xiii. yelena belova


BATALLAS DE SANGRE,
capitulo trece: yelena belova!



Budapest, Hungría — 14 horas después.

          MARKUS BELOVA INTENTABA PROCESAR LA INFORMACIÓN LO MEJOR QUE PODÍA, teniendo en cuenta el lapso de tiempo entre el ataque y la decisión de ir a visitar a la persona que había enviado esa caja desde Budapest. Natasha no se podía mostrar más escéptica al recibir las noticias de que su ahora marido había sido atacado por una persona que se movía exactamente igual a él. Sin embargo, lo que más alertó a la pelirroja fue el contenido que había dentro de dicha caja; cosa que también descolocó a Markus, teniendo en cuenta de que el apartamento en Budapest fue utilizado por su mujer durante sus misiones. ¿Quién diablos conocía a Natasha allí? La respuesta sorprendió a Markus en cuanto él salió del río, dispuesto a recobrar el aliento y ver qué era aquel líquido rojo encapsulado en diferentes viales.

          Entre dichos viales, había una foto.

          Markus soltó un respingo.

          —Mierda.

          La misma foto que Yelena fue a buscar a Moscú años atrás, donde asesinó a sus últimos padres adoptivos, donde estaban ellos dos: ahora estaba en las manos de Markus. Eso ya dejaba una clara respuesta a la razón de por qué la caja estaba allí. Yelena podía confiar lo suficiente en Natasha para enviarle eso y al mismo tiempo saber que Markus estaba con ella — lo cual era una excelente jugada y muy inteligente de su parte. Así que, al ver el líquido rojo, la cabeza del castaño empezó a dar vueltas y vueltas alrededor del asunto. ¿Qué era ese químico?¿Por qué diablos Yelena se lo envió él?¿Y quién era ese tipo que atacó al castaño para conseguir dicho químico? Markus sabía que pronto terminaría mareándose más si continuaba preguntándose más cosas de lo anticipado. Sin tener un vehículo y vigilar de que él no fuese seguido, el castaño decidió utilizar sus poderes para llegar hacia la casa rodante que compartía con su mujer.

          (Él procuró ir despacio, sin llamar la atención.)

          Hasta que Natasha salió de la casa, apuntando con su arma al ver a alguien aterrizar frente a su lugar seguro.

          Cuando se dio cuenta de que se trataba de Markus, su rostro se llenó de completo desconcierto y Markus simplemente le sonrió con una de sus mejores sonrisas, intentando no darle tanta importancia a la situación en la que se encontraban ambos en ese momento: Markus mojado de pies a cabeza, con sangre goteando de su sien, de su mandíbula y nariz, sin hablar de que cargaba algo rojo en sus manos. En cierto modo, Markus se dio cuenta de que había metido la pata, pero realmente no era su culpa.

          —¿Qué diablos te pasó, Markus?—exigió la pelirroja alarmada.

          —Huh, es complicado de explicar.

          Natasha se cruzó de brazos.

          Un movimiento no tan inteligente, pensó el castaño.

          —La correspondencia de Budapest—empezó el mayor de los Belova—. Tenía una caja negra entre las cartas, yo la dejé en el auto para poder deshacerme de eso cuando llegase a la gasolinera, pero en el puente alguien me atacó—tragó saliva al recordar los movimientos en espejo que hacía el sujeto—. Cuando me di cuenta, esta persona no vino por mi o por ustedes, venía por el contenido de la caja—señaló los viales rojos al acercarse a ella—. Tenía que hacer algo al respecto, así que pelee con este...sujeto por defensa propia. Además de arruinarme la noche, claro.

          —¿Por qué no le entregaste eso?—inquirió Natasha alzando una mano para tocar su rostro—. La persona que envió eso en Budapest quiere meternos en problemas.

          —O hizo un movimiento inteligente—declaró Markus.

          —¿Tú sabes quién es el responsable?

          Markus le tendió la foto que estaba entre los viales rojos, ilustrando a su mujer con la imagen vívida de los hermanos Belova. Natasha permaneció en silencio por un largo rato, analizando con absoluta profundidad a los dos niños que había en la foto: quienes eran el propio Markus y Yelena. Su desconcierto poco a poco fue disminuyendo, procediendo a levantar la mirada hacia su esposo, quien le miraba con la poca energía que le quedaba. Era obvia la razón por la cual él no entregó los viales al cazador que los buscaba, pero no entendía el mensaje que intentaba darle Yelena a su hermano: ¿por qué enviarle eso a él?

