04 | peter parker

Alina se deslizó por el pasillo y entró en el dormitorio de Peter Parker. 

Sabía que no estaba bien husmear, pero quería ver con qué estaría lidiando antes de que él llegara a casa. Cuando entró en su habitación, estaba ligeramente decepcionada. Había un montón de tecnología antigua sobre el escritorio, una cama sin hacer y algunos carteles pegados en las paredes, pero nada parecía fuera de lo común. Rebuscó en sus cajones y encontró un par de calzoncillos de Bob Esponja que la hicieron estremecerse mientras cerraba el cajón en silencio.

Lo que encontró en el ático, sin embargo, la hizo enarcar las cejas. Parecía haber algún tipo de traje escondido, y cuando Alina lo sacudió, vio un patrón rojo y azul que hizo que sus cejas se fruncieran.

—Qué colores horribles —murmuró Alina—. No es de extrañar por qué lo escondes.

Terminando, salió de la habitación de Peter y corrió hacia la suya, cerró la puerta y miró alrededor. No había mucho, una cama doble, un escritorio y un pequeño armario, pero era más de lo que había tenido en su vida. Sentándose en la cama, Alina se preguntó qué podría hacer con esta oportunidad.

Tony obviamente vio algo en ella, de lo contrario nunca la habría dejado venir y quedarse con esta gente. May parecía tan normal, y eso era algo que Alina echaba mucho de menos en su vida. Podría haber ido con Yelena a cazar a las viudas que quedaban en el mundo, pero en cambio le habían dado la oportunidad de ser una adolescente y tener la infancia que le fue robada a ella y a tantas otras niñas.

Mirando alrededor de la habitación, Alina se preguntó cómo le gustaría decorarla. No tenía películas o bandas favoritas como los carteles en la pared de Peter, y mientras pensaba qué hacer, escuchó una voz apagada que gritaba—: ¡Hola, May! ¡Estoy en casa! 

Se tensó al escuchar a May responder con—: Hola, cariño. ¿Cómo estuvo la escuela? 

—Estuvo genial —fue la respuesta—. Tuve una puntuación perfecta en mi examen de álgebra. 

—Bien hecho —respondió May—. Oye, hay alguien aquí que me gustaría que conocieras.

—¿Es la chica de la que hablaba el señor Stark? —preguntó el chico—. Leí tus mensajes por accidente. Te lo juro, no fue mi intención, pero tu teléfono sonaba sin parar y solo miré y...

—Bien, cálmate antes de que te desmayes —intervino May—. Sí, tenemos a alguien que se quedará con nosotros por un tiempo. Vamos, te presentaré.

Alina permaneció sentada en la cama, esperando que la puerta se abriera, y cuando lo hizo, miró con recelo al recién llegado. Era solo un adolescente, con cabello castaño y ojos amables, ecuaciones matemáticas en su camiseta. Inminentemente no amenazante. Sonrió cuando vio a Alina, antes de que la tía May se interpusiera entre ellos.

—Peter, esta es Alina —dijo May—. Alina Orlova. Ella es una rusa... asesina —May miró a Alina para asegurarse de que estaba bien decirle eso a Peter, y cuando Alina asintió, suspiró—. Bien, se quedará con nosotros por un tiempo, hasta que el Sr. Stark encuentre un mejor lugar para ella. Alina, cariño, este es mi sobrino, Peter. 

—E-encantado de conocerte —tartamudeó Peter, acercándose a Alina y tendiéndole la mano. 

Alina lo estrechó con cautela—. Encantada.

—Los dejaré para que se conozcan —dijo May, dirigiéndose a la puerta—. Recuerden, la cena es en una hora.

Cerró la puerta detrás de ella y, cuando estuvieron solos, Peter se volvió hacia Alina—. Así que eres una viuda negra, ¿verdad? —preguntó Peter—. Porque vi lo que pasó con la Habitación Roja en las noticias y, ¿eso significa que eres como Natasha Romanoff? 

Alina se sorprendió por sus preguntas—. Uh... 

