nueve || caída
—¡Autumn!
Abrí los ojos de golpe al escuchar la voz de mi padre. No pude evitar dejar escapar un gemido de dolor al levantarme de la cama. El extraño nombre todavía continuaba rondando por mi cabeza. Erktanis, Erktanis, Erktanis.
—¿Sí? —dije en voz alta a medida que bajaba las escaleras. Con cada escalón, el dolor aumentaba, pero no quería que supiera que algo no iba bien. Había pensado incluso en ocultar la marca, pero después caí en la cuenta de que él no podía verla.
Me echó un vistazo antes de abrazarme. Intenté alejarme un poco de él ya que su fuerte agarre no me estaba ayudando.
—¿Qué tal el instituto?
—Muy bien —mentí.
—¿Te sientes bien?
—Estupendamente —volví a mentirle.
—¿Tienes algún plan para mañana por la noche?
—¿Por qué?
Se encogió de hombros.
—Estaba pensando en que deberías quedarte en casa. Han dicho que hará mucho frío —dijo. Había una orden tácita en sus palabras, una advertencia en su tono. Últimamente mi padre se comportaba como un verdadero capullo. Me ocultaba cosas y desaparecía durante largos períodos de tiempo, y lo único que yo recibía a cambio era una simple llamada telefónica. Y ahora me decía esas cosas como si siempre hubiese sido el padre perfecto. Cuánto deseaba que pudiera entender que ya no era una niña de cinco años, que se diera cuenta de las cosas. Siempre hacía lo que él me pedía y prestaba atención en clase.
—Iba a ir a una fiesta —fruncí el ceño, cruzándome de brazos. Espera, ¿iba?—. No es el exterior. —Probablemente, porque no tenía ni idea.
—¿Con quién? —imitó mi ceño fruncido. Sus ojos descendieron a mi brazo—. ¿Qué es eso? —Permanecí inmóvil a medida que me agarraba de la muñeca y la hacía girar para poder ver mejor lo que había. Sus ojos viajaban de la marca a mis ojos, respectivamente.
—Shay e-estuvo dibujándome un par de cosas —musité, confundida y asustada. Aunque no se lo tragó. Podía verlo en su mirada. Me aclaré la garganta—: ¿Qué hay para cenar?
Mi padre me lanzó una extraña mirada, como si estuviese preocupado.
—Lo que tú quieras —dijo—. Estaré en el estudio. —Siempre estaba en el estudio. Casi nunca salía.
Suspiré a medida que sus labios depositaban un cálido beso en mi frente. Su actitud me cabreaba. Y estaba totalmente convencida de que un día de estos acabaría largándome de casa para no volver más. Porque, sí, lo quería, pero también me volvía loca.
Pedí una pizza para cenar, y mientras me la comía iba revisando el tiempo que haría mañana. Al parecer iba a ser el día más caluroso de toda la semana. Entonces, ¿por qué mi padre no quería que saliera? Necesitaba encontrar una solución. ¿Dónde se busca hoy en día toda la información?
Google.
Escribí la fecha de mañana en la barra del navegador, pero nada parecía diferente.
Volví a buscar, pero está vez escribiendo "Erktanis". Me sorprendí ante la abundante información que había salido en la pantalla.
Pinché en la primera página. Un sitio de investigación paranormal. Ya había entrado en esta página con Niall, cuando ambos quisimos investigar sobre Pie Grande. Mis ojos no se despegaron del artículo, leyéndolo de forma rápida al principio. Después, volví a leerlo más despacio, prestando más atención a lo que decía.
"ERKTANAE: ¡ESTÁN ENTRE NOSOTROS!
Traducción: 'Nacido de la Tierra'.
Idioma: Desconocido.
Origen: Desconocido.
Singular: Erktanis.
Otras palabras descubiertas del idioma: Fiertant, Aeguim, Chillium, Comfrontis, Breesaem.
Los Erktanae nacieron directamente de la tierra. En su momento, fueron considerados como ángeles de Dios, pero volvieron a nacer como criaturas de apariencia humana en la Tierra. El libro no decía por qué. Hoy en día se cree que quedan únicamente cuatro de ellos. Son su propia raza. No son humanos, a pesar de su apariencia. Cuando una generación de Erktanae muere, nace un grupo nuevo. Pueden envejecer como los humanos si así desean. La página cuenta la historia de un grupo de ángeles que en la Tierra se disfrazaron de humanos, quienes normalmente no son conscientes de su alma celestial. También existen criaturas oscuras cuya misión principal es deshacerse de todos ellos, pero no se sabe con certeza si los Erktanae son amigos o enemigos de los ángeles disfrazados."
Un escalofrío recorrió mi columna vertebral al leer toda aquella información. También había otros enlaces. Escogí el primero de todos.
