cuarenta

| Leed nota final |

Chispa.

Me quedé estático. Mi aura comenzó a reducirse. Tenía los ojos abiertos, mientras que los suyos se hallaban endurecidos. No podía mentirle.

—Y-yo... yo... Autumn —balbuceé, sintiendo las lágrimas concentrarse en las cuencas de mis ojos. Una herida que recientemente había sido cerrada volvía a abrirse y dolía como mil demonios—. Fue un accidente, cariño. No lo entiendes —le imploré, como si estuviese lloriqueando—. S-se llamaba Chloe y era mi novia.

—¿Chloe? ¿Como cuando llamabas así a Claire? —exigió saber. Tragué saliva, y asentí—. ¿Por eso la besaste? ¿Porque te recordaba a tu ex?

—¡No! Pensé que dijiste que ya lo habías superado.

—Lo hice.

—Vale. Nena, por favor, escúchame, te juro que se suponía que no tenía que ocurrir. Déjame explicarlo —rogué. Autumn puso los ojos en blanco y asintió—. Tú eres la cosa más importante que hay en mi vida y no puedes dejarme por esto. Ella era humana, Autumn, y la marqué. Confié en ella. Y le conté lo que era. Acababa de cumplir los dieciocho y no sabía lo peligroso que podía llegar a ser.

»Ella vio la marca porque creía en mí y, al igual que tú, quería que desapareciera. Así que... así que intenté quitársela pero... p-pero ella no era i-igual de fuerte que tú y-y... —tartamudeé, con los ojos aguados. Me froté los ojos, sorbí y me rasqué la mandíbula, inspirando una profunda bocanada de aire mientras tiraba levemente de mis rizos.

Autumn parecía haberse calmado un poco, pero continuaba estando furiosa. Había algo más. Joder, ¿qué le había contado Hayley?

—¿Cuándo ibas a contarme todo esto?

—Y-yo... no lo sé. Más tarde. Aunque pensé en ello, no iba a ocultártelo para siempre.

Escrutó mi rostro. Mierda, podía leerme. Así que cuando desvió la mirada, supe que ella sabía que estaba diciendo la verdad.

—¿Y cuándo ibas a decirme que te estás reuniendo con Liam? —Mierda.

Me llevé la palma de las manos a los ojos, giré sobre mis talones y volví a tomar otra bocanada de aire.

—Tan sólo quería información.

—Entonces dime exactamente de qué habéis estado hablando.

—Quiere el Libro. Quiere que encuentre todas las páginas y se lo dé, y piensa que puede hacernos humanos o Breesaem. Aunque no le creo, pero me gusta estar informado. Me amenazó con hacerte daño si no lo hacía y me dijo que lo que él quería era la vida eterna. No quiero ir más, pero estoy asustado, Autumn. Estoy jodidamente asustado —suspiré, mientras las palabras salían descontroladamente por mi boca.

Escrutó mis ojos.

—Dios —musitó al fin—. ¿Algo más que me estés ocultando?

—No —respondí—. Todo eso de que voy a ser el que se muera primero, lo de Chloe y lo de Liam... eso es todo.

—¿Ya está? —dijo. Asentí. Después vacilé y recordé algo—. Harry, me largo. Y la próxima vez que me veas, no me toques, ni me abraces, ni me beses, ni nada de ese estilo como sueles hacer. Hasta aquí he llegado —dijo, dirigiéndose ya hacia la puerta.

—Espera, espera, por favor, por favor no me dejes —rogué, corriendo detrás de ella, cogiéndola de las manos. Cerré la puerta y caminé junto a ella hacia el salón—. Dime cómo puedo mejorar las cosas. Por favor, Autumn, déjame arreglarlo —imploré.

Se cruzó de brazos. Así que me arrodillé y rodeé su cintura con mis brazos, con mi rostro contra su estómago.

—No puedes irte.

—¿Por qué actúas de una manera tan vulnerable? Normalmente te pelearías conmigo, me insultarías, me gritarías a la cara —espetó.

