dieciocho || chispa
—¡Despierta!
Me di la vuelta.
Shay me estaba sonriendo desde mi cama. Le di un empujón en el hombro sin esperar escuchar el sonoro ruido de su culo al impactar contra el suelo, antes de volver a darme la vuelta y taparme con la sábana.
—¿Qué haces aquí? —me quejé.
—Porque son las once y media —respondió Shay. Salté de la cama y corrí hacia mi armario—. Tranquila, el instituto se ha vuelto a cancelar. Vine y te apagué la alarma, después regresé a casa y ahora estoy aquí otra vez.
Suspiré y me acosté de nuevo, la pierna me volvía a doler. Me había olvidado de esa maldita escayola.
Shay se rió de mí.
—Deberíamos hacer algo.
—Quiero dormir, estoy exhausta. He estado teniendo unos sueños horrorosos, Shay —refunfuñé, volviendo a taparme—. No puedo dormir.
—¿Sobre qué? —me miró ceñuda.
—Humo —dije extremadamente cansada—. Humo negro que me estrangula y me rodea. Y después están todas esas personas susurrando, pero no puedo escucharlas.
Shay mantuvo su ceño fruncido.
—Debería conseguirte una cita con la orientadora. Voy a hacerlo, ¿vale? Vuelve a dormirte.
—Gracias —murmuré cerrando los ojos de nuevo. Sentí cómo me daba un apretón en el brazo, para después abandonar la habitación a medida que el sueño se iba apoderando de mí una vez más.
••
Estaba en la casa de Harry. Dentro. No sabía cómo había llegado hasta aquí. Pero me encontraba parada, de pie, en medio de su habitación. Su voz resonaba por toda la casa desde algún lugar de la planta de abajo.
—¿Qué demonios quieres que haga? Porque estoy completamente seguro de que no voy a hacer lo que tú quieres que haga. Y tampoco se lo voy a decir a ella —vociferaba Harry. Salí de la habitación en su búsqueda.
—Sabes lo que haremos si tú no lo haces —dijo el otro hombre.
—No dejaré que pongas un maldito dedo encima de ella —decía Harry cuando doblé la esquina—. Ya no quiero jugar a este juego —gruñó. Volvía a estar sin camiseta, con un par de pantalones de deporte y una bandana negra que le sujetaba su rizada cabellera.
—Esto no es un juego. Es cuestión de vida o muerte —dijo el hombre bajito. Era joven, y tenía una apariencia muy cuidada y profesional, además de ser atractivo.
Probablemente hubiese continuado hablando, pero Harry levantó un dedo y frunció las cejas.
—¿La has enviado aquí? —miró al hombre, ceñudo. Éste negó con la cabeza, mirando alrededor a la vez que fruncía el ceño.
—No la veo —dijo al fin.
Harry puso los ojos en blanco.
—Está durmiendo, idiota. Está aquí. Aunque no lo sabe. Hazla despertar y que olvide todo esto —exigió. Harry miró alrededor de la habitación hasta que sus ojos se detuvieron en el lugar donde me encontraba. El corazón me martilleaba contra el pecho. Estaba soñando. Estaba soñando.
Caminó hacia la parte de la habitación donde yo estaba.
—¿La has encontrado? —preguntó el otro.
Harry se mantuvo en silencio, sus ojos clavados en mi mentón. Era como si estuviese viendo a través de mí. Bueno, lo estaba haciendo. Pero no podía verme. Sus ojos se elevaron un poco y en seguida conectaron con los míos. Vi cómo sus labios se alzaban en una sonrisa.
—Sí —murmuró acercándose a mí sin desviar la mirada.
Sentí su mano en mi cadera. La sentí. Sentí el calor fluir por mi organismo, cómo lentamente su cuerpo se iba pegando al mío, cada vez más cercano. Y él podía sentir mi mano en su espalda. Lo sabía por la sonrisa en su rostro.
—No existe manera alguna de que me pidas que le haga esto a ella. ¿Ves esto? Es tan inocente. Tan ingenua. ¿Acaso sabe ella que está aquí?
El otro hombre se acercó a nosotros. Era atractivo, sí, pero tenía un semblante aterrador. No sabía por qué, pero había algo en él que me asustaba. Oscuros rasgos en su ensombrecido rostro lo hacían más malvado. Sus sombríos ojos recorrieron el lugar donde estaba parada.
Se aclaró la garganta.
