༺ Capítulo LXXXVI ༻


Aprovechando que solo caían unos pocos copos de nieve sin viento ni nada, Jimin se encontraba en el borde del bosque que estaba en la parte trasera del abuelo Min. Bueno, tal vez se había dejado llevar y en realidad se profundizó más en este, queriendo aprovechar su tiempo con los jóvenes dragones luego de varios días sin poder verlos debido a la tormenta que, hasta hacia poco, estuvo atormentando todo el clan.

Supuestamente, el doncel debería de estar utilizando la hermosa capa que Yoongi le había regalado, pero como Jimin sabía lo travieso que podían ser los pequeños dragones, es que optó por dejarla en su habitación, sin deseo alguno de ensuciarla o que se viera arruinada en una travesura.

Por supuesto, siendo que se estaba exponiendo a la nieve que se había acumulado afuera, Jimin no pudo negarse a utilizar las botas hechas del mismo material, ya que le ayudaban a mantener sus pies calientes. Y gracias a que Yoongi hizo un camino entre la nieve, despejándolo con una pala solo para él, para que pudiera caminar cómodamente, su pie no estaba siendo forzado.

Había sido un gesto innecesario, pero bonito. Uno de los tantos que el guerrero tenía con Jimin, que sin saber, solo estaba alimentando más esa pequeña esperanza que volvía a florecer en el interior del doncel, cada vez volviéndose más fuerte mientras más tiempo pasaban juntos.

El solo recordar como Yoongi espero hasta el último segundo porque le diera una señal, como había elegido acompañarle y quedarse con él antes de seguir y apoyar a su propio hermano, esa cálida cosa en su interior se volvía a extender, colocando una pequeña sonrisita entre los gruesos labios del doncel cada vez que pensaba en ello.

Tal vez Yoongi ya lo sabía, o tal vez no, pero con cada acción, con cada elección que estaba tomando, poco a poco estaba ayudando a sanar la cansada y lastimada alma del doncel.

Por supuesto, con cada paso que el tonto guerrero lograba dar, abriéndose paso en él nuevamente, Jimin se asustaba, ya que temía volver a confiar solo para ser defraudado otra vez, pero esa pequeña chispa de esperanza no parecía querer apagarse solo por el miedo.

Una parte dentro de él quería creer, deseaba volver a luchar y seguir adelante, y era precisamente aquella, la que le susurra que lo hiciera, que volviera a confiar, que le diera esa oportunidad a su tonto guerrero para volver a intentarlo, para volver a estar... Juntos.

Y una más pequeña, antipática y retraída, que se aferraba a la oscuridad y a lo que le habían hecho, le susurraba que, aunque lo intentara, de nada serviría, ya que una vez Yoongi escuchara todo lo que le hizo Min-Hyuk, como profano y ensucio su cuerpo, le volvería a dejar, terminando de romperlo.

Era una pequeña lucha interna que se estaba librando dentro del doncel, y que, afortunadamente, gracias a la constante presencia del guerrero más sus acciones, aquella voz que apoyaba el deseo de seguir adelante, estaba agarrando más fuerza por la esperanza que Yoongi animaba en él.

Por supuesto, el pelinegro doncel sabía que no sería un camino fácil, ni corto, pero... El que tuviera el deseo de caminar por este, era lo que estaba animando a Jimin.

¿Era lo correcto?

No lo sabía, pero... Con cada día que estaba pasando junto a Yoongi, cada vez sentía con más fuerza, que podría volver a ser lo que un día fue. Solo... Necesitaba un poco más de tiempo para estar seguro.

Sintiendo como un poco de agua era lanzada en su rostro, Jimin jadeó sorprendido y observó al joven dragón de escamas celestes que trino y bateo sus alas alegremente por su travesura.

—De acuerdo, entiendo. Si vine a verlos debería de estar dándoles toda mi atención —comprendió el doncel—. Pero en mi defensa, tengo que aprovechar cuando Yoongi no está apegado en mi espalda para poder desenredar todo este lío en el que me he vuelto —comentó.

El pequeño dragón blanco, el cual a diferencia de los demás solo había crecido unos pocos centímetros desde que lo había visto, chillo y se alzó en sus patas traseras para apoyar las delanteras en la pierna de Jimin. Aguachándose, el doncel le sonrió y acarició su cabeza.

—No, está bien, él se ha... Ha sido mejor de lo que esperaba —aseguró al pequeño dragón.

