03 | un nuevo hogar
Alina se sentó al lado de Tony, su rodilla temblaba mientras el auto conducía a través de Nueva York. No tenía idea de adónde la estaba llevando Tony, y tampoco tenía idea de qué esperar. No era fanática de las situaciones en las que no estaba preparada, y la ausencia de cualquier forma de información estaba poniendo sus nervios de punta.
Tony la miró fijamente—. No creí que las viudas se ponían nerviosas.
—No me gusta no saber en qué me estoy metiendo —respondió Alina.
—Solo no comas el pan de nueces y estarás bien —dijo Tony, dándole palmaditas en la rodilla. La mano de Alina arremetió y agarró la muñeca de Tony, lo que hizo que abriera los ojos como platos—. No tan fuerte, Hulk.
Al soltarlo, Alina hizo una mueca—. Lo siento. ¿Quién es Hulk?
—Está bien —respondió Tony, cuando el auto se detuvo frente a un bloque de apartamentos. Luego registró las preguntas de Alina—. Cielos, tienes mucho que aprender. Está bien, llegamos.
Alina miró por la ventana y murmuró—: Una vez tuve un objetivo que estaba escondido en un edificio similar a este. Le disparé desde 10 km de distancia. Disparo limpio directo a la cabeza.
Tony silbó—. De acuerdo, tal vez hablemos un poco menos de asesinatos cuando conozcamos a esta gente. Ellos no son... como tú.
—No hay mucha gente como yo —respondió Alina, saliendo del auto.
Siguió a Tony por las escaleras después de negarse a tomar el ascensor, llegó al piso al que se dirigían y caminó por el pasillo detrás de él. Cuando Tony llamó al piso de un departamento, Alina miró a su alrededor, analizando su entorno. No habían muchas salidas en este lugar, pero ella nunca había sido reacia a saltar por las ventanas y esperar lo mejor.
Cuando se abrió la puerta del apartamento, los ojos de Alina se posaron en la mujer que abrió. Tenía más o menos la edad de Tony, con cabello castaño largo y ojos amables. Ella sonrió cuando vio a Tony, evidentemente sorprendida de verlo.
—Señor Stark —dijo la mujer sin aliento—. No lo esperaba hasta dentro de un par de horas.
—Sí, bueno —dijo Tony, mirando a Alina—, alguien aprende rápido.
Alina puso los ojos en blanco.
La mujer la miró—. ¿Es ella?
—Sí —respondió Tony—. May Parker, esta es Alina Orlova.
—Es un placer conocerte —dijo la mujer, May, tendiéndole la mano. Alina se la estrechó y May se rió—. Tienes un firme apretón de manos.
—Mucha práctica —respondió Alina, forzando una sonrisa.
—Bueno, pasen —dijo May, abriendo más la puerta para ellos.
Una vez dentro, Alina se sentó rígidamente en el sofá y miró a su alrededor. El apartamento era muy hogareño, lleno de fotografías de May y personas que Alina supuso que eran su familia. May desapareció en la cocina y regresó minutos después con café y tres tazas.
—Lo siento, no sé cómo te gusta —dijo May.
—Sólo negro, por favor —respondió Alina.
—Muy bien —asintió May, sirviendo a Alina una taza de café—. Entonces, Tony me dice que te vas a inscribir en Midtown.
—Desafortunadamente —murmuró Alina, mirando a Tony.
—Está encantada —dijo Tony—. De todos modos, May, ¿estás segura de que está bien que se quede contigo?
Alina se volvió hacia Tony, con los ojos muy abiertos—. ¿Qué?
—Sí, por supuesto que está bien —respondió May—. Tiene la edad de Peter y deberían llevarse bien. Tengo la habitación libre preparada para ella.
—Genial —dice Tony, sonriendo—. Alina, ¿estás de acuerdo con este arreglo?
La mirada en sus ojos le dijo a Alina que solo había una respuesta correcta, y suspiró—. Sí.
—Ella es un poco arisca —dijo Tony—. Solo la conocí hace una semana, pero estará bien aquí. Solo no dejes que se acerque a ningún objeto afilado.