          —Sé que buscas una explicación del por qué, Nat, pero...—Markus negó luego de un breve silencio—. Ella envió esto aquí por algo y si ella está en Budapest...

          Natasha no tenía que adivinar: él tenía que ir a buscarla.

          —Tienes que ir a ver de qué se trata.

          —No puedo ignorar una señal de vida de mi hermana luego de tanto tiempo—añadió el castaño con tristeza—. No después de no saber nada de ella.

          Nat le levantó una ceja inquisitiva—¿Crees que ella estará sola?¿Que ninguna Viuda o Gorrión Negro esté custodiándola? No sé quien esté a cargo de la Habitación Roja después de la muerte de Dreykov, nos terminaremos exponiendo más de la cuenta.

          —Puedo ir por mi cuenta mientras ustedes dos se quedan aquí—sentenció el castaño—. Estando a salvo.

          —No vas a alejarte de mí, Markus—advirtió Natasha con seguridad—. No nos dejarás a mí y a Damian en una misión suicida para buscar respuestas.

          —¿Y qué vas a hacer?¿Venir conmigo y poner en riesgo a Damian?

          —Ya le hemos clavado una mira en su espalda por los acuerdos—declaró entonces la pelirroja con pena—. Sus padres son los asesinos más peligrosos del mundo. Dudo que alguien quiera entrometerse para herirlo.

          Claramente, sería un movimiento sumamente estúpido.

          Markus apretó sus labios, analizando las opciones que tenía a mano: dirigirse por su cuenta a Budapest para investigar lo que Yelena le envió y posiblemente terminar muerto si es que ella fue seguida por Viudas Negras, además de ser seguido por Natasha y Damian o ir los tres a Budapest a exigir respuestas y llevarse a Yelena con ellos para mantenerse en el exilio por unos meses juntos — además de patear traseros de Viudas o Gorriones Negros que se interfieran en el camino. El castaño tomó la foto de las manos de Natasha y finalmente asintió, permitiendo que el segundo plan en mente se concretase en un pestañeo. Cuando Damian despertó, el trío estaba embarcando un vuelo que los llevó a Viena, donde tomaron un tren que los condujo hacia Budapest de manera sigilosa, sin traer atención indeseada. El niño parpadeó ante la confusión que había entre los lugares que visitaba, sin saber cómo llegó allí.

          —Budapesht sladkiy sladkiy Budapesht (Budapest, dulce, dulce Budapest)—murmuró Natasha mirando hacia ambos lados.

          Markus le sonrió de lado—Navevayet khoroshiye vospominaniya, da? (Trae buenos recuerdos, ¿eh?).

          Natasha rodó los ojos.

          Traía buenos recuerdos, como también buenas heridas que quedaron marcadas como una quemadura.

          El trío se movió rápidamente por las calles de Budapest, donde la gente que rondaba estaba metida en su propio rollo, con un lugar a donde ir, con alguien con quien encontrarse, sin importarle la vida de los demás. Natasha los guio a través de las calles hasta que cruzaron una puerta enrejada y adornada con vidrio para que se pudiese ver por dentro. El interior del complejo de apartamentos era gigante, con al menos unos tres pisos donde vivían todo tipo de personas. Había niños jugando, mujeres colgando ropa, algunas simplemente pasaban el tiempo y Markus se preguntó si aquí había sido el lugar donde Natasha se escondió cuando asesinó a Dreykov. Al tomar el ascensor, Markus soltó un suspiro que parecía casi tembloroso y Natasha lo miró mientras Damian jugaba con su chaqueta.

          —Si es que ella está allí, ¿qué vas a decirle?

          Markus miró por el rabillo del ojo a su mujer.

          ¿Sinceramente? Él no tenía ni puta idea qué decir.

          (Ahora no era el momento para ponerse creativo.)

          —No lo sé, Nat.

          Romanoff le puso una mano en el hombro, dándole un apretón—Estamos contigo, Markus.

          El ascensor se detuvo.

          —Na vsyakiy sluchay v ventilyatsionnom shkafu ryadom s dver'yu lezhit pistolet (Hay una pistola en un gabinete de ventilación al lado de la puerta, por las dudas)—murmuró la pelirroja.

          Salieron del ascensor, Markus se dirigió hacia el lugar especificado por Natasha y buscó a tientas el arma que ella le encomendó; encontrándola al instante. La mujer de cabellos pelirrojos le hizo una seña a Damian para que hiciese silencio y él, con su chupete en la boca, se recostó en la clavícula de su madre. Markus se acercó a la puerta, dispuesto a abrirla con sus manos, al menos hasta que una voz proveniente del interior lo hizo tensarse.

