xvi. todo se queda en san petersburgo
BATALLAS DE SANGRE,
capitulo dieciséis: todo se queda en san petersburgo!
ALEXEI SHOSTAKOV HABÍA ENVEJECIDO MUCHO MÁS DE LO QUE MARKUS BELOVA CREYÓ, al menos su rostro lograba marcar cómo los años realmente le habían pasado por encima, y el propio Markus tuvo que decirse que él ya no tenía veinticinco años como antes. Sin embargo, eso generó un gran contraste en cuanto caminos recorridos a lo largo de las vidas de ambos: uno estuvo libre y el otro casi termina pudriéndose en una prisión soviética de máxima seguridad. El castaño buscó alguna razón por la cual el general Dreykov terminó por llevarlo allí, sin más, y juzgando sus jugadas: Markus solo podía decir que el líder de la Habitación Roja ya se había cansado del soldado ruso. Melina Vostokoff solía decir que todas las personas tenían una fecha de caducidad: una de uso y una de vida. Recordó esa vez que Yelena le miró horrorizada con tan solo la implicancia de las palabras de la "madre" del grupo — era una mirada oscura y estupefacta para la rubia; logrando cultivar el miedo de que algún día la propia Yelena podría ser reemplazada.
(En cierta forma, todos terminan siendo reemplazados.)
—Menya nikogda ne zamenyat (A mí nunca me reemplazarán)—sentenció entonces la rubia, con tan solo veintidós años.
El gesto que llevaba Vostokoff no era sombrío, era más taciturno.
—My vse kogda-to zamenimy, Yelena (Todos somos reemplazables en algún punto, Yelena)—replicó la pelinegra sin mirarla, ya que sentía el peso de los ojos de la menor de los Belova sobre su figura—. Eto tsikl, kotoryy povtoryayetsya s nachala vremen (Es un ciclo que se repite desde el principio de los tiempos).
Markus, teniendo sus veinticuatro años, no le costaba tanto conocer el tipo de concepto que tenía la Viuda Negra sobre la vida o al menos entenderlo. Sin embargo, él no compartía aquel sentimiento: sí, todos eran reemplazables, pero también cada persona era única y específica, imposible de reemplazar — esa era una de las grandes gracias de la vida, nadie era igual. Yelena decidió desistir por el momento, ya que Melina parecía tener una mentalidad muy poco abierta para ese tipo de conversaciones. La misión que habían completado esa misma noche era matar a un diplomático que tenía un serio caso de fraude, obviamente mezclado con pedofilia y otras cosas más. Su sangre estaba esparciéndose sobre el suelo, cosa que captó la atención de Markus.
Un pequeño retrato de su familia estaba caído a un lado, los vidrios partidos de la manera más dulce; posiblemente reflejando la poca estabilidad que el tipo tenía.
No obstante, el hombre parecía feliz con su familia.
—Prishlo vremya ubit' yego (Ya era hora de que lo matasen)—dijo Vostokoff mientras buscaba un par de archivos—. My sdelali vam odolzheniye, Rossiya ne tak khorosho perenosit moshennikov v svoikh ryadakh (Le hemos hecho un favor, Rusia no se toma tan bien tener a estafadores entre sus filas).
—U etogo cheloveka byla sem'ya (Este hombre tenía una familia)—declaró Markus.
Melina le miró por el rabillo del ojo—Chto, teper' ty khochesh' sdelat' yego svyatym? (¿Qué?¿Ahora quieres hacerlo un santo?).
—Ya etogo ne govoril (Yo no dije eso).
—Itak, chto vy imeyete v vidu? (¿Entonces qué es lo que quieres decirme con eso?).
—O tom, chto vy skazali segodnya, prezhde chem vy prishli (Sobre lo que dijiste hoy antes de venir)—añadió él girándose para mirarla, casi enfrentándola, pero también manteniendo su distancia con ella—. Eto zamena (Eso de ser reemplazado).
—On byl diplomatom (Él fue un diplomático)—sentenció Melina dando un paso hacia él—. Diplomatov mozhno zamenit', ikh tam milliony. Eto prosto... svoloch' (Los diplomáticos son reemplazables, hay millones ahí afuera. Este es solo...una escoria).
