Capítulo veintiséis: "Lila".

TW: Ninguno, chan chan.

N/A: El otro día fui al supermercado con mi hermana y me puse a comentarle mis ideas para esta historia. Estuve cerca de dos minutos hablándole antes de darme cuenta de que mi hermana se había ido por otro pasillo y junto a mi había una señora.

Triste.

En fin, ojalá les guste el capítulo. Encontrarán la traducción en los comentarios (ya entenderán).

¿Les dije que Manu Chao es de mis cantantes favoritos?

Le dedicó este capítulo a _-Little_Sunshine-_ tqm<3

Besitos jiji

"Me gusta la moto, me gustas tú.

Me gusta correr, me gustas tú.
Me gusta la lluvia, me gustas tú.
Me gusta volver, me gustas tú."
Me gustas tú. Manu Chao.

Luke caía. Caía. Caía. El viento azotaba su rostro y la oscuridad se materializaba en un ser que le abría los brazos, listo para recibirlo.

Pero Luke no dejaba de caer. O de hundirse. De pronto ya no estaba seguro de la diferencia.

El vacío era una infinidad de tétricos susurros y lamentos que estallaban contra sus oídos sin tregua. Eran un eco desaforado de personas sin rostro ni nombre que lo absorbían más y más, y más y más. Y Luke no podía escapar, no podía ver ni respirar. Solo podía gritar a costa de sus propios pulmones, que pronto comenzaron a llenarse de la brea que lo consumía.

Luke se hundía en la oscuridad, y su único pensamiento constante era si sería necesario luchar contra ella. ¿Para qué? Siempre llegaría donde mismo; a esa oscuridad absoluta, solitaria y desoladora.

Quizás ya era tiempo de dejar de pelear.

Luke. . .

Quizás hundirse no era tan malo.

Luke. . .

¿Cómo lo sabría?

Despierta. . .

No quería despertar. Pero no quería seguir cayendo. Quería descansar. Solo un poco de paz sin tener que huir constantemente.

Luke, despierta. . .

Abrió los ojos y se vio asediado por el vacío que solían dejar esas pesadillas. Algo helado y abrumador que lo obligó a observar hacia todos lados mientras se llenaba de una bocanada profunda de aire. No había luz asomándose por las cortinas, Luke supuso que seguía siendo de madrugada, pero la habitación estaba iluminada por su lámpara; era sutil pero estable, y la dejaba encendida para Aemond.

Aemond lo observaba de vuelta. Su único ojo bueno evidenciaba su despertar reciente, algo entrecerrado y adormilado. El otro permanecía cerrado. Sin parche. Aemond lo miraba en un silencio particular, serio y atento. No se movió cuando Luke llevó una mano hasta su rostro para cerciorarse de que era real. Real y palpable, y de que estaba allí junto a él.

Notó muy tarde que temblaba. Él mismo, todo su cuerpo se veía envuelto por espasmos repetitivos y evidentes. Especialmente para el par de manos que lo sostenían.

—Una pesadilla —murmuró, intentando aclarar su garganta. Soltó una exhalación trémula.

—Eso pensé.

Luke tragó el mal sabor en su boca y respiró el aroma ligero al shampoo de Aemond. La cicatriz de Aemond se sintió suave contra su pulgar. Notó que no evadía el contacto.

—¿Tú aún tienes? —cuestionó.

Cualquier conversación era mejor que seguir dando vueltas a ese escenario lúgubre y desolador. Aemond debió notarlo porque no hizo preguntas. Él solo se acomodó en la cama angosta aún abrazándolo. Porque lo abrazaba. Desde esa primera vez, cada vez que pasaba la noche terminaban así, y ya llevaban cuatro noches —aunque no habían vuelto a hacer nada—. Y Luke se machacaría los dedos con un martillo antes de admitir en voz alta que le agradaba compartir su cama y a su gato con Aemond, pero lo hacía.

Era conciliador tenerlo respondiendo sus preguntas nocturnas con esa voz armónica y suave. Y cuando Aemond se movía entre sueños, Luke era víctima de un cosquilleo gracioso porque dormía con el cabello suelto.

Y Daemon ya lo sabía, lo que significaba que probablemente su madre lo sabía. Y Aegon lo sabía. Daeron no lo sabía.

Debía. Decirle. A. Daeron. Debía contarle él, o Aemond, no podía enterarse por alguien más. Daeron merecía la verdad, aunque fuese un asunto que solo los competiese a los dos. Si todos sabían, él no debía vivir en la ignorancia.

Pero Luke no encontraba el momento, no encontraba las palabras y cada vez que practicaba comenzaba a sentir la cara caliente y a entramparse con las letras.

Le diría. O Aemond lo haría. Le dirían.

No podía evadir la realidad toda la vida. Ya llevaba evadiendo el tema de la carta por días, inventándose excusas que lo mantuviesen alejado de lo que sea que dijese ese papel, y la conversación posterior con su madre sobre por qué lo tenía.

—No tan recurrentes —él murmuró, Luke levantó la mirada para observarlo y notó su ojo bueno cerrado—. Mysaria tenía razón en eso, duermo mejor ahora.

—¿Por qué?

Aemond se encogió de hombros, Luke siguió la forma de su labio inferior con un aire distraído. La piel de Aemond era suave, tibia y perfecta. Tan blanca que cada ínfimo vaso sanguíneo parecía resaltar el triple. Y sus labios eran bonitos. Eran finos y rosados, contra la piel albina lucían incluso más rojizos. O quizás solo estaban algo irritados por los besos.

Se habían besado bastante antes de decidir dormir, y Luke entonces aceptó en que era un adicto. Adicto a los besos de Aemond, a sus manos sosteniéndolo mientras sus bocas se encontraban, al cosquilleo de su cabello, al hormigueo en sus labios.

Luke ignoró el calor en su propio cuello.

—Arreglé las cosas con mis hermanos —Aemond dijo—, arreglé las cosas con Daemon, me alejé de Cole y arreglé las cosas contigo. Creo que estoy un poco en paz.

—Todavía me caes mal —Luke musitó de una forma casi instintiva.

La boca de Aemond se curvó contra su dedo. Él dijo algo más, y todo en Luke se detuvo al recaer en su tono. En sus palabras. En la pronunciación.

Jeden Tag glaubst du es weniger, Welpe —él emitió. Su voz fue más profunda, peligrosa, sin dejar de ser tentadoramente suave. Todo en su semblante se modificó al cambiar el idioma, como si fuese una nueva persona hablando.

—¿Y eso?

Und ich hasse dich jeden Tag weniger.

—¿Qué dijiste? —insistió, incorporándose para alzarse algunos centímetros sobre su cuerpo. Aemond sonrió.

—Que también me caes mal —Aemond pellizcó su mejilla—. Y que eres ruidoso, como un perro.

 Luke soltó el aire en un bufido y se dejó caer otra vez a su costado. Aemond lo recibió, y entonces estaba nuevamente envuelto entre sus brazos. Y eso era surrealista. Era extraño. Era incorrecto. Esa seguridad no debería venir del par de manos que trataron de ahogarlo más de una vez, su buen humor no debería ser producto del tipo que lo atormentó por meses.

Cerró los ojos, seguía siendo avanzada la noche y tenía trabajo mañana. Debía dormir.

—Antes de conocerte no soñaba con nada —Luke observó las facciones de Aemond, recortadas por la luz tenue cuando volvió a abrir los ojos—. Entonces llegaste tú.

—¿Soñabas conmigo?

—Pesadillas —él asintió, Luke notó que su boca se tornaba en una línea fina, y que la mano de Aemond en su costado dejaba un roce sutil sobre la ropa—. Después del accidente morías en mis sueños, una y otra vez.

No tenía claro qué responder a ello, aunque la idea de protagonizar ese tipo de pesadillas no sonaba realmente alentadora.

—No dormía —musitó—. Semanas y semanas soñando contigo muriendo en mis brazos. Cuando finalmente estuviste mejor y te di tu moto, Cole me drogó y explotó mi casa.

Luke apreció su risa amarga. Le dolió más de lo que esperaba.

Podía soportar a Aemond; no soportaba a ese sujeto desagradable. Su nombre apestaba cada conversación, era peor que decir groserías. Luke deseaba lavarse los dientes cada vez que debía pronunciar su nombre en voz alta.

En su lugar encontró los dedos de Aemond bajo las sábanas y los enredó. Y la mano de Aemond estaba tibia. Y su pulgar frotó sus nudillos. Y Luke no quería soltarlo. Y no quería dormir, ni levantarse. Solo quería esa paz, esa tranquilidad; disfrutaba de la certeza de estar a salvo. Le gustaba compartir su pequeño espacio con él.

—Estará reconstruida pronto —musitó, despejando su rostro de un mechón de cabello—. Y yo estoy vivo.