—No quiero pelearme contigo nunca más —dije—. No puedes irte.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Porque me quieres —dije antes de pensar. La respiración comenzó a faltarme al ver cómo Autumn se había quedado rígida, mientras sus ojos se clavaban en mí. Me apartó de ella y me puse en pie.

¿Qué? ¿Por qué me dirías tal cosa? —siseó.

Tragué saliva.

—M-me lo dijiste. La noche que estabas borracha. No te lo he contado porque no quería asustarte —le dije. Autumn se veía aterrorizada y enfadada; las dos emociones que nunca quise que sintiera por mí.

—Bueno, pues no es así —habló con brusquedad—, por lo que para de pensar en eso. ¿Por qué te querría si todo lo que haces es lastimarme? —Veía las lágrimas brotar de sus ojos y cómo sus manos temblaban. Pude captar un poco todo lo que en aquellos momentos pasaba por su cabeza, pero sus palabras seguían haciéndome añicos el corazón.

Amarle... no puedo... quererme... mentiras... me ocultaba cosas... irme.

—Autumn —la llamé, sintiendo cómo una lágrima escapaba de mi ojo mientras que los suyos derramaban cientos—. Autumn, te quiero —confesé con el corazón a mil, mientras mi cabeza me llamaba idiota, gritándome que lo retirara—. Y quizá tú no me quieras, pero te quiero tantísimo. Jamás te mentiría con esto. Sé que duele.

Se quedó rígida. Durante un segundo, se me quedó mirando, sin responder. Después se puso en pie, se enjugó las lágrimas y tomó una profunda bocanada de aire. El corazón aún me dolía ante el hecho de que ella había negado su amor por mí. Pero no era sólo eso, me lo había escupido en la cara. Quizá intentaba humillarme, pero no me sentía avergonzado. Sólo herido. Muy, muy herido.

Mi respuesta fue mirarla también, aunque ésta descendió la mirada a mis pies. Quería acercarme a ella pero no quería que me empujara y me rechazara. Así que me quedé de piedra cuando fue ella quien vino a mí. Sus dedos dibujaron suavemente la línea del perfil de mi rostro y dejé de respirar.

—Dilo de nuevo —susurró, sin mirarme.

Alcé su barbilla con la ayuda de mi dedo índice. Sus ojos se encontraron con los míos y sonreí, porque sabía que ella no podía desviar la mirada, ni yo tampoco.

—Te quiero —murmuré. Planté un cálido beso en su frente, en su mejilla y en su nariz—. Te quiero.

—No lo he dicho en serio —susurró, rompiendo de nuevo en llanto, horrorizada—. No lo he dicho en serio, Harry, tienes que creerme —suplicó, agarrando mis manos.

—Te creo —afirmé, con calma.

—No pensé que me querías —murmuró Autumn—. No quería hacerme daño a mí misma. No pensé que eras la clase de tío al que querer después de un mes.

—Te vuelves a equivocar —murmuré, y besé su mejilla.

—¿Cómo pudiste ocultármelo? ¿Qué hiciste? —cuestionó, pero no parecía enfadada.

—Me dijiste que te gustaba mi voz —respondí—, y otras muchas cosas más que también te gustaban. Y entonces dijiste “Dios, te quiero”, y te quedaste dormida. Así que te llevé a tu cama y al poco tiempo te dije que también te quería, pero estabas durmiendo. He estado pensando en cuánto te quiero desde entonces —murmuré—. Lo siento. Tenía miedo.

—Lo siento —dijo—. Te he dicho un montón de cosas horribles pero gritarte que no te quiero de la forma en la que lo he hecho ha debido de ser lo peor. —Autumn parecía asustada de tocarme, asustada de hacer cualquier cosa.

—Sí. Me has roto el corazón —murmuré. Autumn me lanzó una dolorida mirada y yo volví a besarle la frente. Después, agarré sus manos y con éstas rodeé mi cintura, mientras permitía que la mías jugasen con su cabello.

—Lo siento tantísimo, Harry.

—Yo también. Debería haberte contado lo de Liam y Chloe.

—Para de estar asustado, ¿qué es lo peor que puedo hacer?

—Dejarme —confesé.

Enarcó una ceja en mi dirección.

