xxxvi. el plan del equipo dinámico
FLOR MORIBUNDA,
capitulo treinta y seis: el plan del equipo dinámico!
Base de los Vengadores, Nueva York, Estados Unidos — seis horas después.
MARKUS DEBÍA ADMITIR QUE SCOTT LANG ERA UN MALDITO BASTARDO CON BUENAS IDEAS. Lo suficientemente bastardo para poder lograr mover a los Vengadores y crear una máquina para viajar en el tiempo como en las películas estadounidenses producidas en Hollywood. El castaño no se lo creyó en un principio, pero conforme él se lo explicaba, más convincente era el plan. Sin dar más excusas, Markus y Clint volvieron con el equipo a Estados Unidos, donde el amanecer los recibió con miradas sorprendidas del resto del equipo, lo suficiente para que Markus sintiese tanta culpa de haber estado lejos por mucho tiempo. Mikhail, quien lo mantenía derecho luego de que el mayor de los Belova sufriese una recaída luego de estar durante más de 72 horas sin dormir, lo sostuvo antes de que Steve se acerca se sostenerlo también. Natasha apartó al rubio para ponerse del otro lado, tomando el cuerpo de su marido antes de enviarle una mirada fulminante.
Steve lo entendió en segundos.
Ella necesitaba estar a solas con él.
Ambos necesitaban estar a solas, tanto como el resto los necesitaba a los dos dentro del juego. Pero Natasha se dijo a si misma que ella tendría ese momento a solas con él, que se permitiría tener un momento de privacidad para simplemente charlar y ver las nuevas prioridades o...simplemente para insultarlo en más de mil idiomas para quitarse toda la tensión y el enojo que calaba sus huesos como una infección que traía veneno en su sangre. Clint fue llevado a su habitación, acompañado por Steve y Dominica, mientras que el matrimonio Belova se dirigió a la suya. Natasha soltó al castaño, dejando que este diese un par de pasos torpes dentro de la habitación, y cerró la puerta con llave — dispuesta a no darle oportunidad alguna a su marido para abandonar el lugar tan rápido, o al menos sin dar pelea.
—El agua está caliente—sentenció ella al dar un largo suspiro—. Deberías ir a bañarte.
Markus observó la figura de su mujer—¿Y tú?¿Qué harás?
—Me quedaré aquí—espetó la mujer de cabellos pelirrojos-rubios.
E hizo muy bien su promesa, encontrándola apoyada contra la ventana, dejando que la luz del sol se filtrase a través del cristal, iluminando la habitación con tonos verdes y tonos anaranjados. Markus observó que nada había cambiado de lugar en aquel espacio que ellos alguna vez compartieron; lo que más le dolió fue ver el lugar vacío donde la cuna de Damian estuvo de pie durante meses. Sus orbes azules parecían llenarse de lágrimas, al ver que el único rastro que pertenecía al legado que pereció ya no estaba frente a sus ojos. Parecía inevitable no sentir la mirada fija de Natasha, quemando hoyos en su nuca y espalda desnuda, pelear por algo que estuvo intentando de evitar durante cinco años ya no tenía sentido.
—Tenía que quitar esa cuna—dijo ella luego de un largo silencio.
Markus bufó—¿Ocupaba mucho espacio?
—Me sofocaba—admitió ella con dolor contenido en su tono—. Era insoportable verla vacía. Justo como tener el lado izquierdo de la cama abandonado.
El castaño cerró sus ojos con fuerza, sintiendo que el peso de la mirada que le daba su mujer era la única cosa que lo mantenía en su lugar. Lo quemaba, lo marcaba como un animal que iba marchando hacia el matadero, y él no se dio cuenta de que las cuchillas que ella le daba lo hacían sangrar más de lo que Markus ya había sangrado por ella. Finalmente, el castaño se giró, dirigiendo su mirada azulada a los ojos esmeralda que tenía Romanoff, quien no había quitado ojo en él en ningún momento. La postura que portaba ella era digna de una persona centrada, completamente sacada de un mito griego y su resiliencia fue la única cosa que podía mantenerlo en su lugar. Su rostro había cambiado un poco, su semblante estaba cruzado por un fruncido entre las cejas delicadas. Sus miradas se conectaron por un momento, sosteniéndose entre ellas como si fuese el amor de dos amantes distantes — como ellos una vez lo fueron. Ahora, las alianzas doradas en sus dedos anulares creaban una marca rota que convivía entre ellos como la maldición más diabólica que existía en el terreno de los vivos.