Se vio escrutado por ese iris. Aemond simplemente lo observó en silencio, algo largo y tendido que finalizó cuando él asintió y chocó sus frentes sin fuerza. Con cuidado.

Era perturbador verlo comportarse como un ser humano decente.

Pero no iba a quejarse.

—Lo estás —él dijo.

—Y no moriré pronto.

Aemond parpadeó en su dirección.

—No creo que tú puedas decidir eso.

—Lo hago —Luke jugó con su pulgar, sintiendo la respiración de Aemond acariciar la piel de su mejilla—. No puedo morir, mi familia me necesita. Volveré del infierno si algo me pasa.

Aemond lo observó en silencio. Un silencio observador y calculado, después se removió y apoyó la cabeza en su brazo.

Memento mori —dijo.

Non omnis moriar —Luke respondió.

Apreció en primer plano la manera genuina en que sus facciones pasaron de algo relajado a una sorpresa evidente y graciosa. Sus dos cejas se arquearon, una un poco más que la otra, y su boca perdió su sonrisa para torcerse en algo agudo y perspicaz.

—Entiendo que yo retengo todo porque no puedo olvidar lo que leo o veo —observó, sin hacer nada cuando Luke se reacomodó utilizando su mismo brazo como apoyo—. Pero, ¿y tú?

—Me gusta leer —Luke admitió, parpadeando bajo el roce que Aemond depositó sobre su nariz—. Cuando niño no era mucho de hacer amigos, prefería quedarme leyendo lo que llamara mi atención.

Quizás no estaba siendo del todo sincero al mencionar algo tan extenso como "me quedaba en casa".

Luke no sociabilizaba. No tenía amigos. Apenas hablaba con sus padres y con Jace, y no lo hacía para comentar algo sobre él mismo. Era retraído, muy retraído, y muy curioso. Podía pasar todo el día leyendo sobre Griegos y Romanos, sobre la forma en que se resolvían ecuaciones complejas porque las matemáticas llamaban muchísimo su atención.

Su padre inventó, entonces, un juego.

Una pregunta a cambio de una pregunta.

La sinceridad era la única regla. Si alguno llegaba a mentir, perdía automáticamente. Luke descubrió que las preguntas de su padre siempre eran sencillas de responder:

"¿Cómo te sientes hoy?", "¿Disfrutas la escuela?", "¿Los niños te tratan bien?". Luke respondía, pero no tenía nada que preguntar de vuelta así que acordaron que podía ahorrar sus preguntas y hacer una solicitud con las que tuviera.

Luke ahorró veinte preguntas y le pidió a su padre una vuelta en su motocicleta. Tenía siete. Su padre lo hizo, porque un trato era un trato, y entonces subió el precio a treinta preguntas por una vuelta después de que su madre los regañase a los dos. Luke ahorró sus preguntas cuántas veces pudo. A veces gastaba algunas para saber más sobre las motocicletas, o sobre cosas en específico, pero solía guardarlas.

Su padre le debía treinta preguntas cuando falleció.

—¿Y qué llamaba tu atención? —Luke parpadeó hacia la pregunta de Aemond.

—Cálculos y geometría —bostezó—. Mitología, poesía, literatura, ¿vas a seguir interrogándome? Ya perdiste dos preguntas.

Lo vio abrir la boca, después cerrarla. Lo vio inclinarse y sintió una mordida en su labio inferior. Luke sonrió.

—Eso es trampa —Aemond murmuró.

—Aprendí de un tramposo.

Recibió un tirón suave en su cabello, en lugar de devolverlo, dejó un pequeño beso sobre su boca. Le gustaba besarlo. Era injusto querer besar tanto a una persona tan insoportable.

—Hay que dormir —musitó, besándolo y besándolo—. Mañana trabajamos.

Aemond asintió y no volvió a decir nada más, aunque podía sentir la sonrisa a través de su boca. Y odiaba que sonriese cuando estaban a solas porque era incluso más atractivo cuando lo hacía, y Luke lo quería ahorcar por gatillar esa clase de innecesarias reacciones.

Lo apreció acomodándose sobre su cama y entonces Luke se vio envuelto en sus brazos.

Lo abrazó por igual.

—Tengo menús completos, uno normal y uno vegetariano.

—¿Ya están listos mis panqueques?

—Necesito mis sándwiches.

—Y dos jugos. . .

Las órdenes parecían llover sobre Aemond y Laenor. Por ello Luke atrapó su cabello con un pañuelo y entró en la cocina directo a lavarse las manos.
Aemond y Laenor trabajaban con rapidez, en un silencio interrumpido por intercambios breves.

Estaban saturados, y la tensión en los dos eran evidente en sus facciones. Luke dejó a Daemon trabajando con Aegon y entró a apoyarlos cuando los vio demasiado estresados sacando pedidos.

Aemond cortaba, mezclaba y servía, Laenor cocinaba, amasaba y revolvía. Y aún así les faltaban manos para terminar todos los diversos pedidos que se acumulaban colgados sobre uno de los muebles principales.

—¿Ya están listos mis sándwiches?

—No.

La cocina estaba caliente por el horno industrial, que terminaba de cocinar galletas que su madre había dejado armadas en la mañana.

—Vengo a ayudar —anunció.

—Falta armar y servir platos —Aemond indicó.

—Listo —dijo, ordenando platos por todo lo largo de uno de los mesones—. Tómenlo con calma, está todo bien.

—Salvo que los clientes comenzarán a alegar por la demora —Laenor dejó dos sándwiches a su costado y Luke los colocó y decoró en los platos. Algo cayó junto a él, Laenor masculló un juramento y lo recogió con rapidez.

—Si los clientes tienen problemas en esperar cinco minutos más entonces pueden ir a un sitio de comida rápida —sentenció—. No quiero que se vayan a lastimar por estar apresurados.

Luke recibió los huevos fritos que Aemond estaba terminando y dejó el plato en la ventanilla justo para ser retirado por Daemon. Aegon se asomó al mismo tiempo.

—¿Mis sándwiches? —preguntó.

Luke no era alguien con poca paciencia, especialmente cuando se trataba de trabajo, pero no pasó inadvertida la tensión en la espalda de Aemond y Laenor cuando Aegon ya se había aparecido tres veces para solicitar un pedido que se le dijo que no estaba listo. De las primeras cosas que solía enseñar era a respetar el tiempo en la cocina, porque estresarlos solo conseguiría causar confusiones.

Aegon no estaba entendiendo esa parte, y ninguno de los cocineros pareció dispuesto a limitarlo.

La palma abierta de Luke golpeó un par de veces el timbre junto a la ventanilla, consiguiendo un ruidito repetitivo y molesto. Pudo ver a Aemond mirándolo de reojo.

—Cuando suene así tu pedido estará listo —dijo—. Antes no.

—Está bien, perdona.

Aegon alzó las manos en un gesto de paz y desapareció, solo entonces Luke dejó sobre el mostrador dos sándwiches y tocó la campanilla. Aegon volvió a asomarse, su sonrisa se amplió al ver su pedido, lo tomó, lo situó sobre su bandeja y volvió a desaparecer.

Vio una sonrisa también en Aemond cuando sirvió en un plato una porción de papas fritas, más sutil y ligera. Él se quedó a su lado armando otro pedido.

Luke era un poco demasiado consciente del roce entre sus hombros cuando alguno se movía un poco para realizar cualquier mínima acción.

—¿Qué?

—Olvido que eres el jefe de este lugar.

Luke atribuyó el calor en su cara a la temperatura elevada que poseía la cocina.

—Mi mamá es la jefa —corrigió, moviéndose para entregar otra orden a Daemon—. Yo la ayudo.

—Tú llevas muchas de las finanzas —Laenor objetó—. Incluso Rhaenyra te reconoce como su socio.

No podía admitir en voz alta que Luke se había comenzado a encargar de la parte administrativa porque así podía mezclar el dinero de las carreras sin que nadie hiciese preguntas o sospechara. Mientras existiera estabilidad en los cálculos y Larys obtuviese su parte sin problema, nadie sospecharía. Luke sacrificaba sus propinas para no perjudicar el sueldo de los demás, pero no le importaba eso.

Luke decidió dejar la conversación ahí y se dedicó a armar pedidos y entregarlos. Entre tres el trabajo era a leguas más ligero y menos estresante, aunque la velocidad y constancia era un factor importante para mantener el ritmo.

—Aemond, ¿cuánto llevan las galletas en el horno? —cuestionó, notando el suave aroma a caramelo.

—Las puse hace veinte minutos.

—Las sacaré.

Aemond asintió, más interesado en terminar de armar otro par de sándwiches. Luke pudo ver su espalda cubierta por una única camiseta de manga corta, y parte de su cuello pálido. Todo su cabello estaba adecuadamente recogido, y un pañuelo blanco despejada su rostro. Igual que Laenor. Aunque el de Laenor era azul.

