Capítulo veintisiete: "Acácia."

N/A: VOLVIIIII

Vacaciones y actualizaciones riman porque van de la manito siono. Capítulo sin editar, podría tener errores.

Como ya dije, serán capítulos más cortos pero más "rápidos" de actualizar. Así que los spoilers vistos en Tiktok seguramente pasarán como en tres capítulos más. Así que, ya saben, spoilers JAJAJA

El capítulo va dedicado a Olidami que le prometí la dedicación cuando actualizara.
Sé que tardé meses :(, pero feliz cumpleaños atrasado, hermosx. Te deseo especialmente lo mejor, interactúas con esta historia desde que inició y eso lo atesoro siempre en mi corazón. Tqm.<3

"Im really glad you think I'm so funny
I don't think I'm ever gonna let you leave
"Do not enter" is written on the doorway
Why can't everyone just go away?
Except you, you can stay."
Treehouse. Alex G, Emily Yacina. 

Aemond le abrió la puerta cuando la tocó. Estaba seco y la mitad de su cabello atado despejando su rostro. Dudaba que Aemond se hubiese hecho un flequillo a propósito, los mechones que caían enmarcando su rostro debían ser el producto del corte a ras que debía tener antes de dejárselo crecer. En cualquier caso, se veía bien. Elegante. Llevaba una camiseta de cuello de tortuga que se ajustaba a su cuerpo y unos pantalones de mezclilla rectos.

Solo le faltaba un bonito reloj de marcar para combinar con el atuendo. Era una lástima que este pesara sobre su propia muñeca, escondido por su ropa ordinaria.

Luke se descubrió aguantando la respiración al levantar la mirada. Después se sintió estúpido por su propia innecesaria debilidad. Luego abrió la boca y finalmente la cerró presionándola en una sonrisa ligera que Aemond no correspondió.

—La reunión era a las nueve —dijo, apoyando un antebrazo en el marco de la puerta—. Son las nueve y media.

Bien, si él sujeto iba a mantener su acidez, Luke tampoco cambiaría nada.

Luke hundió las manos en los bolsillos de su abrigo y se balanceó sin interés.

—Un ladrón me distrajo en el camino hacia acá —comentó—. Se parecía a ti.

—¿A mí?

—Pero era más guapo.

Aemond alzó las cejas, la sombra de una sonrisa amenazó con curvar sus bonitos labios finos. Lo vio ladear ligeramente la cabeza en inclinarse en su dirección. Si Luke no estuviera viendo las siluetas del resto de qsu familia en el interior de la casa, casi habría pensado que iba a besarlo.

—¿Te robó? —él preguntó, empleando un tono

Sus ojos escanearon el cuerpo de Aemond de pies a cabeza. Él no se inmutó.

—Quizás yo le robé a él.

Se habían despedido hacía una hora cuando volvieron caminando de la cafetería. Tomados de la mano. Luke no tenía en mente la posibilidad de que Aemond, el hombre más arisco, pulcro y serio que jamás conoció, fuese un sujeto de piel que buscaba activamente establecer algún contacto. Él primero había caminado a su lado y, en algún momento, terminó envolviendo sus dedos en un gesto al que Luke correspondió enlazándolos y balanceándolos.

Aemond dijo que era un niño, pero no lo detuvo.

Se sentía ciertamente tonto no haberlo notado antes; como cuando Aemond tocaba su nuca o cabello, o sujetaba su rostro para buscarle heridas. O que se dejase tocar, siendo que era evidente lo mucho que lo odiaba. Cada vez que Aegon o Daeron le tocaban el cabello Aemond los apartaba de mala gana.

Luke podía hacerle trenzas y Aemond solo bajaba los hombros sin cambiar su expresión huraña.

Estaba por hablar para solicitar la entrada cuando Aemond volteó porque llamaron su nombre desde el interior del departamento. Profirió un "pasa" y recibió el celular que Daeron le extendía.

—¿Quién?

—Gwayne.

Aemond frunció la boca y llevó el teléfono a su oreja. Su voz se moldeó de una manera radical cuando cambió el idioma. Aunque la molestia era evidente porque no era ese el tono que empleó cuando se dirigió a él la noche anterior.

—¿Quién es Gwayne? —curoseó.

—Nuestro tío —Daeron dijo, soltando una risita ante las palabras de Aemond—. De lado materno, Daemon lo odia, pero es un buen tipo, siempre nos manda cartas para nuestros cumpleaños. ¿Qué te pasó en las manos?

Luke siguió su mirada y recayó en sus manos vendadas. Negó encogiéndose de hombros.

—Me quemé sacando algo del horno —dijo, y luego volteó hacia Aemond—. ¿Qué dice?

Dejaron a Aemond hablar unos segundos antes de que Daeron comenzase a traducir. Hizo un sonidito.

—Mh, tu familia es una mierda, preferiría morir antes que ir para allá. . . —Aemond siguió hablando—. Uh, que te follen.

