༺ Capítulo LXXXIII ༻
Con la tormenta de nieve teniendo una pausa, Jimin se encontraba parado cerca de la casa, observando al pequeño dragón blanco juguetear con los otros jóvenes dragones que se habían acercado a saludarles. En un principio, el pelinegro doncel se había sorprendido por la visita de sus pequeños amigos y disfrutó con ellos, pero con la helada corriente de viento que soplaba de vez en cuando, pronto les dejó y se refugió bajo el techo que rodeaba la casa del abuelo Min.
Contemplando lo alegre que se veía la pequeña bestia al jugar con sus compañeros, Jimin suspiró y sus labios se estiraron en una leve sonrisa al recordar a su corcel, su pequeño Min Silver. Con todo lo ocurrido, se había olvidado totalmente de la presencia de aquella pequeña vida, y las ganas de saber cómo se encontraba cada vez crecía más en el doncel, deseando saber cómo la estaba pasando con ese crudo invierno.
—Tal vez... Debería de ir y ver cómo está... —murmuró pensativo.
Aunque en realidad, Jimin solo necesitaba un momento para aclarar su mente sin esa constante mirada que estaba a su espalda, un par de pasos lejos, siempre atento a cualquier movimiento que hiciera. La constante presencia de Min Yoongi podía sentirla algo reconfortante, pero cuando quería aclarar un poco todos sus sentimientos y emociones, no era exactamente lo ideal.
Concentrándose en sus jóvenes amigos al percibir ruidos que eran entre gruñidos y silbidos, Jimin contempló como caminaban de vuelta hacia el bosque, jugando entre ellos, mientras que su pequeño amigo de blancas escamas se quedaba ahí, observando como se iban con su cola agitándose tanto como sus patitas, siendo obvio que deseaba ir con ellos y seguir jugando.
Pero solo una cosa le detenía de hacer exactamente aquello, y era él.
Sin dudarlo, Jimin se arropó más con su delgada capa y salió de la protección del techo para acercarse hacia su pequeño amigo. Aguachándose para estar a la misma altura que este, el doncel alzó una mano y la colocó en la pequeña cabeza.
—Ve con ellos.
Como si comprendiera sus palabras, el pequeño dragón blanco le observó en un rápido movimiento y trino suavemente para él, como si se estuviera quejando.
—Estoy bien, ya comprobaste que nadie aquí me hará daño, puedes ir a jugar con tus amigos y quedarte con ellos o volver si es lo que quieres —expresó acariciando su pequeño cuerpo.
Aquellos ojos celeste hielo observaron al doncel unos largos minutos, y luego desvió su mirada sobre Jimin. Cuando sus preocupaciones parecieron calmarse, el dragoncito empujó su cuerpo en la pierna del doncel, como si se hiciera cariño con ella, y seguido corrió utilizando sus pequeñas alas de vez en cuando para alcanzar más rápidamente a sus amigos, perdiéndose en las profundidades del bosque.
Observando fijamente en dirección al bosque, Jimin se quedó quieto, esperando por si cambiaba de opinión, y cuando fue obvio no lo haría, analizó como se sentía respecto a ello.
A pesar de que la compañía del pequeño dragón blanco fue gran razón por la cual pudo volver al pueblo confiando en que nada malo le pasaría, en realidad... El terror no tocó su cuerpo aún con la ausencia del dragoncito. Sí, Jimin sentía algo de nerviosismo por no tenerlo a su lado, pero... No había nada de miedo, y eso... Era una buena señal esperanzadora, o al menos eso esperaba.
Sintiendo como su pie comenzaba a protestar por el peso que estaba colocando sobre este, Jimin se enderezó y todo su cuerpo se inclinó hacia un costado al perder el equilibrio. Por supuesto, el doncel ni siquiera alcanzó a tocar la nieve, antes de que unas fuertes manos cálidas y cuidadosas lo sostuvieran y enderezaran. Pero así como aparecieron rápidamente, desaparecieron de igual forma.
Girando su cabeza hacia su izquierda, el pelinegro doncel se encontró con su ex esposo, quien por supuesto que le había seguido y mantenido cierta distancia en silencio. Y era... A quien el pequeño dragón había observado antes de tomar la decisión de volver con sus amigos.
—¿Realmente piensas seguirme a todos lados? —preguntó, enfrentándole.
—No pienso volver a dejarte solo —expresó firme.
Y extrañamente, ese pequeño nerviosismo que había dejado la ausencia del dragoncito blanco se alivió con dicha seguridad que exudaba del guerrero tanto en su mirada, tono y cuerpo.
