doce || golpe
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*SEGUNDA PARTE*
Desde que me dijo eso, se había tomado cuatro bebidas. Y ahora había desaparecido. Se había largado con Zayn y Louis prometiéndome, con esa amplia sonrisa de borracho, que estaría de vuelta pronto. Y aquí estaba yo, sentada sobre este incómodo taburete, esperando durante más de veinte minutos, incapaz de levantarme e intentar buscarlo.
Pero sabía que no me quedaba de otra. No pude aguantarlo más y me puse en pie, apretando los dientes con fuerza mientras cojeaba a través de la multitud. Cada paso que daba enviaba un agudo dolor desde mi pierna hasta mi cadera. Pero quería encontrar a Harry, y largarme de este maldito lugar. Alguien vomitó a mis espaldas, y pronto el olor a vomitó me provocó arcadas. Ni siquiera podía describir lo mal que olía.
Grité con todas mis fuerzas cuando alguien me pisó el pie. El zumbido de la electricidad fluía a través de las luces de neón, los viejos videojuegos, mezclado con los beeps provenientes de las máquinas y el estado de embriaguez del tumulto de personas que me rodeaban enturbiaban el aire y acabaron ahogando mi grito.
No me di cuenta de que había comenzado a llorar hasta que sentí algunas lágrimas descender por mi boca. No paraba de sollozar a medida que caminaba, completamente desesperada por encontrar a Harry. La pierna me dolía muchísimo, más que cuando me la rompí.
¿Dónde demonios estaba Harry? Dios, necesitaba encontrarlo. Necesitaba irme a casa. Necesitaba... vomitar. Iba a vomitar. Tenía que salir de este maldito lugar.
Comencé a hacerme paso a través de la multitud a codazos divisando al fin la puerta de salida. Al salir, un viento frío proveniente del callejón me sacudió entera y no pude evitar dejar escapar un jadeo. Me encontraba completamente impactada al ver a Claire Avant allí, acorralada contra la pared por una figura que se me hacía muy conocida.
Harry le agarraba la cabeza, probablemente con su lengua hasta la mitad de su esófago, mientras la mantenía contra la pared del callejón. No sabía por qué me sentía traicionada, pero lo estaba. Casi paralizada al ver cómo se comían la boca el uno al otro, escuchando esos desagradables sonidos que liberaban. Hasta que pise con fuerza el suelo, pero con el pie ileso.
Se apresuraron a separarse el uno del otro, y los ojos de Harry se encontraron con los míos. Ni siquiera era capaz de saber lo que me transmitían. Tal vez sorpresa, deseo y alcohol. No obstante, masculló algo para sí mismo y me agarró de la muñeca a pesar de mis protestas. Tiró de mi cuerpo con demasiada rapidez lo que hizo que el dolor de mi pierna se avivara. Pero no me quejé.
Pronto comencé a gritar y a intentar zafarme de su agarre. Continuaba llorando. En realidad, nunca había dejado de hacerlo. Harry se dio la vuelta, y recorrió con sus ojos mi rostro lleno de lágrimas. Después suspiró y me acercó a su cuerpo, levantándome en peso. Me sostuvo contra su pecho mientras emprendía el camino de regreso al sitio donde había estacionado el coche. En parte me aliviaba no tener que caminar por mí misma, por lo que no protesté. Solamente lloraba, lloraba escondida en su pecho mientras él me llevaba en brazos.
La había besado. Él la había besado durante un largo y prolongado período de tiempo mientras yo me encontraba sola. Lo más importante... Harry me había abandonado. Nunca había confiado en él, pero me decepcionó. Nunca hubiese imaginado que él fuese capaz de hacer una cosa así.
Sentí cómo me colocó sobre el asiento del copiloto y me abrochó el cinturón de seguridad. Aproximé mis rodillas a mi pecho, rodeándolas con ambos brazos, escondiendo la cabeza en un intento de controlar los sollozos.
Habían pasado treinta segundos cuando Harry rompió el silencio que se había formado.
—¿Por qué estás llorando? —dijo arrastrando las palabras.
—Me dejaste ahí, sola —susurré—. Te dije que no me gustaba ese lugar y tú simplemente me contentaste con un: en seguida vuelvo. Pero me abandonaste.
Volví a escucharlo suspirar.
—Sabes que nunca intentaría hacerte daño —murmuró. Inspiré y espiré un par de bocanadas de aire lentamente calmando mis nervios.
—No lo sé —lloriqueé—. Desde que nos conocimos, me han hecho más daño que en toda mi vida.
Harry permaneció en silencio.
—Lo siento. Siento lo del tejado y por emborracharme y por dejar que me besara y por dejarte ahí sola y por las marcas y por Zayn y por cualquier otra cosa que odies de mí. Lo siento, cariño. De verdad que lo siento —confesó. Y parecía sincero. Pero estaba borracho. Hablaba y conducía perfectamente, pero estaba borracho.
Me crucé de brazos.