—Ich werde diesen alten Mistkerl selbst umbringen, wenn er nicht aufhört, mich zu belästigen (yo mismo mataré a ese viejo bastardo si no deja de molestarme).

Alguien gritó al otro lado.

Daeron hizo una mueca. Luke se obligó a pensar en algo que no fuese Aemond gritando en alemán, porque definitivamente verlo enojado en otro idioma era curiosamente atractivo.

—Groserías —dijo—. Más groserías. . .

Aemond se quedó en silencio, Luke podía escuchar un parloteo furioso al otro lado, pero no entendía qué decían. Volteó hacia Daeron, Daeron miraba el teléfono con una nueva seriedad. Aemond también había bajado los hombros, como si de pronto realmente estuviese considerando lo que sea que Gwayne estaba diciendo.

—Aemond. . .—Daeron musitó.

El tipo siguió hablando hasta que Aemond lo interrumpió.

—No, antes muerto —y colgó.

—Podrías fingir que vas, les robamos y te devuelves.

El rostro de Aemond evidenció un rechazo evidente.

—Como pise un centímetro de esa casa se encargarán de no dejarme salir nunca —él replicó—. Solo mira a Gwayne. Me sorprende que tenga un teléfono.

—Es el número de mamá.

Aemond hizo un gesto evidenciando su propia razón y le devolvió el dispositivo.

—Nadie irá a Alemania —zanjó—. Nuestra vida está acá.

—Quizás quieren ayudar.

—Si quisieran ayudar, ayudarían —Aemond peleó, devolviéndole el teléfono—. No es ayuda si está condicionada.

Luke avanzó hasta la mesa en silencio, situándose en la silla disponible junto a Aegon. Helaena se sentó a su otro lado sin decir palabra; Luke no admitiría el escalofrío que lo recorrió frente a su caminata silenciosa. Ni siquiera la había notado, ella solo apareció a su costado como un fantasma.

La observó por un segundo, algo rápido y esquivo; sus iris se movían de manera errática y curiosa, Luke no podía dejar de notarlo desde que lo descubrió cuando ella llegó. Aemond le dijo que esa condición se llamaba nistagmo, y algunas personas con albinismo la poseían. Aegon también tenía, pero era más sutil.

—¿No ven mal? —curoseó, dejando en segundo plano el intercambio entre Aemond y Daeron—. Así como, tembloroso.

Helaena parpadeó al voltear en su dirección, Aegon solo apoyó su cara en una mano.

—Es congénito —ella dijo—. Vemos igual que tú.

—Visualmente, la luz nos afecta más que el nistagmo —Aegon convino. Luke asintió—. Nuestro padre era tan sensible a luz que usaba lentes de sol cada vez que salía, incluso en el supermercado.

—¿Y ustedes?

—Las habitaciones con tonos demasiado fríos, especialmente blancos —ella dijo—. Me provocan jaqueca.

Luke ni siquiera se había planteado si la luz de su habitación podría molestar a Aemond. Quería pensar que se lo diría, pero no podía poner el cien por ciento de su confianza en ello. Le preguntaría.

—¿Van a seguir peleando por Alemania o vamos a hablar sobre el robo? —Aegon curoseó.

Los tres voltearon hacia Aemond y Daeron, que seguían gestualizando sobre si era buena idea ir a Alemania o no. Luke entendió que Gwayne le había ofrecido a Aemond un sitio en la casa, y en la empresa, a cambio de que se quedase allá unos meses. Porque, al parecer, el abuelo de los cuatro estaba considerablemente enfermo y quería dejar la empresa en manos capaces.

—La única razón por la que me quiere a mí es porque soy el único con el que pueden fingir normalidad —Aemond señaló, tocando su palma con el índice—. Es tan fácil como decir que estoy comprometido con una mujer y listo, dejo de ser gay.

—Tiene un punto ahí —Aegon admitió.

—¡No lo tiene! Ni siquiera sabes si han cambiado —Daeron gruñó, Caraxes Segundo asomó su cabeza por la orilla del sillón ante el grito—. Quizás ahora que el abuelo se está muriendo no tienen su presencia encima, él es el más religioso de la familia.

Helaena levantó la mirada y volteó hacia Daeron, ganándose su atención.

—¿Dejaríamos de ser ladrones si Daemon muriera?

Daeron cerró la boca. Todos guardaron silencio, uno fúnebre y tenso. Incluso Luke se acomodó en su asiento con incomodidad ante la sola idea. Podía admitir que fue un comentario oscuro y filoso.

—Pero no lo digas así. . . —Aegon musitó.

—No es lo mismo.

—Es lo mismo —ella cortó.

Aemond frotó el puente de su nariz y se dirigió a Daeron otra vez. Luke apretó los labios.

—De, la imagen que ellos muestran ahora solo es una ilusión —dijo, Luke apreció su paciencia, el cuidado que puso en sus palabras—. Quitaron a Aegon de su herencia en lugar de ayudarlo cuando tenían la oportunidad, ignoran a Helaena desde que los diez, y a ti no te hablan si no es para pedirte favores.

