001.

𓂃 ˒ WILD FLAME
❪ chapter one — act one ❫
❛ El trato con el diablo ❜

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𓂃˒ KAELA LLEVÓ EL VASO DE BOURBON A SUS LABIOS, SABOREANDO EL licor mientras sus ojos analizaban el reducido grupo de personas en el bar. Sentada en un taburete, la luz de la luna se filtraba por los ventanales.

Con una mirada calculada, fijó su atención en un hombre joven, de no más de veinticinco años. Su sonrisa se dibujó lentamente, al notar cómo él se ponía visiblemente nervioso con su proximidad.

Sentada frente a él, ella le regaló una sonrisa radiante, de esas que desarmaban incluso a los más cautelosos.

—Hola, soy Kaela. —saludó con un tono bajo y envolvente, dejando que su voz acariciara el aire entre ellos.

—Henrik —dijo él, bajando la voz para sonar seguro y seductor, aunque su tono rasposo traicionó su nerviosismo. La rubia apenas pudo contener una mueca de fastidio ante su intento poco convincente.

Kaela alzó una ceja, sus ojos brillando con picardía. Su voz adquirió un tono juguetón cuando añadió:

—Bueno, Henrik, me preguntaba si te gustaría acompañarme a comer algo.

Henrik abrió ligeramente los ojos, sorprendido por su invitación.

—¿Ahora mismo?

—Por supuesto, tengo mucha hambre. A menos que estés ocupado —respondió ella, encogiéndose de hombros con aparente indiferencia, aunque la sonrisa en sus labios no flaqueó ni un instante.

—Eh, s-sí... quiero decir, no —tartamudeó él, intentando recuperar la compostura—. No estoy ocupado. Definitivamente podría comer algo.

Henrik dejó escapar un suspiro, aliviado por lo que parecía ser una invitación inocente. Kaela se levantó con una agilida, casi felina, ya encaminándose hacia la salida.

—Fantástico. Vámonos.

Él la siguió de cerca, todavía algo desconcertado.

—Espera, pensé que te referías a comer aquí —dijo, frunciendo el ceño con confusión.

—Oh, no, Henrik —contestó ella con un brillo travieso en la mirada, inclinándose ligeramente hacia él mientras abría la puerta del local—. Lo que tengo en mente es mucho más... especial.

Sin pensarlo demasiado, y considerando que una chica hermosa quería pasar tiempo con él, Henrik dejó que ella lo guiara hacia la salida.

Al salir a las concurridas calles, una ráfaga de aire frío los envolvió. La ciudad vibraba con su acostumbrado caos nocturno: taxis, luces de neón y el murmullo constante de la multitud.

—¿No tienes frío? —preguntó Henrik, echando un vistazo al atuendo de la chica.

Ella llevaba una polera negra que caía con elegancia sobre sus hombros desnudos. Combinaba a la perfección con el pantalón de mezclilla de corte alto, que moldeaba su cintura antes de abrirse en un estilo acampanado.

Kaela simplemente se encogió de hombros, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—No soy de las que sienten frío —respondió con un tono casual.

Tomándolo de la mano una vez más, lo guió con paso decidido entre la multitud. Henrik la seguía encantado, sin saber lo que realmente le esperaba.

De repente, se detuvo, girando bruscamente hacia un oscuro callejón entre dos edificios. Su comportamiento cambió; sus movimientos, aunque sutiles, parecían más calculados, como un depredador que había encontrado a su presa.

Henrik frunció el ceño al darse cuenta de su nueva dirección. Miró hacia el estrecho pasaje, apenas iluminado por una solitaria lámpara parpadeante.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó con nerviosismo, su entusiasmo comenzando a desmoronarse ante la repentina incomodidad del lugar.

Kaela apretó la mano de Henrik con tanta fuerza que escuchó el crujido de sus huesos, arrancándole una mueca de dolor. Antes de que pudiera protestar, lo empujó con firmeza hacia el interior del callejón, donde la oscuridad se cernía como un velo sobre ellos. Miró por encima de su hombro con una sonrisa que parecía inocente, pero que escondía un peligro palpable.