Luke tomó la barra del horno y el dolor estalló en sus palmas de una forma inmediata y explosiva, serpenteando por toda la extensión de sus brazos.

Se apartó con rapidez, provocando un ruido sordo al cerrar otra vez el horno. Sintió sus ojos aguándose, lo cual fue tonto porque no sentía tristeza, era simplemente una reacción a la bofetada paralizante de dolor.

—¿Luke? —Laenor cuestionó.

—¿Qué pasó? —preguntó Aemond.

Luke se acercó al lavaplatos más cercano tras alegar que no pasó nada y dejó que sus manos se enfriaran bajo el agua. Sentía la piel palpitando contra el chorro helado.

—Eso no sonó como nada —Aemond alegó, aún desde su lugar, cocinando—. ¿Qué pasó?

Extendió de a poco sus dedos, notando el temblor sutil debido al dolor. No era grave, pero ardía. Hacía mucho que no se quemaba, porque solía ser bastante prudente al momento de moverse dentro de la cocina. Su madre lo regañaría, ella lo había instruido a siempre asegurarse de que las superficies estaban a una temperatura estable antes de manipularlas.

Soltó el aire y acunó el agua, permitiendo que el frío se llevase el ardor.

—Luke, háblam–. . .

—Me quemé —cortó—. Seguramente cerraste mal la puerta del horno cuando pusiste las galletas y la barandilla se sobrecalentó. No alcanzó a ser grave.

El silencio que lo sobrevino solo lo rompió Daemon cuando recibió un plato. Fue curiosamente vibrante; Luke casi podía sentir los pensamientos de Aemond mientras terminaba de servir los últimos pedidos.

Con el agua fría deteniendo la quemadura, dejó de doler después de unos minutos. Levantó las manos al creer tontamente que el dolor había mermado, entonces su piel recuperó su calor habitual y el dolor volvió a palpitar en su piel lastimada.

Sumergió las manos otra vez. En silencio. Agradeciendo que nadie hubiese visto su propia estupidez.

Cuando la campanilla anunció que el último pedido estaba listo, y Aegon se lo llevó, los tres se permitieron suspirar. Aunque Luke, en parte, por sentirse inútil en el lavaplatos simplemente aminorando una quemadura tonta. Aemond y Laenor por haber terminado la parte más pesada del día sin más complicaciones.

Volteó cuando notó un roce en su ropa y la presencia de Aemond a su costado.

—Déjame ver —él solicitó por lo bajo.

Luke lo hizo, levantando las manos del agua para dejarlas en evidencia a Aemond. Extendió sus dedos con lentitud y notó el hormigueo cuando fueron envueltos por las manos de Aemond. Eran más grandes, con dedos delgados y estilizados, uñas cortadas con cuidado y nudillos ligeramente rosados. Estaban húmedas porque las había lavado antes de acercarse. Eran bonitas, fácilmente servirían para anuncios publicitarios.

Aunque Aemond en sí podría servir para anuncios, su atractivo no era convencional, como Daeron, que llamaba la atención por su armonía, pero no dejaba de ser evidente. Aemond era bello. Poseía el rostro de un modelo.

Y ahora lo miraba con seriedad mientras rozaba su piel rojiza producto de la quemadura.

—¿Duele mucho?

Luke se alzó de hombros y centró su atención en el dolor, buscando establecer un nivel. Dolía, era latente y sordo que abarcaba toda la extensión de sus palmas y le impedía cerrar del todo la mano. Aemond frotó su muñeca, esperando su respuesta sin soltarlo. El contacto era agradable.

—Me duele —admitió—. Pero no es insoportable.

—Te duele —Aemond pareció quedarse solo con eso y vacío la fuente para volver a llenarla con agua fría—. Iremos al hospital, le diré a Daemon.

—No es necesario, no es tan grave.

—No sabes eso.

Debió moverse, quitando las manos del agua en el proceso, e interponerse entre su cuerpo cuando Aemond hizo el ademán de moverse. Se enfrentó a su seriedad sin cambiar su propia expresión. Aemond señaló el agua, no dejó de mirarlo. Su único ojo era intenso, brillante. Le gustaba.

—Pon las manos ahí —ordenó—. Te vas a empeorar la quemadura.

—Las quemaduras son comunes en cocina —Luke dijo, recibiendo el agua fría con agrado. Los mandugueos de Aemond, por otro lado, no hicieron mucho para aliviarlo—. Si a la noche se ponen peor iremos mañana.

—Si a la noche se ponen peor, iremos en seguida.

Luke debió morderse la lengua para no responder algo desagradable.

Quizás Aemond se sentía culpable, se quemó por su descuido, pero estaba siendo exagerado, y Luke tenía una paciencia limitada. Laenor apareció y junto con el, un botiquín. Apreció a Aemond observando la caja repleta de medicinas, y pomadas. Laenor rebuscó y sonrió sacando una en particular

—Esta es la mejor —señaló—. ¿Las puedes sacar o te duele demasiado?

—Puedo —dijo, levantando las manos del agua para que Laenor las envolviese con cuidado en dos paños mojados, fríos—. No creo que debamos ir al hospital.

Laenor no objetó cuando Aemond tomó la pomada y comenzó a leer los componentes. Luke estaba notando al demonio en su hombro susurrar malas palabras porque el dolor acrecentaba su malhumor.

Aemond frunció el ceño.

—Deberíamos ir ahora —alegó, e indicó algo en la caja de la pomada—. Tiene cortic–. . .

—Cállate —Luke ladró.

—Aemond, ¿puedes ir a buscar vendas y gasa al otro botiquín? En este no quedan —Laenor solicitó, mostrando el paquete vacío—. Tiene que estar en el mostrador, sino en donde guardamos los objetos de limpieza.

Aemond lo hizo después de lanzarle una mirada corta. Cuando su cabeza albina desapareció por la puerta Luke suspiró.

—No tenemos otro botiquín.

Laenor soltó una risa baja mientras dejaba las gasas y vendas sobre el mesón, todo bajo su mirada incrédula. Aemond estaría un buen rato buscando las cosas antes de descubrir que no habían.

—¿Por qué–. . .

—Qarl es igual —dijo, acercando una silla para que Luke se sentase mientras Laenor cortaba trozos de gasa. Cuando se encontró otra vez con sus ojos, Laenor pareció notar su propia confusión—. Sobreprotector como nadie. Me hago un rasguño y piensa que son necesarios puntos, a veces es un poco exasperante.

—¿Y qué haces? —cuestionó—. Para que no enojarte.

No pudo no formar una mueca cuando dejó el paño frío a un costado y en su lugar Laenor presionó con cuidado gasa limpia sobre la piel mojada, sacándola lentamente. Dolió, Luke tuvo que morder su labio inferior y observar hacia otro lado mientras Laenor procedía.

—Tengo paciencia —dijo, sentándose delante para trabajar con más cuidado—. Recuerdo que él no piensa lo que yo cuando se preocupa, solo se preocupa porque es su manera de quererme. Extiende los dedos, hazlo con cuidado.

Laenor ya tenía experiencia tratando esas heridas. Trabajaba con ellos desde que su madre amplió la cafetería, mucho antes de que Luke naciera porque Laenor ya tenía cuarenta y tres. Él tenía un título universitario, pero disfrutaba más trabajando con ellos. Los cuidaba. Luke estaba seguro de que era gracias a Laenor que jamás tuvo problemas en cuestionar su sexualidad; creció viendo a su tío amar a otro hombre. Sabía que era normal, que no existiría problema si era él quien deseaba estar con un hombre algún día.

Eran la pareja más feliz y estable junto a sus propios padres –antes de que el suyo muriera–. Y Qarl era un hombre simpático

Blanqueó los ojos.

—Yo tengo paciencia —alegó.

La mirada de Laenor fue incrédula, casi burlona. Las arrugas bajo sus ojos se marcaron cuando sonrió y apretó su nariz.

—Eres un diablillo malhumorado —él dijo—. No dejes que la rabia nuble tu juicio.

—Tu tienes paciencia porque es tu pareja —Luke masculló, siseando cuando más gasa limpia terminó de secar las quemaduras.

Laenor puso pomada sobre una gasa y comenzó a esparcirla con delicadeza sobre una de sus manos. Escuchaban a Aegon y Daemon trabajando aún afuera, pero no habían llegado pedidos por lo que Luke supuso que todas las mesas estaban en el postre o simplemente tomando café.

—¿Y qué es él? —Laenor curoseó, señalando con la cabeza la puerta por la que Aemond había salido.

Sus ojos se alzaron con velocidad. Mucha velocidad. Se encontró con la curiosidad plasmada en las facciones adultas de Laenor. Lo vio alzar las cejas, como si esa reacción hubiese aclarado cualquier duda. Luke no habló, pero fue consciente del calor adueñándose de su rostro, especialmente cuando Laenor tarareó algo divertido y volvió a centrarse en sus quemaduras.

—No som–. . .

