Capítulo veintidós: "Besfálias".
TW: Ninguno.
Ya volví, perdón. JAJAJAJA
Es de mis capítulos favoritos, espero que el suyo también.
Besitos.
I don't know what to do
To do with your kiss on my neck
I don't know what feels true
But this feels right so stay a sec
Yeah, you feel right so stay a sec.
Hostage. Billie Eilish.
Luke conoció a Mysaria un día cuando estaba volviendo de una carrera.
Había cumplido apenas los dieciocho y sacaba provecho de su moto trabajando en tantas cosas como le permitiese su propia humanidad. Además de las carreras, en donde no era más que un novato.
Ella no se le apareció directamente, sino que fue un auto polarizado que comenzó a seguirlo y al que Luke esquivó al menos tres veces antes de darle el esquinazo. Realmente Luke no lo había perdido del todo, pero nadie trató de golpearlo cuando llegó a su casa.
Mysaria en persona apareció al día siguiente junto a su moto.
Luke la enfrentó, porque nada había cambiado en dos años, y Mysaria terminó ofreciéndole un trato que fue incapaz de denegar.
—Ha pasado tiempo —dijo, ofreciéndole el asiento delante de ella.
Luke se sentó y asintió. Un sobre café residía entre sus dedos. No denotaba su prisa, pero sí estaba un poco apresurado.
Jace llegaría esa noche. Llevaba parloteando sobre su semana libre desde hacía casi un mes, y desde el colapso de su madre hace tres días, Jace había organizado todo para llegar lo antes posible.
—¿Cómo está tu madre?
Luke se detuvo en seco.
Su reacción debió ser un indicio de la mala dirección que tomó la conversación, porque Mysaria pronto señaló una tetera humeante, un recipiente con un poco de leche y algunas galletas con chispas de chocolate que habían situado sobre la mesa.
—Está bien —se obligó a decir—. Recuperándose.
—Dime si necesitas algo —ella indicó, sirviéndole té en una taza blanca con bonitas decoraciones de aves coloridas, y luego sirviéndose a ella.
Luke asintió. No era probable que le pidiese algo.
Su madre sí estaba bien, en cualquier caso. En el hospital dijeron que fue un colapso por estrés, y que necesitaba descansar, así que le dieron una licencia indefinida y algunos calmantes. Ella ahora estaba en casa con Joffrey.
No quiso ver a Daemon. Al menos no aún. Tampoco los despidió, lo cual implicaba que no estaba realmente enojada con ellos. Luke no alcanzaba a entender, entonces, qué era lo que provocaba tanto dolor en su madre.
Aemond fue el día siguiente de su alta a explicarle que no fue Daemon. Luego se enteró que Aegon también se presentó en su puerta cuando los demás estaban en la cafetería. Luke no sabía qué le dijo a su madre, pero ella no pareció sentirse mejor.
Nada parecía hacerla sentir mejor, y eso lo preocupaba. También preocupaba a Jace, quien se enteró de todo poco después porque Luke lo llamó escondido en el frío de la azotea del hospital en el que su madre pasó la noche.
Llamó a Laenor, que llegó a medio vestir junto con su esposo, llamó a Jace, que a poco estuvo de devolverse esa misma noche. Llamó también a sus abuelos, porque ellos se preocuparían cuando llamasen a su madre y se enterasen de todo.
Durmieron los dos días siguientes donde Laenor, principalmente porque Luke necesitaba ese par de días para entender que debía existir una explicación lógica para lo que sea que hubiese visto. Y que los Targaryen, Daemon, necesitaban el beneficio de la duda. Solo necesitaba esos días. Vieron películas y jugaron con Laenor, le hicieron compañía a su madre y comenzaron a idear sus próximas vacaciones para distraer a Joffrey.
Joffrey podría haberlo pasado peor, si no le hubiesen mentido diciendo que todo fue porque su madre estaba muy estresada con la cafetería. No era mentira, pero tampoco era verdad.
Le dieron el alta hacía dos días, así que Joffrey aún no había tenido tiempo de cuestionar por qué Daemon no había ido a visitarlos aún.
Luke pensó, entonces, que lo único que necesitaba de Mysaria ella no podía concedérselo. Así que no le pediría nada.
—Traje lo que me pediste —dijo, sin esforzarse por sonar menos robótico.
Mysaria arqueó una ceja ante el sobre café que Luke situó sobre la mesa junto a las tazas y los bocadillos.
Ella tomó el sobre y se enderezó. Lo abrió. Luke pudo ver en primer plano como sus perfectas facciones se contraían ligeramente. Fue algo sutil. Un chispazo de muchas cosas juntas; horror, rechazo, miedo, rabia.
Luke jugó con el espacio en uno de sus guantes y apartó la mirada cuando la vio bajar los papeles.
—Habría preferido que no leyeras nada de eso —ella dijo al final, guardando todo y dejándolo a un costado.
—¿Te asusta que difunda algo?
—Me asusta tu integridad.
Luke formuló un sonidito con la boca, algo bajo y malhumorado.
—No te importo lo suficiente como para preocuparte por mi vida —dijo—. Iba a descubrirlo tarde o temprano.
—No —Mysaria lanzó una mirada mezquina al sobre y después a él—. Se supone que estarías fuera de la parte peligrosa. Solo buscarías algo para incriminarlo.
—Pero no fue así.
—Luke.
—Lo que encontré sirve, ¿no? —Luke observó una pequeña hilacha en su guante, pero no tiró de ella—. Ni siquiera tendrás que incriminarlo porque ahí están textuales sus últimos meses vendiendo personas.
El silencio fue fúnebre.
Pudo notar que incluso Luthor, el guardaespaldas de Mysaria, giró la cabeza en su dirección.
Luke había notado que el tipo en realidad no era un mal sujeto; solo muy grande y muy tenebroso. Pero cuando lo vio cojear porque aún le dolía un poco subir las escaleras, le ofreció compresas frías y un analgésico.
Le agradaba Luthor.
—No diré nada a nadie —Luke agregó, aclarando su garganta porque de pronto la sentía demasiado rasposa e incómoda.
—No lo harás —Mysaria no había tocado su taza, Luke tampoco—. Ya no vas a correr.
Luke se descubrió parpadeando. Tuvo que formar una expresión bastante llamativa, o quizás muy incrédula, porque Mysaria no demoró en repetir.
—No volverás a las carreras.
Un sonidito bajo escapó de él, sorprendido. Miró a Luthor y de pronto se sintió como un niño castigado. Humillado. Luthor le devolvió la mirada y en su rostro ceñudo alcanzó a ver una sonrisa extremadamente sutil, como si tratase de subirle el ánimo.
—Tú no decides eso —alegó—. Ya corría cuando me conociste, nada ha cambiado.
—Todo cambió. Borros no se quedará quieto sabiendo que alguien robó sus papeles, ¿quién crees que sea el sospechoso más obvio?
Luke tuvo que ponerse de pie, no fue violento ni abrupto, y probablemente por eso nadie reaccionó. Luthor avanzó hasta Mysaria y murmuró algo. Mysaria no dejó de mirarlo cuando asintió.
—Será temporal.
—¡Borros me matará si no vuelvo! —vociferó—. Soy su campeón por una razón. Pude robarle por una razón. Me perdonó por una razón, y no va a hacerlo de nuevo.
—Borros no te hará nada mientras tú no te acerques a la pista, te lo aseguro.
Luke entonces se vio obligado a reconocer, para sí mismo, que Borros no era su principal impedimento. Le asustaba, pero no más de lo que lo asustaba Larys. Y seguía haciendo su vida aún temiendo algún movimiento de su tío.
La idea de dejar de correr le provocaba un hormigueo angustioso. Una opresión en alguna parte de su pecho que dejaba en evidencia su renuencia a renunciar a su trabajo mejor pagado. Pero iba un poco más allá de eso, y podía aceptarlo, mientras nadie lo supiese salvo él mismo:
Adoraba la atención.