—Claro que ya llegamos—dijo con suavidad.

En un abrir y cerrar de ojos, Henrik se encontró de espaldas contra la pared de ladrillos, su cuerpo atrapado por la fuerza imposible de aquella mujer. Sus dedos delgados pero fuertes rodeaban su cuello, robándole el aire poco a poco.

—¿Qué demonios...? —jadeó, apenas capaz de formar palabras mientras el pánico empezaba a tomar control. Sus manos intentaron aferrarse a las de ella, pero no tenían fuerza suficiente para liberarse.

Kaela inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera evaluándolo con curiosidad. Luego hizo un puchero, fingiendo una pizca de pena.

—Es una pena tener que lastimar esa bonita carita.

Sus ojos se clavaron en los de Henrik atrapándolo con una mirada hipnótica que lo vació de toda resistencia.

—No grites —ordenó en un susurro que no admitía réplica. Él asintió lentamente, sus movimientos dóciles y controlados.

El rostro de Kaela cambió en un instante. Las venas negras se extendieron bajo sus ojos, y sus colmillos afilados asomaron con una ferocidad letal. Sin perder un segundo, hundió los colmillos en su cuello, perforando la piel y dejando dos marcas perfectas. El sabor de la sangre caliente inundó su boca mientras tragaba con avidez.

Henrik luchaba débilmente contra su agarre, su instinto de supervivencia empujándolo a resistirse. Pero Kaela no intentó detenerlo. De hecho, disfrutaba del espectáculo: el miedo en sus ojos, la desesperación en sus movimientos. Era parte de lo que la alimentaba, ese momento en el que los humanos comprendían lo inútil de su lucha.

Porque nunca ganaban.

[...]

Cassandra soltó un largo suspiro dramático.

—No hay forma de que nos libres de tu presencia, ¿verdad? —dijo, fingiendo resignación.

—¿Cómo estás, Cassandra? —preguntó con fingida cortesía, ignorando el sarcasmo.

Cassandra lo miró de reojo y bufó.

—Estaba bien... hasta que llegaste. Y no me llames Cassandra, lo odio. —respondió cortante.

—Curioso —replicó Klaus, inclinando la cabeza—, nunca te quejas cuando Elijah lo hace.

Cassandra dejó escapar una risita.

—Porque Elijah lo dice con estilo. Hace que suene... exquisito. —le respondió, alargando la última palabra con intención de molestar.

Klaus arrugó la nariz, visiblemente asqueado e incómodo

—Eso es demasiado... gráfico. Mejor volvamos a lo importante: ¿dónde está mi hermana?

—Afuera, alimentándose —respondió con un encogimiento de hombros—. Ve con ella, de todos modos, no seré yo quien termine con el trasero pateado. —dijo con una sonrisa burlona.

—Soy el... —comenzó Klaus, hinchando el pecho con orgullo.

—...el híbrido, bla, bla, bla. Sí, ya lo sabemos. —lo interrumpió Cassandra, agitando la mano con desdén—. Aunque, considerando que ni siquiera has roto tu maldición, tu ego ya es insoportable. No quiero ni imaginar cómo será cuando lo hagas.

Klaus apretó los labios, claramente irritado. Luego, sonrió con autosuficiencia.

—Justamente de eso vengo a hablar con mi querida hermana.

Cassandra lo miró interesada antes de ponerse de pie tomando su abrigo.

—Pues te acompaño.

Klaus rodó los ojos.

—No tengo de otra. —ambos salieron del bar dirigiéndose a las calles.

Klaus la observó de reojo. Ya no quedaba nada de la niña de 16 años que alguna vez había conocido, aquella que temblaba ante las sombras y dudaba de cada paso. Ahora, estaba frente a una mujer cuya fortaleza y confianza eran imposibles de ignorar.

Ambos se detuvieron en un callejón.

—Vaya, vaya, Kaela, parece que te estás divirtiendo —comentó Klaus con una sonrisa burlona.

Kaela suspiró, claramente irritada, y retiró sus colmillos del cuello del chico, quien temblaba incontrolablemente mientras la sangre le corría por el cuello. Un gemido de frustración escapó de sus labios al reconocer de inmediato la voz.

