Capítulo veintitrés: "Celedonias".

Tw: Ninguno. Puros geis siendo geis.

¿Qué tal estos meses?

"Louder, lips speak louder
Better, back together
Still it's a shock,
shock to your soft side."
Soft Shock. Yeah Yeah Yeahs.

Aemond lo estaba besando.

¿Por qué iba a ser eso remotamente distinto a lo sucedido hace semanas en la disco? No lo era.

Pero sí lo era. Porque en ese momento estaban enojados, contra el tiempo, sin una motivación lógica salvo el indudable deseo adrenalínico que definitivamente permaneció en ellos después de ese primer contacto. Luke podía admitir que besarlo en ese momento se había sentido igual que una carrera.

No estaba acorralado en ese instante, pero la emoción fue la misma; peligrosa y adictiva. 

Besar a Aemond era como jugar a la ruleta rusa. No tenía idea de si el próximo disparo provocaría su muerte o el placer de seguir vivo.

La boca de Aemond provocó un torbellino en su cabeza. Arrasó con el contenido lógico de su mente y dejó en su lugar un cúmulo de ideas débiles y atontadas. Sus labios sabían a menta, eran tibios, húmedos, suaves y blandos. Atajaba cada movimiento torpe y lo transformaba en un baile acorde. Y Luke se sintió débil. Todo en él de pronto era frágil y maleable, y eso no estaba bien. No era correcto. No debía ser correcto. No era bueno. 

Primero agarró la mano en su rostro, siguiendo su propio reflejo de autodefensa y disponiéndose a alejarlo. Porque había sido repentino y Luke definitivamente no se había preparado para esa emboscada. No tenía idea de cómo reaccionar, qué era lo que ese sujeto esperaba en primer lugar; y lo que su propia mente gritaba era esa alerta constante de que ya era tiempo de escapar.

¿Cómo sabía si esa no era alguna treta? ¿Una venganza? ¿Qué pasaba si en realidad Aemond esperaba distraerlo para después lanzarlo por el edificio? ¿Golpearlo por obligarlo a hablar?

Luke notó que Aemond se detuvo cuando sus dedos entraron en contacto. Fue inmediato, robótico. Aún compartían el aliento, Luke aún podía saborear su respiración cálida chocando suavemente contra su boca y su rostro aún estaba entre sus manos. Sus narices se rozaban. Sus labios se rozaban. 

Se descubrió petrificado, incapaz de alejarlo e incapaz de seguirlo. Sintiendo el hormigueo que permanecía en su piel cuando los pulgares de Aemond siguieron algún patrón inexistente sobre sus mejillas. Debían estar calientes, porque las falanges de Aemond se sentían notablemente heladas. Alejó la extremidad de su rostro manteniéndolo sujeto por la muñeca y notó el suspiro que Aemond emitió. 

Su cabeza maquinaba a toda velocidad las posibilidades. Si debía ser mejor alejarse ahora, o tantear el terreno. ¿Qué perdía intentándolo? Solo su propia estabilidad mental porque él definitivamente pasaría mucho tiempo pensando en porqué hizo lo que hizo. Quizás era su propia adicción a la adrenalina; quizás era la abstinencia a esta misma ahora que no podría correr en meses.

Luke sostuvo su mandíbula con su mano restante, manteniéndolo quieto, y Aemond no hizo nada para impedirlo. Observó su boca, rojiza y brillante por los recientes roces. Alzó la mirada, encontrándose con su único ojo lila fijo en él, atento.

—¿Por qué? —Luke murmuró, rozando su labio inferior con el pulgar.

Aemond humedeció sus labios; él se tomó algunos segundos antes de responder.

—Porque quería —su voz fue baja y peligrosa—. Porque no dejo de pensarlo. Tú plantaste la idea en mí, y ahora me atormenta todas las noches. Necesitaba sacarte de mi sistema.

La respuesta lo revolvió, pero no tanto como la mano de Aemond cuando rozó su cintura al bajarla con lentitud. Luke seguía atento a su boca, aún delineaba su labio, aún lo escuchaba respirar.

—¿Y lo hiciste? 

Algo oscuro y molesto revoloteó en su pupila, pero al no emitir una negativa, Luke supo la respuesta. 

—Lo haré, eventualmente —susurró—. No es algo que disfrute. 

Luke hizo el ademán por romper la distancia, y la reacción inmediata de Aemond fue inclinarse en su dirección. Cuando Luke se alejó, sin besarlo, Aemond pareció irradiar una molestia sin precedentes. 

—¿No lo es? —Luke cuestionó, dejando un roce tentativo sobre su labio inferior.

—Me estás molestando —Aemond advirtió, pero su voz carecía de ese deje peligroso. Era un simple susurro malhumorado—, y no me gusta.

Estaba seguro que una malicia habitual debió haber brillado en su propia mirada cuando la encontró otra vez con la de Aemond. Su silueta recortada por las luces no lucía menos perfecta a esa escasa distancia.

—Tú me molestas —masculló, no debía elevar la voz, Aemond estaba lo suficientemente cerca como para escuchar el más ínfimo susurro—. Eres irritante, desagradable e insoportable. Y te odio.

Unos cuantos momentos amistosos solo aplacaban la indudable tensión, pero no borraban el problema principal.

Aemond se inclinó; Luke alejó ligeramente su rostro, curvando su boca en una media y pequeña sonrisa al recibir un chasquido. 

Decidió que tentar su paciencia era igual de adrenalínico que ganar para Borros.

—Finalmente algo en lo que coincidimos —Aemond dijo.

Su respiración se estancó dentro de sus pulmones, los segundos dejaron de fluir, y, al mismo tiempo, todo en él se aceleró cuando fue capaz de reunir el valor necesario y romper esa estrecha distancia para dejar un beso corto sobre sus labios. Un contacto mezquino, desconfiado, que abultó sutilmente su boca y lo calló de golpe.

Aemond, para su sorpresa, sí lo correspondió.

Luke volvió a ejercer ese pequeño experimento. Aemond volvió a corresponderlo. 

Parpadeó, incrédulo ante su propia realización: Aemond realmente solo quería besarlo. Estaba siendo paciente, soportando sus hostigamientos.

Porque quería besarlo.

Luke entonces desistió a la idea de seguir picando su paciencia, y en su lugar movió los dedos desde su mandíbula hasta su nuca. Los enredó en su cabello, sin poder evitar demorar unos segundos más solo porque su atención se la llevó las hebras albinas que se deslizaban con una facilidad envidiable a través de sus falanges. Era suave, demasiado suave. 

No estaba seguro de haber podido tener antes tanta libertad para tocar esa zona.

Entonces lo impulsó hacia adelante y sus bocas colisionaron otra vez.

Dejó libre la mano de Aemond y Luke pudo sentir la extremidad acunando otra vez su rostro. 
Recayó también en que Aemond solo había atado una parte de su cabello, y que al inclinarse en su dirección este caía y le hacía cosquillas en las mejillas; acariciaba su piel y generaba hormigueos. Luke atrapó algunos de esos mechones, incapaz de quedarse quieto. 

Se tambaleó, porque avanzaron entre tropezones lejos de la baranda hasta la pared de la caseta que unía la azotea con el resto del edificio, y no tuvo otra que apoyar la espalda en el concreto, permitiendo que su única vía de escape terminase por cerrarse frente a sus ojos. Debía descansar su peso en algo, permitir que Aemond notase el temblor peligroso en sus rodillas habría sido mortificante. 

