cincuenta y tres || cuidarte
Ni me molesté en contactar con Hayley. Llamé a Jo, a Zayn y a Louis cuando iba de camino. Brock ya estaba allí, pues Max le estaba ayudando a memorizar su papel en el plan.
Autumn y yo nos habíamos vestido deprisa y corriendo. Tuve que conducir lo más rápido posible así que no hablamos mucho durante el trayecto. Cuando nos dirigíamos hacia la entrada del apartamento, Autumn se paró en seco.
Me giré, mirándola ceñudo.
—¿Qué pasa? —pregunté, cogiéndole de la mano.
Ella permaneció en silencio durante unos minutos.
—Algo va mal. ¿No lo sientes? Es raro. Algo se ha esfumado, de aquí.
Yo también me mantuve callado, e intenté ver o sentir lo que ella estaba sintiendo. Ojeé a través de las distintas Realidades y eché un vistazo a mi alrededor pero no noté nada diferente. Al final, Autumn negó con la cabeza y continuamos caminando.
La puerta estaba cerrada con pestillo. La golpeé un par de veces, pero no recibí respuesta alguna.
—¡¡Max, abre!! ¡¡Soy yo!! —grité.
Una mujer de avanzada edad asomó la cabeza por la puerta de al lado, mirándonos de forma desagradable.
—Críos chillones, decidle a vuestro amigo que pare con los cantos satánicos —farfulló, y volvió a meterse en casa.
Le lancé a Autumn una mirada cansada pero sus ojos estaban fijos en el suelo. Seguí su mirada y vi cómo pequeñas hojas brotaban de las grietas de las baldosas del pasillo.
Me giré hacia Autumn.
—¿Horquilla? —pregunté. Ella asintió y se quitó una que había estado llevando durante toda la noche, provocando que un mechón le tapara parte del rostro.
Doblé la horquilla y me arrodillé en el suelo. Autumn permanecía detrás de mí mientras yo intentaba abrir la puerta, hasta que se escuchó un click.
Max estaba sentando en el salón, en el suelo, agarrándose las rodillas. Brock se había desmayado en el sofá.
—Max, Max, ¿qué sucede? —pregunté, agarrándole por los hombros.
Max alzó la mirada, sujetándose con fuerza el brazo. Movió la mano, poniéndome el brazo en la cara mientras entraban dos personas más.
Una viña de color negro se extendía por su brazo, pero diferente a la mía y a la de Autumn. La suya se estaba marchitando, muriéndose.
Se me cortó la respiración y Autumn se puso en tensión.
—¿Es eso lo que creo que es? —pregunté. Él asintió en silencio, perturbado.
Max había sido Marcado.
••
—¿Qué coño quieres decir con que has sido marcado? —exclamó Jo.
—Con 'M' mayúscula —musitó Max. Brock se acababa de despertar—. Y-yo... estaba hablando con Brock sobre el plan y... de repente me empezó a brillar el brazo. Enseguida comencé hablar muy rápido en Erktanae, sin entender nada de lo que decía, y empezaron a crecer cosas del suelo y Brock se desmayó y después apareció esto —dijo.
Todos permanecimos callados, pensando. Autumn se giró en mi dirección, dándome golpecitos en el hombro porque quería decirme algo.
—Cuando un Erktanae Marcado muere, su Repas adquiere sus respectivas Marcas y poderes, ¿puede ser?
—Supongo que sí —murmuré, rascándome la mandíbula—. ¿Y el orden? ¿Se... Dios, mierda, se ha invertido? —pregunté en voz baja.
—No, mi Repas tenía veinte y tres años —habló Louis—. Ella era la mayor.
—No tengo ni idea de los años que tenía la mía —dijo Zayn.
—Cuando trabajé en el campamento, era su último año de universidad. Probablemente tuviera veintidós años —contó Autumn. Así que el orden había estado yendo bien, hasta que Peyton murió.
Aparentemente Brock se había desmayado cuando Max había comenzado a hablar en Erktanae, brillando en colores verdes. Dijo que había sido igual que la última vez que todos habíamos perdido el conocimiento, hará un par de semanas, cuando hablé con Ashma.
—Zayn —dije—, congela esa planta. —Señalé la pequeña maceta que había en una de las esquinas del salón de Max. Antes de que Max pudiese protestar, Zayn disparó el hielo.
—¿¡Qué estáis haciendo!? —gritó Max. Me aproximé y derretí el hielo, pero la planta ya se estaba marchitando.