—Niklaus… qué encantadora sorpresa —respondió con sarcasmo, girándose lentamente hacia él.

Con calma y elegancia, limpió el exceso de sangre de las comisuras de sus labios con el pulgar, llevándolo después a su boca para lamerlo.

—Siempre tan teatral —añadió Klaus.

Kaela rodó los ojos y lanzó un suspiro exagerado.

—Por favor, un poco de crédito. Él todavía está vivo… más o menos. —Hizo un gesto al chico tembloroso contra la pared.

—Por ahora —murmuró Klaus, sin dejar de sonreír.

— Bueno, Niklaus, si viniste a interrumpir nuestra noche, será mejor que tengas una excelente razón. —dijo de manera tajante.

—Una pequeña charla de familia, hermana—respondió Klaus, dando un paso adelante, su sonrisa transformándose en una expresión más seria.

—Sabes, Nik, a veces desearía que hubieras nacido mudo —dijo Cassandra, pasando junto a él con Kaela pisándole los talones.

—Y yo desearía que ustedes dos fueran menos tercas, pero aquí estamos —respondió Klaus, siguiéndolas con una sonrisa.

[...]

El bar ya estaba completamente en silencio, sin ninguna personas a excepción de Kaela y Klaus, quiénes compelaron al dueño para dejarlos a solas y poder quedarse ahí.

—Si sabes que la doppelgänger está en Mystic Falls, ¿por qué no simplemente la raptas y esperas hasta la luna llena? —preguntó Kaela con una sonrisa sarcástica. Luego añadió, con un toque de burla—. Oh, claro, te encanta hacer todo un espectáculo.

Klaus alzó una ceja, pero no mordió el anzuelo.

—Elijah ya sabe dónde está. Rose y Trevor, esos idiotas, le dieron aviso. La vieja escuela, como siempre. Primero necesito sacarlo del camino —respondió con amargura—. Hará lo que sea para arruinar mi ritual, y no tengo tiempo para jugar con él.

Kaela soltó una carcajada amarga, cruzándose de brazos.

—¿Quizás porque cree que asesinaste a nuestros hermanos? —espetó, su voz cargada de veneno.

Klaus la miró directamente, su paciencia al borde.

—Hermana, lo único que te estoy pidiendo es que quites a Elijah de mi camino. Hazlo, y Kol será tuyo. Un trato es un trato.

kaela se puso de pie, apoyando sus manos sobre la mesa, con los ojos brillando de furia mientras lo miró fijamente.

—No confío en ti, Niklaus. En absoluto. —Espetó, con voz cargada de veneno—. ¿Un trato? No tienes idea de lo que significa cumplir uno.

Klaus esbozó una sonrisa sombría.

—Entonces será interesante ver cómo manejas esto, Kaela. Porque tu amor por nuestro hermano Kol siempre es más grande que tú orgullo.

Ella lo sostuvo con la mirada, la mandíbula tensa, mientras el silencio se alargaba entre ambos. Ninguno dijo nada, pero no hacía falta: ambos sabían que este enfrentamiento no terminaría hasta que uno cediera. Y aunque Kaela odiaba dar su brazo a torcer, Klaus tenía razón en algo. Al final, siempre elegiría a Kol.

Klaus supo en el momento exacto en que ella cedió. Se recostó en la silla con calma, dejando que una sonrisa triunfante se dibujara en su rostro.

—Y encárgate de matar a Rose y Trevor, tener bajo control a Katerina y... no dejes que tus sentimientos por Stefan Salvatore arruinen mis planes —dijo, mirandola.como si hablara a una simple herramienta en su gran esquema.

Kaela lo observó con una calma peligrosa, su mirada fría como el hielo.

—Mis sentimientos por Stefan Salvatore murieron hace mucho tiempo, Niklaus. Tú te encargaste de eso —respondió con frialdad.

Klaus, aunque levemente sorprendido por la firmeza en su tono, no perdió su sonrisa arrogante.

Kaela no necesitó más. Salió del Bar justo cuando Cassandra estaba de vuelta.

—Empaca tus cosas, Cass. Nos vamos a Mystic Falls.

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