Esos ojos celeste hielo le observaron fijamente, y Jimin realmente sintió que estos estaban viendo a través de su alma, antes de que el dragoncito restregara su cabeza en la pierna del doncel, como si aceptara sus palabras. Retrocediendo, este fue con sus amigos nuevamente para seguir jugando.

No deseaba concentrarse mucho en su situación, porque ciertamente sabía que el miedo comenzaría a crecer creando más dudas que solo lo harían estancarse, era por ello que solo dejaría que todo siguiera su transcurso, tomándose su tiempo como le aconsejó SeokJin, para seguir adelante poco a poco, con pasos lentos, pero seguros, que le terminarían llevando nuevamente a su camino.

O al menos así lo esperaba Jimin.

Jugando otro poco con sus amigos dragones, todo se detuvo cuando cierto gruñido sacudió el bosque. Pero en vez de sentirse amenazador, era más bien como un llamado para que volvieran a casa, uno, que las pequeñas bestias instintivamente respondieron, dejando de jugar instantáneamente con el doncel.

—Ya tienen que volver, ¿no? —preguntó.

Miradas tristes se posaron sobre el doncel y Jimin les calmó con una sonrisa.

—Está bien, trataré de venir a verlos más seguido —prometió—. Yo también tengo que volver ahora, alguno de ustedes se le fue una pata con sus travesuras —indicó señalando su ropa húmeda y un poco sucia.

Acariciando a cada uno de ellos en forma de despedida, Jimin se levantó del suelo y sacudió la nieve y tierra de ropa, pero con la nieve derritiéndose, la tierra solo se apegó en ella. Rindiéndose ante el caso perdido de sus prendas, el doncel decidió volver a la casa del abuelo Min para cambiarse, pero con lo único que el pelinegro doncel realmente no contó, fue que una suave ventisca comenzaría a correr, provocando que su húmeda ropa se congelara sobre su piel, logrando con ello que toda su temperatura corporal bajara rápidamente.

Abrazándose a sí mismo para detener los temblores, Jimin caminó a través del bosque con los jóvenes dragones siguiéndole de cerca, acompañándole. Percibiendo un ruido extraño, el doncel se detuvo automáticamente y observó a su alrededor, alerta. Al mismo tiempo, los dragones se detuvieron instintivamente y le imitaron

—Tal vez... ¿Alguien los ha venido a buscar? —preguntó mirando con atención a su alrededor.

Y como si estuvieran diciéndole al doncel que su idea estaba equivocada, los dragones más altos se colocaron ante Jimin, mientras que los más bajos lo rodearon completamente. Emitiendo un bajo gruñido, el pequeño dragón blanco subió hasta el hombro del pelinegro doncel y observó fijamente en la misma dirección que los demás, alertando al humano.

Sintiendo como sus músculos comenzaban a tensarse de forma dolorosa, Jimin se abrazó con más fuerza y observó en la misma dirección que los demás. Con el ruido volviendo a aparecer, esta vez escuchándose mucho más cerca, el cuerpo del doncel bien pudo haber temblado por el miedo, o por la fresca ventisca que sacudió al bosque, Con un mal presentimiento, el pelinegro doncel retrocedió hasta que se estrelló con uno de los dragones y se detuvo.

Presenciando como los grandes arbustos vestidos de blancos se movían ante ellos, Jimin tragó, prácticamente escuchando el latir de su corazón contra su oído. Pronto, las ramas de estos fueron abiertas, y al mismo tiempo en que todo el cuerpo del doncel se sacudió en miedo, SeHun salió entre ellos.

—Jimin —pronunció con una sonrisa al verlo.

La tensión siguió apoderándose del cuerpo del doncel a pesar de encontrarse con el ex guerrero, y cuando este intentó acercarse, Jimin agradeció mentalmente a sus amigos dragones, ya que estos inmediatamente se movieron impidiéndoselo con un ruido amenazador. Y como si eso no fuera suficiente amenaza, aquel con escamas celeste, escupió algo parecido a un soplo helado que hizo a SeHun retroceder.

—Está bien, yo no soy el enemigo —aseguró el esclavo y observó al pelinegro doncel, como esperando que este lo confirmara.

Cosa, que por supuesto que Jimin no lo hizo. No cuando se sentía con incómodo con la presencia del contrario.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó.

Otra sombra más grande apareció detrás de SeHun, y Jimin reconoció a aquel dragón que apreció antes dando vueltas por el bosque. Aquello le advirtió que los dragones no estaban precisamente muy felices con la invasión del hombre.