—Etot diplomat, nesmotrya na to, chto byl otmorozkom, byl sem'yaninom (Este diplomático, a pesar de ser una escoria, era un padre de familia)—dijo Markus en su lugar, manteniendo su mirada fija en la Viuda Negra que tenía un gesto indiferente en su mirada—. Mozhet byt', u parnya byla vidimost', i yego sem'ya byla ideal'noy, no... kak, chert voz'mi, zamenit' ottsa? (Tal vez el tipo tenía una fachada y su familia era perfecta, pero...¿cómo diablos reemplazas a un padre?).
Melina se quedó en silencio, digiriendo la protesta del castaño.
A veces Markus se comportaba como un niño petulante y ella no debería sentirse sorprendida por ello, aun así lo hizo y fue sorprendente cómo la mente humana podía diferir en sus pensamientos incluso si estos son completamente poco morales. A pesar de que Markus Belova ya tenía una mente condicionada psicológicamente por su entrenamiento, a Melina le maravilló el tipo de resistencia que su mente tenía en ciertos aspectos — que tanto podía tirar aquella moralidad contra las situaciones que el muchacho tenía en frente.
—Nikto ne mozhet zamenit' roditelya, Markus (Nadie puede reemplazar a un progenitor, Markus)—concluyó finalmente la Viuda Negra haciendo una mueca que carecía de simpatía—. Eto pokhozhe na krovnuyu svyaz', kotoraya svyazyvayet vas s etim chelovekom navsegda, dazhe yesli etot chelovek — khudshiy podonok, kotorogo vy mozhete nayti. mozhet byt', ya byl neprav (Es como un vínculo de sangre que te ata a esa persona por siempre, incluso si esa persona es la peor escoria que te puedas encontrar. Tal vez me equivoqué).
Esa respuesta fue suficiente para poder mantener la consciencia de Markus a flote.
—Ty vpervyye chto-to uznayesh', ya gorzhus' (Es la primera vez que reconoces algo, me siento orgulloso)—bromeó él antes de cortarle un dedo al diplomático muerto, Melina le regaló una mirada mezclada de reproche y poco humor.
—Ne davi na eto (No lo presiones)—mencionó ella.
Sin embargo, Markus no podía parar de pensar en ello: todos tienen fecha de caducidad y eso se marcaba con la edad — hasta incluso Damian tenía su propia fecha de caducidad. El ex soldado estrella de la Unión Soviética estaba vestido de manera muy descuidada, lo cual dejaba mucho que desear de lo que era su estado físico también. Tenía el cabello más largo de lo que el castaño recordaba, con su barba larga donde salían algunas canas. Su cabellera, al igual que su barba, tenía rastros de envejecimiento que lograban enmarcar su rostro. Además de que había subido de peso y el olor que hediondo que emanaba de su cuerpo era algo completamente repulsivo. Sin embargo, su cara mostraba una sonrisa de oreja a oreja, al menos hasta que el equipo lo miró.
(Alexei se sintió desnudo y muy desconcertado con sus miradas.)
—Eso fue emocionante, ¿verdad?—intentó bromear Red Guardian—. Eso que hicieron allí...¡Vaya! YA tak gorzhus' vami, rebyata (Estoy muy orgulloso de ustedes, chicos).
Yelena rodó los ojos, mientras que Markus se colocaban los auriculares.
Alexei miró a los dos hermanos Belova y decidió acercarse a ellos para quitarles los auriculares. Él no se esperó para nada el golpe que le propinó Yelena, un golpe directo a su nariz que empezó a sangrar de manera inmediata. Markus hizo una mueca para sofocar la carcajada que estaba a punto de salir de sus labios, el resto del equipo intentó sofocar risas entre ellas, pero el único que festejó la hazaña de su tía fue Damian. Yelena mantuvo su mirada al frente, ambas manos en el mando, a pesar de que el que manejaba el helicóptero era su hermano.
—Está bien—mencionó Alexei, su acento ruso marcándose bastante—. ¿Por qué la agresión?¿Estás en tu época del mes?