"Fiertant: palabra perteneciente al desconocido lenguaje de los Erktanis, descubierta en un misterioso libro que ha sido enterrado en el lugar marcado de los Erktanae. El hombre que lo descubrió ha desaparecido, al igual que el libro. Solamente se ha podido conseguir una página de la cual cinco palabras pudieron ser rescatadas. Éstas se enumeran en la página principal de la web. La palabra Fiertant se ha definido como, "el de fuego" o "controlador del fuego". El origen de este lenguaje, el libro y la raza de Erktanae continúan siendo un misterio. Pinche aquí para volver a la página principal."
La sangre se me había congelado. No daba buena espina lo que acababa de leer.
—¿Qué estás buscando? —Pegué un salto al escuchar la voz de mi padre. El corazón me iba a mil por hora.
—Ya sabes —me encogí de hombros—, porno y demás. —Me sonrió y comenzó a reírse—. Tengo un trabajo de Psicología y estoy intentando buscar información —sonreí, intentando calmar mis pensamientos y los nervios que sentía.
—¿Sí? Así me gusta, querida, que seas así. Me voy a la cama, ha sido una larga semana. —No lo dudaba—. ¿Necesitas algo? —Negué con la cabeza. Mi padre se acercó y volvió a besarme en la frente, para después cerrar la puerta. Lo escuché caminar hasta su habitación, cerrando después también la puerta. Rápidamente me levanté de la cama y me calcé las botas de nieve por encima de los leggings que había estado llevando todo el día. También cogí mi abrigo, unos guantes y una bufanda.
La ventana de mi habitación era muy fácil de abrir, pues lo hacía constantemente. Además, no hacía ruido cuando la abrías. Nuestra casa constaba de dos plantas. Había un alféizar en mi ventana que utilizaba de vez en cuando para poder entrar cuando se me olvidaban las llaves. Incluso había colocado una escalera para poder entrar. Y también podías trepar al tejado fácilmente.
En una ocasión me rompí la pierna, y también me doblé la muñeca y el tobillo al intentar subir al tejado. Pero una vez arriba, aquello era asombroso. Podías ver las luces de todas las calles de la ciudad. También podías ver las estrellas. Pero no era lo que iba a hacer esta noche.
Los músculos y las articulaciones no dejaban de dolerme a medida que subía al tejado. Una vez arriba, saqué mi móvil del bolsillo y fui directamente al historial de llamadas hasta encontrar el número de Harry.
Contestó al segundo tono.
—¿Qué pasa?
Me sorprendí.
—Nada, no pasa nada —le aseguré.
—Entonces, ¿por qué me has llamado? —inquirió. Escuchaba ruidos al otro lado de la línea y gente gritando y riendo.
—¿Dónde estás?
No me contestó hasta que los gritos fueron desapareciendo. Obviamente se había ido a otro sitio para poder escucharme mejor.
—En Gabe's.
—¿En el bar? —arrugué la nariz. Escuché cómo dejaba escapar una risilla al otro lado de la línea, seguramente con su arrogante sonrisa.
—¿Cuántos lugares conoces de tu pequeña ciudad que se llamen así? —No le respondí, y opté por apretar los dientes. Era como si quisiese que le colgara y no volviera a hablar con él—. Bien, ¿por qué me has llamado, Fall? ¿La piel se te ha empezado a pudrir?
Suspiré.
—Mi padre puede verla.
Titubeó ante mis palabras. Y eso me sorprendió.
—¿Tus marcas? —Asentí, aunque no podía verme.
—Sí.
—¿Estás segura?
—Segurísima. Además, tampoco quiere que salga mañana por la noche. Dice que hará demasiado frío. Aunque no creo que tanto como esta noche—dije. Harry permanecía en silencio.
—¿Algo más?
—No, eso es todo —dije—. ¿Estás borracho?
—Sólo un poco —respondió mientras reía, arrastrando las palabras con ese acento británico tan marcado. Me quedé en silencio cuando escuché el motor de un coche ponerse en funcionamiento.
—Harry, ¿no estarás conduciendo, verdad?
—¿Por qué? ¿Estás preocupada por mí, amor?
Me mordí el interior de la mejilla para no contestarle.
—¿Adónde vas?
—¿Dónde estás?
—En mi casa.
—Entonces voy para allá —dijo. No protesté. Así podía preguntarle un par de cosas.
—No tengas ningún accidente —refunfuñé, y colgué. Incluso fui capaz de escucharle reír desde aquí.
Volví a entrar en la página de antes.
"Aeguim: palabra perteneciente al desconocido lenguaje de los Erktanis. Se puede traducir como "el del agua". Para más información sobre el origen del lenguaje y el descubrimiento, pinche aquí."
Volví a sentir ese escalofrío recorrerme de pies a cabeza. Esto me estaba asustando demasiado. Sin embargo, me guardé la página y volví a meterme el móvil en el bolsillo.
