xiv. el antídoto a la manipulación
BATALLAS DE SANGRE,
capitulo catorce: el antídoto a la manipulación!
EL LUGAR DONDE PERMANECIERON ESCONDIDOS ERA BASTANTE PEQUEÑO, pero lo suficientemente amplio para todos. El tren pasó por debajo de ellos, dejando en claro que la estructura era más que estable y Damian admiraba entusiasmado las luces que venían de la estación. Natasha, por su parte, se mantuvo alerta por si ese sujeto volvía a salir para descubrir su escondite y atacarlos; sin embargo, parecía que las aguas se habían calmado por un momento y que ellos finalmente podían respirar con tranquilidad. Yelena soltó un gruñido al ajustarse el torniquete en su herida con su otra mano y su boca. Markus le lanzó una mirada, la cual parecía estar mezclada con preocupación y posiblemente dolor, sin embargo, Natasha le ganó en la siguiente pregunta:
—¿Estás bien?
—Sí, qué gran plan—se mofó la rubia sentándose—. Me encanta la parte en la que casi me desangro.
—Fue un raspón, Yelena—añadió Markus sin más preámbulos—. Además, lograste que mi hijo saliese ileso.
—Lo que sea—declaró la menor de los Belova rodando los ojos antes de mirar el entorno—. Esto es...acogedor.
—Barton y yo pasamos dos días escondidos aquí arriba—dijo la pelirroja mientras sentaba a Damian a su lado y Markus le envió una mirada inquisitiva—. Nos pusimos creativos esa vez que visitamos Budapest, ¿de acuerdo?
Markus soltó una carcajada.
—Debe haber sido divertido—comentó Yelena mirando hacia una de las paredes, donde había dibujado un juego del ahorcado y un tic tac toe.
Luego de que se creó un silencio entre los adultos, Damian miró con curiosidad a la persona que ocuparía el rol de tía y Yelena parpadeó dos veces al darse cuenta de que el niño ya la estaba mirando. A pesar de que conoció al pequeño demonio hace una hora, ella podría habérselo confundido como hijo de sangre de su hermano debido al parecido que podía tener con él. Cuando lo tomó en sus brazos y lo protegió contra su pecho, sintió que en cualquier momento los huesos que Damian tenía terminarían por romperse por el accidente, pero el niño estaba ileso cuando salieron del auto. Markus observó el intercambio sin decir palabra alguna, antes de volver su mirada a Natasha.
—Eto tot paren', kotoryy napal na tebya proshloy noch'yu? (¿Ese fue el tipo que te atacó anoche?)—murmuró ella a Markus.
—odinakovyy (El mismo).
—ya slushayu tebya (Los estoy escuchando)—declaró Yelena en ruso—. Oni sovsem ne tonkiye (No son nada sutiles).
—¿Quién diablos era ese tipo?—exigió saber Markus.
—El proyecto especial de Dreykov—replicó la rubia como si fuese algo obvio, algo que ellos debían saber—. Puede imitar a cualquiera que haya visto. Es como pelear con un espejo—miró a su hermano—. Pero supongo que ya te diste cuenta de eso, ¿verdad?¿Intentaste pelear con él?
—¿Qué me delató?
—Ty stal myagkim, brat (Te has ablandado, hermano)—le recriminó la rubia—. Fue un movimiento poco calculado de tu parte el enfrentarlo.
—¿Por qué es el proyecto especial de Dreykov?—inquirió Natasha mirándola fijamente.
Belova se encogió de hombros—Dreykov lo despliega en misiones de alta prioridad.
—Esto no tiene sentido.
—La verdad raramente tiene sentido cuando omites los detalles clave—añadió Yelena con claras intenciones de provocar a la pelirroja.
Natasha se mostró escéptica ante el comentario—¿Qué quieres decir con eso?
—No dijiste nada sobre la hija de Dreykov—insistió la Viuda Negra desde su lugar—. Tú la mataste. ¿Tú sabes sobre esto, Markus?
—Claro que sí, mi mujer me dice todo—declaró el castaño cruzándose de brazos y Yelena no se esperó para nada la respuesta de su hermano—. ¿Qué? No esperabas que te respondiera eso, ¿verdad?
—Tuve que hacerlo—le dijo Natasha a la rubia—. Necesitaba que ella me guiara hacia Dreykov. La hija de Dreykov fue un daño colateral—su mirada bajó a Damian, quien le miró en silencio—. La necesitaba para estar segura de que él estaba allí.