Luke no podía pensar. No podía respirar. No podía hacer algo que no fuese aferrarse a los mechones blancuzcos que entorpecían considerablemente su visión, y exhalar contra su boca palabras incoherentes. Una mano tiraba de su cabello, la otra apretaba su ropa. 

Hizo el ademán de alejarse para poder inhalar aunque fuese una única bocanada de oxígeno, y todo lo que alcanzó a hacer fue ejercer un movimiento sutil porque pronto sus labios estaban otra vez siendo asaltados. Aemond robó el poco aire que quedaba en sus pulmones y Luke lo permitió sin resistirse. 

Cuando logró respirar, lo hizo entre jadeos. Aemond no le dejó más que unos segundos antes de volver a invadir su boca. Luke no pudo retroceder, y entonces todo en él se erizó al ser consciente de la mano estableciéndose sin peso en su cintura. De la distancia inexistente en sus anatomías. De que era él mismo, esta vez, el que no quería que Aemond se apartarse, y lo mantenía firmemente sujeto del cabello y la ropa a minúsculos centímetros de su cuerpo. 

Luke sabía que sus dedos seguían aferrados al abrigo que Aemond llevaba. Sostenía el borde de este y lo apretaba de forma casi compulsiva para obligarse a mantenerse quieto. Fue su propia distracción la que terminó impulsando un intrusivo movimiento, y, sin consultarlo antes, deslizó su mano debajo de su abrigo. Y de su camiseta. Y entonces nada le impidió contactar directamente con la piel cálida de su abdomen. 

Aemond mordió su labio inferior, tiró sin fuerza y escondió un suspiro contra su boca. Luke delineó la epidermis, repasando sin prisa cada fracción de su vientre. Era terso y liso, endurecido por el ejercicio constante. Incluso sin mirar, podía tantear a la impoluta superficie de cada músculo impecable y perfectamente moldeado. 

Se detuvo cuando, al seguir un camino inconsistente, sus yemas pudieron encontrar una línea ajena cortando una parte parte importante de su torso. 

Aemond se tensó, lo supo porque al abrir los ojos él ya había bajado la mirada hasta sus dedos intrusos, como si recién hubiese recaído en donde Luke estaba tocando. Su sudadera se había levantado un poco, sus dedos seguían estáticos bajo esta. Luke carraspeó, pero no alcanzó a pronunciar una disculpa pertinente porque entonces la boca de Aemond bajó desde su mandíbula hasta la curvatura de su cuello, silenciando cualquier palabra.

Un sonido ahogado se atoró en su garganta. El calor de sus labios causó estragos en su sistema, su mente nublada no fue capaz de concebir de manera correcta alguna reacción medianamente coherente. Solo consiguió tirar del cabello entre sus dedos y aferrarse a la piel de su espalda baja. 

Pudo sentir como pasaba desde la zona bajo su oreja hasta la arteria a uno de sus costados, su pulso era una cosa desbocada que debió delatar su actual estado. 

—Sin marcas —alcanzó a susurrar cuando el roce con sus dientes encendió una nueva alarma.

Luke se jactaba de su buena audición. Era un ser considerablemente hiperactivo que siempre se fijaba en todo, y escuchaba todo. Sin embargo, dudaba con fervor que cualquier persona en su situación hubiese sido capaz de concentrarse en algo que no fuese quien asaltaba la piel sensible de su cuello en ese instante. Al menos Luke no lo hizo.

Estaba demasiado distraído, atento a las tibias caricias en su cintura y a los dedos que sostenían su cabello, exponiendo la piel de su cuello a los labios de su acompañante. 

Por eso no escuchó los pasos que subían sin prisa las escaleras. Ni la voz algo grave que se hizo notar mientras abría la puerta de la azotea. 

—Oye, Aemond, adivina quié–. . . 

Los dos se detuvieron de golpe y ladearon la cabeza sin moverse.

Aegon estaba en la entrada a la azotea, sus cejas levantadas y el casco de Luke colgando de una de sus manos. 

Los tres parpaderaron.

Pasó un segundo. 

Aegon carraspeó, volteó, dejó el casco en el suelo, cerró la puerta a sus espaldas, pasaron tres segundos, entonces desde las escaleras lo escucharon gritar.

—¡Daeron! ¡No me lo vas a creer!

Luke alcanzó a observar la expresión de impacto en las facciones de Aemond cuando los dos se miraron. No tenía idea de qué debió mostrar él mismo, pero no debió ser muy alentador, porque pronto los dos se abalanzaron con la misma velocidad detrás de él. 

Aemond se adelantó porque Luke aún no tenía permitido correr. Su tobillo ya no dolía, Luke sí podía correr, los ejercicios ya no le provocaban dolor. Pero su cita con el fisioterapeuta estaba designada para la próxima semana; la prohibición de Aemond se mantendría hasta entonces. 

Luke no tenía problemas en admitir abiertamente que podía atraerle cualquier género, porque le daba igual lo que la gente pensara. 

Pero no le daba igual lo que Daeron pensara, y la idea de que se enterase de esa manera definitivamente revolvió algo desagradable en su estómago. Prefería ser él quien le dijese, tener tiempo de pensar en cómo le explicaría a Daeron lo que acababa de hacer. Porque se lo tendría que contar. 

Cuando llegó con ambos, Aemond ya le había cortado el paso a Aegon en las escaleras. Jadeaba. Su rostro estaba rojizo y tenía el cabello despeinado. 

Luke no debía verse mucho mejor.

Aegon había levantado los brazos en un gesto de paz, y cuando Luke lo encaró desde el otro lado de las escaleras, Aemond ya se había acercado señalándolo con un dedo. 

Luke a veces carecía de esa chispa de autopreservación que la gente habitualmente empleaba para mantenerse alejada de los problemas.

Él directamente olvidaba con bastante facilidad y frecuencia que Aemond seguía siendo un sujeto que sobrepasaba el metro noventa, y perfectamente pesaba más de ciento diez kilos; y el peso que levantaba era más que eso.

Era visualmente grande, su presencia sola de por si era amenazante, y a eso se le sumaba su cara gruñona.  

—No vas a decirle nada a Daeron —siseó—. Ni a Daemon. No dirás nada. No viste nada.

—Hombre, estaba bromeando —Aegon alegó. 

—Pues yo no, esto no te incumbe. 

Aegon entonces reparó en su presencia. Luke hizo su mejor esfuerzo por acomodar sutilmente su ropa y desacelerar su respiración. No lo logró, la sonrisa de Aegon fue algo divertido cuando intercaló su mirada de él a Aemond. 

Luke notó que sus ojos, en efecto, se movían. Era muy sutil, como si vibrasen. 

—Se lo tenían bien escondido, ¿eh? ¿Desde cuando los dos. . .?

Tuvo que carraspear para aclarar el calor bastardo que debió colorear una generosa parte de su rostro. Aemond no estuvo mucho mejor, especialmente cuando Aegon los señaló con el índice y alzó las cejas con un gesto sugestivo que solo sirvió para aumentar su humillación.

—Aegon —gruñó.

