dieciséis || mediodía
Me había quedado todo el sábado en casa viendo cómo la nieve se iba derritiendo poco a poco. La noche anterior había tenía unos sueños horrorosos. Ni siquiera podía llamarlos pesadillas. Terrores nocturnos más bien, pues me despertaba sollozando y acababa echa un ovillo debajo de las sábanas totalmente asustada, con la garganta ardiendo y la boca completamente seca. Estaba totalmente segura de que había estado gritando.
El primer sueño había comenzado normal. Aunque la mayoría de las cosas terribles empiezan así; empezaban siendo hermosas como de costumbre, y después se retorcían y se convertían en algo escalofriante, en fragmentos borrosos de la realidad. Ahora estaba en la cama, con los ojos abiertos de par en par. Sabía que estaba despierta por las acciones que llevaba a cabo. Entonces, un rostro apareció en mi ventana. Oscuros ojos centelleaban en mi dirección, la malicia y la crueldad aparentes. Me asustaron.
La sangre goteaba de su rostro a medida que miraba alrededor de mi habitación, para después introducirse en ésta. Me había quedado estática al contemplar los acontecimientos a medida que pasaban. Sus ojos examinaron toda la habitación y yo lo imité, moviendo mi temblorosa mano en frente de su rostro.
Me sobresalté. ¿Dónde estaban mis escayolas? ¿Por qué no sentía dolor alguno? ¿Por qué él no podía verme?
Había luz en el exterior, y no entendía el porqué. Estaba aturdida, aunque era de esperar. Di unos golpecitos sobre el hombro del chico y ni se inmutó. Finalmente, paró de buscar en mi habitación y se acercó al alféizar de la ventana, subiéndose al tejado con la ayuda de sus extremidades superiores. Desapareció en menos de tres segundos.
Corrí hacia la ventana. Sangre. Y había huellas en ésta. Miré hacia abajo. Había más, en la nieve que había en el suelo. Pero lo que realmente llamó mi atención fue... verme a mí. Y Harry. De espaldas a la casa mientras él me llevaba entre sus brazos. Vi cómo mi yo le preguntaba si podía ir hacia allí, que tenía cosas para entrar en calor en esa caja. Era miércoles. Estaba viendo lo que había pasado el miércoles desde el punto de vista de... mi habitación. Además de a un chico sangrando.
Y no fue hasta que me desperté de verdad cuando me di cuenta cuál fue la cosa más escalofriante de todas. El hombre que se había colado, cubierto de sangre, husmeando para después irse un minuto más tarde... sabía quién era.
Liam.
••
Esa noche a la hora de cenar mi padre sacó como tema de conversación a Harry.
—¿Cuál es su promedio de calificaciones, Autumn? —preguntó.
—Eso no es de tu incumbencia —refunfuñé con la boca llena de puré de patatas.
Mi padre enarcó una ceja en mi dirección.
—Autumn Renee —advirtió.
—Miles Bruce —respondí con mismo tono llenando la cuchara—. De todas formas, ¿cómo podría saberlo?
—Parece que estás bastante familiarizada con él —dijo.
Suspiré.
—Ni siquiera sé el de Niall —le informé. Y mi padre pareció dejar el tema. Aunque eso me jodió, porque tenía muchísimas más remontadas.
Esa misma noche me aseguré de que la ventana estuviese bien cerrada. Incluso sabiendo que no podría protegerme de los horrores que mi inconsciencia me brindaba.
••
El domingo decidí hacerle una visita Harry. Quería respuestas. Sabía que había dicho esas palabras billones de veces, pero las necesitaba, de verdad.
Recé una oración y cogí el coche de mi padre, diciéndole que iba a hacer la compra. Tenía que ser rápida visitando a Harry. Todavía seguía sin gustarme la idea de conducir. No sabía por qué Harry continuaba con la conciencia tranquila. En realidad, no era una persona pacífica. Siempre intentaba sacarme de mis casillas para empezar una pelea. También sabía que su corazón latía a unos veinte latidos por minuto más rápido de lo normal, cuando estaba en reposo.