—Y los campos de conversión —Helaena agregó.

Luke no se perdió la tensión que adquirió el semblante de Aemond cuando volteó hacia ella. Daeron levantó la mirada por igual, primero hacia su hermana y después hacia él. Se encontró con sus ojos por un momento, obviamente había algo más ahí, Aemond no era de los que perdía la compostura por un simple comentario.

—¿Te enviaron a–. . .

—No, Daemon no lo permitió —espetó, pasando por encima del tema—. El punto es que esa familia no nos quiere, solo nos necesita.

—Gwayne nos quiere.

—Y seguramente mamá también —Aegon agregó—. A su manera, eso no significa nada.

—La gente que te quiere no te hace daño —Aemond sentenció.

Volvió a reinar el silencio. Luke apreció como Daeron caminaba por la estancia con un evidente mal humor. Vio a Aemond apretar los labios y abrir y cerrar las manos, buscando liberar un poco de su propia tensión. Cuando Daeron volteó, señalándolo con la mano extendida, Luke parpadeó.

—¿Y tú? —dijo—. ¿Qué opinas?

Luke parpadeó cuando los cuatro pares de ojos se situaron sobre él. Primero se acomodó sobre su asiento, después negó apretando los labios.

—No creo que sea algo que me competa. . .—balbuceó, pasando de los ojos de Aemond a los de Aegon y Helaena—. Digo, nunca he visto a su familia materna. . .

Y los problemas familiares en su propio círculo ya eran lo suficientemente cuestionables como para que Luke se considerase algo reacio a opinar sobre otras familias.

Su tío mató a su padre por la herencia y se dedicó a mantenerlos aislados de todo el mundo, atormentándolos, con tal de que ninguno lo supiera. Hasta hace poco, Luke incluso estaba seguro de que su padre había muerto por su culpa.

Fue escalofriante la similitud con la historia de El Rey León.

—Está bien, Luke —Aegon murmuró—. Es un tema complejo.

—No es complejo, y ustedes son unos hipócritas —Daeron señaló a Aemond y Aegon, Luke no se perdió su expresión abofeteada—. Quieren a Daemon y lo abandonaron en la cárcel por cinco años, y él los perdonó.

Aegon abrió la boca, dispuesto a debatir, y Daeron levantó un dedo.

—Tú me arruinaste la infancia y te perdoné —alegó—. Helaena se fue.

Aegon cerró la boca, Luke no se perdió el brillo furibundo y la inusual molestia surcando sus facciones. Aemond ni siquiera hizo el intento por hablar cuando Daeron volteó hacia él.

—Soy bastante consciente de mis errores —Aemond masculló.

—Por tu culpa atropellaron a Luke, y te perdonó —dijo igual, y Luke no disfrutó el ligero temblor en el labio de Aemond cuando lo miró de reojo.

Luke habría preferido que lo dejasen fuera del tema, especialmente porque el recuerdo seguía causándole escalofríos. No le gustaba que usasen sus problemas para reprochar a otros; lo del atropello fue una situación  que arregló con Aemond. No le debía explicaciones a nadie más. Era perfectamente capaz de resolver sus propios asuntos y exigir o pedir disculpas cuando era necesario.

—La gente que te quiere puede ser la que más daño te hace —Daeron sentenció—. Y si esa familia quiere intentar las cosas bien otra vez, se merece la oportunidad tanto como cualquiera.

—No es lo mismo —Aegon masculló.

—Y si son una basura, como dicen, entonces–. . .

—¡Ella te dijo que eras un error! —Aegon interrumpió. Daeron palideció a sus palabras, permaneció estático en su lugar mientras Aegon se acercaba—. ¿Te acuerdas? Que ni siquiera deberías haber nacido.

Luke recordaba que una vez Daeron le había comentado eso. Hace meses cuando celebraba su cumpleaños el había dicho "ni siquiera debería haber nacido", y Luke lo consideró raro. Triste. Saber que fue su madre se lo había dicho solo lo volvía más escalofriante.

—Pues cae en mí perdonar eso, ¿no? —Daeron se defendió, su tono volviéndose una octava más aguda cuando Aegon le hizo frente—. Papá había muerto hace poco y–. . .

—¿Y qué? —espetó—. ¿Puede llegar y decirte que tu existencia es un error? ¿Llamarte después de años para pedirte hablar con tu hermano? ¿De qué puta oportunidad me hablas, Daeron?

—Eso no–. . .

—Aemond y yo nos esforzarmos por reconstruir las cosas con Daemon, aún nos esforzamos, esfuerzo, ¿lo entiendes? Méritos —Aegon señaló, tocando su palma con el índice—. Aemond y Luke arreglaron sus diferencias, y por eso lo perdonó, porque reconoció su error e hizo todo por arreglarlo, y lo que es más, nunca lo excusó. Jamás. Supo desde el primer momento que la mierda que hizo estuvo mal. Helaena te ofreció un lugar con ella en Bristol y tú te negaste, y ella se fue porque es libre para hacer lo que quiera con su vida.

