༺ Capítulo XLIV ༻
En su habitación, Jimin se encontraba parado frente a la mesa en la cual mantenía todas las hierbas que había recolectado del bosque. Tan pronto como percibió que la mayoría de estas había bajado en gran cantidad, asintió tomando una decisión.
Ya era momento de ir al bosque nuevamente y recolectar más.
Ahora que todos sabían de sus habilidades para ayudar a sanar a las personas gracias a sus conocimientos, casi día por medio o cada día alguien se presentaba en su puerta y le mostraba su herida o le explicaba cómo se sentía. El pelinegro doncel les atendía en el interior de su casa con la ayuda de Hoseok y a cambio, por su servicio, las personas le dejaban algo, ya fuera pan recién horneado, huevos, carne, cerveza o galletas.
Gracias a eso, su despensa siempre estaba llena de alimentos sin la necesidad de que él o su tonto esposo, salieran a cazar algo, por la cual no había tenido razón para ir al bosque y aprovechar de recolectar más hierbas.
—Pero supongo que ya es momento de ir —decidió.
Cogiendo su bolso de cuero, el pelinegro doncel cruzó el tirante sobre su pecho y tomó la pequeña mesa de madera que Yoongi había llevado esa mañana a su habitación para poder disfrutar de un desayuno juntos, otra vez. Algo que parecía se había vuelto una muy buena costumbre desde aquella primera vez que lo hizo tras pedirle una oportunidad.
Sonriendo ladinamente ante los intentos del gran Min Yoongi por cortejarlo, Jimin salió de la habitación y observó extrañado como el joven esclavo seguía sin volver a casa aún.
Dejando la mesita en la cocina, al escuchar un ruido, el pelinegro doncel observó con curiosidad la ventana semiabierta debido a las frías ventiscas que ahora aparecían durante el día y no sólo en la noche.
Acercándose a esta, empujó más la puerta de madera y contempló tanto a su tonto esposo como a su joven amigo, y un par de hombre más, intentar bajar un mueble de una carreta.
Curioso, se alejó de la ventana y se dirigió a la puerta. Saliendo, observó un hermoso mueble con exquisito tallado en la madera.
Al verlo, Yoongi arrugó su frente y luego contempló al joven esclavo, quien al mirarlo, hizo el mismo gesto con una pequeña mueca culpable entre sus labios.
—¿Algo que quiera saber? —cuestionó alzando una ceja.
Saltando de la carreta, Yoongi se acercó y se quitó su capa. Sin preguntar nada, simplemente la colocó sobre los hombros del doncel y la amarró en el frente.
—No se suponía que te enterarías de esta forma, pero... Sorpresa —anunció y se movió para señalar el mueble.
—¿Sorpresa? —repitió el pelinegro doncel.
—Me di cuenta de que estabas utilizando la mesa en nuestra habitación para guardar y ordenar todas tus hierbas, por lo que hice este mueble más grande y con cajones para que pudieras ordenarlas mejor y tener más comodidad —explicó—. Namjoon me ayudó un poco con el diseño, tiene una segunda parte que son pequeños cajones que van arriba del mueble, de esa forma puedes almacenar más cosas. También conseguí algunos objetos de un comerciante que vino ayer, supuestamente ayudan con lo que haces.
Jimin parpadeó y observó entre el mueble y su esposo, sin poder creer que había pensado tanto en un simple objeto.
—¿Por qué? —preguntó.
—Te gusta —anunció Yoongi y se encogió de hombros—. Te he visto mientras ayudas a alguien herido o enfermo, aunque no digas nada, te agrada el poder ayudar a otros —explicó—. Siendo así, pensé que esto podría ayudarte con ello —observó el mueble.
Observando lo mismo que su tonto esposo, otra pequeña sonrisa creció entre los labios del doncel. Aunque no lo dijera, se sentía complacido de que Yoongi le hubiera observado tanto como para percatarse de ello.
—Se suponía que sería una sorpresa que encontrarías en la habitación, pero... Estabas aquí —le observó su pareja.