—No te atrevas a mentirme en la cara, Lucerys Velaryon, te vi nacer, te conozco tan bien como tu madre —él interrumpió, silenciando su intento de negativa—. ¿Crees que no me iba a dar cuenta que hay algo? ¿Yo?

—Nadie lo hizo —balbuceó.

Aegon solo los pilló por coincidencia, y Daemon se percató de la camiseta que Luke le prestó a Aemond. Ni siquiera Luke la había notado, simplemente le entregó la más grande que tenía para que estuviese cómodo. Coincidió con ser la que Daemon le había regalado para navidad, ¿por qué iba a saberlo? No estaba realmente pensando en ese instante.

Laenor pareció paladear su respuesta mientras vendaba su mano. Luego hizo lo mismo con la otra, poniendo pomada primero.

—Antes no les presté atención —Luke apretó los labios—. Ni siquiera notaron que había llegado.

Luke definitivamente no lo había notado. Pero, en su defensa, estaba lastimado. Podía equivocarse. Aemond no, él solo estaba distraído.

—¿No te sorprende? —curoseó—. Au.

Debió separar un poco los dedos para que Laenor los rodease con vendas, el tirón que lo recibió fue latente y doloroso. Extendió su labio inferior y Laenor se disculpó por lo bajo.

—¿Que te guste un hombre? No. Siempre dijiste que eso no te importaba.

—No me gusta —se apresuró a responder—. No me agrada, la mayor parte del tiempo es insoportable.

—Qarl también —Laenor dijo, esbozando una sonrisita divertida—. Y me casé con él.

Luke definitivamente no iba a casarse con Aemond.

—Tú sí le gustas.

Algo dio una voltereta rara en su estómago al escucharlo. De pronto su corazón era demasiado evidente golpeando su pecho, y el calor en su cara exhibía cualquier posible reacción que tratase de esconder.

—¿Tú crees?

—¿Por qué te importa si él no te gusta a ti?

Luke abrió la boca, luego la cerró. Abrió la boca otra vez y carraspeó.

Pensó en que no quería ahondar en cuánto sentía o no por él, pero que era importante saber lo que Aemond sí sentía.

—Lo han lastimado —dijo, ganándose un nuevo tipo de atención—. Le han hecho daño. Mucho daño. ¿Y si le gusto? No soy el mejor prototipo de pareja, Laenor, mi única novia me cortó porque era un idiota aburrido. Soy inestable, mi tío está loco.

—Tío paterno, mocoso, o pienso ofenderme —Luke se permitió una risa baja—. No creo que necesiten una respuesta ahora, Luke, ni tú ni él. Pueden disfrutar lo que tienen y descubrir si hay algo más. No es como que besarse un par de veces los comprometa. Mientras los dos estén claros.

—Aemond no lo está —Luke no pensaba admitir que le provocaba un revoltijo pronunciar su nombre en voz alta—. Él es gay, yo no lo soy. Y su último novio. . .

—Era un imbécil inseguro.

Luke asintió.

—¿Qué harás si a Aemond le provoca inseguridad tu orientación sexual?

—No tengo una.

—Exacto.

Luke frunció el ceño, Laenor lo masajeó con su pulgar mientras alegaba que le quedarían arrugas. Él se puso de pie para guardar todo, Luke no se movió de su silla, observando sus dedos vendados e ignorando el dolor ardiente. Ya había menguado un poco porque Laenor también le había puesto una crema analgésica.

—Supongo que seré bisexual —dijo, observando hasta donde podía abrir las manos antes de que doliera—. Me da igual.

—Pero no lo eres —Laenor objetó.

—Puedo serlo —Luke tenía cosas más importantes de las que preocuparse que descubrir su sexualidad—. Si eso lo deja a él tranquilo, entonces diré que soy bisexual. No me afecta, no me importa lo que la gente piense.

No planeaba ser la fuente de otra inseguridad en Aemond.

—Pero no te gusta.

No, no le gustaba. Porque si admitía que lo hacía, entonces admitiría que existía cierta debilidad hacia él. Que estaba perdonándolo por sus tormentos y aceptando ese humor de mierda que solía sacar lo peor de él.

¿Pero no lo había perdonado ya? ¿De qué le servía negar algo que todos daban por sentado? Sí le gustaba besarlo. Le gustaba tocarlo y que lo tocase. Le gustaba dormir con él, sentirlo cerca, su voz cuando estaba medio dormido y respondía alguna pregunta tonta que Luke hacía. Le gustaba cuando jugaba con su cabello y cuando se permitía estar sin el parche en la comodidad de su privacidad. Le gustaba cuando le decía que no a algo y terminaba cediendo entre alegatos. Le gustaba escucharlo hablar sobre algún tema extrañamente exacto e interesante. Le gustaba verlo leer. Le gustaba su atención a detalles tontos.

La puerta abriéndose silenció cualquier cosa que pudiese decir Luke, y le dio la bienvenida a Aemond. Los dos voltearon hacia él, él bajó la mirada a sus manos ya vendadas. Su único ojo bueno parpadeó.

—Al final encontré un poco más al fondo —Laenor dijo, esbozando una sonrisita inocente—. ¿Qué traes ahí?

Aemond observó la pequeña bolsa que colgaba de sus propios dedos antes de carraspear y acercarse.

—No encontré el botiquín —informó—. Así que fui a una farmacia a comprar.

Luke sintió la mirada de Laenor sobre él y tuvo que hacer un esfuerzo monumental por ignorarla y mantenerla en el rostro serio de Aemond. Algo volvió a apretarse en su pecho al escucharlo, fue desagradable, extraño, ligero, revoloteaba y calentaba su corazón, lo volvía débil.

Y definitivamente no sabía lidiar con esa cosa rara apuñalándolo sin dolor, especialmente cuando Aemond mostró una crema a Laenor y dijo que era mejor porque no tenía corticoides, porque los corticoides hacían Dios-sabría-qué en la piel y eso a la larga no era bueno. Luke solo lo veía hablar, serio, escuchaba su voz sin prestar atención a lo que decía. Simplemente lo miraba, intentando entender qué pasaba por esa cabeza retorcida. Intentando menguar su propio deseo por abrazarlo ante un gesto tan bonito.

Vio a Laenor atrapar los costados de la cabeza de Aemond, haciendo que se inclinase, y besar su frente de una manera ruidosa e impactante. La cara de Aemond fue un poema cuando lo soltó.

—Buen chico —Laenor dijo.

Aemond seguía estático incluso después de que Laenor pasase a su costado.

—Aún así te toca lavar los platos —agregó, consiguiendo una mueca en Aemond.

Luke se enfrentó a la intensidad de su mirada cuando Laenor ya no estaba entre ambos. Aemond extendió la bolsa y Luke la tomó porque sus dedos no estaban del todo vendados. Descubrió pomadas, muchas vendas y muchas gasas. Muchas. Sonrió.

—Gracias.

Pero los ojos de Aemond seguían sobre sus manos.

—Te quemaste por mi culpa.

—Fue tu responsabilidad —corrigió, dejando la bolsa sobre el mesón—. Estás aprendiendo, los errores pasan, no es grave y no estoy enojado.

—¿Sabes cuántas veces me quemó Luke? —Laenor convino—. Tengo cicatrices en lugares recónditos por su culpa.

Luke lanzó una mirada corta a su tío. Laenor se carcajeó y volvió a encender uno de los fogones de la cocina cuando un pedido se comenzó a formar en la pequeña máquina que los conectaba con los garzones.

—Daemon también me quemó varias veces.

—Y yo quemé a Daemon —Aegon convino, asomándose por la ventanilla—. La última mesa fue una pesadilla, Daemon fue a fumar.

—Entonces debes estar atento a los clientes —Laenor señaló. Aegon asintió y desapareció—. Aemond, tu también.

Laenor hizo un gesto hacia la ruma de platos sucios que Aemond tenía que lavar. Luke formuló un sonidito bajo.

—Si quieres puedo ayu–. . .

—No —chasqueó la lengua ante la negativa, rotunda e innecesaria—. Vete a adelantar las cuentas o algo.

—Puedo mover los dedos.

—Deberías estar descansado el tobillo —Aemond rezongó—. Quédate lejos de cosas calientes o filosas por un rato, eres un tormento a mis nervios.

Aemond hizo el amago de seguir hablando, probablemente continuando el innecesario regaño, sin embargo Luke no lo permitió. Observó a Laenor, dándoles la espalda mientras cocinaba algo. Había puesto música, música fuerte, y tarareaba.

Atrapó las mejillas de Aemond, usando sus dedos para no pasar a llevar sus palmas quemadas, y lo obligó a inclinarse para plantar un beso fugaz sobre su boca. Fue fugaz, y por ello algo austero. Luke pronto se descubrió dejando dos, tres, cuatro contactos hasta que Laenor dijo algo y tuvo que separarse.

