Capítulo veinticuatro: "Enerdo"
TW: Ninguno. Debería preocuparme¿
Sé que he tardado, pero este es mi único proyecto a largo plazo así que tomo mi tiempo escribiéndolo porque requiere de más atención y detalles.
Capítulo dedicado a thebigdragoncest (tqm)
Les dejo un resumen de los últimos cinco (o cuatro¿?) capítulos, ya que ha pasado mucho. No es necesario que lo lean si lo recuerdan.
Luke en su última carrera luego de robar exitosamente a los Lannister (y de haberse besado con Aemond en el proceso), descubre que Borros Baratheon, su "empleador", es un traficante de personas. Es capaz de robar información que lo delata y recibe consuelo de Aemond debido a que lo asedia uno de sus recurrentes ataques de pánico.
Larys Strong, por otro lado, decide pertinente exponer a Rhaenyra el verdadero motivo por el que Daemon fue a la cárcel: haber asesinado a golpes a una persona.
Seguidamente conocemos el verdadero motivo por el que ocurrió todo eso: hace cinco años, un grupo atacó a Aemond debido a una confusión con su hermano, Aegon. En ese suceso Aemond pierde su ojo y recibe múltiples cicatrices en su brazo, que eventualmente cubriría con un tatuaje. Daemon se inculpó por el delito de Aegon, y Aegon intenta suicidarse.
Avanzamos un par de semanas. Luke lleva la información robada a Mysaria, quien le prohíbe correr para resguardar su seguridad. Le da el número de un amigo de Harwin que tiene las respuestas que Luke tanto ansía. Este amigo resulta ser Adrian Tarbeck, uno de los matones que secuestró a Luke durante su robo a los Lannister. Adrian le revela a Luke que nunca existió ninguna deuda, que esta es un invento de Larys para mantenerlos bajo control, ya que los Strong en realidad son una familia allegada a un famoso criminal.
Harwin murió antes de deshacer todas las conexiones de la familia con esta mafia, y por lo mismo, quien debería dirigir el negocio familiar no es sino uno de sus hijos —Jace o Luke—. Luke ahora deberá encontrar la carta que Harwin le dejó a Rhaenyra, para poder descubrir donde escondió la fortuna que les dejó.
Luke y Aemond liman algunas asperezas y terminan besándose, otra vez. Aemond se embriaga con Daeron y termina quedándose a dormir donde Luke. Ambos duermen juntos.
Luke comienza a cuestionarse la extraña atracción que comienza a sentir por su némesis jurado.
"Me duele estar tan lejos
No es fácil que no estés aquí
Y aún así puedes hacer
Lo que quieras de mí'.
Amor Completo. Mon Laferte.
Daemon disfrutaba de un agradable lunes libre de trabajo. Bebía café y leía el periódico junto a Aegon. Helaena acababa de irse del departamento para salir con Jace, y Daeron seguía durmiendo al igual que Aemond. Caraxes segundo mordisqueaba un hueso que le había comprado. Solo hacía falta una melodía de fondo para que la situación fuese directamente sacada de alguna escena de película.
—Alicent seguirá molestando —Aegon comentó, terminando con el silencio. Y la paz utópica.
—Creí que Aemond la había bloqueado ayer —observó, pasando la página sin un particular interés.
—Me llamó a mi.
Daemon soltó una única risa breve.
—Otto está empeorando —dijo, Daemon apartó la mirada de las noticias para observarlo seguir una línea de la madera con la punta de un cuchillo.
—No hagas eso —indicó—. Vas a rallar la mesa.
Aegon se detuvo emitiendo un suspiro ruidoso.
—¿Qué opinas? —Aegon preguntó.
—¿Sobre qué?
—¿Otto muriendo?
Daemon se rindió a una lectura pacífica y dejó el periódico sobre la mesa después de doblarlo. Aegon lo miraba, y Daemon pudo admirar el tono saludable que había adquirido su piel después de pasar la peor etapa de la abstinencia. Ahora solo faltaba que sus quemaduras terminaran de curarse, pero aún quedaban unas semanas para eso.
Tomó un sorbo de café bajo sus ojos atentos inhaló, exhaló y al final solo se alzó de hombros.
—Es un viejo de mierda, ya estaba tardando.
Aegon soltó una carcajada.