Con el cuerpo del pelinegro doncel estremeciéndose ante una helada ventisca, Yoongi juntó sus cejas y le observó más a detalle, sin gustarle para nada lo sonrojadas que estaban sus mejillas y su pequeña nariz.
—¿Piensas volver a la casa? —indagó.
Mirando hacia la dirección en donde se encontraban los establos, Jimin mordisqueó suavemente su relleno labio inferior y negó antes de observar al guerrero.
—Iré a los establos, quiero ver cómo está Silver —decidió.
Considerando el frío que había y como su cuerpo se encontraba temblando, Jimin se estaba preparando para discutir con Yoongi ante su negatividad, pero en vez de rechazar sus palabras, su ex esposo se quitó la capa que estaba utilizando, confundiendo al doncel.
—¿Qué haces?
—Te estás congelando —indicó y luego, con movimientos lentos, la colocó sobre los hombros del doncel.
Una calidez reconfortante envolvió el cuerpo de Jimin, y cuando el guerrero la abrochó en el frente y le colocó la capucha, se vio rodeado del varonil aroma de Yoongi. Su cuerpo se estremeció suavemente, sus ojos se cerraron por un momento y su tonta mente imaginó que estaba siendo rodeado por los brazos de su ex esposo, y al inhalar profundamente dicha esencia, dulces recuerdos aparecieron en el doncel.
—Aunque parezca que la tormenta se ha terminado, no es buena idea pasar mucho tiempo fuera de la casa. Nunca sabes cuanto tiempo durará la pausa o cuando volverá la tormenta —comentó retrocediendo un paso.
Levantando los párpados, aquellos plateados ojos observaron directamente al guerrero.
—¿Cuánto tiempo crees que durará?
—No lo sé —negó—. Puede ser solo un momento o hasta la noche, nadie lo sabe con certeza —respondió—. Lo mejor es permanecer en casa y no salir a menos que sea necesario.
Pensativo, Jimin asintió comprendiendo y decidió cambiar su destino entonces. Por mucho que deseaba ver cómo se encontraba su corcel, había un tema que se ancló en su cabeza sin querer salir tras escuchar de ello.
—Entonces, aprovecharé e iré a dar un vistazo a Jungkook —decidió—. Los escuché hablar más temprano con Namjoon, están preocupados porque no muestra mejora.
Yoongi le observó inseguro.
—¿Estás seguro de ello? Te sigue molestando estar rodeado de personas —indicó.
—No es el estar rodeado, es que me toquen sin mi permiso —aclaró y pasó por al lado de este—. Puedo hacerlo, Yoongi, si puedo contigo, también con otros.
—Sé que puedes hacerlo, siempre has sido la clase de doncel que puede superar todo —expresó el guerrero, siguiéndolo.
Presionando sus gruesos labios juntos, sin saber cómo responder a ello, Jimin rodeó la casa y entró un momento para buscar su bolso con hierbas.
—¿Vas a salir?
Observando hacia la entrada de su habitación, Jimin se encontró con su joven esclavo parado bajo el marco de la puerta con una manta rodeando sus hombros.
—Escuché que Jungkook aún no mejora, quiero ver por qué —respondió tomando su bolso.
—¿Quieres que vaya contigo? —preguntó Hoseok y tosió.
—No es necesario, te acabas de mejorar y afuera está haciendo un frío horrible —expresó con una suave sonrisa.
—Pero... No puedes ir solo —exclamó el menor con preocupación.
—¿Realmente crees que cierta persona me dejará salir solo? —resopló Jimin un tanto divertido—. Estaré bien, y en caso de que me comience a sentir mal, solo volveré —prometió.
Hoseok le observó inseguro, obviamente teniendo problemas con dejarle ir solo.
—Al menos, ¿puedo mantener la chimenea en tu habitación encendida para que tenga el lugar calentito al volver? —pidió.
Volviendo la mirada hacia su alrededor, aquellos plateados ojos se fijaron en la chimenea cuyos restos de ceniza y carbón seguían ahí, recordándole algo.
—Anoche tuve pesadillas, ¿cierto? —preguntó volviendo la mirada a su amigo.
—¿No lo recuerdas?
—No. Solo sé que, cuando desperté, estabas al lado de la chimenea —expresó en un suspiro—. Tal vez fue el sentir el calor lo que hizo que no pasara tan mala noche, pero no quiero que te levantes si me escuchas gritar, no es necesario que pases toda la noche a mi lado, solo hará que vuelvas a caer.