Una maldición que era una adicción para ellos.
Markus se dio cuenta que el amor, a pesar del enojo y el resentimiento, seguía allí.
—¿Lo quemaste?—preguntó Markus intentando de que su voz no se quebrase.
—No—respondió Natasha desde su lugar en la ventana—. Lo desarmé y lo tiré en el depósito. Iba a destruirlo, pero...Steve logró convencerme de no hacer algo estúpido.
—Deberías haberlo hecho.
—Prefería hacerlo junto a mi marido—replicó la pelirroja-rubia asintiendo antes de desviar su mirada hacia la ventana otra vez—. Tú no estabas allí. Así que no quemé la maldita cuna.
—No la necesitas—añadió él caminando hacia la cómoda, sorprendiéndose de ver ropa que le pertenecía a él allí—. Tú no necesitas-
—Te necesitaba a ti.
Markus se detuvo en sus movimientos, como si algo lo paralizase por dentro, como una estatua. Justo como las estatuas que había en la sala que Tony había mandado a hacer en mármol, con cada miembro del equipo, con sus rostros hechos a la perfección, con cada imperfección que se podía ver en su interior y cómo esto terminaba uniéndolos como un equipo. El hombre de cabellos castaños soltó una respiración temblorosa, dispuesto a enfrentar la furia de su mujer, tan contenida durante años, que ya ni siquiera temía que esta explotase. En cierto modo, Markus Belova se lo merecía. El semblante de Natasha era implacable, feroz y el ceño fruncido que lo acompañaba no prometía buen augurio — había que ser un tonto para poder cruzarse en su camino.
Y Markus, lamentablemente, era un idiota por intentar cruzarla.
(Un nivel más de "tonto".)
—Estoy justo aquí, no es por opción propia—declaró este, lo último murmurándolo entre dientes.
—Si, estás aquí, luego de cinco malditos años—acotó la pelirroja-rubia cruzándose de brazos—. Cinco años donde quitaste incontables vidas, donde te escondiste en la oscuridad...donde me dejaste lidiar con un peso que era para ambos. Nunca te había necesitado tanto como lo hice en ese momento.
—Tenía que irme, Nat.
—No...no me digas "Nat", ¡no te atrevas a utilizar ese diminutivo!—le reprochó la Viuda enfadada—. No ahora, no en este momento cuando lo único que quiero es golpearte hasta sangrar, por lo que tú me hiciste sangrar con tu ausencia. No- ¡No es justo, Markus!
—Lo sé.
—¿"Lo sé"?¿Realmente lo sabes?
Markus observó la pequeña marca que había en su mejilla, donde él le había generado una cicatriz al tiempo que ella peleaba contra él para simplemente detenerlo en su pena. Recordó el pecado que había cometido, lo que sus manos hicieron en la euforia del momento, lo que él le quitó a ella en ese preciso instante donde perdió el control — donde se perdió a sí mismo. Le dolía profundamente el simple hecho de haberla lastimado y se odió por ello, pero lo que más pesó en su consciencia en ese aspecto: fue el dolor que sentía ella contra él, el dolor que ella sentía por ambos.
—Te lastimé, Natasha—añadió el castaño con mayor seguridad y alzó su mano para acercarla a la mejilla donde la cicatriz surgía de la superficie, pero no la tocó—. Dejé una marca en ti, cumplí mi pesadilla y te herí. Tenía que alejarme porque temía por tu vida, temía terminar con ella justo como ocurrió con Damian. Quería mantenerte a salvo.
—¿A salvo?¿A salvo de ti?—inquirió Romanoff sintiendo que sus ojos brillaban con las lágrimas contenidas en ellos—. Nos hemos herido entre nosotros durante años, hemos sangrado por el otro por meses. Yo no quería que te alejases de mi—se relamió los labios, soltando un par de lágrimas a su paso—. Nunca tuve miedo de la persona que está a mi lado, y eso que siempre estuve rodeada de monstruos, nunca te tuve miedo, Markus.
—Simplemente lo hice para protegerte—murmuró él.