Sonrió a la expresión en blanco de Aemond, entonces lo soltó.

—Estaré sacando cuentas.

—Pueden irse, solo debo terminar de ordenar algunas cosas acá y cerraré —Luke dijo—. Mi madre necesita ayuda para la cena de mañana.

—¿Qué cena? —Aegon curoseó, acomodando un pequeño bolso sobre su hombro.

—Por el cumpleaños de Jace —Aegon continuó sin entender, Luke levantó la cabeza de la computadora y se enfrentó a sus ojos lila—. Mi hermano.

—El novio de Helaena —Aemond agregó.

Daemon anunció que se iban, Laenor y Aegon hicieron lo mismo. Aemond no lo dijo en voz alta, pero también lo vio acomodando su ropa dispuesto a marcharse.

—¡Ah! Me cae bien, ¿cuántos cumple?

—Veinticinco —Laenor dijo—. Luke, no tardes mucho, lloverá a la noche.

Luke asintió sin interés.

—Bonita edad —dijo—. ¿Qué le podemos regalar?

Volteó su mirada a la computadora y dejó de prestarles atención. La campanilla sonó cuando salieron, parloteando sobre los regalos que le podían dar a Jace hasta perderse en una esquina.

La noche ya había oscurecido las calles, y el interior de la cafetería estaba iluminado por las luces cálidas de sus lámparas. Las cortinas abajo y el letrero de cerrado le permitían una privacidad extra mientras terminaba de calzar cuentas en silencio.

Suspiró ante la tranquilidad.

La compañía de Daemon y su familia había dejado de ser algo que lo tensaba hace mucho. Saber que contaba con ellos, con su apoyo y amistad, lo tranquilizaba. Eran fuertes, Jace estaba a salvo en Bristol teniendo a Helaena con él, y su madre y Joffrey estaban prácticamente todo el día resguardados por Aegon, Daeron y Daemon, porque les gustaba más estar en su casa que en la propia. Luke podía relajarse y respirar ante el conocimiento de que estaban a salvo. Y él mismo, sabiendo que Aemond cumplía su palabra y lo mantenía fuera de peligro.

Toda su familia a salvo, tranquilos y felices, lentamente recuperándose y avanzando.

Apoyó la espalda en su silla y suspiró, permitiéndose simplemente relajarse y disfrutar del momento a solas.

—¿Te falta mucho?

Su corazón dejó de latir por un segundo, su sangre se congeló y, al mismo tiempo, el espasmo por el susto consiguió que todo su cuerpo diese un brinco humillante y espantoso. Un segundo. Solo un maldito segundo de paz pedía.

Volteó, observando con espanto a Aemond y su rostro igual de sorprendido.

—Me asustaste —balbuceó, llevando una mano a su pecho para detener el acelerado palpitar—. ¿Qué haces acá?

—Te acompaño —obvió. Aemond tenía esa capacidad de hacerlo sentir idiota con ese tono condescendiente tan insoportable—. ¿Te falta mucho?

Luke observó el computador y luego a Aemond otra vez. Negó frotando su cuello.

—No, estoy terminando.

Debió obligarse a permanecer enfocado en los números y letras, y no en el ligero aroma a loción y shampoo que invadió su espacio cuando Aemond se inclinó a su costado y situó ambas manos sobre sus hombros. Sus dedos amasaron la zona, sacandole un chasquido porque le dolían los músculos producto de una tensión en la que ni siquiera había reparado.

Luke tecleó más cosas, se felicitó por no equivocarse. Se felicitó por respirar en silencio y no pensar en ese mismo aroma característico adherido a su almohada.

Succionó su labio inferior y mordió la piel sensible sin fuerza, respirando de una forma extremadamente pausada y consciente.

—¿Cómo está el gato? —curoseó, únicamente porque el silencio era más pesado que cualquier respuesta que pudiese recibir de Aemond. Los dedos masajearon su cuello, Luke debió esforzarse por no alegar ante el dolor.

—Le compré la comida que recomendaste —Aemond comentó—. Debo llevarlo al veterinario, pero creo que está bien.

—¿Cómo le pondrás?

Luke descubrió que poco después de que Aemond consiguiese hacerse amigo del gatito callejero que encontró en el callejón del edificio, decidió adoptarlo. Dijo que eventualmente se acostumbraría a las alergias, así que simplemente llegó a su departamento con el pequeño animal.

Supuso que Daemon fue incapaz de decirle que no, porque encontró al gato al día siguiente cuando fue a verlos.

—¿Cómo se llamaba el dragón de tu historia? —Aemond curoseó sin dejar su trabajo. Lentamente el dolor pasó de ser algo palpable a diluirse entre sus caricias—. El que crió a los tres hermanos.

—¿Balerion?

—Se llamará Balerion.

Asintió, de acuerdo con el nombre. Era bonito, y según su padre Balerion era un gran dragón negro. El gato no era un dragón, ni era grande, pero era negro.

Los dedos de Aemond eran ágiles, cuidadosos cuando apretaban puntos específicos y masajeaban sus músculos doloridos hasta relajarlos. Sus hombros, luego su cuello, sintió los pulgares contra la nuca y no pudo evitar un sonido bajo de satisfacción ante las falanges tibias acariciándolo.

La mejilla de Aemond rozó la suya cuando él prácticamente lo envolvió con su cuerpo. Luke estaba cubierto por él, acorralado y sin aire más que el oxígeno caliente que compartían los dos. Pensó en su boca dejándole besos fogosos en el cuello hace una semana, en su torso desnudo, marcado y tibio, que contra sus manos era suave y perfecto. Pensó en las manos de Aemond guiando sus caderas.

No lo habían vuelto a hacer, pero Luke lo recordó a diario cuando se encontraba en soledad. Su imaginación podía ser una buena amiga de vez en cuando.

—Estoy ocupado —dijo, sin apartar la mirada de la computadora.

—Eso no te detuvo.

—Era la única forma de callarte —tarareó—. Eres un hipocondríaco.

Su silla se giró, las manos de Aemond situadas en los reposabrazos y su ojo lila mirándolo con seriedad. Luke sonrió en su dirección y se apoyó en el respaldo de la silla, alzando la mirada.

—¿Qué?

—Hay que decirle a Daeron.

Luke hizo una mueca. No por la idea de decirle, sino porque no sabía cómo. Y porque probablemente tendría que ser él ya que si Aemond lo hacía, Daeron podría enojarse más. O sea, se enojaría, pero quizás se enojaría menos con él. Era su hipótesis, y Aemond la respaldaba. Pero quizás Daeron se enojaría el doble si Aemond decidía evadirlo. Y podría enojarse aún más si le decían los dos al mismo tiempo.

—Esta noche —dijo—. Yo le diré.

—¿Qué le dirás?

Chasqueó la lengua.

—¿Necesitas que te escriba un libreto? —Aemond cuestionó, Luke lo consideró hasta que Aemond agregó—. No te escribiré nada, idiota, tú tienes que saber qué le dirás. ¿Y si hablas de más y lo enojas?

Por un momento pensó en Laenor, y que según él Qarl era peor. ¿Cómo podía ser peor que ese sujeto desagradable? Luke realmente quería estrangularlo cuando se ponía así de pesado.

—Dile tú, entonces —acotó.

Aemond hizo una mueca.

—No, lo harás tú —sentenció—. Solo no lo arruines y termina.

Arqueó una ceja, frente a la actitud mandona de Aemond solo podía adquirir una personalidad incluso más audaz. Extendió una mano y tocó la punta de su nariz recta con su índice, ganándose un ceño profundamente fruncido.

Aemond era un imbécil gruñón, y a Luke no le gustaba su negación.

Pero le gustaba molestarlo. Por ello soltó un suspiro ruidoso que se ganó su atención, y prácticamente se derritió sobre la silla.

—No puedo sin motivación —dijo, empleando un tono sufrido. Luke estiró su labio inferior y volvió a suspirar.

Alcanzó a percibir un tic gracioso en el ojo de Aemond.

—Me voy —sentenció, soltando su silla—. Me cansaste.

Luke soltó una risita y se incorporó en su silla para poder terminar las dichosas cuentas.

Giró el asiento, pero pronto este mismo volvió a voltearse y Luke otra vez estuvo frente a Aemond. Una mano tomó su mandíbula para alzar su rostro mientras su boca le dejaba un beso corto sobre los labios. Aemond entonces volvió a enderezarse.

—Quiero otro —Luke solicitó, estirando su boca hasta formar una pequeña trompa. Aemond suspiró y volvió a besarlo, corto y mezquino—. Otro.

Aemond lo besó de nuevo.

—Otro.

—No abuses.

Otra vez estiró la boca, otra vez recibió un beso.

Sonrió, atrapando su cabello para poder mantenerlo cerca y esta vez asegurarse un beso adecuado, que produjo suaves chasquidos y requirió que Aemond apoyase las manos en los reposabrazos de su silla.