—Estoy bien —aseguró Hoseok—. No me molesta ayudar así.
Jimin arrugó su nariz.
—¿Grite muy fuerte? ¿Desperté a alguien más?
El joven esclavo dudó un segundo antes de negar.
—Solo te escuché porque estoy al lado de ti, y cuando tu cuerpo entró en calor, tus pesadillas se calmaron en parte —expresó Hoseok observando hacia la chimenea.
Aunque no mentía del todo, no le sentaba bien al joven esclavo mirar directamente al doncel cuando no le decía la verdad por completo.
—Eso es bueno —suspiro Jimin—. Puedes quedarte aquí si vas a encender la chimenea, no creo que tarde mucho —aseguró.
—¿Querrías un chocolate caliente al volver? —pregunto Hobi.
Dudando un momento, Jimin asintió casi de forma imperceptible y luego se retiró de la habitación tan rápido como esa cosa en su pie se lo permitió.
Volviendo al primer piso, el pelinegro doncel alzó la mirada al percatarse de que Yoongi le esperaba frente a la puerta con otra capa puesta y una larga prenda de lana entre sus manos.
—¿Qué sucede? —cuestionó.
—Tus mejillas y nariz están rojos por enfrentar el frío viento, te traje esto —explicó alzando la prenda.
—Estoy bien con tu capa, es lo suficientemente gruesa. Mejor úsala tú —ordenó.
Pasando por al lado del guerrero, Jimin abrió la puerta y una helada brisa golpeó directamente en su rostro, colándose por el espacio que quedaba en la capucha.
Arrugando su nariz, el doncel se dio vuelta y alzó su mano pidiendo la bufanda, pero en vez de entregársela, Yoongi se la colocó el mismo con cuidado, asegurándose de cubrir sin apretar la mitad de su rostro, dejando a la vista solo ese plateado tono resplandeciente.
—Gracias —pronunció Jimin y cortó la conexión que se creó entre sus miradas.
Sintiendo un tonto cosquilleo en su panza, Jimin salió de la casa y sus labios se torcieron tan pronto como sus pies comenzaron a hundirse en la gruesa capa de nieve con cada paso que avanzaba. Iba a ser un infierno de caminata.
Conteniendo un resoplido, el pelinegro doncel comenzó a caminar, haciendo un esfuerzo con cada paso que daba.
—Podríamos volver —comentó Yoongi, caminando fielmente un paso detrás del doncel.
—No, estoy bien —aseguró.
Y por supuesto que su pie con esa extraña bota eligió ese momento para enterrarse en la nieve y no querer volver a salir más, sin importar cuanto tiró de este hacia arriba.
Frunciendo sus cejas, Jimin se sentó en el suelo y comenzó a escarbar entre la nieve para poder desenterrarla. Por supuesto, otro par de manos aparecieron rápidamente, y sin importarle el frío al que se expusieron, quitaron la nieve hasta liberar con cuidado su pie.
—¿Te duele?
La preocupación en su rostro más la forma en que cuidadosamente tomó su pie tocó a Jimin, ya que el tonto guerrero no parecía ser consciente de sus propias manos completamente rojas por enfrentar el frío montón de nieve.
—¿Cariño?
—Estoy bien —aclarando su garganta, el doncel observó hacia otro lado sin poder enfrentar ese profundo tono oscuro—. ¿Hasta cuándo piensas llamarme de esa forma? Ya no estamos... Ya sabes —le recordó.
—Eso no significa nada, te lo dije, sin importar qué, siempre serás mi doncel, mi esposo, mi amado, mi vida —expresó dejando lentamente su pie en el suelo—. Pero si te molesta escucharlo... Podría intentar no decirlo frente a ti, pero no por eso significa que dejaré de pensar de aquella forma.
Observando a Yoongi estirar su mano para ayudarle a levantarse, Jimin dudó unos minutos antes de aceptarla, y a diferencia de lo que había esperado... Su tacto no se sintió tan mal, por lo que... No le soltó inmediatamente.
Si no le rehuía al tacto a Yoongi, eso significaba una buena señal, ¿no?
Alzando la mirada, los plateados ojos del doncel se encontraron con los de Yoongi, y por un momento, se perdió en aquellos orbes oscuros, hasta que una suave ventisca les recordó a ambos donde estaban.
—Hay que seguir, no te puedes quedar aquí —expresó Yoongi y movió la mano de su doncel para que se apoyara en su antebrazo y así poder caminar con más facilidad sobre la nieve.