Si alguien notó el temblor en su voz, nadie lo hizo evidente. Aegon solo tragó y continuó.

—Yo dejé el alcohol por ti, porque soy consciente cada día de la mierda que te hice vivir, y ese recordatorio es lo único que me mantiene lejos de una botella, pienso "no volveré a decepcionar a mi hermano", y lo cumplo. Me pediste algo y lo hice —él espetó. Luke no tenía idea que esa había sido su motivación, habría jurado que era para arreglar las cosas con Daemon—. Así que sí, la cagamos y nos perdonaron porque buscamos resolver lo que hicimos. Con o sin perdón nos habríamos esforzado, al menos para no repetir el círculo. Dime, Daeron, ¿qué han hecho ellos que merezca perdón?

Él no respondió. Luke no se perdió el temblor en su labio inferior, y la palidez que adquirieron sus nudillos frente a la fuerza con la que los apretaba. Aegon no esperó su respuesta.

—¡Dímelo!

Daeron bajó la mirada y negó a la acusación dolorosa en el semblante de Aegon. Fue un momento silencioso y tenso, pesado e incómodo. La manzana de Adán de Daeron se meció cuando el tragó.

—Nada. . . —Daeron susurró.

—Nada —repitió, negando a su propia voz trémula. Seguramente a Aegon le dolía tanto como a todos la dejación. Quizás le dolía más el reproche de Daeron, Luke no lo sabía—. No han hecho una mierda. Desaparecen por años después de arruinar los lazos con todos, y ahora vuelven creyendo que merecen algo. ¿Sabes qué? No me importa una mierda qué cosas merezcan, te diré qué no se merecen.

Aegon tocó con su índice el hombro de Daeron. Daeron permaneció estático, incluso cuando Aegon pasó por su costado y tomó del perchero su abrigo.

—A ti —dijo—. Deja de esforzarte por buscar el cariño de ellos, cuando tienes acá a gente que daría su vida por ti. No estás siendo justo con nosotros.

—¿Dónde vas? —Aemond preguntó cuando todos observaron como Aegon mascullaba cosas inentendibles mientras caminaba hacia la puerta—. Aegon.

—A fumar —gruñó—. De todas formas no van a planear el robo ahora.

El portazo resonó en el pequeño departamento cuando Aegon salió.

El silencio que lo siguió fue interrumpido por un segundo portazo, esta vez desde la habitación que Aemond compartía con Daeron. Luke ni siquiera notó cuando Daeron se fue.

—Voy con Aegon —Helaena anunció por lo bajo. Aemond asintió sin ganas y ambos la vieron salir. Al menos Helaena no cerró con un portazo.

Aemond se dejó caer sobre una de las sillas exhalando un suspiro agotado. Luke presionó los labios ante el contraste con el chico sonriente que había estado con él en la cafetería. Lucía triste y solo, por más que tratase de aparentar estoicismo.

—Es un problema de cuatro —Luke musitó, levantándose de su silla para acercarse a donde Aemond de había sentado.

—Estamos rotos. . . —él murmuró, frotando el puente de su nariz—. No sé cómo vamos a superar todo esto.

Situó una mano sobre su espalda y regaló una caricia ligera que Aemond no rechazó. Luke lo vio incorporarse un poco, por lo que estableció una serie de roces encima de la ropa.

—Tiempo —Aemond lo observó de reojo, Luke no cambió su expresión—. Antes fingían que no pasaba nada, ahora al menos lo están afrontando.

—No sé qué es peor.

Luke tampoco, pero decirlo definitivamente no ayudaría a Aemond. En su lugar suspiró y continuó con las caricias sobre su espalda.

—¿Qué necesitas? —Luke preguntó en su lugar.

Era más fácil ayudarlo sabiendo qué quería, que intentar adivinar y terminar arruinándolo todo más.

Notó sus hombros subiendo y bajando antes de que Aemond exhalara un nuevo suspiro y negara.

Lo vio enderezándose y parpadeó al verse rodeado por sus dos brazos aún desde su asiento. Luke bajó la mirada y apreció su cabello albino, no tardó en llevar una mano hasta la zona para enredar sus dedos entre las hebras suaves. Aemond hundió la cabeza en su pecho sin soltarlo, Luke solo se dedicó a repartirle caricias distraídas.

—No te quedes de pie mucho rato —Aemond murmuró, su voz fue una cosa suave y sofocada por su ropa—. Te dolerá el tobillo.

Luke mordió su mejilla para esconder una sonrisa y en su lugar se acomodó sin moverse de su lugar. De vez en cuando miraba hacia el pasillo, atento a la posibilidad de que Daeron saliese de la habitación y los pillase. Aemond no parecía preocupado por eso.