Me acordaba de su dirección y del aspecto de su barrio, así que encontrar su casa no fue nada difícil. Estacioné el Prius y comencé a hacerme paso a través de la nieve con algo de dificultad. Antes de llamar a la puerta, escuché dos voces provenientes del interior de la casa. Sólo una de ellas era la de Harry, la otra era una chica.
Unos repentinos celos comenzaron a renacer en mi interior por segunda vez, e intenté calmarlos mientras escuchaba atentamente.
—No lo voy a hacer, Jo —decía Harry, enfadado. Escuché a la chica, ¿Jo?, reír y unos cuantos pasos.
—¿Y quebrantar la ley? Escúchame, es una cosa insignificante. Ni siquiera puede hacerte daño. Zayn lo hizo, al igual que Louis —le contestó ella.
—No. Lo. Voy. A. Hacer —la voz de Harry temblaba. O bien porque estaba llorando, o porque estaba enfadado. Tal vez las dos. Pero Harry no lloraba.
Jo volvió a reírse. Comencé a preguntarme si era una anciana.
—Jueves. Jueves al mediodía es la última oportunidad que tienes. Después, se ocuparán ellos mismos.
La sangre se me congeló. No me gustaba cómo había sonado eso, lo que fuera que fuese.
—Lárgate —vociferó Harry.
—Vale —ronroneó la chica.
Escuché más pasos detrás de la puerta antes de que se abriera por completo.
Jo era alta. Más alta que yo. Tenía el pelo tintado de color azul brillante, aunque claramente se podían ver sus raíces castañas. Sus ojos eran el azul más frío y brillante de todos. Su tez era blanca y pálida. Era increíblemente hermosa. Empecé a sentirme un poco avergonzada de estar a su lado. Y fue entonces cuando me percaté de su acento. Australiano. No británico, como Harry y todos sus amigos. Interesante.
—Ven, entra —escuché a Harry desde detrás de la puerta. ¿Cómo había sabido que estaba aquí? Cuando fui a dar un paso me tropecé, sorprendida y avergonzada, enfadada y un poco celosa.
Harry se cruzó de brazos e intenté no mirar cómo sus músculos se flexionaban a medida que hacía aquel movimiento. Pero en realidad quería. No llevaba ninguna camiseta. Solamente unos pantalones grises de chándal algo holgados, que casi podía ver la goma elástica negra de sus bóxers.
—¿Te vas a quedar ahí mirándome o necesitas algo?
Tragué saliva. Mis mejillas ardían sin parar.
—Um... yo... —comencé a decir—. ¿T-tú... quién era esa?
—Una vieja amiga —gruñó. Pasó sus dedos por la maraña de rizos oscuros, y descendió la mirada—. Ya no me quiere. —Había una especie de tensión alrededor de su boca cuando dijo eso. Algo había pasado entre ellos. Algo como...
—Salisteis juntos —hablé, sin poder evitarlo.
Harry me lanzó una mirada mientras sus ojos se suavizaban.
—Sí, hace tiempo —admitió—. Dos años, puede que incluso tres. Ella sigue enfadada conmigo, y sólo porque teníamos diferentes puntos de vista acerca de un tema muy importante.
—¿Qué tema? —fruncí el ceño.
Permaneció en silencio durante un momento, estudiando mi cuerpo. Llevaba su chaqueta encima de una sudadera verde y unos vaqueros oscuros, junto a mis botas de nieve.
Al final se encontró con mis ojos y habló:
—La vida humana.
Estaba aturdida. Harry me observó reaccionar lentamente, ajustando las muletas debajo de mis brazos y mirando fijamente al suelo.
—¿Cuáles fueron tus argumentos? —pregunté en voz baja. Parecía sorprendido de que yo quisiera continuar con ese tema. Podía vérselo claramente.