La adrenalina, la idea de poder perder, pero siempre ganar. Adoraba los vítores, los minutos de libertad, el ronroneo de su moto. Al menos mientras corría, no tenía preocupaciones, no debía asustarle ni importarle nada. Era él levitando en su ambiente.
¿Qué reemplazaría ese deseo? Luke era un adicto al peligro.
No podían quitarle de un día a otro su mayor entretenimiento. Su fuente principal de dinero. ¿Qué le quedaría? Una motocicleta hiperdeportiva cuyo único uso sería para hacer entregas y dar paseos por diez libras.
—No encontraré otro trabajo tan bien pagado —masculló, dando vueltas por la habitación. Necesitaba moverse, se sentía como un animal enjaulado.
Hasta el momento ni siquiera se había percatado en la habitación. Era el Pent House de un hotel. De un hotel particularmente costoso correctamente situado en la ciudad, con un ventanal amplio que daba una vista panorámica de todo Londres. Los puentes brillaban y el Támesis corría con una espléndida belleza primaveral.
Mysaria debía trabajar en ese sitio, porque dudaba que viviese allí. Jamás se había preguntado dónde viviría. O si vivía sola. Algo le decía que ella no tenía
familia. La gente con esa clase de vida generalmente no la tenían; los debilitaban.
—Te daré un trabajo y te pagaré lo mismo.
—¿Haciendo qué? Cualquier trabajo tuyo será igual de peligroso —señaló, ignorando el tono agudo en su propia voz—. Me puse una diana en la espalda por ti, no puedes quitarme esto.
Luke escondió el temblor de sus manos en sus bolsillos, escuchando el crujido de cuero contra cuero.
—Te indemnizaré los gastos.
Luke quiso gritar que a la mierda los putos gastos. No tuvo que hacerlo, Mysaria lo leyó en su cara.
—Serán unos meses —dijo—. Hasta que la policía lo atrape, estoy trabajando en eso.
—Con la policía —repitió.
—Algo así.
Se obligó a inhalar. Sus pulmones se llenaron del aire tibio y aromatizado que había en la sala. La rabia e impotencia palpitaba en sus oídos.
—¿Y si no lo hago?
Mysaria se encogió de hombros. Ella apoyó finalmente la espalda en el sillón en el que permanecía sentada y observó a sus espaldas. Luthor había salido. Estaban los dos solos.
En otro momento habría apreciado la confianza. En ese instante estaba lo suficientemente molesto como para ignorarla.
—No te protegeré si no eres capaz de pensar con objetividad —ella dijo—. Te ofrezco una salida, protección y dinero. No seas un niño y tómalo.
Luke chasqueó la lengua. No le hacía feliz ese hecho. Saber que en realidad Mysaria tenía razón. No obtendría una mejor oferta. Prácticamente recibiría unas vacaciones pagadas con guardaespaldas cuidándolo a él y a su familia todos los días.
Estaba siendo un idiota solo por pensar la idea de rechazar esa propuesta.
El silencio se volvió menos tenso cuando Luke finalmente logró diluir un poco de su rabia infantil y se acercó otra vez al sillón. Sus pisadas fueron ligeras, la cojera casi había desaparecido, al igual que el dolor de su lesión.
Aemond se había encargado de obligarlo a mantener una rutina de ejercicios. Desde elongaciones que Luke podía llevar bastante bien porque era flexible, hasta otros circuitos que ni siquiera se había molestado en entender para qué servían. Sabía que funcionaban, estaba bien con eso.
No alcanzó a sentarse cuando Mysaria se puso de pie, y Luke tuvo que encarar el par de ojos oscuros con rectitud. Eran grises, tan grises como el cielo nublado, oscuros y turbulentos. Parciales y poco piadosos. Fríos y mortales. Luke aceptó que la belleza de Mysaria era casi irreal; como una muñeca de porcelana, o una divinidad. Era una belleza mortal y cruel, filosa y maligna. Nunca la había visto sonreír.
No le gustaba pensar en lo que implicaba relacionarse con gente tan oscura. Luke se consolaba pensando en que Mysaria era mejor que Borros y Larys, y definitivamente lo era; eso no significaba que fuese ni remotamente buena. Mysaria era un mal necesario.
Los ojos de Mysaria le devolvieron una mirada helada. Luke a veces se preguntaba si existiría algo tibio en ella; quería suponer que sí, que Mysaria no era tan mala como deseaba con todas sus fuerzas ser. Ella lo ayudaba, Luke casi podría decir que tenía inclinación hacia él.
Se reía de sus bromas.
Pero en ese instante sus facciones no delataban algo que no fuese una eterna impersonalidad.
—¿Tenemos un trato? —cuestionó, extendiendo sus dedos pálidos.
Luke observó su mano, después a ella, y entonces, con cuidado, se quitó el guante de su mano derecha. Tuvo que obligarse a ignorar su propio deseo latente por negarse; al final, ella tenía razón. Era más rentable, más seguro y más inteligente aceptar en ese instante. Ella era su mejor opción, tenía todo de su lado para ganar. Arriesgó su vida para darle la oportunidad de destruir a Borros, tenía que dejarla hacerlo.
La piel de Mysaria estaba helada en comparación, y era suave. La estrechó con cuidado, y después la soltó.
Mysaria se alejó un paso y Luke volvió a colocarse su guante.
—No he conseguido información confiable sobre tu tío —ella entonces dijo—. Él escapa de todas mis redes.
Igual que una rata.
Asintió, pero Mysaria no terminó allí. Ella tomó un papel bien doblado de un bolsillo y se lo extendió. Luke lo desdobló con cuidado, encontrándose con un número telefónico.
—Habla con él.
—¿Quién es?
—Un amigo de tu padre.
Luke parpadeó, ojeando otra vez el pequeño papel. Su corazón palpitó tres veces con velocidad antes de asentir.
—¿Cómo sé que responderá? —indagó, rozando con su pulgar los últimos números.
—Lo hará —Mysaria murmuró—. Fue leal a él como ninguno, se negó a decirme nada incluso cuando lo amenacé de muerte. Solo dile quién eres y lo que quieres, él te buscará.
Asintió, volvió a doblar el papel y al girarlo recayó en que el nombre del tipo estaba escrito al reverso.
Adrian Tarbeck, leyó.
Jamás había oído de él.
—Lo último que supe fue que se metió en problemas con un grupo criminal.
A Luke no le interesaba, el tipo era amigo de su padre y eso era lo único que rondaba su mente. Él podría saberlo todo; por qué murió, qué relación tenía con la mafia, el por qué de su aparente pobreza. Obtendría respuestas, no deseaba más.
Mysaria anunció entonces que su reunión había concluido, y caminó a su lado al salir de la amplia habitación. Avanzaron en silencio, disfrutando de la melodía del ascensor mientras bajaban. Mysaria observaba al frente con una expresión férrea; Luke ojeó su teléfono porque Aemond le había enviado un par de mensajes preguntando cuánto le faltaba.
Le envió un sticker de un gato que fue visto en seguida pero no recibió respuesta. El tipo quiso acompañarlo, tendría que esperar y no quejarse.
Luke la vio acomodando su abrigo cuando los dos salieron, y por el rabillo del ojo alcanzó a percibir la silueta alta y amplia de Luthor hablando por teléfono. Él les lanzó una mirada breve y volvió a su conversación. Mysaria lo acompañó hasta la entrada, y probablemente se habría devuelto de no ser porque una silueta albina estaba cómodamente situada sobre una moto justo delante de ellos.
A Luke no le hacía ninguna gracia la familiaridad que tenía Aemond para situarse sobre su vehículo. Como si tuviese el derecho por haber podido conducirlo un par de veces.
Especialmente en ese instante que las cosas seguían un poco muy después de lo que Larys les contó. La única razón por la que Luke seguía juntándose con ellos era porque confiaba veinte veces más en Daeron que en su tío. Y Daeron le dijo que había una explicación, así que le creía. No significaba que no se encontrase notablemente más tenso ante la presencia de Aemond; porque el tipo era demasiado bueno escondiendo demasiados secretos, y Luke odiaba los secretos.