—No. Alguien la envió aquí. No pensaron que habías desarrollado sentimientos, no pensaron que eras capaz de sentirla, obviamente. Quería que ella nos pillara hablando —confesó el hombre. ¿Sentimientos? ¿Por mí? ¿Qué era eso?
—Pero, ¿por qué? ¿Por qué sois tan horribles? —preguntó en voz baja—. ¿No tenemos dignidad?
—No podemos evitar ser lo que somos —siseó el hombre.
—¡Maldita sea! ¿Por qué no? ¿Por qué ella puede? ¿Por qué cualquiera de ellos evitarlo? Ellos son los buenos. No nosotros. ¿Qué necesitamos hacer? —cuestionó Harry sin desviar su mirada de la mía.
Podía sentir la cálida piel de su frente contra la mía a medida que iba tranquilizándose poco a poco. Plantó un beso en mi mejilla antes de darse la vuelta y encarar al hombre.
—Harry, eres unos de nuestros mejores —dijo éste con un tono de advertencia. Harry se rebajó ante esa declaración—. Cállate, chico. Lo harás. Sé que lo harás. Jueves al mediodía. ¿Entendido?
—No —espetó Harry con impotencia—. Te mataré. Te voy a destruir, con todo el sentido de la palabra. ¿Entendido?
El hombre tragó saliva.
—Voy a despertarla.
—No recordará —dijo. El hombre negó con la cabeza.
—No. ¿Dónde está su frente? —preguntó. Yo estaba demasiado confundida. ¿Quién era este tío? ¿Qué estaba pasando?
Harry volvió a encontrar mis ojos y suspiró.
—Amor, soy un gilipollas. Y soy tan, tan malo. Lo siento. —Fue lo que me dijo. Unió sus labios con mi frente y suspiré, desplomándome contra su pecho.
El hombre colocó dos de sus dedos junto a los labios de Harry. Lo último que vi fue la triste y afligida mirada de Harry, confundiéndome, a medida que sentía mi cuerpo más pesado.
Y después, todo se volvió negro.
••
No había sufrido pesadillas esta vez; había dormido bien. Todo lo que era capaz de recordar eran escenas borrosas que cambiaban cada tres por cuatro. Pero había descansado un par de horas extra, y ahora era el momento de asistir a la cita con el médico.
Descendí la mirada a mi móvil, desenchufándolo del cargador y mirando los mensajes.
"¿Puedo entrar? H.xx."
Miré hacia la ventana y me encontré con su espalda apoyada contra el cristal. De alguna manera se hallaba sentado en el alféizar, manteniendo perfectamente el equilibrio, utilizando sus manos para ayudarse ya que el espacio era muy reducido.
Me levanté de la cama y agarré las muletas a medida que él giraba la cabeza, mirándome. Harry sonrió. Asentí en su dirección y caminé hacia la ventana. Le quité el pestillo y la abrí, permitiéndole a Harry entrar y aterrizar en el suelo.
—Hey —saludó sonriendo.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —Harry se encogió de hombros. Miré la hora a la que me había enviado el mensaje. Hacía cuarenta y cinco minutos—. ¡Harry! —exclamé.
—¿Qué? —sonrió con malicia—. No quería colarme.
—Como si te lo hubiese prohibido alguna vez —resoplé cuando se levantó del suelo. Llevaba una bandana negra que le sujetaba su rizada cabellera, evitando que algunos rizos cayeran por su frente.
—No he venido para discutir —dijo, calmado. Casi me sentí culpable al ver su mirada de arrepentimiento. Vale, tal vez sí que me sentía así.
—¿Entonces a qué has venido?
Harry retiró algunos mechones de cabello que caían en frente de mis ojos, viéndose todavía más herido que cuando apenas podía verlo con claridad.
Frunció sus labios.
—Intuí que tu padre se había ido, y que no querrías conducir con un brazo y una pierna mala por la carretera. Iba a acompañarte y a llevarte a tu cita médica —dijo. Y ahora era cuando me sentía completamente culpable.
—Oh —dije—. ¿Cómo sabías eso?
—Tú lo mencionaste.
—¿Y te has acordado? —cuestioné.
Sus comisuras se alzaron en una bonita sonrisa.
—Te dije que era un buen tío —se encogió de hombros—. Vamos, quiero ayudar —me cogió dulcemente por el brazo que llevaba la escayola. Esperé a que su típico fuego comenzara a recorrer mi extremidad.