—Lou, ¿puedes resecarla? —pregunté. Louis asintió, y movió sus dedos un par de veces. Toda el agua que quedaba en la tierra, el tallo y las hojas de la planta desapareció, y Louis la envió a través de la ventana.
—¿QUÉ ESTÁIS HACIENDO? —volvió a gritar de nuevo Max. Por lo que veía, quería mucho a sus plantas.
—Arréglala —dije.
Y Max se encogió de hombros.
—Tendré que tocarla.
—No, arréglala —repetí. Max suspiró y asintió, cerrando los ojos.
Su aura verde se hizo más grande y de repente la pequeña y devastada planta se movió un poco. Después, poco a poco, comenzó a brillar con el mismo verde que el del aura de Max, recuperando lentamente la vida. Aunque aumentó dos veces su tamaño, y continuó brillando.
Max permanecía perplejo. Normalmente no era tan poderoso. Yo era incapaz de prender fuego a una cosa que se encontrara en el otro lado de la habitación, pero Autumn podía. Y eso me sorprendía. Pero no podía imaginarme cómo se sentía Max en estos momentos.
—¿Y-y ahora qué? —musitó Max.
—Estarás bien. No hay gran diferencia. Un par de pesadillas cada tres por cuatro, pero no pasa nada —le aseguró Autumn.
—Yo no duermo —musitó Max.
Miré ceñudo a Autumn.
—¿Pesadillas?
—Ahora después hablamos —me dijo.
—¿Has podido hablar con tu Ashma? —le preguntó Jo.
Max asintió lentamente. Nos contó que había sido una locura. Lo más seguro es que estuviese aterrorizado. Y Hayley iba a armar la de dios cuando se despierte y se entere.
Zayn se quedó en casa de Max por la noche. Todos acordamos en reunirnos por la mañana en mi casa, incluyendo a Hayley, para hablar sobre esto. Después, volveríamos a reunirnos en mi casa a las 9:00 para dirigirnos al edificio en el que estaría Liam.
Durante el camino a casa, le saqué el tema de sus pesadillas a Autumn.
—No es para tanto. Ya no duermo tanto como antes —dijo.
—¿Son malas? —pregunté.
Ella se encogió de hombros.
—Sí, supongo. Dan un poco de miedo. Es lo mismo que ocurría con el humo negro que me ahogaba y con lo de que me abandonaban.
—¿Por qué no me lo comentaste? —fruncí el ceño.
—Porque... no sé. No tienes la necesidad de saberlo.
—Quiero saberlo. Puedo ayudar —dije.
Autumn me puso los ojos en blanco.
—He dicho que no es para tanto.
—¿Entonces ahora soy el chico malo por preocuparme? —quise saber.
—No te estoy ocultando nada, Harry. No soy de las que guardan secretos —me echó en cara.
Sentí cómo se me formó un nudo en la garganta.
—No me lo eches en cara. Eso fue completamente diferente, no quería perderte —dije— o asustarte.
—Entonces, ¿fue por mí? Harry, no puedes dejar que cada decisión que tomes me afecte.
—¿No crees que eres importante para mí? —la miré ceñudo.
—No debería ser tan importante. Lo que ocultabas, eran cosas más graves —dijo—. Podrías habernos puesto a todos en peligro, con cada encuentro que tenías con Liam en secreto.
—¡Sólo me reuní con él un par de veces! ¡Lo tenía todo bajo control!
—Yo tengo esto bajo control.
Permanecimos callados.
—Autumn, ¿cuánto te importo? —le pregunté.
Ella se sorprendió un poco.
—Para. Para con todas las inseguridades y esa mierda. No estábamos hablando de eso.
—¿Cuánto te importo? —volví a preguntar.
—¡He dicho que no estamos hablando de eso! —gritó Autumn. Su grito retumbó por todo el coche, hasta que empezó a desvanecerse.
—¿Por qué estás evitando la pregunta? —fruncí el ceño. El hecho de que no me respondiera me dolía, muchísimo. Y ahora estaba asustado. Estaba cansado de odiarme, ni siquiera sabía en qué pensar.
Ambos volvimos a permanecer en silencio. Cuando llegamos a casa, ella se fue directamente hacia la habitación con todas mis pinturas y yo me dirigí al sótano dónde estaba el gimnasio que habíamos improvisado. Estaba perturbado, hasta tal punto que cuando escuché su voz en mi cabeza era capaz de verla; ver cómo las palabras doradas centelleaban entre el resplandor rojizo y el dulce violeta de su nombre.