—Pienso que es hermosa. Algo que se debe apreciar. Ella, por el contrario, no pensaba lo mismo —dijo. Sentí cómo mis cejas se enarcaban sin quererlo. Harry puso los ojos en blanco—. ¿Qué quieres?
—Sólo quería hablar —intenté no sonar herida, pero fallé. Había sonado como si él me hubiese abofeteado.
Harry volvió a relajarse, pellizcándose el puente de la nariz.
—Lo siento, Fall. Estoy siendo un idiota. Ahora mismo estoy bajo mucha presión así que vas a tener que ignorarme, cariño.
Asentí.
Harry suspiró y volvió a pasarse los dedos por sus rizos, meneando el pie a modo de frustración.
—Tranquilo —lo miré ceñuda—. Harry, sólo tenía un par de preguntas. Está bien.
Harry se frotó el pómulo con sus dedos y cerró los ojos. Volví a suspirar, aprovechando la oportunidad para contemplar su piel expuesta. Intenté convencerme de que no estaba intentando memorizar los tatuajes que cubrían sus brazos —principalmente el derecho—, y los pocos que habían en sus clavículas. Así como la perceptible tinta negra en su espalda que se arremolinaba alrededor de los costados de su torso y hombros. Se veía tan problemático.
—Estoy bien —susurró—. Estoy bien. —Como si hubiese leído mis pensamientos. Harry inspiró y expiró, y después abrió los ojos.
—Lo entiendo —dije—. Dios, lo sé. Si supieras lo estresada y exhausta que me encuentro en estos momentos... —mi voz fue desvaneciéndose poco a poco.
Mantuvo su mirada conectada con la mía durante un minuto. Después, me cogió de la mano y me condujo hacia el sofá del salón. Cojeé detrás de él con las muletas traqueteando contra el suelo. Una vez sentados con nuestras rodillas rozándose, sus manos apartaron algunos mechones de cabello castaño de mis ojos.
—¿Por qué no me lo dices, amor? —preguntó con cautela, su voz ahora más grave y áspera. Enarqué una ceja y él asintió. Así que tomé una profunda bocanada de aire y comencé a hablar.
Primero le conté acerca de los sueños. Sobre lo asustada que estaba y sobre lo confundida que me encontraba, y especialmente sobre el sueño que había tenido el viernes por la noche; sobre Liam en particular.
Podría haberlo imaginado, pero era como si todo esto le enfadara todavía más; el hecho de que Liam apareciese en mis sueños.
—Oye, es tu culpa. Hablaste mal de él, así que instintivamente recreé una imagen negativa de él en mi cabeza. Por eso apareció en mis sueños como el chico malo.
Harry volvió a frotarse los ojos y la mandíbula, asintiendo lentamente. Casi me sentía mal por él. Su aspecto era horrible.
—¿Qué va mal, Harry?
—Nada —espetó inmediatamente. Enarqué una ceja y fruncí el ceño. Suspiró y dejó escapar un gruñido desde lo más profundo de su garganta—. Lo siento. Lo siento. Autumn. Mis amigos —comenzó, tragando saliva y descendiendo la mirada— me están pidiendo que haga algo. Algo horrible, que ellos mismos saben que simplemente no puedo hacer. Hay un período corto de días antes de la fecha límite. Y si lo hago, entonces me arruinaré la maldita vida.
Desvié la mirada.
—Esa presión es una...una cosa...mala —dije. ¿Una cosa mala? ¿Dónde estaba el libro en el que se te enseñaba como hablarle a un humano?
—Es inhumano. Lo que me están pidiendo. La cosa está en que, si lo hago, quedaré destrozado. Me odiaré a mí mismo, Autumn. Y si no lo hago, todos ellos me odiarán. Habrán terribles consecuencias que no quiero tener que sufrir —dijo. Humedecí mis labios y esperé a que él alzara la mirada.
