veintiocho
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{Sí chicas, es un maratón de tres capítulos. Subo cada media hora o así. ¡Disfrutad!}
Herida
Harry y yo nos quedamos despiertos toda la noche del sábado. No estábamos cansados, aunque a mí me dolía horrores la cabeza. Y eso parecía preocuparle a Harry, pero el dolor era tan intenso. No quería llegar a saber el porqué.
El domingo regresó Miles. Supo que Harry estaba aquí desde el primer momento en el que puso un pie en la casa. Por lo que subió corriendo a mi habitación, encontrándose conmigo dándole clases particulares a Harry. Se sorprendió, pero volvió a decirme que tenía que irse. Me había vuelto increíblemente rápida a la hora de crear una mentira creíble.
—Harry ha venido de otro país justo a mediados de curso, papá. Estaban dando otro temario completamente diferente, y nuestra profesora me asignó para darle clases particulares ya que yo voy más avanzada. Es un crédito extra para mí, lo cual es bueno, ya que quiero graduarme con las mejores calificaciones. ¿Quieres que llegue a conseguirlo? —pregunté.
Mi padre estaba en silencio mientras lo miraba expectante.
—Supongo —masculló, y se marchó.
Después de un minuto, Harry me sonrió.
—¿Crees que volverá a subir si me enrollo contigo? —sonrió con picardía, inclinándose cada vez más.
Arrugué la nariz.
—No te voy a tocar hasta que te laves la ropa. O te des una ducha. O algo por el estilo.
Harry puso los ojos en blanco.
—Si vamos a mi casa, podré ducharme y cambiarme. Y así podremos tener la sesión de besos más intensa de toda tu vida —dijo con sarcasmo.
Mi aura se encendió ante la mención y él se dio cuenta, sonriéndome.
—Vale —dije.
Harry amplió su sonrisa y asintió, poniéndose en pie. Me ofreció la mano y me ayudó a levantarme del suelo. Después me pasó las muletas y esperó a que terminara de ponerme un zapato. Juntos comenzamos a caminar —bueno, él caminaba, yo más bien... cojeaba— hacia la puerta. Le grité a Miles que Harry se había olvidado de algo y que iríamos a su casa. No quedé a escuchar su respuesta.
Fijé la mirada en el coche de Harry, sintiendo el sentimiento de nostalgia crecer en mi interior. Lo había echado de menos. Me gustaba su Mustang. Me gustaba lo juntos que estábamos cuando nos sentábamos, lo ruidoso que era el motor, lo grandes que llegaban a ser nuestras auras. Harry amaba su coche. Lo sabía. Le tenía devoción. Su aura se hacía grandísima cuando estaba junto a mí o junto a su coche. Y eso me hacía sentir muy bien.
Harry me sonrió.
—Yo también la he echado de menos, Fall —dijo, abriéndome ligeramente la puerta que ahora estaba congelada.
Me sonrojé y me metí en su interior, cerrando la puerta tras de mí y esperando a que Harry entrara.
Cuando ya estábamos en su casa, me dijo que me quedase quieta y que no permitiera que nadie entrara mientras él se duchaba. Así que asentí y me senté en su cama, aprovechando para responder algunos mensajes. Después de unos minutos, el cuerpo se me paralizó cuando recibí el mensaje de un número desconocido.
«Hey, Autumn. ¡Soy Nick! Sólo quiero que sepas que me he cambiado de número. ¿Estás emocionada por el baile? :D»
Oh. Dios.
Nick.
Me había olvidado por completo. Tenía que llamarle y decirle que ya no estaba locamente enamorada de él. ¿Cómo podría decírselo? Hey, Nick, sabes que he estado súper interesada en ti durante, ¿veintinueve mil años? Pero ahora ya no... Gracias por la invitación...
No.
Señor, en estos momentos estoy teniendo problemas con un chico y con cazadores inmortales que quieren acabar conmigo. La vida hoy en día es muy dura para una adolescente.
Decidí llamarlo. De hecho, no me sentía tan mal por tener que cancelar lo mío con él. Esperaba que él no se hubiese emocionado mucho o que hubiese conseguido a alguien más. Porque 1) Ya no estaba interesa y 2) Obviamente él podía encontrar a otra persona, cualquiera, incluso si se tratase de una abuela.