—¡No necesito eso!¡No necesito a un caballero con armadura de plata para protegerme!—exclamó ella con toda su furia, lo empujó al borde de un brote de llanto, abatida—. Yo solo te quería a ti, aquí, a mi lado. Nunca había sentido la necesidad de querer tener a alguien más a mi lado como te necesitaba a ti. Eres mi marido, eres el padre de mi hijo, eres el único hombre que puede verme en un estado tan vulnerable como este. Y tú...¿tú simplemente me dejas?—negó rápidamente con la cabeza—. No es justo. ¡No es justo, maldita sea!
El sollozo que siguió después de ese discurso fue lo que quebrajó el corazón de ambos.
Markus se sintió como el hombre más miserable del mundo.
—Te necesitaba a ti también—soltó él, su mirada sincera, tan cerca de ella que casi podía tocarla—. Pero no podía soportar el hecho de lastimarte otra vez. No merecías eso, no merecías nada de eso—bajó un poco su mirada—. Necesitaba irme, Nat. No iba a lastimarte otra vez con mis poderes, prefería morir y créeme, lo intenté. Lo intenté todas las noches, lentamente, hasta llegar al punto de darme por vencido y recluirme en la única cosa en la que fui bueno alguna vez.
—Matar—sentenció ella al levantar la mirada, sus ojos estaban rojos por su llanto—. ¿Y tú creías que eso no llegaría a herirme?¿A matarme como tú lo hacías?
Natasha sabía perfectamente como desarmarlo con sus palabras.
Ella, concluyó el castaño, era su arma más letal.
Por eso él llegó a amarla tanto como la primera vez, así como así, entre toda la sangre y cenizas que caían sobre ellos. Markus sabía que él debía decir la palabra, que debía decir cada letra para finalmente rendirse ante ella y su plan — como lo hizo tantas veces. Era un pobre idiota, se dijo a si mismo, un pobre idiota que buscaba tan desesperadamente recobrarse a sí mismo en ese momento oscuro. Oh, y él diría las palabras mágicas para empezar a andar en ese camino, si es que él tenía alguna oportunidad de caminarlo.
—Lo lamento—dijo él finalmente—. Lamento haberme ido, lamento haberme alejado de ti. Creía que era lo correcto, pensé que eso era lo correcto, pero...solo dejé que mi propio dolor y mi culpa me atravesasen.
Natasha apretó sus labios en una fina línea.
Markus acercó su mano para tocar su mejilla, no obstante, la pelirroja-rubia alzó su mano para encerrarla en su muñeca en un apriete fuerte, deteniendo su movimiento por completo. No era una exhibición de poder, se trataba de poner un límite; le sostuvo la mirada a su marido, con profunda decisión y espetó lo siguiente:
—Está bien, comprendiste tu error y lo acepto—respondió ella de manera tensa, herida por dentro—. ¿Quieres que realmente te perdone? Quédate, gánate mi confianza, ayúdame a salvar al mundo una vez más. En este momento necesitamos toda la ayuda posible, Markus. Te necesito aquí, aquí y ahora.
El mayor de los Belova estaba seguro de que haría todo lo posible por volver a ser él.
—De acuerdo—dijo él—. Lo intentaré.
—No quiero que sea un intento, quiero que realmente lo hagas si es que quieres recuperar lo que perdiste—señaló ella con pasión, pasión que él nunca dudó—. Porque yo también lo haré, también quiero recuperar lo que perdí, lo que ambos perdimos. Así que esfuérzate, Markus.
—Da, mem (Sí, señora)—espetó él en un murmullo, sin querer que su voz fallase.
Natasha asintió, soltando su mano antes de pasar a su lado para abandonar la habitación, dejando a Markus solo en esta. El reflejo del castaño contra la ventana le dio una vista de él, como también la mirada agonizante de su mujer, por lo que ambos perdieron. Markus soltó un respingo, un suspiro que no sabía que tenía contenido y asintió, dispuesto a ponerse manos en la obra. Sin embargo, un par de pantalones vendrían bien primero.
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Dos días después.