—No es mi familia para llorar su muerte —dijo—. Solo espero que cuando lo haga, se digne a dejarles la parte que les corresponde. Viserys invirtió mucho en él como para que ignore algo tan obvio.
—¿Crees que lo haga?
Daemon negó. Otto era un bastardo egoísta, y maldecía el día en que a su hermano se le ocurrió buena idea prestarle dinero para su empresa decadente. En ese momento gozaban de mucho, no significó realmente una pérdida porque el negocio de los Higtower entonces pudo prevalecer y mejorar exponencialmente.
Cuando Viserys murió, quienes tendrían que haber heredado todo eran sus hijos. Daemon aún no entendía bien cómo fue que no recibieron nada de esa mísera familia.
—Creo que solo quieren a Aemond porque es el único que aún le guarda un poco de cariño a Alicent —observó al final—. Y porque tiene intereses más allá de los robos.
—¿Helaena no?
—Helaena le dispararía a todos en esa familia si la dejásemos sola con un arma en su presencia.
Aegon formuló un sonidito acorde y recostó su cabeza despeinada sobre la mesa. Daemon levantó el periódico y lo abrió en la página que quedó, retomando el cómodo silencio.
Llevaban casi dos meses viviendo con él, y no estaban haciéndolo nada mal. Mientras planeaban cómo asaltar a Dalton y, aparentemente, limaban asperezas, Daemon podía admitir para si mismo que una gran parte de su propio resentimiento ya no era más que malos recuerdos. Y le debía eso a Rhaenyra. O quizás a él mismo. Pero sabía que, de no haber conocido a Rhaenyra y a sus hijos, él jamás habría encontrado la paz suficiente como para perdonar a su propia familia.
Le debía a Rhaenyra demasiado. Y pensar en ella odiándolo le hacía cosas dolorosas en el corazón. No quería que lo odiara. No quería que se alejara. Quería volver a ir a cenar a su casa y poder estar todo el día abrazándola en el trabajo.
No se dio cuenta de que estaba leyendo sobre los avances en la construcción de lo que podría considerarse en puente más alto de toda Inglaterra, hasta descubrirse casi al final de la noticia. Por la forma de su estructura y la distancia que tenía con el río, se notaba que sería una atracción impresionante.
La página siguiente anunciaba la posibilidad de ser visitados por una fea tormenta que arruinaría por completo el aire primaveral de la ciudad. Estaban recomendando discreción al momento de viajar porque podría existir la posibilidad de que aumentara exponencialmente el caudal de los ríos.
Daemon no se preocupó porque no tenían ningún lugar al que viajar en esas fechas.
Su sobrino retomó la plática sin un mayor aviso, y Daemon se descubrió emitiendo un suspiro interno porque definitivamente a veces solo quería un poco de silencio para hundirse en su propia triste, desolada y desconsolada miseria.
Ni siquiera con Mysaria le había dolido tanto una ruptura. Y con ella tuvo una relación de años.
—Quizás debería tenerlos yo también —Aegon musitó—. Intereses que no impliquen robar, digo.
—¿Ya no te interesa animar fiestas?
Aegon arrugó la nariz.
—No tengo tanta fuerza de voluntad.
No necesitó preguntar para entender que rodearse de alcohol, aún si ya no lo consumía, sería una tentación constante que Aegon eventualmente no lograría resistir. Él mismo, sin ser realmente adicto, no sería capaz de negarse si tuviese todos esos tragos delante de él por horas. Tomaría uno, al menos. Aegon haría eso, y entonces ya no sería capaz de controlarse.
El hecho de que Aegon evitase activamente el alcohol, y cualquier situación que pudiese implicarlo, evidenciaba su compromiso.
—¿Por qué lo dejaste? —terminó por preguntar. Aegon le lanzó una mirada rara—. ¿Por qué ahora?
Lo vio carraspear. Él aún permanecía recostado sobre la mesa, deslizando uno de sus dedos sin cuidado sobre el borde sin filo del cuchillo.
—Daeron me lo pidió.
Eso lo tomó desprevenido.
—¿Solo así?
—Me pidió que no fuese a su cumpleaños —murmuró—, porque no quería cargar conmigo en su propia fiesta delante de Luke. Porque le daba vergüenza.
Daemon alcanzó a percibir un matiz rojizo en su oreja expuesta. No estaba seguro si le daba más vergüenza contarle la historia, o recordar lo que sintió cuando Daeron le dijo aquello.