—Podría matarte —dijo. Le lancé una mirada—. Dios Santo, ¿ese es tu mayor miedo? ¿Qué te deje?

—Algo así —murmuré. Autumn escrutó mi rostro, después llevó un brazo hasta la parte trasera de mi cuello, mientras aproximaba cuidadosamente su boca a la mía. Besó mi labio inferior con ternura.

—Te quiero —susurró en voz ronca, mientras sus ojos se aguaban de nuevo.

La levanté en peso y sus piernas se enroscaron alrededor de mi cintura, mientras agarraba su rostro y la besaba. Ella me correspondió el beso y pronto la situación comenzó a volverse más apasionada e intensa; con besos más salvajes, descontrolados.

Su lengua jugueteaba con la mía, y me costó no caer desplomado al suelo. Jadeé en su boca cuando tironeó de mi cabello. Sentí cómo su cuerpo se retorcía ante mi agarre y dejé que pusiera los pies sobre el suelo, permaneciendo en pie. Autumn deslizó sus manos y sus brazos por mi espalda. No paró de besarme a medida que le subía la camiseta para poder agarrar sus ahora desnudas caderas, mientras ella metía las manos por debajo de la mía, acariciando toda mi piel a su paso.

—Dios, quítamela ya —gruñí en su boca cuando me cogió los brazos por debajo de las mangas de la camiseta negra. Se apartó de mí durante un breve segundo y tiró de mi camiseta por encima de mi cabeza. Tuve que ayudarla a hacerlo porque no llegaba.

Autumn se quedó mirando durante un momento mi piel recién expuesta, asimilando toda la tinta que la cubría, mientras sus ojos persistían en cada una de las tres marcas que me había dejado y que ella misma era capaz de ver; en especial la que cubría la mitad de mi brazo. Después volvió a besarme y a tirar suavemente de mi cabello. Juro que me estaba volviendo loco.

Besé su cuello, inhalando contra su piel.

—Hueles muy bien —murmuré—, y no sólo por tu aura. —Sentía cómo la vainilla se concentraba en mi boca. Había tanto rojo en la habitación, por todas partes.

—Las nuevas tecnologías —murmuró—, las tan comunes duchas.

Se me hinchó el corazón ante sus palabras. Eso mismo me había contestado el día que fui a llevarle esa comida basura a su casa, justo cuando acababa de salir de la ducha.

—Oh, Fall —volví a besar su cuello. Una vez casi satisfecho con la marca que le había hecho y muy feliz con todos sus gemidos, me aparté y dejé que volviera a besarme. Enseguida conectó sus labios con la zona de debajo de mi mandíbula que yo en particular amaba, haciéndome gemir. Ambos la habíamos descubierto el día del incidente en mi Mustang.

Autumn sonrió con picardía y chupó la zona, con sus dedos en mi cabello. Rodeé su minúsculo cuerpo con mis brazos y me relajé junto a éste mientras ésta mordisqueaba mi cuello.

—Dilo —habló al fin—. No es que no te crea, sólo quiero oírlo.

Sonreí ampliamente.

—Te quiero —dije—. Dios, me haces tan feliz.

—¿Harry?

—¿Sí?

—¿Ahora te quieres a ti mismo?

Vacilé, mirándola fijamente. Buena pregunta. A ver, después de todo esto...

—Sí. Creo que sí.

—Oh, Harry —sonrió, y besó de nuevo mi cuello antes de que le agarrara el rostro y aplastara sus labios con los míos. Mis manos deambulaban por su espalda, por debajo de la sudadera que llevaba.

—Estás caliente —murmuré. Sentí su sonrisa contra mis labios y me tocó la mandíbula.

—En verdad, muy caliente —dijo. ¿Me estaba insinuando algo? Planté un beso en sus labios y enarqué una ceja en su dirección. Asintió y me dejó sin respiración cuando ésta me agarró las manos y las colocó en los bajos de su holgada y fina sudadera. Lenta y cuidadosamente, me deshice de ésta por encima de su cabeza intentando no quedarme mirando fijamente, pero Dios Santo Bendito.

