Fragmentos III: Aemond Targaryen.

TW: Mención a una ship secundaria.

No hay realmente contenido que se pueda considerar sensible, pero creo prudente avisar que sí podría ser un poquito gatillante¿¿

Go ahead and cry, little boy
You know that your daddy did too
You know what your mama went through
You gotta let it out soon, just let it out.
Daddy Issues. The Neighbourhood.

Aemond Targaryen no tuvo una mala infancia. Quizás no la más adecuada, pero definitivamente no fue algo que pudiese gatillarle un trauma. O al menos eso es lo que él consideraba.

Todos en su familia eran ladrones. Desde su padre hasta sus hermanos.

Lo llevamos en las venas —decía su padre—. El adrenalínico deseo por poseer aquello que no nos pertenece.

Por desgracia, Aemond jamás pudo ver a su padre robando. El hombre siempre estuvo enfermo, la pasaba en casa junto a su madre, con su tío visitándolos constantemente para ayudar. Eventualmente Daemon también se mudó ya que la casa era enorme y estaba cerca del taller.

Aemond sí pudo ver a su tío robando. A Aegon y a Helaena. Los tres eran como gatos avanzando sobre sus propios pasos en un silencio brutal. Aemond aprendió mirándolos y a los doce él ya era capaz de moverse con un sigilo espeluznante.

Su tío no entraba en bancos usando máscaras feas y armas imponentes, él consideraba eso bajo y poco agraciado. Él en su lugar empleaba carisma, un excelente uso de recursos, meses de antelación y planes creados a detalle. Así, sin tener que despeinarse un cabello, él se hacía con un camión blindado y desnudaba hasta el alma de sus conductores.

Daemon Targaryen definitivamente era el mejor ladrón de su tiempo. La prensa lo conocía como "el ladrón canalla" porque encima de robar miles de libras sin un orden aparente, él solía dejar divertidas notas de agradecimiento y mantener siempre un tono pícaro.

Daemon le enseñó a usar sus ganzuas, le regaló un set idéntico al suyo e hizo lo mismo con Helaena, Aegon y Daeron. Luego Daemon comenzó a usar el de su padre, Viserys, para tener una parte de él siempre en los robos.

Daemon alcanzó a conocer brevemente a Cole. Su única opinión fue: "no confíes en él".

Aemond no lo escuchó, tenía casi dieciocho años. Cole era atractivo y tenía veinticinco, pero físicamente aparentaba un poco más. Aemond jamás sospechó de eso, Daemon sí.

Daemon no pudo hacer mucho porque poco tiempo después fue encarcelado. Él se fue para protegerlo. Para proteger a Aegon. Para proteger a Helaena.

No creo que sea prudente —dijo Cole un día. Aemond terminaba de guardar las cosas para ir a visitarlo.

¿Por qué no lo sería?

—Servicios infantiles está encima de ustedes por Daeron, ver que te involucras con un convicto no les ayudará mucho a mantener la custodia.

Aemond aplazó la cita una semana. Luego un mes. Luego dos. Cole era inteligente, Aemond decidió creerle. Tenía diecinueve, el peso de su hermano menor en sus hombros, sangre en las manos y una cicatriz surcándole la cara; estaba marcado y medio ciego. Un médico incluso comentó la posibilidad de perder la visión de su otro ojo.

Aemond no admitiría jamás el terror que esa idea le produjo.

—Creo que una cicatriz es genial —Cole dijo—. Te da carácter.

Pasaron tres meses. Pasaron cuatro meses. Pasaron cinco meses.

Helaena le enseñó a Daeron a defenderse. Ella era mejor en defensa personal que él, así que Aemond le enseñó a manejar las ganzuas. Aegon permaneció intoxicado en alcohol. Su madre vivía en otro mundo. Su padre agonizaba.

Aemond se odiaba a si mismo, porque no podía impedir el llanto de su hermano menor durante las noches llamando a Daemon.

Aemond odiaba a Aegon, por ser incapaz de ayudarlo. Odiaba a su padre por vivir muriéndose, y odiaba a su madre aunque ella también lo intentase a su manera.

—¿Dónde está Daemon? —susurró su padre un día. A Aemond le costaba imaginárselo como el hombre joven y atractivo que se veía en sus fotografías, él solo conocía a un sujeto flaco y moribundo—. Mi hermano. . .

En la cárcel, padre, ¿lo recuerdas?

Los ojos de su padre se apagaron ante el recuerdo, ante la realización.

Un asesino. . .—él murmuró—. De todo. . . Un asesino. . .

Aemond sostuvo su mano, estaba helada. La garganta le quemaba, pero no le tembló la voz cuando habló.

Él no lo hizo, padre —los ojos de su padre volaron hacia él—. Daemon no asesinó a nadie.

—¿Mientes?

—No lo hago —dijo—. Daemon es inocente. Es inocente, padre, ¿me escuchas? No lo hizo. Tu hermano no es un asesino, es un buen hombre. Un buen ladrón.