—No sé por qué me dolió tanto —Aegon siguió—. Él ni siquiera lo dijo para lastimarme, solo lo pidió como un favor. Como su regalo. Le prometí que solo tomaría una cerveza, y lo cumplí. Jamás lo había visto tan contento, me dio las gracias y todo. Lo dejé después de eso.
Podía, en realidad, creer su historia. Daeron era particularmente agradecido con las cosas que realmente apreciaba. Él no se quitaba nunca el aro que le regaló Luke, y las figuritas de origami que Joffrey le regaló estaban regadas en los lugares más visibles de todo el departamento. Nadie tenía permitido moverlas.
—No les quise decir, no iban a creerme —Daemon parpadeó—. Solo fui dejando todo de a poco.
—¿No se dieron cuenta? —curoseó—. Si lo dejaste así, la abstinencia debió ser una mierda.
Aegon esbozó una sonrisita.
—Lo fue —él convino—. Vomitaba todo, odiaba al mundo y no podía dormir más de dos horas sin despertar hiperventilando. Me fui unas semanas a un centro de rehabilitación para que me ayudaran.
Daemon no tenía intención de preguntar si alguno lo había notado. Quizás lo hicieron, pero todos en esa casa tenían el dinero y la autonomía suficiente para salir por sí solos y volver cuando quisiesen. Dudaba que fuese nuevo que Aegon desapareciese por tanto tiempo; incluso cuando Daemon aún vivía con ellos Aegon era de salir sin avisar y volver una o dos veces cada semana.
—Un poco después de volver, a Cole se le ocurrió que era una buena idea quemar nuestra casa —los dos hicieron una mueca similar—. Hombre, sí me dolió. El tipo era mi amigo.
—Nadie los manda a escoger mal sus amistades —Daemon tarareó, encogiéndose de hombros.
Pero aún así lo mataría.
Había recibido un informe del par de tipos que mandó, anunciando que el último avistamiento de Cole había sido dentro de Inglaterra. El tipo al inicio se había ido a El Salvador, pero pronto descubrió que lo seguían y comenzó a saltar de país en país por toda América Latina hasta casi ser acorralado en el margen de Santiago, en Chile. Terminó encontrando la forma de cruzar la cordillera y lo perdieron otra vez al llegar a Argentina.
El bastardo era escurridizo.
Daemon supuso que algo aún lo ataba a Inglaterra si había vuelto. Quizás se le acabó el dinero. Quizás trataría otra cosa en su contra y entonces finalmente podrían atraparlo.
Dejó de pensar en Cole. Por cada segundo desperdiciado en él, se le morían más neuronas.
Aegon seguía tumbado con un aire distraído sobre la mesa. Él hacía eso bastante seguido; sentarse a su lado mientras leía y simplemente respirar el mismo aire. A veces no hablaban, la primera vez Daemon había estado tan tenso que terminó yéndose a la casa de Rhaenyra a tomar té.
—Fui un imbécil.
—La autocrítica es importante.
Aegon emitió un sonido irónico, bajo, casi molesto.
—Es en serio —agregó—. Puedes ahogarte en tu miseria y vivir como una víctima que piensa que el mundo le debe todo solo por existir, o aceptar que fuiste un imbécil y hacer algo para arreglarlo. Lo estás arreglando. Estás sobrio, presente y constante. Eres responsable en el trabajo y buscas alternativas para mantenerte lejos del alcohol. Es algo de lo que estar orgulloso.
Lo escuchó respirar, una única inhalación lenta y apreciativa.
—¿Tú estás orgulloso? —él curoseó.
—No creo que eso deba importar.
—Lo hace.
Los ojos de Aegon le sostuvieron la mirada cuando Daemon la alzó para verlo. Y, por un instante, casi pudo verse a sí mismo sentado delante de él. Las piernas de Aegon extendidas en toda su longitud bajo la mesa, igual que sus brazos arriba de esta, era como verse en un reflejo de su juventud. Era como ver a Viserys, sonriente y despeinado.
No necesitaba esforzarse por recordar cómo Aegon lucía al nacer. Una cosa regordeta y pálida que lloraba a diario y le tiraba el cabello. Probablemente la parte más fea de la enfermedad de Viserys se la llevó él, porque fue el único que alcanzó a crecer con él como su padre.