—Entonces tendrás que soltarme para que me vuelva a sentar —dijo. Escuchó el sonidito de rechazo que Aemond emitió y lo sintió negar—. ¿No?

Aemond no respondió con palabras, en su lugar hizo hacia atrás la silla y con un movimiento veloz que Luke no logró esquivar o prever, lo sentó sobre su regazo.

Sobre su regazo.

Luke. Estaba. Sobre. Su. Regazo.

Estaba a su altura, quizás un poco más alto, con ambas manos situada sin presión sobre sus costados y el rostro impasible de Aemond observándolo a muy poca distancia. Tuvo una visión privilegiada de su boca suavemente curvada en su eterna sonrisa maliciosa, y el sutil brillo divertido titilando en su ojo bueno. Luke ignoró de manera deliberada el revoltijo que sacudió su estómago y quiso reemplazarlo por molestia al verse sorprendido, pero no había nada más que una insospechada calidez y el latir acelerado de su corazón.

Aemond inclinó su rostro y juntó sus narices. Luke se permitió ese segundo de completa paz para respirar de su oxígeno y grabarse su rostro en la retina.

El aroma a loción de Aemond inundó sus pulmones, y el ligero toque superficial de sus dedos sobre su espalda evocó hormigueos que cosquillearon desde su columna hasta su nuca.

Pasada la sorpresa inicial, Luke no demoró en removerse buscando ponerse de pie, tampoco haciendo un verdadero esfuerzo. Aemond no lo permitió, abrazando su cintura. Luke quería reír y enojarse.

—Estás loco. . . —susurró, observando hacia el pasillo con pánico y después a Aemond otra vez—. Si Daeron nos ve. . .

—No lo hará.

—No sabes eso —masculló—. Suéltame, primero hay que decirle.

Recibió una negativa tosuda a la que Luke gruñó por lo bajo. Situó una mano sobre su cara cuando Aemond volvió a inclinarse en su dirección y lo alejó, cuidando de no hacerlo con fuerza. Su ojo bueno lo observó con una ceja arqueada entre sus dedos, tomó su mano y ojeó las vendas aún adecuadamente enrolladas alrededor de su piel quemada.

—¿Vas ahora? —él preguntó, rozando la tela blanca.

—Ahora —Luke asintió—. Así que tendrás que soltarme.

Aemond no hizo ningún ademán por dejarlo ir, en su lugar ladeó su cabeza, había un nuevo aire malicioso cubriendo sus bonitas facciones. Él tiró de su muñeca para acercarlo, Luke no peleó, disfrutando de la cercanía que él mismo aumentó cuando situó una mano sobre su mejilla y frotó la piel suave.

—No puedo sin motivación —susurró.

Su voz baja y malvada hizo cosas malas en su sistema débil.

Luke acarició la comisura de su boca con el pulgar y se inclinó para depositar un roce austero y mezquino sobre su labio inferior que coronó con un beso igual de corto.

—Otro —Aemond solicitó.

—¿Me estás copiando?

Él no respondió, en su lugar extendió su boca, formando una trompa graciosa.

—Yo no caigo ante esas cosas —advirtió—. No soy tan débil como tú.

—Pero lo eres —Aemond peleó, sonriendo de lado antes de volver a hacer el gesto—. Otro.

Luke no ocultó una sonrisa divertida a esa imitación, no alegó por ella, en su lugar sostuvo adecuadamente su rostro y juntó sus bocas.

El placer recorrió su cuerpo y erizó su cabello, la agradable calidez se volvió espesa cuando Aemond presionó con mayor ahínco su cintura y lo acercó más a su propio cuerpo.

Luke se perdió entre sus besos y el contacto que Aemond estableció al deslizar una mano bajo su abrigo. Bajo su playera. Directamente sobre su piel caliente. Dedos tibios rozando su columna. Luke estaba perdido, y agradeció estar sentado porque sus piernas definitivamente habrían temblado ante ese asalto.

Luke no estaba seguro qué tanto más podía tironear de su propio autocontrol cuando Aemond parecía saber perfectamente qué sitio tocar para volverlo una cosa blanda y accesible. Debía parar cuando aún podía. Debía parar, no porque no quisiera o no le gustasen los dedos de Aemond rozando su espalda, sino que por el lugar. Daeron estaba en la habitación continua. Estaban arriesgándose mucho. Demasiado.

Se separó con un chasquido, y relamió sus labios.

—Debo ir. . . —susurró, recibiendo los besos cortos que Aemond continuó dejándole.

Aemond terminó por soltarlo con un suspiro, y Luke no demoró en ponerse de pie. Antes de caminar hasta la habitación donde Daeron se había metido, tomó la cara de Aemond y dejó un beso gracioso sobre el arco recto de su nariz.

—Sin hacer pucheros —dijo—. Llorón.

Aemond blanqueó los ojos.

—Jamás.

Encontró a Daeron sentado en el marco de su ventana, no demoró en buscar un sitio a su lado. Si no fuese por la escalera de incendios, esa maniobra podría ser considerablemente peligrosa, especialmente estando en el último piso. Luke estaba seguro de que con escalera o sin ella, Daeron seguiría sentándose allí.