Contestó la llamada al tercer tono.
—¿Autumn?
—Sí, hey. Verás, me ha surgido algo y voy a estar fuera de la ciudad el día del baile. Lo siento.
—Oh —dijo. No parecía decepcionado—. Aunque voy a tener que trabajar muy duro para poder encontrar una acompañante tan ardiente como tú —rió entre dientes.
Arrugué la nariz, sin sentirme alagada.
—Pues entonces comienza ya —musité.
—¿Qué haces?
—¿Ahora mismo, o después? —tartamudeé.
Escuché a Nick reírse y a Harry cerrar el grifo de la ducha.
—Después. Eh, ambos —contestó.
—Oh. Um, en una importante reunión familiar —dije—. Y ahora mismo estoy... en realidad no estoy haciendo nada.
—Excepto hablar con la bestia más sexy de todas las eras —se guaseó Nick.
Jaja. Es tan gracioso. En serio. Para. Qué me meo.
Tosí.
—Jaja, cierto —dije inexpresiva—. Um, tengo que volver a esa nada que estaba haciendo, así que...
—Así que... cierto. Intentaré encontrar a alguien tan ardiente como tú. Captado. Adiós.
—Adiós —me despedí. Después colgué y lancé el móvil sobre la cama de Harry, dejándome caer de espaldas sobre ésta.
—¿Quién era?
Pegué un salto, inclinándome, para encontrarme con Harry, empapado con una toalla alrededor de su cintura y otra más pequeña en su mano, secándose el pelo. Dios, estaba tan bueno. Yo ni siquiera utilizaba esa expresión para describir a la gente. Pero no me había dado cuenta que en realidad describía a la perfección a Harry. Era más que perfecto.
—Oh, no me halagues que me sonrojaré —me guiñó un ojo. Al parecer tenía que llegar a acostumbrarme a todo esto.
—Era, uh, Niall —respondí. Aunque sabía que estaba mintiéndole porque había vacilado a la hora de contestarle. Era bastante mala en el tema este de “las mentiras”.
Pero no me dijo nada. Tan sólo se lo pensó durante un segundo y después asintió, dirigiéndose a su armario. Aproveché para estudiar su espalda. Estaba segura que esa era la parte que más me gustaba de su cuerpo. Sus hombros eran anchos, sus músculos tonificados y su espalda siempre estaba tensa. Además de esos enormes tatuajes que poseía a ambos lados, sin permitir que se le viera la piel hasta que la marca alcanzaba la mitad de su espalda. En un principio las hojas de las parras me habían parecido siniestras. Pero ahora ya no. Ahora me gustaban. Quería recorrer con mis dedos cada tallo negro, cada hoja, cada parra, cada flor que decoraba su piel.
Me preguntaba si mi espalda llegaría a ser igual. Excepto sin músculos. No me gustaba el ejercicio. No estaba en forma, pero tampoco gorda. En realidad ahora ya no podía engordar, con todo el tema ese de que podía pasarme años enteros sin comer y sin sentir ningún efecto negativo. Pero de todas formas no era una persona ardiente, más bien sana. O eso suponía yo. Tal vez debería ir al gimnasio. Ew, ew, vale. No.
—Para de pensar en mí de esa forma. Me voy a emocionar y todo —escuché a Harry decir. Estaba sonriendo, de espaldas a mí. Pero sabía que lo estaba haciendo.
Mientras se colocaba una camiseta y me miraba por encima del hombro, fruncí el ceño al enfrentarme con su maliciosa sonrisilla. Sus ojos vagaron por mi rostro y, de repente, un centenar de cosas buenas acerca de mí invadieron mi cabeza.
Lo estaba escuchando pensar en mí. Con su voz. No como si fuese una idea. Lo estaba escuchando.
Me sonrió. Mierda, esto era algo muy raro. Él sabía lo que yo estaba pensando. Y yo sabía que él lo sabía porque lo estaba pensando y porque yo lo podía oír en mi cabeza. También pensaba que los pantalones que llevaba me hacían unas piernas tremendas.
Sin importancia.
—Tu culpa —refunfuñó en cuanto lo pensé.
—Cállate —refunfuñé también.
Harry sonrió con arrogancia.
—No he dicho nada.
