༺ Capítulo XXI ༻


Soltando un suave suspiro, Jimin abrazó con más fuerza el objeto entre sus brazos, empujando su rostro más cerca y disfrutó tanto de la comodidad que le rodeaba como el reconfortante manto cálido que lo cubría.

En sí, el doncel ya había despertado hacia su buena hora, pero como cuando recuperó la conciencia no hubo señal alguna de su esposo en la cama, la habitación o en sí que hubiera alguien en la casa, no le había encontrado sentido alguno en dejar la comodidad en la cual se encontraba.

Ahora, si él hubiera despertado antes que Yoongi, obviamente se habría levantado primero, dudando seriamente que este pudiera seguir manteniéndole atrapado en la cama cuando se encontraba profundamente dormido.

Anoche ambos se habían mantenido alerta mientras el sueño caía sobre ellos, por lo que el más mínimo movimiento suyo, había provocado que el guerrero reaccionara atrapándole con más fuerza.

La última vez que había intentado escapar de la cama, Yoongi le sostuvo y apretó con tal magnitud, que sus huesos se quejaron y no le quedó de otra más que darle un buen golpe con su cabeza al idiota para le dejara respirar, con la suficiente fuerza como para que dejar una marca.

Luego de ello, no había intentado nuevamente escapar y solo permitió que el sueño lo arrastrara.

¿Se encontraba algo molesto de que Yoongi le hubiera ganado?

Por supuesto que sí, encontraba injusto que este se hubiera aprovechado de su gran cuerpo y fuerza para mantenerle preso en la cama.

Siendo un doncel, por supuesto que su cuerpo delgado y de baja estatura no sería nada comparado con el de un guerrero.

Su tonto esposo había estado firme en cada lugar que presionó contra el, y aunque no hubiese querido observarlo, fue inevitable no hacerlo y notar tanto las cicatrices en su piel como los firmes músculos en cada lugar expuesto.

Con un cuerpo como ese, realmente no le sorprendía que lo llamaran un demonio de la guerra.

El desgraciado incluso... A pesar de lo que había dicho el día de su boda por despecho y burla, Yoongi sí sabía besar bien cuando se lo proponía.

Lo suficientemente bueno como para provocar que soltara un ruidito miserable y vergonzoso, el cual odió totalmente.

En sí, no fue su culpa, sino la de Yoongi por haber movido su boca sobre la suya de aquella manera, por hacer esa cosa extraña con su lengua y... Tocar su cuerpo cuando nunca nadie lo había hecho.

Eso... Había despertado una sensación extraña, energizante y nerviosa que provocó que soltara ese sonido en respuesta.

—No pienses más en ello, Jimin, solo fue un momento estúpido de doncel donde tu cerebro dejó de funcionar —murmuró ahogadamente al presionar más su rostro en la almohada.

Soltando un suspiro, Jimin finalmente alejó su rostro y abrió sus ojos cuando su estómago rugió exigiéndole comida.

Incorporándose para sentarse en la cama, a pesar de que ya sabía que se encontraba solo, aun así su mirada recorrió la habitación en busca de la presencia de su esposo.

Solo cuando confirmó que realmente no estaba, es que se levantó. Acercándose a la ventana, le sacó el seguro y empujó la pequeña puerta de madera para poder apreciar como el sol ya estaba en lo alto y los habitantes del clan Min se encontraban moviéndose en sus tareas y quehaceres.

Como costumbre, observó hacia el extenso mar ante él.

—Solo cuatro lunas llenas... —murmuró y se alejó de la ventana.

Queriendo algo de agua para lavar su rostro, Jimin salió de su habitación y se encontró con las mismas dos mujeres que habían aparecido el día de su boda en su nueva casa.

En realidad, eran tres, pero desde ese día que el doncel no había apreciado a la tercera molestia, por lo que suponía que esta simplemente decidió irse o ignoró la orden de servirle.

Como fuera, Jimin no estaba dispuesto a hablar o preguntar por ella para que la volvieran a poner bajo su techo, solo era una molestia menos.

—Quiero mi desayuno y agua para lavarme el rostro —anunció.

—Nos dijeron que sería mejor que tomara una ducha y ya la hemos preparado —anunció la que era unos centímetros más baja y castaña.

La mirada de Jimin viajó hacia la bañera que habían dejado en medio de la sala, sucia tanto por dentro como por fuera con tierra y con cubos de agua de color turbio esperándoles.

—Y su desayuno está listo —anunció la otra esclava, señalando la mesa con comida que parecía haber visto mejores días.

Incluso el pan horneado tenía una mancha entre verde y blanca que estaba seguro de que se trataba de hongos.