—Ahora no estás tan segura—lamentó Yelena.
—Necesitaba irme de la KGB. Por eso hice esa misión para alejarme de ustedes y por eso maté a la hija de Dreykov, necesitaba irme.
La rubia miró en dirección a su hermano, esperando que él intentase tomar una postura en el asunto; pero se dio cuenta que Markus estuvo del lado de los que querían escaparse por mucho tiempo — que SHIELD lo haya capturado en 2012 fue una gran casualidad, y ella no podía envolver en su cabeza el mero concepto de que su hermano, la sangre de su sangre, se había convertido en un traidor de la KGB junto con su equipo. Yelena intentó no dejarse perseguir por sus propios sentimientos, más cuando estos fueron reprimidos por el químico que los científicos de la Habitación Roja le empezaron a administrar para hacerla más dócil. No obstante, hasta ella se sintió traicionada por su propia sangre, sabiendo que él posiblemente no volvería. El rostro de Natasha fue suficiente para decirle que ambos ex agentes del Centro habían pasado demasiado al desligarse de un imperio que seguía aún operante.
Yelena Belova se relamió los labios, pero no presionó más en el asunto.
(Ella no tenía el poder de juzgarlos, después de todo.)
Al caer la tarde, donde el cielo se empezó a teñir de tonos anaranjados, el trío de agentes caminó en dirección a una gasolinera. Alejada de Budapest y los peligros que esta traía. Natasha mantenía su mirada fija en la entrada, mientras que Damian estaba sentado en los hombros de Markus y Yelena observaba el intercambio entre padre e hijo con tanta naturalidad.
Nunca se imaginó a Markus como padre.
Se acercaron a la gasolinera, Yelena siendo la primera en entrar siendo seguida por su hermano y Natasha.
—La Habitación Roja sigue activa entonces. ¿Dónde está?—preguntó Markus a Yelena.
—No tengo idea, hermano.
—¿Ni siquiera alguna pista?—insistió él al seguirla a la parte trasera de la tienda.
Yelena buscó entre los productos—Cambia de ubicación constantemente. Todas las Viudas y Gorriones Negros son sedados al entrar y al salir para máxima seguridad.
Natasha abrió una canilla para lavar sus manos—Me cuesta creer que pudiera pasar desapercibido por nosotros.
—Bueno, no es inteligente atacar a un Vengador si quieres permanecer oculto—dijo Yelena tomando una caja de gasa.
—¿Tú sabes que en 2014 un escuadrón de Viudas Negras y Gorriones intentó asesinarnos a mí y a Dominica?—le preguntó Markus alzando una ceja.
Natasha se le unió—¿Y que hace casi un mes otro escuadrón intentó tomar un virus donde estábamos nosotros?
Yelena los miró con incredulidad antes de suspirar—Parece que ellos no captaron la pista en el nombre. Si Dreykov los mata...uno de los grandes viene a vengarlos.
—Espera, ¿qué?—añadió Natasha.
—Dudo que el dios del espacio deba tomar ibuprofeno luego de una pelea—añadió la rubia rodando los ojos—. ¿Dónde creen que estuve todo este tiempo?
Markus dejó a Damian en el suelo, quien corrió hacia su madre para poder lavar sus manos también. El castaño se recostó en el umbral de la puerta, mirando fijamente a su hermana.
—Creía que te habías exiliado de la KGB, que buscarías un modo de salir de allí y vivir una vida normal—replicó el castaño manteniendo aquellas pocas esperanzas arriba—. Que estabas bien por tu cuenta. Al menos algo me dice que eso se cumplió.
—¿Y nunca pensaste en hacer contacto conmigo?
El mayor de los Belova apretó los labios, sabiendo que Yelena siempre fue buena en meter el dedo en la herida, capaz de tirar sal en ella a borbotones sin siquiera importar las consecuencias. En cierto modo, Markus entendía que su hermana se sintió traicionada, completamente dejada de lado y el castaño podía comprender que ella tal vez no querría dirigirle la palabra por el resto de su miserable vida. Sin embargo, él estaba allí en ese momento, enfrentándose a dicha pregunta, como si fuese una demanda con una pistola apuntándole en la cabeza y él simplemente le respondió con su más suma sinceridad.