Avanzó dando pisotones e hizo un gesto maleducado para que se moviese.
—Te tomas muchas libertades —alegó con malhumor—. No te traje para que presumieras mi moto.
—Tardaste mucho —Aemond gruñó, ignorando su queja.
—Te hubieras ido caminando —dijo—. Hay una parada de autobús a una cuadra, seguro tienes para el pasaje.
La expresión de Aemond evidenció su claro rechazo al transporte público; Luke esperaba que no comentase nada, se sentía lo suficientemente irritado como para dejarlo ahí botado a la mínima mala mirada.
En vez de seguirle la provocación, lo escuchó decir:
—¿Sabes lo fácil que es robar una moto?
Luke se detuvo en seco, erizado. Su mandíbula se apretó ante la sola idea de ser robado, especialmente por ese idiota altanero cuya sonrisa en su boca maleducada no demoró en aparecer, evidenciando su obvia intención molestosa. Luke apretó un puño y con su índice lo apuntó.
—Si vuelves a sugerir–. . .
Su amenaza quedó en el aire porque un carraspeo los cortó en seco.
Los dos voltearon, notando solo entonces que Mysaria seguía en su presencia. Ella no parecía menos robótica, pero Luke alcanzó a percibir un aire ligeramente divertido en sus facciones. Se dirigió a su acompañante.
Aemond borró cualquier expresión infantil, incluso se puso un poco más recto cuando se vio escrutado por esa mujer.
—No hemos tenido la oportunidad de presentarnos formalmente —comentó, observando a Aemond de arriba a abajo con lentitud—. Te ves mejor.
Aemond, justo a su costado, no se movió, pero Luke fue consciente de que no estaba del todo tranquilo.
—¿Mejor? —Aemond preguntó.
—Menos enfermizo.
La piel de Aemond adquirió un tono cenizo ante la acotación, como si no esperase que una mujer a la que había visto solo una vez en su vida fuese capaz de recaer en esos detalles.
Luke no se había percatado, tampoco. Pero era cierto. Cuando miraba a Aemond, lo primero en lo que solía percatarse eran los bordes violáceos bajo su único ojo sano. Esos bordes ya no estaban. Sus ojeras se habían suavizado bastante, incluso su piel lucía un poco más sana.
Quizás estaba durmiendo mejor. No se lo había vuelto a encontrar en la azotea, y Luke recurría a ese lugar bastante seguido.
—Duermo bien —él dijo, y Mysaria asintió.
—Eso es bueno —Aemond permaneció en su sitio, siguiendo algunas líneas del casco blanco—. ¿Cómo está tu tío?
Aemond se paralizó.
Luke se felicitó a sí mismo ya que fue capaz de no demostrar la demoledora sorpresa que generó esa pregunta. Definitivamente no esperaba que Mysaria lo conociese.
—¿Mi tío?
—Daemon —Mysaria dijo—. No esperaba verte en esta situación. Aunque tampoco esperaba verte como lo hice hace unos meses, me sorprendiste bastante. Tampoco espero que me recuerdes, en cualquier caso, cuando te conocí solo eras un bebé.
—Me conociste.
Luke se burlaría luego de su cara. Parecía completamente fuera de lugar. Estupefacto. Pálido. Incrédulo. Sorprendido. Muchas emociones para un tipo habitualmente estoico. Hasta le daban ganas de tomarle una foto para el recuerdo.
—Y a tus hermanos —ella asintió—. Recuerdo a tu tío con cariño. Es un buen hombre.
—Lo es —Aemond no parecía capaz de pronunciar algo más que dos monosílabos aislados—. Le diré que–. . .
—No lo hagas —Mysaria interrumpió—. Dudo que aprecie que te hayas juntado conmigo.
Aemond asintió con levedad.
Los dos se observaron un par de segundos, en un silencio contemplativo, antes de que Mysaria asintiese y diese la vuelta sin decir nada más. Luthor no demoró en ir a su encuentro, él avanzó dos pasos por detrás después de lanzarles una mirada breve.
El silencio se extendió y extendió. Aemond solo se movió cuando el par de adultos se perdieron en el alto edificio. Luke no lo miró.
Seguía de mal humor.
—¿De qué hablaron? —él preguntó.
—Ciertamente no de su aparente relación con Daemon —respondió, frotando su nuca con una mano—. ¿Nunca te dijo nada?
—Sabía que cuando era más joven tuvo una relación bastante larga con una mujer —Aemond dijo—. Y que terminaron un poco después de que nació Daeron. Supongo que fue con ella.
—¿Por qué terminaron?
Aemond se encogió de hombros.
Luke volvió a mirar el edificio por el que Mysaria había desaparecido. Supuso que en realidad no era muy descabellado imaginar que a Daemon particularmente le había interesado una mujer tan genuinamente impresionante como lo era Mysaria. Y fuese la razón que fuese por la que ambos se separaron, debió ser una bastante importante.
—Le podría preguntar a Daemon —musitó, más para si mismo que para Aemond, sopesando genuinamente si sería prudente o no exponerse por una respuesta.
Podría decir que su curiosidad era patológica.
—Claro, hazlo.
Luke volteó hacia Aemond, él lo miraba tan serio como siempre.
—¿De verdad?
—No, idiota —increpó—. Daemon es el tipo más intuitivo que existe, ¿piensas que va a responderte como si nada a una pregunta tan personal?
—¿Por qué no? Solo es curiosidad inocente.
—Tu "curiosidad inocente" nos meterá en problemas, así que ahórratela, metiche.
Luke bufó un insulto y le tendió el casco blanco con una mala actitud. Aemond amarró su cabello en una cola suelta antes de ponérselo, dejándose el visor abajo; su rostro escondido del mundo no le permitía a Luke saber si lo estaba observando o no. Supuso que sí porque su cabeza apuntaba en su dirección.
Él acomodaba sus manos dentro de los guantes sin colocarse aún el casco cuando recordó algo.
—Llegué a la conclusión de que si reemplazo tus insultos por alabanzas, me es más fácil ignorarte —Luke observó.
Eso generó una reacción en Aemond, porque el volteó su cabeza cubierta en su dirección. Ya se había subido a la moto.
—¿Rozas la locura por tu deseo de unas cuántas palabras bonitas?
—No te confundas —dijo—. Solo es un pasatiempos que me ahorra el estrés que conlleva soportarte.
—¿Imaginarme dándote halagos?
—Imaginarte humillado —Luke aprovechó que no estaba muy lejos y alzó el visor polarizado del casco de Aemond, enfrentándose a su único ojo lila ampliado por la sorpresa—. O dócil. O tan feliz como el perro de Daemon cuando él llega a su casa.
Algo oscuro brilló por un pequeño momento en su iris.
—Eres una pequeña mierda sádica —él dijo.
Luke se permitió esbozar una sonrisita, maligna antes de devolver el visor a su lugar y dejar un toquecito al vidrio.
—Soy sincero —admitió, insertando la llave después de subir—. Soy mejor que Cole.
Las manos de Aemond pronto se instalaron sin peso en su cintura. Lo escuchó chasquear la lengua.
—No sé por qué eso debería contar —Aemond dijo, sus dedos trazaron figuras inconscientes en su vientre que Luke se esforzó por ignorar—. Tú diste con la bodega de mi padre por ti mismo. Cole no habría podido hacer eso.
Luke tardó unos segundos en percatarse de que probablemente eso fuese lo más cercano que Aemond iba a estar de darle un cumplido, y lo tomó con un asentimiento porque ya sabía eso.
En su lugar él simplemente deslizó su propio casco por sobre su cabeza y se inclinó tras hacer partir su vehículo.
—No hablaba de robos —dijo, y después aceleró.
Jace llegó esa noche, y también lo hizo la hermana mayor de Daeron, Helaena. Al mismo tiempo. Juntos.
Lo que sea que su madre hubiese tenido para decir cuando Jace la presentó como su novia, quedó en el olvido, porque Helaena era simplemente encantadora y su madre no era alguien que juzgase.