—Vi que entrabas al bosque solo y me preocupé —explicó SeHun—. Peleaste con Yoongi otra vez, ¿cierto? No es necesario que vuelvas a esconderte con los dragones si no tienes un lugar a donde ir, puedes venir conmigo.

—No —rechazó, firme—. No he peleado ni discutido con Yoongi y no necesito de tu ayuda.

—Jimin, no tienes que ser tan terco. Está bien admitir que necesitas ayuda, que me necesitas.

—No, no lo hago. Al menos, no a ti —aclaró—. Y por tu seguridad, sería bueno que no intentaras acercarte a mí otra vez, mucho menos que intentes ir por este lado del bosque, o aquellos que viven aquí terminarán matándote.

Y para demostrar que el doncel estaba diciendo la verdad, el dragón detrás de SeHun resopló cerca de este, asustándolo.

—Lo hice porque estaba preocupado por ti, a diferencia de Yoongi, que te dejó solo —aclaró el esclavo, observando alerta al gran dragón.

—Mira, si no te necesite antes, mucho menos lo hago ahora, por lo que me gustaría que detuvieras toda esta mierda. Y deberías de hacerlo antes de que los demás terminen lidiando contigo —indicó y se dio media vuelta para alejarse.

—Si le dices a los dragones que no me hagan nada como hiciste con Yoongi, estaré bien —expresó SeHun.

Deteniéndose, Jimin le observó sobre su hombro con cierta irritación.

—Uno, yo no tengo por qué hacerlo. Y dos, para tu información, yo no hice nada por Yoongi, él solo se ha estado ganando la confianza de los dragones con su esfuerzo —aclaró.

Ignorando cualquier otra palabra del esclavo, Jimin siguió con su camino hacia la orilla del bosque en compañía de los jóvenes dragones, quienes impidieron totalmente que SeHun se acercara, a pesar de que el muy idiota intentaba seguirlo.

Una vez la casa del abuelo Min estuvo cerca, el doncel inmediatamente aprecio a Yoongi esperando por él, observando casi con desesperación hacia el bosque con un gran dragón oculto entre los árboles mirando al guerrero, asegurándose de que no cruzara hacia sus tierras.

—¡Jimin! —exclamó Yoongi tan pronto como le observó.

Sin dudarlo, el guerrero corrió a través de la nieve para llegar con él. Una vez estuvo lo suficientemente cerca, el doncel dejó de refugiarse en el dragón más alto y fue al encuentro con Yoongi. Y en ningún momento, algunos de los dragones se interpusieron en el camino de ambos.

—¿Estás bien? ¿Qué sucedió? ¿Por qué te adentraste tanto? —cuestionó con ojos preocupados recorriendo todo el cuerpo de su doncel.

—No me di cuenta de que me había adentrado tanto —confesó con su cuerpo temblando.

Maldiciendo al percatarse de ello, el guerrero se quitó su capa y la colocó en los hombros de su doncel.

—Maldición, cariño, estás helado —percibió el guerrero—. Te tomaré en brazos y correré hacia la casa, ¿de acuerdo? Estuviste mucho tiempo afuera, necesitas entrar en calor.

Sintiendo como su mentón comenzaba a temblar sin control, Jimin asintió y permitió que el guerrero le tomara entre sus brazos. Tan pronto lo hizo, Yoongi observó hacia un costado al percibir que aquel gran dragón dejó escapar algo de fuego, derritiendo la nieve que hizo una clara línea entre ellos y SeHun. 

—¿Qué haces aquí? —cuestionó Yoongi.

—Vine por Jimin.

—Ni en tus putos sueños te atrevas a tocarlo —gruñó.

Y como si los demás dragones percibieran realmente quién era el problema ahí, comenzaron a emitir sonidos amenazadores a SeHun, lo cual no pareció sentarle muy bien al guerrero, ya que estos no le hacían nada a Yoongi.

Por un momento, Yoongi sintió la tentación de aprovechar la oportunidad para poner en su lugar a ese idiota, pero con su esposo temblando entre sus brazos, el guerrero dejó que esos jóvenes dragones se encargaran de esa molestia por ahora y se dirigió hacia la casa de su abuelo. Y por primera vez, Min Yoongi se sintió realmente feliz de escuchar a aquel gran dragón rojo escupir de su fuego, ya que no estaba dirigido hacia él.

—¿Qué estabas haciendo? ¿Por qué toda tu ropa se siente helada y mojada? —cuestionó dándole una rápida mirada a su doncel.

