༺ Capítulo LXXIX ༻


Sentado cerca del fuego, sin poder dormir luego de haber logrado despertar de una horrible pesadilla interminable, Jimin se mantenía en silencio, contemplando las chispeantes llamas que iluminaban la cueva. El viento silbante que intentaba colarse en su refugio, más los pequeños gruñidos que emitían algunos dragones que se encontraban acurrucados a su alrededor, interrumpían el desagradable silencio que rodeaba al doncel, haciéndole recordar de dicha forma, que no se encontraba solo.

Le recordaba, que estaba en el mundo real, aquel, donde la basura de Min-Hyuk no existía para intentar dañarle y que nunca más volvería a acercarse.

Pero el comprender aquello, era muy diferente a sentirse de aquella forma, y algo le decía a Jimin, que pasaría un buen tiempo antes de que pudiera sentirse seguro y protegido otra vez.

Dejando escapar a través de sus gruesos labios un suspiro, el pelinegro doncel observó hacia la entrada de la cueva, donde una pequeña abertura había quedado tras intentar cerrarla para que la tormenta de nieve no golpeara el interior. El oscuro exterior le decía que aún era de noche, y la fría corriente de viento que lograba internarse por la abertura, provocando que el fuego bailara con ella, preocupaba un poco a Jimin.

Y era justamente en ese instante, estando solo y en silencio, que Jimin no sabía si preferir seguir durmiendo para batallar con aquellas horribles pesadillas, o estar despierto para luchar comprendiendo la avalancha de sentimientos que estaba en su interior.

El solo recordar todo lo que había descubierto aquel día que bajó al pueblo, la verdad que escuchó de la propia boca de Yoongi, y que SeokJin confirmó, tenía a Jimin en un conflicto con sus emociones.

Comprendía a la perfección que Byung-chul fue una total mierda mentirosa, malvada y manipuladora que ni siquiera le importó utilizar a su propia familia, quitándole el hijo a su propia hermana para organizar aquel malvado plan, donde no contó con él como variante.

Entendía, que esa malvada arpía no hizo más que mentir de principio a fin, confabulando con la basura de Min-Hyuk para llenar de mierda su cabeza, metiendo temor poco a poco sobre su perfecta relación. Ya que sin darse cuenta, Jimin se había dejado influenciar por ellos, guiado por los temores surgidos de su antiguo clan, donde nadie le quería, ni le tenía como su prioridad, creando así una brecha entre él y Yoongi en su propia mente.

Y así como Jimin asumía tener parte de responsabilidad en su separación, y se sentía culpable por no haber creído desde un principio a Yoongi, evitando así toda la mierda de situación por la que pasó desde la llegada de aquel doncel...

Aun así, no quitaba lo que le ocurrió aquella noche.

Si, podría ser egoísta de su parte sentirse bien porque Yoongi nunca tuvo un hijo con otro, y se sentía bien saber que se convirtió en el único en la vida de aquel guerrero tras superar a Taehyung, pero a pesar de cómo se sentía por ello, no quitaba el infierno que vivió esa maldita noche.

Como un pequeño capullo de flor queriendo volver a abrirse por los sentimientos que seguía teniendo por aquel guerrero, el temor de lo que había ocurrido aquella fatídica noche le impedía mostrar sus pétalos.

Por más que ese anhelo no había hecho más que crecer desde aquel día en que bajó al pueblo, no borraba todo lo que sufrió por culpa de Min-Hyuk, de lo sucio que se seguía sintiendo, lo temeroso que se había vuelto al contacto de otras personas, la inseguridad que había creado en él, lo débil que se sentía y como un odio por sí mismo comenzaba a crecer con cada día.

No borraba aquellos sentimientos resentidos y dolorosos que albergaba en su interior porque Yoongi no fuera en su ayuda, ni nadie del clan más que los dragones.

Una parte dentro de él le decía que no era justo, que así como había escuchado lo que la víbora de Byung-chul hizo, también necesitaba escuchar la versión de Yoongi sobre lo que ocurrió esa noche, lo que hizo luego de separarse, si lo buscó o no.

Pero así mismo, esa terca parte que seguía aferrándose a su pasado, le decía que no debía de escuchar, porque al final, descubriría que Yoongi prefirió ayudar a otros y no a él.

Era una batalla de sentimientos en su interior que tenían al pelinegro doncel vacilante e inseguro sobre lo que hacer y como avanzar, qué pensar y qué sentir.

Sin contar... Que ya había terminado su matrimonio con Min Yoongi.

Emitiendo otro largo suspiro, Jimin llevó sus piernas hasta su pecho y las rodeó con sus brazos en busca de consuelo.

Aunque había sido una decisión que tomó por el calor del momento, era una que no tenía retorno. Y por más que una parte quisiera volver con él, Jimin sabía que de nada serviría el intentarlo. Él mismo era un desastre en ese instante y no mejoraría de la noche a la mañana, así como tampoco... Dejaría ir pronto todas aquellas emociones que batallaban en su interior.