—¿Qué? Sí, lo has dicho —lo miré ceñuda. Sacudió la cabeza. Oh. Bueno, sus labios no se habían movido. Mierda. Tenía razón—. Para de pensar en mis piernas —musité.
Harry se rió.
—Sin problema, pero no lleves pantalones tan ajustados.
—Son los que utilizaba cuando hacía Pilates. Y son fáciles de llevar cuando cargas todo el rato con esta maldita cosa —me quejé, señalando la escayola.
—Para de decir palabrotas. Te hacen ver como una mala persona —dijo Harry, guiñándome un ojo y cogiendo un puñado de ropas negras y grises.
Caminó hacia el cuarto de baño para cambiarse. Yo simplemente me quedé ahí parada durante un minuto, pero en mi interior estaba angustiosamente impaciente, así que me fui a dar una vuelta por la casa.
Harry tenía un sillón reclinable en el salón que se mecía —a ver, hacia delante y hacia detrás. Era un sillón bastante chulo, pero no diría que se mecía como una mecedora. Me desplomé en éste. Era bastante cómodo. Y era como de felpa, con la tela suave. Lo único que quería era acurrucarme formando una bola y nunca levantarme.
Harry regresó y me encontró minutos más tarde. Me sonrió, y yo me sonrojé. Me llamó mona {n.a: es el adjetivo, no el animal lol}. Pero mentalmente. Era algo tan raro.
—¿Te gusta el sillón?
—Sí —murmuré, frotándome contra éste. Harry comenzó a reírse y se acercó, gesticulando para que le hiciese sitio—. Um, perdona, no —dije, sintiendo mi cuerpo más relajado ante el confort del sillón.
Harry musitó algo entre dientes y me empujó por la espalda suavemente, dejando algo de sitio para que pudiese sentarse en la esquina del amplio sillón. Después, colocó mis hombros sobre su regazo.
Dejé escapar un suspiro, con mi cabeza apoyada sobre sus muslos. Vestía con pantalones de chándal. No sabía si me gustaban más estos pantalones o los estúpidos negros que solía llevar siempre. También vestía siempre con camisetas holgadas y sudaderas grises, y cuando se estiraba podías verle las caderas y los tatuajes en forma de V en su torso. Era tan sexy.
Sus piernas era tan largas y delgadas, enfatizadas por los pantalones tan ajustados que vestía. Era una locura. Harry poseía unas piernas alucinantes. Y luego decía que las mías estaban tremendas cuando las suyas, wow. Wow, Harry. En serio.
Pero se veía feliz, tierno y cómodo con esos pantalones de chándal. Así que eso era lo que importaba ahora.
Harry recogió mi pelo en una coleta alta, pero después decidió que quería trenzármelo y deshizo la coleta. Le enseñé cómo tenía que hacerlo y de vez en cuando me incorporaba y veía cómo iba o si necesitaba ayuda. Su delicado tacto, el dulce sabor de la vainilla y la ligera fragancia de nuestras auras juntas en el ambiente me atontaban.
Golpeé su pecho.
—¿Por qué compraste una cama si no duermes?
—Venía amueblado —murmuró Harry, concentrado en trenzar mi cabello.
Asentí.
—¿Los humanos tienen auras?
—Sí. Son muy débiles, claras. Son de color verde pálido y no huelen a nada. Son difíciles de ver —contestó Harry—. ¿Por qué?
—No sé. Una pregunta al azar que me había venido a la cabeza. Pero creo que estás bastante familiarizado con eso de saber en lo que pienso.
Harry frunció el ceño.
—¿Qué? ¿Te incomoda? Es raro, Autumn. Nunca antes había sido capaz de hacer algo así. No estoy controlándolo. Y creo que tú tampoco, Fall. No puedo explicarlo.
Simplemente asentí.
—¿Aunque, podrías intentar no leer mis pensamientos?
—No lo estoy intentando —espetó Harry.
—Bueno, ¿no podrías intentarlo un poco menos? —repliqué.
—Dios santo, ¿lo dices en serio? ¿De verdad que te vas a pelear conmigo por algo que ni siquiera puedo controlar? —demandó Harry, soltando mi cabello sobre su regazo.
Dios, era tan bipolar.
Harry clavó su mirada en mí. Así que supe que lo había escuchado.
—No lo sé, Harry. No tenía intención de pelearme contigo —siseé—. Ya que al parecer es todo lo que sabemos hacer.