—Estábamos jugando, uno de los dragones es travieso y a veces no puede controlar su poder, me mojó sin intención —explicó Jimin, temblando ligeramente—. Ni siquiera me había dado cuenta de que tan mojado estaba, hasta que el viento comenzó a soplar otra vez —dijo cerrando sus ojos un momento.

—No te duermas —advirtió Yoongi con preocupación.

—No me estoy durmiendo, solo te mueves mucho y me mareo —refunfuñó.

Observando preocupado ese hermoso rostro pálido, el guerrero no pudo evitar que sus labios se estiraran en una sonrisa leve al encontrar su nariz tan arrugada como esos gruesos belfos. Rodeando rápidamente la casa, Yoongi cruzó la puerta y se encontró con su abuelo.

—¿Qué ocurrió contigo, muchacho? —cuestionó Gook-Hwan observando a Jimin.

—Los dragones y sus travesuras pasaron —respondió Yoongi.

—Puedes bajarme ya —pronunció Jimin en tono bajo.

Pero así como no hizo esfuerzo alguno por bajarse de los brazos de Yoongi, el guerrero ni hizo el intento de dejarle.

—Que alguien prepare un chocolate caliente y lo suba a su habitación —ordenó.

Sin esperar respuesta, el guerrero se dirigió a las escaleras y subió al segundo piso. Solo una vez llegó a la habitación del doncel, que lo dejó con cuidado sobre sus propios pies.

—Necesitas quitarte esa ropa húmeda —instruyó quitándole su capa, la cual se había humedecido también.

Asintiendo, Jimin alzó sus manos y luchó con dedos temblorosos para quitarse su capa. Soltando un suspiro frustrado al tener problemas, contempló con silenciosa sorpresa como otro par de manos aparecían y Yoongi le ayudaba quitándole la capa, y desabrochando el resto de los botones de su ropa. Deteniéndose, le observó directamente.

—¿Necesitas ayuda para quitarte la ropa?

Jimin negó en silencio.

—Perfecto, encenderé el fuego —anunció alejándose y dándole algo de privacidad al mostrarle su espalda.

Concentrando únicamente en encender el fuego, Yoongi esperó hasta que Jimin le dijo que podía voltearse. Observando al doncel temblando suavemente, cubriendo su cuerpo con una manta, el guerrero se preocupó e inmediatamente fue con él. Tomando otro par de la cama, cubrió a su doncel con ellas y luego lo tomó entre sus brazos nuevamente.

—No necesito tantas mantas —murmuró Jimin.

—Si lo haces.

Acercándose a la chimenea, el guerrero actuó sentándose sobre el montón de pieles y mantas frente a esta y acomodó a Jimin en su regazo, sentándolo en el espacio entre sus piernas para que pudiera recibir todo el calor del fuego en el frente, y al rodearle con sus brazos y guiarle apoyar su espalda en su pecho, le compartió de su propio calor.

—Sé que esto no te gusta, pero te dejaré cuando logres entrar en calor —prometió al sentir como el cuerpo de su doncel se tensaba en respuesta.

Cuando la puerta se abrió, el cuerpo del pelinegro doncel saltó e instintivamente, se apoyó más en Yoongi, hasta que vio a su joven amigo adentrarse con una expresión preocupada.

—¿Qué sucedió? —exclamó Hoseok.

Acercándose, el joven esclavo entregó una taza de chocolate caliente, la cual recibió Yoongi por Jimin, y sopló sobre ella antes de ayudar al doncel dándole un sorbo.

—Esto no será suficiente, prepara un caldo caliente —ordenó Yoongi y el joven esclavo asintió rápidamente.

—Eso no es necesario, pronto estaré entrando en calor —descartó Jimin.

Pero tan pronto como se encontró con la mirada reprobatoria de su joven amigo, y sintió la mirada severa del guerrero en su nuca, el doncel guardo silencio y saco sus manos entre las mantas para tomar otro sorbo de chocolate caliente, sin siquiera hacer el intento por debatir algo que ambos contrarios parecían ya haber decidido.

Cuando Hoseok dejó la habitación prometiendo volver pronto, Jimin suspiro contemplando el fuego.

—No hice nada malo —soltó.

—Nunca dije que hiciste algo malo —indicó Yoongi.

—Pero me miras de una forma que dice que sí —refunfuñó por lo bajo.