—¿Qué? ¿No puedo preguntar? —él cuestionó—. Acabo de pillarlos pasando a segunda base, me deben respuestas. Daemon no habría sido tan generoso. 

Luke tuvo que hacer un esfuerzo por no denotar el escalofrío que los recorrió. Quizás Daemon no diría nada, pero eso no los salvaría de la vergüenza monumental que implicaría haberse visto expuestos a él. Daemon definitivamente se habría encargado de apenarlos hasta la vejez. 

Cuando observó de reojo a Aemond, supo que pensaba algo similar; habría sido más vergonzoso de haber sido Daemon el que los descubrió. 

Aemond ladró algo que Luke no alcanzó a decodificar. Aegon exhaló una risita.

—Que no les dé vergüenza —él comentó, regalándole unas palmadas a Aemond en el hombro—. Son cosas que pasan, y es bueno que sea Luke. Él es la opción perfecta, en todos los sentidos.

Luke no sabía cómo tomar eso. 

—No estamos juntos —Aemond aclaró, había algo surreal en su tono, algo casi infantil e indignado—. No hay nada entre nosotros. Ni siquiera nos caemos bien.

—Sí, hermano, sí. 

—Aegon, te lo juro. . .

—Solo no les digas —Luke dijo en su lugar, frotando la piel de su cuello de una forma incómoda—. Yo les contaré.

Lo vio asentir haciendo un ademán ligero.

—Es una cosa tuya, amigo, yo no voy a sacarte —Aegon comentó—. Pero quizás quieras esperar un poco. No están de buen humor.

El ceño de Aemond se frunció ante aquello.

—¿Por qué?

—Mamá se dignó a hacer contacto. 

La postura de Aemond tuvo varios cambios en esa fracción de segundo. Se tensó, se relajó y volvió a tensarse. 

De pronto el reciente acontecimiento pasó a segundo paso cuando comentó aquello. 

Luke pensó en que los Targaryen prácticamente no hablaban de su madre, y si lo hacían, era para explicar alguna situación que la envolvía. No sabía de ella más que su nombre, Alicent, y que se había ido a Alemania cuando Daeron tenía catorce. 

Y que habían estado intentando contactarla desde el incendio para recibir un poco de ayuda, pero que no respondía. Por algún curioso motivo.

—¿Ella llamó?

—Lo hizo —Aemond apretó los labios—. Llamó a Daeron.

Aemond masculló una maldición, y entonces comenzó a caminar. Aegon lo siguió. 

Luke, por su parte, se devolvió a buscar su casco, consciente de que la situación familiar de los Targaryen no era realmente un asunto que lo involucrase. 

Mientras bajaba las escaleras, tuvo que hacer de todo para no pensar en Aemond. Si lo hacía, de pronto todo en él se revolvía y debía detenerse porque comenzaba a hacer demasiado calor. Era un hormigueo que iniciaba en su cuello al recordar su boca, y se expandía por su cuerpo como miles de pequeños rayos eléctricos. 

Era distinta a la sensación de manejar a trescientos kilómetros por hora. No estaba seguro de si le gustaba. 

Aegon estaba de pie junto a la puerta de su departamento. Luke se detuvo porque se había demorado a propósito esperando que todos ya hubiesen entrado, y aparentemente su plan no funcionó porque Aegon parecía estar expresamente esperándolo a él. 

Su cuello y brazos seguían cubiertos de vendas, pero ya no se veía tan perturbadoramente enfermizo. 

Cuando lo miró, sonrió, aún había algo sugestivo en su sonrisa. Luke tuvo que morder su lengua para no soltar un comentario maleducado. 

—Venga, te estamos esperando. 

La arruga entre sus cejas se profundizó al escucharlo. 

—No creo que me competa un tema tan personal —observó.

—Lo hace —Aegon dijo—. Estás en el equipo, además de que te enterarás de todas formas, Daeron no es bueno callándose las cosas. 

Eso era correcto. 

—¿No les molesta? 

—Nah, en realidad no es tan importante.

Resultó que sí era importante. 

Luke lo supo cuando entró, y lo recibió una escena casi fúnebre. 

La única alegría en la casa vino de Caraxes segundo, que estuvo feliz de recibirlos dando brincos.

Con el tratamiento que Daemon le estaba dando para la sarna, y una buena alimentación, el animal había ganado peso y brillo. Resultó que era un cachorro, y que estaba feo por la mala vida en la calle. También resultó que el perro en realidad era pequeño porque era muy, muy cachorro, y que en realidad crecería bastante más de lo que cualquiera esperaba. Luke casi podía encontrarlo algo tierno; pero era una persona de gatos. 

Daemon estaba sentado tomando café con Helaena. 

No habían hablado mucho, al menos no desde que pasó lo de Larys, pero Luke lo había mantenido al tanto de la salud de su madre, y de Joffrey.

Se veía cansado. Triste. Y no lo podía culpar, pero él mismo no podía hacer mucho más para ayudarlo. Solo necesitaban tiempo, su madre eventualmente hablaría con él. Luke lo sabía porque la conocía. Ya no tenía más cabida en esa relación salvo para suavizar de a poco las cosas. 

Daemon le regaló un movimiento como saludo y Helaena lo imitó. 

Aemond estaba de pie a unos metros hablando por teléfono. Demoró unos segundos en darse cuenta de que estaba hablando en otro idioma. Por el acento grave, Luke dedujo que era alemán. Luke también pensó en que lo había escuchado hablar el español una vez, pero nunca alemán; su tono cambiaba al pronunciar las palabras, pero no dejaba de ser curiosamente sedoso. 

Entonces Aemond levantó la voz, y pudo saber que lo que estuviese diciendo, no eran palabras cariñosas. Lucía molesto. Lucía muy molesto. 

Él pareció notar que alguien había entrado, porque volteó en su dirección y Luke alcanzó a notar una ligera oscilación en sus palabras cuando se detuvo a mirarlo. Aemond carraspeó y volvió a voltear. 

Luke quiso sonreír. 

Daeron no estaba entre ellos, lo buscó por el espacio, pero no lo encontró.

—Está en la habitación del fondo —Daemon dijo.

Luke volteó hacia el pasillo con las tres habitaciones, y después otra vez hacia Daemon. Había algo violento en sus facciones, una furia bastante bien contenida pero obviamente notoria. 

—Alicent lo llamó —Helaena musitó, jugando deslizando una cuchara metálica por el borde de su taza—. Casi cuatro años sin saber de ella, y lo llamó a él. 

No alcanzaba a entender cuál era la parte que los molestaba tanto, si el hecho de que su propia madre hubiese tardado tanto en hablarles, o a quién llamó primero. Quizás había llamado a Daeron porque era el menor. 

—¿Puedes ir con él? 

—¿Con Daeron? 

Aegon asintió. 

—Los iré a buscar cuando termine de hablar —los dos voltearon hacia Aemond, él parecía bastante inmerso en la conversación. Cada palabra lo enojaba más—. Ella solo lo llamó porque quería comunicarse con Aemond. 

Cualquier retazo de la euforia que aún latía en sus venas se apagó de golpe al oírlo, y en su lugar un apretón doloroso comprimió su estómago. 

No dijo nada más, y nadie agregó nada, así que Luke pronto estuvo aventurandose por el pequeño pasillo que conducía a una de las tres habitaciones del departamento. Sabía que Daemon dormía en una, y que los tres hermanos se turnaban para usar el sillón. O apostaban. 