Me sangraban los nudillos de golpear con fuerza el saco de boxeo, pero no me puse a llorar. Estaba cansado de hacerlo. Eso, o porque estaba tan exhausto y hundido como para derramar más lágrimas. Tenía miedo de que le ocurriese algo mañana y me tentaba la idea de dejarla fuera del plan, pero entonces sí que pasaría algo malo.
Una hora o así más tarde, alrededor de las seis de la mañana, dos suaves manos entraron en contacto con la parte baja de mi torso, acariciando lentamente mis caderas. Su cuerpo se moldeaba a la perfección con el mío desde detrás.
Tres tiernos besos recorrieron la piel de mis hombros y de mi cuello.
—Lo siento. Eres la cosa más importante que hay en mi vida —dijo Autumn.
—¿Por qué me lo dices ahora? —cuestioné—. ¿Por qué te sientes culpable? ¿Por qué te sientes sola?
—Porque estás dolido y porque te quiero —respondió, sintiéndose un poco ofendida, alejándose de mí con timidez.
—Entonces, la primera —musité.
—No seas cruel conmigo, Harry, por favor. Te quiero. No quiero pelearme. Me importas muchísimo, pero si no eres capaz de entenderlo, entonces quizás...
—No termines esa frase —dije, dándome la vuelta para poder mirarla a la cara. Tenía las manos cubiertas de tiza roja y negra, con los ojos grises hinchados. Desvié la mirada al suelo. Seguramente también me había manchado la cintura con la tiza, dejando las huellas de sus pequeñitas manos, impregnándose aún más a causa de mi sudor.
Autumn también clavó la mirada en el suelo, mientras sus mejillas adquirían un tono rojizo. En estos momentos me recordaba muchísimo a la chica tímida y distante que había conocido en su día. A Fall. Mi Fall.
—Buen trabajo —musité, duramente. Cogí una toalla y me limpié el sudor, mientras subía las escaleras.
Ella volvió a disculparse, pero no la escuché muy bien ya que iba de camino a mi habitación de arte, como yo solía llamarla.
••
No había nada, nada nuevo. Había dibujado algo pero no estaba aquí. Cuando asomé la cabeza por la puerta, vi cómo su aura se arremolinaba alrededor de su silla en el salón.
—¿Dónde está? —quise saber.
—Lo he quemado —respondió.
Me callé.
—¿Por qué?
—Porque no te habría gustado.
—¿Has utilizado uno de mis lienzos para después quemarlo?
Permaneció en silencio. Probablemente estuviese llorando.
—Lo siento —dijo.
Suspiré, y encontré la caja con las tizas de tonos pastel. Saqué un lienzo nuevo y lo coloqué sobre un caballete. Le dije a Autumn que viniera a la habitación. Lo hizo, a pesar de que se lo había pensado. Y tenía razón, sobre lo de que estaba llorando.
—Dibújalo de nuevo —dije.
Ella negó con la cabeza lentamente, suplicándomelo con la mirada. Coloqué la caja de tizas en su mano. Sus ojos se encontraron con los míos y estuve a punto de derrumbarme, pero quería saber lo que había dibujado y por qué pensaba que no iría a gustarme.
Autumn cogió con vacilación la tiza. Podía ser capaz de ver cómo sopesaba la idea de dibujar otra cosa completamente diferente, pero se lo advertí. Tampoco es que fuese a hacerle algo, pues jamás lo haría.
La observé mientras dibujaba, mientras los rayos del sol comenzaban a dejarse entrever a través las cortinas sucias y baratas. Estos jugaban también con las facciones de su rostro mientras ella continuaba trabajando.
Cuando terminó, eché un vistazo al resultado.
—Tienes razón —mascullé—. Lo odio.
Era yo. Autumn me había dibujado. Era un dibujo rápido de mi rostro, pero no tan detallado como el súper realista que en su día hice de ella. La única cosa que me sorprendía era ver que mis ojos eran completamente negros. Tanto el iris como la parte blanca. Y en el dibujo me hallaba rodeado de un profundo y oscuro color rojizo. El fuego se desprendía por mi boca, por mi barbilla y por la mitad de mi mandíbula. Era un dibujo en blanco y negro, salvo por el fuego y por el color rojizo.