—Solo es preocupación —anunció moviendo una mano de arriba hacia abajo por uno de sus brazos, solo intentando de que la piel fría entrara en calor nuevamente.

Y observando aquel gesto, Jimin no pudo evitar fruncir el ceño al sentir cierta familiaridad con el gesto. Y no se trataba de un recuerdo de las noches que pasaban juntos frente a la chimenea en su casa cuando estaban bien, se sentía... Como algo mucho más reciente.

Como algo que había estado ocurriendo solo ahora.

¿Por qué... Lo sentía casi como, la figura protectora que aparecía en sus sueños y lo salvaba de sus pesadillas?

Inseguro, Jimin giró su cabeza e intentó observar al guerrero.

—¿Qué sucede? —pregunto Yoongi.

Separando sus gruesos labios, la pregunta simplemente quedó atrapada en su garganta, sin querer salir y tener una respuesta negativa.

—No es nada... —negó, volviendo su mirada hacia el frente.

—¿Necesitas que me aleje? Solo debes de aguantar un poco más, hasta que me asegure de que has entrado en calor, pero si te sientes mal...

—Estoy bien —interrumpió Jimin con tono firme, sorprendiendo a ambos—. Si necesitara alejarme, ya lo habría hecho —prometió.

Observando la nuca de su pareja, Yoongi sonrió sintiendo que había logrado avanzar un poco con su doncel y apenas resistió la tentación de abrazarlo con más fuerza.

—Así que, ¿un pequeño accidente? —indagó el guerrero, deseando escuchar más de la voz de su esposo. Queriendo aprovechar ese pequeño momento de paz juntos.

—No fue su culpa, solo estábamos jugando —respondió.

—Prométeme que tendrás más cuidado y que llevarás a Hoseok contigo —pidió.

—¿Y si digo que no?

—Te seguiré y me tocará esperar fuera del bosque, muriendo de preocupación mientras me pregunto si algo te ha pasado —respondió con tal honestidad, que el doncel sintió su pecho cálido otra vez.

—De acuerdo, iré con Hoseok —aceptó y le observó de reojo, curioso—. En cierta forma, me sorprende que no hayas aparecido antes. Tan pronto como comencé a alejarme de la orilla —comentó.

—La conversación que estaba teniendo con Namjoon me distrajo —reveló.

Y algo en su tono, le advirtió al doncel que debía de preguntar al respecto.

—¿Qué sucede? —preguntó, acomodándose para poder observarle mejor—. ¿Es por lo del clan Hwang? ¿A Namjoon le fue mal?

—No, todo fue bien con eso —aseguró y torció sus labios en una mueca—. Pero... Hace poco le informaron a Namjoon que un barco estaba acercándose, y por la ruta en la cual viene, creemos que puede ser de tu clan desde que dijiste que tu padre vendría —explicó y el desagrado paso por el rostro del doncel.

—No creí que vendría a estas alturas, realmente —pronunció con pesar.

—¿Qué es lo que quieres hacer?

La repentina pregunta de Yoongi tomó por sorpresa al doncel.

—¿Yo?

—Sí —asintió, con firmeza—. Si no quieres que se queden, solo los echaremos de aquí.

—Estás loco, se supone que hay una alianza —le recordó.

—Eso no me importa si solo han venido para hacerte sentir mal —expresó frunciendo el ceño—. Recuerdo perfectamente cada cosa que me contaste sobre ese clan y lo que viviste ahí, no quiero que esas personas pisen nuestras tierras si solo han venido para molestarte, y no me interesa ir a la guerra con tal de que estés bien y sin preocupaciones.

Observando la determinación en el rostro del guerrero, Jimin negó y se apoyó en Yoongi, permitiendo que los brazos de este le rodearan nuevamente.

—Estás loco —murmuró.

—Por ti.

—Eso no lo hace sonar mejor —resopló y admiro el fuego apoyando su cabeza en su hombro—. Primero hay que ver quienes vienen, por mucho que Bae hubiera dicho que mi estúpido padre quiere verme, no creo que viniera realmente en persona para ello.

—De acuerdo, le diré a Namjoon. Pero, recuerda, si no los quieres aquí, solo tienes que decírmelo y yo me encargaré del resto. Estoy contigo ahora, nada ni nadie te molestará —aseguró Yoongi en un bajo tono seguro, y saturado de cariño.

Asintiendo en silencio, Jimin observó el fuego, sumergido en sus propios pensamientos, intentando recordar cuando es que había escuchado aquellas palabras.

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