Respiró, dejó caer sus hombros y al final asintió.
—Lo estoy —admitió—. Lo estás haciendo bien.
La sonrisa de Aegon podría haber iluminado todo Londres por varios días seguidos.
Se pasaron los siguientes diez minutos en un nuevo silencio. Daemon disfrutaba de eso tanto como disfrutaba escucharlos parlotear cuando se reunían los cuatro en la mesa.
La puerta se abrió, y Aemond entró. Tenía ojeras, estaba ceñudo y su cabello permanecía amarrado en una coleta baja algo floja, de la que resaltaban al menos tres delgadas trenzas, pero no lucía mal más allá de eso.
Frotó su único ojo y bostezó. Llevaba una camiseta que no le pertenecía y sus pantalones de pijama.
Primero se hizo un té en la cocina. Él tenía una taza con estampado de pequeñas herramientas que Helaena le había llevado de Bristol. La de Aegon tenía formas de perritos y la de Daeron un gato gracioso que estaba a la moda.
Helaena también le había regalado una a él con el logo de "mejor papá". Daemon estaba usando esa en ese instante, y prohibió su uso a cualquiera aparte de él en el departamento.
Aemond se sentó en silencio después de conectar su teléfono al cargador junto a la mesa.
—¿No dormiste acá?
Él abrió la boca para responder, pero Aegon se le adelantó.
—Ayer se emborracharon y Luke ofreció una cama para que no durmiesen tan apretados —Aegon comentó—. ¿No es muy amable?
Daemon estuvo de acuerdo.
—Lo es —dijo—. Luke es una persona muy agradable. Ustedes deberían seguir su ejemplo, bestias.
Recibió una risa entre dientes, pero Daemon no consideró graciosas sus propias palabras porque no las decía para nada en broma.
Observó a Aemond lanzarle una mirada siniestra a su hermano, antes de ponerse a ojear sin mucho ánimo teléfono y beber té en silencio. Suponiendo que bebió lo suficiente como para emborracharse, se notaba considerablemente en buen estado. Y bastante despierto. Quizás ya había comido algo donde Luke; sabía que Luke era bastante responsable cuando se trataba de cuidar gente.
—¿Ya empezaron a entrenar?
—No todavía —Aemond musitó—. La última visita al fisioterapeuta fue el viernes, y le dio el alta completa. Comenzará a entrenar la próxima semana.
—¿Tú le vas a enseñar? —Aemond asintió—. ¿Qué cosa?
—Karate, Muay Tai, Krav Maga y boxeo —enumeró—. Estoy haciendo una recopilación de las técnicas más efectivas de cada uno, por lo que estos días ha estado mejorando su resistencia con Daeron.
Daemon asintió. Aegon comentó algo sobre su inusual preocupación hacia Luke, a lo que Aemond respondió con una amenaza bastante colorida.
—Si vas a enseñarle tu, deberías partir con un poco de Aikido —sugirió, ganándose un silencio dual.
—¿Aikido? —Aemond repitió, incrédulo—. Luke debe aprender a defenderse, el Aikido es pacifista.
—Pero tiene buenas herramientas.
—Daemon tiene un punto —Daemon parpadeó al verse respaldado—. Luke es reactivo, y tú no eres un tipo amistoso. Si partes con técnicas tan defensivas, él no va a lidiar bien con la violencia.
—Él está acostumbrado a la violencia, como nosotros.
—La violencia que vive Luke es diferente —cortó, logrando que Aemond apretase los labios—. Ustedes eligieron esta vida, él no tuvo opción. Luke aprenderá defensa porque lo necesita, no porque lo desee, así que tienes que darle la oportunidad de que lo vea como algo más que una carga extra.
Una arruga sutil se situó entre las cejas de Aemond, pero Daemon pudo ver como comenzaba a considerar la idea. Tomó un poco más de té.
—El Aikido es lo mejor para que alguien como Luke inicie —agregó—. Y para ti también, les servirá para aprender a tolerarse. Y eres capaz de refrescar tu memoria en una semana.
Siguió leyendo sobre el puente más alto y la economía. Había un aire divertido en el ambiente, más relajado y tranquilo, alegre, hogareño. Daemon lo disfrutó tanto como su trago de café ya enfriado. O lo intentó. En menos de tres minutos llegó hasta sus oídos la voz de Luke desde el teléfono de Aemond.