—Seré franco contigo, sestra. Después de que tú te alejaras del equipo y que yo desertase sin despedirme, no creí que quisieras verme o saber de mi—replicó el castaño tomando una botella de vodka—. Pero, heme aquí.
—Ja, tonterías—carcajeó la rubia con sarcasmo, chocando con su hombro al pasar—. No querías que tu hermanita menor te acompañara mientras tú salvabas al mundo con los chicos populares.
—Estoy a punto de decir que eres adoptada—sentenció el mayor de los Belova.
Yelena soltó una carcajada—Nah, tú eres mi hermano biológico. Compartimos la misma sangre. Los que te adoptaron fueron los Vengadores, no son realmente tu familia.
—Los dos se comportan como niños de cinco—declaró Natasha rodando los ojos, Damian le siguió con unas galletas en sus manos—. Cosa que he dicho antes. Incluso Damian se comporta mejor que ustedes.
La asesina de cabellos rubios miró en dirección al pequeño, quien esperaba pacientemente junto a las piernas de su madre, topándose con su mirada antes de esconderse detrás de ella para inclinarse un poco — mirándola con curiosidad. Yelena le hizo una cara, enviándole una mirada asesina para espantarlo, pero Damian le sonrió con la mejor sonrisa que él podía darle. Markus sabía que él estaba haciendo su mejor intento para que su tía lo acepte, cosa que estaba logrando lentamente por las reacciones que tenía su hermana al respecto y el rubor que surgió en las mejillas de Yelena hizo que él sofocase una carcajada.
—Kakogo khrena ty smeyesh'sya? (¿De qué mierda te ríes?)—le señaló su hermana súbitamente enfadada.
—Ty ocharovatel'na, kak i tvoy plemyannik (Eres adorable, justo como tu sobrino).
—Da, konechno (Sí, claro).
—Y mi punto sigue firme con esto—añadió la pelirroja.
Yelena rodó los ojos y miró en dirección a su cuñada—¿Por qué siempre haces eso?
—¿Qué cosa?—inquirió la pelirroja.
—Lo que haces cuando peleas, Markus no lo hace.
Markus alzó una ceja—¿Qué no hago qué?
—Lo...Lo que haces...—empezó ella antes de agacharse, haciendo una pose y moviendo su cabeza arriba y abajo—. Cuando das latigazos con el cabello mientras peleas, con el brazo y el cabello—soltó una carcajada—. Y haces una pose de combate—Damian soltó una risita también—. ¿Ves? A tu hijo le hace gracia. Es una pose de combate, te gusta posar.
—No me gusta posar—murmuró Natasha y Yelena volvió a reír.
—Oh, por favor—se lamentó la rubia poniéndose de pie—. Son poses grandiosas, pero parece que creyeras que todos te miran a ti todo el tiempo. Además de Markus, claro.
—Todo ese tiempo que pasé "posando", trataba de hacer algo bueno—se excusó Natasha asintiendo mientras pagaba—. Para compensar todo el dolor y sufrimiento que causamos. Tratando de ser más que una asesina profesional. Deberías preguntarle a tu hermano, él hizo lo mismo.
—Solo que no posaba, me parece asqueroso—añadió el castaño a su lado.
Yelena se quedó en silencio por un momento, mirando cómo ambos estuvieron viviendo la vida que quisieron y su mirada se volvió con recelo. Era una especie de cosquilleo en el corazón que generó un gran contraste entre la vida que ella vivía y la vida que vivía su hermano después de todos estos años. Había una especie de resentimiento en ella, algo que buscaba echarle en cara a su hermano, como si fuese veneno y tal vez Markus se lo merecía, habiendo tenido la suerte de poder irse como lo hizo Romanoff antes — sin embargo, había algo más: los dos hermanos Belova habían sufrido lo mismo, solo que uno de ellos supo verdaderamente qué hacer con ello y el otro simplemente se dejó controlar por la corriente, hasta que fue liberado.
—Entonces ambos estuvieron engañándose a sí mismos, porque hay dolor y sufrimiento a diario—sentenció la menor de los Belova poniendo otra botella de vodka en el mostrador—. Y los tres seguimos siendo asesinos profesionales. Salvo que no soy yo la que sale en la tapa de las revistas—se relamió los labios—. No soy la asesina a la que las niñas llaman su heroína.
Finalmente, ella se retiró, llevándose sus cosas.
