu edad que he conocido. Ves todo el panorama y armas los esquemas en tu cabeza —comentó Kaela, señalándola con un ligero movimiento de la mano—. Tienes un buen sistema de intuición.
Angie bebió otro trago del té antes de responder:
—Me lo dicen a menudo.
Kaela se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia la salida.
—Damon no es para ti —dijo con un tono neutral, sin mirar atrás—. Usa la cabeza y aléjate de él. Tipos como él solo traen una cosa...
Angie frunció el ceño y preguntó:
—¿Qué cosa?
Kaela se detuvo en el marco de la puerta, girando apenas el rostro hacia ella.
—Desgracias.
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