Luke descubrió que los Targaryen tenían una pequeña obsesión con las apuestas. Y que era imposible jugar honestamente juegos de mesa, porque todos hacían trampa. 

Tocó una vez la puerta. No recibió respuesta. 

Entró de todas formas porque estaba sin pestillo. 

—Hombre, les pedí cinco minutos —Daeron masculló. 

Él estaba sentado en el marco de la ventana. Llevaba puesto una camiseta negra de manga corta y unos pantalones de chándal holgados. Luke solo pudo ver su espalda, pero cuando entró y cerró detrás suyo, Daeron volteó. Todo en él parecía dispuesto a echarlo de una forma bastante vulgar, luego se percató de que no era uno de sus hermanos y lo volvió a pensar. 

—¿Te mandaron a verme?

—Lo hicieron.

—Que bajo, solo porque a ti no puedo decirte que no. 

Luke avanzó hasta situarse a su costado. Sus pies se balancearon en el borde de la ventana, y era una suerte que esta fuese grande, porque un mal movimiento definitivamente los tiraría a ambos del tercer piso. 

—¿Estás bien? —preguntó. 

Daeron se alzó de hombros. 

—En realidad me da igual, nunca esperé mucho de ella —él dijo—. Creo que me molesta más la idea de darle lástima a mis hermanos.  

—No creo que sientan lástima, no es su perfil. 

—No es algo que se pueda evitar —Luke se ladeó hacia él, pero Daeron mantuvo su mirada puesta en el panorama—. Es lo primero que alguien siente si le cuentas que tu mamá no te quiere. 

Luke no dijo nada. Daeron sonaba dolorosamente monótono. 

—¿Por qué te llamó a ti? —cuestionó, observándolo fruncir la boca.

—Probablemente porque solo tenía mi número —musitó—. Solía llamarla seguido, lo hice un par de veces cuando la casa se quemó. Daemon también, pero supongo que es más fácil hablar conmigo que con él.

Daeron tenía ese don de contar cosas perturbadoramente desgarradoras con una facilidad casi de libreto. 

—Daeron–. . .

—No me duele, ¿sí? —él interrumpió—. Ya no, es algo que es. Mejor si quiere hablar con Aemond, seguro le ofrecerá dinero a cambio de que se vaya a Alemania. Siempre es igual, y Aemond siempre los manda a la mierda. 

Luke frunció ligeramente el ceño, porque eso era algo que él definitivamente no sabía. 

—¿Por qué a Aemond? 

—Es el prodigio —Luke no pudo refutar—. Da igual lo inteligente que seamos, Aemond nos duplica. Repudiaron a Aegon después de su segunda sobredosis, Helaena odia a nuestra madre por encima de todo, y yo. . .

Daeron pareció tomarse unos segundos para encontrar las palabras adecuadas. Luce aprovechó el silencio.

—¿Por qué tú no serías una opción? —cuestionó, acomodándose en el marco lo suficientemente cerca como para juntar sus hombros—. Eres como, súper inteligente. Todo lo que haces te sale bien.

—No puedo quedarme quieto, Luke —Daeron musitó—. No puedo dejar de hablar. No soy capaz de concentrarme en una única tarea, aunque lo intente. Me expulsaron de tres escuelas porque me metía en peleas todas las semanas, la única razón por la que no me metieron en la milicia fue porque Daemon intervino. No existe un control para mí. Destrozo todos los límites, y eso no es bueno. No es aceptable en ningún lado. No encajo aunque lo intente porque nadie me soporta. ¡Ni siquiera te caía bien a ti!

El silencio fue abrumador por el par de segundos que Luke se tomó para procesar correctamente todas sus palabras. 

Al final inclinó su cabeza y la frotó contra su hombro, como Daeron lo hacía siempre.

—Porque tu hermano llevaba meses molestándome —comentó—. La primera vez que te vi pensé que eras genial. 

Daeron se giró.

—¿De verdad? 

Luke asintió. 

—No creo que algo que diga pueda hacerte sentir mucho mejor ahora —agregó—. Pero creo que eres especial. Como, brillante. La gente que rompe los límites es la que llega más lejos, y no necesitas encajar en ningún lado, no somos máquinas. El sistema siempre va a excluir a las personas diferentes, eso no significa que tú tengas algo malo. 

Por un momento, ninguno dijo nada. Después, Daeron exhaló una respiración baja y temblorosa.

—Hombre. . . —él balbuceó—. Me vas a hacer llorar. 

Pudo ver de reojo como frotaba sus ojos, fingió estar más concentrado en el movimiento de sus pies, y solo se enderezó cuando algo más llegó a su cabeza.

—Además, las escuelas expulsan por todo, eso no debería afectarte. 

Él se volteó en su dirección, el borde de sus ojos estaba rojizo y la piel de su nariz también había adquirido una tonalidad carmesí. 

—¿También te expulsaron? 

Luke frotó su nuca.

—Dos veces. 

—Ja, te gané. 

Luke exhaló una risa, Daeron lo imitó.

—¿Qué hiciste para que te expulsaran? 

—La primera vez fue porque me descubrieron vendiendo tareas a otros grados —Luke contó—. La segunda fue porque golpeé a un profesor. 

Daeron emitió un sonidito genuino de sorpresa. Algo corto y bajo desde el fondo de su garganta, después se carcajeó.

—Maldición, tú sí eres una amenaza. 

—Era un viejo de mierda —alegó—. Lo descubrí tomándole fotos a una chica de mi clase cuando tenía dieciséis, así que le robé el teléfono, expuse sus asquerosidades y lo despidieron. Mi error fue decirle que fui yo antes de que lo echaran, trató de golpearme así que me defendí. 

El viejo quedó sin trabajo, sin un par de dientes y con una orden de alejamiento hacia cualquier establecimiento con menores de edad. Valió la pena los meses castigado. El castigo fue principalmente para que no volviese a golpear a alguien dentro de la escuela, porque ni su padre ni su madre habían estado realmente molestos por lo que hizo.

—¿Y a ti? —curoseó. 

—La primera fue porque Aemond estaba enseñándome defensa, quería practicar con alguien de mi tamaño, así que me metí con un idiota que le gustaba intimidar a otros grados menores —Daeron contó—. La segunda sí me la gané, alguien dijo que mi hermana era tonta y no lo tomé bien. 

—¿Y la tercera? 

—Los profesores nunca revisaban los trabajos que enviaban, así que yo solo ponía la introducción, la conclusión, y rellenaba el resto con recetas —a Luke jamás se le habría ocurrido tal idea, pero sonaba realmente buena—. Alguien les sopló lo que hacía, así que lo golpeé. 

—¿Rellenabas con recetas? 

El brillo malicioso en los ojos de Daeron adquirió fuerza cuando amplió una sonrisa.

—Soy un buen cocinero. 

Se sumieron en un silencio agradable después de eso. Daeron agitaba sus pies y respiraba, Luke le hacía compañía en sus movimientos. 

Estuvieron al menos quince minutos más respirando el aire nocturno. Solo entonces pudo escuchar a Daeron emitió un suspiro bajo y esbozar una sonrisita más amplia. Esta vez él se inclinó para frotar sus cabezas.

