27 | amor
UN AÑO DESPUÉS:
2017
—¿De verdad crees que hay más por ahí? —preguntó Alina mientras se acostaba junto a Peter en el techo de un edificio.
Había una manta debajo de ellos y estaban usando sus mochilas como almohadas, mirando hacia el cielo nocturno con las manos entrelazadas.
Peter, que había estado obsesionado con las estrellas, se volvió hacia ella—. No lo sé. Me gusta pensar que no somos los únicos. ¿Tú que crees?
—Vi una buena cantidad de cosas raras —dijo Alina—. No me sorprendería. Es extraño pensar que tal vez no estamos solos.
—Somos solo una mancha en un universo infinito —dijo Peter—. Y quién sabe, tal vez el multiverso exista.
—¿Qué es un multiverso? —preguntó Alina.
Peter se incorporó, abrumado por la emoción—. Bien, entonces existe esta cosa llamada Teoría del Multiverso, y básicamente sugiere que quizás nuestro universo no es el único, y que hay un número infinito de otros universos, todos con diferentes leyes de la física y diferentes versiones de nosotros en cada uno. Por ejemplo, podría haber un universo en el que la Habitación Roja nunca te secuestrara, y la Alina Orlova en ese universo podría ser una camarera o algo así, y podría haber un universo en el que tú y yo nunca nos encontremos y yo no soy el Hombre Araña, o podría ser el Hombre Araña y nunca haber conocido a los Vengadores.
—De acuerdo, cálmate —dijo Alina—. No puedo seguir el ritmo. Entonces, multiverso: ¿miles de millones de posibilidades?
—Sí —dijo Peter—. Te hace preguntarte, ¿y si, ya sabes, las cosas fueran diferentes? ¿Qué pasa si los Vengadores nunca vencieron a Ultron o Steve Rogers nunca se convirtió en el Capitán América? Hay un sinfín de posibilidades.
—¿Y esto nunca fue probado?— preguntó Alina.
Peter negó con la cabeza—. No, pero hay muchas cosas en nuestro universo, aquí y ahora, que no son posibles o no han sido probadas. Quiero decir, Hulk es un fenómeno que nadie consideró como una posibilidad. Thor es otro ejemplo.
—Realmente te gustan estas cosas, ¿no?
Peter asintió—. Lo encuentro muy interesante. Lo siento, dejaré de hablar.
—No, no te disculpes —dijo Alina—. Me gusta. Es lindo.
—No tienes idea de lo que estoy hablando, ¿verdad? —preguntó Peter.
Alina sonrió—. Estoy intentando mantener el ritmo.
Había pasado poco más de un año desde que Peter y Alina se conocieron, y su relación había cambiado drásticamente. Por un lado, Alina estaba más acostumbrada que nunca a la vida normal, pero aun así siguió con su entrenamiento. Se reunía con Matt Murdock una vez a la semana para entrenar y había mejorado a pasos agigantados.
Peter todavía estaba operando como el Hombre Araña, protegiendo la ciudad y manteniéndose en el suelo. Pero no trabajaba solo, porque tenía a Alina en el apartamento, vigilando las frecuencias de radio de la policía en busca de cualquier cosa que pudiera requerir asistencia.
Habían comenzado a salir oficialmente. Alina todavía no se sentía del todo cómoda con la idea de comprometerse con algo, y Peter lo aceptaba por completo. Todavía se despertaba de las pesadillas ocasionales, y él sabía que cada vez que entraba en su habitación para consolarla, estaba un paso más cerca de curarse del trauma. Solo quería ayudarla de la forma que pudiera, y aunque había pasado más de un año desde que la conoció y sabía que la amaba, no lo había vuelto a decir por miedo a asustarla.
Estaba contento con la forma en que estaban las cosas. Sabía que ella lo amaba, y ella sabía que él sabía que lo amaba, pero no se atrevía a decirlo. Decirlo lo hacía real, y Alina tenía miedo de cómo eso cambiaría las cosas.