Helaena era amable, alta y muy bonita. Sus ojos eran lila, pero bordeados por un muy sutil carmesí que evidenciaba su albinismo. Y se movían. Era como una vibración en sus iris, particular y llamativo. Entendió por qué Jace no había dejado de parlotear sobre ella cuando hablaban; la chica era preciosa.
Había algo en ella que de alguna forma le recordaba a Aemond, posiblemente la similitud en sus facciones y el largo cabello blanco brillante. Salvo que Aemond poseía rasgos más marcados y masculinos, y los de Helaena eran suaves y armoniosos.
Ella estaba terminando su subespecialidad en entomología, y después tenía planeado sacar una maestría. A Luke le entró curiosidad saber cómo se conocieron considerando que Jace estudiaba algo bastante lejano a la carrera de Helaena –medicina–.
Les contaron que se conocieron porque Jace había sido designado como su tutor al aplicar a la beca de vivienda que daba la universidad, por lo que llevaban manteniéndose en contacto varios meses antes de que ella finalmente se mudase. Se habían juntado un par de veces en Londres, y cuando Helaena llegó a Bristol nada les impidió verse más seguido.
Su madre fue feliz sabiendo que Jace estaba feliz.
Daemon, por otro lado, fue más curioso.
Daeron le contó que Daemon estuvo al menos treinta segundos sentado, mirándolos en silencio, como si no supiese exactamente a cuál de los dos debiese advertir sobre el otro. Al final sonrió, asintió y dijo:
—Hacen una bonita pareja.
Fue suficiente para todos. Daeron también le dijo que había sido Aegon quien puso algunas quejas cuando estaban solos, posiblemente porque era el más sobreprotector con Helaena.
Luke solo esperaba el momento adecuado para sugerir a su madre que hablase con Daemon. Pero no encontraba tal situación porque ante la mínima mención ella se erizaba y sus ojos se empañaban. No podía realmente pedirle algo así cuando él mismo aún tenía esa semilla desconfiada que plantó Larys, y se odiaba por eso.
El número que Mysaria le entregó, el de Adrian Tarbeck, pronto estuvo guardado entre sus contactos. Luke no se atrevió a marcarle, en su lugar escribió un mensaje breve y helado en el que anunciaba quién era y que lo quería ver para recibir respuestas. A Luke no le daba miedo realmente enfrentarse a un desconocido, y confiaba en la información de Mysaria.
Así que le dio la dirección de una plaza a algunas cuadras de su edificio, una hora puntual, y fue hasta allá en su moto únicamente por si llegaba a necesitar escapar en algún momento.
De noche estaba vacía, los faroles regalaban una luz cálida algo tétrica y el sonido de algunos autos era lo único que aplacaba un poco el silencio macabro. Luke se sentó en uno de los columpios y se balanceó sin separar los pies de la tierra. El metal oxidado chillaba.
Unos pasos lo hicieron detenerse.
Cuando Luke pensaba en Adrian siendo amigo de su padre, esperaba a un tipo fornido y de apariencia amenazadora, como Luthor o Cregan. Por unos segundos incluso se atrevió a pensar que el sujeto que avanzaba en su dirección era en realidad alguien que daba un paseo nocturno aprovechando el clima menos helado.
Estaba equivocado, porque el sujeto se detuvo a unos metros de él y Luke supo que se trataba de Adrian.
Era más viejo de lo que esperaba. Tenía algunas canas pintándole el cabello castaño claro y una barba de al menos una semana. No era mucho más alto que él, con sombras bajo los ojos y líneas de expresión. Debía tener cincuenta años, al menos. Aunque se veía un poco en buena forma, se notaba que era fuerte.
A Luke se le erizó involuntariamente el cabello, como si ya lo conociese de algún lado. Recordaba vagamente su rostro, pero no sabía de dónde. Como si lo hubiese visto en sueños hacía demasiado tiempo.
—Lucerys —él dijo.
—Luke —Luke corrigió—. ¿Ya nos hemos visto antes?
Algo sutil tembló en el costado de su boca. Cuando se acercó, Luke pudo ver que habían algunas sombras en su cuello, como si lo hubiesen tratado de asfixiar. Lo recorrió un escalofrío, él mismo había vivido una experiencia similar una vez. No era bonito.
Adrian observó hacia varios lados, nervioso, después frotó su nuca y asintió.
—Cuando eras un niño —Luke asintió—. Tu padre nos presentó.
—Así que lo conocías.
—Lo hacía —algo nostálgico se instaló en su tono, triste y dolido—. Desde que Harwin tenía tu edad. Te pareces mucho a él.
Luke no estaba seguro de cómo reaccionar a ese comentario, ya que su madre y Leanor le decían lo mismo. Que eran muy similares. No respondió a la observación, simplemente se levantó del columpio y avanzó un paso.
—¿Qué sabes de él?
—¿Qué quieres saber?
Luke no lo pensó.
—Todo.
Adrian formó un chasquido ligero.
—Eso es ambiguo —él señaló—. Responderé lo que quieras, pero debes preguntarlo.
Lo consideró justo.
—¿Trabajaba en una organización criminal?
—Lo hizo —Luke se obligó a tragar y esconder cualquier expresión—. Él se encargaba de llevar las finanzas de un sujeto llamado Craghas, ¿sabes quién es?
Lo sabía. No había mucha gente más rica que él en todo el país. Estaba involucrado en partidos políticos, poseía acciones en empresas multimillonarias y, aunque era sólo una especulación sin fundamentos, también estaba involucrado estrechamente en todo lo que se consideraba exportaciones ilegales.
Su relación con Dalton Greyjoy era de las peores conocidas justo por eso; porque Dalton dirigía todo lo que era exportaciones marítimas legales. Daeron le dijo que Dalton solo era más famoso porque era más joven y guapo. Luke le creyó, porque lo era.
—Un mafioso.
—El término "mafia" es ambiguo, antes se usaba para referirse únicamente a grupos criminales italianos —Adrian dijo—. Ahora cualquier grupo criminal clandestino con cierto orden y poder puede denominarse así. Eso incluye a tus amiguitos albinos.
—¿Cómo sabes de ellos? —cuestionó.
—Cualquiera con un poco de vida en cosas ilegales sabe sobre ellos —él masculló—. Daemon y Viserys fueron implacables en sus mejores tiempos, nadie con poder escapó de sus trucos. Y ahora sus sobrinos les siguen los pasos, tienen en tensión a medio país. Están en la lista negra de la policía.
Si todo el país supiese que los mejores ladrones conocidos tenían que calcular cómo gastar adecuadamente su quincena, quizás les tendrían menos miedo.
—Me da igual, no vine a hablar de ellos —sentenció—. Mi padre, ¿quién lo asesinó? Fue Larys, ¿cierto? ¿Por eso nos atormenta con esta deuda?
Adrian detuvo lo que sea que fuese a decir cuando una expresión complicada surcó sus envejecidas facciones. Él avanzó un paso desesperado, Luke retrocedió sin dudarlo.
—¿Qué deuda? —Luke frunció el ceño—.¿Por qué siguen relacionados con ese sujeto? ¿Qué pasó con el dinero que tu padre les dejó?
¿Qué?
Adrian atrapó sus hombros, y Luke no fue capaz de soltarse. Había algo casi demencial en su mirada. A esa distancia, Luke pudo notar retazos de moretones en su mejilla y nariz.
—¿Qué dinero? —balbuceó—. Él no nos dejó nada. Mi abuelo fue el único que nos dio un poco, le pagó la universidad a mi hermano y a mi me dejó esa moto, dijo que mi padre la había escogido y–. . .
La presión en su piel se volvió casi dolorosa, pero Luke pensó que ese dolor le permitía mantenerse un poco claro entre la bruma de preguntas que comenzó a bombardear su cabeza.
—¿Qué pasa con los ahorros?
—¿Qué ahorros? —siseó Luke—. Él murió y nos dejó sin nada.
—¡Él les dejó todo! —Adrian gritó, casi al borde del llanto.