—Si alguna vez matase a alguien, te llamaría a ti para que me ayudaras a esconder el cadáver —él dijo, con una casualidad espeluznante.

Luke lo miró de reojo.

—¿Eso no lo dicen en una serie? 

—No arruines el momento.

—Te van a demandar por derechos de autor. 

Daeron soltó una carcajada. 

—Eres pobre, ya no puedes permitirte una demanda —insistió, logrando que riese más fuerte.

Entraron después de reír un par de minutos más, y todo lo que recibieron de Aemond fue un bufido y un:

"—Lo mismo de siempre."

Así que Luke se fue a su propio departamento sintiéndose un poco menos pesado, pero igualmente demasiado cansado. Si comenzaba a pensar en todo lo envolvía una abrumadora angustia que no combinaba bien con la sensación inexplicable al recordar a Aemond.

Se dejó caer en la cama y exhaló una respiración agotada. Hablar con Adrian. Besarse con Aemond. Acompañar a Daeron. Y recién iban a ser las doce de la noche. El cuerpo le pesaba más que el gato encima de él, y fue incapaz de moverse una vez estuvo acostado. 

Arrax chocó sus cabezas. Solo estaba él ya que Vermax dormía con Jace cuando iba de visita. Le hizo cariño y lo dejó acomodarse sobre su cuerpo.

Después del accidente en el que se rompió una costilla, Arrax tardó un par de días en entender que no podía dormir arriba suyo, y solo entonces aprendió a enrollarse a su costado. Luke ahora estaba sano y podía malcriar correctamente a su gato gordo. Así que el animal no demoraba en situarse sobre su cuerpo y ronronear como un tractor.

Se durmió sintiendo el ronroneo contra su pecho. Soñó con escenarios coloridos, impresionistas y extraños, y despertó cuando se dio cuenta de que su teléfono no dejaba de sonar. 

Respondió con un ojo medio abierto, y aún bailando entre la bruma que mediaba su sueño de la realidad.

—¿Mh?

—¿Luke? 

Aegon

Aegon parecía haber adquirido un nuevo nivel de cercanía con él después de pillarlo besando a su hermano. No estaba seguro si le gustaba o no esa situación. 

—¿Estás despierto?

—Depende. . . —no lo estaba, no del  todo. No lo necesario—. ¿Qué quieres? 

Necesito ayuda

No sonaba como alguien que necesitase ayuda. Escuchaba la voz de Daeron de fondo, pero no alcanzaba a entender qué era lo que pronunciaba. 

—¿Para?

Estamos abajo y–. . . —unas carcajadas resonaron fuera del edificio, y por el teléfono—. ¿Puedes bajar?

Más risas. Luke se removió en la cama y frotó su cara. La luz dañó sus ojos e iluminó su rostro. Frunció el ceño.

—Hombre. . . —balbuceó—. Son las cuatro de la mañana. . . 

Sí, sí, lo sé, disculpa —él dijo—. No te despertaría si no fuera importante. . .

Luke tuvo que inhalar una bocanada de resolución, mucha fuerza de voluntad y varios kilogramos de paciencia antes de levantarse de la cama y buscar a tientas sus zapatillas. Arrax maulló sin moverse de su lugar tibio, en su cama tibia, en su habitación tibia. 

Salió en silencio abrigándose en el camino, y bajó las escaleras con rapidez. Mientras antes resolviese todo, antes volvería a su cama a dormir otro par de días.  

Abrió la reja y divisó dos cabezas albinas y una azabache. 

Daeron daba vueltas entre trompicones al lado de Aemond, que se movía con la misma preocupante torpeza. Llegó justo para presenciar en primera fila como Daeron perdía el equilibrio y caía al suelo, arrastrando a Aemond con él. Los dos terminaron tumbados en el cemento húmedo, riendo a carcajadas ruidosas. 

Luke los observó en silencio. 

Estaban ebrios. 

—Si despertaba a Daemon para pedirle ayuda, nos habría dejado afuera a los tres —Aegon explicó, señalando al par con las dos manos—. Y no son capaces de subir escaleras por si solos, ¿me ayudas a cargar a Daeron?

La tentación por dejarlos ahí fue cada vez más grande, especialmente sabiendo que tendría que llevar un porcentaje mayor del peso de Daeron escaleras arriba. Tres pisos.

—¿Tú no bebiste con ellos? —curoseó, viéndolos luchar por ponerse de pie. 

Aemond recayó solo entonces en su presencia, y cualquier atisbo de diversión o parloteo pronto se tornó en un silencio profundo y notorio. Aegon, por suerte, no se percató. 

—Si bebo ahora podría recaer —él dijo—. Prefiero prevenir cualquier cosa, y ya estaban ebrios cuando me llamaron para que los fuera a buscar porque olvidaron el camino hacia acá. 

—¿Fueron a beber los dos? 

Daeron volteó hacia él y amplió una sonrisa, después la borró con la misma velocidad. Él se acercó, lo rodeó con ambos brazos y se balanceó. Su aliento apestaba a alcohol y tenía los ojos vidriosos. 

—La próxima vez iremos los tres, ¿sí? —Daeron asintió, como si sus propias palabras lo convenciesen. Todos sus gestos eran exagerados y dramáticos—. Ahora no te invitamos porque. . . Porque era de hermanos. 

—¿Y a mí por qué no me invitaron? —Aegon cuestionó. 

Daeron levantó un dedo.

—Hermanos menores. . . —explicó, cargando graciosamente las s. Daeron se dirigió otra vez hacia él—. ¿No estás enojado? No nos odies.

Luke escondió una sonrisa y negó.

—No, yo también salgo solo con mi hermano a veces —dijo—. Es normal.

Pronto se dio cuenta de que en realidad Daeron ya se había distraído con algo que Aemond había comentado, y no estaba escuchándolo. Blanqueó los ojos y se cruzó de brazos cuando Daeron volvió a abrazar sus hombros. 

—¿Subimos ahora? Van a llamar a la policía por desorden en la vía pública. 

—No sería la primera vez —Daeron otra vez se inclinó peligrosamente en su dirección, consiguiendo que Luke recibiese una gran parte de su peso—. ¿Sabías que golpeé a un policía? 

—Lo sabía. 

—Después me sentí mal, el tipo era guapo. Si no hubiese estado medio ebrio ahí, le habría pedido el número —él parloteó—. ¿Y si voy a la comisaría y pregunto por él?

—Deja que Daemon se entere que quieres salir con un policía —Luke dijo—, se pondrá muy feliz. 

Daeron se estremeció. 

—Hombre, es cierto, me mataría —guardó silencio por algunos segundos, en los que meció su cuerpo, y, por consecuencia, obligándolo a él a moverse—. ¿Podría ir en secreto? ¿Me llevas? Venga, vamos a la comisaría.

Aegon soltó una carcajada mientras levantaba a Aemond del suelo. Aemond no rió, de hecho, él se mantuvo curiosamente callado incluso cuando los cuatro comenzaron a avanzar hacia las escaleras. 

—Hombre. . . Si me dejan durmiendo en el sillón los asesino. . . —Daeron masculló—. La cama es mía. 