"Estarás sobrio cuando veas esto y yo ya–. . ."
El audio se cortó de golpe.
Apreció la fracción de segundo que le tomó a Aemond palidecer, y una fracción más en enrojecer a un nivel que Daemon en su vida había observado.
Los tres mantuvieron un único, calmo, lento y analítico segundo tácito antes de que Aemond se pusiese de pie con una velocidad estrepitosa, consiguiendo que la silla chillara contra el suelo y las tazas se balancearan.
—¡Luke te grabó ebrio! —Aegon saltó, largando una carcajada ruidosa—. ¡Déjame ver! ¡Déjame ver! ¡Debe ser una joya!
Daemon también quería ver.
—Solo por encima de mi maldito y frío cadáver —Aemond siseó.
—Cuida esa boca.
—Sí, cuida esa boca.
La mirada de Aemond podría haber perforado un agujero en su cráneo, pero Aegon no pareció realmente interesado.
Aemond tomó el cargador, el té, su teléfono y se dirigió a la habitación desocupada. Cerró a sus espaldas y el silencio los absorbió.
Ni siquiera alcanzó a levantar el periódico cuando pudo apreciarlo salir de la habitación a una velocidad abrupta, y avanzar hasta la puerta a zancadas ruidosas. Irradiaba una furia sin precedentes que atrajo la atención de los dos, Daemon y Aegon.
—¿Qué te–. . .
—Lo voy a matar.
Entonces salió y cerró de un portazo.
Volteó hacia Aegon, él no parecía ni remotamente afectado por la amenaza de muerte que acababan de presenciar. O por el aura tétrica que rodeaba a Aemond cuando pasó junto a ellos. Daemon frotó su nariz.
—¿Puedes ir y asegurarte que no lo diga en serio?
—No lo hace.
Fuera del departamento pudieron escuchar perfectamente a Aemond gritar y golpear una superficie con fuerza. Supuso que sabía que no había nadie más en la casa salvo Luke.
—¡Lucerys, maldito infeliz, abre la puta puerta o voy a tumbarla!
Alzó una ceja hacia Aegon, Aegon se encogió de hombros.
—¡Lucerys! —gritó—. ¡Lucerys, te lo ju–. . .
Los gritos de Aemond se detuvieron con brusquedad, probablemente porque Luke abrió la puerta. Aegon y Daemon se mantuvieron en un silencio acordado dispuestos a escuchar la conversación.
Por desgracia no escucharon mucho porque al parecer Luke lo arrastró dentro de la casa sabiendo que existía gente metiche –ellos–. O quizás Aemond se metió a la fuerza cuando le abrieron la puerta. Daemon se inclinaba por la segunda opción.
Aegon estaba haciendo un gran esfuerzo por no reír. Lo señaló con un dedo.
—Tú sabes algo —acusó—. Dímelo.
—No puedo, a mí sí me mataría.
Daemon conseguiría la verdad, porque era un bastardo chismoso demasiado viejo como para tolerar que dos mocosos malcriados lo mantuviesen ajeno a un secreto familiar.
—Cosecho lo que sembré. . . —negó, poniéndose de pie y tomando su taza ya vacía.
—Dramático.
Genuinamente esperó que Aegon tuviese razón y ninguno de los dos estuviese realmente matándose en el departamento de al frente.
Daemon no tendría cara para decirle a Rhaenyra que su sobrino asesinó a su hijo por diferencias personales.
Para su alivio no pasó a mayores. Aemond llegó al menos veinte minutos después, igual de malhumorado y un poco más despeinado. Le lanzó un insulto a Aegon cuando él lo molestó y se fue directamente a la habitación desocupada a dormir.
Quizás era bueno que se llevasen tan mal, tardarían más en organizar correctamente el siguiente robo, y eso les daría más tiempo para descansar y pensar correctamente. Su casa estaba en construcción, y cuando diese con Cole conseguiría de una forma u otra que él le devolviese su dinero, y si debía venderlo por partes para conseguirlo, entonces lo haría.
El imbécil ya había vivido demasiado.
El lunes pasó así, y el martes llegó. Por lo general, acostumbrados al tranquilo ritmo de los meses anteriores, sólo eran dos meseros y Laenor como cocinero. Especialmente los días de semana, cuando el movimiento era lento y no se solicitaba demasiada comida.