Markus soltó un suspiro, completamente abatido y Natasha le puso una mano en el hombro, dándole un ligero apretón mientras que con la otra ponía el dinero en la mesa. Damian se abrazó a sus piernas, buscando reconfortarlo en aquel ambiente tenso que su tía había creado.
—Pensé que esto iría más suave, pero...—murmuró el castaño.
—Pero te acaba de clavar una daga con veneno—añadió Romanoff—. Ya se le pasará. Dale tiempo.
El mayor de los Belova suspiró y tomó en brazos a su pequeño, quien se agarró a su cuello como un ancla antes de salir al exterior.
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Caída la noche, donde no había estrellas visibles por la cantidad de luz, Markus podía ver a dos niños jugando con una pelota; pateándola entre ellos para ver si esta se detenía de manera firme en sus pies. Había varias personas en el pequeño restaurante que estaba al lado de la gasolinera, donde se podía ver un taller en funcionamiento y la pequeña brisa que pasaba a través del calor, cortándolo, fue agradecido por el castaño. Damian se encontraba comiendo fruta que Natasha le había cortado con absoluta precisión y Yelena lo miró atentamente, sentada frente a él en completo silencio. La rubia parpadeó, quedándose hipnotizada por las acciones que hacía el infante de manera despreocupada, hasta que él noto que ella lo miraba. Con gentileza, el pinchó un pedazo de naranja y le tendió el tenedor a su tía para que comiese un bocado.
Yelena jadeó.
El niño insistió, tendiéndole el tenedor otra vez.
A regañadientes, la rubia tomó el tenedor para llevárselo a la boca y comer del bocado, antes de devolvérselo al niño de cabello castaño. Este esbozó una sonrisa genuina a su tía, quien, de manera inconsciente, también se la devolvió.
(Markus se encargaría de molestar a Yelena con eso.)
Él se acercó con las cervezas, mientras que Natasha los seguía con unas patatas bien horneadas y los dos tomaron asiento frente a la rubia. Yelena abrió la pequeña botella de vodka antes de tirar el contenido en su herida, soltando el aire que contenía para no hacer una mueca de dolor.
Markus hizo una mueca—Eso debe doler.
—Ya te digo yo—murmuró Yelena y vio que su hermano se sentaba a su lado, buscando una de las gasas para empezar a limpiar su herida—. Puedo hacerlo sola, gracias.
—¿Y dejar pasar la oportunidad de curar a mi hermana?—bromeó el castaño—. Ni lo pienses. Han pasado casi 12 años desde la última vez.
—Está bien—gruñó ella.
Markus empezó su tarea de limpiar la herida, dejando que la sangre seca se impregnase en la fábrica blanca y así dejando la piel sin más color que el tono pálido de la rubia. Natasha pasó una mano sobre el cabello oscuro de su hijo, quien también le tendió el tenedor con un pedazo de fruta, pero ella le negó con amabilidad la oferta. Yelana ladeó su cabeza hacia su hermano, quien estaba concentrado haciendo trazos cuidadosos en la herida y finalmente ella habló.
—Ese gas...el antídoto—declaró la rubia—. Fue secretamente sintetizado por una viuda mayor, algo mayor de las generaciones de Melina, teniendo en cuenta de que ella no era nueva cuando nosotros entramos—se relamió los labios—. Estuve en la misión para recuperarlo y esa Viuda Negra me expuso al gas...
—Déjame adivinar—añadió Markus dejando la gasa a un lado—. Tú mataste a la Viuda que te liberó.
—Su nombre era Oksana y trabajaba junto a un ex Gorrión Negro—dijo Yelena fulminándolo con la mirada.
—¿No tuviste opción que matarla?—inquirió Natasha.
—Lo que experimentamos, lo que ustedes experimentaron fue condicionamiento psicológico—prosiguió la rubia alternando su mirada entre ambos asesinos—. Cuando se fueron y yo me quedé, empezó el verdadero lavado de cerebro. Hablo de alterar químicamente las funciones cerebrales—su mirada se volvió triste—. Son cosas completamente distintas, ellos logran meterse de verdad en tu cabeza. Con esto eres plenamente consciente, pero no logras distinguir qué parte te pertenece a ti.
—Te controlan como un robot—concluyó Markus.
—Exactamente. Aún sigo sin estar segura qué parte soy yo y que parte le pertenece a la Viuda Negra que soy.
