༺ Capítulo LXXIII ༻
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Corriendo entre los cuerpos en busca de su esposo, cuando finalmente lo encontró luchando contra tres tipos al mismo tiempo, el doncel apretó con fuerza la espada en su mano y corrió hacia él para ayudarle. Al estar cerca, Jimin sintió alivio al contemplar que Yoongi pudo deshacerse de uno de los tipos y seguido de los otros dos.
Queriendo llamarlo para tener su atención, se detuvo en el mismo instante en que contempló a Yoongi girar y comprobar a... Byung-chul.
Deteniéndose, el doncel observó a su esposo empujarlo para seguir protegiéndolo arduamente cuando los atacantes volvieron, sin mirar en su dirección, sin recordar de su existencia, justo como SeHun le había advertido.
Y por más que entendía que su deber como guerrero era proteger a todos, una parte de él sintió que estaba observando la respuesta que había estado esperando tanto.
Lo que estaba ocurriendo ante sus ojos, Jimin ya lo había experimentado al inicio de su matrimonio, cuando Yoongi estaba enamorado de Taehyung y este era su primera y única prioridad, y no estaba dispuesto a pasar por ello otra vez.
Él no quería ser la segunda opción de nadie.
Retrocediendo, Jimin tropezó y cayó sobre un cuerpo en el suelo. Reaccionando, cerró su mano alrededor de su espada y se levantó rápidamente.
—Te encontré.
Aquel maldito tono colocó en alerta al pelinegro doncel inmediatamente. Por instinto, el primer movimiento de Jimin fue girar con su espada en alto listo para atacar, pero estando preparado, Min-Hyuk le recibió y atacó cortando parte de la piel de sus brazos y manos, y aun así no soltó su espada.
Gruñendo, el doncel se quejó de dolor al recibir un golpe por la espalda por otros tipos que peleaban, aquello le dio la oportunidad a Min-Hyuk, quien con una gran sonrisa en su rostro, le quitó su espada y lo tomó entre sus brazos para arrastrarlo lejos de ahí.
—Déjame ir, ¡maldito cobarde! —gritó y luchó.
Pero sin importar cuanto lo hizo, no pudo salir de su agarre, ni nadie se acercó a ayudarle, ni siquiera su tonto esposo. Todos estaban demasiado ocupados salvando sus propias vidas como para acudir a su ayuda.
Luchando por su libertad mientras era sacado a la oscuridad de la noche, Min-Hyuk se quejó cuando logró asestarle un golpe con la suficiente fuerza para que lo lanzara al suelo.
—Maldita perra —gritó y le lanzó una patada antes de volver a agarrarlo para seguir arrastrándolo.
Quejándose de dolor, Jimin intentó salir de su agarre y luego se distrajo al escuchar un grito que pedía por ayuda. Al observar a su alrededor, su aliento quedó atrapado en sus pulmones cuando fue arrastrado a través del pueblo.
La mayoría de las casas construidas con esfuerzo y dedicación, se encontraban en ruinas o siendo consumidas por el fuego. Hombres que no conocían entraban y salían de estas, dejando un desastre a su paso tal cual como haría un tornado.
La gente que había logrado escapar de la fiesta seguía buscando con desesperación un refugio mientras eran cruelmente perseguidos por sus invasores, quienes les superaban dolorosamente en números.
Niños llorando abandonados sin saber a dónde ir mientras gritaban por sus padres. Mujeres que luchaban por escapar de los hombres que en medio del caos, entre la tierra combinada con una fina capa de nieve, las atacaban desanudándolas a base de golpes para violarlas sin piedad.
Hombres peleando por su familia, intentando proteger a sus esposas e hijos, su hogar, con una desesperación que colocaba un nudo en la garganta de Jimin, que no podía hacer nada más que observar como todo el clan Min, era destruido mientras intentaba escapar de su propio mal.