Jimin rió ante el pequeño tono acusatorio.
—No es culpa de Hoseok que volviera antes, solo fui a revisar a un pequeño, pero el niño estaba fingiendo estar enfermo para que su madre no lo mandara a entrenar con sus hermanos, tal parece que no le gusta manejar la espada —explicó—. Solo le di una excusa por hoy y le aconsejé que le dijera a la madre.
Observando la mueca silenciosa en el rostro del guerrero por no poder sorprenderlo, Jimin rió con un divertido cosquilleo en su vientre. Con una sonrisa en su rostro, se levantó en la punta de sus pies y besó su mejilla.
—Vamos a bajarlo todos juntos —indicó y se alejó primero.
Tan pronto como Yoongi le alcanzó en la carreta, entre todos ayudaron a bajar el mueble y lo llevaron al interior de la casa, en el dormitorio de ambos.
Sacando la mesa, ubicaron en el mueble en la esquina de la habitación y luego colocaron la segunda parte arriba de esta, que era un gran cuadrado lleno de pequeños cajones donde guardar las hierbas.
—Abre los cajones de abajo —instruyó Yoongi.
Curioso, el pelinegro los abrió y se encontró con más materiales que le ayudaban a realizar medicinas y ungüentos. Tomando uno que llamó su atención, revisó el pequeño fresquito transparente.
—¿Qué es esto?
—Me dijeron que servía para que guardaras cualquier cosa en el interior, le pones este tapón y así cuando le das vuelta no pasa nada —explicó demostrándoselo—. Pensé que te podría servir, pero tienes que tener cuidado porque el material es débil y se te puede romper si se te cae. ¿Te gusta?
—Es... Perfecto —reconoció Jimin, con sorpresa.
Se sentía satisfecho y un tanto emocionado de que Yoongi hubiera pensado absolutamente en todo.
—Aquí está la última parte —anunció Hoseok.
Observándolo, el pelinegro doncel se encontró con una estructura de madera que consistía en varillas amarradas en un extremo de un pilar más grueso.
—¿Para qué es eso? —preguntó y observó a su esposo.
—Namjoon pensó en ello cuando le dije que secabas algunas hierbas. Tienes que colocarlo cerca del fuego y colgarlas de las varillas —explicó.
—Fue una buena idea —reconoció.
—Debo de volver con mis deberes —anunció Yoongi—. Volveré para cenar juntos, si necesitas algo avísame —expresó y se retiró rápidamente.
Un poquito extrañado por la repentina huida del guerrero, Jimin observó la puerta de su habitación fijamente, preguntándose qué podría haberle hecho irse así.
—¿Y?
Observando al joven esclavo, el pelinegro doncel se encontró con una gran sonrisa en su rostro.
—¿Y qué? —preguntó.
—¿Te gustó el regalo? El señor Yoongi pensó mucho en ello al ver que pasabas la mayoría del día sentado en esa mesa, dijo que quería algo cómodo para ti e incluso pensó en una silla —exclamó con emoción.
Jimin rió ante su joven amigo, quien se veía muy extasiado por los regalos de su tonto esposo.
—Me gustó. Mucho —reconoció.
Con la puerta siendo golpeada, Jimin salió de su habitación dejando sólo al joven esclavo. Al abrirla, se sorprendió al encontrarse con su esposo nuevamente.
—¿Olvidaste algo?
Min Yoongi sonrió, y sacó detrás de su espalda una flor con pétalos lila.
—Es mi flor de hoy —anunció—. No creíste que la había olvidado, ¿cierto?
—No me la diste en la mañana —respondió, recibiéndola.
—Si te la entregara todas las mañanas no sería una sorpresa —indicó.
—Pero me la das todos los días —le recordó, oliendo el agradable aroma.
—Eso no quiere decir que no te lo puedo dar durante el día para que sea inesperado —argumentó.
—Por eso te fuiste repentinamente.