Las palabras se atoraron en su garganta, tropezaron en su camino y se volvieron difíciles de pronunciar.
—Yo mismo le entregué la carta a Rhaenyra —él balbuceó—. Harwin sabía que Larys lo mataría cuando comenzó a desligar a su familia de los grupos de Craghas, así que ató todo para que a ustedes jamás les faltará nada. También sabía que Larys los buscaría, así que me dejó una carta para Rhaenyra con las indicaciones. Larys lo asesinó por eso, porque Harwin desvió todo a sus nombres.
Luke quería vomitar.
—¿Qué me estás diciendo? —Adrian lo soltó, pero no pareció menos perseguido—. ¿Que en alguna parte del mundo hay una fortuna dispuesta a nuestro nombre, y que Larys lo asesinó por eso? ¿Sabes lo irreal que suena?
—Larys no lo mató por la fortuna, lo mató porque Harwin se negó a entregarle legalmente el mando de la familia.
—No entiendo.
Adrian frotó su cara. Él dio algunas vueltas balbuceando incoherencias y después volvió a acercarse.
—Tu padre manejaba las finanzas de uno de los hombres más ricos y peligrosos del mundo ¿sí? —Luke asintió—. Eso implicaba deshacerse de los deudores y cuantificar las sumas, mandar a mucha gente y muchos grupos, era un trabajo peligroso, y él lo dirigía. Él era amigo de Craghas. Era despiadado como ninguno.
—¿Entonces?
—Conoció a tu madre, nació Jace, él empezó a tener miedo a su trabajo. Decidió que era suficiente de violencia, y con el permiso de Craghas comenzó a cortar las conexiones que la familia tenía con todo ese mundo, para poder protegerlos a ustedes. No sé qué pensó Lyonel de todo eso, pero tu tío no estaba de acuerdo. Larys quería ser quien reemplazase a Harwin, pero eso aún los mantendría unidos al negocio, así que él se negó. Harwin aún no había concedido el liderazgo a alguien más cuando Larys lo asesinó, ¿entiendes lo que significa?
Luke no lo hacía, y Adrian debió leerlo en su rostro porque tocó su pecho con un dedo.
—Que su hijo mayor debió heredar el negocio, o bien, buscar a quien lo reemplace.
El mundo dio una vuelta nauseabunda y peligrosa al entender.
—Jace. . . —balbuceó—. Pero Jace no puede. . . Es demasiado amable. . . Vive en Bristol desde que papá murió, tiene una novia. . .
—Ya nada de eso importa —Adrian gruñó—. No sé qué clase de falsificación o mentiras construyó tu tío para poder quedarse con el poder, pero tienes que saber que todo es falso. No hay ninguna deuda, nunca la hubo.
Jesús.
Su cabeza se sentía rellena de algún material suave e impermeable, cada palabra que Adrian decía en ese instante resbalaba por él y la volvía incomprensible.
Aún estaba intentando procesar el hecho de que su padre les había dejado dinero. ¿Dónde? ¿Cuánto? ¿Cómo podría encontrarlo? ¿Su madre aún tendría esa carta? ¿Adrian la habría leído? Lo dudaba, parecía un tipo guiado por códigos, era poco probable que hubiese leído algo que no le correspondía.
Él murió por Larys, Larys lo asesinó y se salió con la suya atosigandolos con una deuda falsa. Ni siquiera lograba calcular la cantidad de incontenible furia e impotencia que consumía su cuerpo en ese instante. Luke era una vibración tensa y volátil, peligrosamente sensible a lo que fuese que pudiese provocarlo.
Su padre les dejó dinero. Larys lo asesinó. Él o Jace deberían heredar legalmente el negocio.
Se sintió enfermo, mareado, pesado.
—Debes buscar esa carta —urgió—. Quizás tu madre no se percató de que era un escondite, quizás no lo entendió.
—¿Cómo sé que Larys no encontró antes todo ese dinero? —Luke cuestionó, haciendo un esfuerzo por no sonar tan abatido como se sentía.
—Piénsalo, Luke —Luke frunció el ceño—. ¿Por qué él les habría impuesto una deuda en primer lugar? ¿Qué habría ganado él de todo eso?
Luke se encogió de hombros.
—Nada —Adrian coincidió—. Pero él no lo encontró, eso significa que, al menos por un tiempo, Larys estuvo desesperado por dinero, y no vio mejor salida que exigirselo a la única persona que podría poseer su fortuna.
—¡Pero han pasado años! ¡¿Por qué seguir cobrando?!
—Poder —él sugirió—. Control. Seguramente no demoró en darse cuenta que ustedes no tenían ninguna fortuna, y siguió cobrándoles para mantenerlos restringidos. Si están tan inmersos intentando conseguir el dinero para llegar a fin de mes, no se pondrán a indagar todo lo que hay detrás.
Luke inhaló algo tembloroso. Se sintió débil. Tuvo que sostener su abdomen en un intento por retener la bilis que subía, ardiente, por su garganta.
Ni siquiera notó que alguien más se unía a los dos, incapaz de escuchar algo por encima del ruido en su propia cabeza. Adrian emitió un sonido ahogado y retrocedió tropezando. Luke pudo ver, cuando Adrian se esforzó por marcar una distancia segura, la silueta de Aemond avanzando en su dirección.
Él pasó a Adrian como si no existiese y sostuvo sus mejillas con una mano, obligándolo a levantar la cara en su dirección. Movió su rostro a un lado y después al otro, como si buscase alguna herida, después volteó hacia Adrian con un aura casi diabólica.
—Parece que no fui claro la última vez que te vi —siseó—. ¿Debo matarte esta vez para que se te grabe el mensaje?
—¿Y tú quién te crees? —Luke apartó su mano de un manotón brusco y se interpuso entre él y Adrian—. ¿Qué haces acá?
—¿Yo qué? —él repitió, notoriamente indignado—. ¿Qué demonios haces juntándote con ese tipo? ¿Por qué no nos avisaste que saldrías?
—¿Qué eres? ¿Mi jefe? No te debo una mierda de explicaciones, le dije a Daeron que iría a dar una vuelta.
—Con un amigo —señaló a Adrian con una mano—. ¿Este es tu amigo? ¿Ya se te olvidó lo que te hizo en la disco?
Luke frenó de golpe lo que sea que fuese a responder, y entonces dirigió su completa atención a Aemond, dejando de lado su molestia inicial bastante bien fundamentada. No debió preguntar de qué diablos hablaba, Aemond notó su confusión y agregó:
—Fue su grupo el que te secuestró cuando fuimos donde los Lannister. Él te golpeó.
Luke entendió entonces por qué el tipo se le hacía tan tenebrosamente conocido. Volteó hacia Adrian, notando la palidez verdosa que había adquirido su piel.
—Lo pudo explicar —balbuceó.
—¿Fuiste tú?
—No sabía que se trataba de ti —Adrian explicó—. Fue un error.
Por supuesto que lo había sido, y parecía haber pagado con creces por ello si aún tenía una mano plasmada en morado sobre su cuello.
—¿Y por qué no me lo dijiste?
—No me habrías escuchado.
Luke asintió, Aemond a su costado no parecía tan satisfecho.
—Ya no tenemos nada más de qué hablar —sentenció—. Gracias por la información.
—¡No puedo arreglar lo que hice! —Adrian se adelantó, ignorando la mirada asesina de Aemond—. Pero espero que sepas que cuentas conmigo si necesitas algo. Quería a tu padre, realmente lo quería.
Volvió a asentir. Le dolería el cuello.
No volvió a mirar a Aemond cuando cambió su caminata hacia su motocicleta, estacionada a algunos metros bajo la luz de un farol. La idea de hablar con Aemond tampoco se le hacía particularmente agradable; nada en eso lo hacía. Solo quería perderse en alguna carretera y dejar de pensar.
Aemond no parecía tener la misma intención, porque él lo alcanzó cuando Luke estaba por acomodarse su casco.
—¿Qué hacías con él? —exigió saber—. ¿Para qué nos esforzamos noqueando a toda su gente si aparentemente son tan malditamente cercanos?