Daemon no esperaba que la publicidad gratuita que Daeron le estaba haciendo al lugar sirviese realmente de algo. Pero aparentemente era así, porque pronto el sitio se vio repleto de gente. Un movimiento continuo de personas entrando y saliendo, todas de una edad respectivamente joven, que además de conversar con sus sobrinos admiraban la comida.
Estaba él con Luke, Laenor y Daeron trabajando en la cafetería, pero pronto tuvieron que llamar a Aegon y Aemond porque había demasiada gente y estaban colapsados.
Luke pasó a la cocina a apoyarlos y entonces pudieron manejar adecuadamente el resto del día.
Fue agotador, por decirlo de menos. A Daemon le dolían los pies, la cabeza y la espalda. Pero jamás admitiría en voz alta lo último porque convivía con jóvenes irrespetuosos que definitivamente lo molestarían hasta el día de su funeral.
Cuando Laenor, Luke y Aemond terminaron de ordenar la cocina y finalmente salieron, ellos aún no terminaban de ordenar todo lo demás.
—¿Necesitan ayuda acá? —Laenor ofreció, quitándose el paño que usaba para cubrirse el cabello.
—No te diré que no —Aegon le extendió una escoba y luego se estiró.
—Me duelen los huesos —Daeron masculló.
—La estupidez es pesada —Aemond dijo, alzándose de hombros.
—También la pobreza.
Aemond blanqueó los ojos.
Luke, a algunos pasos suyos, también tomó una escoba. Aemond lo detuvo en seco sosteniendo la escoba. Cuando habló, lo hizo por lo bajo, sin llamar la atención.
—Tú siéntate.
—No soy un perro —Luke gruñó.
—Llevas toda la tarde cojeando.
Daemon volteó hacia los dos al escucharlo, y pudo apreciar como Luke le dirigía una mirada rápida antes de chasquear la lengua. Daemon sabía hasta cierto punto sobre la lesión de Luke, lo había visto de vez en cuando hacer ejercicios. Les prohibió a Daeron y Aemond enseñarle nada hasta que estuviese completamente recuperado cuando supo que pagaron un gimnasio.
Detuvo sus propias acciones, limpiaba algunas mesas cercanas al mostrador, y observó el intercambio con interés.
—Puedo barrer —masculló—. No estoy inválido.
—No, estás convaleciente y en tratamiento —Aemond corrigió—. ¿Cuánto?
Luke pareció dudar bajo la visión irritada de su sobrino. Abrió la boca, la cerró y finalmente respondió apartando la mirada.
—Siete.
—Siéntate —repitió—. Saca las cuentas del día o algo.
Se hizo un silencio en el que Luke le dedicó una mala mirada. Daemon esperaba una pelea, tener que interceder antes de que se sacasen los ojos, sin embargo Luke solo carraspeó y dio la vuelta al mostrador para sentarse. Su cojera era evidente aunque tratase de disimularla.
Parpadeó con una sorpresa agradable y se cruzó de brazos.
—¿Ya se amigaron? —Daemon cuestionó, recibiendo un brinco de los dos.
Ambos compartieron una mirada breve y después Aemond volteó tomando la escoba, la sombra de una sonrisa maliciosa curvó sus labios.
—Alguien le tiene que recordar que no es Superman.
—Estúpido.
Daemon decidió que no entendía a las nuevas generaciones.
Siguió con su labor de limpiar mesas. Sus sobrinos y Laenor continuaron ordenando hasta que Laenor anunció que debía irse porque su esposo lo estaba esperando. Se quedaron los cinco, y Luke accedió a la petición de Daeron de poner música, así que conectó su teléfono y fue colocando lo que todos pedían.
Absorbió la imagen de Daeron bailando alrededor de Aemond, y Aegon haciéndole coro. Incluso Luke soltó una risa al verlos.
Era esa paz la que Daemon describía por las noches cuando se ponía a escribir en su libreta un recuento de su día a día.
Fue una de las varias recomendaciones que recibió al salir de la cárcel, una forma para mantenerlo anclado al presente. Su lista quedó a la deriva después de haber cumplido todo, y varios puntos más, y en su lugar inició una casi bitácora en la que plasmaba sus emociones y cómo había podido, o podría haberlas, manejado.