El concepto de viajar en el tiempo era confuso para Markus, como también igual de fascinante, como también igual de peligroso si se hacía de la manera incorrecta. O al menos eso fue lo que sucedió al principio con el pobre Scott según el relato que le dijo Steve. Markus pudo aprender lo suficiente en los siguientes dos días donde Rocket y Tony, quienes parecían ser aliados en una escena del crimen, terminaban de armar lo que era una gigantesca máquina del tiempo. Stark no solo estaba aliviado de saber que él no estaba muerto, pero también estaba preocupado por el estado en el que estaba, exigiéndole a la pelirroja-rubia que le pusiese un maldito suero y que comiese para estar en una calidad óptima si él participaría en la misión. Markus se enteró de muchas cosas que ocurrieron durante su ausencia, que fueron tan sorpresivas hasta el punto que él debió escribirlas en un maldito cuaderno:
Uno. Dominica y Steve se habían casado un año después del Chasquido.
Debió habérselo imaginado, al menos un poco, de no ser por la sorpresa de que Dominica fuese quien propusiese la idea del matrimonio a Steve. Se alegró por ella, sabiendo que podría ser capaz de cuidar al capitán incluso en el retiro, cosa que ya estaban contemplando luego de que esta misión se contemplase. A pesar de las noticias, el castaño no pudo evitar hacer una cara mezclada con confusión, ni siquiera eso se esperaba luego de estar cinco años fuera — pero Dominica fue comprensiva frente a su confusión, hasta incluso lo tomó como algo divertido.
Dos. Tony Stark tenía una hija, una pequeña llamada Morgan Stark.
Eso sí que lo descolocó, teniendo en cuenta de que no él no sabía nada del millonario luego de haberse separado en 2016, tantos años separados fueron suficientes para poder desorbitarlo en cuanto a sus relaciones — las cuales iban y venían, algunas se iban para no volver jamás, pero otras se quedaban. Tony, lleno de melancolía, le mostró una foto de su pequeña, y Markus no pudo evitar ver un gran parecido del ahora castaño a ella; una copia genética exacta y genuina. El mayor de los Belova no podía sentirse más orgulloso de su compañero, quien, a pesar de la gran pelea que tuvieron antes de no volverlo a ver, estaba feliz de ver al ex espía de vuelta.
—Era un proyecto que tenía Potts, lo juro—señaló el millonario desde su lugar, sentado en la silla.
—Quisiste hacerla feliz—respondió Markus desde el sillón.
—Sí...sí, quise hacerla feliz—añadió Tony con felicidad—. Nat es la madrina, Happy es el padrino.
—Ouch, eso sí dolió.
Stark se encogió de hombros, condescendiente—Tendrás que pelear por el título.
Tres. Bruce Banner estaba mutado como Hulk, pero, no era una bestia furiosa. Thor había engordado muchísimo y tenía rastas.
(Markus tardó mucho en entenderlo, demasiado, justo como Clint.)
El científico verde intentó de hacerlo lo más simple posible, generando así una convivencia coexistente (sus palabras, no las de Markus) entre su cuerpo humano y el de la bestia. Ahora, era un gigantón que ayudaba a las personas, como quiso hacerlo en un principio luego de tanto tiempo de estar atrapado dentro del estigma que representaba el no dejar al otro tipo salir. Markus estaba impresionado por ese gran cambio, además de disculparse con él luego de haberle insultado la última vez que se vieron — cosa que Banner desestimó con creces, alegando que Markus no estaba pasando por un buen momento.
No había rencores entre ellos.
—¿Y que hay con Thor?—le preguntó Clint en un murmullo.
—¡Te escuché!—se quejó el rubio.
—Esta pasando por una etapa depresiva, chicos—respondió Bruce de manera suave—. Al menos no mató a millones de personas en el camino.
Markus casi lo mata con la lapicera que tenía en su mano. Clint tuvo que detenerlo, a duras penas.
Cuatro. El experimento con la máquina funcionó.
Y eso, al enviar a Clint Barton al 2018, probó ser una realidad cuando Clint volvió con un guante de beisbol que le pertenecía a Cooper. Una mirada de agonía cruzó su rostro, luego del intento, dándole a entender al resto que había cumplido el objetivo de viajar en el tiempo. Tony estaba a punto de saltar de la alegría, mientras que Banner aplaudía con sus manos gigantes. Natasha lanzó una mirada a Markus, recibiendo una mirada cálida del castaño, quien no dijo nada al respecto — hasta que Steve puso una mano en su hombro, indicando que tendrían que ponerse manos a la obra.