Daeron balanceó sus piernas de una manera graciosa mientras observaba el cielo nublado. La lluvia había cesado poco después de que Luke llegase a casa, ahora solo quedaba la bonita imagen del asfalto mojado y el inconfundible aroma a lluvia. Y un chispeo sutil. Volvería a llover pronto, el pronóstico llevaba días anunciado una tormenta.

—¿Cómo está tu pie? —Daeron curoseó. Su tono era una cosa apagada y adolorida, triste.

Luke lo movió y se alzó de hombros. Hacía bastante que había sanado el esguince que tuvo, ya entrenaba sin preocupaciones y no había dolor a menos que el frío o la humedad fuese demasiado. A veces le dolía después de trabajar demasiado tiempo de pie, o de subir muchas escaleras, pero era una cosa de costumbre. Eventualmente se le pasaría.

—Lo suficientemente sano como para ganarte en una carrera —dijo.

Recibió una risa corta.

—Sueña.

Un maullido fue audible desde la puerta. Era agudo y chillón debido a que Balerion seguía siendo una cosita diminuta que pasaba rabias cada vez que Caraxes segundo se le acercaba mucho. Lo gracioso era que Caraxes era también un cachorro deseoso por jugar ahora que tenía la energía y salud para hacerlo.

Los maullidos continuaron hasta que la puerta se abrió a medias para dejar entrar al gato –junto con una voz baja y suave que musitó un "permiso"–, y luego volvió a cerrarse cuando este estuvo dentro. El gato maulló feliz.

—Siempre consigue lo que quiere —Daeron musitó.

—Es difícil decirle que no.

—Todo porque tiene una historia triste y algunas cicatrices.

Luke levantó al pequeño gatito, era cierto que tenía algunas marcas en sus orejas, y varias en su morro posiblemente por husmear mucho en las latas de atún vacías.

—Y una cara tierna —agregó, consiguiendo que Daeron girase la cabeza para mirarlo. Sonrió a su expresión—. ¿No te gustan los gatos?

—Me gustan —Daeron dejó un toquecito sobre su cabeza—. Prefiero a los perros.

Se hizo el silencio corto en el que Luke balanceó sus pies y acarició a Balerion.

Después Daeron comenzó a hablar.

Habló sobre por qué le molestaba tanto que sus hermanos no le diesen otra oportunidad a su familia. Habló de lo mucho que lo enojaba ser solo una herramienta para la mayoría de la familia. Habló de que le gustaría que le contaran todo, y no solo lo que querían.

—O sea, ¿cómo es posible que no supiera que quisieron enviar a Aemond a un centro de conversión? —él cuestionó, gesticulando al aire con las manos—. ¿Tú sabías?

—No tenía idea.

Pero la sola idea le provocaba escalofríos. ¿Y si Daemon no hubiese estado para proteger a Aemond? Luke ni siquiera quiso pensar los horrores que se vivían allí, y lo horrible que habría sido para Aemond. Saber que su propia familia quiso enviarlo ahí, a sabiendas de los métodos poco ortodoxos para "convertir" a sus integrantes le decía mucho sobre cuan poco realmente lo querían.

Daeron se enojó más. Estuvo cerca de treinta minutos puntualizando por qué sus hermanos eran unos idiotas. Luke de vez en cuando comentaba algo o hacía alguna pequeña observación que Daeron agradecía y seguía alegando. Cuando finalmente pareció quedarse sin cosas por las que molestarse, soltó un largo y retenido suspiro que pareció llevarse toda su energía.

Luke llevó una mano hasta su espalda y depositó una caricia amena sobre toda la extensión. No la apartó cuando Daeron se enderezó.

—Eres el único con el que puedo hablar y va a escucharme —él musitó, su voz volviéndose una cosa trémula y triste.

—Creo que tus hermanos te escucharían si les hablaras —Luke se aventuró—. Solo debes ser sincero. . .

—¿Y decirles qué? —gruñó—. "Chicos, perdonen, pero no supero la idea de que mi mamá no me quiera."

—Ese es un buen inicio —dijo, ganándose una risa amarga—. Nadie va a juzgarte por querer tener una relación con tu madre, De.

—Ellos no quieren tener nada que ver con ella.

—Pero tú sí —Luke puntualizó—. Y ellos quieren verte feliz, si hablas con ellos seguramente podrán llegar a un consenso. Hablar, no enojarse.

Lo vio apartar la mirada, su perfil se perdió en las luces nocturnas de Londres, y estas brillaron sobre sus ojos en retribución. Luke no tenía más que decir. Y Daeron pareció simplemente detenerse a considerar lo que había dicho. Él asintió.

—Es una buena idea —murmuró.

Dejaron el tema ahí. Daeron no volvió a mencionarlo, y Luke fue un poco más feliz sabiendo que Daeron lo intentaría, al menos.