Markus dejó la gasa a un lado, antes de mirar el contenido de la bolsa de Yelena—¿Es todo lo que queda?
—Ajá. Es lo único que puede detener a Dreykov y su inmensa red de Viudas y Gorriones—añadió ella, quejándose al final cuando Markus hizo presión en la herida y ella lo volvió a fulminar con la mirada—. Cada día se lleva más. Niños y niñas que no tienen a nadie que los proteja. Como nosotros cuando éramos niños, Markus.
—Dominica nos hizo entrar al programa—le recordó Markus—. Me pregunto cuanta opción le quedaba para no hacerlo.
—La obligaron a hacerlo, no la culpo—dijo Yelena mirando hacia Damian—. Quizá diez de cada treinta sobreviven en el entrenamiento, convirtiéndose en Viudas y Gorriones. Él mata al resto. Solo...somos cosas para él. Armas sin cara que puede desechar, porque siempre hay más.
—No me hagas recordar esas redadas que hacíamos al extraer a los candidatos para la base en Bielorrusia—advirtió Markus vendando el brazo de su hermana con cuidado—. Todavía recuerdo sus gritos.
Yelena lo miró—Podrían estar buscando a tu hijo en este mismo momento, Markus.
—Lo que me haría sentir eso es pena, Yelena—le dijo Natasha reclinada en el asiento, su mirada tan amenazadora como lo fue hace 21 años—. Le tendría pena a la pobre alma que se atreva a venir y pensar que puede lastimar a mi hijo mientras yo esté respirando. Allí simplemente no tendría piedad o miedo de jalar el gatillo, ni siquiera tu hermano lo dudaría.
—Y eso ya es un hecho.
—La cosa aquí es que nadie está buscando a Dreykov—aclaró la rubia antes de mirar su vendaje—. Capaz le podemos agradecer eso a Alexei. O a SHIELD por tomar a su equipo estrella.
—Muy graciosa—dijo Markus tomando la botella de cerveza.
Los tres miraron en dirección a una familia que se estaba reuniendo, el niño gritando frente a su padre con alegría. Yelena ladeó su cabeza con curiosidad a Romanoff, quien tomaba un sorbo de cerveza.
—¿Alguna vez buscaste a tus padres biológicos?—inquirió la rubia—. Markus vio volar en pedazos a los nuestros, así que...no hay mucho que decir.
—Mi mamá me abandonó en la calle como si fuera basura, tal vez—respondió la pelirroja—. ¿Qué hay de ti?
—La pregunta aquí es qué hay de él—añadió la menor de los Belova señalando a Damian, quien comía una patata cortada con la mano—. ¿De dónde salió ese deseo de tener hijos? Yo quiero tener un perro.
Markus soltó una carcajada y vio que su hermana se ponía un chaleco de color verde oscuro y negro—Soy capaz de creer que quieres tener un Golden Retriever.
—Sí, claro. Ahora responde la pregunta.
Natasha acarició la mejilla del niño—El año pasado tuvimos una misión que me afectó emocionalmente, al recordar quién soy y cuál fue mi pasado. Recordándome que a pesar de que tuviese pareja, a pesar de querer estar juntos y tener un plan de retirada...nunca podríamos generar un legado por nuestra cuenta—sonrió con tristeza antes de dirigir su mirada a Yelena—. Hasta que Damian apareció en nuestras vidas.
—¿Apareció, así como así?
—No, una Viuda Negra se contactó con Dominica—espetó Markus dejando la botella en la mesa—. Nosotros fuimos con Mikhail y Nat a Pristina, Kosovo, a ver de qué se trataba. Hablaba de un paquete que podría caer en manos de Viudas Negras, donde nosotros creíamos que la Habitación Roja estaba regida por otra persona y no Dreykov...—soltó un suspiro antes de mirar a Damian—. La verdadera madre de Damian era una Viuda Negra, llamada Dasha, quien fue utilizada en experimentación y ella gestó al bebé—Yelena se le quedó mirando con sorpresa, ladeando su cabeza hacia el niño—. El niño estaba metido dentro de un cuna especial y su madre estaba en una bañera, muerta.
—Esa Viuda no sobrevivió al parto, Yelena—añadió Natasha—. Nos dejó una nota. Nos encargó la protección de su hijo, que tenía horas de vida, para evitar que la Habitación Roja o HYDRA lograse dar con él.