—Lo de seguir con mis deberes no es mentira, pero no habría sido sorpresa si te la daba en la habitación y tenía que sacarla del escondite —explicó—. ¿Vas de salida? —indagó señalando el bolso.
—Iré al bosque, estoy quedando corto con las plantas y la otra vez vi algunas que no alcance a recolectar —respondió.
Y ante la mirada de Yoongi, alzó una ceja.
—Hobi no puede acompañarme porque debe de preparar la cena y tú tienes que seguir con tus deberes —indicó—. Ahora conozco lo suficientemente bien el bosque para ir sin un guía.
—Lo sé —asintió Yoongi, con sus labios torcidos—. Pero me sigue preocupando que vayas solo. Hay animales salvajes y es tarde.
—Lo sé, los he visto —asintió el doncel.
Soltando un profundo suspiro, Yoongi llevó una mano a su espalda y luego volvió con ella al frente sosteniendo un pequeño cuchillo con su estuche de cuero.
Tomando la mano del pelinegro doncel, el guerrero dejó el cuchillo en ella y la sostuvo.
—Directo al cuello o corazón. Lleva también tu arco y flechas —indicó observando fijamente aquellos ojos plateados.
—Lo haré —prometió con una pequeña sonrisa ante la confianza de su tonto esposo.
Asintiendo conforme, el guerrero alzó sus manos y besó sus nudillos.
—Nos vemos para la cena —se despidió y presionó sus labios un poco más en su mano—. Y por favor... Ten cuidado.
Asintiendo con su garganta cerrada, el pelinegro doncel finalmente contempló a su pareja retirarse con ello.
Agachado en el suelo, el pelinegro doncel cortaba con entusiasmo algunas plantas que servirían especialmente para esa temporada de invierno. Con el frío cayendo, muchos pequeños comenzarían a padecer de fiebre, tos y dolor de garganta, según su experiencia, por lo que tenía pensado en recoger muchas hierbas que le ayudarían a hacer la medicina que aliviaría tal malestares.
Percibiendo ruido a su izquierda, el doncel se colocó en alerta y fingió seguir revisando las hierbas. Otra vez, el sonido de una ramita siendo pisada llegó hasta su oído. El doncel observó su arco a su costado y lo descartó, era mucho más rápido utilizar el arma que le entregó Yoongi.
Una vez el sonido estuvo lo suficientemente cerca, Jimin tomó el cuchillo que le había pasado Yoongi y se dio vuelta rápidamente con este en alto.
Solo que, cuando enfrentó a su contrincante, este lanzó un gran chorro de agua sobre él y luego comenzó a batir sus alas tan azules como el resto de su cuerpo con alegría.
Quitando el exceso de agua de su rostro, Jimin contempló al dragón de escamas azules y resopló ante la travesura del pequeño.
—Muy gracioso —dijo enfundando nuevamente el cuchillo—. ¿Esto es una venganza por no haber venido antes? —preguntó.
El dragón agitó sus alas nuevamente y luego expulso un poco más de agua por su hocico, provocando que quedara todo empapado. Y como si eso no fuera suficiente, otro dragón saltó sobre su espalda, logrando que fuera directo al suelo.
Ambos animales feroces parecieron chillar felizmente con su travesura, contagiando a Jimin con su alegría. Luego, una especie de rugido invadió el bosque y los dos respondieron.
—Esperen —pidió Jimin al ver que se retiraban—. Gracias por la flor —gritó al ver que ambos seguían con su camino.
Negando ante esos pequeños traviesos, el pelinegro doncel se levantó del suelo y observó con una pequeña mueca como toda su ropa y rostro quedó llena de lodo. Con la fría ventisca estremeciéndole por su ropa húmeda, Jimin terminó de guardar las cosas en su bolso y lo cruzó sobre su pecho.
Un pequeño chillido llamó su atención. Alzando la mirada, observó a un dragón un poco más grande que los dos traviesos, pero igualmente pequeño, dejar algo sobre una gran roca plana que lo dividía del bosque prohibido y luego se retiró.