          —Sé que estás ahí.

          Markus rodó los ojos antes de murmurar—Pues claro que sabes que estoy aquí.

          Abrió la puerta, siendo seguido por Natasha y Damian. La pelirroja cerró la entrada con una patada y se quedó a un lado, observando si Yelena estaba en algún lado escondida. Markus decidió avanzar con cautela, apuntando a todos lados con su arma.

          —¿Entonces por qué merodeas como si fuera un campo minado, Romanoff?

          Oh.

          Ella esperaba la presencia de Natasha, no la de él.

          —Potomu chto ya ne znayu, mogu li ya doveryat' tebe (Porque no sé si puedo confiar en ti)—replicó Markus en voz alta—. No eto zabavno, ty, navernoye, otvetish' tem zhe der'mom, chto i ya (Pero es gracioso, probablemente responderás la misma mierda que yo).

          Hubo silencio en la otra parte, tal vez debido a que el castaño agarró a su hermana con la guardia baja. Al llegar a la puerta que daba a la sala de estar, Markus giró, topándose con la figura de una muchacha rubia, de al menos unos dos años menor que él: cabello rubio, un poco desgastado, pero conservando ese aspecto dorado que tanto la caracterizaba, orbes verdes llenos de incertidumbre y una máscara que podía revelar más dolor que cualquiera en la habitación y una pose decisiva que contenía gracia al portar el arma. Yelena intentó no verse afectada al ver la figura de su hermano, luego de al menos unos 12 años de no verse los rostros — luego de no haber mantenido contacto alguno con él sobre nada, desde que él fue traidor de la KGB.

          Ella esperaba a Natasha.

          (Había veces que la vida podía sorprenderlos a ambos.)

          Un encuentro que parecía ser explosivo.

          —¿Vamos a hablar como adultos, sestra?—inquirió el mayor de los Belova.

          —¿Eso es lo que somos?

          —Tienes razón, sigues siendo una enana—espetó él antes de dar pasos hacia ella, mientras que la rubia retrocedía para ganar distancia—. No quiero empezar así la mañana, Yelena.

          —Bájala, antes de que te obligue—advirtió Yelena con aire amenazante.

          —Baja la tuya y estaremos a mano.

          Yelena se tropezó con algo, manteniendo su posición. Markus soltó una carcajada ante su prepotencia, le parecía casi adorable.

          —smotri kuda stupayesh' (Mira dónde pisas)—declaró él.

          —Ja.

          Ambos se detuvieron en la cocina, Natasha se asomó para moverse lentamente hacia el cuarto donde estaban las armas que ella tenía almacenadas; se hizo de una pistola y se escondió contra una de las paredes, asomándose para mirar cómo los dos hermanos se enfrentaban a punta de pistola. En un movimiento rápido, ambos intentaron agarrar el arma del otro, intercambiándolas y luego, Yelena lo intentó para luego pegarle una patada y empujar a su hermano de un lado hacia el otro del umbral de la puerta. Markus decidió tomar del cuello a la rubia para llevarla a la cocina, buscando algún método más ortodoxo de hacerla razonar y parecía una muy buena idea el estrellarla contra una alacena, destruyendo el mueble de inmediato.

          (Ahora sí que estaban a mano.)

          Yelena protestó, queriendo golpearle en la cara, pero Markus la recostó contra la mesada; ejerciendo fuerza para mantenerla quieta y su hermana se movía demasiado.

          —¡Ya está!¡Quédate quieta, Yelena!—exclamó Markus ejerciendo más presión—. ¡Quieta he dicho!

          La menor de los Belova soltó un grito de guerra antes de partirle un plato en la cabeza a Markus.

          Natasha hizo una mueca de dolor y tapó los ojos de Damian.

          Cuando la pelea se redujo a ellos dos peleando con cuchillos, ella se dio cuenta de que ya era suficiente y encendió sus muñequeras antes de apuntar hacia Yelena para disparar un disco taser. La rubia soltó un quejido de dolor, cayendo al suelo en seco luego de sentir sus músculos petrificándose debido al voltaje. Markus fue el siguiente, cayendo en el suelo junto a su hermana y Natasha bajó su brazo.

          —Así, pequeño, es cómo dominas a los hermanos Belova.

          Damian aplaudió.