—¿Puedo mirar? —susurré cuando mis labios volvían a estar en contacto con los suyos. Asintió y dio un paso nervioso hacia atrás, clavando la mirada en el suelo. Se me cortó la respiración al asimilar su cuerpo. A ver, llevaba un sujetador blanco y unos vaqueros, pero nunca había llegado a ver nada más aparte de su cadera, cuando me enseñó la marca, y había pasado mucho tiempo desde que eso sucedió.

No era de pechos grandes. Pero tampoco estaba plana. Y, hasta ahora, nunca había sabido que poseía esas maravillosas curvas. Suaves curvas, suave piel, suaves labios, suave cabello, suave tacto. Autumn me estaba matando.

Autumn no parecía una de esas personas inseguras y esperaba que fuera porque no le importaba, pues se trataba de mí. Todo esto me resultaba más fácil de creer desde que había comenzado a aceptarme a mí mismo y a comprender que quizá no era una buena persona, pero tampoco era una mala. Y de todas formas, ella me quería. Si esta niña dulce pensaba que yo era lo suficientemente bueno como para amar, entonces el resto de opiniones sobraban. Incluso la mía.

—Eres preciosa —murmuré. Se sonrojó y murmuró un gracias antes de decirme que yo también era precioso.

—Odio cuando la gente piensa que los cumplidos dependen del género —me había dicho en una ocasión—. ¿Qué pasa si quiero que me digan guapo?

Mi respuesta había sido reírme, sonriéndole con admiración.

—Con tal de que no me elogies por cómo se ve mi pintalabios o cómo me queda un vestido, entonces yo también lo odio —le había contestado.

Cuando estaba conmigo, Autumn era más sincera. Era como una especie de feminista, pero sin llegar a ser una falsa.

El tema de una de nuestras conversaciones fue algo así:

—Deberías enseñarme cómo arreglar coches. Tengo asumido que tú solo te encargas del tuyo, por el estado que tiene, y dudo que se lo confíes a alguien más.

A lo que yo le había respondido:

—Claro, tú te encargas de arreglar los coches y yo preparo los sándwiches. En verdad, no creo que los sándwiches sean tan impresionantes. Haré tartas de queso.

—Esa es otra cosa que me fastidia, ¿sabes? Cuando una chica se enfada cuando un chico le dice que le haga un sándwich, pero espera que el chico se ocupe del costoso trabajo y de arreglarlo todo. Es como, joder, el pobre chico se merece ese dichoso sándwich —había resoplado. Era tan mona cuando se enervaba. Aunque tenía razón.

Pero volviendo al presente.

—Autumn —la llamé, con sus labios todavía sobre los míos. Era capaz de degustar la vainilla; sensual y dulce.

—¿Mm? —respondió.

—¿Qué estamos haciendo?

—No sé. Sigue haciéndolo.

—Lo digo en serio, ¿acaso estamos...?

—Cualquier cosa que vaya a suceder, sucederá, cariño. Deja que sea así —dijo tranquilizándome. ¿Estaba a punto de acostarme con Autumn? ¿Estaba preparada? ¿Y yo lo estaba?

Comenzó a descender sus besos por mi cuerpo, por mi cuello, por mi hombro, por mi clavícula, por mi pecho y se agachó un poco para besar mis costillas. Después, me dio un besito en la nariz y se detuvo para mirarme. Me di cuenta de que ella también se había estado haciendo las mismas preguntas.

Autumn deslizó sus brazos alrededor de mi cuello y se me quedó mirando fijamente, y yo a ella. Después, la cogí en peso por debajo de sus muslos y la llevé hasta mi habitación.

••

Sus pantalones se habían esfumado.

Al igual que mi respiración.

Autumn estaba sentada sobre mi regazo con tan sólo su ropa interior y sus calcetines, mientras me besaba lenta y tiernamente. Era una tortura, pura tortura. Sus manos se apoyaban en mis hombros y yo estaba casi acostado, aunque cada vez que intentaba agarrarle de las caderas, apartaba mis manos de un manotazo. Era horrible. Pero alucinante. No era capaz de explicarlo. Autumn era demasiado perfecta.