Escuchando una suave tos, aquellos plateados ojos observaron hacia su costado, a la esquina donde su joven amigo yacía acostado sobre un montón de pieles, dándole la espalda. Al observar que su cuerpo temblaba suavemente a pesar de lo cerca que se encontraba de la fogata, Jimin juntó brevemente sus cejas.

Dejando de rodear sus piernas, se levantó del suelo, provocando que algunos de los dragones que dormían acurrucados a su alrededor le observasen, mientras que otros se acurrucaban para seguir durmiendo. Alejándose, Jimin fue director hacia Hoseok y se arrodilló a su lado.

Girándolo sobre su espalda, se encontró con el sonrojado rostro de Hobi bañado en sudor. Alzando la mano, aquellos gruesos labios se torcieron en una profunda mueca al detectar la fría temperatura de su cuerpo.

—Maldición, Hobi, te dije que me avisaras si no te sentías bien —se quejó.

Rápidamente, el pelinegro doncel retiró las mantas del cuerpo de su joven amigo y seguido le cambió aquella ropa transpirada por otra seca. Intentando acercarlo más al fuego, Jimin le volvió a cubrir y echó más leña a la fogata.

Al ver que esa corriente de aire helado lleno de copos volvía a colarse en el interior de la cueva, el doncel se levantó con una manta entre sus manos e intentó tapar aquella abertura. La manta se movía con la ventisca que chocaba con ella, pero al menos esta impedía que entrara totalmente.

Volviendo al lado de su joven amigo, Jimin se arrodilló nuevamente y comprobó su temperatura. Al verificar que esta había subido muy poco, arrugó su frente y observó a su alrededor. Al contemplar a los dragones, se levantó y fue con estos.

—Chicos, necesito que se acuesten alrededor de Hobi —pidió—. Por favor, está enfermo y necesita de su ayuda.

Algunos de los dragones siguieron durmiendo, pero aquellos más grandes y que producían más calor, se levantaron y fueron hacia el joven esclavo, recostándose a su alrededor.

Agradeciendo la ayuda, Jimin fue hacia la esquina donde seguía teniendo algunas plantas medicinales. Buscando una que ayudara a Hoseok, la preparó y luego la echó en un cuenco, en la cual colocó un poco de agua y revolvió hasta transformarla en una sola.

Volviendo con su joven amigo, el pelinegro doncel lo enderezó levemente y le dio de beber todo el contenido, sin importar cuantas muecas hiciera el contrario. Una vez terminó, le dejó descansar y se mantuvo el resto de la noche cuidando de él, asegurándose de que su temperatura volvía a la normalidad y que no subiera demasiado.

Cuando los primeros signos del sol se colaron por debajo de la manta que colocó en la abertura de la entrada, Jimin se levantó y la corrió. La tormenta de nieve parecía haberse calmado un poco, pero el cielo seguía teniendo un aspecto que anunciaba que pronto volvería. Observando sobre su hombro, el doncel contempló a su joven amigo y tomó una decisión.

Tenía que volver. No podía seguir manteniéndose en aquella cueva siendo que era obvio que esta solo estaba empeorando el estado de su joven amigo. Y no podía simplemente ignorar la salud de Hoseok cuando este siempre había estado a su lado.

Con la decisión tomada, el doncel caminó por la cueva preparando todas las cosas que necesitaría para que Hoseok mejorara. Una vez estuvo listo, observó a su alrededor y se encontró con el grupo de dragones jóvenes que le habían hecho compañía desde el mismo día en que buscó refugio en el bosque. Acercándose a estos, se arrodilló frente a ellos y les regaló una pequeña sonrisa.

—Tengo que volver al pueblo —anunció—. Sé que a ustedes no les agrada mucho los humanos, por lo que no es necesario que me acompañen, pero debo de ir hasta que Hobi mejore, estar aquí para él no es bueno —explicó.

Acercándose, intento abrazar a todos los dragones, quienes inmediatamente fueron a su lado para acurrucarse con él.

—No tienen que preocuparse, solo será hasta que Hobi mejore y pueden ir a visitarme cada vez que quieran —prometió.

Enderezándose, Jimin acarició la cabeza de cada pequeño, y tras llegar al dragoncito blanco, este trino y se subió hasta su hombro, claramente anunciando que no tenía intención alguna de dejarle ir solo.

Sonriendo al pequeño dragón, el pelinegro doncel inclinó su cabeza hacia un costado y restregó su cabeza en el animal sobre su hombro.

Levantándose, Jimin se acercó al dragón más grande que estaba en la cueva y se detuvo ante él.

—Por favor, necesito que me ayudes a llevar a Hobi. Él querrá caminar por su cuenta, pero está débil —explicó.

El dragón de escamas café oscura observó a ambos y luego se levantó del suelo para ir al lado del joven esclavo. Siguiéndole, Jimin le despertó y seguido le ayudó a levantarse, para seguido subir a la espalda del animal. Cubriéndolo con una manta, el doncel fue por el resto de las cosas y colgó una bolsa en cada hombro.

Apagando la fogata por seguridad, el pelinegro doncel se acercó a la entrada y retiró la manta con la que había cubierto la abertura. Empujando la piedra plana, dejó el suficiente espacio para que el dragón café pudiera pasar sin problemas con su joven amigo.