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          Natasha sabía que aquella pelea había sido una gran bienvenida y un emotivo reencuentro entre hermanos, al menos hasta que un escuadrón de Viudas Negras decidió atacar la propiedad para llevarse el artefacto que Yelena le había enviado a la pelirroja. Sin embargo, ella no podía evitar recapitular la información nueva que tenía la menor de los Belova para ellos con el tópico de la Habitación Roja y su actual estado en el mundo. Así que, cuando ambos hermanos despertaron (después de cinco minutos), Yelena intentó hacer un movimiento, pero Natasha mantenía su muñequera encendida sobre su figura y Markus sonrió triunfante, sabiendo que ella estaba acorralada.

          —bol'she nikakikh atak (No más ataques)—sentenció Natasha en ruso y Damian la imitó—. my khotim peremiriya (Queremos una tregua).

          Yelena miró a Markus, quien se mantenía en su lugar.

          Tregua.

          —Vse v poryadke (Está bien)—espetó la rubia.

          —Vy vyrosli (Has crecido)—le dijo Markus.

          Yelena rodó los ojos antes de levantarse—Akh, da? Ne govori mne (¿Ah, sí? No me digas).

          Los dos ex asesinos miraron cómo la rubia caminaba tranquilamente hacia la cocina, como también observaban que ella no le quitó ojo alguno al niño que llevaba Natasha en sus brazos y vieron los movimientos calculados para sacar el vodka del refrigerador.

          —Tenías que venir a Budapest, ¿no?—le reprochó Natasha.

          —Vine porque pensé que tú no vendrías, además de que estás con el mocoso de mi hermano—señaló ella cerrando la puerta—. Pero ya que estamos aquí...—señaló la pared—. ¿Qué clase de bala hace eso?

          Los dos miraron en dirección a la pared con restos de agujeros y Markus soltó una carcajada por lo bajo. Esas no eran balas, si no que se trataban de flechas.

          —Son flechas—replicó Romanoff.

          —Bien, eso lleva a mi segunda pregunta—añadió la rubia antes de señalar al niño, dispuesta a tomar su vaso con vodka—. ¿Quién es él?

          Damian también la señaló.

          —Él es Damian, Yelena—le dijo Markus mientras observaba cómo su hermana bebía—. Tu sobrino.

          (Yelena escupió el vodka al escuchar el nuevo título que su hermano le daba.)

          Fue el turno de Romanoff para reírse y Yelena le fulminó con la mirada, antes de enviarle otra mirada incrédula a su hermano mayor quien le esbozaba una sonrisa socarrona al verla sorprendida. Yelena no tenía que sumar dos más dos, porque ella entendía bien las circunstancias: Markus y Natasha eran infértiles, no tenían el poder de concebir hijos por cuenta propia, lo cual la llevó a dos conclusiones: la primera, el niño era adoptado o la segunda, lo habían robado. Sin embargo, el niño parecía tener semejanzas con sus progenitores de manera casi escandalosa.

          Demasiadas coincidencias.

          —Ustedes dos son infértiles, es imposible que este niño haya salido de ustedes dos—sentenció Belova señalándolos—. ¿De dónde lo robaron?

          —Rescatamos, enana—recalcó Markus rodando los ojos—. Este niño fue rescatado y luego adoptado por nosotros teniendo horas de vida.

          —¿Qué...?

          —Es una larga historia, pero si no creías que vendría—espetó Natasha antes de tenderle los viales rojos a la rubia—. ¿Por qué me enviaste esto?¿Sabías que estaba con Markus?

          Yelena le envió una mirada alarmante—No me jodas. ¿Lo trajiste de vuelta?

          Markus observó como ella se movía rápidamente hacia la habitación donde estaba la cama, pasando por el almacén de armas y él la siguió con absoluta decisión—No vine a jugar a ser tu amigo, Yelena, necesito que me digas qué mierda es esa cosa.

          —Es un gas sintético—respondió Yelena cruzando otro umbral—. El antídoto a la dominación química. El gas inmuniza las vías neurológicas cerebrales de la manipulación externa.

          —¿Puede ser en ruso, por favor?—exigió Markus cruzándose de brazos.

          Yelena rebuscó en su armario, antes de enviarle una mirada escéptica a su hermano—Eto protivoyadiye ot kontrolya nad razumom, pridurok (Es un antídoto contra el control mental, imbécil).

          —naskol'ko zrelyy (Qué madura)—masculló Natasha pasando a su lado.