Harry me miró ceñudo. Había fruncido el ceño con tanta fuerza que las arrugas se le marcaban con tanta intensidad que parecían permanentes. Su mirada era de absoluta incredulidad y de dolor. Mis propios pensamientos eran tan rampantes que no podía oír los suyos en mi cabeza. Pero me hacía una idea de lo que estaba pensando.
Lo estás asustando. Y eso que es una persona grande y fuerte. Le gustas, aunque lo estás asustando. Dios, Autumn. Si te ha dejado apoyar la cabeza sobre su regazo y te ha trenzado el pelo. Ahora ya lo has hecho enfurecer. Wow. Eres la persona del año, que todo el mundo regrese a sus casas.
Pero se lo merecía. Él era el que siempre provocaba las peleas. Y no sabía por qué estaba tan molesto. Me gritaba hasta que su cara se volvía completamente roja, y podía escuchar su pulso desde las venas de su cuello. Pero no se daba cuenta de lo que estaba haciendo hasta que llegaban las consecuencias. Era tan emotivo, tan bipolar. Me molestaba.
—¿Estás feliz, Autumn? —preguntó con un tono de voz frío.
Me crucé de brazos y me senté en el sillón, apretada al lado suyo, hasta que se puso en pie y me dejó más espacio.
—No necesariamente.
—¿Y por qué no?
—Porque básicamente te has encargado de destruir todo aquello en lo que creía —respondí.
Harry tomó unas cuantas respiraciones, intentando recordarse que se calmara.
—¿Crees que estoy intentando hacerte feliz? ¿Crees que estoy haciendo algo por ti? —dijo lentamente.
Tragué saliva.
—No.
Mi respuesta pareció activar algo en su interior. Comenzó a gritar cosas hecho una furia.
—TE CURÉ EL BRAZO PARA QUE PUDIERAS DISPARAR, PORQUE SABÍA LO IMPORTANTE QUE ERA PARA TI —Fue lo primero que gritó.
—EN PRIMER LUGAR, SI NO FUERA POR TI, NO ESTARÍA ROTO —le contesté gritando.
Harry se rascó la mandíbula y comenzó a girar en torno a su eje.
—A principios de mes, no hice que Hollenbeck nos hiciera compañeros, porque sabía que me odiarías. Eres un genio y todo el mundo sabe que soy tontísimo, así que fue idea suya. Pero la segunda parte del trabajo, cuando nos emparejaron, nunca lo hiciste. Pero me imaginé que eras el tipo de persona que se molestaba si sacaba malas notas así que hice que él y el resto de estudiantes se olvidara de eso. A todos ellos. ¿Sabes lo físicamente agotador que es para mí hacer eso? Todo porque quería que estuvieras feliz, porque sabía que probablemente después no lo estarías.
El pánico se apoderó de mí. Lo hizo, y yo lo había olvidado. Y sólo me conocía de una semana. En realidad, ni siquiera de eso.
—Harry —comencé a decir.
—No he terminado. Son todas esas cosas irrelevantes. No es el hecho de corregirte cuando dices algo erróneo, porque te gusta ser lista. Dios, las hemorroides no son una enfermedad de transmisión sexual, Autumn. Pero cerré la puta boca y no te dije nada. ¿Sabes cuántas hemorragias he padecido, cuántos arañazos he tenido? Llegaré a saber cómo clasificarlos, pero de todas formas te dejo que me lo digas una y otra vez, porque me gusta la forma en la que tus ojos se achinan cuando te sientes tan inteligente.
»Sé que no estabas hablando con Niall. Sé que no estás bien cuando me dices que sí lo estás, pero empeoro las cosas y me quedo callado. Voy a verte a las prácticas de tiro con arco. Nadie antes lo había hecho por ti, ni tus amigos ni Miles. Me da igual tener que ver las caras de unos gilipollas disparando si sé que mi presencia te hace feliz, que por fin tengas a alguien ahí para ti. ¿Por qué no eres capaz de ver que voy a estar ahí para ti?
»Hay millones de cosas que hago por ti y de las cuales no te das cuenta. Pero, joder, no voy a parar. Puede que no te des cuenta, pero me estoy esforzando mucho. Lo estoy intentando.
Permanecí callada.