Saliendo al frío exterior, Jimin se estremeció suavemente, pero aun así siguió caminando a través de la gruesa manta de nieve que cubría los suelos del bosque. Con cada paso que daba, su pie comenzaba a dolerle debido a que lo estaba forzando, provocando que su cojeo se volviera más notorio.

Cuando finalmente estuvieron al borde del bosque, el doncel se detuvo un momento y respiro profundamente aquel frío aire que quemaba sus pulmones. Instintivamente, su mirada fue hacia alrededor, buscando cierta figura familiar. Tan pronto como encontró a Min Yoongi parado ante una fogata en los comienzos del bosque, otra vez esa extraña sensación cálida recorrió su pecho, la cual aumentó tras encontrarse con aquellos intensos ojos oscuros.

Sin dudarlo, Yoongi abandonó la fogata y corrió hasta llegar a su lado. Su mirada recorrió toda la altura del pelinegro doncel, buscando alguna herida.

—Solo salí por Hobi —anunció y evitó su mirada—. Está enfermo, no puede seguir en la cueva.

—¿A dónde quieres llevarlo? —preguntó el guerrero.

Aquellos ojos plateados instintivamente observaron hacia la casa detrás de ellos, la cual pertenecía al abuelo Min, y era la que estaba más cerca del bosque.

—Nos quedaremos ahí hasta que mejore —anunció.

Sin hablar más, Jimin comenzó a caminar por la nieve manteniendo cierta distancia del guerrero que caminaba a cerca de él. Frunciendo sus labios al sentir como se le dificultaba con la gruesa capa de nieve hundiéndose con cada paso, el pelinegro se quejó cuando su tobillo se dobló dolorosamente y mordió su labio inferior para no gemir de dolor tras caer.

El pequeño dragón blanco salto del hombro de Jimin y emitió un ruidito preocupado mientras caminaba a su alrededor.

—Estoy bien —pronunció en una profunda respiración dolorosa.

—No, no lo estás —anunció Yoongi.

Arrodillándose rápidamente frente a su doncel, el guerrero alzó su mano para tocarle, pero se detuvo antes de hacerlo y observó directamente aquellos plateados ojos.

—¿Puedo tocarte?

Negando, Jimin se sentó correctamente sobre su trasero y desabrochó su bota para sacársela. Tan pronto como observó su pie, sus labios se torcieron en una mueca al contemplar lo hinchado que se había vuelto su tobillo, adquiriendo nuevamente un tono rojizo que pronto pasaría a uno violeta.

—Tu hueso no se unió correctamente, y si no lo arreglamos ahora, peor será después para ti —anunció Yoongi.

—¿Qué? ¿Ahora también eres un sanador? —cuestionó observándole.

—No, pero me he lastimado más de una vez de esa forma y sé lo que significa no arreglarlo inmediatamente, y no quiero que sufras más —expresó y le observó fijamente—. Por favor, déjame arreglarlo —pidió.

Dudoso, Jimin observó su pie y luego al guerrero ante él. Sabía que Yoongi tenía la razón, pero el que alguien lo tocara seguía siendo una idea difícil para él, incluso con Hobi seguía teniendo problemas de vez en cuando.

El pequeño dragón blanco subió al regazo del doncel, llamando su atención. Acariciando esa pequeña cabeza, Jimin observó al otro en el cual su amigo seguía siendo transportado y suspiró tomando una decisión, después de todo, no podía permanecer más tiempo ahí afuera con su joven amigo enfermo, mucho menos cuando la tormenta de nieve podría caer en cualquier momento.

—De acuerdo, hazlo —aceptó.

El alivio fue reflejado en el rostro de Yoongi. Acercándose más, buscó entre su descuidada ropa hasta que encontró una funda de cuero. Dejando la daga en el suelo, la acercó al rostro del doncel.

—Sostenlo en tu boca, no quiero que te muerdas y lastimes más —indicó.

Alzando su mano, Jimin recibió la funda y la colocó entre su boca. Mordiéndola con fuerza, observó al contrario y asintió.

—Siento esto... —murmuró Yoongi.

Contemplando a su ex marido colocar lentamente sus manos sobre su pie, el doncel esperó sentir asco, náuseas y el horrible miedo de ser tocado, pero a diferencia de otras veces, el profundo dolor en su tobillo logró distraerle lo suficiente de dichas emociones como para no pensar en ello.

Después de todo, como se supone que su mente iba a jugar con él recordándole el asqueroso tacto de Min-Hyuk, cuando un rayo de un profundo dolor impactó en él tan pronto como Yoongi acomodó su hueso, haciéndole gritar ahogadamente contra la funda de cuero y soltar lágrimas de dolor.

Sintiendo algo de náuseas, Jimin observó el rostro del guerrero y contempló el pánico y el horror ser reflejado en aquellos oscuros ojos, pero por más que quiso decir algo, las funciones de su cuerpo simplemente se apagaron y su visión se volvió totalmente negra.

Había sido más dolor del esperado.

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