Curioso por lo que había dejado, Jimin se acercó y cogió la misma flor que salvó la vida de su tonto esposo, y al lado de esta, una pequeña piedra totalmente blanca con una forma singular.
—Gracias —dijo a la nada.
Tomando ambos objetos, el doncel los guardó en el interior de su bolso y luego se alejó. Saliendo de las profundidades del bosque con el atardecer cayendo en las últimas luces, se dirigió hacia su casa ocultando su rostro con la capucha de la capa de su pareja.
Si alguien le llegaba a reconocer, estaba seguro de que harían un escándalo por la apariencia que tenía y querrían buscar a un culpable que no podía exponer. Se suponía que no podían entrar al bosque prohibido ni acercarse a este, por lo que no podía delatar las travesuras de los pequeños dragones o probablemente se metería en problemas.
Al menos, había alcanzado a recolectar todo lo que necesitaba antes de irse, y estaba satisfecho con ello.
Abriendo la puerta de su casa, se quitó la capucha y Hoseok jadeó al verlo.
—¿Pero qué te ocurrió? ¿Alguien te molestó? —exclamó con preocupación.
—Estoy bien, solo me caí en una posa de barro oculta en la hierba alta en el bosque —mintió—. ¿Puedes prepararme un baño antes de cenar?
—Por supuesto. Ya tenía agua calentándose, por lo que pronto estará listo —asintió.
—Perfecto, intentaré sacarme el lodo del rostro para no ensuciar rápidamente el agua —expresó.
Con el joven esclavo apresurándose a preparar la tina, Jimin se encargó de limpiar el lodo que había quedado en su rostro y manos, intentando quitar también aquel que quedó en su cabello.
—Ya está listo —anunció Hoseok—. Solo me falta un cubo de agua, pero ya puedes ir metiéndote para que tu cuerpo entre en calor —indicó.
Asintiendo, Jimin entró a su habitación y dejó su bolso en el nuevo mueble que Yoongi había preparado para él. Quitándose la horquilla que sostuvo su cabello, la guardó en la caja de madera que dejó sobre este.
Acercándose a la tina, se desvistió dejando toda la ropa sucia en el suelo y metió su cuerpo. Rápidamente, el agua cálida le cubrió, sacándole un suspiro de puro deleite ante sus músculos cansados y fríos.
Cerrando sus ojos, inclinó su cabeza hacia atrás y disfrutó. Cuando la puerta se abrió, siguió manteniendo sus ojos cerrados, y dejó que Hoseok llenara con más agua la tina hasta cubrir sus pezones.
—¿Quieres que te ayude a bañarte?
La repentina voz de su esposo provocó que el doncel abriera inmediatamente sus ojos, encontrándolo arrodillado al lado de la tina, observándole fijamente el rostro.
—Pensé que tardarías más en aparecer —expresó.
—No me iba a quedar más tiempo trabajando, sabiendo que te encontrabas en el bosque. Que confíe en que te sepas proteger no significa que no me preocuparé —indicó—. Hoseok me dijo que te caíste, ¿te lastimaste en alguna parte? —preguntó.
Pero su mirada se mantuvo fija en su cuerpo.
—¿No quieres mirarme? —cuestionó alzando una ceja.
—Estás desnudo.
—Porque me estoy bañando.
—No me dijiste que podía verte de esta forma.
—¿Es en serio? —preguntó un tanto divertido—. Creo que has visto muchos cuerpos desnudos a estas alturas.
—Ninguno eras tú. Ninguno de ellos me interesaba —aclaró—. Si quiero intentar algo, quiero tu consentimiento para ello —expresó observándole fijamente con aquellos oscuros ojos.
—¿Y qué quieres hacer? —preguntó, curioso.
—Bañarte. Solo eso —prometió.
—¿Por qué?
—Mi excusa sería porque deseo compensarte por aquellas veces que me ayudaste estando en cama, pero mi deseo es aprovecharme de la situación y así tocar tu suave piel y acariciar tus dulces curvas —expresó sincero.