Instantáneamente, Yelena rodó los ojos—No tengo mi periodo, imbécil. No tengo útero.
—¡Ni ovarios!—declaró Natasha a sus espaldas.
—Ajá, eso pasa cuando la Habitación Roja te hace una histerectomía involuntaria—continuó la rubia antes de girarse para mirar al hombre—. Es como...—hizo una mímica—. Ellos entran y te arrancan todos los órganos reproductivos—sacó su cuchillo y continuó con la demostración—. Se meten ahí dentro y te cortan todo. Te sacan todo, así no puedes tener bebés...
—¡Ya, ya!¡Está bien!—se excusó Shostakov tomando asiento—. No debes ser tan clínica y desagradable.
—Estaba por hablar de las trompas de Falopio, pero está bien—murmuró la rubia.
—De verdad—señaló el castaño mirando al equipo—. Significa mucho para mi que regresasen.
—La realidad es que no, no es así—sentenció Markus mirándolo de reojo—. Vas a decirnos cómo llegar a la Habitación Roja.
—Ja, mírate, ¿eh? Solo hablas de negocios. Al punto. No esperaba menos de ti, Markus.
—Confía en mí, Alexei—refunfuñó Romanoff pasando frente a él junto a Damian—. Esto no es por placer.
Shostakov parecía no querer tragarse la mentira—La pequeña Natasha, completamente adoctrinada con la agenda occidental. No me sorprende que los arrastrado a ellos.
—Elegí ir a Occidente para ser una Vengadora—sentenció la pelirroja rodando los ojos, tomando asiento frente a él, apoyando a su hijo en su regazo—. Al menos allí podía tener estabilidad.
—¿Dónde están ellos ahora?—bromeó el hombre de cabello largo—. Lo que más me sorprende ahora mismo es que tengas a un niño de al menos un año en tu regazo como si nada.
—Una cosa te quedará muy clara, Alexei—añadió Dominica desde su lugar, a su lado izquierdo—. Te atreves a dañar el niño y perderás la mano.
—Alexei Shostakov, te presento a Damian Belova—declaró Yelena señalándolo—. Mi sobrino.
—¿Ya te pusiste la etiqueta?—le preguntó Mikhail con la ceja alzada—. No puedes venir y quitarnos el puesto a Dominica o a mi.
—YA gotov drat'sya na nozhakh za titul (Estoy dispuesta a tener una pelea de cuchillos por el título)—contraatacó ella volviendo su mirada al frente.
—Nadie va a pelear por ese maldito título—dijo Markus manteniendo ambas manos en el control—. Dinos donde está la Habitación Roja, Alexei.
Hubo un silencio que se generó detrás de él, Markus podía imaginarse que todos estaban esperando una respuesta por parte del ex soldado de Rusia, sus miradas básicamente marcado hoyos en el cuerpo mientras esperaban con poca paciencia a que él hablase. Markus ladeó su cabeza a un lado, Yelena imitando su acción para poder juntar otro par de miradas hacia el hombre de cabellos largos y barriga suelta.
(Él podía sentirse decepcionado después.)
—No tengo idea.
Y, en ese momento, el plan volvía a desmoronarse.
—¿Lo entienden? No tengo idea—sentenció Alexei, claramente firmando—. ¿Está bien? No lo sé.
Natasha le quitó los auriculares con fuerza al hombre, sobresaltando a su hijo—¡Vamos! Tú y Dreykov eran como...
—¿Dreykov?—balbuceó Alexei ofendido y el resto asintió—. El general Dreykov era mi amigo, ¿ah? Me dio gloria...—ladeó su mirada hacia los miembros restantes del equipo—. El primer y único super soldado de la Unión Soviética. ¡Pude haber sido más famoso que el Capitán América!—su vista volvió a Romanoff—. Luego me obligó a ir a Ohio con Melina, en esa tonta misión. ¡Tres años! Fue tan tedioso, me aburrí hasta el punto de llorar—rueda los ojos ante la inexpresividad de sus ex compañeros—. Luego me encarcela por el resto de mi vida. ¿Por qué?¿Por qué me pondría...?¿Saben por qué?—se relamió los labios—. Porque quizá yo quería hablar sobre la extinción del Estado, o quizá no me gustaba su cabello o no sé, dije algo sobre eso. Me encarceló por el resto de mi vida—murmuró—. Se escapó y se escondió, ¿eh?