—Vaya, no sabía que las habilidades de los esclavos en este clan fueran tan malas —comentó, cruzando sus brazos—. Estoy seguro de que un niño de tres años lograría armar un desayuno mucho mejor que este —pronunció.

—Nuestras habilidades son perfectamente buenas —anunció con su cabeza bien alta la mujer pelinegra que había servido su desayuno.

—¿En serio? —alzó una ceja—. Entonces supongo que solamente la apariencia es mala —pronunció y señaló la comida—. Cométela —ordenó.

—¿Qué? —parpadeo la pelinegra.

—Las dos, cómanse mi desayuno y tomen un baño con esa agua y tina que con tanto esfuerzo han preparado —ordenó el doncel.

—Nosotras no tenemos derecho alguno de hacer algo como eso —argumentó la castaña—. Solo somos simples esclavas.

—Exacto, y como simples esclavas deben de obedecer a cualquiera que esté por encima de ustedes, y yo soy una de esas personas, quien además es su jefe al trabajar directamente en mi casa —argumentó—. Así que si yo les digo que se coman esa porquería que llaman desayuno y se revuelquen en la misma agua en que lo hacen los cerdos, es lo que van a hacer —declaró.

—Nosotros solo respondemos ante un Min directo, y al único que debemos de obedecer en esta casa es al señor Min Yoongi —expresó la pelinegra.

—Y yo soy el esposo de Min Yoongi, lo que me convierte también en un Min con mucho más estatus que ustedes —indicó.

—Ningún esposo habría avergonzado a su pareja llevando un mísero conejo en tan importante tradición —espetó la pelinegra y la otra esclava asintió apoyándola completamente.

—Primero, llevé un conejo porque no encontré un gusano, y lo que haga o no con mi esposo es nuestro asunto, no el de ustedes, por lo que no deberían de meterse —expresó—. Recuerden que en este lugar solo son esclavas, nada más, y como tal, son totalmente reemplazables —declaró.

—¡Tú no puedes echarnos de aquí! —grito la baja castaña—. Llevamos mucho más tiempo que tú, tú eres el que debería de irse y dejar de ser una molestia para el señor Min —declaró.

Abriendo su boca, Jimin fue interrumpido ante el golpeteo de la puerta.

Como ninguna de las dos mujeres se movió para abrirla y el doncel se encontraba más cerca, simplemente lo hizo ignorando las miradas de superioridad de ambas esclavas, creyendo que le habían ganado.

Cuando Jimin abrió la puerta, se encontró del otro lado con el amigo de su esposo, quien no tenía exactamente su mejor rostro en ese momento.

—¿Me permites entrar? —pidió, observando aquellos ojos plateados.

Encogiéndose de hombros, Jimin retrocedió y permitió que el guerrero entrara a su casa.

La mirada de SeHun reparó inmediatamente en la mesa con ese desayuno incomible ante el mal estado en el que se encontraba y luego viajó hacia la bañera sucia.

—No sabía que los esclavos que enviaron para que vieran el cuidado de Yoongi y el de su esposo fueran unos buenos para nada —anunció, observando a las dos mujeres—. Creo que tendré que hablar de esto con el jefe del clan para que reciban una enseñanza más dura donde incluyan el respetar y obedecer las órdenes de sus amos —expresó con disgusto, dejando claro con aquellas palabras que había escuchado perfectamente todo antes.

—Si soy sincero, preferiría que no enviaran a ningún esclavo, ya que todos parecen tener aires de grandeza por aquí, tal y como esas dos —expresó Jimin, señalándolas con su cabeza—. No sólo no han querido obedecerme, sino que realizan un trabajo en mal estado e intentan insultarme —chasqueo su lengua.

—El jefe del clan envió esclavos junto al señor Gook-Hwan para que pudieran ayudarte a adaptarte a este nuevo hogar, ayudándote con las tareas básicas, pero si son más una molestia que una ayuda, me aseguraré de decirle a ambos —prometió SeHun—. Si Hara que era una fiel sirvienta, recibió su castigo tras insultarte, estoy seguro de que no tendrán problemas con un par de esclavas que no parecen conocer su lugar.

—Si pudieras convencerlos de que no envíen a nadie a reemplazarlas, te lo agradecería —expresó, observando con placer el rostro pálido de ambas mujeres.

Ah, ahora parecía que sí estaban comprendiendo su situación.

—Por mientras, cambien el desayuno y preparen otra tina —ordenó SeHun.

—Oh, quiero el desayuno de la pelinegra, con ese bastará —anunció Jimin.

Y el guerrero observó molesto a la esclava cuando esta cambio silenciosamente la comida, exponiendo una comida no sólo en mejor estado de la que habían servido antes, sino que también más variada.