Avivando su deseo por luchar, el doncel peleó con más fuerza para salir del agarre de Min-Hyuk, ansioso por ir a ayudar a los demás. Molesto, el guerrero tiró particularmente fuerte de él, haciéndole tropezar y caer al suelo.
—No sabía que fueras tan torpe —rió Min-Hyuk, capturando su cabello en un puño—. Vamos, levántate —ordenó tirando de su pelo—. Quiero un lugar más tranquilo para divertirme contigo, y según como me complazcas podría pensar en si te dejo como mi puta persona o no, ¿qué piensas?
—Te mataré —juró Jimin, observándole con intenso odio.
—¿Tú lo harás? —exclamó y estalló en una desagradable carcajada burlesca—. ¿O tal vez te refieres a tu encantador y fiel esposo? ¿El mismo que se encontraba defendiendo a su amante antes que a ti? ¿A él te refieres? —se burló tirando de su cabello.
—No necesito que nadie pelee por mí —declaró, alzando su mentón arrogantemente.
—Eso es, esa mirada era la que estaba buscando —pronunció Min-Hyuk, lamiendo sus labios—. No sabes cómo me pone esa arrogancia tuya, cuántas ganas me dan de destrozarla y mostrar que soy mejor que tú —sonrió malvado.
—No eres mejor que nadie —bufó Jimin y observó a su alrededor—. Fuiste a buscar la ayuda de otro clan para atacarnos porque los tuyos fueron quienes te dieron la espalda, ¿no? —se burló—. Ni siquiera ellos te quieren porque saben que eres un completo perdedor.
—¡Cállate! —gritó furioso.
Alzando su mano en forma de puño, golpeó a Jimin en el rostro con la suficiente fuerza para romper su labio, y aun así, el doncel se negó a soltar algún quejido de dolor.
—Mi hermano es un puto débil cobarde que no sabe conseguir lo que quiere y que se rinde fácilmente, pero yo no soy así —declaró comenzando a desabrochar su pantalón—. Y es hora de tomar lo que quiero.
—No, por favor no me hagas daño —exclamó Jimin, acomodándose en el suelo en una pequeña bolita en aparente terror.
Min-Hyuk rió inclinándose más cerca—. Así es perra, sigue retorciéndote para mí.
Esperando, Jimin cerró sus manos en la tierra, y cuando Min-Hyuk estuvo lo suficientemente cerca, se dio vuelta lanzando todo en el rostro de este.
—¡Maldita perra tramposa! —gritó Min-Hyuk, intentando limpiar la tierra de sus ojos.
Aprovechando la oportunidad, Jimin le golpeó fuertemente en su entrepierna y luego se levantó del suelo.
—No necesito ayuda de nadie para encargarme de una basura como tú —gruñó.
Observando a la basura retorcerse de dolor en el suelo, Jimin le escupió y luego se alejó rápidamente antes de que se recuperara. Contemplando a su alrededor, los labios del doncel formaron una mueca al ver que estaban perdiendo de forma inminente.
Necesitaba hacer algo, pronto. Pero, ¿qué podía hacer? Su fuerza no era nada comparada a quienes le estaban atacando y una sola persona luchando no hacía gran diferencia.
Sintiendo una refrescante brisa, aquellos plateados ojos fueron atraídos hacia el gran bosque donde los dragones habitaban. Sin dudarlo ni un segundo, el doncel cambió de dirección y comenzó a correr rápidamente a este.
Si los dragones les ayudaban, tendrían una oportunidad.
Sintiendo como todo su interior se quemaba con cada respiración, Jimin siguió corriendo con todas sus fuerzas, ignorando incluso el dolor y ardor de sus muslos y pecho. El frío clima parecía completamente ajeno a su cuerpo en ese momento, los copos de nieve que caían contra su piel se derretían al instante.
Y entonces, cuando finalmente comenzó a vislumbrar la entrada del bosque, Jimin gritó llamándolos y luego cayó dolorosamente al suelo, rodando antes de detenerse.