—Te embarró en mierda antes de irse—se burló Dominica recostada contra la pared y Alexei la fulminó con la mirada.
—ochen' smeshno, bratan (Muy graciosa, mocosa)—respondió él en ruso—. Ni siquiera soy el que...tú sabes...—soltó una carcajada amarga antes de mirar a Romanoff—. No soy el que mató a su hija.
Alexei Shostakov no había perdido para nada su carácter.
(Y también su jugada sucia.)
—Dorogaya, teper' my mozhem vybrosit' yego v okno? (Cariño, ¿ahora podemos tirarlo por la ventana?)—le preguntó Markus a su mujer intentando de no asesinar a Red Guardian con la mirada.
—YA dumayu, nam sleduyet podozhdat', poka my ne okazhemsya na bol'shey vysote (Creo que deberíamos esperar a estar a mayor altitud)—replicó Natasha.
—V soglashenii (De acuerdo).
Shostakov rodó los ojos, otra vez—Kakogo cherta oni ne sprashivayut Melinu, gde ona? (¿Por qué diablos no le preguntan a Melina dónde está?).
Todos volvieron a mirarlo, con clara confusión en su mirada. Melina Vostokoff no había vuelto a aparecer en sus vidas luego de que el equipo se enterase que se exilió debido a algunos contratiempos entre la Habitación Roja y sus propias morales. Al menos eso fue lo que le dijo a la pelirroja cuando tuvieron la misión en la frontera de Corea y el incidente con la aspirante a Viuda Negra llamada Sofía. Que Alexei sepa sobre la madre del grupo, a pesar de haber estado encerrado en una prisión, llegó a ser casi desconcertante como el hecho de que el general Dreykov estuviese vivo.
—¿Mamá Melina?—inquirió el mayor de los Orlov.
—Pensábamos que ella estaba retirada o...simplemente muerta—concluyó Yelena.
—Ja, no puedes matar a una zorra tan astuta como ella.
Natasha le tapó los oídos a Damian—Alexei.
—¿Qué pensabas, Natalia?—prosiguió el supersoldado—. Ella siempre fue la científica, la estratega. Ella estuvo más tiempo dentro del Centro, mucho más que ustedes. ¿Yo? A pesar de ser un Gorrión Negro, era la fuerza—se acomodó en su asiento—. Ella trabajaba mucho más directamente para Dreykov que yo.
Eso confirmaba una mentira, o al menos una sospecha.
Como también delataba una verdad inquietante.
(Markus estaba más desconcertado que antes, la expresión de su mujer tampoco ayudaba.)
—Espera, espera—lo detuvo Markus girándose por completo—. ¿Estás diciendo que Melina sigue trabajando para la Habitación Roja?
—No me jodas, Alexei—masculló Dominica.
—No, no estoy bromeando—añadió él, sonando más serio y sobrio que antes—. Trabaja en forma remota fuera de San Petersburgo.
—¿Cómo podemos creerte?—exigió Natasha frunciendo el ceño—. ¿Cómo mierda sabemos que estás diciendo la verdad?
—Melina solía conducir investigaciones en la misma prisión hace años, antes de que Dreykov aparentemente le permitiese llevar su investigación a un lugar más tranquilo—replicó Alexei ya fastidiado, pero mostrando honestidad en sus palabras—. Ella sabrá sobre la ubicación de la Habitación Roja.
Mikhail soltó un suspiro, luego de un silencio abrupto—Bueno, tendremos que darle una visita.
—Huh, creo que no tenemos suficiente combustible para llegar a San Petersburgo—advirtió Yelena.
—No, estamos bien—dijo Shostakov a modo de tranquilizarla—. Llegaremos.
—De acuerdo.
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San Petersburgo, Rusia — tres horas después.
Yelena tenía muchas ganas de asesinar a Alexei, en todos los sentidos.
(Markus tuvo que evitar un asesinato a sangre fría.)