Estuvo cerca de un minuto besándolo antes de que Aemond se apartase.

—Termina ahí —dijo.

Luke lo hizo. Termino en diez minutos y solo necesitó ir a buscar su abrigo para irse.

Estaba poniéndose su sudadera cuando encontró a Aemond en la puerta de la cafetería mirando hacia afuera.

La lluvia que caía era torrencial.

—Supongo que no trajiste la moto —Aemond observó.

—No gastaré gasolina para un tramo tan corto, solo la traigo cuando Laenor necesita que lo lleve —los dos miraron otra vez las calles brillantes por el agua. Ninguno llevaba más que ropa de tela completamente no apta para el agua.

—Esperemos —Aemond sentenció—. Bajará pronto y no nos mojaremos tanto.

Asintió. Aemond cerró la puerta y el ruido de la lluvia se apaciguó un poco. Solo un poco. Luke se sintió algo tonto por no haberlo notado antes.

Dejó su bolso sobre la silla del mostrador y tomó su teléfono. Escribió a su madre que tardaría porque estaba lloviendo muy fuerte y no tenían ropa adecuada. Recibió un emoji con corazones. Daeron entonces le habló para pedirle que le dijese a Aemond que era un idiota y que le debía dinero. Le mostró el mensaje, Aemond arrugó la nariz.

Luke pensó que se veía bonito haciendo ese gesto.

—¿Qué apostaron?

—Yo dije que no llovía, él que sí —Aemond lanzó una mirada resentida a la puerta—. Él ganó, le debo diez libras.

—Triste.

Aemond rezongó.

Luke entonces anunció que tenía hambre, y los dos se dirigieron a la cocina. Estaba todo apagado, por lo que entre los dos se dedicaron a encender algunas luces y ojear entre la cantidad insana de comida algo que llamase su atención. Se sentó en uno de los muchos mesones que habían y balanceó los pies, todo bajo la mirada escéptica de su acompañante.

—Tú cocinarás —dijo Luke, haciéndole un ademán gracioso con la mano—. Escoge lo que quieras.

—¿Y tú qué? —él alegó—. No soy tu sirviente.

Luke extendió sus manos vendadas y esbozó una sonrisita inocente a su mirada hastiada. Aemond anunció que haría omelett's, Luke lo aplaudió porque le gustaban y a cambio puso música en su teléfono mientras él se amarraba el cabello y comenzaba a buscar entre los refrigeradores los diferentes ingredientes.

—¿Alguna canción? —vio a Aemond pensar mientras subía las mangas de su camiseta.

Sus antebrazos se vieron expuestos y con ellos el tatuaje en uno de ellos. Luke pensó irremediablemente en esas mismas manos sosteniéndolo mientras sus caderas chocaban y los dos se besaban, y Aemond marcaba su cuello y su cabello le hacía cosquillas, y su cuerpo semidesnudo le compartía calor y–. . .

—¿Me estás escuchando?

No.

—Sí, dime.

Y su voz no dejó nunca de ser una caricia en sus oídos, ni siquiera cuando pudo escucharlo jadear su nombre y tensarse contra su cuerpo. Y su cabello revuelto por el movimiento le hacía cosquillas. Y su ojo herido yacía sin su parche, permitiéndole una vista privilegiada de su rostro.

—The Trickster, de Radiohead —Aemond indicó, ganándose una mueca.

—No me gusta —sentenció, y entonces marcó una canción—. Esta es buena.

—Ni siquiera sabes lo que dice —Aemond alegó cuando recayó en que la canción estaba en español.

Los dos se quedaron en silencio para escucharla, Aemond cortando un poco de tomate, jamón y otros agregados mientras prestaba atención. Luke tarareaba. Cuando terminó la canción, Luke volvió a permitirle escoger una.

—Wicked Game, de Chris Issak.

Luke arrugó la nariz, pero la puso.

Otra vez la música los invadió.

Luke se acercó aún sentado y robó un trozo de tomate, ganándose una mala mirada. Hizo el ademán por tomar otro y se ganó un manotazo sobre el dorso de su mano.

—Se te ensuciarán las vendas —él dijo. Luke abrió la boca—. No.

Luke permaneció con la boca abierta hasta que Aemond bufó y le dejó ahí un trozo de queso que Luke comió con alegría. Volvió a abrir la boca, Aemond lo miró mal, pero volvió a darle de comer. Sus labios dejaron una caricia inconsciente sobre la punta de sus falanges cuando Aemond depositó el trozo de queso en su boca. Lo vio tensándose. Lo vio mirándolo de reojo.

Relamió sus labios  y a Aemond se le cayó un envase de plástico al suelo.

Estuvo parloteando sobre el cumpleaños de Jace y los arreglos para el viaje, porque se irían con Joffrey a Harrenhal por un tiempo.

Lo habían tomado bien, considerando que era para que su madre descansara de la violencia de Larys y pudiese estar tranquila con dos de sus hijos lejos del peligro. Luke no sabía bien qué pensaba Aemond de eso, además de su evidente descontento porque implicaba atrasar el robo, pero Luke también había notado que ninguno tenía mucha prisa por realizarlo.

Sabían que Daemon estaba persiguiendo a Cole, y que cuando lo encontrase los Targaryen tendrían de vuelta todas sus propiedades, o los nombres de la gente a la que Cole se las vendió.

Ya tenían a los Lannister, Luke se enteró de que habían recuperado la discoteca después del altercado con los gemelos. No quería saber cómo. Así recuperarían todo lo demás. Porque tenían muchas propiedades. Luke no había dimensionado el nivel de riqueza que poseían sino hasta que Daeron le pasó un listado con empresas, propiedades y acciones que poseían y recuperarían.

Eran asquerosamente ricos. Así como, muy ricos. Y confiaban en que Daemon lo solucionaría, así que Luke teorizaba que en ese instante estaban solo disfrutando el tiempo con Daemon y arreglando lazos. Y aprendiendo un poco de humildad.

Siguió con la mirada a Aemond mientras él cocinaba los omelett's. No hablaron mientras comían, ambos sentados frente a frente en una de las muchas mesas de la cafetería. Luke sí admitió en voz alta que estaba muy rico, Aemond asintió como respuesta. Siguieron comiendo. Después tomaron té. Después ordenaron todo otra vez. Después notaron que la lluvia seguía igual de atronadora y los dos la observaron sin ideas.

—Podemos quedarnos en silencio y esperar —Luke dijo—. Dudo que tengamos mucho cuando lleguemos.

Aemond lo observó por algunos segundos, posiblemente considerando la propuesta, y entonces asintió. Al final los dos eran más amigos del silencio y la tranquilidad con familias efusivas. Llegarían al departamento eventualmente y todo lo que tendrían serían muchas risas, ruido y gritos. No estaban de más unos instantes de introspección. Quizás podrían correr, llegarían en quince minutos y se cambiarían de ropa en seguida. Pero Luke realmente prefería esperar, con Aemond o no, le gustaba tener un tiempo sin tantas personas.

Y quizás sí quería estar un rato a solas con él.

Ambos se sentaron en el suelo con la pared como apoyo y respiraron. Existiendo. La lluvia golpeaba el techo, los vidrios y creaba un agradable sonido de fondo. Luke suspiró, escuchó a Aemond suspirar. Sus piernas estiradas eran más cortas que las de él.

—¿Qué querías la primera vez que viniste? —curoseó después de unos minutos—. Cuando pagaste por una vuelta.

—Tienes una pregunta menos —Aemond dijo, ganándose un resoplido—. Golpearte hasta que me pagaras.

—¿Y por qué no lo hiciste?

Lo vio guardar silencio. Todo en él sopesó una respuesta acorde en el tiempo que Luke le confirió para que pensara.

—Dimos esas vueltas y descubrí que hacía mucho que no me sentía así —él murmuró, Luke no entendió, Aemond lo notó—. Vivo.

—Estabas deprimido.

—Estaba. . . —Aemond pareció querer contradecirlo, pero al final simplemente asintió sin negarlo—. Supongo que lo estaba. Por años y años. Es extraño despertarme y sentirme feliz.

Luke asintió, satisfecho.

—¿Y tú? —Luke volteó hacia él—. Tienes los contactos, conoces a gente capaz de asesinar por ti gratis, ¿por qué no intentaste matarme?

—Me niego a usar a nadie para lastimar a otros —Luke musitó—. No seré como mi padre o mi tío. Aunque fuiste el primero por el que realmente lo consideré.

—El primero —él repitió.

Luke lo observó de reojo y no pensó mucho cuando se dejó caer sobre sus piernas estiradas. Su tensión por la sorpresa fue evidente, algo en su labio inferior se crispó. Pero no lo apartó, y Luke lo consideró un avance. Apoyó la cabeza ahí y se recostó boca arriba, observando su rostro desde su sitio.