Finalmente acabó agarrando mis muñecas y colocó mis manos en su cintura. Me aproveché de la situación y le agarré con fuerza, mientras su lengua humedecía mis labios. Me dejó darnos la vuelta, por lo que ahora estaba sobre ella, sentado a horcajadas, sujetándole ambas muñecas contra el colchón.

—Déjame tocarte —se quejó.

—No es tan divertido, ¿eh? Mm —sonreí con malicia, liberando sus muñecas de mi agarre. Me pellizcó con fuerza la piel antes de permitir que sus pequeñas manos vagaran por todo mi cuerpo.

Deslizó sus dedos por la cinturilla de mis pantalones de deporte, e inhalé lenta y profundamente. Sus dedos acariciaron mi rostro y me aparté, topándome con sus ojos. Autumn enarcó una ceja, como si me estuviera preguntando, y asentí. Así que me los quitó y los lanzó a la esquina de la habitación.

—Te deseo —murmuró contra mis labios. Me alegraba que no estuviéramos de pie, porque si no me habría caído al puto suelo.

—No me digas eso, me desmayaré —respondí—. Eres tan hermosa.

—Harry —susurró, pegando sus labios a los míos. Nunca había besado a nadie durante tanto tiempo seguido. Nunca me había sentido tan acalorado o expuesto. Nunca de esta forma.

Autumn me dejó quitarle el sujetador. Juro que esta mujer iba a ser la causante de mi muerte. Iba a morirme.

Era tan perfecta. Y no voy a describiros sus pechos porque yo soy el único que necesita saber cómo son, pero no hace falta decir que casi me caí de la cama.

No podía parar de tocarla. No podía. La necesitaba, ansiaba su cuerpo. Su tacto me brindaba el mismo fuego que siempre, sólo que en esta ocasión con mayor intensidad. Se encontraba tan expuesta a mí, sin nada de ropa, con tanta confianza y tan... preparada. Parecía estar lista. Pero necesitaba oírselo decir.

—Autumn, Autumn, amor, para, escucha —murmuré, apartándome de ella. Hizo contacto visual con mis ojos—. ¿Quieres hacerlo?

—Sí —respondió inmediatamente—, por favor. Estoy preparada, ¿tú lo estás? Después de todo, tú también eres virgen —añadió.

—Estoy preparado. ¿Estás segura? Yo, uh, no tengo, um, protección —tartamudeé.

—Para de estar nervioso —susurró, y me besó—. También estoy nerviosa, y no ayudas.

—Soy yo.

—Lo sé. Pero, ¿puedo... puedo quedarme...?

—¿Embarazada? —Asintió—. No lo sé, Autumn.

—Vale. No pasa nada. ¿Está bien?

—Está bien.

—Vale.

—¿Estás preparada?

—Ya te he dicho que lo estaba, Harry. Así que para, me estás poniendo nerviosa.

—Voy a apagar las luces, ¿vale?

—Sí. ¿Podemos estar debajo de las sábanas, H?

—Por supuesto, cariño.

—Vale.

Daba la impresión de que estaba nerviosa, pero también convencida, preparada y sin temor alguno. La admiraba muchísimo. Me levanté y fui a apagar las luces; la luz de la luna y el tenue resplandor de nuestras auras iluminaban ahora la habitación. Le sonreí y ella me sonrió. Después besé de nuevo sus labios, su mejilla, su mandíbula, su cuello, su clavícula, su torso, sus pechos, sus costillas, la marca en su cadera y la marca en su muñeca. Los besos que plantaban mis labios entreabiertos parecían acelerar el ritmo de sus pulsaciones, mientras nuestras auras alcanzaban su máxima extensión.

—Voy a quitártelas, ¿vale? —pregunté, enganchando un dedo en la tela de sus bragas.

Autumn dejó escapar una risita nerviosa.

—No podemos dejarlas ahí, en verdad.

—Supongo que no. Oye, si quieres que me detenga, por favor por favor por favor dímelo, cariño, por favor. Sé que va a ser algo nuevo y extraño y que va a dolerte, y es justo lo que no quiero hacer. No quiero hacerte daño —imploré.