Quejándose de dolor, parpadeó confundido un momento, sin entender qué había ocurrido. Bajando su mirada, observó con sorpresa la daga enterrada en su piel cerca de su tobillo. Acercando una mano temblorosa hacia esta, otra se atravesó en su camino y le quitó el arma sin cuidado alguno, para seguido patear y pisar su pie lastimado, provocando que Jimin gritara de dolor.
—¿Debería de romperte las dos piernas para que no corras de mí otra vez? —exclamó Min-Hyuk, alzándose sobre él y observándole con unos tenebrosos ojos rojos—. ¿O tal vez simplemente debería de matarte y ya después follarte? Tu cuerpo es lo único que vale la pena, después de todo.
Gritando cuando su cadera fue pateada, el doncel giró sobre su costado intentando encogerse de dolor.
Sintiendo algo entre sus manos, un trozo de madera, Jimin se aferró a ella y cuando Min-Hyuk se burló de él, golpeándole otra patada en su espalda, el doncel se dio vuelta y le golpeó con el palo, enterrándoselo en su muslo.
—¡Jodida puta! —exclamó Min-Hyuk, observando el trozo de madera enterrado en su muslo.
Sin quedarse a observar como el idiota lloraba, Jimin intentó levantarse y correr lejos. Pero Min-Hyuk le agarró de su pie y tiró de él al suelo otra vez. El pelinegro doncel gritó en dolor cuando este volvió a golpear su tobillo lastimado y luego se dejó caer sobre él, montándolo a horcajadas para golpearlo.
—Romperé cada uno de tus huesos con mis puños hasta que dejes de moverte y luego te follaré hasta que mueras de dolor —exclamó Min-Hyuk, alternando entre su mano izquierda y derecha para golpear consecutivamente.
—¡S-suéltame maldito idiota! —exigió Jimin en medio de dolor, intentando inútilmente defenderse.
Riendo, Min-Hyuk colocó sus manos alrededor de su cuello y comenzó a apretar, quitándole el aire al doncel. Desesperado por respirar, Jimin llevó sus manos hacia las que le ahorcaban y al ver que no funcionaba, atacó rasguñando el rostro de su atacante.
Min-Hyuk gruñó y lo sacudió desde su cuello, logrando estallar su cabeza fuertemente contra el suelo un par de veces, aquello dejó a Jimin aturdido, sin fuerza e inmóvil. Su vista por un momento se volvió borrosa, con unos extraños puntos negros en ella, y aun así, la sonrisa malvada de Min-Hyuk seguía destacándose.
—¿Qué? ¿Ya te has rendido? —se burló este, dejando su cuello finalmente para darle unas ligeras cachetadas al ver que Jimin había dejado completamente la lucha.
Jadeando, tosiendo y quejándose, Jimin sintió que las lágrimas comenzaban a deslizarse por su rostro en horror e impotencia al descubrir que realmente, no podía mover el resto de cuerpo.
—D-déjame ir... —ordenó con un patético tono débil y grave.
—Parece que finalmente te rompí —observó Min-Hyuk y luego rió escandalosamente por ello—. Es hora de divertirse entonces —declaró con una gran sonrisa.
Con sus manos sucias con la propia sangre de Jimin, rápidamente comenzó a destrozar la ropa del doncel sin perder tiempo.
—¡Aléjate! ¡Suéltame! —intentó gritar Jimin con horror y desesperación, intentando mover inútilmente sus manos que descansaban a su costado, inerte junto a sus brazos.
—¡Eso es perra! Sigue rogando —exclamó Min-Hyuk, riendo escandalosamente mientras se deslizaba hacia abajo.
—¡Déjame ir! ¡Ayuda! ¡Alguien! ¡AUXILIO! —gritó bajo la malvada risa de su atacante.