Le gustaba eso, lo hacía sentir tranquilo. A veces se descubría temiendo jamás lograr superar su propia necesidad natural de violencia, le asustaba un poco ser incapaz de vivir en paz. Era en esas situaciones en las que releía sus propias anotaciones y entendía que sí lo era, era capaz de mantener un perfil bajo y un adecuado autocontrol pese a exponerse a situaciones que en otro momento habría resuelto a golpes.
Descubrió que Aegon hacía algo parecido. Supuso que la monotonía en algunas situaciones era una buena solución. Repetir un patrón en medio del caos que podía llegar a ser la mente eventualmente evocaría algo de paz.
Su tren de pensamientos se difuminó cuando pudo ver a Luke situando algunos papeles sobre el mostrador y un lápiz.
—Necesito que firmen la renovación de su contrato —Luke anunció, ojeando una vez más una de las hojas.
Daemon se acercó y tomó la que tenía su nombre, pronto los demás llegaron e hicieron lo mismo. No le sorprendió dirigir una mirada hacia Aemond y descubrir que era el único leyendo el contrato a consciencia.
—¿Ya pasó un mes? —Daeron no ocultó una expresión de sorpresa cuando Luke asintió—. Diablos, eso fue rápido.
—¿Tú llevas todas las finanzas? —Aemond cuestionó.
—Es en conjunto con mi madre —dijo—. Pero yo hago los contratos y esas cosas. También las entrevistas.
Luke hablaba desde el otro lado del mostrador mientras terminaba de ordenar algunos papeles y tecleaba algunas cosas en el computador donde se introducían las comandas. Daemon solo podía admirar su madurez a esa edad. El niño tenía diecinueve y ya era capaz de dirigir finanzas y manejar personal como un adulto experimentado.
—A mí me entrevistó Rhaenyra —comentó.
—Ese día estaba ocupado —Luke no apartó la mirada del ordenador—. Tenía que hacer algunas cosas.
—Robarnos —Aemond observó.
—Lavar su dinero —corrigió, esbozando una sonrisita maliciosa que Aemond no pareció apreciar en absoluto.
—Pensé que lavabas acá el dinero —Daeron observó—. Como el que ganas en las carr–. . .
La caja registradora se cerró con un estruendo que les sacó un brinco a los cuatro. Luke hizo una mueca y musitó un "disculpen".
—El dinero de las cartas —agregó—, es menos, no es peligroso lavarlo acá.
—¿Juegas cartas? —Daemon inquirió, apoyándose en el mostrador. Luke asintió—. Deberíamos apostar algún día.
—Sería entretenido.
—Eres como un mini empresario, incluso sabes blanquear dinero —Aegon observó, tendiéndole su contrato firmado—. Yo me volvería loco tratando de dirigir todo esto. Demasiado estrés, se me caería el cabello.
—El salario es diferente —la mirada de Luke a Aemond fue más paciente de lo que Daemon podría haber esperado.
—Es el sueldo mínimo más las propinas —indicó, tocando una de las sumas con su índice—. Las propinas se dividen, cincuenta para ustedes y cincuenta para Laenor y Aemond. Cada mesa que atienden automáticamente queda registrada bajo su nombre, por lo que inicialmente la propia es solo suya, pero luego toda se suma y se divide en partes iguales. Si prefieren, cada uno puede quedarse únicamente con las propinas de sus mesas.
—En inglés, Luke, soy lento —Daeron alegó.
—Si a ustedes les dejan veinte libras de propia, entonces diez serán para ustedes, y diez para la cocina —Luke señaló a Aemond—. Como son dos en cocina, serían cinco libras para Aemond y cinco para Laenor. Al final del día, todo lo que ganen ustedes descontando la parte de la cocina, se suma y se divide en tres. Eso se agrega a su sueldo.
—Que se sume todo, como hasta ahora —Daemon sentenció—. Al final, todos atendemos una cantidad similar de mesas.
—Sigo sin entender.
Aegon apartó un poco a Daeron para explicarle con más lentitud el sistema de propinas. Aemond volteó hacia Luke.
—¿Qué pasa con tus propinas? —volvió a cuestionar—. También trabajaste hoy.
—Te voy a descontar de tu sueldo el tiempo que me haces perder.
Daemon soltó una risa baja y se inclinó para firmar su propio contrato, luego se lo extendió. Aemond hizo lo mismo, regalándole de paso una mala mirada.
—Eso es ilegal.