          —¿Por qué no se lo llevan a uno de sus amigos supercientíficos? Ellos pueden explicárselos—añadió la rubia metiendo cosas en un bolso—. ¿A Tony Stark, quizá?

          Romanoff soltó una carcajada—Ah, sí, olvidamos mencionarle que ya no nos hablamos con ellos, pero...

          —Genial, qué oportuno.

          Markus le sacó la lengua a su hermana y ella le devolvió el gesto.

          —¿Dónde hay un Vengador cuando precisas uno?—gruñó Yelena rodando los ojos.

          —Yelena, para serte sincera, no quería estar aquí—sentenció Natasha dejando a Damian en el suelo para que caminase libremente por la habitación—. Pero vine porque tu hermano quería verte y saber qué diablos está pasando. Estamos huyendo, pudiste hacer que lo mataran anoche por eso.

          —¿Qué podía hacer?—se excusó la rubia—. Ustedes dos son los únicos superhéroes que conozco. Fue la única razón por la que te lo envié, Natasha, sabía que tú y el traidor de mi hermano estaban juntos. Era la mejor oportunidad.

          —¿Ahora me llamas traidor?

          La menor de los Belova fulminó a Markus con la mirada—Ajá, por no decirme que tenías un hijo y por no decirme que te habías casado con Romanoff.

          —¿Cómo...?

          —Oni oba nosyat obruchal'nyye kol'tsa (Los dos llevan alianzas de matrimonio).

          Buen punto, pensó Markus.

          Al momento que Yelena mencionó que esperaba que el Capitán América derribase a la Habitación Roja, cuando se dirigió a la pequeña habitación con sus armas, es evocó una mirada confusa entre ambos agentes. Markus extendió una mano a Damian para que los siguiese y Natasha fue la primera en adelantarse.

          —Dreykov está muerto. Yo lo maté—declaró Romanoff.

          Yelena soltó una carcajada—Sí, claro. Realmente no crees eso, ¿cierto?

          —Yo no he visto tanto al general Dreykov luego de Budapest—añadió Markus al lado de su mujer—. Así que no sé en qué te basas.

          —Ustedes dos son realmente inocentes, el tiempo los ablandó—señaló la rubia caminando hacia ellos.

          —Dreykov está muerto—concluyó Natasha convencida—. Hizo falta destruir casi toda la ciudad para llegar a él.

          —¿Tú sabías esto?—demandó Yelena a Markus.

          —Pues claro, ella me lo contó hace dos años.

          —Si estás tan segura, dime que pasó. Dímelo exactamente.

          La táctica de interrogación de Yelena había mejorado bastante, casi no tenía ninguna falla, además de su impecable gesticulación calculadora al momento de evaluar un asesinato. En cuanto la rubia exigió todos los detalles sobre la supuesta muerte del cabecilla de la Habitación Roja, Natasha intentó ser lo suficientemente convincente de demostrar que ella y Clint Barton habían hecho su trabajo, demostrando así la salida de la pelirroja hacia SHIELD. Sin embargo, al momento de que Yelena insistiese con la hija de Dreykov, Antonia, Natasha se detuvo en sus pasos.

          Entonces, en ese momento, todo el infierno se desató.

          Una explosión proveniente de la sala de estar, disparos que los hicieron correr de un lado al otro y una Viuda Negra que había despertado de su ensoñación para ser simplemente ejecutada — fueron suficientes pruebas para la desgracia de Natasha: la Habitación Roja seguía en funcionamiento y Dreykov seguía al mando. Para cuando lograron moverse a la costa de Budapest, un Gorrión Negro los hizo saltar de su medio de transporte para caer en la calle. Markus contuvo sus ideas de usar sus poderes, debido a la clara exposición al público que tenían en ese momento. Yelena apuntó en dirección al civil que salió para ver si estaban bien y ella simplemente tomó el auto, mientras que Markus se subía al asiento trasero y su mujer al asiento del piloto.

          —¡No puedes robar el auto de un tipo!—se quejó Markus.

          —¿Así que quieres que lo persiga y lo des-robe?—le cuestionó Yelena fulminándolo con la mirada al tiempo que Damian lloraba ruidosamente y el castaño le levantó el dedo medio—. Qué tonto eres, Markus.

          —¿Podrían dejar de pelear?—espetó Natasha cerrando la puerta del conductor—. Parecen niños de dos años. Ya es suficiente con uno llorando.

          Al momento de poner en reversa, ella se chocó con el auto de atrás.

          —Está bien. ¡Cuando quieras, cuñada, por favor!

          —¡Cállate!