—Nadie te escuchará, hermosura, todos tienen cosas mucho más importante que proteger, tu propio esposo prefiere ayudar a su jodido amante —se burló tocando con sus asquerosas manos todo su cuerpo tras lograr quitarle su ropa—. ¿Sabes? Si fueras otra perra te habría puesto en cuatro y te habría follado —comentó, bajando su pantalón para revelar su erección—. Pero a ti, contigo, quiero ver tu rostro arrogante mientras te hago mío —sonrió y le tomó de los muslos para abrir sus piernas y tirar más cerca de él—. Joder —exclamó cuando la herida en su muslo le impidió acercarlo más—. Ni modo, será en cuatro —chasqueó su lengua.
Con su cuerpo siendo girado como si fuera un simple trapo, el rostro de Jimin se enterró entre el césped y la poca nieve. Girando su cabeza para respirar, escuchó a Min-Hyuk quejarse mientras acomodaba a su cuerpo a su conveniencia.
—¡Que alguien me ayude! —gritó—. ¡Yoongi!
Pero como Min-Hyuk se burló, nadie parecía escucharle.
—Bien, aquí voy —anunció Min-Hyuk, tirando de sus caderas hacia atrás.
Como nunca antes en su vida, un frío miedo recorrió todo el cuerpo del pelinegro doncel. La desesperación de no poder moverse, de no poder luchar por su cuenta, le llevó a gritar como un loco pidiendo por ayuda, rogando porque alguien fuera ayudarle.
El nombre de Yoongi más de una vez escapó por esos gruesos labios, rogando con desesperación porque este fuera por él, porque terminara con su pesadilla.
Pero sin importar cuanto gritaba, cuanto llamaba a su esposo o a cualquiera pidiendo ayuda mientras su vida estaba siendo robada con cada empuje, nadie aparecía.
Los gritos desesperados de los habitantes del clan hacían eco en la mente de Jimin junto a la macabra risa llena de gozo de Min-Hyuk y sus asquerosos gemidos llenos repugnante placer.
Con un último pedido de ayudar, el pelinegro doncel cerró sus ojos en un desesperado intento por ignorar el dolor y asco que estaba sintiendo en ese instante, pero al igual que antes, nadie apareció.
—Mátame —rogó—. Por favor... —murmuró entre sollozos—. A-alguien...
Como si respondieran a su deseo, una ráfaga de viento helado recorrió todo el territorio del clan Min y giró en torno a Jimin.
Cuando gritos de dolor penetraron en sus oídos y la asquerosa presencia de Min-Hyuk desapareció repentinamente, provocando que su cuerpo cayera al sueño, la confusión invadió a Jimin.
Ya... ¿Ya había terminado todo?
Con temor al sentir otra presencia, Jimin tragó con esfuerzo y abrió sus ojos.
—¿Yoongi? —pronunció, bajito.
Pero cuando logró girar sobre su costado, lo único que se encontró Jimin fue el mismo grupo de jóvenes dragones con los que se juntaba en el bosque prohibido, devorando ansiosamente cada parte del cuerpo de Min-Hyuk, destrozando su piel con sus dientes y triturando sus huesos sin esfuerzo alguno.
Sintiendo una cosa húmeda en su rostro, Jimin jadeó de horror, pero aquel pequeño dragón que observó nacer de su cascarón, le trino suavemente y sacó su lengua áspera para seguir lamiendo tanto las lágrimas como la sangre que manchaba su piel.
Entonces, los demás dragones jóvenes se acercaron tan pronto como terminaron con Min-Hyuk sin dejar rastro alguno de su presencia más que un charco de sangre y comenzaron a lamer con sus húmedas lenguas, algunas heladas y otras casi ardientes cada una de sus heridas y cortes producto de su lucha con Min-Hyuk.
Sollozando, Jimin cerró sus ojos y esperó, escuchando el característico sonido de las llamas devorando todo a su paso y los gritos de horror que seguían inundando todo el pueblo.
—Ayuda... —pronunció con su garganta apretada.
El grupo de dragones dejaron de lamer sus heridas y le observaron con atención.
—Ayuda... —volvió a repetir, alzando una temblorosa mano débil para señalar el pueblo.