Volviendo su mirada hacia el frente, Jimin mantuvo su mano en el antebrazo del guerrero, con su mente pensando en sus palabras. Quería decirle que en realidad no le molestaba que le llamara "cariño" Pero por alguna razón, sus tontos labios no querían moverse para expresar dichas palabras.
Cuando una gran sombra apareció sobre ellos, Jimin alzó su cabeza y contempló a un par de dragones volando en el cielo.
—Desde aquella noche se han visto todos los días —comentó Yoongi, observando lo mismo—. Los has despertado.
—Yo solo pedí ayuda —expresó confundido.
—Despertaron por tu llamado, y les agradeceré el resto de mi vida por ello, por hacer lo que yo no logré —pronunció mirándolo directamente.
"No fue tu... Culpa" pensó Jimin ante la lamentable expresión llena de culpa y arrepentimiento que fue reflejada en el rostro del guerrero. Y aunque no fue capaz de decirlo en voz alta, el solo hecho de que hubiera pensado en ello, sorprendió al pelinegro doncel.
Manteniéndose en silencio, el asombro de Jimin se vio interrumpido por un repentino escalofrío que recorrió toda su columna vertebral y colocó los bellos de su nuca rígidos, volviendo incluso su piel de gallina.
Y no se trataba por lo que acababa de pasar con Yoongi o su cuerpo repentinamente rechazando el tacto del guerrero, no. Alguien lo estaba observando, podría reconocer aquella sensación. Con malos recuerdos atacando su mente, sus músculos se tensaron dolorosamente hasta el punto de obligarle a detenerse.
Alzando su cabeza, Jimin observó a su alrededor buscando, pero en plena luna fría, realmente nadie estaba fuera de sus casas en ese momento, aun con la pequeña pausa entre la tormenta.
Entonces, ¿qué era? ¿Realmente le estaban observando? ¿Le estaban siguiendo? ¿Pero, quién? ¿Por qué? ¿Era un enemigo? ¿O solo se estaba imaginando cosas? ¿Realmente era así?
El no tener respuesta alguna, solo hizo sentir más incómodo e inseguro al pelinegro doncel, quien estaba seguro de que alguien más estaba ahí afuera con ellos.
—¿Jimin? ¿Qué ocurre? —cuestionó Yoongi, observándole alerta.
—No es nada. —espeto con un apretado y bajo tono, sin mirarle.
Confuso por el extraño cambio repentino en Jimin, el guerrero observó a su alrededor en busca del problema, al percatarse de cierta figura oculta entre las casas observando directamente hacia ellos, Yoongi entrecerró sus ojos hasta distinguir al idiota de SeHun, quien dio un paso al frente, como si quisiera ser visto.
Cuando el cuerpo de Jimin tembló suavemente, Yoongi le observó inmediatamente.
—Yo... —balbuceó con un repentino ataque de nervios—. C-creo q-que... Alg-uien...
Aquellos plateados ojos observaron al guerrero con una suplicante desesperación completamente aterrada que golpearon a Yoongi. Obviamente, la presencia de SeHun no era ni siquiera bienvenida en ese momento para su doncel.
—Me disculpo por esto, pero te tomaré y me apresuraré a la casa de Jungkook, estamos más cerca de ella que de la casa del abuelo —explicó.
Con esos plateados ojos observándoles suplicantes, Yoongi se movió con movimientos seguros y cuidadosos para tomarlo entre sus brazos. Moviendo su capa, cubrió el rígido cuerpo de su doncel lo mejor que pudo y empujó su cabeza hacia su cuello.
—Está bien, ca-... Jimin, ya no hay más peligros en esta isla más que los idiotas que no superan un rechazo como SeHun —calmó apresurando su paso.
La mano del doncel se apretó en el pecho del guerrero, aferrándose a su ropa.
—¿SeHun? —preguntó bajito.
—Estaba oculto entre las casas observándonos —explicó.
—Yo... Pensé que... —balbuceó.
Completamente avergonzado por la reacción de su cuerpo, Jimin cerró sus ojos con fuerza.
—Está bien, tu pie te comenzó a doler hasta que no podías ni caminar —excusó el guerrero.
Y a pesar de que Jimin sabía que era una excusa terrible, la aceptó y empujó su rostro al hombro de Yoongi, con su mano aferrándose a su ropa.
—Sí, me duele estúpidamente —aceptó.
—Solo aguanta un poco más, pronto estaremos en la casa de Jungkook —prometió.
Y a pesar de la distancia, Yoongi se aseguró de mostrar una furiosa expresión hacia aquel esclavo guerrero que una vez consideró un amigo.
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