—¿Qué te importa?
Su antebrazo fue apresado y Luke reaccionó lanzando un golpe con la misma velocidad. Aemond tuvo que soltarlo para poder esquivarlo, y cuando volvió a enderezarse había un brillo oscuro en su ojo.
—No vuelvas a hacer eso.
—No te debo sinceridad —pasó el casco por su cabeza y se montó en su vehículo—. Ni confianza. No te debo una mierda. Empieza hablando de tus secretos si quieres que te cuente los míos.
Partió antes de que Aemond terminase de responder, y Luke pudo callar el ruido con el rugido ensordecedor de su moto cuando alcanzó finalmente una autopista.
Cuando Luke llegó al edificio, la luna estaba en lo más alto y todos estaban dormidos. No tenía ganas de dar explicaciones, ni de volver aún. Así que en vez de entrar en su casa se dirigió directamente a la azotea. El camino fue lento, dejó su casco junto a su puerta y después siguió subiendo escalones en silencio.
El viento golpeó su rostro, fresco y agradable. Las luces de la ciudad iluminaban todo, y recortándolas se encontraba la silueta de Aemond.
Luke bufó y se dio la vuelta, listo para irse.
—Te lo contaré.
Luke se detuvo.
—No te dije eso para obligarte a contarme nada —comentó, notando como Aemond se alzaba ligeramente de hombros—. Estaba enojado, mañana les diré todo.
—Eso me da igual, tú tenías razón —Aemond espetó—. Estuve fuera de lugar ahí, eres un tipo lo suficientemente inteligente como para saber con quien relacionarte.
—¿Entonces?
—Prefiero que sepas la verdad, no una especulación falsa de tu tío. No podremos llevar bien el robo si no confías en nosotros.
Luke pensaba corregir que en realidad en el que no confiaba específicamente era en él, pero se mordió la lengua y asintió.
Avanzó sin prisa y se situó en su lugar habitual, apoyando los antebrazos en el barandal. Aemond a su costado inhaló una bocanada larga de aire.
Y después le contó todo.
Le dijo todo, desde cómo fue confundido hasta el momento en que despertó en el hospital. Luke sabía que había omitido detalles, pero él no planeaba ponerse a exigir tal información cuando no era relevante. Le dijo que el tipo murió debido a las contusiones que le provocó Aegon. Le dijo que Aegon no supo cómo lidiar con el peso y trató de suicidarse. Le dijo que Daeron lo encontró. Le dijo que su padre murió no mucho después, y que su madre no fue capaz de quedarse con ellos, así que se fue a Alemania.
También le dijo que Daemon la había llamado hacía no mucho en un intento por recibir ayuda económica, y ella no les respondió. Así que Luke entendió que la relación con ella era más que simplemente tensa.
Aemond le contó que cambió la versión de la historia cuando habló con Daeron, y le dijeron que en realidad no había habido ninguna muerte, sino solo un lesionado de gravedad; obligó a todos en la familia a decir lo mismo porque la idea de que Daeron viviese con el peso de una muerte le revolvía el estómago.
A Daeron esa mentira no lo hizo feliz. Pero tampoco lo molestó, él necesitó un día para procesar todo y luego volvió con Aemond. Lo insultó un par de veces, lo amenazó con cortarle algunas otras extremidades si volvía a mentirle y después lo perdonó.
Estaba mejor así.
Cuando Aemond terminó de hablar, Luke descubrió que no tenía algo prudente que decir. Él, de hecho, no fue capaz de formular algo más que un leve asentimiento. Lo que sea que fuese a decir, se sentía incorrecto después de esa historia. Pero el silencio también parecía fuera de lugar.
—La parálisis sí se quitó —observó, balanceándose sobre sus talones.
—Una gran parte —Aemond asintió—. No puedo levantar mucho la ceja ni parpadear completamente. Creo que lo notaste una vez.
Un calor bastardo se adueñó de alguna parte de sus orejas y debió teñirlas de un rojo carmesí cuando recordó la primera pelea que tuvo con Aemond, en un callejón justo después de ganar una carrera.
Él sí lo había notado, había sido la razón por la que escupió a su ojo sano cuando Aemond lo estaba asfixiando. Se percató de que al pestañear, su ojo no terminaba de cerrarse. Una acción mínima que junto con la heterocromía y la cicatriz le permitieron generar una hipótesis que resultó acertada.
Luke carraspeó y asintió.
—Daemon los asesinó —Aemond dijo, impidiendo que se formase un silencio que definitivamente habría sido incómodo—. A los otros dos, él me lo dijo.
—¿Él. . .
—Hizo amigos en prisión.
Luke no necesitó saber más. Tampoco sabía qué más decir sin sonar perturbadoramente incómodo.
—¿A Aegon se le mueven los ojos?
Por el rabillo del ojo pudo ver a Aemond volteando en su dirección. Había algo casi divertido bailoteando en su ojo sano. La sombra de una sonrisa curvando sus labios. Se consoló pensando que al menos había logrado aligerar un poco el ambiente.
—¿Fuiste capaz de notar que no pestañeaba del todo, y no notaste que mi hermano tiene nistagmo?
Luke abrió la boca, después la cerró, volvió a abrirla y todo lo que escapó fue un sonidito indignado.
—No es que vaya por ahí viéndole los detalles a la gente —alegó—. Tu hermano ni siquiera me caía bien, para empezar, no iba a poner a cuestionarme si era algo raro o no.
—Es justo —Luke no se sintió mejor—. De todas formas en él es sutil. Conociste a Helaena, ¿no? Eso es nistagmo. Mi padre también lo tenía, es común en los albinos.
—Tú no tienes.
—No, tampoco Daeron ni Daemon —Aemond se alzó de hombros—. Es aleatorio.
Pensó en la hermana de Aemond, la novia de su hermano. Sus pupilas eran lilas, pero había un deje carmesí, y se movían, como si vibraran. Pero ella no parecía tener problemas de visión, así que supuso que debía ser algo común.
Cuando volteó hacia Aemond, se percató de que él no lo miraba. De perfil, a su lado izquierdo, Luke podía apreciar su ojo parchado, la cicatriz que cortaba su ceja y arrugada ligeramente su pómulo. Intentó imaginarlo sin nada de eso, y no le fue difícil. Pensó en que la diferencia del ojo no le restaba realmente belleza. Solo endurecía un poco sus facciones; lo hacía ver cruel y despiadado. Sin la cicatriz Aemond no sería distinto, simplemente otro sujeto de veintitantos con un atractivo alarmante.
Sus ojos bajaron inconscientemente hasta su antebrazo tatuado, Aemond llevaba una camisa de manga larga, pero él las doblaba. La tinta escondía bien cualquier marca, desde su lugar, Luke no era capaz de distinguir el relieve del tatuaje.
Era un bonito tatuaje, se enredaba en uno de sus dedos y zigzagueaba con elegancia por toda la piel, abrazando la dermis blancuzca hasta finalizar un poco por arriba del codo.
Luke supo que Aemond lo pilló husmeando solo cuando este mismo se movió sin prisa. Luke apartó la mirada con rapidez, y la concentró en el cúmulo de luces parpadeantes que se formaban a esa hora en la ciudad. Aemond no pareció enojado.
El calor se asentó otra vez en sus orejas, desagradable y denotativo. Luke debía practicar mejor sus expresiones, especialmente si iba a comenzar a trabajar con esa gente.
Carraspeó, Aemond pareció pensar algo porque cuando habló, su oración fue considerablemente sorpresiva.
—Una pregunta.
Luke parpadeó.
—Ya te debo dos.
—Puedes deberme tres.
—¿Seguro?
—Es bueno asegurarme tu sinceridad de vez en cuando —él dijo, alzándose de hombros.
—Soy sincero —alegó—. No sé mentir.
—Pero tampoco cuentas toda la verdad, ¿aceptas o no?
Luke lo observó, después la piel tatuada. No le hacía gracia deberle tantas preguntas a Aemond, especialmente conociendo lo malicioso que podía llegar a ser. Al final asintió, obligándose a no darle más vueltas al poco prudente trato.