El pequeño dragón blanco observó su mano y luego el pueblo. Pasaron varios segundos en el que este solo contempló en silencio y luego trinó tan agudamente, que los oídos del doncel dolieron y casi sangraron cuando los otros dragones le siguieron, pero con un sonido mucho más fuerte y firme, como si le estuvieran respondiendo.
Cuando terminaron, ellos solo siguieron con lo suyo ayudando a Jimin con sus heridas. Luego, el suelo comenzó a sacudirse violentamente asustando al doncel, el sonido de la destrucción se elevó por encima de del caos en el pueblo y entonces, un rugido mucho más fuerte y poderoso se alzó en el aire, siendo respondido por una corrida de lo mismo.
El bosque se quejó, la naturaleza respondió y al mismo tiempo en que Jimin observó a grandes figuras saliendo de este y caminando por su lado para dirigirse al pueblo, otras sombras más grandes volaron sobre su cabeza en la misma dirección.
Las lágrimas cayeron nuevamente en el rostro del doncel y el pequeño dragón blanco trinó suave, como si intentara calmar su dolor mientras otros lamian sus lágrimas y el resto de sus heridas.
Escuchando la tierra crujir, Jimin intentó enderezarse y lo logró apenas con la ayuda de los dragones más jóvenes.
Con movimientos lentos y profundamente dolorosos, el doncel intentó colocarse los restos de su ropa, encontrando de cierta forma algo gracioso que, a pesar del doloroso estado en el que se encontraba su cuerpo, lo que más le dolía en ese momento, era su corazón.
Era doloroso saber que, por más que había llamado a Yoongi, este nunca apareció.
Ah, realmente... Si hubiera sabido lo doloroso que era tener un corazón tan roto como sus esperanzas, su confianza, nunca le habría dado nada a ese maldito guerrero.
—Quiero irme de aquí... —murmuró.
No creía que pudiera soportar encontrarse con nadie en ese momento. Se sentía tan... Asqueroso y sucio que sentía asco de sí mismo, y no quería que nadie lo viera así de... Destrozado.
El dragón blanco trinó suave y luego se alejó con pequeños brinquitos en lo que aleteaba sus alas como si quisiera volar.
Los otros dragones trinaron también, como si se estuvieran divirtiendo a costa del pequeño y luego callaron cuando este chillo. El mismo dragón blanco con ojos tan celeste como el cielo apareció detrás del pequeño y observó directamente a Jimin.
Acercándose, el doncel no sintió nada de temor cuando este le agarró entre sus dos patas delanteras y solo observo como con un simple batido de alas, todo el suelo se estremeció y luego se alejó.
El pequeño dragón blanco trinó, saltó sobre los otros dragones más jóvenes y los alcanzó en el aire, acurrucándose inmediatamente contra Jimin.
Mientras más se alzaban en el aire, una mejor vista tenía el doncel del pueblo y observó con una extraña calma dolorosa como los dragones parecían estar acabando finalmente con los invasores, destruyendo también sus barcos.
Y como si todos estuvieran de acuerdo, a los únicos que estaban atacando eran a los malos, dejando de lado a los del clan Min.
Sintiéndose repentinamente cansado, Jimin ni siquiera se molestó en buscar a cualquier conocido, no gritó de miedo mientras más se alejaban y solo observó como el dragón blanco lo llevó tan lejos de ahí como había deseado.
Realmente, se encontraba demasiado cansado para seguir enfrentando la cruel realidad donde nadie fue en su ayuda, ni siquiera su esposo.
Haberse enamorado de un guerrero, el haber bajado sus barreras y abierto su corazón a Yoongi, había sido el peor error que podría haber cometido en su vida.
Él mejor que nadie debería de saber que no podía contar con nadie más que sí mismo. Si no se protegía él mismo, ¿quién más lo haría?
Exacto, nadie.
En los únicos que podía confiar, no era más que con los dragones.
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