—Solo hay tres habitaciones, y le tocaba a Helaena usar una hoy —Aegon parecía un poco complicado sacando cálculos mientras sostenía una gran parte del peso de Aemond por los pisos. Luke agradeció que al menos no le tocase llevarlo, definitivamente los dos habrían terminado rodando por las escaleras—. Dormiré en el sillón, ustedes duerman juntos.

Daeron balbuceó algo inentendible y rió. Aemond seguía tenebrosamente callado.

—Si quieren, uno puede dormir en mi casa —Luke ofreció—. Joffrey y mi madre fueron donde mis abuelos, volverán mañana. Solo está Jace, y tiene el sueño pesado.

Luke se detuvo a la mitad del segundo tramo de escalones para recuperar la respiración. Aegon no se veía mucho mejor, pero volteó a verlo cuando dijo aquello. Luke supo que se le venía algo malo encima cuando fue capaz de percibir ese brillo malicioso en su mirada. Parecía una cosa genética. 

—Ya que Daeron pidió la cama, y yo el sillón. . . —Luke entrecerró los ojos, en una amenaza silenciosa que Aegon ignoró—, ¿por qué no te llevas a Aemond? No va a replicar, cuando está ebrio sale su lado cariñoso. No va a causarte problemas. 

—Eso. . . Se pone como un perrito —Daeron coincidió a su costado—. Una vez me abrazó y. . . Dijo que me quería mucho. 

—Porque te quiero mucho. . . —Aemond murmuró. 

—Yo también te quiero. 

—¿Mucho? 

—Mucho, mucho.

Aegon alzó las cejas en su dirección. Luke estaba esforzándose por subir escaleras, soportar a Daeron y no lanzarle un par de malas palabras a Aegon.
—Yo te quiero mucho, mucho.

Daeron le lanzó un beso. 

Siguieron subiendo, solo de vez en cuando debían cargar con uno de los dos, cuando perdían el equilibrio o se detenían a respirar. Un tramo que se hacía en dos minutos terminó haciéndose en casi diez. Pero no fue del todo tedioso, ver a Daeron así de ebrio era curiosamente gracioso.

Cuando llegaron a su piso —el tercero—, se detuvieron. Aegon jadeaba. Luke jadeaba. Aemond se mantenía principalmente callado. Daeron no, pero casi todo lo que decía, lo hacía de una forma demasiado corrida y mal pronunciada, así que no le prestaban realmente mucha atención. 

En un momento los dos comenzaron a hablar en alemán. Después en español, aunque Daeron ahí tuvo problemas así que volvieron al inglés.

—¿Entonces? —Aegon curoseó en su dirección. 

Luke emitió insultos internos. Odió su vida. Odió a los Targaryen. Juró venganza. Lo miró mal. Maldijo. Después asintió sin cambiar su expresión.

—Está bien, dame algo para que se cambie —dijo, soltando a Daeron para acercarse hasta su casa. Aemond fue capaz de avanzar hasta él, y Luke pudo sentir su presencia ensombreciendo su espalda cuando abrió la puerta. 

Aegon entró en su propia casa con Daeron, y salió solo sosteniendo lo que, notó, era su pijama. 

—Sin cosas raras —advirtió, alejando las prendas cuando Luke hizo el ademán por tomarlas—. Sigue estando ebrio. 

Luke le arrebató el pijama y chasqueó la lengua. 

Aemond lo esperaba dentro de su casa. Estaba de pie, Luke encendió una de las luces después de cerrar con cuidado a sus espaldas para intentar no hacer tanto ruido. 

Sus esfuerzos fueron en vano, porque Aemond dio un paso enclenque y dejó caer una decoración metálica dispuesta en un mueble junto a la mesa, que chocó con estruendo contra el suelo. Él susurró algo, se inclinó para tomarla y al apoyarse botó otra decoración más. De paso golpeó su cabeza al intentar ponerse de pie, por lo que trató de sentarse y, al hacerlo, perdió el equilibrio y cayó de espaldas de una forma extremadamente poco glamorosa.

Luke tuvo que voltear para esconder la carcajada que amenazó con exponer su diversión. Frotó su cara, mordió su mejilla y solo al lograr ponerse serio avanzó hasta Aemond. 

—Estás demasiado callado —observó, acuclillándose delante de él.

Aemond observaba con un aire perdido una de las figuritas antes de extendérsela. 

—Así no hablaba de más —él dijo. Parecía especialmente accesible, relajado. 

Luke dejó las piezas en su lugar, Aemond le extendió otra más y después le extendió las manos para ayudar a ponerlo de pie.

—¿Qué podrías haber dicho? —curoseó.

Él no respondió, en su lugar, empleó toda su concentración en lograr estabilizarse sin volver a perder el equilibrio, y para ello, Luke le permitió pasar una mano por sus hombros. Al menos esa era la prueba que necesitaba para concluir que ya se encontraba completamente sano; era capaz de cargar con casi la mitad del peso de Aemond sin derrumbarse.

Luke estaba más interesado en guiarlo hasta su habitación sin hacer mucho ruido. Aemond no tenía esa preocupación. 

Él inclinó la cabeza en su dirección, hundió la nariz en su mejilla, y después la besó. 

Luke se paralizó. 

—No hagas eso —gruñó. 

Aemond volvió a besar su mejilla, abultando ligeramente su piel en el proceso. Luke blanqueó los ojos y lo ignoró. 

—La motocicleta más rápida del mundo es la Dodge Tomahawk —él murmuró contra su piel—. Y de la historia. Pasa de cero a cien kilómetros por hora en dos punto cinco segundos. 

Luke abrió la puerta de su habitación, Aemond seguía abrazando sus hombros. Arrax fue en su búsqueda cuando Luke se adentró en la habitación, y no demoró en rozarse mimosamente contra una de sus piernas. Tendría que sacarlo antes de que Aemond comenzase a estornudar. 

—La Dodge es un híbrido, tiene el motor de un automóvil y cuatro ruedas —Luke dijo—. No se considera una motocicleta. 

—Entonces la MTT Y2K Superbike

Solo Aemond Targaryen sería capaz de aprenderse y decir completamente esa monstruosidad de nombre. 

—Sí, esa es la más rápida. 

—Después viene la tuya. 

—Correcto. 

Aemond chocó sus cabezas como a veces lo hacía Arrax cuando buscaba cariño. Su cabello albino le hizo cosquillas porque no estaba amarrado.

—La tuya es más bonita.

Luke lo observó de reojo, y notó que Aemond lo miraba como si realmente esperase una respuesta. Su corazón no le permitió ignorarlo, no cuando lucía tan perdido y amistoso.

Vulnerable.

Vulnerable era la palabra. Aemond lucía vulnerable, y Luke no era lo suficientemente retorcido como para aprovecharse de ello.

—¿Siempre hablas de motos cuando estás ebrio? —curoseó, sentándolo sobre su cama. Aemond permitió sus acciones sin reclamar, y entonces Luke comenzó a quitarle los zapatos. 

—A ti te gustan las motos. 

—¿Y? 

—¿Qué más te gusta? 

Aemond guardó silencio por algunos segundos, en los que Luke aprovechó para dejar sus zapatos a un lado y entonces enderezarse. Tomó a Arrax en brazos y lo dejó fuera de su habitación después de regalarle un beso conciliador en la cabeza. Le daría un poco más de atún como recompensa por las molestias.

—Me gustan las películas infantiles. 