Y así lo harían.
Las seis Gemas del Infinito estaban dispuestas en las pantallas holográficas, todas mostrando sus colores, todas resplandeciendo entre los registros y Markus decidió acomodarse mejor en la silla; Natasha estaba a su lado, vistiendo una polera oscura y su cabello trenzado, manteniéndose cerca de su marido, pero algo distante al mismo tiempo. El castaño sabía que debía ganarse la confianza de la pelirroja-rubia, con simples cosas, escalando hacia el propósito mayor eventualmente. Dormían en la misma cama, compartían ciertos espacios, hasta incluso se dejó poner un rastreador. Mikhail pensó que eso era excesivo, pero se escondió detrás de Tony luego de conseguir una mirada asesina de la mujer. Hablaban poco, cosas concretas sobre la misión, sobre ellos mismos.
Sí, definitivamente Markus se esforzaría para volver a ganar aquella confianza.
El resto del equipo se les unió en la sala de conferencias, Dominica colocándose al lado de Romanoff y Mikhail al lado de Markus, pasando un brazo por alrededor de sus hombros para abrazarlo. El castaño le desordenó el cabello antes de que ambos empezasen a molestar como niños chiquitos, las dos mujeres rodaron los ojos ante la muestra de afecto, pero no pudieron evitar sentirse en los viejos tiempos. Thor procedió a sentarse en la esquina de la habitación, en silencio, mientras que el resto se acomodaba y Steve tomó la iniciativa de empezar con la reunión.
—Bien, comenzaremos con la operación "Atraco en el Tiempo"—sentenció el capitán.
—Steve, ese es un nombre ridículo y lo sabes—dijo Dominica.
—¿Y cómo mierda quieres ponerle?—se quejó Scott.
Viktor se encogió de hombros—No sé, huh, ¿el plan del equipo dinámico?
—Etot khuzhe predydushchego, Domi (Ese es peor que el anterior, Domi)—acotó Mikhail mirándola por el rabillo del ojo.
—YA prinimayu predlozheniya, slizistyy (Acepto sugerencias, baboso).
Mikhail le levantó el dedo medio.
—Ustedes son unos niños—se quejó Clint.
—Por el amor de Dios, ya basta—reprendió Steve antes de pasarse una mano por el rostro—. No se le cambiará el nombre a nada, ¿entendieron? El cómo funciona—señaló a las gemas—. Ahora tenemos que resolver el cuando y el dónde. Casi todos en este cuarto se encontraron con una de las seis Gemas del Infinito.
Tony decidió meterse—O reemplacen "encontraron" por "casi fueron liquidados" por una de las Gemas del Infinito.
—Y eso es quedarse corto—gruñó Markus.
—Yo no me encontré con ninguna—añadió Scott levantando la mano—. Ni siquiera sé de qué diablos hablan.
—No importa, tenemos partículas Pym para hacer un viaje de ida y vuelta cada uno—dijo Bruce pasando detrás de él—. Y estas gemas estuvieron en muchos lugares a través de la historia.
—Nuestra historia—corrigió Stark alzando su vaso de café—. No hay muchas épocas convenientes para visitar.
—Entonces quieres decir que debemos elegir bien los objetivos—dijo Clint cruzado de brazos.
Tony lo señaló—Correcto.
—Pues, empecemos con el Aether—dijo Steve y miró hacia la esquina—. ¿Qué sabes, Thor?
Al girarse, todos miraron en dirección al Dios del Trueno, que yacía en la misma posición de antes; su mano estaba puesta en su barriga, su mano sostenía una lata de refresco y sus anteojos no se habían movido un poco. Markus intentó ver si era que el mítico dios Asgardiano al menos movía su pecho arriba y abajo para respirar — cosa que no parecía estar pasando debido a lo quieto que estaba. Mikhail intentó no soltar una carcajada contenida, de no ser por el golpe seco que le dio Dominica en la cabeza.
—¿Está dormido?—preguntó Natasha a Markus.
—No, no...—respondió su marido negando con la cabeza—. Algo me dice que está muerto. Muy muerto.