Cuando finalmente lo hizo, le di unos golpecitos en su mejilla con mi pulgar.
—Pues para mí, esos no son amigos, bola de pelo.
Harry sonrió, pero el ápice de tristeza continuaba en sus ojos.
—Son lo más cercano que tengo —confesó—. Todos son unos idiotas.
—Louis, no —lo miré ceñuda. Harry me lanzó una mirada arrepentida. Oh. Me sentía un poco decepcionada. Louis me caía bien.
—Lo siento. Él es un buen tío. Sólo que está... ciego.
Asentí, sin poder dejar de sentirme decepcionada. Pero era el amigo de Harry, no el mío o algo por el estilo. Así que decidí liberarme de ese sentimiento.
No quería preguntarle a Harry qué era lo que sus amigos le estaban pidiendo. Probablemente me volvería a asustar, pues presentía que si se lo preguntaba acabaría contándomelo. Tenía miedo de la verdad, no de las historias de miedo que mi padre solía contarme, de las películas de terror en la televisión, de los monstruos en mi armario. Le temía a la verdad.
En cambio, le pregunté otra cosa.
—¿Padeces de insomnio? —Harry enarcó una ceja—. Bueno, nunca duermes. Así que...
—Algo así —confesó, una pequeña sonrisa tiraba de su comisura derecha. Asentí—. Por cierto, es verde —enarqué una ceja—. El Mustang. Es verde, su motor —sonrió. Oh. Eso era lo que le había preguntado antes de... bueno. Ya lo sabéis.
Así que le sonreí, por haberse acordado. ¿Cómo podía ser tan... bipolar? Primero se comportaba fatal conmigo, después se volvía vulnerable, luego pasaba a ser dulce, acordándose de la pregunta que le había formulado hacía unos días.
—Oh —dije. Harry apartó algunos mechones de mi rostro.
—Sabes que no soy el chico malo, ¿verdad, Fall? —preguntó.
Tragué saliva y desvié la mirada a mis manos. Podía ser capaz de sentir su decepción, literalmente.
—Harry, yo... —fruncí los labios—. No lo sé.
Harry asintió un par de veces. Colocó sus manos debajo de mi barbilla, forzándome a que lo mirara.
—No tienes que creerme —murmuró—. Pero no voy a mentirte. No soy el chico malo aquí, ¿vale? Quiero que sepas que no soy el malo. Necesitas cuidar de ti misma por mí, si no vas a confiar en mí.
Volví a tragar saliva.
—Vale —susurré, despacio.
Frunció el ceño y apartó sus dedos de mi barbilla, juntando sus manos en su regazo. Parecía confundido, exhausto y decepcionado. Pero no dijo nada durante un rato. Después de unos minutos, alcé mi mano y golpeé ligeramente su rostro, haciéndole enarcar una ceja.
—No estás hablando —me expliqué.
—No sé lo que decir, Autumn —confesó, con un suspiro.
—¿Por qué no? —fruncí el ceño.
—Porque todo lo que digo o hago te asusta. Y estoy cansado. No quiero que me tengas miedo —admitió, inclinándose para que así sus codos reposaran sobre sus rodillas y sus palmas sobre su frente.
Aproveché la oportunidad para estudiar los tatuajes de su espalda, todas esas hojas enredadas entre sí en color negro. Vi cómo aparecía su típico hoyuelo en su mejilla y me di cuenta de que estaba sonriendo.
—¿Qué? —inquirí.
Harry negó con la cabeza.
—Te gusta mirarme. Te gusta cuando te miro. Pero no te gusta nada más de mí, ¿por qué, Fall? —preguntó.
Me sonrojé.
—Me gusta tu coche —respondí. Harry me sonrió ampliamente, pero no me tocó de la forma en la que pensé que lo haría. Mantuvo sus manos sobre su regazo—. Y... me gustan tus... —Casi dije que me gustaban sus ojos. Pero eso no era del todo cierto. Algunas veces sus ojos me atemorizaban. Cuando se volvían tan oscuros que casi no había nada de verde que contemplar Cuando estaban normales, eran verdes,... eran bonitos. Muy, muy bonitos.