—Voy a estar bien, amor. Estoy bien. Soy fuerte, ¿recuerdas? —Escucharla llamarme así me hacía querer echarme a llorar.

—Fuerte —respondí, y volví a besar su cadera. Tiré suavemente de su ropa interior y me detuve cuando llegué a la altura de sus tobillos, permitiéndome el lujo de hacerle cosquillas en los pies. Volvió a reírse nerviosamente y me golpeó con éstos antes de que me deshiciese de la tela, tirándola al suelo junto a la cama.

—Me gustan tus calcetines —dije—. No son iguales.

—No pude encontrar ninguno que lo fuera —respondió. Besé su tobillo, subiendo por su rodilla, por su muslo, y después todo el recorrido hasta sus labios.

—¿Puedo...?

—Sí. Uh, ¿sabes cómo?

—Un poco.

—Vale. Eres precioso —volvió a decirme. Sonreí y planté un beso en su nariz. Era tan adorable.

No sabía si había alguien más nervioso que yo por complacerla; me temblaban y sudaban las manos, y sus pulsaciones eran irregulares. Ésta estaba tan rígida como una tabla y durante un minuto entero se mantuvo en tensión. El primer gemido que salió por sus labios hizo que mi cabeza comenzara a dar vueltas. No sabía si saldría vivo de esta.

Agarré con fuerza una de sus manos, dejando en evidencia lo pequeña que era, mientras que la otra tironeaba de mi cabello, sintiendo de vez en cuando cómo sus dedos se movían por todo éste. Autumn intentó incorporarse y mirarme, pero era demasiado para ella y acabó cayendo de nuevo hacia atrás.

Estaba tan mojada. Sabía que decir eso era algo directo, pero es que lo estaba. Se veía que de verdad deseaba esto. Aunque me asustaba, lo estrecha que estaba al haberle introducido un dedo. Deseaba con todas mis fuerzas no hacerle daño.

Cuando me dijo que ya no podía aguantar más, volví a incorporarme y tuve miedo de que no volviera a besarme por culpa del lugar dónde había estado mi boca. Pero lo hizo, y fue la cosa más erótica que había sentido en mi vida. Su cuerpo volvía a estar en mi regazo, jugueteando con mi cabello, mientras me decía que lo había hecho bien y que le había gustado. Era conmovedor. Ambos éramos conmovedores.

Autumn me bajó los bóxers y besó mis caderas, tirando la tela negra al suelo. Me encontraba ansioso, y nervioso, y no quería que Autumn se me quedara mirando durante mucho tiempo pero joder, eso era lo que yo le estaba haciendo.

No se entendió lo que iba a hacer hasta que besó mis labios dulcemente y se tumbó, recostando su cabeza en mi almohada.  Eché todas las sábanas de mi cama sobre mi espalda y nos cubrí a ambos con ellas, como ella había querido. Y la besé, la besé, y no paré. No lo haría, si ella me lo permitiera.

Autumn fingía que no le dolía. No me estaba moviendo. Ni siquiera estaba respirando. Le estaba haciendo daño, y comenzó a darme un ataque de pánico. Pensar cómo se tenía que estar sintiendo hacía que todo el placer que sentía me enfermara.

—Lo siento —susurré—. Lo siento, cariño. Lo estoy intentando.

—Estoy bien —respondió, dejando que una lágrima resbalara por su mejilla, mientras sollozaba. Se me torcieron las entrañas. Esta era una de las cosas más difíciles que había hecho.

Besé con suavidad su lágrima y mantuve mis labios por encima de los suyos.

—Lo siento tantísimo. ¿Quieres que pare?

Me agarró por el antebrazo.

—No. No, no, no lo hagas. No. Continua. Ya no me duele tanto, ¿puedes moverte?

Asentí, y empujé suavemente mis caderas contra las de ella. Me dijo que me esperase durante un segundo, y después continué y continué hasta que comenzamos a progresar de verdad.

A los cinco minutos, comenzó a llorar y me detuve, pero me dijo que no saliera de ella, así que la sostuve entre mis brazos y besé su frente y le dije que era hermosa.