—¡Oye, Fall! —Escuché una grave voz británica—. ¿Dónde estás, amor? —Whoa. Sí que había llegado rápido. Me asomé por la ventana y coloqué un dedo sobre mis labios, mirándolo. Los suyos se curvaron en una amplia y deslumbrante sonrisa.
—Sube por la escalera, luego por el alféizar y te ayudaré —le instruí. Sacudió la cabeza y se precipitó a subir por la escalera, pasando por el alféizar con muchísima más facilidad que yo. Con un ágil movimiento, se sentó a mi lado, en el tejado.
Me castañeaban los dientes, mientras veía cómo él aproximaba las rodillas a su pecho.
—¿Subes a menudo aquí? —preguntó.
Asentí con la cabeza.
—Es más tranquilo.
—Pero hace más frío —dijo. Aunque no podía saberlo, porque estaba borracho y llevaba dos chaquetas. Mientras que yo me estaba congelando.
Como si hubiese leído mis pensamientos, se quitó las dos chaquetas y las colocó sobre mis hombros. Extendió un brazo, enarcando una ceja, mientras me miraba. De mala gana acabé introduciendo mis brazos en las respectivas mangas. Olía a rosas y a cigarrillos, a tierra y alcohol, a sudor de hombre y a perfume de mujer. Por alguna razón, al oler ese tipo de perfume, sentí una llamarada de celos nacer en mi interior. Pero volvió a desaparecer a medida que me iba dando cuenta de lo que acababa de sentir. Estaba perdiendo la cabeza.
—Conozco esa mirada —sonrió con malicia—. No he estado con nadie.
Comencé a acalorarme.
—¿Qué mirada? —le miré ceñuda.
—Vale —se rió. Suspiré y le dije que se callara, acercándome más a él. Su cuerpo irradiaba tal cantidad de calor que me embriagaba.
—Pensé que te había dicho que te alejaras de mí —murmuré.
—Eso fue lo que dijiste. Pero, ¿es lo que de verdad quieres, amor? —Ese estúpido nombre de nuevo. Hice rechinar los dientes, controlándome.
—Sí —contesté.
—Entonces me iré —me sonrió, y comenzó a levantarse. Lo agarré del brazo y le indiqué que volviera a sentarse, negando con la cabeza.
—Vale, hablemos.
—¿Sobre qué?
—¿Por qué no funcionó?, ¿por qué mi padre puede verlas? —dije. Comencé a remangarme las mangas de mi camiseta pero su mano paró mi acción. Sus dedos se enrollaron alrededor de mi muñeca y me bajó la manga. Sus ojos me lanzaron una mirada de advertencia. Todo este puñetero día, con la página web, las marcas y mi padre, no dejaba de asustarme.
—A partir de ahora mantenlas ocultas. Si ves algo sospechoso, no actúes como una persona sospechosa, y mantenlas ocultas. ¿Entiendes? Además, no podemos ir a la fiesta mañana —añadió rápidamente.
—¿Por qué no? —fruncí el ceño.
—Me olvidé de unos acuerdos previos —dijo—. Mira, tan sólo mantenlas siempre escondidas. Éstas también —tocó mi cadera, ligeramente. Sabiendo que iba a protestar, me cortó—: ¿Entendido?
Estaba a punto de responder cuando una particular ráfaga de viento frío me sacudió de pies a cabeza. Jadeé ante el cambio de temperatura. Miré a Harry, acortando aún más las distancias entre ambos para ver si podía calmar mis temblores. Su ceja se enarcó ante mi repentina actitud.
Pero antes de poder darle una explicación, algo duro (como si se tratase de un pie) me golpeó por la espalda y, como el viento soplaba con fuerza, comencé a deslizarme por el tejado. Totalmente asustada, intenté buscar la mano de Harry, pero descendía demasiado rápido.
Cuando sentí la superficie del tejado desaparecer, dos brazos me agarraron y una mano se posicionó en la parte trasera de mi cabeza. Harry dio la vuelta a su cuerpo para que así fuese él quien impactase contra el suelo y no yo, pero fue demasiado tarde. Un intenso dolor se instauró en mi pierna seguido de un ¡crack!, mientras gritaba de dolor. Aterricé ligeramente de lado, por lo que mi codo acabó golpeando el suelo, una fracción de segundo después de que mi pierna lo hiciera también. Mi corazón latía lentamente, como si también sintiese el dolor que ahora envolvía a mi cuerpo entero.
Harry se puso en pie, totalmente asustado y enfadado.
—¡Fuera de aquí! ¡Ella no es tuya! —gritó al cielo, antes de que mi visión se viese interrumpida por una desconcertante oscuridad.
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¡Y muchísimas gracias por todos los votos y comentarios en el capítulo anterior!
Todos los créditos para WhoaLarry, escritora de la novela. |
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