Entonces se sumieron en un silencio apreciativo.

Le gustaba estar en silencio con Daeron; no había tensión en la falta de palabras, simplemente una compañía cálida. Luke podría estar en silencio con Daeron por horas si no fuese porque su amigo definitivamente era incapaz de no hablar por tanto tiempo seguido. Solo cuando investigaba cosas en sus computadores lograba mantenerse callado, y solo porque generalmente se encerraba solo a investigar y recopilar información. Luke se quedó un día con él y Daeron no dejó de parlotear sobre lo que hacía, cómo lo hacía, qué computadoras eran mejores.

Le enseñó a doxear gente –Luke descubrió que era terroríficamente fácil–, y vio come hackeaba las cámaras del evento en donde robarían a Dalton Greyjoy.

Pero Luke, muy a su pesar, no estaba ahí para compartir el silencio con su amigo, y no demoró en hacérselo saber. Estaba ahí para decirle lo suyo con Aemond.

Para variar ese era un día para contar secretos, porque luego le entregaría la carta a su madre y le contaría todo. Las carreras, Borros Baratheon, cómo consiguió la carta, Adrian Tarbeck. Omitiría a Misarya porque no quería arriesgarse a perder el contacto con ella.

Volteó hacia Daeron y notó que él hizo lo mismo en su dirección.

—Necesito decirte algo —Daeron dijo.

—Necesito decirte algo —Luke dijo.

Parpadeó al eco que se produjo por haber hablado al mismo tiempo. Los dos rieron, entonces Luke lo señaló.

—Adelante —dijo. Cualquier cosa con tal de evitar un poco lo inevitable.

Daeron negó.

—Tu primero.

Luke asintió. La vida no era para cobardes. Él no era un cobarde.

Su padre era mafioso, su tío era mafioso, su madre era tenebrosamente fuerte para poder lidiar con ambos. Su mejor amigo era un ladrón –al que podría agregarle varios otros adjetivos en base a sus movimientos ilegales–, su interés amoroso tenía un listado de crímenes perturbadoramente largo. Tenía conexiones con tres mafiosos diferentes, dos de ellos posiblemente lo querían muerto para ese momento. Y, Luke estaba seguro, había contribuido al asesinato de más de una persona.

Definitivamente no era un cobarde.

Igual pensó en inventar algo e irse.

Lo que sea. Que Jace lo necesitaba para organizar su cumpleaños. Que su madre quería que fuese a comprar algo. Que su gato estaba enfermo. Que le prometió un paseo a Joffrey. Incluso que Laenor necesitaba que lo llevase a alguna parte. Lo que fuese.

Los ojos de Daeron esperaban una respuesta, y Luke ya no podía seguir extendiendo su secreto. No después de lo de esa tarde, sabiendo que las cosas con Aemond se volverían recurrentes y eso implicaba no mantenerlo oculto.

—Hombre, te pusiste pálido —Daeron señaló.

—Me preocupa que te enojes —confesó. Se sintió un poco mejor después de eso—. No quiero que esto afecte nuestra amistad.

—¿Esto? —Daeron repitió, soltando una risita. Luke podía decodificar un ligero nerviosismo—. No vas a decirme que te gusto, o algo así, ¿verdad?

Luke abrió los ojos con sorpresa antes de soltar una risita igual de nerviosa y negar con manos y cabeza. Daeron suspiró. Luke se tragó las náuseas.

—¿Entonces? —él cuestionó—. ¿Qué pasó?

Tiró del cuello de su propia playera para aligerar la presión en su garganta, e hizo algunos gestos con sus manos, como si de esa manera pudiera darse a entender.

—Aemond y yo–. . . —carraspeó—. Digo, Aemond y–. . . Hace algunas semanas él y yo. . .

—¿Volvieron a pelear?

—Sí–. . . No, o sea sí, pero —Luke pensó que definitivamente Dios debía estarse riendo de él en el Cielo—, ¿recuerdas esa noche que fuimos al club y golpearon a esos tipos que casi me secuestran? Jasper y‐. . .

—Jason.

—Jasper y Jason —Luke asintió—. Los gemelos.

Daeron pareció tentado a decir algo, entonces apretó los labios, escondiendo una sonrisita, y simplemente asintió. Luke juntó sus propios dedos y los llevó a su boca, luego señaló a Daeron con los mismos.

—Lo besé.

Daeron volvió a asentir. Luke esperaba algo mucho peor. Quizás había sobrepensado demasiado la situación, Daeron no era un idiota inmaduro, y no solía reaccionar mal a menos que algo realmente lo sobrepasara. Para él no debía tener mucho peso, posiblemente estaría pensando que era un desliz o algo pasajero.

Luke necesitaba hacerle entender que no se trataba de eso, que aún si él mismo tenía sus dudas, Aemond definitivamente no era un desliz. Un desliz podría ser un error o un impulso, Aemond era todo menos ello. Llevaban mucho tiempo aprendiendo a soportarse.