Me sorprendí cuando de entre mis labios se escapó un débil gemido, y uní mi frente con su pecho. Cuando alcé la mirada tímidamente, él estaba sonriendo. No era una sonrisa arrogante, se veía feliz por hacerme sentir tan bien.
Percibí su mano en la parte baja de mi espalda pero no me opuse, sus labios en conexión con mi frente, aproximándose cada vez más. Mi cuerpo se hallaba completamente relajado junto al suyo. Sentía mi brazo muchísimo mejor. Era alucinante.
—Harry —susurré cuando el goce comenzó a volverse abrumador.
Retiró su mano y clavó sus ojos en mí, calibrando mi reacción. No sabía qué decir o hacer. Y eso le provocó una risilla.
—Lo sé —afirmó—. ¿Qué tal has dormido?
—Anoche fue horroroso.
—Así que, ¿te volviste a despertar esta mañana? —preguntó.
Asentí.
—Sí. Sin pesadillas. Ni siquiera me acuerdo de lo que he soñado —le contesté con el ceño fruncido.
Harry sonrió.
—Genial. Al menos no los recuerdas. Ahora, vístete, amor. No queremos llegar tarde —dijo. Ahora en sus ojos había un poco menos de felicidad. Lo miré ceñuda, y él hizo lo mismo—. ¿Qué?
—Estás siendo demasiado amable —confesé. Harry dio unos toquecitos con su dedo en mi mejilla.
—¿Preferirías que fuese un idiota? —cuestionó, enarcando una ceja—. Dios, actúas como una buena persona, ¡joder! Y de repente te conviertes en el chico malo —resopló y giró sobre sus talones, escondiendo su cabeza entre sus manos y sentándose en mi cama.
Permanecí en silencio durante un minuto. Después, me aproximé a él y toqué con cuidado su hombro con mis dedos.
—¿Harry?
—Está en una reunión —murmuró contra sus manos, amortiguando el sonido.
Suspiré y me senté a su lado.
—Lo siento. Fue amable por tu parte venir aquí y hacer esto, querer acompañarme. Lo siento por haberte tratado así —dije. Harry se pasó las manos por todo su rostro y me miró, receloso.
—Está bien, Fall. Ve a vestirte —habló en voz baja. No parecía triste. Ni enfadado, ni molesto. Se veía agotado, adormecido y cansado. Su aspecto era horroroso. En verdad preferiría que me estuviese gritando, maldiciendo o agarrándome a la fuerza que así.
Después de unos minutos me hallaba sopesando la ropa que debía ponerme. Pero era Harry. ¿Por qué me importaba? ¿Por qué debería intentar impresionarlo? De todas formas, ni siquiera podía ponerme unos pantalones decentes. No cuando llevaba la escayola.
Así que opté por unos pantalones de chándal, una camiseta de tirantes amarilla y un cardigán negro. Junto a mi chaqueta. Y el abrigo de Harry. Al final me había adueñado de él. Era demasiado cálido. Y olía genial.
Después de batallar con los cordones de mis zapatos durante tres minutos, sentí sus dedos sobre mi hombro con una chispa de calor. Enarcó una ceja en mi dirección y suspiré, asintiendo y haciéndome a un lado. Vi cómo me sonreía y le saqué la lengua.
Estúpido brazo con escayola que no me permitía hacer nada.
¿Estaba mal que mientras Harry me ataba los cordones me sintiera feliz? Tal vez feliz no era la palabra, sino más bien... agradable, era algo placentero. Era como que por una vez, alguien me entendía y se preocupaba por mí. Siendo sincera, había estado haciéndome mi propia cena desde que tenía seis años. Triste, ¿verdad?
Harry alzó la mirada, regalándome una media sonrisa mientras sus cejas se arqueaban.
—¿Estás lista, amor? —preguntó. Asentí, y le extendí ambas manos. Podría llegar a acostumbrarme a todo esto de tener un niñero cañón; que podía ser o no ser humano.
Me ayudó a ponerme en pie y cogí mi móvil y las muletas, bajando las escaleras como podía hasta llegar a su coche. Y, de nuevo, no pude evitar pensar en lo que me había dicho Claire. Lo hacía más que nada para meter mierda. Pero podía tener razón... una poca.
Cada uno de esos pensamientos me abrumó durante todo el trayecto. Apoyé la frente contra el cristal frío y examiné el casi congelado mundo de fuera. El hielo cubría las ramas de los árboles, los porches, los columpios y los buzones, así como la vida tal y como la conocíamos. Era hermoso, todo, ¿pero cómo? Tan sólo eran cosas comunes que veíamos cada día, pero más "frías", aprisionadas en una gruesa capa de hielo. Esas cosas me desconcertaban.