Aemond se acercó entonces, y extendió su extremidad con la palma hacia arriba, permitiendo que Luke la manipulase. Sus dedos acunaron el dorso de su mano cuando la tuvo a su alcance, y fue cuidadoso al levantarla un poco más para poder ver de cerca el motivo del tatuaje.
Un escalofrío erizó los vellos de su nuca al recaer en el relieve. No eran sólo cicatrices, líneas rosadas y suaves que no quitaban el dolor pero al menos eran más fáciles de pintar.
Eran marcas, trazos grotescos y desiguales. En algunos puntos se hundían y otros sobresalían, evidenciando la violencia de esa obra. Toda la cara interna de su antebrazo estaba llena de cortes.
Su pulgar se deslizó con suavidad por encima de la piel lastimada, pudiendo sentir contra su dermis el daño irreparable e imborrable. Las líneas eran largas, Luke se estremeció de solo pensar en el dolor que eso conllevaba.
—No parecen letras —musitó, sin hacer mucho por sonar menos impactado.
Aemond entonces tomó su mano y guió los dedos hasta la zona de su muñeca, donde Luke pudo tantear siguiendo las indicaciones de Aemond, los retazos de lo que, descubrió, era una letra N.
El entendimiento le provocó náuseas. El relieve bajo sus dedos era crudo y violento, y Luke no era capaz de moverse, de apartar sus manos, de hacer algo que no fuese respirar y sentir los dedos de Aemond arriba de los suyos, moviéndolos con cuidado por cada letra.
No apartó su mano al terminar, y Luke fue consciente de la electricidad recorriendo la zona por cada segundo que pasaba.
—Hay más cortes —Luke observó, rozando con su pulgar una pequeña hendidura en la piel—. Jesús.
Era una carnicería.
Aemond siguió el dibujo de sus dedos, y en un tono bajo dijo:
—Esos los hice yo.
Su sangre se enfrió, y al levantar la mirada, todo lo que pudo apreciar fue la forma casi perdida con la que Aemond observaba el diseño monocromático.
Luke no encontró su voz para preguntar, pero Aemond entonces agregó.
—No estaba bien —admitió—. Fue una. . . Crisis. Solo quería disimular el horror, era más fácil si en vez de una palabra, solo eran líneas, así que tomé un cuchillo e hice lo que pude.
Luke ignoró la compresión en su pecho, o el temblor en sus falanges. Seguramente Aemond lo notaría, o ya lo había notado; si lo hizo, no lo dejó en evidencia.
—Al final seguía notándose demasiado —Aemond dijo, encogiéndose de hombros—. Me internaron, obviamente, lo catalogaron como intento de suicidio.
Luke parpadeó.
—¿Pero fue–. . .
—No lo fue, no quería morir —él acotó—. Eventualmente se hizo más llevadero, ahora no me molestan, el tatuaje solo fue porque se veían mal.
No pensaba negar eso, si la textura era abrumadora, definitivamente debía ser impactante a la vista. Aunque no estaba seguro de que él mismo se hubiese sobresaltado al verlas; la gente vivía y sufría. Nadie tenía el derecho de cuestionar cuerpos sin saber.
Luke entonces se descubrió moviéndose por otro tren de pensamientos, más egoísta e interino:
No quería simpatizar con Aemond.
Si dejaba de verlo como un villano, entonces nada le impediría comenzar a entrañar su poco agradable presencia. La idea de encontrar tibia su cercanía no le era grata.
No quería agregar más gente a su lista de preocupaciones. No quería pensar en Aemond y notar el temor a perderlo eventualmente, colocarlo en la mira de su tío como lo había hecho con Daemon y Daeron.
Era por esas cosas que no tenía amigos. Porque la cercanía de Luke era peligrosa. Dudaba que Aemond tuviese el mínimo interés en volverse cercano, especialmente sabiendo lo que sabía.
Estaba mejor así. De todas formas no se veía siendo amigo de Aemond. Los dos eran demasiado diferentes.
—Daeron tiene el mismo tatuaje —observó, notando que los dedos de Aemond alcanzaban a cubrir completamente su propia mano.
—Sí, se lo hizo a los quince con una identificación falsa.
Luke asintió, era algo que haría Daeron.
Aemond inspiró, y cuando botó el aire, Luke pudo apreciar como sus hombros caían un poco, se relajaban.
—Es un poco gracias a ti que haya podido arreglar las cosas con él.
—¿Un poco?
Recibió una mirada irritada. Luke aún sostenía su antebrazo, su piel estaba algo helada porque había dejado los guantes abajo.
—Tu amistad con él resultó ser de las mejores cosas que le han pasado —él admitió, y Luke no fue capaz de negar el ligero hormigueo agradable que lo revolvió ante la idea—. No termino de entender cómo congeniaron tan bien, de todas formas.
Luke soltó su mano, hizo un ademán con esta y esbozó una sonrisa ligera y petulante.
—Es porque soy un tipo muy simpático.
Aemond alzó una ceja y sonrió también, algo ladino y mezquino.
—Permíteme ponerte en duda.
—Lo soy —Luke afirmó—. Soy muy gracioso, tengo un variado repertorio de chistes.
—¿Es así? —Luke asintió, y entonces Aemond le hizo un gesto con la cabeza—. Cuéntame uno, si me haces reír te regalaré una pregunta.
Esta vez Luke arqueó una ceja.
—Pareciera que te gustó el juego de las preguntas.
—Es dinámico —aceptó—. No cambies el tema.
Se vio frunciendo la boca al recordar algunos chistes. Luke no tenía un variado repertorio de chistes, porque en realidad sí era un sujeto generalmente serio y apático. Su humor era oscuro y rápido, no pensado con anterioridad. Todos los posibles chistes que sabía venían de un libro de Joffrey que contenía una recopilación de los mejores chistes cortos infantiles.
También pensó en qué demonios hacía a punto de contarle chistes a Aemond Targaryen.
Después se respondió a sí mismo. Había sido una semana demasiado tensa, no podía seguir estirando tanto la cuerda, no cuando Aemond había cedido en primer lugar y le había contado la verdad sobre todo. Le debía un poco de paz.
Alzó las cejas y se volteó.
—¿Por qué siempre hay que llevar casco al andar en moto?
Aemond negó, y entonces Luke tocó su propia cabeza con el índice.
—Porque es funda-mental.
Se hizo un silencio fúnebre. Luke sí emitió una risa breve ante su propio chiste.
—¿Lo entiendes? Funda-mental, porque cubre la–. . .
—No —Aemond interrumpió—, no lo expliques, le quitarás la poca gracia que tiene.
—¡Es gracioso!
—Cuéntame otro.
Luke chasqueó la lengua.
—Bien, dime, ¿cómo se llama el campeón de buceo japonés? —Aemond no respondió, simplemente lo observó, expectante—. Tokofondo.
—No puede ser.
—¿Y el subcampeón?
—No lo digas.
—Kasitoko.
Aemond tuvo que cubrir su cara con una mano para esconder una sonrisa naciente que Luke sí alcanzó a percibir.
—Tienes el humor de un niño de diez años —él dijo, haciendo un esfuerzo inútil por sonar molesto.
—¿Sigo? —Aemond asintió—. Había una vez un niño con la boca tan, pero tan pequeña, que para decir "tres" debía decir: uno, uno, uno.
—Jesús.
—¿Cuál es el animal que es dos veces animal?
Aemond volvió a negar.
—El gato. Porque es gato y araña.
—Eso ni siquiera tiene sentido —alegó, pero Luke notó que hacía un esfuerzo bastante grande por no reír.
—Una vez existió un chico tan, pero tan despistado que. . .
—¿Qué?
—Da igual, ya se me olvidó.
Aemond entonces no fue capaz de contener una carcajada breve, y después de esa no pudo evitar reír ante los terribles chistes de Luke. Luke no pudo no notar que su risa, curiosamente, era suave y acorde, igual que su voz. Y que al reír se formaban unos pliegues al costado de su ojo.