No solo porque él dijo con falsa seguridad (que en su defensa era más que confianza en las habilidades de pilotaje de los hermanos Belova) que llegarían a salvo a San Petersburgo, si no que él culpó a su hermano por la clara falla de no darse cuenta del combustible. Eso fue suficiente para que Natasha abriese la puerta, agarrando a su marido con fuerza y Damian literalmente atado a su traje mientras que los otros se sujetaban al castaño con fuerza para salir del helicóptero que cayó al campo de flores de lavanda que florecían a su alrededor. Alexei observó maravillado al castaño, quien permanecía vigilante en su vuelo y empezó a descender hacia el suelo — dejando a sus compañeros a salvo.
Damian simplemente aplaudió, divirtiéndose con el espectáculo de toda la situación.
El resto del equipo, claramente cansado, se quedó en silencio.
—Debieron haber traído el superjet de los Vengadores.
Todos se giraron para mirar a Alexei y él simplemente se encogió de hombros. Natasha dejó a Damian en el suelo para que pudiera moverse con absoluta libertad, dejando que los adultos se encargasen de los temas de adultos y empezó a acercarse a las flores para poder tocarla. El grupo empezó a avanzar en dirección al camino que estaba trazado, intentando de dejar a atrás a Shostakov, pero este era implacable.
—Klyanus', yesli ya uslyshu eto snova, ya udaryu yego po litsu (Te juro que, si lo vuelvo a escuchar, le daré una patada en la cara)—masculló Yelena a su hermano.
—Es de lo peor—murmuró él.
—¿Acaso van a dejarme aquí solo?—preguntó Alexei en una exclamación.
Dominica rodó los ojos—¡Sí, Alexei!¡Te abandonaremos aquí!
Mientras Markus y Natasha caminaban a la par, ambos mirando que tanto se alejaba Damian de ellos, Shostakov se acercó con urgencia al matrimonio para agarrarles de sus brazos y dio un tirón para poder sacarlos del grupo; así caminando junto a ellos. Los dos ex asesinos se zafaron de su agarre, el cual era demasiado fuerte para ellos antes de lanzarle una mirada asesina a Alexei.
—Ustedes sí que se ponen a la defensiva—murmuró el hombre de crianza rusa—. Tengo que preguntarles algo, algo personal. Algo importante.
—¿Qué es lo que quieres?—murmuró Romanoff.
Alexei se tomó un breve silencio para empezar a hablar—¿Él les habló de mi?
—¿Qué?—preguntó Markus.
—¿Él les habló sobre mí? Intercambiando historias de guerra—insistió el supersoldado con misticismo.
—Alexei, no entiendo una mierda sobre quién estás hablando—murmuró Markus—. Así que corta con la cháchara y dinos.
—Del Capitán América—confesó Alexei como si se tratase de algo obvio—. Mi gran adversario en este teatro de conflicto geopolítico. No es tanto un némesis, es más como un coetáneo...un igual—movió su mano para enfatizar su punto—. Siempre pensé que nos teníamos mucho respeto mutuo...
—Espera, Alexei—lo interrumpió Romanoff deteniéndose en sus pasos, su mirada claramente escéptica y eso logró transmitirse para el resto del equipo—. No nos has visto hace más de doce años, quince incluso. ¿Y nos preguntas sobre ti?—señaló a Damian—. ¿Ni siquiera vas a saber de dónde vino tu nieto o de que cómo estuvimos siendo Vengadores?—señaló a Dominica y a Markus—. ¿O que tenemos a una supersoldado como tú y a un asesino con superpoderes?
—Esa es en realidad mi pregunta—sentenció Yelena mirando a su hermano—. Por que no recuerdo haber escuchado una explicación de cómo carajos Markus puede volar en el aire.
Markus hizo una mueca, mirando a la rubia—Es una larga historia, Lena.
—Pues tengo todo el día.
Alexei soltó una carcajada entre dientes.
Mikhail rodó los ojos—Alexei, cállate.
—¿Por qué hay tanta tensión aquí?—añadió Shostakov haciéndose el desentendido y miró en dirección a Damian—. ¿Hice algo mal, pequeño?