—¿Hubo algún otro chico aparte de Cole? —Luke curoseó, viéndolo arrugar la nariz.

—No, estuve con algunos en la universidad, pero no hubo nadie más —Luke no quiso pensar en lo jodido que era estar en algo con Criston Cole. Lo conoció poco, y lo poco que conoció aún le provocaba escalofríos—. Cole era amigo de Aegon, lo conozco desde los trece y me comenzó a gustar a los diecisiete. Nunca quiso nada serio, y yo me aburrí de esperarlo así que después de un tiempo todo quedó ahí.

Decidió que Cole era una mierda, y si algún día tenía la posibilidad, le diría a Adrian que mandase a sus hombres a golpearlo.

—¿Y tú por qué terminaste con tu ex novia?

Luke se descubrió acomodándose para deshacerse de la incómoda sensación que lo abordó. Frunció la boca y consideró seriamente evadir la pregunta antes de responder. Aemond fue sincero, le debía lo mismo.

—Ella terminó conmigo —confesó—. Estaba con ella porque quería sentirme normal, quería algo estable y mío. Obviamente la quería, pero siempre fue una amiga, y yo estaba demasiado preocupado por otras cosas como para darle el tiempo que merecía. Se lo dije y terminamos.

—Eso fue bastante maduro —Luke recibió el comentario con una sonrisa ligera—. ¿Y cómo se llama?

—Rhaena —dijo—. Rhaena Waters.

Lo observó de reojo para analizar su reacción. Primero asintió, después frunció el ceño, después alzó las cejas, finalmente bajó la mirada en su dirección y Luke la esquivó ampliando su sonrisa.

—¿No es la chica de las carreras?

—Lo es.

Aemond asintió.

Parpadeó cuando recayó en la mano de Aemond dejando un roce sobre el hueso de su nariz. Sonrió. Aemond tocó uno de los costados de su mejilla. Sus dedos estaban tibios y cuando dejaron su rostro notó como seguían la forma de un mechón de su cabello. Lo sintió enredándolo en su índice.

—No te acostumbres.

Luke perdió la sonrisa. Se acomodó un poco y observó su rostro otra vez estoico mirando hacia el frente.

—¿Porque no será recurrente? —se burló—. ¿Eres consciente de que ya lo es?

—No será recurrente porque me aburriré —Aemond dijo, Luke notó que sus ojos estaban fijos en las ventanas mojadas. En las gotas que acariciaban el vidrio—. O tú lo harás.

A Luke podrían preguntarle muchos años después, y aún así no sería capaz de explicar por qué aquella sentencia lo hizo enojar tanto. Quizás porque venía de un tipo que lo miraba de una forma curiosamente absorta, quizás porque él mismo debería pensarlo así y contrariamente sostenía que aquella "aventura" ya se estaba extendiendo mucho en ese término. Una vez, dos veces, tres veces incluso. Pero dormían juntos, estaban juntos, se besaban, se tocaban. Eso no era jodidamente "nada". Y Luke no tenía la intención en dejar las cosas así. No cuando estaba haciéndolo bien, cuando se esforzaba por tener paciencia y todo para recibir siempre esa respuesta seca y negativas constantes.

Se enderezó, alejando su mano de un golpe grosero y ganándose a cambio un chasquido, y se puso de pie. No se detuvo a esperarlo cuando Aemond lo imitó, simplemente se dirigió hasta el asiento donde había dejado su chaqueta.

—¿Qué sabes tú? —gruñó, colocándoselo con molestia. Un brazo luego el otro, después lo señaló manoteando con las manos—. Tuviste una mala experiencia y piensas que todos somos iguales. No soy el puto Cole, ¿sabes lo molesto que es que me compares con él?

—No te he–. . .

—¡Lo haces! —soltó—. ¡Lo haces malditamente siempre! ¡No necesito leerte la mente para saberlo, y es desagradable! ¡¿Qué parte de mí se parece tanto a él que te hace pensar que podría llegar a hacerte algo así?!

Luke necesitó unos segundos para entender que quizás habló de más, especialmente cuando recayó en el silencio de Aemond. Bajó la mirada y carraspeó, obligándose a amortiguar su tono. Si podía ignorar la partecita ruidosa que le pedía a gritos solo enviarlo a la mierda porque estaba tensando todos sus nervios, podía arreglar un poco sus palabras. Laenor le dijo que no actuara desde la rabia.

Podía hacer eso, podía no actuar desde la rabia. A veces.

Carraspeó, contó las baldosas, se balanceó sobre sus talones y después volvió a hablar.

—Yo no te voy a lastimar —murmuró, evadiendo la mirada conflictuada de Aemond, especialmente cuando lo vio haciendo el ademán por hablar—. No me aburriré, ni me asusta lo que siento, no me molesta esperar. Estoy aprendiendo a soportarte porque descubrí que me gusta estar junto a ti, aunque seas un idiota desagradable la mayor parte del tiempo, ¿por qué te cuesta tanto entenderlo?

—Porque no lo entiendo —Aemond dijo, y sonaba genuinamente preocupado, como si su propia incapacidad fuese la fuente de todos sus problemas. Tocó su propio pecho con los dedos varias veces, señalándose—. ¿Qué hay en mí que podría gustarte?

Era una buena pregunta.

¿Qué le gustaba? Porque no le gustaba su actitud, y no le gustaba su arrogancia, pero siempre terminaba soportándolo porque le causaba gracia. No le gustaba su sobreprotección, pero al mismo tiempo jamás se había sentido más seguro. No le gustaban sus manías, pero las conocía casi todas. No le gustaba que lo mirase hacia abajo, pero siempre se descubría buscando su ojo lila para asegurarse de que lo estuviera haciendo.

¿Qué no le gustaba? Luke dudó. ¿Qué tanto se exponía si respondía eso? ¿Podía responder y no arriesgarse a recibir algún comentario humillante o venenoso? ¿Debería arriesgarse? ¿Qué perdía? De todas formas no seguiría con esa cosa tonta si Aemond se empeñaba tanto en negarlo todo.

Apretó los labios y esbozó una sonrisita tensa.

—Todo.

No tenía otra palabra, tomó la más global y la dejó ahí. Y también dejó toda su expectación. Y un poco de ilusión.

Y quizás quería acercarse, pero Luke no tenía ganas de seguir algo incierto. Tenía demasiadas incertidumbres en su vida como para volver a Aemond una de ellas. Aemond sería su piso estable o no sería nada. Por eso le gustaba tanto estar junto a él en primer lugar; porque era seguro, era genuino y estable. Estaba ahí y no se iría.

El silencio se extendió. Y se extendió. Y siguió extendiéndose. Vio a Aemond mirándolo, largo y tendido. Algo en su estómago se dio vueltas cuando fue consciente de que se acercaba, y esa misma cosa pareció golpearlo al verlo pasar por su costado y salir de la cafetería.

Salió dejando el eco de la campanilla y llevándose toda su dignidad. Luke miró la puerta, incrédulo. Solo pudo soltar una única risa irónica y pasar las manos por su cara.

Decían que el que no arriesgaba no ganaba. Luke se arriesgó y no ganó. Y perdió más.

No esperaba que Aemond fuese realmente amable con su respuesta, pero definitivamente no esperaba eso tampoco. Pensaba que ya habían pasado esa etapa de ser crueles con el otro. Luke se consoló pensando en que no había hecho nada malo, y que podría hacerlo sentir como la mierda cada vez que se mirasen los siguientes meses mientras planeaban un robo juntos. Decidió que era una mierda de consuelo y simplemente tomó las llaves para irse.

Al final solo se había quedado en la cafetería porque quería estar a solas con Aemond. La lluvia era una excusa estúpida porque estaban en un estúpido país propenso a la lluvia, mojarse era habitual. Ni siquiera vivían tan lejos de ahí. Debió haberse ido cuando tuvo la oportunidad y no gastar tiempo craneándose la cabeza para pensar en una manera adecuada de dirigirse a un idiota sin emociones.

La lluvia golpeaba su cuerpo y chocaba contra el suelo con furia. Fue feliz sabiendo que no era el único enojado. Lo único que atinó a hacer fue guardarse bien el teléfono entre las prendas inferiores para que no se mojara y seguir con su camino. ¿Qué más iba a hacer? Los idiotas lloraban por esas cosas, Luke intentó ser maduro, no lloraría por él. No lo valía.

Pateó una piedra. La piedra tenía una forma curiosamente similar a la cabeza de Aemond. Cuando avanzó la pateó de nuevo, con más ganas. Su chaqueta no tenía capucha así que las gotas le caían por el cabello, apelmazándolo y pegándolo a su piel. Se deslizaban por su cara, enfriaban su cuerpo.