—No soy una niña —murmuró Alina.
Tony se puso de pie—. Muy bien, será mejor que me vaya.
—Espera, ¿me vas a dejar aquí? —preguntó Alina, poniéndose de pie.
—Sí —respondió Tony—. Bienvenida a tu nuevo hogar.
Los ojos de Alina se agrandaron—. ¿Qué?
Tony enarcó las cejas—. Juro que lo discutimos esta mañana en el desayuno.
—No.
—Ah, tal vez lo soñé —respondió Tony—. Como sea, tengo lugares donde estar. Gracias por el café, May.
—Cuando quieras —respondió May, sonriendo mientras mostraba a Tony fuera del apartamento. Cuando regresó, Alina estaba mirando por la ventana. May sonrió—. Entonces, Tony me dice que tuviste una infancia difícil.
—Podrías decir eso —respondió Alina—. Fui criada desde la infancia para ser una asesina.
—Ah —murmuró May—. Bueno, espero que comenzar en una nueva escuela sea un nuevo comienzo.
—Mencionaste a un Peter —dijo Alina—. ¿Es tu hijo?
—No, no —dijo May—. Es mi sobrino —miró su reloj—. Debería estar en casa pronto.
—Ah —murmuró Alina—. ¿Es... agradable?
—Sí —asintió May—. Es un chico muy dulce, pero esa es mi opinión. Te gustará.
Alina asintió lentamente, volviéndose hacia la ventana. En su mente, pudo ver un destello de color rojo, y de repente estaba de vuelta en la Habitación Roja.
Natasha Romanoff se inclinó ante ellas, su hermana Yelena a su lado. Ella les dijo que ahora eran libres de ir y tomar sus propias decisiones, y Alina se miró las manos, los nudillos ensangrentados. Espiándola a través de la multitud de viudas, Natasha vio a la viuda más joven del programa, de solo 15 años.
Alina recordó haber escapado de la Habitación Roja mientras descendía al suelo en una bola de humo y fuego, y cómo el avión aterrizó entre los escombros. Recordó haber visto a Yelena Belova unirse a ellas en el jet, junto con un hombre y Melina. Yelena la agarró del brazo, diciéndole que todo iba a estar bien, y luego Alina jadeó.
Estaba de regreso en la sala de estar de May, mirando por la ventana medio esperando ver los restos en llamas de la Habitación Roja. Dreykov ya no podía lastimarlas, pero ahora que Tony la había equipado con esta nueva situación de vida cómoda, Alina sabía que necesitaba cumplir su promesa a Yelena y hacer todo lo posible para que esto funcionara.
May volvió de la cocina—. Entonces, tu habitación está al final del pasillo. Me temo que no está muy bien decorada, pero estoy segura de que puedes encontrar algo que se adapte a tu gusto.
Alina asintió, siguiendo a May por el pasillo—. ¿Cómo estás tan de acuerdo con dejar que una asesina rusa entre en tu casa?
—Porque Tony me aseguró que no eres peligrosa —respondió May—. Y creo que todos merecen la oportunidad de demostrar que pueden ser buenos.
Alina frunció el ceño—. ¿Incluso yo?
—Incluso tú —respondió May—. Voy a cocinar espaguetis y albóndigas para la cena. Te gustan las albóndigas, ¿verdad?
—Debo confesar que no recuerdo la última vez que comí albóndigas —dijo Alina.
May sonrió amablemente—. Bueno, con un poco de suerte las disfrutarás.
—Estoy segura de que lo haré —dijo Alina—. Gracias.
—¿Por qué? —preguntó May.
—Por acogerme —respondió Alina—. Me dijeron que no soy mayor para ir con mi hermana Yelena.
—¿Tienes una hermana? —preguntó May.
Alina se encogió de hombros—. Algo así.
—¿Dónde está ahora? —preguntó May.
Alina se encogió de hombros de nuevo—. Salvando al resto de nosotras.
May asintió—. Ah, bueno, dejaré que te instales. Eh, Peter debería estar en casa pronto.
Alina forzó una sonrisa—. Espero conocerlo.
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