          Alguien disparó contra la ventana superior y Markus cubrió a Damian con sus brazos. Natasha aceleró y salió rápidamente por la calle, dispuesta a perder al Gorrión Negro que los perseguía. La pelirroja se metió en una calle en contramano, donde Markus le entregó a Damian a su hermana, quien miró con desconcierto al niño y se giró para exclamarle algo a su hermano, pero la ventana de la parte trasera terminó quebrándose ante los disparos y la rubia abrazó al pequeño para cubrirlo.

          —Ponimayete? ty uzhe privyazyvayesh'sya (¿Ves? Ya te estás encariñando)—exclamó Markus.

          —poshel na khuy (Púdrete)—gruñó Yelena antes de mirar a Natasha—. De acuerdo, ¿tienes un plan o nos quedamos con el niño agachados y a cubierto?

          —Primero, él no es "niño", es tu sobrino y su nombre es Damian—replicó Natasha antes de mirar por el espejo retrovisor que Markus abrió fuego con el rifle de asalto—. Segundo, sí, mi plan era irnos en este vehículo.

          —¡Es un plan de mierda y lo sabes!—exclamó el castaño.

          —¡TÚ SIGUE DISPARANDO!

          Yelena tomó el volante con una mano y giró el auto en reversa, abriendo su puerta para que esta saliese despedida hacia el asesino en motocicleta, terminando por derribarlo en cuestión de segundos. Damian soltó un gritito de emoción, quitándole una sonrisa inconsciente a Yelena por el festejo.

          —¡No fue nada!

          Natasha giró en una de las avenidas principales, mientras que Markus descartaba el rifle por falta de munición y procedió a sacar su pistola. Confió en la habilidad de Natasha para conducir y su instinto de supervivencia en situaciones sumamente estresantes para poder sacarlos de allí en una pieza — al menos hasta que un camión blindado apareció destrozando autos que ellos esquivaban de manera habilidosa. Markus apretó los dientes al ver que se trataba del mismo que intentó detenerlos en el complejo de apartamentos unas calles más atrás. De este, en completo movimiento, emergió el mismo sujeto que atacó a Markus la noche anterior.

          —Esto debe ser una puta broma—murmuró Markus empezando a disparar.

          —Oh, mierda—dijo Yelena.

          Repentinamente, este sacó un arco y una flecha y según el conocimiento que tenían los dos ex agentes de SHIELD: esa flecha era explosiva. Markus recordó su entrenamiento cuando Clint lo intentó para ver qué tanto podría soportar estando cerca de una explosión. Natasha, ese mismo día, estuvo a punto de asesinarlos a los dos por la estupidez que cometieron; pero, después de todo, los poderes de Markus ofrecían mucha resistencia.

          —Pon a Damian en tu pecho y ponte el cinturón de seguridad—declaró Natasha—. ¡Markus, deja de gastar munición y agárrate!

          El castaño frunció el ceño—¡¿Para qué?!

          —¡Eres como una mamá!—se quejó Yelena antes de obedecer.

          —¡Es que soy madre!—añadió Romanoff alterada.

          En cuestión de segundos, la flecha los alcanzó y el auto salió volando por la explosión, elevándose en el aire y girando al tiempo que Yelena soltaba un chillido y sostenía al pequeño como si su vida dependiese de ello. El vehículo cayó en el subterráneo, donde rápidamente todos salieron y Natasha agarró a un Damian que estaba completamente ileso. Markus tomó a su hermana para guiarla hacia donde su mujer corría, para escapar del mismo sujeto que los perseguía en el blindado. Con respiraciones agitadas, se deslizaron por el pasadizo que estaba efectuado entre las escaleras eléctricas, buscando recuperar el aliento. Un escudo vino hacia ellos mientras bajaban y se agacharon para esquivarlo, dejando que este se incrustase en una columna.

          —Zdes'! (¡Por aquí!)—exclamó Natasha poniéndose de pie con Damian en sus brazos.

          —my sleduyem za vami (Te seguimos)—declaró Markus en ruso, ayudando a su hermana.

          Yelena fue dejando un rastro de sangre, el cual Markus utilizó a su favor para despistar al enemigo. Natasha los ayudó a subir en un escondite entre la ventilación y las vías del tren, observando como el sujeto comía el anzuelo y seguía el rastro falso de sangre perteneciente al de la menor de los Belova.

          —Ustedes, idiotas, me deben una gran explicación. Y la quiero ahora mismo.

          (Markus nunca dudó de esa declaración.)




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