—Kholesterin povredil vash mozg (El colesterol le dañó el cerebro)—murmuró Mikhail y fue el turno de Markus de golpearlo, ganando un gruñido de él—. ¿Alguien va a despertarlo?
Rhodes chasqueó la lengua con diversión—Te acabas de postular como voluntario, Orlov.
Mikhail le levantó el dedo medio y se puso de pie, lentamente se acercó hacia la esquina con una lapicera negra y procedió a dibujarle algo en lenguaje cirilico — haciendo que Natasha, Markus y Dominica soltasen una carcajada por lo bajo, al menos antes de el rubio se despertase y apartase la mano del castaño de un manotazo. Markus intentó no reírse a carcajadas, mientras que Thor se ponía de pie intentando de quitarse el sueño. Steve lo invitó silenciosamente hacia el frente, para que pudiese darles algún tipo de información sobre Aether, la Gema de la Realidad. Odinson se frotó los ojos antes de sacarse sus anteojos de sol, posándolos en la mesa con descuido.
—¿Por dónde empiezo...?—balbuceó el rubio de cabello largo—. El Aether, en primer lugar, no es una gema. Antes alguien la llamó Gema—miró a Rogers, él no estaba nada contento con ello—. Más bien es una especie de lodo enfadado...así que alguien tendrá que modificar eso y dejar de llamarla así. Pero hay una historia interesante sobre el Aether: mi abuelo, hace muchos años tuvo que esconder la gema de los elfos oscuros.
—Acabas de llamarla una gema, Thor—dijo Dominica.
—Shhhh...—siseó el rubio con sus manos y Rocket se palmeó la cara—. Así que Jane, en realidad, oh, ahí está—una imagen de la doctora Jane Foster surgió en la pantalla—. Sí, Jane era un viejo amor que tuve. Esa vez ella metió la mando dentro de la piedra y el Aether se metió dentro de ella y se enfermó mucho. Y entonces tuve que llevarla a Asgard, que es de donde soy y tuvimos que intentar curarla—Scott asentía con entusiasmo, mientras que el resto miraba con perplejidad el asunto—. Éramos novios en ese momento y tuve que presentársela a mi madre...que está muerta y...Jane y yo ni siquiera seguimos saliendo...
—eto ugnetayet menya (Esto me deprime)—murmuró Natasha en ruso.
—Nas teper' dvoye (Ya somos dos)—dijo Dominica a su lado.
Orlov levantó la mano—sdelay eto tri (Que sean tres).
—kto-nibud', obnimite yego (Que alguien le de un abrazo)—dijo Markus a Mikhail y el pelinegro rodó los ojos.
Bruce le dijo silenciosamente a Thor que debía detenerse, con señas intermitentes, mientras que Tony se acercaba para calmarlo. El rubio no paró de hablar en ningún momento, cosa que empeoraba más la cosa, entre todo el caos que había en la energía del grupo.
—¿Por qué no te sientas?—dijo el castaño.
—Aún no terminé—se excusó el asgardiano—. Lo único en la vida es la transitoriedad.
—ya predpochitayu pulyu (Prefiero un balazo)—murmuró Clint en ruso y Markus tuvo que morderse la lengua para no soltar una carcajada.
—Impresionante, ¿no, chicos?—añadió Tony palmeando su brazo—. ¿Quieres huevos?¿Quieres desayunar?
—No. Quisiera un Bloody Mary—respondió Thor frunciendo el ceño—. Si los rusos pueden tomar vodka como desayuno, yo también puedo.
Markus hizo una mueca—Es verdad, pero no lo recomiendo.
—Gracias por el apoyo moral, mensajero de la muerte—replicó Tony rodando los ojos—. ¿Te traigo un vodka para ti?
—Ahora que lo dices...¡OW!
Natasha bajó su mano al pellizcarle la nuca, lanzándole una mirada a modo de advertencia, antes de darle una mirada fugaz a Tony—Con un café negro estará bien.
Tony asintió con completa convicción, antes de salir en dirección a la cocina para poder preparar el desayuno. Markus se dejó caer en la silla abatido, mientras que Mikhail soltaba una carcajada entre dientes y el castaño miró a su mujer, quien repentinamente soltó una carcajada antes de negar con su cabeza. El corazón de Markus nunca se había llenado tanto como en ese momento.
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sin editar
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