Era una noche oscura, un dragón corría por el sombrío bosque, sus alas negras le permitían ocultarse en la penumbra, finos canales plateados bajaban por su cuerpo, y caían al suelo dejando un rastro de color plata, Nighra ese era su nombre, debía correr tenia llegar al campamento, debía avisar al líder, pero unos ojos rojo sangre le seguían el rastro de cerca, en un momento dado localizó el rastro de sangre plateada, una sonrisa asomó en su rostro y entre sus afilados dientes asomó la lengua bífida, tenía sed, sed de sangre, solo quería matar, sentir los huesos crujir bajo sus garras, las membranas de las alas desgarrarse entre sus dientes, que le había llevado a eso, el poder, el poder le había llevado a matar a sus semejantes, le había llevado a asesinar crías, robar presas, matar amigos y enemigos por igual; todo le había llevado hasta este punto, el punto en el que obtendría lo que las cinco tribus le habían quitado, lo que los antiguos dragones le habían negado, en ese momento lo recuperaría todo.

-¡Dámelo!- dijo él-.

-¡Nunca-dijo Nighra-, nunca te daré el orbe, Fuca, antes preferiría morir!

-Sera un placer cumplir tus deseos-dijo Fuca clavando las garras en el negro cuerpo de Nighra-.

El último grito de Nighra apenas se oyó, eclipsado por el ruido de un trueno que dió comienzo a la tormenta.

-Espero que disfrutes en la "Roca del Dragón"-dijo Fuca levantando las garras para que la lluvia se llevara la sangre plateada del dragón negro-viejo tonto, si me hubieras dado el orbe nada de esto habría pasado, ahora sólo tengo que encontrarlo.

Esta es una historia que llevaba un tiempo queriendo publicar la hice para un concurso y me apetecía continuarla, espero que os guste y estrellita arriba.