—¿Lo preguntas en serio?—inquirió Dominica de manera poco impresionada.
—Siempre los quise, chicos—sentenció Alexei mirándola fijamente—. Como si fuesen mis propios hijos, la sangre de mi sangre, los hijos que no pude tener. Con Melina hicimos todo lo posible para asegurar de que lograrían alcanzar su máximo potencial y todo salió bien.
—¿Ah, sí?—dijo Markus alzando ambas manos—. ¿Todo salió bien?
—¡Sí!¡Para ustedes, sí!—se acercó a Damian para tomarlo en brazos, este apoyando ambas manos en el pecho del hombre, admirando los tatuajes. Alexei miró hacia el resto—. Cumplimos nuestra misión. Yelena, te convertiste en la niña asesina más grande que conoció el mundo—se acercó a Yelena—. Nadie puede igual tu eficiencia, tu crueldad. El resto de ustedes, espías, derrocadores de regímenes, destructores de imperios desde dentro, se convirtieron en Vengadores. ¡Vengadores!¡Los héroes más fuertes de la tierra!—miró hacia el matrimonio—. Ustedes lograron lo que una Viuda Negra y un Gorrión Negro nunca lograrán hacer: forjar un legado con este niño—sacudió un poco a Damian y tomó a todos contra su pecho, estrechándolos en un abrazo grupal—. Todos ustedes mataron...a mucha gente. Sus libros deben estar goteando, chorreando rojo—sollozó un poco—. No podría estar más orgulloso que ustedes.
Luego de un momento, el resto del equipo quería alejarse de Alexei.
(Incluso Damian, quien lanzó un berrinche.)
—Alexei—advirtió Markus.
—Shh...—siseó Red Guardian—. Prosto day mne nasladit'sya etim prekrasnym ob"yatiyem (Solo déjame disfrutar este hermoso abrazo).
—Alexei, hueles muy mal—se quejó Yelena, empujándolo a un lado.
Se separaron de él, dejándolo confundido, y finalmente se dignaron a avanzar. Teniendo en cuenta de que habían pasado tres horas desde que Alexei logró escaparse de prisión, él calculó que llegarían en dos horas al lugar remoto donde estaba Melina Vostokoff conduciendo sus experimentos. Durante los primeros cuarenta minutos, todos caminaron en silencio y a pesar de las insistencias de Alexei para poder llevar a su nieto en sus hombros, Markus decidió desistir por un momento. El páramo donde caminaban era quieto, lleno de vegetación y algunos tulipanes, rodeado por colinas que tenían pinos a su alrededor — era silencioso, dejando que solamente sus respiraciones y sus pasos fuesen la única cosa que Markus o cualquiera pudiese percibir en ese momento.
—¿No vas a contarme?—dijo Yelena a su lado.
Markus parpadeó y casi tropieza con una rama, Yelena soltó una carcajada. Su hermano le palmeó el brazo y ella se quejó antes de pegarle un codazo. Ambos continuaron caminando.
—Vamos, Markus—insistió la menor de los Belova—. No seré una telépata como esa chica Maximoff—Markus le miró confundido—. Vi las noticias cuando ocurrió el incidente en Lagos. No pensé que tú estuvieses involucrado, pero lo estabas.
—¿Qué quieres que te cuente?
—Sobre eso—dijo Yelena, volviendo a insistir—. Tus poderes.
Markus alzó su mano, donde algunas llamas danzaron en sus dedos, casi de manera consciente. Yelena se acercó más para poder mirar la acción con completa atención y vio que se desprendía un poco de piel de él, como si fuesen partículas. El castaño miró en dirección a la muchacha, quien observaba aquellas flamas como si fuesen fuegos artificiales, sin embargo, al levantar la mirada hacia sus ojos, observó que estos eran de un color anaranjado brillante y que las posibles heridas que él tenía ya habían sanado por completo.
—Woah...—murmuró la menor de los Belova—. ¿Cómo...?
El castaño continuó con el camino, bajando su mano a un costado, su mirada al frente.
