19 | muy afortunada
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Peter, mientras él y Alina daban un paso atrás.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Alina—. ¿Qué pasaría ahora?
—Bueno, por lo general el chico le pregunta a la chica si... si le gustaría ser su... su novia —tartamudeó Peter, sintiéndose locamente fuera de sí.
Golpear a los malos y pasear por la ciudad por la noche fue fácil. ¿Estar frente a una chica que acababa de confesar que tenía sentimientos por él y lo había besado? Eso era mucho más difícil y Peter no estaba acostumbrado a situaciones como esta.
Alina dio el primer paso—. ¿Quieres que sea... que sea tu novia? ¿Qué significa eso?
—Significa que estamos juntos —dijo Peter—. Que somos una pareja, ¿sabes? Y nosotros, no sé, nos tomamos de la mano y nos besamos y... sí.
Alina frunció el ceño—. Eso suena bien.
Los hombros de Peter se relajaron visiblemente—. ¿Sí?
Alina asintió—. Me gustaría ser tu novia —se acercó un paso más a él—. Pero si alguna vez me mientes o me dejas fuera de algo como esto otra vez, no dudaré en cortarte la garganta. No olvides que sé dónde duermes.
Peter asintió fraticamente—. Sí, sí, claro. Eh... eres... eres mi novia.
—¿Y tú eres mi novio? —preguntó Alina, curiosa.
—Sí —respondió Peter—. Uh... antes de continuar con esto, solo quiero decir que estoy muy contento de que estés bien y también estoy muy contento de que no me hayas matado inmediatamente por abandonarte.
—Todavía podría hacerlo —dijo Alina—. Pero yo... no estoy acostumbrada a cómo funcionan las relaciones.
—Está bien —dijo Peter—. Yo tampoco, pero podemos aprender juntos.
Extendió su mano, dándole a Alina la oportunidad de retroceder, pero se sorprendió cuando ella la tomó. Nunca le había gustado el contacto físico, así que esto le demostró a Peter que hablaba en serio. Alina sabía exactamente lo que estaba haciendo antes de hacerlo, por lo que Peter no tenía ninguna duda de que ella estaba pensando de manera similar y que, al tomar su mano, aceptaba ser paciente y aprender a amar.
—
—¿Me vas a contar de tu pesadilla? —preguntó Peter, mientras él y Alina se sentaban en la parte trasera del autobús.
Ned estaba frente a ellos, profundamente dormido con los auriculares puestos, y la siguiente persona cerca era MJ, que estaba sentada dos asientos delante de Ned y estaba leyendo atentamente. Todos los demás no les prestaron atención mientras Peter y Alina se sentaban en su propia pequeña burbuja.
Ella se encogió de hombros—. Fue solo una pesadilla.
—Oye —dijo Peter en voz baja—, puedes decírmelo, ¿sabes?
—¿Recuerdas a Dreykov? —preguntó Alina, levantando las rodillas hasta el pecho y mirando el respaldo del asiento frente a ella.
Peter asintió.
—Uh... yo estaba de vuelta en la Habitación Roja —explicó Alina—, sobre la mesa con ataduras, y yo... Dreykov estaba allí. Él estaba diciendo todas... todas estas tonterías sobre cómo el amor es una debilidad y como no lo puede permitir porque soy el arma que él diseñó. Entonces él... te tenía a ti.
—¿A mí? —preguntó Peter.
Alina asintió antes de continuar—. Te mató, y yo no pude hacer nada para detenerlo.
Peter puso su mano sobre la rodilla de Alina. Ella se tensó, pero se relajó casi inmediatamente después—. Está muerto, Alina. No puede lastimarte.
Ella asintió—. Lo sé, pero me asustó. Te habías ido y yo estaba preocupada por ti, y supongo que, de alguna manera, todo lo que Dreykov me hizo sigue ahí, en mi cabeza. Toda esa gente que maté... todo lo que hice... me persigue.
—Ya no estás sola —le dijo Peter—. Me tienes a mí, tienes a Ned y MJ, tienes al Sr. Stark.
Alina se mordió el labio inferior—. Tienes razón. Gracias.
—De nada —dijo Peter—. Eh... ¿estás bien?
Alina se encogió de hombros—. Casi muero. Parece surrealista. Estuve en situaciones en las que podría haber muerto, pero nada como eso. Eso fue... eso fue como saber que se acercaba pero ser completamente incapaz de hacer algo al respecto.
—Lo siento —susurró Peter.
—No fue tu culpa —respondió Alina—. Me salvaste.
—Te atraparé cada vez —prometió Peter—. Nunca te dejaré caer.
—No me prometas eso —dijo Alina en voz baja—. No puedes hacer promesas así. No a mí.
—Está bien, entonces haré esta —dijo Peter—. Prometo cuidarte, no por un tiempo definitivo, sino hasta que me digas que ya no me quieres.
Alina sonrió—. Y yo prometo lo mismo.
—Bueno, no planeo decirte eso nunca —dijo Peter, apretando su mano.
Cuando bajaron del autobús, sus manos se separaron. Ambos decidieron mantener las cosas lo más normales posible por el momento, porque si todo salía terriblemente mal, no querían que las consecuencias afectaran en gran medida a sus amigos.
La tía May los saludó, corriendo hacia ellos y jalando a Peter en un fuerte abrazo. Alina observó el intercambio con una pequeña sonrisa, sorprendida cuando la tía May la abrazó a ella también. Al aceptar el abrazo, Alina sintió que May suspiraba aliviada y agradecida de que ambos estuvieran bien.
Los llevó a casa y, dado que ninguno de los dos tenía muchas ganas de hablar de lo sucedido, se fueron a sus habitaciones y allí se quedaron hasta que May se durmió. Una vez segura de que no se estaba despertando, Alina cruzó el pasillo hasta la habitación de Peter y llamó tres veces a la puerta antes de entrar.
—Oye —susurró Peter—. ¿Estás bien?
Alina se encogió de hombros—. Yo... ¿Puedo dormir en la litera libre? No quiero estar sola en este momento.
Peter asintió—. Sí, sí, por supuesto.
Sacó las cajas de la litera de arriba, colocó una manta extra sobre el colchón y encontró una almohada de repuesto en su armario. Alina se subió y se acostó, escuchando crujir los resortes del colchón cuando Peter se metió en la cama.
Mirando al techo, Alina suspiró—. ¿Peter?
—¿Sí?
—Lamento ser tan difícil —dijo Alina—. Sé que no soy del todo buena con la gente, pero quiero aprender. Yo sólo... supongo que estoy asustada. No quiero ser esa persona fría que no tiene amigos. Me alegra tenerte.
—A mi también —dijo Peter—. Y no tienes que disculparte. Lo entiendo. Todo por lo que pasaste... se necesita una persona muy fuerte para sobrevivir a eso. Ahora tienes la oportunidad de hacer tu vida propia.
Alina suspiró—. No quiero sentirme como si hubiera perdido el tiempo. No quiero ser quien me hizo la Habitación Roja.
—Entonces no lo seas —respondió Peter—. Tienes todo el tiempo del mundo.
Alina sonrió—. Soy muy afortunada de tenerte.
—Yo también.
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