La rubia asintió—No quería que lo convirtiesen en un arma como nosotros.
—Así que, lo convertimos en nuestro hijo. Borramos todo trauma generacional y lo criaremos como es debido, como...un niño normal.
—Damian no es nada normal y ustedes lo saben.
Markus apretó sus labios y Natasha rodó los ojos.
—¿Qué ocurrió con el resto del equipo?—inquirió Yelena con nostalgia—. ¿Dominica?¿Sasha?¿los dos idiotas Orlov?
—Dominica estuvo saliendo con el Capitán América, a pesar de que están en el exilio en este momento—declaró Markus sonriendo de lado—. Mikhail también está huyendo como nosotros. Huh...Sasha murió hace cuatro años—Yelena abrió la boca ante la impresión—. Y Mikhail perdió a Nicholai el año pasado en Sokovia, lo acribillaron.
Yelena bajó la cabeza, con tristeza—Al menos Sasha y Nicholai están juntos de nuevo. Realmente lo lamento.
—Ellos pelearon con mucha valentía, Yelena—dijo Natasha con aire solemne—. Les debemos el seguir peleando. ¿Qué pensabas hacer con tu libertad?
—No lo sé, hace un mes que soy libre—la rubia se encogió de hombros—. En realidad, no tengo un hogar, así que supongo que a cualquier parte.
—Podrías venir con nosotros—se animó a decirle Markus—. Tienes a un pariente vivito y coleando a tu lado hasta que se demuestre lo contrario junto a una cuñada que es buena conduciendo.
—De hecho, yo tengo una invitación—añadió Romanoff inclinándose hacia adelante.
Yelena rodó los ojos—Ah, no. Ya me estoy imaginando el discurso de superheroína, puedo sentirlo.
—Déjame terminar.
Markus no tenía que adivinar de qué se trataba para poder leer las intenciones que tenía su mujer. Damian le tendió una patata frita a él y Markus la aceptó, agradeciéndole en ruso. Yelena se acomodó en su asiento, con su chaleco abrochado.
—¿Es una invitación para ir a la Habitación Roja y matar a Dreykov?—preguntó Yelena en un murmullo.
—Sí—respondió Romanoff con el mismo nivel de voz.
—¿Aunque no podamos hallarla y Dreykov sea demasiado evasivo como para matarlo?—insistió la rubia.
—Exactamente.
—Tú dijiste que querías tener un perfil bajo estando perseguidos por los Acuerdos—le recordó Markus ladeando su cabeza hacia la mujer pelirroja—. Eso parece ser mucho trabajo, cielo, más teniendo un hijo al que criar.
—Ya lo sé, cariño, pero...—añadió ella acercándose a él—. Podría ser divertido.
—En eso estoy de acuerdo.
Ambos se besaron frente a la rubia, quien miró a Damian y este hizo una mueca de asco, logrando que Yelena soltase una carcajada antes de tenderle una mano al niño para que choque la suya.
—Su hijo dice que ustedes dos son un asco—añadió la rubia—. Y yo confirmo ese hecho.
—Babosa—se quejó Markus separándose de su mujer—. Necesitaremos ayuda. Otras manos. Ni Dominica o Mikhail hicieron contacto alguno aún. Ellos también merecen formar parte de esto.
—Tienes razón. Le diré a nuestro amigo que contacte a Dominica y a Mikhail—añadió Romanoff jugueteando con la botella de cerveza—. Vi donde el hombre puso las llaves del auto.
Yelena sonrió de lado—En el cajón de arriba del armario verde.
—Lo tomaremos prestado, ¿verdad?—inquirió el castaño.
—Es un hecho—dijo la pelirroja antes de mirar a Damian—. Ne tak li, malysh? (¿No es así, pequeño?).
Damian asintió y Yelena se sintió un poco decepcionada por no escucharlo hablar, a pesar de tener sus cuerdas vocales. Tal vez era muy pequeño para decir sus primeras palabras, pero ella estaba segura que pronto las diría y ella apostaba a que sería alguna palabra en ruso. Yelena alzó su botella, dispuesta a hacer un brindis y los dos asesinos chocaron sus botellas contra las de ella antes de darle un sorbo a la bebida dentro. Damian también quiso hacerlo con la caja de jugo, logrando que el resto soltase una carcajada antes de intentarlo otra vez con él.
Markus sabía que podía acostumbrarse a ese tipo de vida.
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sin editar
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