Al igual que Harry.
¿Cómo podía ser hermoso? Con sus cambios de humor, su apariencia derrotada, su engreída sonrisa, sus misteriosas marcas, sus oscuros ojos y labios rosados, y ese esbelto y gran cuerpo. Sin olvidar su incapacidad de sentir el frío. Joder, había estado fuera durante cuarenta y cinco minutos. ¿Cómo lo había hecho?
—¿Qué he hecho? —masculló Harry.
Le lancé una mirada.
—¿Qué?
—Estás molesta. Me he dado cuenta. Y yo soy la única razón por la que siempre estás así, desde hace tres semanas. Así que quiero saber qué he hecho. Y también qué te ha pasado en la cara, porque si me dices que te caíste no me lo tragaré —dijo. Inconscientemente alcé una mano y toqué el lugar donde tenía el corte y un morado.
—Claire —musité.
Harry puso los ojos en blanco.
—¿Esa zorra? ¿Qué te ha hecho, amor?
—Me quitó una muleta. Ves, es verdad que sí que me caí —sonreí un poco.
Harry me lanzó una débil sonrisa y apretó mi rodilla.
—Ya es una costumbre en ti, ¿verdad?
Le sonreí.
—Estoy bien. Sólo que... —suspiré—. Nada.
—Te dijo algo —habló inmediatamente. Lo miré boquiabierta—. Sí. Sobre mí. Y tú. ¿Qué fue? No intentes mentirme, Autumn —me advirtió.
—¿O qué? ¿Qué me harás? ¿O a ella, si te digo la verdad? —inquirí cruzándome de brazos.
Harry comenzó a morderse el labio inferior hasta conseguir sacarse los puntos. Después, tomó una profunda bocanada de aire.
—Le diré, educadamente, que te deje en paz —contestó. Enarqué una ceja—. Lo siento. No quiero que te hagan daño. ¿Se considera malo eso? —suspiró Harry.
—¿Por qué te preocupas tanto, Harry? —pregunté al fin después de un breve silencio.
Desvió un momento su mirada de la carretera para lanzarme una rápida y precavida ojeada. Me fastidiaba sentirme aliviada mientras iba con él en el coche. Debería estar atemorizada. Pero no lo estaba. Tenía un poquito de miedo, pero no tanto como él pensaba. O como yo pensaba. O como debería estarlo. Tan sólo me sentía un poco insegura estando a su lado, incluso después de todo lo ocurrido. Ni de coña confiaba en él. Pero lo hacía, más de lo que debía.
Tal vez si no fuera tan sexy lo odiaría. El tono grave en su hablar, la forma en la que se rascaba la mandíbula cuando estaba estresado, sus largos dedos recorriendo la superficie de mi rostro, sus labios en mi piel. Todo lo que hacía era tan sexy. Al contrario que yo; ni siquiera podía emplear esa palabra.
Tenía la certeza de que Harry había sido, y era, el primero para muchas de mis cosas. Definitivamente el primer chico cuya humanidad me había cuestionado, el primero en tatuar mi piel simplemente con tocarla.
Apenas me di cuenta de que estaba respondiéndome hasta que terminó de hablar.
—¿Qué? —me sonrojé.
—No voy a volver a decirlo de buena manera —se quejó. Suspiré y aproximé a mi pecho la pierna buena. Escuché a Harry suspirar—. Porque me gustas, Autumn. Y estoy cansado de que me tengas miedo. Así que quiero demostrarte que no soy el chico malo —añadió despacio y siendo claro.
Asentí.
—Ella me dijo... bueno, dijo un par de cosas —murmuré.
—¿Como cuáles?
—Primero dijo que tenía algo que ella quería: a ti. Así que le aseguré que tú no eras mío. Y ella dijo... um, me estaba diciendo todas estas cosas a la cara sobre como la besaste, pero que tú nunca lo hiciste conmigo —musité, mi rostro ardiendo. Harry arqueó una ceja. Sabía muy bien que eso no era todo—. Dijo que sólo querías mi virginidad. Y que fuiste tú el que se lo dijo a ella —admití mirando fijamente a mi regazo.
El coche estaba en silencio cuando Harry estacionó a un lado de la carretera. No hice contacto visual con él, tan sólo esperé. No sabía lo que él quería. No sabía lo que iría a decirme. Lo único que sabía era que no debería habérselo dicho. Por lo que permanecí en silencio.