Y Jimin parpadeó, porque en esos oscuros orbes, contempló el deseo sincero y el anhelo.
—Nunca... Uhm —aclaró su garganta—. Nadie me ha tocado de ninguna forma.
—Solo quiero bañarte, Jimin. Lo prometo. También mereces tener ese tipo de cuidado luego de un largo día.
—Solo fui al bosque a recolectar plantas y me caí —indicó divertido—. Además, ya confesaste que era una excusa para tocarme.
—Es un poco difícil dormir con tu cuerpo apegado al mío sin poder hacer más que abrazarte —reconoció—. Encenderé el fuego y te dejaré descansar —decidió repentinamente.
En silencio, el pelinegro doncel le observó hacer precisamente aquello, sin insistir más en bañarle. Lo cual, sí fue un poquito decepcionante.
El fogoso deseo que podía apreciar en aquellos ojos intensos era algo... Atractivo y adictivo.
Nunca nadie lo había mirada como Yoongi lo hacía.
No era un simple deseo por tener su cuerpo, había algo más oculto en su mirada lo que le tenía atrapado.
—Esperaré en la sala —anunció el guerrero.
—Me vendría bien algo de ayuda con mi cabello —anunció, sin mirarle—. Es mejor peinarlo estando húmedo —comentó.
Por supuesto que Yoongi entendió inmediatamente lo que su pareja quería decir con ello. Colocando una silla detrás del pelinegro doncel, el guerrero tomó la peineta y se sentó detrás de Jimin.
Tan pronto como el pelinegro doncel sintió a su pareja peinar su largo cabello, se relajó otro momento. El sentir como su cabellera era peinada cuidadosamente producía una sensación relajante mucho más que el agua caliente.
Solo una vez que sintió que era más difícil el levantar sus párpados, que se enderezó brevemente y comenzó a lavar su cuerpo en un cómodo silencio que nunca pensó que realmente podría disfrutar con su esposo.
—Ya está listo —anunció Yoongi.
Su tono, era mucho más grave de lo normal y carraspeó su garganta un poco, obviamente afectado de ver el cuerpo del doncel desnudo y mojado.
Con una pequeña sonrisa traviesa, Jimin le observó sobre su hombro.
—¿Quieres lavar mi espalda? Generalmente se lo pido a Hoseok, pero si estás aquí...
Yoongi lamió sus labios y asintió firme. Corriendo todo su pelo para el frente, Jimin le mostró su desnuda espalda y le entregó el trapo con el cual se estuvo lavando.
El tiempo siguió transcurriendo y el doncel no sintió que su pareja se moviera. Confuso, observó sobre su hombro y contempló justo el momento en que Yoongi acariciaba con la punta de sus dedos una de sus cicatrices.
Recordando que la mayor parte de su cuerpo estaba cubierta con cicatrices viejas, Jimin se sintió incómodo. No se suponía que los donceles tuvieran alguna clase de marca en su cuerpo, su piel tenía que ser tan suave y perfecta como la de su hermano Baekhyun o la de SeokJin.
—Déjalo, cambie de parecer —anunció se inclinó hacia adelante para alejarse de su mano—. No tienes que ver algo desagradable.
—Me disculpo de ante mano —anunció Yoongi repentinamente.
Confuso por sus palabras, Jimin le observó y el aliento quedó atrapado en sus pulmones al contemplar como Yoongi se inclinaba y besaba una de sus cicatrices, específicamente, la más fea y larga que tenía producto de una caída.
Pero Yoongi no sólo se mantuvo en ella, sino que colocó sus labios en cada marca que encontró en su espalda y hombros.
—Eres hermoso tal y como eres, pero de ahora en adelante, no dejaré que ninguna más sea colocada en tu cuerpo —juró.
Volviendo su vista al frente, Jimin luchó contra el repentino ardor en sus ojos y disfrutó de las manos de su... Tonto esposo, lavando su espalda.
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Subiré unas fotitos del cap en insta mis copitos, se me cuidan un montón <3
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