—¿Qué? ¿Sigues enfadada conmigo? —frunció el ceño. Permanecí en silencio. De modo que Harry acabó sacudiendo la cabeza, sonriendo, mientras detenía el coche junto al arcén.
—¿Qué estás haciendo? —quise saber. Harry se encogió de hombros y cruzó los brazos al igual que yo.
—He pensado en esperar aquí hasta que me perdones —contestó.
Le miré boquiabierta. Pronto su típica sonrisa comenzó a hacerse paso, y recorrió con su pulgar la superficie de su labio inferior —lo cual era muy, muy sexy— mientras elevaba las cejas. Dejé escapar una perceptible exclamación al verle deshacerse del cinturón de seguridad.
Me pilló completamente desprevenida cuando sus brazos me tomaron y me colocaron sobre su regazo, frente a él. Aunque lo que de verdad me sorprendió fue ver que no había hecho nada para impedirselo. Cuando juntó su frente con la mía, se lo permití. Harry alzó una de sus manos y la colocó en un lado de mi rostro, estudiando mi reacción.
—Estás bien, ¿ves? —susurró—. Mierda, eres preciosa.
Mi rostro comenzó a arder.
—Estás borracho —mascullé.
—El alcohol sólo refuerza la verdad —sonrió.
Se estaba haciendo de noche. La única luz que era capaz de percibir provenía de los medidores que había detrás del volante del coche y de las estrellas que pasaban de vez en cuando alrededor de nosotros. Esta noche no había luna.
Si llegaba a casa y mi padre ya estaba allí, me mataría. Y aún más si me veía con Harry.
Cuando me alejé de su tacto, sus cejas se unieron formando una única línea.
—No pico —dijo.
—Es "no muerdo" —le corregí. Harry sonrió ampliamente mientras retiraba algunos mechones de cabello de mi rostro. Se inclinó hacia delante y presionó sus labios contra la piel de mi oreja.
—Pero, amor, si te dijese eso, mentiría —susurró.
—Eres un mentiroso —dije.
Negó con la cabeza.
—Cualquier mentira que te haya contado ha sido totalmente inofensiva o necesaria —me aseguró. No estaba mintiendo. Podía estar segura. Siempre había sido capaz de saber si la gente de mi alrededor me mentía o me escondía cosas.
—¿Y qué hay de las marcas? ¿Y del cómo las conseguía? —dije.
Harry se encogió de hombros.
—Inofensivas. Y si no te hubiera dicho que las aceptaras, esa noche en el campo, entonces no me habrías querido más a tu lado. Habrías estado sola y al final habrías salido herida.
—¿Como esta noche?
—Mierda, Autumn. ¿Cuántas veces voy a tener que disculparme? —suspiró Harry.
Estudió mi rostro y después me empujó hacia atrás con cuidado, mi espalda pegada ahora al volante. Levantó la manga de mi camiseta y recorrió con su pulgar las marcas negras que había en mi muñeca. Las hojas y las pequeñas flores alrededor de éstas seguían siendo las mismas. Pero el capullo que había en el medio parecía haber florecido aún más; diferentes pétalos se extendían ligeramente desde la raíz.
Sus cejas se fruncieron, al igual que su ceño. Y eso me preocupó, mucho. Él no entendía nada de lo que estaba pasando, algo poco habitual en él.
—No te preocupes —murmuró—. No es nada. —Pero ni siquiera él se creía sus propias palabras.
Jadeé cuando conectó sus labios con la piel de mi muñeca, cerrando sus ojos a medida que permanecían allí.
—No vuelvas a mentirme —alegué—. No vuelvas a hacerme daño.
Retiró sus labios de mi muñeca y estudió mi expresión. Parecía culpable y arrepentido.
—Nunca más —negó con la cabeza. Suspiré, aliviada—. En serio. Mientras esté cerca de ti, amor, nadie te hará daño. Nada podrá herirte. —Esa había sido la promesa más sincera que me habían hecho en toda la vida. Y Harry parecía estar diciéndolo muy en serio.
Me quedé mirando fijamente el verde de sus ojos, la curva de su rostro con su mandíbula, sus labios... absolutamente todo. Sus labios se ensancharon en una pícara sonrisa al pillarme observándole de esa manera. En seguida me sonrojé, desviando la mirada.
Harry inclinó mi barbilla para que le mirase.
—No tengas miedo de mirarme. Me gusta, amor. Al igual que a ti te gusta que te mire.
Mi corazón martilleaba con fiereza contra mi pecho. ¿Cómo había sabido que me gustaba eso?
—Y-yo...no... —tartamudeé.
—Tranquila, Fall. Ahora vamos a echarle un vistazo a tu pobre pierna, ¿mm?
Asentí.
Me deslicé hacia atrás hasta que mi coxis tocó sus rodillas y mis piernas se encontraban a cada lado de su torso. Me sentía increíblemente incómoda en esta situación, pero confiaba en Harry. Bueno, tan sólo un poco. Pero, en este viejo y oscuro coche, mientras nuestras respiraciones nublaban el aire de nuestro alrededor y sus brazos me rodeaban a medida que la temperatura comenzaba a descender, me sentía a salvo. Harry vestía con esa chaqueta, la de cuero marrón con lana en su interior, que yo ya antes había llevado. El olor a rosas y tierra húmeda pronto invadió el espacio.