Había pasado diez minutos y tanto mi pecho, mi frente y mi cabello estaban impregnados en sudor, al igual que los de ella. No me estaba moviendo con rapidez, en verdad apenas me movía. Pero mi cuerpo se cernía sobre el de ella. Le había hecho otro chupetón, al igual que ella a mí. La besé billones de veces más y le había quedado más que claro lo hermosa que era por las miles de veces que se lo había dicho.

—Te quiero muchísimo —le dije.

—Te quiero, muchísimo —respondió, con apenas muestras de dolor en el rostro—. H-Harry, ¿se siente bien?

—¿Para mí? —Asintió—. Amor, eres alucinante —le dije—. Te he echado de menos. Te he echado muchísimo de menos. —Me dedicó una pequeña sonrisa y besó mi nariz.

—Te quiero.

—Yo también te quiero, amor —contesté, besándola por todas las partes a las que podía llegar.

No supe cuánto tiempo aguanté. Probablemente, no más de treinta minutos. Autumn me estuvo mirando durante todo el tiempo en el que no la besaba, con sus ojos fijos en mi rostro.

—Autumn, voy a...

—Lo sé, vale, te quiero —dijo, y me incliné para besarla. Al segundo que mis labios conectaron con los suyos, dejé escapar un sonoro gemido y apreté con fuerza su mano, mientras ella continuaba besándome, sin detenerse.

Después, comencé a relajarme y planté un beso en su cuello, para después acostarme junto a ella. Ya habíamos terminado. Autumn se dio la vuelta con un gesto de dolor y se recostó sobre mi pecho, mientras mis manos se enrollaban alrededor de su cuerpo y lo abrazaban. Una de mis manos acariciaba su cabello mientras que la otra recorría su brazo.

—¿Cómo estuvo? —Susurró al minuto—. No te has permitido disfrutarlo tanto como deberías haber hecho.

—No me gusta hacerte daño —contesté.

—Sé un hombre —dijo, y besó mi pecho sudoroso—. En verdad no ha estado tan mal, en comparación de cómo había pensando que sería —añadió, y me sentí mejor.

—Bien. Ha estado bien, nena. Ha estado muy, muy bien.

—La próxima vez será mejor —dijo, y sentí cómo se me removía el estómago ante el entusiasmo y la excitación. Aunque para ella, seguirá siendo desagradable, pero ya no como esta primera vez. Y el hecho de que vaya a haber una próxima me hacía feliz.

El sexo no era lo único que había estado bien. El pensar lo mucho que ella confiaba en mí, lo mucho que yo la quería, lo mucho que ella me quería, lo juntos que estábamos. Era una sensación alucinante. Por encima de todo eso, seguía sin tener idea de cómo se suponía que se sentía el sexo. Hacerle el amor había sido tan placentero, aparte de lastimarla, había sido una sensación muy buena.

Recorrí con mis dedos todo el largo de su brazo.

—¿Todavía te duele? —pregunté.

—En realidad, no. Sólo me siento un poco sucia.

—Yo también.

—Y dolorida.

—¿Quieres darte una ducha, amor?

—No sé si puedo caminar —dijo, dejando escapar una pequeña risilla.

—Yo te llevo —entrelacé mis dedos con los de ella.

—¿Puedes caminar?

—Sí, nena. Si quieres darte esa maldita ducha, entonces tendrás tu maldita ducha —reí, besando la parte superior de su cabeza. Asintió.

—¿Te la darás conmigo?

Asentí. Ella no quería estar a solas, ni por un minuto, y yo tampoco quería estar a solas. Mi Autumn, mi dulce niña Autumn.

Así que me puse en pie y la cogí en brazos. Escuché cómo dejaba escapar un quejido de dolor, y se estremeció.

—Harry, te he manchado las sábanas de sangre —lloriqueó—. Lo siento.

—No, no lo sientas —dije, besando su frente—. Ya me ocuparé de eso después de haberme ocupado de ti, ¿vale? —El pensamiento de ella sangrando me nauseaba.

Autumn asintió. Y ambos nos dirigimos al cuarto de baño.