Se permitió admitir que la risa de Aemond debía de ser de las más bonitas que había oído. Y que sus carcajadas eran contagiosas, porque pronto Luke estuvo riéndose con él.
—Son terribles —él indicó, entre risas.
—Si son tan malos, cuéntame uno tú.
Aemond logró calmar un poco su risa y entonces volvió a ponerse medianamente serio. Él sí pareció cranear su cabeza en busca de algún chiste gracioso.
—Llega un hombre a una farmacia y le pregunta al farmacéutico: "¿Tiene pastillas para los nervios?" —Luke asintió, concentrado—. El farmacéutico dice que sí, entonces el hombre saca una pistola y grita: "¡Pues tómese dos, que esto es un asalto!"
Luke parpadeó, procesó el chiste unos segundos y después largó una carcajada involuntaria. Aemond levantó una mano, como si se le acabase de ocurrir otro.
—Había una vez un ladrón tan tonto, pero tan tonto, que cuando robaba tiendas se llevaba a los maniquíes para no dejar testigos.
—¡No!
Más carcajadas.
No estaba seguro cuantos minutos estuvieron riendo de chistes terriblemente malos. Tampoco estaba seguro de cuándo fue la última vez que rió a carcajadas. Ni si alguna se había reído en la presencia de Aemond.
Prefirió perderse en esa alegría momentánea y no pensar en todo lo que Adrian le había dicho esa noche. Porque sus problemas seguirían mañana, y el resto de la semana. En ese instante, en esa azotea, no quería el peso de esas palabras arruinando su minuto de felicidad.
Cuando logró respirar un poco, tuvo que limpiar algunas lágrimas que escaparon por las constantes risas. Aemond no estaba mucho mejor. Sus mejillas pálidas habían adquirido un notable tono carmesí, que Luke señaló con su índice, haciendo la vista gorda a que él mismo probablemente estuviese igual o más rojizo.
—No sabía que podías sonrojarte —observó.
Aemond tocó su cara.
—No genero pigmento —dijo—. Pero mi sangre sigue siendo roja.
—Curioso.
Los dedos de Aemond siguieron el contorno de una de sus orejas incluso antes de que Luke pudiese procesar lo que hacía.
—Antes pensaba que el término "sonrojarse hasta las orejas" era una exageración —él comentó, y solo entonces Luke se dio cuenta de que en él era bastante notorio; cuando enrojecía, sus orejas eran las primeras en pintarse de rojo. Y eso era molesto—. ¿Realmente no puedes mentir?
—Sí puedo —corrigió—. A veces. Es una reacción natural.
—Lo es —Aemond asintió—. Los vasos sanguíneos en tu rostro se dilatan, y más sangre fluye por ellos, dándote ese tono rojizo.
—Nerd.
Aemond blanqueó su único ojo y alejó su mano. Volvió a apoyarse en el barandal, la luz de la ciudad se reflejaba bastante bien en su piel pálida. Lo imitó. Ya no sabía qué decir, así que no le quedó algo mejor que esperar a que fuese él el que rompiese el silencio.
Aemond sí lo hizo; su pregunta realmente no le sorprendió, porque llevaba bastante tiempo esperando que la hiciera. Sí le sorprendió un poco que tuviese el valor de hacerla, porque a veces parecía que ese tipo le daba repelús cualquier posible muestra de afecto.
—Cuando estábamos en la disco —él inició, Luke solo pudo ver su ojo cubierto ya que estaba de perfil—. ¿Por qué me besaste?
Luke esperaba la pregunta, pero no tenía una respuesta. Al menos, no solo una.
Él se balanceó en la baranda y carraspeó.
—No se me ocurrió qué más hacer —confesó, siguiendo el borde de una grieta en la pintura de forma inconsciente—. Estabas hiperventilando, pensé que te enojarías lo suficiente como para golpearme por atreverme a hacer algo así, y eso te distraería hasta que la luz volviese.
El silencio volvió a envolverlos. Luke se preguntó qué estaría pasando por la cabeza de Aemond en ese instante.
—Ciertamente no esperaba que, bueno, lo siguieras —Luke carraspeó, aclarando la incomodidad en su garganta—. Quiero decir, dijiste que me odiabas, pensé que aún no terminabas de superar a tu ex y todo eso. Y después no quisiste volver a hablarlo, así que no toqué el tema.
—Cole no es mi ex —él respondió con bastante rapidez—. No formalizamos nada.
—Mejor, el tipo era una bandera roja —Luke se encogió de hombros.
Aemond no pareció capaz de negar esa afirmación, por lo que solo se dedicó a mirarlo en un silencio contemplativo que Luke pronto catalogó como incómodo.
—No le des muchas vueltas, ya pasó y no volveré a hacerlo —dijo, apartándose de a poco del borde—. Tu eres medio doctor, los besos sirven para estimular la producción de endorfinas y esas cosas. Tómalo como un acto saludable.
—¿A ti no te molesta?
Luke volteó, Aemond tenía el ceño fruncido. Había algo complicado en sus facciones.
—¿No? —Aemond pareció más molesto—. No lo habría hecho si me molestara. Eres como súper atractivo y yo no soy ciego.
—Pero no eres gay.
—Tampoco hetero, ¿no tuvimos esta conversación antes? Te dije que me daba igual el género, era en serio.
—Es que eso no tiene sentido —él alegó.
—¿Por qué te importa tanto? —Luke se quejó, gesticulando con las manos—. Puedo tener una relación con un hombre y eso no va a molestarme, ¿lo entiendes? Te besé, tú eres un hombre, y no tengo ningún maldito pánico gay, ningún miedo, nada. ¿Qué más explícito quieres que sea? Me pueden gustar los hombres, las mujeres o lo que sea, y no me va a generar un problema.
Aemond pareció no saber qué responder a eso. Luke sí.
—No he tenido la oportunidad de tener una relación estable por estar más preocupado de problemas que ni siquiera me corresponden, así que si algún día sé que alguien tiene sentimientos hacia mí, créeme, su género va a ser lo que menos me importe.
Exhaló una inhalación baja, obligándose a respirar después de un monólogo del que probablemente se arrepentiría mañana. Aemond no respondió nada, simplemente lo observó en silencio, pero Luke prefirió que no lo hiciese, porque ya no tenía ánimo de discutir esa noche. Al menos no con él.
—Me iré ahora —anunció, desviando la mirada.
Lo mejor habría sido no decir nada, decidió, no debió haber hablado.
—Buenas noches.
Luke volteó, carraspeando. Abriendo y cerrando los dedos para disminuir la tensión en sus falanges, y, de paso, distraerse. Jugaría con Arrax hasta que el sueño lo absorbiera por completo y así no tener que sobrepensar mirando al techo.
Escuchó los pasos de Aemond a sus espaldas. Rápidos.
Sintió el tirón en su antebrazo cuando lo obligó a voltear. Y después sintió sus dos manos atrapándole la cara como si estuviese, otra vez, buscándole heridas. Salvo que no buscaba heridas. Y no estaba siendo brusco.
Fue una respiración a medias. Un parpadeo. Su propia sorpresa reflejada en el único ojo sano de Aemond. Una cercanía desmedida. Un único palpitar de su corazón.
Y los labios de Aemond apretándose contra los suyos.
Besándolo.
L
sABÍANQUÉ.
LOS TÍTULos, ya paro con las mayúsculas.
Los título, del veinte al veintinueve, tienen nombres de flores. Estas flores tienen un significado pERO OJO, el significado lo saqué directamente de un libro llamado "El lenguaje de las flores" de James Moretz. Solo de ahí.
Entonces, les dejo los significados hasta ahora:
Jacintos silvestres: Juegos peligrosos.
Adónis: Recuerdos dolorosos.
Besfália: Tus ojos me embelesan.
Muy romántico todo. Les dejaré la próxima flor como un pequeño spoiler, pero no su significado
Caledonia.
Con eso dicho, les deseo un feliz halloween.
Besitos.
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