—Lo siento, lo siento, probablemente es muy difícil hablar de eso —dijo Peter, sacudiendo la cabeza—. Bueno, yo soy Peter. Mi habitación está al otro lado del pasillo, y puedes preguntarme cualquier cosa.

—¿Qué es el traje que escondes en tu ático? —preguntó Alina.

Los ojos de Peter se abrieron con horror—. Uh, no es nada. Es solo... ropa para lavar. 

—La ropa para lavar no va... 

—No es nada, ¿de acuerdo? —espetó Peter—. Espera, ¿estuviste en mi habitación? 

—No te lo tomes a pecho —dijo Alina—. Necesitaba entenderte antes de conocerte. 

—¿Y qué entendiste? —preguntó Peter. 

—Que eres un chico muy inteligente —respondió Alina—. Los televisores y la vieja tecnología. Haces cosas. También estás escondiendo algo. Un secreto.

Peter se sonrojó—. ¿Qué? No, no estoy escondiendo nada.

Alina arqueó las cejas—. Creo que estás mintiendo, pero bueno. 

—Entonces, ¿por cuánto tiempo te quedas? —preguntó Peter. 

—El señor Stark dijo que estaría aquí por un tiempo —dijo Alina—. Voy a empezar en Midtown el lunes.

—Genial, yo voy a Midtown —dijo Peter—. Te encantará. ¿Te gusta la ciencia? 

—Nunca tuve una educación adecuada —respondió Alina—. Me crié en la Habitación Roja. Todo lo que sé implica matar. 

Los ojos de Peter se agrandaron—. Está bien. Entonces, si te quedarás aquí, supongo que deberíamos conocernos, ¿verdad? 

—No hay mucho que saber —respondió Alina. 

—Oh, vamos —rió Peter—. Tiene que haber algo. 

Alina se encogió de hombros—. ¿Qué quieres saber?

—Bien, eh... ¿todo? —respondió Peter, como si fuera obvio. 

Alina enarcó las cejas—. Hay algunas cosas que no puedo decirte. 

—Bueno, comenzaremos con lo básico —respondió Peter—. ¿Dónde están tus cosas? 

—El señor Stark las enviará mañana —respondió Alina.

—Bien —asintió Peter—. ¿Cómo era? 

—¿Cómo era? 

—La Habitación Roja —respondió Peter—. ¿La recuerdas?

—Recuerdo no tener el control —dijo Alina—. Recuerdo... verme hacer cosas que no quería hacer. Lastimé gente. Maté gente. Me alegra que se haya ido. 

—Lo siento, no debí... 

—Está bien —respondió Alina—. Yelena me dijo que empezara a abrirme, y si vamos a vivir juntos, supongo que debería empezar contigo. 

—Me siento honrado —sonrió Peter—. Entonces, ¿estás emocionada por la escuela? 

—No —respondió Alina—. No tengo idea de que esperar.

—Bueno, solo... estarás bien —dijo Peter—. Si estás perdida, estoy aquí para ayudarte.

—¿Te va bien en la escuela? —preguntó Alina—. Debes tener muchos amigos. 

—Bueno... somos solo mi amigo Ned y yo —respondió Peter—. Somos un poco... perdedores. 

—Oh, bueno, yo también —dijo Alina.

—¿Estás bromeando? Eres una asesina rusa —dijo Peter—. Eso es tan genial.

Alina sonrió—. ¿Eso crees? 

—Sí —asintió Peter—. Quiero decir, peleé con Natasha en Alemania hace un par de semanas, y ella estuvo increíble. Apuesto a que eres igual de genial.

—Y apuesto a que no eres tan perdedor como crees —respondió Alina—. Entonces, vamos, dime qué es la ropa de tu ático. Si no lo haces, lo resolveré de todos modos. Ya sé mucho sobre ti. 

Peter suspiró, mirando a Alina con curiosidad—. ¿No le dirás a nadie?

—¿Crees que soy de las que revelan secretos? 

—Bueno, no —suspiró Peter, pensando que esto era un paso hacia la construcción de confianza—. ¿Alguna vez has escuchado hablar del... Hombre Araña? 

—No. 

—Cielos, está bien. Bueno, empezaremos por el principio.

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