Pasó un auto a su costado y Luke irremediablemente se tensó ante el ruido. Ya era casi medio año de su accidente, no tenía casi repercusiones. Estaba sano, y, aún así, le daban escalofríos cuando avanzaba por la vereda y las luces lo iluminaban. A veces se demoraba minutos antes de cruzar la calle, y durante la noche esperaba que no hubiera ningún auto cerca para poder hacerlo. Nadie debía saberlo, eran solo algunos daños colaterales. Podía manejar bien, moverse bien y pensar bien.

Otro auto pasó, levantando agua que no alcanzó a tocarlo. Luke observó los charcos.

No escuchó pisadas por culpa de la lluvia. Solo sintió un tirón en su mano que definitivamente lo tensó más que los autos, porque fue repentino, sorpresivo. Le sacó un brinco y estalló en su sistema como una amenaza. Así que Luke hizo lo que solía hacer cuando la gente lo tocaba por sorpresa.

Lanzó un puñetazo.

No le sorprendía su propia reacción, porque era común. Gyles y Perkin siempre lo emboscaban y de alguna forma debió desarrollar eso como su manera se defenderse: golpear y correr. Esta vez sí le sorprendía que logró asestar a su objetivo. Su mano dolió porque estaba quemada. Sus nudillos hormiguearon.

Aemond cayó de trasero al suelo, sosteniendo su pómulo rojizo.

—¡¿Por qué me pegas?!

Luke abrió la boca, lo señaló y después volvió a cerrarla.

—Me asustaste —dijo.

De todas formas se lo merecía. Debió pegarle más fuerte.

La lluvia aún caía, feroz, Luke quitó el exceso de su cara y lo vio ponerse de pie. Sus pantalones estaban empapados, su cabello blanco adquiría algunas ondas por el agua. El parche se vía incómodo al estar mojado y ser de esos desechables, pero dudaba que Aemond se lo quitase en medio de la calle.

Retomó su camino sin dignarse a esperarlo.

—¿Puedes parar? —Aemond solicitó.

—No, vete a la mierda.

Luke lo miró, volteó y siguió su camino, escuchando los pasos veloces tras de él. Pronto Aemond lo detuvo otra vez.

—¿Qué qu–. . .

Las manos de Aemond estaban frías cuando atraparon su cara. Mojadas y suaves. Y sus labios se sintieron húmedos contra los suyos en el momento en que Aemond los juntó. Pero su boca estaba tibia, y pronto todo lo estuvo igual. Tibio y agradable. Suave y bonito. Las gotas de agua caían desde el rostro de Aemond al suyo, sus pestañas blancas acumulaban diminutas gotitas que Luke pudo admirar en ese microsegundo de sorpresa.

Un auto les regaló un bocinazo, Luke brincó, Aemond chasqueó la lengua y volvió a besarlo. Y lo besó y lo besó. Y sus manos le acariciaban el rostro mientras devoraba su boca, quitando el flequillo castaño que caía sobre su rostro producto del exceso de agua.

Luke planeaba reprocharlo y enojarse, Aemond se adelantó. Sus narices aún se rozaban porque su cara yacía entre sus manos.

—Lo siento —susurró, Luke necesitó procesar el hecho de que era la primera vez desde que lo conoció que lo escuchaba disculparse. Parpadeó a sus palabras—. No soy bueno en esto, no estaba preparado, solo salí porque necesitaba unos minutos para pensar.

—¿Qu–. . .

—Esto —repitió. Luke no sabía cuál de los dos estaba más sorprendido con esas palabras, porque Aemond también se veía bastante perplejo. Perplejo y complicado—. Sentimientos. . . Te veo y no termino de entender por qué sentirías algo de afecto hacia mi, eres como–. . .

Sus manos lo señalaron de arriba hacia abajo. Luke podía admitir que jamás lo había visto tan. . . Fuera de su zona. Era gracioso.

—¿Entonces es unilateral? —cuestionó, llevando sus manos hasta las de Aemond para que soltase su cara, porque otra vez lo había tomado—. Yo no te gusto, puedo entenderlo.

—¡No puedes! ¿Cómo vas a entenderlo? Eres. . . ¡Eres un tormento! ¡Mi tormento! —Aemond profesó—. ¡Desde siempre! Eres. . . Eres desquiciante y grosero, nunca entiendes nada y siempre te pones en malditos peligros innecesarios. Eres un desastre, distraído y terco. Eres tan jodidamente terco como una mula, antes de ti nadie había sido capaz de molestarme tanto. Jesús, me molestas todo el día.

Luke bufó un insulto e hizo el ademán por mandarlo a la mierda, Aemond sostuvo otra vez su rostro y chocó sus frentes. No fue brusco. Fue casi como un cariño, como si de esa forma rara Luke pudiese leer sus pensamientos ajetreados.

—Siempre te metes bajo mi piel y me sacas de quicio —susurró—. Y cada vez que pienso en ti, encuentro algo nuevo que me irrita.

—Somos dos ahora —Luke masculló.

—Pero siempre pienso en ti —él dijo, quitando gotas de agua de su rostro mojado—. Siempre. Nunca sales de mi cabeza, y eso me vuelve loco. Cada vez que sonríes, cada vez que me tocas o me hablas es como si solo hubiesen flores y mariposas. Tú me estropeaste. Yo no era así.

Luke no estaba seguro si reír o enojarse llegado a ese punto. Aemond tampoco le permitía pensar demasiado porque seguía y seguía hablando. También era la primera vez que lo veía hablar tanto, Daeron no le creería.

—Ahora me atormento pensando si tú piensas lo mismo, si te vas a aburrir, si de pronto dirás que en realidad solo querías–. . .

Se descubrió negando, pero Aemond volvió a adelantarse a sus palabras.

—Quiero decir que está bien ¿sí? —Luke no tenía idea de qué cosa estaba bien—. No volveré a negar nada, iremos lento y también–. . . También siento–. . . Lo mismo.

Quiso reír. Lo mismo. Peor era nada, pero Luke definitivamente podía tironear un poco más de esa paciencia escasa, especialmente cuando tenía su rostro tan cerca y tan brillante, y sus manos aún le hacían cariño como si no acabase de regalarle la confesión más extraña que había experimentado hasta la fecha.

Sonrió después de suspirar y ladeó la cabeza. Sus narices se rozaron.

—Dilo —murmuró, ganándose una mirada irritada.

—Correspondo a tus sentimientos —Aemond masculló.

—Dilo bien —instó—. ¿Qué sentimientos? Tengo muchos, algunos muy desagradables, sé específico.

—Pequeña mierda codiciosa. . . —Aemond juró, Luke podía admitir que había algo gracioso en ese apodo tan variable. Era una pequeña mierda, dependía del día y la situación el adjetivo que Aemond le agregase. Codiciosa, maliciosa, irritante—. Me gustas. Tú. . . Enano irritante.

Escucharlo en voz alta definitivamente era mejor de lo que esperaba. Su sonrisa se amplió. Aemond rozó los costados de su cara con los pulgares.

Había una cosa rara en la idea de ser correspondido. Como si un peso que no sabía que tenía se hubiese disuelto, y en su lugar solo quedasen los cariños de una mano tibia. Emoción, pero no ansiedad, felicidad pura que provocaba vibraciones donde las manos de Aemond tocaban. Era extraña, esta sensación, como si su estuviese siendo acariciado. Con cariño.

—Otra vez —solicitó, porque necesitaba asegurarse. Porque debía recordar cada sílaba entonada por esa voz suave.

—Me gustas.

—Otra.

Aemond lo observó en un silencio apreciativo antes de negar suspirando.

—Me gustas —Luke abrió la boca, pero Aemond lo interrumpió—. Me gustas.

Decidió que le gustaba escucharlo, y que lo haría repetirlo. Pero no en ese instante, porque podría enojarse. Todo lo que atinó a hacer fue atraer su rostro y frotar sus narices. Y besar sus labios.

No fue capaz de considerar su ropa mojada algo molesto porque definitivamente no tenía frío, y definitivamente estaba más feliz de lo que esperaba en primer lugar, así que posiblemente no olvidaría ese momento, y cuando lloviese lo recordaría.

Definitivamente lo recordaría.

Que, casi treinta capítulos, ya hacía falta un poco de amor correspondido sí o qué

El capítulo se dividió a la mitad porque era demasiado largo y sentí prudente cortarlo porque sino habría sido demasiado denso. Incluso para mí.

Otra cosa, dije que tendría contenido +18, y sí lo tenía, sin embargo, lo quité. ¿Por qué? Porque no pegaba con la vibra y no me gustaba y prácticamente me estaba obligando a ponerlo. Esta historia tendrá escenas explícitas, pero irán de apoco, no es un slow burn por nada.

Me surgió una duda/curiosidad, y deseo su opinión sincera sin filtros (no me tomaré nada personal, solo quiero saber).

¿Consideran que esta historia tiene banshing? (Cuando se enfoca en tirar hate o humillar a personajes en específico).

Eso, ahora me despido porque debo actualizar otras historias.

Chaochao.

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