—¿Y bien? —habló después de un tiempo.
—¿Y bien, qué? —remarqué en voz baja.
Harry se rascó la mandíbula.
—¿Crees esa mierda? —quiso saber. Volví a permanecer en silencio—. Autumn —dejó escapar un quejido, pasándose las manos por el rostro.
Esperé hasta que no pudiese más y acabara explotando. Pero cuando vi que eso no iba a suceder, inspiré y expiré aire repetidas veces.
—Autumn, mírame —dijo. Elevé mis ojos hasta su mentón. Él esperó. Al final, lo miré a los ojos—. Antes que nada, nunca le contaría algo así a ella, ¿vale? Segundo, puede que sea un capullo, pero no soñaría con aprovecharme de tu virginidad. Desde luego que no te engañaría con algo así para poder acostarme contigo. Eso me provoca arcadas. Pensar que la gente hace eso me da asco.
»Cariño, necesito que creas que eso es mentira, todo. Está intentando engañarte. Eres tan hermosa, ¿lo sabías? Tan preciosa. He hecho cosas horribles. Pero nunca te haría daño por pura diversión. ¿De acuerdo? Hey, ¿vale? —los ojos de Harry estaban tan oscuros, tan serios, que intenté no desviar la mirada.
—Vale —respondí con la voz ronca. Ahora tenía la garganta seca.
—Dime que me crees.
—Lo hago —murmuré.
—Dímelo —insistió, casi sonriendo. Era tan engreído.
—Te creo, Harry —dije. Y no estaba mintiendo. Ahora, ni siquiera sabía por qué había estado creyendo a Claire, a todo el mundo.
Me sonrió y tocó la parte trasera de mi cabeza, así que me incliné para que así pudiera depositar un beso en mi frente. Y continuamos conduciendo, ahora ambos de mejor humor.
Cuando llegamos al médico, a medida que caminábamos hacia las puertas, Harry colocó una mano en la parte baja de mi espalda.
—¿Quieres que te bese? —preguntó.
Miré hacia arriba encontrándome con su maliciosa sonrisa.
—¿Qué?
—Bueno, ese era uno de tus problemas —me detuvo, haciéndome girar hacia donde él estaba parado. Lo miré mientras me agarraba por las caderas, estudiándome. Y yo sólo podía apoyarme sobre un pie. Todo estaba cubierto de hielo mientras seguía nevando.
Me aclaré la garganta.
—No tengo ninguno problema.
—Por supuesto que no, amor —sonrió—. Ésta era una de las cosas que te mencionó; que la había besado en la boca pero a ti no.
Lo miré ceñuda, aunque por dentro estaba que me moría de vergüenza.
—Nunca te he dicho eso —refunfuñé. Harry estalló en carcajadas y se inclinó, uniendo su frente con la mía al igual que hizo con su nariz. Podía sentir su aliento chocar contra mis labios. Estaba segura que iba a besarme aquí y ahora.
Aunque la parte que más me asustaba era que yo estaba de acuerdo. Me encontraba tan bien con este chico que conocía de hacía tres semanas, besándome en el parking mientras la nieve caía a nuestro alrededor... que incluso asustaba. Quería que Harry Styles me besara.
Y casi quise besarlo yo a él. Me había dicho que lo que también quería era que yo lo besara. Tal vez debería hacerlo. Puede que estuviese esperando a que lo hiciese. Pero nunca había besado a nadie. Dos chicos (sin incluir a Niall) me habían besado, pero yo nunca había dado el primer paso.
—Piensas demasiado —dijo Harry interrumpiendo mis pensamientos. Con su pulgar recorrió el moratón de mi mejilla, haciéndola más cálida. Entonces, comenzó a reírse.
—¿Qué te hace gracia? —fruncí el ceño.
Me sonrió.
—La mitad de tu cara que he tocado está roja —confesó. Arqueé una ceja—. La otra sigue estando pálida —añadió. Dios, era adorable. Y él pensaba lo mismo. No, él lo sabía.
Después de estar un rato mirándonos fijamente, me aclaré la garganta.
—Estoy congelada y vamos a llegar tarde.
Harry asintió y volvió a colocar su mano en el lugar de antes.
—¿Cuántas chaquetas necesitas? —se burló, guiándome a través de la nieve. Le di un codazo con el brazo que llevaba la escayola, para después empujar las puertas de la clínica.
••
—No me lo creo —frunció el ceño el doctor comparando mis radiografías.