No sólo había un trozo de pan y queso, sino que también carne, frutas, leche y una gran barra de pan que se notaba que recién había sido horneada.

—Increíble —espetó molesto SeHun, logrando que ambas mujeres se apartaran inmediatamente, sacando la bañera de la casa para poder lavarla bien—. Están olvidando algo —anunció antes de que cerraran la puerta.

Ambas mujeres le observaron inseguras, obviamente sin saber de qué hablaba.

—Discúlpense por su comportamiento —ordenó SeHun.

Y de forma automática, Jimin sonrió esperando.

—Lo sentimos —anunciaron ambas mujeres sin mirarle y sin sonar realmente arrepentidas antes de escapar de ahí.

—Esas dos...

—Está bien, déjalas —expresó Jimin tomando asiento—. Aunque les digas algo no servirá para nada —indicó comenzando a comer felizmente.

Aunque no le molestaba ir a cazar algo de comer, tampoco le importaba si su comida aparecía en su mesa, ahorrando le esfuerzo y tiempo.

—¿Hace cuánto que los esclavos te tratan de esta forma? —preguntó SeHun, quedándose de pie frente a él.

—Los esclavos, siempre —respondió, cortando un trozo de queso para dejarlo sobre una lonja de pan—. Los sirvientes se calmaron luego de lo que pasó con la tal Hara, la mayoría al menos, pero estos nunca cambiaron —explicó—. Seguramente pensaron que no tenían nada que perder desde que ya eran unas esclavas —se encogió de hombros antes de comer.

—Esa es una estupidez —espetó, enojado—. Si no quieren tenerte respeto por ser el esposo de Yoongi, quien es el que lucha por todos, por último deberían de hacerlo por tener una posición mucho mejor que ellos y ser su jefe —chasqueo su lengua.

—Algunos simplemente nacen como idiotas —respondió Jimin antes de tomar algo de leche—. Lo que me hace preguntarme, ¿Yoongi tiene un don especial para ser idiota o es una cualidad que sale solo conmigo? —expresó pensativo.

—No te mentiré, a pesar de que es un buen guerrero justo, decidido y valiente, también tiene su lado de imbécil terco, pero... No tan... Así —pronunció con una mueca—. No quiero excusarlo, pero creo que tiene que ver más con la situación que tú, porque el...

—No necesitas callarte, ya me he enterado de este terrible triángulo amoroso donde está enamorado de Taehyung, quien es el prometido de un tal Jungkook que resulta ser su primo —dijo con tono tranquilo y completamente desinteresado.

—Los rumores...

—No sólo lo digo por los rumores, el mismo Yoongi me lo ha demostrado con acciones —le recordó—. ¿Debo de mencionar el día en que me abandonó en los establos? ¿O el mismo día de mi boda que me trato de un malvado ladrón?

—Lo siento... —dijo SeHun, bajando la mirada, para luego llevarla hacia un costado tras encontrarse con los desnudos muslos del doncel, quien seguía vistiendo la camiseta de lino con la cual dormía.

—Está bien, tú no tienes por qué disculparte por el comportamiento de otros —descartó totalmente ajeno a su vestimenta—. No es como si no estuviera acostumbrado a las malas palabras y al desprecio, soy más resistente de lo que crees —aseguró, observando curioso como el guerrero parecía observar concentradamente su rostro o cualquier otro lugar menos él.

—¿Por qué alguien te trataría así antes de llegar aquí? —pregunto con curiosidad.

—Solo digamos qué no era el hijo favorito de mi padre —respondió—. ¿Por qué no me miras ahora? —preguntó.

—Tu cuerpo se ve —explicó y el doncel observó su vestimenta y resopló.

—No me vestiré solo para tu comodidad —indicó, siguiendo con su desayuno.

—No, está bien, es mi culpa por aparecer sin aviso —aseguró.

—Dime, ¿a qué has venido? Porque dudo mucho que mi esposo te haya mandado por mí —expresó Jimin, observándole curioso.

—El jefe del clan me pidió que verificara si seguías durmiendo o no para informarte que desea hablar contigo en su casa —respondió.

—No hay problema, tan pronto como termine con mi baño iré con él —prometió, observando como ambas esclavas entraban en la casa con una tina reluciente.

—Le informaré entonces —asintió SeHun y observó a ambas mujeres—. Y aprovecharé de contarle sobre tal falta de respeto que había en esta casa ante un miembro de la familia Min —anunció observándoles con severidad antes de salir de la casa.

Un silencio totalmente ahogante y cómodo llenó la casa tras la partida del guerrero, y Jimin lo disfrutó mientras desayunaba tranquilamente.

—Lleven la tina a mi habitación junto al agua —ordenó el doncel, terminando con el resto de su comida.

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