18 | arrebato emocional
Cuando Alina volvió a ver a Peter, ya estaba de vuelta en el hotel. Había dejado que sus amigos pensaran que la estaban ayudando al ofrecerle tranquilidad, pero en realidad estaban volviendo loca lentamente. No es que no apreciara sus esfuerzos, pero no estaba acostumbrada a ser el centro de atención.
El Sr. Harrington anunció que el viaje se acortaría y se irían ese mismo día, y fue en ese momento cuando Alina vio a Peter.
—¡Tú! —dijo Alina en voz baja, marchando hacia él—. Ven conmigo.
Terminaron en un pasillo vacío, lejos de oídos curiosos, y cuando estuvieron solos, Alina se volvió hacia Peter.
—Tú...
—Antes de que digas nada, lo siento —dijo Peter—. Debería haberte escuchado. Debería haberte llevado conmigo porque arruiné todo. Y, ¿estás bien?
—¿Qué? —preguntó Alina, desconcertada.
—¿Estás bien? —preguntó Peter nuevamente—. Quiero decir... casi mueres.
—Sí, estoy bien —respondió Alina—. Gracias por salvarme, ¡pero estuve tan preocupada por ti!
Empujó su pecho con enojo y los ojos de Peter se abrieron con sorpresa—. ¿Estabas preocupada por mí?
—Sí —respondió Alina—. Pensé que estabas muerto o algo así. Es por eso que debiste llevarme contigo, y después de la pesadilla que tuve anoche yo...
—¿Qué pesadilla? —preguntó Peter.
—No importa —respondió Alina—. Lo que importa es que tienes mucho que explicar.
—Y lo haré —insistió Peter—. En cuanto me expliques de qué se trataba tu pesadilla.
—Te dije que no importa —respondió Alina.
—A mí me importa —dijo Peter—. Eso es lo que pasa con tener amigos, Alina. Les dices cosas para que te puedan ayudar.
—Estoy bien.
—No —dijo Peter—. Puedes mentirte a ti misma todo lo que quieras, pero no puedes mentirme a mí.
Alina respiró hondo—. Yo sólo... estaba preocupada por ti, ¿de acuerdo? Y tuve una pesadilla y me hizo sentir peor y luego casi muero y todo parece estar en mi contra y me di cuenta de que no puedo perderte.
Peter se quedó boquiabierto—. ¿Qué?
—¿Qué? —preguntó Alina—. ¿Qué dije?
—Dijiste que no puedes perderme —dijo Peter—. ¿Qué significa eso?
—Yo... no se me dan bien las emociones. En la Habitación Roja nos enseñaron que el amor es una debilidad y que los apegos son peligrosos. Esas son las primeras lecciones que te enseñan.
—¿Y? —preguntó Peter—. ¿Qué quieres decir?
—Tal vez estaban equivocados —dijo Alina, pensando en su pesadilla—. El amor no es una debilidad.
—¿No lo es?
—No —respondió Alina, mirando a Peter mientras hablaba—. Cuando me di cuenta de que habías ido a buscar a los malos, estaba increíblemente preocupada. Nunca me había sentido así por nadie antes, y me asustó. No quería que te pasara nada porque no creo que pueda soportarlo.
—Yo siento lo mismo —dijo Peter—. Acerca de ti, quiero decir. Cuando te vi caer...nunca había sentido algo así. Sabía que tenía que salvarte, porque tampoco quiero perderte.
Alina suspiró—. ¿Qué significa esto?
—No lo sé —respondió Peter—. Hay muchas emociones dando vueltas en este momento. Hace un minuto pensé que ibas a pelear conmigo.
—No lo descartes —dijo Alina—. Todavía estoy enojada contigo.
—Lo sé —respondió Peter—. Pero está bien, estoy acostumbrado a que seas gruñona.
—No soy gruñona —protestó Alina.
—Disculpa, ¿dije gruñona? —preguntó Peter—. Quise decir robótica.
—Tampoco soy robótica —espetó Alina.
—Lo sé —dijo Peter, riendo—. Es agradable escucharte confesar estas cosas.
—Pensé que era la única que tenía estos sentimientos —dijo Alina—. Y no quería decir nada en caso de que me equivocara o te perdiera como amigo porque realmente me gusta tenerte como amigo y realmente no sé qué haría sin ti.
Peter, en respuesta, la abrazó.
Él la sintió ponerse rígida cuando la rodeó con sus brazos, y por un segundo pensó que iba a darle una voltereta por siquiera atreverse a intentar un abrazo, pero luego ella le devolvió el abrazo, presionando su nariz contra sus hombros mientras envolvía sus brazos alrededor de su cintura.
—Me alegra que estés bien —susurró Peter.
—Lo mismo digo —respondió Alina en voz baja—. No vuelvas a hacer nada parecido, ¿de acuerdo?
—Nada de promesas —respondió Peter.
—Bien —dijo Alina—. Odio las promesas.
Peter se apartó del abrazo y le sonrió a Alina—. Estoy muy feliz de que hayamos tenido esta charla.
—Dile a alguien lo que acabo de decirte y te mataré —dijo ella.
—Anotado —respondió Peter, antes de que una sonrisa burlona apareciera en su rostro—. Entonces... te preocupas por mí.
—Me retracto.
—No, no, es agradable —dijo Peter, haciéndole cosquillas en el estómago—. Es bueno saber que tienes sentimientos.
Cuando fue a tocarla de nuevo, Alina lo agarró de la muñeca y le torció el brazo para que no tuviera más remedio que acercarse a ella. Cuando sus narices casi se tocaron, Alina sintió que la audacia la invadía.
—Dile a alguien...
—Lo sé, lo sé —respondió Peter—. Estoy muerto, ¿no?
—Exacto —dijo Alina, antes de hacer algo de lo que no estaba segura si se arrepentiría o no.
Besó a Peter Parker.
Y, para su sorpresa, él le devolvió el beso.
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