Harry colocó su mano sobre mi espinilla, justo por encima de la escayola. Un suspiro de alivio se escapó de entre mis labios y mis ojos comenzaron a cerrarse a medida que sentía el calor recorrer mi pierna entera. Me sentía mejor, mucho mejor, como si nunca me hubiese dolido. Era capaz de ver los ojos de Harry fijos en mi rostro, en mis reacciones.
—Harry —suspiré, inclinándome y recostando la cabeza sobre su clavícula.
—Lo sé, cariño —dijo Harry. Sentí su sonrisa—. ¿Cómo está tu brazo?
—Bien —murmuré. Pronto comencé a sentir la pierna mucho más fría al darme cuenta de que Harry había retirado su tacto.
—Lo siento, Autumn. Debemos irnos —habló. Asentí y volví a mi asiento. Después, arrancó el coche y regresó a la carretera.
Cuando ya llevamos recorridos unos diez kilómetros, ambos nos dimos cuenta de que algo no iba bien.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Mierda, probablemente sea un pinchazo —maldijo Harry, saliendo apresuradamente del coche. Pero antes de irse a mirar, se apoyó contra la puerta, sus ojos fijos en los míos—. No salgas.
Tragué saliva, y asentí. Vi cómo se agachaba y examinaba los cuatro neumáticos, maldiciendo entre dientes y dándoles patadas a algunos. Después, volvió a entrar.
—Sí —confirmó. Era un pinchazo.
—¿Tienes una de repuesto? —pregunté.
—Han sido dos neumáticos. Ambos en ese lado —dijo apuntando hacia la derecha. Mi lado. Fruncí el ceño y abrí la puerta. No salí, tan sólo me incliné y examiné los neumáticos lo mejor que pude al no haber mucha luz.
La respiración se me aceleró. Alguien los había rajado.
—¡Autumn! ¡Vuelve al interior, maldita sea! —rugió Harry. Rápidamente cerré la puerta y me abracé a mí misma, rodeando mi torso con mis brazos.
—¿Y ahora qué? —pregunté.
—Tengo una de repuesto. Puedo cambiar el neumático de delante y aguantar con ese hasta que lleguemos a la gasolinera en McBride, ¿de acuerdo? —Esa gasolinera no tenía nada. Aunque había un garaje con algunas cosas de mecánica y seguramente también tuviesen neumáticos de repuesto.
—Vale —murmuré.
Harry hizo rechinar los dientes y mantuvo su mandíbula en tensión, a medida que volvía a salir una vez más del coche.
—No te muevas. Lo digo en serio, Autumn —dijo severamente.
—Sí, señor —refunfuñé, inclinando la cabeza contra la ventanilla. Harry movió sus rizos con un grácil movimiento y cerró su puerta. El maletero se abrió, la puerta trasera también se abrió, hubo algunas sacudidas, y después de quince minutos, Harry regresó.
—¿No tienes frío? —fruncí el entrecejo al ver cómo se quitaba la chaqueta.
—No, ¿y tú?
—A punto de congelarme —contesté. Por lo que me tendió su chaqueta y me la puse del revés, como un Snuggie. (n.a: un Snuggie es una manta que se pone del revés, podéis buscarlo en internet)
—¿Mejor? —preguntó Harry. Asentí—. Dios, eres adorable —sonrió ampliamente.
—Estás de mejor humor —confesé.
Harry se encogió de hombros.
—¿Ves lo que me haces?
Su contestación me hizo permanecer en silencio. Y continuamos conduciendo. Cuando rompí el silencio, aún quedaban diez kilómetros para llegar a la gasolinera.
—¿De qué color es tu coche?
—Negro —resopló. Puse los ojos en blanco.
—Me refiero al color que eres capaz de visualizar. Por lo de la sinestesia. En un sitio leí que los colores eran más vívidos cuando te encontrabas emocionalmente atraído hacia esa fuente de sonido —dije. Harry sonrió.
—¿Dónde leíste eso?
Me encogí de hombros sintiendo el rubor concentrarse en mis mejillas.
—En Internet. —También había leído que podías ser o no una criatura inhumana nacida en la Tierra con poderes que controlan los elementos naturales y que podías hablar un idioma desconocido que no había podido ser identificado por nadie en todo el mundo entero. Pero... ya ves.
Harry giró su cabeza en mi dirección, conectando nuestros ojos.
—Bueno, la mayoría del tiempo es...
No pudo terminar la frase. El coche dio una sacudida, seguido de un extraño sonido. Lo poco que pude ver hizo que se me contrajera el estómago. Una mano. Y, justo después, descendió hasta que desapareció de mi campo de visión.
—¿Qué ha sido eso? —gruñó Harry, abriendo de golpe la puerta.
Sentía la frente empapada en sudor frío. No podía ni tragar saliva.
—Una persona.
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