—Lo entiendo, Fall. Soy una horrible persona —dijo sonriendo. Pero la sonrisa no alzó sus mejillas ni hizo brillar sus ojos de la manera que solía hacerlo. Inmediatamente comencé a sentirme mal.
—Me gusta tu tacto —admití—, y la manera en la que me llamas, cuando me dices "amor o cariño" todo el tiempo aunque eso pueda llegar a fastidiarme. Y me gusta cómo hueles. Mucho.
Ahora su sonrisa se amplió. Tanto, que pensé que sus hoyuelos iban a tragarme entera.
—Oh, Autumn —sonrió pellizcando mi, ya de por sí, ardiente mejilla.
—¿Pero por qué besaste a Claire? —hablé efusivamente antes de poder detener las palabras. Él enarcó una ceja—. Digo... has estado tan decidido en conseguirme, y-yo... —dejé de hablar al darme cuenta de lo engreída que había sonado.
Harry frunció el ceño.
—Eso fue una mala jugada, ¿verdad? —Me encogí de hombros—. De verdad que lo siento, Fall. No sé lo que me pasó. Ella es todo lo contrario a ti. Y tienes razón, te quiero a ti. Sólo a ti, en serio —sonrió con picardía. Me retorcí un poco cuando sentí sus nudillos acariciar mi mejilla lentamente, sus dedos totalmente relajados.
Tan sólo me observaba mientras me tocaba la cara de esa manera. Tenía miedo de decir cualquier cosa. Aunque no sabía el porqué.
—¿Qué necesito hacer? —susurró. Su pregunta me confundió—. Para que no me tengas miedo. Dime, amor.
—Yo...no... —murmuré. Suspiré, y negué con la cabeza—. Debería volver a casa.
Harry asintió lentamente, sus ojos volviéndose más sombríos. Me sentía mal. De nuevo. Cuando caminó conmigo hacia el Prius y dejó un beso sobre mi sien, diciéndome adiós, volví a sentirme mal.
No le tenía miedo. Sí, había ocasiones en las que me asustaba. Pero eso era todo.
Por alguna razón el "jueves al mediodía" seguía haciendo eco en mi cabeza. Jueves al mediodía. Jueves al mediodía. ¿Qué iba a pasar? ¿Era la última vez que Harry podía hacer el qué?
Hice un boceto del contorno de una cara en mi libreta, rodeado de velas quemándose en una de las esquinas. Me sentía mejor. Más cálida. Por lo que permití a mis manos escribir las palabras y dibujar las imágenes que había en mi cabeza antes de procesarlas por mí misma sin pensar. Tan sólo dibujándolas.
Dibujé unos ojos oscuros, unos labios finos, unos hoyuelos sombreados, una sonrisa retorcida y una nariz contorneada con la ayuda de un lápiz. Era el principio de algo. Líneas que se cruzaban, ninguna sombra demasiado definida.
Y no fue hasta que escuché mi móvil sonar, cuando me di cuenta de que el boceto era definitivamente Harry.
{n.a: Antes que nada... ¡MILLONES DE GRACIAS POR HACER QUE WICKED ALCANCE LAS +50K VISITAS! :'''') ¡Mil gracias! Sois las mejores :')
Espero que os guste este nuevo capítulo :) No olvidéis comentad y votad, como las buenas lectoras que sois jajajaja. Más que nada lo digo porque me gusta saber cuáles son vuestras teorías o pensamientos, no sé, algo de ese estilo.
Este capítulo se lo he dedicado a PaoCorreia porque es una fiel lectora y sé que hace tiempo que me pidió una dedicación. ¡Espero que te haya gustado el capi! ¡Y muchas gracias por cada voto y comentario!♥
Adióoooooooooooos<3}
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