Aemond arrugó la nariz. 

—A mí no —él dijo—. ¿Qué más? 

—¿Por qué quieres saber? —Luke terminó por cuestionar, sin dejar de moverse, acomodando las frazadas y después las almohadas sobre la cama. 

—Busco gustos en común —obvió. 

—Gust–. . . —Luke se detuvo—. ¿Estás coqueteando conmigo? 

—Me gusta leer —dijo, observando sus pies e ignorando su pregunta—. Y la historia. Tengo un título como licenciado en historia. Podría ejercer como profesor o–. . . investigador. O lo que sea. ¿Te gusta leer?

Luke no sabía eso. No sabía qué responder, especialmente porque era la primera vez que lo veía hablando tanto. Debería grabarlo.

—Me gusta leer —Luke asintió.

—A mí también.

—¿Por qué historia? 

—Mi madre quería que tuviera un título universitario, y me gusta la historia —Aemond se encogió de hombros, y alzó los brazos cuando Luke lo pidió. Él entonces frunció el ceño y los bajó—. Me puedo vestir yo solo. No estoy tan ebrio. 

Sí se veía bastante ebrio, pero Luke no tenía la intención de replicarle así que le extendió la ancha camiseta que tenía como pijama, y se cruzó de brazos para esperar que se cambiase. 

Aemond lo intentó, y por un momento Luke de verdad pensó que quizás no estaba realmente tan pasado de copas. Cuando Aemond estaba por quitarse la camiseta completamente, esta se enredó entre sus dedos, y después se confundió de orificio. Por consiguiente, terminó graciosamente complicado y mascullando cosas. 

—¿Quieres ayuda? 

—No. 

Batalló con la camiseta. La tela produjo un crujido feo cuando tiró de más, y entonces Aemond se detuvo y volvió a bajarla. Tenía el ceño fruncido y el cabello desordenado.

—Ayúdame.

—Ahora lo pides por favor. 

La postura de Aemond pareció tensarse tanto como las cuerdas de un violín correctamente afinado. Él le lanzó una mala mirada, su amabilidad inicial pareció disolverse.

—Eres una pequeña mierda maliciosa y vil —Aemond masculló—. Ayúdame. 

—¿Por–. . .

—Por favor. 

Emitió una risa entre dientes y entonces lo ayudó, levantando sin dificultad la prenda actual. Aemond se dejó esta vez sin alegar. 

Luke podía admitir que él solía fijarse más en las mujeres si alguien le preguntaba. Quizás fuese solo una inclinación sutil porque encontraba simplemente perfecto el cuerpo femenino. O quizás porque en realidad le daba igual y era más fácil decir eso. Lo que fuese, Luke no solía fijarse mucho en la composición física de una persona, al menos no al inicio. 

Había visto a Aemond sin ropa antes, una vez cuando entrenaba en la casa que ahora estaba tristemente quemada. En ese instante solo se había centrado en los detalles físicos más relevantes porque genuinamente no le interesaba el cómo se veía.

Solo era un cuerpo bien construido. Con cicatrices. Pálido como el papel. Atractivo.

Luke después se había descubierto mirándolo con más detenimiento cuando, otra vez, entrenaba. Esa vez él solo se había levantado un poco la camiseta. Pero Luke no se perdió detalles, y se lo dejó pasar bajo la idea de que existiendo una cercanía podía prestarle mayor atención sin parecer raro.

Pero ahora. 

Ahora. 

Ahora que Luke inconscientemente lo había tocado dejándose llevar por el calor de un beso. Ahora que Luke sabía lo que se sentía tener su boca repartiéndole contactos amables. Ahora que sabía que Aemond sí quería besarlo. Ahora que estaba con él. A solas. Semi desnudo. 

¿Cómo debía verlo ahora? No como siempre, claramente. No podía verlo como a cualquiera considerando la revolución que le provocaba tocarlo y recordar que se habían besado. 

Luke no era capaz de hacer nada mientras Aemond no estuviese en sus cinco sentidos. Pero la realización logró que la temperatura de la habitación subiese varios muchos miles de grados. 

—Levanta los brazos —indicó, carraspeando para aclarar su garganta e ignorando de una manera admirable el torso desnudo que tenía delante. 

Aemond lo hizo. Luke pasó la camiseta por su cuerpo.

Tenía la guardia baja. Con Aemond en ese estado, no necesitaba realmente preocuparse por responder con agilidad o tensarse al recibir algún comentario desagradable. 

No esperaba realmente que Aemond fuese capaz de moverse con un mínimo de motricidad. Sin embargo, al parecer sí podía. Lo atrapó por sorpresa, rodeando su torso con los dos brazos e impulsándose hacia la cama. 

Los dos cayeron provocando un ligero rebote, Aemond atrapándolo con su cuerpo como si Luke fuese alguna clase de almohada para abrazar.

Luke jodidamente no tenía suficiente paciencia para eso. 

—Te lo juro, Aemond, si te mareas y vomitas en mi casa vas a dormir en el pasillo. 

Aemond exhaló una risita. Una risita suave e infantil. Una risita que se perdió contra su ropa y en su vida había oído salir de ese sujeto. Ni siquiera estaba seguro de que fuese capaz de reír de esa forma. Hizo un ademán por incorporarse, y entonces él lo retuvo. Escondió el rostro en su pecho y permaneció ahí. Luke seguía ejerciendo presión en su cuerpo para intentar alejarlo.

—Suéltame. 

—Hueles a café.  

—Aemond. 

—Me gusta eso. 

Jesús

Volvió a intentar incorporarse. Aemond volvió a retenerlo. Luke emitió un sonido frustrado.

—Pesas —gruñó—. No me gustan los abrazos. 

—A mí tampoco.

Aemond lo abrazó más fuerte. 

—Cinco minutos —él murmuró.

Estaba boca arriba, con ese sujeto enorme cómodamente situado casi encima de él, sin llegar a asfixiarlo. Lo escuchó respirar. Al menos había logrado colocarle una parte del pijama, y no había vomitado.

Luke terminó por exhalar un sonido bajo y rendido, y entonces relajó su postura para que Aemond pudiese acomodarse correctamente. 

—Tú realmente vas a despertar de un humor terrible —observó. 

—No peor que de costumbre. 

Luke no pudo evitar una única risa baja. 

—Quizás debería grabarte para mostrártelo mañana —Aemond movió ligeramente la cabeza ante la idea—. Y así tendré pruebas de que tú fuiste el que me abrazó primero.

—Haz eso —él convino. 

Sus cejas se alzaron ante la fácil aceptación, y motivado por su propia nata malicia alcanzó su teléfono y encendió la cámara frontal. Primero grabó su rostro.

—Vas a estar sobrio cuando veas esto, y yo ya le habré hecho tres copias a este video —comentó, y entonces levantó el teléfono para grabar correctamente a Aemond—. ¿Algo que decirte para cuando estés sobrio? 

Aemond observó la cámara por un momento y después volvió a esconderse en su pecho. 

—Estoy cómodo acá —musitó, empleando un tono corrido y sofocado por su ropa—. Quiero cariño.

—¿Cómo?  

—Cariño. . .—él repitió. 

—¿Cómo te llamas?

Aemond tardó unos segundos.

—Aemond —dijo—. Targaryen. Aemond Targaryen. Aemond a secas.