—He terminado —dijo Harry en voz baja—. Y siento haberte gritado.
Se disculpaba por todo. Harry se disculpaba todo el rato y yo lo apreciaba. No me había dado cuenta de que estaba haciendo todas esas cosas, y mucho menos que las hacía por mí. Me sentía mal; angustiada en mi interior. Esperaba que él pudiera verlo. Yo podía. Dios, mi aura había disminuido y ahora se asemejaba a una aurora.
Me puse en pie y lo miré fijamente durante un minuto. Su expresión revelaba la culpa que guardaba en su interior. Se sentía mal por haber admitido todo eso delante de mí. Yo me sentía mal porque él me lo hubiese admitido. Quería tocarlo. Quería besarlo y cogerlo y disculparme por ser una cabrona. Pero tenía miedo de que eso no fuera lo que él quería.
Al final, coloqué una mano en su cadera. Se sorprendió. La mantuve ahí y me incliné hasta juntar mis labios con los suyos. Cerró los ojos, pero no me devolvió el beso. Mi esperanza se esfumó ante tal acción, pero no me separé.
Coloqué mi otra mano sobre su mejilla.
—Lo siento, Harry —susurré sobre sus labios.
Al final asintió. Sus brazos rodearon con fuerza mi torso y volvió a juntar nuestros labios. Comencé a sentirme mejor. Agarré su rostro con mis manos, devolviéndole el beso, lenta pero ferozmente.
—Lo siento —volví a decirle entre besos.
Harry asintió de nuevo. Por lo que dejé escapar un suspiro y recorrí con mis dedos su cabellera rizada, tirando suavemente de su cabeza hacia abajo. Besé su mejilla, su mandíbula, su cuello y su clavícula apenas expuesta.
—Lo siento —volví a decirle por tercera vez.
—Está bien —dijo en voz baja.
—Está claro que no —lo miré ceñuda, apartando algunos rizos que caían por su frente. Todavía estaba húmedo. Dios, tenía el pelo tan largo.
—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó Harry, aflojando el agarre de sus brazos.
Suspiré y besé su hombro. Me observó mientras agarraba su mano y besaba los tatuajes que tenía.
—Porque me he comportada como una cabrona contigo, Harry. Y ahora me siento mal. Y no volverás a sonreírme, y eso que pienso que tu sonrisa es la cosa más hermosa del mundo entero. La echo de menos. Lo siento —hablé efusivamente.
Tenía un nudo en el estómago. Estaba muy descompuesto. Odiaba que estuviese enfadado conmigo. No quería hacer nada que estuviese mal. Odiaba hacer ese tipo de cosas. Pero siempre lo hacía, y él lo sabía. Justo acababa de decírmelo.
Cuando Harry me agarró por la cabeza, colocando sus palmas sobre mis sienes, sentí como los nervios en mi interior se calmaban. Plantó un beso en mi frente, y después en mi cabello.
—No estoy cabreado contigo, amor. Te lo prometo. Sólo lo estoy conmigo mismo. Para de pensar en ello —dijo.
—Bueno, no quiero que estés cabreado con ninguno de nosotros dos.
Harry suspiró.
—Lo intento. Lo sabes, ¿verdad? Intento mantenerte a salvo y feliz, y quiero gustarte y...
—Sé que lo intentas. Lo sé. Y, de verdad, tío, me gustas. Me gustas demasiado, Harry. Estoy feliz, ¿lo ves? Soy feliz. Y quiero que tú también lo seas. Lo siento por ser una capulla. Lo siento. Me gustas. Sé que lo estás intentando y lo aprecio muchísimo y te lo agradezco. Muchísimas gracias, y... ¿qué? ¿Qué pasa? —dije, frunciendo el ceño.
Harry amplió su sonrisa cuando mencioné que lo apreciaba. Tenía una gigantesca sonrisa plantada en el rostro.
—Eso es todo lo que puedo pedir —dijo.
—Acabas de pedir que fuese feliz —sonreí.
—Tranquila —murmuró, besando mis labios de nuevo. Reí sobre los suyos, alborotando su cabello mojado. Cuando se apartó, me sonrió ampliamente, juntando su nariz con la mía—. ¿Quieres ir a algún sitio esta noche?
{Todos los créditos para WhoaLarry, escritora de la novela. }
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