Era un buen dibujo. Bastante bueno. Las llamas parecían algo desordenadas, pero se veían muy reales y también estaba el hecho de que había sido un dibujo rápido. Pero lo odiaba. Me veía tan enfadado y ojalá esa no fuese la forma en la que ella me veía.
Ambos nos mantuvimos callados. Un silencio aterrador gritaba en la habitación mientras un azul oscuro invadía toda mi visión; para mí, el color que reflejaba el dolor.
—¿Puedo quemarlo ya? —me preguntó en voz baja, sacudiéndose las manos en los pantalones.
—No lo hagas —respondí.
—Harry, esa no es la forma en la...
—Simplemente no lo hagas.
—¿Qué quieres que diga, Harry? —dejó escapar un pequeño gemido, con los ojos aguados en lágrimas.
No seas cruel conmigo, Harry, por favor.
Autumn parecía tenerme miedo, como si fuese a hacerle daño. Como si ya antes le hubiera hecho daño y supiese lo que le sucedía si volvía a sobrepasar la línea. Como si se tratase de una relación abusiva.
—¿Cómo es posible que nos hayamos resquebrajado tan pronto? —susurré.
—Siempre hemos estado rotos —dijo, amargamente—. Sólo que nos hemos convertido en expertos a la hora de dejarlo pasar.
—Éramos tan felices hace un par de horas.
—Yo... lo siento —dijo.
La miré. Parecía tan dolida.
—¿Aún me quieres? —preguntó.
Y entonces fue cuando lo perdí todo.
Se asustó mucho cuando me vio darle una patada a un caballete y cuando empecé a gritar lo jodido que estaba, mientras me pasaba las manos por el pelo intentando evitar su tacto.
Mi aura se iba oscureciendo y ensanchándose a medida que lloraba y lloraba, a pesar de que intentaba retener las lágrimas. Salí furioso de la habitación y me alejé de Autumn, aunque la única cosa que de verdad quería era estar con ella.
Sin embargo, Autumn me alcanzó. Me cogió de la mano y me obligó a girarme en medio del pasillo. Después, me tiró al suelo tan fuerte que cuando me golpeé el culo con su superficie, se escuchó un sonoro ruido.
Se sentó encima de mí y agarró mi rostro. Me limpió las lágrimas con la ayuda de sus pulgares.
—Cierra la puta boca —masculló—. ¿Me quieres?
—Más que a nada. S-siempre te querré —dije en voz baja.
—Bien. Yo también te quiero, ¿lo entiendes? Te quiero más que a mi vida entera o que cualquier cosa. Para mí eres lo más perfecto, precioso y valioso que hay en este mundo, ¿entiendes?
—Sí —susurré.
—Bien. Ahora, acepta mis disculpas por lo de antes —dijo, mientras que en sus pulgares crecía un ardiente fuego azul que recorría toda mi mandíbula y mis pómulos.
—Vale —dije, inclinándome.
—¿Entiendes que ese dibujo no eres tú? —me aseguró, besándome el rostro. Asentí—. Ahora déjame cuidarte. No vamos a volver al principio, ¿vale? A cuando no te aceptabas a ti mismo, ni te querías.
—No quiero volver a eso —confesé.
—No lo vamos a hacer. Ven aquí —dijo, y pegó mi sien a su pecho. Era capaz de sentir y escuchar los latidos de su corazón. Y fue entonces cuando dejé de llorar. Volvía a sentirme bien.
—Siento lo de antes —murmuré.
—Te quiero —respondió.
—Bien —dije y me relajé entre sus brazos, mientras el fuego fluía por mi espalda.
—No te he contestado porque no quería que pensaras que sería capaz de arriesgar mi vida por ti, cuando me has preguntado cuánto me importabas. No hay nada en este mundo que no haría por ti.
—Lo siento por ser un idiota —dije.
—Me alegra saber que lo hemos arreglado. Ahora, relájate, permíteme cuidarte. —Autumn plantó un beso en mi cabeza.
¿Qué había hecho yo para merecerme esto?
| ¡¡¡Son taaaaaaaaaaaaan bonitos cuando tienen estos momentos que me quiero pegar un tiro en la cabeza!!! ¡¡Yo quiero una relación así, joder!!
Bueno, pues nada, aquí tenéis otro capítulo más. ¿Qué os ha parecido lo de Max? Ay, madre :'( No quiero que sufra ninguno :'(
Capítulo dedicado a zarymazo :)
See you! xM. |
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