Aemond no tenía como describir el alivio en los ojos liláceos de su padre. Una claridad tibia, como si el nudo en su corazón pudiese desenredarse con sus palabras.

¿Cómo lo sabes? —La voz de su padre salía como silbidos, seca y en pausas, entre suspiros e inhalaciones—. ¿Cómo–. . .

—Porque me protegía a mí, padre —confesó—. Porque fui yo.

Viserys Targaryen se fue esa noche, y su madre ordenó que fuese enterrado en el cementerio local. Ni Aemond ni Helaena tuvieron voto pese a que los deseos de ser cremado de su padre fueron claros y explícitos. Aemond se tragó su dolor con un té demasiado caliente y mucho estrés.

Aemond jamás pudo explicarle sus culpas y pesares. No le pudo contar la historia completa. Pero Daemon estuvo limpio en su memoria, y en su lápida quedó escrito:

»Querido esposo, padre y hermano.«

Su madre se fue a Alemania pocos días después, y Aegon sufrió un coma etílico del que se salvó por suerte al ser encontrado por Daeron. Después de eso Helaena se encerró aún más en sí misma. Aemond solo podía pensar en que debió de haberse dado cuenta. Debió haber hecho más. Debió–. . .

No podrías haber hecho nada —Cole estuvo a su lado en el hospital—. Eres un buen chico, Aemond, eres más listo que él. Estoy acá para ti.

Aemond no necesitaba a nadie además de su familia, pero las palabras de Cole eran un buen consuelo a su acongojada cabeza. A Cole le gustaba elogiar su inteligencia, y Aemond lo permitía porque no tenía a nadie más. Estaba solo. Solo y arruinado.

Cole le decía:

—El celeste te queda bien, ni siquiera se nota que es falso.

—Es el mejor plan que he visto.

—Yo creo que eres más listo que Daemon a tu edad.

Cuando Daeron cumplió diecisiete y comenzó a colaborar activamente en los robos, cayó en la cuenta de que había algo extraño con el actuar de Cole. Él no trataba a Daeron de la manera en la que lo trataba a él o a Aegon, ni siquiera a Helaena. Pero Aemond dejó pasar las quejas de Daeron sobre Cole y lo mucho que a él le gustaba llamarlo "inútil".

Las ganancias se dividen en partes iguales —Helaena sentenció un día cuando Cole alegó sobre su parte en el último robo—. Daeron nos dio la información necesaria para poder trabajar.

—Pero no estuvo allí.

—Tú seguirías allí sin mí, imbécil —Daeron escupió—. Sigue jodiéndome sobre el dinero y el próximo robo olvidaré abrirte alguna puerta.

Aemond estaba cansado, era simplemente más fácil ignorarlo. Después de todo hacía tiempo que había cortado las cosas con Cole. El tipo solo era quejumbroso.

Aemond observaba en silencio la lápida de su padre. Habían unas flores blancas que él no había dejado, no le costó adivinar quién había sido. Una ligera llovizna cubría el pasto. Las pocas palabras de Daemon seguían clavadas como estacas en su oscuro corazón.

Quizás sea bueno que me disculpe —Cole estaba junto a él, sostenía un paraguas que cubría a ambos—. Con el niño, digo.

Daemon había dejado esas flores ahí. Él había ido a ver a su padre. Seguía sin perdonarlo. Se preguntó si algún día lo haría.

Lucerys no lo recuerda, déjalo así. Haré un trato con él y se acabará todo, será lo mejor para los dos.

Se inclinó y rozó una rosa con el nudillo. Sería lo mejor. Lucerys podría hablar y entonces hasta Daemon estaría jodido. Si Aemond tenía claridad sobre algo, era que no deseaba complicarle más las cosas a su tío.
Le ofrecería alguna cantidad o simplemente el dejarlo en paz, de todas formas el bastardo le había ayudado al decirle lo de la redada.

—Piénsalo —la voz de Cole sonaba como un eco en alguna parte lejana de su cráneo—. Es solo una idea, una disculpa y dinero. Seguro él estará feliz.

Aemond lo pensaría.

Aemond tenía demasiadas cosas que pensar.

Definitivamente algo se le estaba olvidando.

Hace bastante que quería escribir el fragmento de Aemond.

Todos son humanos en esta historia, todos tienen sus propios demonios, vulnerabilidades y traumas. Este no es el Aemond del canon y quizás pueda ser un poco OoC, pero creo que siendo un mundo moderno tan alejado del canon es necesario que todo tenga un trasfondo acertado.

Siento que aunque no sea un capítulo en sí, sino un fragmento de Aemond, es bastante crucial para entenderlo un poco mejor.

Me gustaría saber su opinión, también, porque creo que es muy importante tener más de un punto de vista.

Me despido pidiéndoles que jamás normalicen una situación como esta. En un estado de vulnerabilidad física o mental no somos completamente dueños de nosotros mismos y es extremadamente fácil sacar provecho de eso. No está bien y jamás lo estará.

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