••

—¿Te ha gustado alguna parte? —pregunté, enjabonando su espalda desnuda, mientras mis dedos recorrían la superficie de su marca. Era hermosa. El tatuaje en su espalda era como el mío, pero en una versión más pequeña debido al tamaño de su cuerpo.

Asintió, apoyándose contra la pared ya que sus piernas aún estaban débiles.

—La primera parte ha sido alucinante. Me ha gustado mucho, Harry —dijo—. Y el resto también ha estado bien pues eras tú y te sentías bien y eso me hacía feliz.

—No te dolerá siempre —le prometí, besando su cuello. Con mis labios recorrí toda la superficie decorada ahora con mis chupetones, mientras el agua caliente nos reconfortaba. Autumn se dio la vuelta y pegó sus labios a los míos, rodeando mi cuello con sus brazos. Me besó con suavidad, con sus labios apenas rozando los míos. Estaba bien.

Luego, comencé a masajearle la cabeza con el champú.

—¿Ahora te arrepientes? —le pregunté, cuando ambos estábamos en el suelo de la ducha, pues el hecho de estar de pie se sentía extraño. Y ella estaba sentada sobre mis piernas ya que el suelo en sí estaba demasiado frío y duro.

—No —contestó—, ¿y tú?

—No —besé su cuello. Ella se inclinó hacia atrás contra mi cuerpo y suspiró.

—¿Podemos dormir después de eso?

—Sí, por supuesto.

Así que cuando Autumn se puso unos pantalones de chándal y una camiseta, y yo unos shorts, ambos nos metimos en la cama, acurrucados. Había quitado las sábanas, por lo que ambos descansábamos sobre el blando colchón, y era extremadamente cómodo. La tenía por debajo de ambos brazos, Autumn se encontraba prácticamente encima de mí, y su cabello aún estaba húmedo y se dispersaba por mi pecho desnudo.

—¿Te has visto la espalda, no? —pregunté. Ella sacudió la cabeza levemente—. Tu marca. No sé cómo no he podido verla antes. ¿No la has visto?

—No. Dime a qué se parece, cariño —murmuró. Sonreí, y planté un beso en su sien.

—A la mía, pero un poco más pequeña. Va desde la parte baja de tu espalda hasta la parte superior, cubriendo ambos hombros.

—Oh. Le echaré un vistazo mañana. Oye, vayamos a la competición nacional —dijo, cerrando los ojos.

—¿En serio?

—Sí. Es mañana. Le diré al equipo que me cambiaré a otro sitio —dijo—. Si salimos por la mañana, llegaremos allí un par de horas antes. Empieza a las 6:00.

—Vale. Haré que los otros nos dejen solos hasta el viernes por la mañana —dije, sorprendido de que ella quisiera ir.

—Genial —murmuró. Dios, era tan dulce.

Autumn alzó una mano y tocó el chupetón más reciente que me había hecho, después me besó el pecho. Yo le besé la frente.

—Buenas noches, Fall —murmuré—. Te quiero.

—Buenas noches, H. Yo también te quiero.

No tenéis ni idea de lo que me gustó escuchar eso.

 Decidme que la espera valió la pena y que os habéis quedado tan impactadas como yo, porque ni siquiera tengo palabras suficientes para describir cómo me siento. Esto me ha pillado totalmente por sorpresa. Pero aún así ha sido taaaaaaaaaan bonito. Y me ha encantado traducirlo, de verdad. Por eso he tardado más de la cuenta, y porque era muuuuuuuuy largo (como soy buena persona no lo he dividido).

Y sigo sin entender cómo es posible que en los últimos capítulos hayan más de 300 votos y sólo 50 comentarios, ¿tanto os cuesta dejar un simple comentario? Porque, por ejemplo, para este capítulo sí que me gustaría saber lo que pensais y cómo os habéis sentido. Me esfuerzo muchísimo traduciendo los capítulos, y últimamente me he dado cuenta de que no se me valora. Así que, si queréis que suba el siguiente capítulo, intentad llegar al menos a los 100 comentarios, porque sé que podéis.

Este capítulo va dedicado a @ColdDreams. Debes sentirte afortunada eh :)

Nos vemos <3

Todos los créditos para WhoaLarry, escritora de la novela. |

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