—No sé en qué momento pasó, realmente. . .—balbuceó—. Empezamos a trabajar juntos, me protegió en varias ocasiones y–. . . En algún momento comenzó a gustarme.

—Aemond —Daeron puntualizó. Luke asintió—. ¿Y le dijiste?

Volvió a asentir.

—Yo–. . . Él y yo como que lo hablamos hoy-. . . Digo, lo que sentimos y eso —sentía su cara caliente, sus manos sudaban. Debió haber insistido en tener un guión, haber practicado con Aemond definitivamente no fue suficiente para ese momento—. Y estamos. . . Tu sabes.

—¿Saliendo? —Daeron se aventuró.

—Digo, ¿algo así? —lo vio arquear una ceja—. O sea no.

La cara de Daeron fue incluso más difícil y complicada.

—Hombre, te digo ahora que mi hermano no es para ratos. . . —inició—. No quiero tener problemas porque le hiciste daño–. . .

—No —Luke cortó—. Él no es para ratos. Él me gusta, me gusta en serio, me gusta mucho. Pero me importa lo que sientes, y si no estás cómodo. . . O si te molesta, digo, entiendo si te molesta, y si estás enojado o quieres golpearme no voy a alegar o algo.

Luke estaba perdiéndose en sus propios balbuceos, y era humillante. Él no balbuceaba, odiaba ponerse nervioso. Había algo en Aemond que lograba destrozar sus escudos y volver sus piernas como gelatina. Lo ponía nervioso, y eso era malo. Era más malo que más gente lo viera así.

—Solo quería que tú lo supieras primero —dijo—. Te mereces la verdad.

Decirlo lo volvía incluso más factible. Se volvía real y extraño. Quizás Daeron no fuese el primero en descubrirlo, porque Daemon y Aegon los habían pillado y Laenor tenía un radar agudo para esas cosas, pero definitivamente era al primero al que Luke deseaba decirle. Su opinión era la única que realmente le importaba en ese tema. Y la de su madre, obviamente, pero sabía que su madre no tendría ningún problema.

Daeron le sostuvo la mirada por algunos segundos, Luke no la apartó, y se permitió apreciar el genuino brillo púrpura reluciendo en sus ojos. Sus raíces albinas no habían sido retocadas desde hace meses, ganando espacio en su cabeza azabache. Daeron no había mostrado ganas de querer teñirlo otra vez, quizás finalmente estaba perdiendo ese interés por cubrir su albinismo. Luke nunca lo había visto con el cabello completamente blanco salvo por un par de fotografías cuando era pequeño.

—Eso quería decirte. . . —Luke murmuró—. Me gusta Aemond.

Lo apreció asentir. Él ni siquiera se movió de su sitio, simplemente lo miró con un aire divertido mientras ladeaba la cabeza.

—¿Pensabas que me iba a enojar? —él curoseó.

—No lo sé —admitió, paseando una mano por su cabello—. Solo pensaba en decírtelo a ti, habría entendido cualquier reacción.

Daeron se acercó más a su costado, rozando sus hombros. Luke no hizo nada por alejarlo, en su lugar, esbozó una sonrisita amena cuando Daeron frotó sus cabezas.

—¿Por qué iba a enojarme? —Luke se encogió de hombros. Literalmente se había metido con su hermano a escondidas siendo su mejor amigo, era una razón válida—. Aemond se merece alguien que lo quiera más que nadie en este mundo. Que tú seas esa persona. . . Sí, me parece bien.

Se mantuvo quieto, pero atento a Daeron, especialmente cuando notó que no quiso agregar nada más. Inhaló y exhaló, percatándose de la extraña sensación de alivio al poder haber sido sincero. Y que todo hubiese salido bien.

—¿Qué querías decir tú? —Luke curoseó.

Daeron guardó silencio, de reojo notó como presionaba ligeramente la boca antes de negar con ligereza y alzarse de hombros. Su boca se curvó en una sonrisa amena que Luke observó antes de volver su mirada al paisaje brillante.

—Seguramente alguna tontería —Daeron dijo, exhalando una risa entre dientes—. Gracias, Luke.

Luke frunció el ceño, la confusión fue evidente, pero no tan notoria.

—¿Por qué?

—Por estar —murmuró—. Por ser mi amigo. 

Una sonrisa sutil y amena extendió las comisuras de su boca. Luke asintió y lo imitó, frotando sus cabezas.

—Estaré siempre —prometió.

Este espacio es para dejarles el significado de las flores en los títulos hasta ahora.

Jacinto silvestre: Juegos peligrosos.

Adonis: Recuerdos dolorosos.

Besfálias: Tus ojos me embelesan.

Celedonia: Primer suspiro amoroso.

Enerdo: Dicha momentánea.

Dalia amarila: Unión recíproca.

Lila: Primera emoción del amor.

Acácia: Amor platónico.

El siguiente capítulo es el fragmento de un personaje, irá dedicado a la persona que adivine de quién.

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