Ahora, sin embargo, acostada en el techo con Peter mirando las estrellas, divagando sobre teorías del multiverso y cosas que Alina nunca entendería completamente, sintió un amor tan fuerte por este chico que no pudo contenerse.
—Te amo —susurró Alina, tan bajo que estaba segura de que Peter no la había escuchado.
—¿Qué? —preguntó Peter.
—Te...
—No, no, te escuché la primera vez —tartamudeó Peter—. Pero lo dices... ¿lo dices en serio?
—Sí —respondió Alina—. Te amo.
—Bien —dijo Peter—. Yo también te amo.
Alina sonrió cuando Peter se inclinó hacia ella, besándola suavemente. Ella se inclinó para besarlo, descansando su mano en la nuca de él, y cuando se apartó, apoyó su frente contra la de él.
—Te amo, Peter Parker —dijo Alina—. Gracias por enseñarme que está bien amar y que no es una debilidad.
Peter sonrió, su cara ligeramente roja—. De nada —se miró las manos, entrelazadas con las de Alina—. Me alegra haberte encontrado.
Alina asintió—. A mi también.
La vida nunca había sido fácil para Alina, ni había sido particularmente indulgente con Peter Parker. A los dos les había pasado muchas cosas, pero encontrarse el uno al otro fue el comienzo de algo mejor. Juntos podrían aprender lo que significa ser amado y tener a alguien que moriría para protegerlos. Alina había aprendido más de Peter Parker de lo que nunca hubiera esperado aprender de la Habitación Roja, y estaba eternamente agradecida con él por las oportunidades que le había permitido experimentar.
—Háblame del multiverso —dijo Alina, recostándose sobre la manta—. Y las posibilidades. Reinventa nuestras vidas.
—¿Cómo? —preguntó Peter.
—Mi certificado de nacimiento fue destruido el día que me llevaron, así que lo reinventé —dijo Alina—. Mis padres viven en una granja y tengo dos hermanas. Una es una enfermera que salva gente —pensó en Natasha, que se había comunicado con ella varias veces durante el último año, pero nunca por mucho tiempo—. La otra es una actriz famosa —pensó en Yelena—. Viaja por el mundo. Tiene un perro...
Solo había visto a Yelena unas pocas veces durante el último año, porque estaba ocupada salvando al resto de las viudas de todo el mundo. Cuando la veía, ambas se dirigían a un lugar relativamente discreto para evitar que las siguieran, y Peter aún no había conocido a la famosa Yelena Belova.
Peter parecía un poco triste—. Bueno. ¿Quieres que cree nuestro propio universo?
—Sí —dijo Alina—. Hagamos como si fuéramos... fuéramos normales. Esa araña nunca te mordió y yo nunca me convertí en una viuda. ¿Dónde estaríamos?
—Uh... bueno, tú estarías viviendo con tus padres —respondió Peter—. Y yo probablemente seguría en Midtown. Tú estarías... estarías criando pollitos, alpacas o algo así, porque serías muy excéntrica.
—¿Excéntrica? —preguntó Alina, levantando las cejas.
—Sí, tienes una personalidad excéntrica —respondió Peter—. Y yo estaría en el equipo de Decatlón, o en el laboratorio de robótica, o en el club de ajedrez. Trabajaría como fotógrafo para un periódico y no me pagarían casi nada. Mis padres... mis padres todavía estarían vivos.
—Lo siento —dijo Alina en voz baja.
—No, no, está bien —respondió Peter—. Apenas los recuerdo, pero les hubieras gustado.
—¿A quién no? —preguntó Alina—. Soy muy simpática.
Peter hizo una mueca—. Claro que sí.
—¡A ti te gusto!
—Eso es diferente —respondió Peter—. Me tienes que gustar. Vives en mi apartamento.
Alina se sentó—. Creo que estás pidiendo pelea.
—Física o...
—La que prefieras —respondió Alina—. Porque de cualquier manera, yo ganaría.
Peter le sonrió—. Vamos a comprobarlo, chica araña.
—Te patearé el trasero, chico araña.
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