Se me removió el estómago. Dios, ¿qué pasaba? Le lancé una mirada a Harry y éste me dio un apretón en el hombro, respondiéndome con una tranquilizadora sonrisa.
El Dr. Frey se dio la vuelta, confundido. Comenzó a entrarme el pánico.
—¿Qué pasa? —pregunté.
El Dr. Frey se acarició la mandíbula y se pasó una mano por su cabello grisáceo. Me enseñó las radiografías. Lo miré ceñuda, relajándome un poco al comprobar ambas.
—Éstas son tus radiografías —dijo señalando la de la izquierda—. Y esta otra es el modelo de cómo deberían de estar después de lo sucedido.
Oh. Las mías estaban muchísimo mejor. Pero mucho, mucho mejor que la otra. Miré a Harry y me guiñó el ojo. ¿Podría tener él algo que ver en todo esto? Desde luego que no... No, eso era imposible...
—¿Cuándo podrán quitarme la escayola? —pregunté.
El doctor se encogió de hombros.
—Probablemente una semana antes de lo previsto. Supongo que hemos estimado erróneamente la seriedad de la lesión. Te darán una codera para que así puedas moverte con mayor facilidad —anunció. Sentí el brazo de Harry enroscarse alrededor de mi cintura.
—Entonces, podrá volver a disparar con el arco —dijo éste. Sonó más bien como una respuesta que como una pregunta. Y mi corazón se detuvo al mencionarlo.
El doctor asintió. Casi me desmayé. De hecho, me tambaleé hacia atrás perdiendo mi punto de apoyo. Harry mantuvo su agarre, como si supiera que haría una cosa así.
—¿Y mi pierna?
—Parece casi normal —contestó.
Asentí.
Podía disparar. Esto era una locura. Podía disparar.
Le pregunté si podía quedarme las radiografías. Me las dio y me cambió las escayolas (éstas apestaban, tal y como aseguró Harry), diciéndome que tenía que volver dentro de una semana.
Harry me guió hacia fuera, hasta su coche. Una vez que nos encontrábamos ya en la carretera, suspiré.
—No me puedo creer que pueda volver a disparar.
Harry me sonrió y me apretó la rodilla.
—Eso es genial —dijo—. Así que, Fall, volviendo a mi pregunta —sonrió con picardía.
—¿Qué pregunta?
—¿Quieres que te bese? —se rió.
Tragué saliva.
—Um —dije. Harry dibujó un círculo imaginario sobre mi rodilla.
—¿Te hago sentir incómoda, amor?
Sinceramente, ¿cómo respondía a eso? Fácil; no tenía por qué. Me había vuelto buena mintiendo. Aunque la mayoría del tiempo Harry sabía cuándo decía la verdad. Como cuando el otro día, en el instituto, a la hora de comer, había intentado convencerlo de que se comiera el sándwich de pollo diciéndole que estaba muy bueno.
Tan sólo había querido verle comer. ¿Padecería algún trastorno alimenticio? ¿Tal vez se avergonzaba de comer delante de la gente? ¿Un metabolismo lento? ¿O ni siquiera era un humano y en su lugar era una criatura, en secreto, que venía de un lugar remoto y hablaba un idioma que ni siquiera existía? De todas formas, el sándwich no estaba bueno. La comida del instituto daba asco.
Harry me había mirado, había sonreído, centrando su atención en el boceto que estaba haciendo de algún objeto. Después, me llamó mentirosa.
Me encontré con sus ojos.
—En realidad, no. Sólo a veces. No... Ahora no —admití, mi rostro a punto de estallar.
Me sonrió y continuó dibujando esos increíblemente relajantes círculos en la parte interna de mi rodilla. Harry llevó su otra mano al volante, ambos siendo testigos del sonido del motor y de nuestras acompasadas respiraciones.
{N.A: Holaaaaaaaaa :) Nunca me voy a cansar de daros las gracias por cada voto y comentario, ¡GRACIAS!
Este capítulo va dedicado a: AnnieMo, por ser una alucinante lectora. Me encanta leer cada uno de sus comentarios. Son tan asdfghjklñ. Y no te preocupes si no puedes comentar muy seguido, yo sé que estás ahí :')
Por cierto, a algunas personas no les quedó claro quién es Nick Holmes. Os recuerdo que era el chico que le parecía guapo a su amiga, Shay, en clase de Historia del Arte. Por así decirlo...uno de los chicos más guapos del instituto xd.
Nos leemos pronto<3}
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