—¿Y qué quieres? 

—Cariño —musitó. Arrastraba las palabras, su voz un poquito más ronca que de costumbre, no dejaba de ser suave.

Llevó una mano hasta su cabeza albina y atrapó algunos mechones de cabello. Aemond no pareció percatarse, o no pareció importarle, por lo que Luke se dedicó a jugar con las hebras. Lo grabó esbozando una sonrisita, luego volvió a enfocar su cara y sacó la lengua antes de terminar el video.  

Dejó el teléfono sobre el mueble junto a su cama y exhaló un suspiro. Algo bajo, tranquilo, somnoliento. La hora marcaba pasadas las cuatro y media de la madrugada, y ese viaje al primer piso había acabado con todo su sueño. Volvería pronto, esperaba, hasta entonces podía simplemente conversar con el alter ego amistoso de Aemond Targaryen. 

—Daeron robó los relojes —Luke recordó, hundiendo sus dedos entre los mechones de cabello para dejarle caricias distraídas—. Yo te robé a ti. ¿Qué robaste tú? 

—¿De qué hablas? 

—¿Cuál fue tu primer robo? 

Lo sintió removerse, pensó por unos segundos que se apartaría, o que se negaría a responder, sin embargo él solo acomodó la cabeza sobre su pecho y se encogió de hombros. 

—Una taza de porcelana —susurró. 

Luke esperaba algo un poco más explosivo. 

—¿Una taza? 

—Era fácil de llevar, y nadie iba a extrañarla, no se armaría un alboroto o se abriría una investigación —él contó—. Y Daemon solo me dijo que entrara y sacara algo como prueba, y que si alguien me descubría además de él, habría fallado. 

—¿Entrar a dónde?

El silencio se extendió, y Luke simplemente lo disfrutó creando pequeñas ondas en su cabello. Podía ver su espalda subir y bajar, el aire tibio escapando suavemente de su cuerpo lacio. La ropa holgada no hacía mucho escondiendo la regia anatomía de Aemond, pero Luke no estaba fijándose en ello, así que apartó la mirada.

Luke no tendría que levantarse a apagar la luz, porque dudaba que Aemond apreciase el gesto, y ya tenía puesto su pijama. Y recayó que, con esta, ya eran tres veces que compartía cama con Aemond. Y la primera que lo hacía estando completamente sobrio.

—¿Dónde entraste? —volvió a preguntar 

—En un lugar muy protegido. . . —murmuró—. Daemon. . . Él no quería que fuésemos ladrones, no pudo evitarlo con Helaena. No pudo con Aegon. Trató conmigo dejándome una prueba que se suponía que no podría realizar por la complejidad. 

Las ideas comenzaron a volar en su cabeza, teorizando qué lugares Aemond podría haber asaltado. Asaltado sin ser visto. Sin provocar ruido ni levantado la voz de los medios como muchos de sus robos lo hacían. 

—¿Dónde? —la curiosidad le hacía cosas malas en el estómago. 

—No le puedes decir a nadie —Aemond susurró—. Nadie sabe. Solo Daemon. Era parte de la prueba.

Dios. . .

—¿Entraste en el área cincuenta y uno? —susurró. 

Aemond se enderezó para mirarlo, había una mueca casi de desagrado en sus facciones ebrias. 

—¿Por qué habría entrado ahí? —cuestionó—. Es de mal gusto. 

—¿Al pentágono?

Otra mueca despectiva. 

—¿Alguna bóveda en la–. . . 

—Está en Londres. 

Luke palideció.

—No me jodas.  

Él volvió a esconderse, su cabello le hizo cosquillas en el mentón. Luke se ladeó buscando su mirada, la incredulidad debía estar plasmada en sus facciones. 

—¿Te metiste al palacio? —él no respondió—. ¿Al palacio de Buckingham?

—Podría ser. . . 

—¡¿Al palacio!?

La mano de Aemond cubrió su boca. Su único ojo lila lo observó mientras tocaba sus labios con el índice en una señal de silencio. 

—Es secreto —dijo—. Nadie debe saber. 

Luke estaba más concentrado en la piel tibia sobre su rostro, que en el hecho de que Aemond acababa de confiarle lo que debía ser una de sus más grandes confidencias. Dudaba que lo recordase mañana, y Luke no le refrescaría la memoria. No le diría a nadie, tampoco. Asintió a sus palabras, y entonces Aemond alejó sus dedos. No se movió. Estaba cerca. Estaba muy cerca. 

Reaccionó antes de que él pudiese acortar la distancia, tapando la boca de Aemond esta vez con su propia mano. Su aliento tibio chocó contra su palma, Aemond no hizo nada para alejarlo.

—Mañana —murmuró. 

—Lo recordaré. 

—No lo dudo. 

Sí lo dudaba. 

Aemond tenía memoria fotográfica, pero eso no le impedía al alcohol provocar estragos en su cerebro. Una cosa era recordar todo lo que veía, y otra era poder acceder a esos recuerdos nublados por el licor. Aemond estaba demasiado ebrio para recordar algo más que algunas imágenes aisladas.  

Luke pensó que era mejor así. Dudaba que Aemond disfrutase saber que alguien había sido capaz de verlo en ese estado tan. . . amistoso. Y si lo recordaba y estaba bien con eso, entonces Luke estaría bien recordándole todo. O casi todo. 

Su mano aún cubría la boca de Aemond, él aún lo miraba. Luke se inclinó y besó su propio dorso donde deberían estar sus labios si no los estuviese escondiendo. 

Aemond suspiró. 

No se durmieron después de eso. En su lugar, Aemond estuvo cerca de otra media hora parloteando en una voz baja y algo mal modulada. Le contó sobre Vhagar, sobre cómo fue que se metió al palacio —a Luke aún le costaba procesar ese hecho—, le contó sobre su infancia. Le habló un poco sobre sus padres, no fue mucho. Cuando finalmente le dio sueño, no tuvo más que acomodarse aún abrazándolo.

—¿Dormirás acá? —él preguntó. 

—Es mi habitación. 

—Cierto.

Aemond se durmió después de eso, y Luke fue capaz de notar, antes de lograr quedarse dormido también, que no se despertó ni una sola vez. 

Para variar, también descubrió lo agradable que era dormir abrazando a alguien.

L

esos memes de salvar el semestre en tres semanas no era de bromis (saquenme de acá por favor)

Hace muchos, muchos días dije que escogieran entre A&Q o curiosidades. Ganaron las preguntas, pero igual haré un apartado de curiosidades más adelante solo porque sí. Celebramos un año, todo vale.

Se realizará de la siguiente manera:

Yo responderé cualquier pregunta que hagan respecto a la trama, personajes, autora, situaciones que hayan provocado dudas, futuros personajes, lo que deseen.

Responderé todas las preguntas que tengan, no importa cuántas sean, ni el día que lean esto. Un día o un mes, acá podrán preguntar y serán respondidxs.

¿Pueden haber spoilers? Sí, pero pequeños.

Espero de corazón que no pregunten algo como: "¿Cómo terminará?" o "¿sí morirá X personaje?", porque no podré responder, o no responderé correctamente. ;;; Así que, sin más preámbulos:

[Dejen acá sus preguntas]

Yo les dejo acá muchos besos.
muamuamuamua.

buenoadiós.

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