—Un dios del espacio me los dio—sentenció él, moviendo sus pies a una velocidad prudente para que Yelena pudiese seguirlo—. No tenía mucha opción en ese momento. Ocurrió durante el 2012, cuando mi equipo y yo fuimos capturados. Su nombre era Loki—bajó la mirada—. Él tenía un cetro, pero...no era un cetro convencional.
—¿Él fue quien te hizo eso?
—Fue sumamente aterrador—recordó Markus avanzando—. Era como si él tuviese el control de todo, pero con las peores intenciones. Me preguntó qué era realmente y...cuando toqué el fondo de aquella luz, sentí que me quemaba vivo y luego desperté con poderes—se relamió los labios por un segundo, decidido a proseguir—. Puedo hacer lo que sea con ellos, si me cortas, lograré sanar en segundos, puedo crear campos de fuerza, freír cosas, incendiar un maldito bosque, un edificio, volar, pero eso está todo controlado—mencionó el castaño volviendo a abrir su palma, fuego emanando de ella—. Es como si fuese el fuego del mismísimo infierno, mi mayor miedo es lastimar a alguien que aprecio con estos poderes.
—¿Por qué no los usaste antes?
—Por que te pondría a ti y a mi familia en riesgo—sentenció el castaño deteniéndose para mirarla—. Estuve en contra de los Acuerdos de Sokovia y estoy huyendo, porque sé que, si me encuentran, se asegurarán de mantenerme encerrado—Yelena bajó la mirada—. Mi mujer también está escapando, por que ella violó los Acuerdos y lo hizo para salvar a su familia. No pude usarlos por esa simple razón, pero sé que aquí no nos buscarán—tocó la mejilla de su hermana, haciendo que ella alce su mirada—. Lamento no habértelo dicho antes.
—Tenías tus razones.
Cuando llegaron a un claro, vieron que el sol había empezado a ponerse, marcando las nubes de un color anaranjado mezclado con rosa. Damian chilló con alegría al señalar los colores, sus ojos mirando hacia todos lados.
—¿Ya llegamos?—se quejó Dominica.
—Te darás cuenta cuando lleguemos—le dijo Alexei y empezó a hacer sonidos de cerdo.
—O cuando Melina se entere de que acabamos de violar su perímetro—concluyó el mayor de los Orlov señalando un pequeño dispositivo a un lado, escondido—. Y nos elimine a balazos con un rifle de francotirador.
—Ne dramatiziruy, Mika (No seas tan dramático, Mika)—señaló Shostakov rodando los ojos—. My budem v poryadke (Estaremos bien).
Y Mikhail no les mintió.
Cuando llegaron a una cabaña, la cual se extendía con una granja en el medio de la pradera, Markus tuvo que respirar hondo al ver que la figura que los esperaba en la puerta de entrada no era nada más ni nada menos que Melina Vostokoff en persona. Ella llevaba su cabello en una corona de trenza, a diferencia de sus peinados durante el entrenamiento en el Centro y vestía con un overol gris muy oscuro, resaltando su piel pálida y su simple maquillaje. En sus manos, ella sostenía un rifle de francotirador, que tenía un silenciador y una mira acoplada. Su rostro, el cual estaba marcado con la edad, pero sin opacar su belleza — se mostró nostálgico.
Era como si su corazón se rompiese al ver que el equipo que ella tuvo cambiase tanto.
Como una madre sin ver crecer a sus hijos.
¿Qué tanto se había perdido?
¿Qué tanto perdieron ellos?
Su mirada se concentró en Markus y Natasha, quienes estaban lado a lado, sosteniendo a un niño de casi un año. Luego miró el rostro de Yelena, el cual no era tan apacible y después el de Mikhail y Dominica.
—Cariño, llegamos a casa—murmuró Alexei esbozando una sonrisa.
—Sozhaleyem, chto ne uvedomili vas ran'she (Lamentamos no haberte avisado antes)—señaló Mikhail encogiéndose de hombros—. My dumali, ty ne otvetish' na zvonok (Creímos que no contestarías el teléfono).
Melina apretó sus labios antes de asentir—Podpisyvaytes' na menya (Síganme).
Y ellos, simplemente, como los viejos tiempos, la siguieron.
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sin editar
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