Luke extendió una mano en su dirección y abrió y cerró los dedos, imitando su boca. Aemond emitió un sonidito indignado.
Daemon podía admitir que dudaba que a Aemond realmente le molestasen esos gestos infantiles, o quizás ya se había acostumbrado. Cual fuese el caso, el solo hecho de tolerarlos sin siquiera devolver un insulto evidenciaba un claro ejercicio de paciencia.
Luke anunció que iría a guardar los contratos, y entonces ellos se quedaron terminando de ordenar. Daeron y Aegon conversaban, Aemond barría en silencio y Daemon estaba por dirigirse a la puerta para cerrar, cuando la campanilla anunció una llegada y los cuatro detuvieron sus acciones.
El silencio fue tenebroso, tenso y peligroso, especialmente cuando el recién llegado ingresó sin preguntar.
Larys estaba ahí.
La rabia se sentía como una cosa espesa y macabra en su sistema. Algo mortífero y alarmante que provocaba un rugido ensordecedor en sus oídos. Toda su anatomía estaba paralizada en su lugar, porque si se movía, lo haría para asesinarlo. No podía asesinarlo. Por mucho que lo desease, Rhaenyra no lo apreciaría. Luke no lo apreciaría.
Ninguno de sus sobrinos tuvo la misma capacidad, o intención, de racionalizar sus acciones, y por ello Daemon tuvo que interponerse cuando captó a Daeron y Aemond abalanzándose con una intención asesina hacia Larys. Aegon se quedaba un poco atrás en cuanto a peleas, pero era porque la mitad de su espalda aún estaba a media curación.
—¡Esperen! —ladró, moviéndose para frenarles el paso. Los dos se tuvieron que detener para no chocarlo, y Daemon utilizó esa distracción para acortar el espacio y hacerlos retroceder—. Esperen.
Ellos lo hicieron, a regañadientes, pero lo hicieron.
Entonces Daemon se plantó un paso delante de sus sobrinos, únicamente para que mantuviesen la distancia, y observó al sujeto. Lo retó a hablar. Deseó que lo hiciera para poder tener una excusa.
A veces se preguntaba su existiría algún atisbo se humanidad en ese cuerpo vacío. Sus ojos eran del mismo tono que los de Luke, pero infinitamente más turbios y escalofriantes; como si realmente no existiese algo capaz de evocarle sentimientos. Era eso, posiblemente, lo que lo volvía tan peligroso. La evidente psicopatía de ese hombre, su carencia clara de empatía. Nadie con un poco de corazón actuaría como él. Su frialdad no tenía una base.
Larys era malo. Completa, absoluta e irremediablemente malo. Mientras viviese nadie estaría tranquilo.
Sostuvo su mirada hasta que Larys giró la cabeza hacia la puerta por la que Luke había salido hacía unos minutos. Él volvería pronto.
—-Que sorpresa —Larys musitó, creando círculos sobre su bastón con el pulgar—. Ya los imaginaba despedidos. Sobreestimé la inteligencia de Rhaenyra.
El ruido en sus oídos se volvió algo sordo y atronador. Las ideas en su mente disolvieron, su raciocinio se destrozó como vidrio chocando contra el suelo; en miles de fragmentos irreparables y filosos.
Solo existía una vocecita que llenaba su cabeza, que repetía una, y otra, y otra vez una única palabra. En medio de la estática electrizante que provocaba chispas en su sistema nervioso, Daemon solo podía escuchar "mátalo". Una vez. Dos veces. Tres veces.
—Vengo por mi paga, ¿dónde está mi sobrino?
Mátalo. Mátalo. Mátalo.
Podía hacerlo. Sería fácil, Larys no implicaba una amenaza. Era un bastardo escuálido y cojo, demasiado enclenque. Podría atormentarlo antes de darle fin. Merecía una muerte dolorosa. Merecía dolor. Mucho dolor.
Daeron gruñó algo. Larys le regaló una sonrisa venenosa.
Mátalo. Mátalo. Mátalo.
Dio un paso que en su cabeza sonó como una explosión.
Los separaban solo dos metros. Lo haría rápido.
Otro paso.
Le diría a Rhaenyra que fue en defensa propia. Aceptaría su odio si al menos lo hacía desde la seguridad de un hogar sin deudas injustas.
Mátalo.
Mátalo.
Mátalo.
—Daemon.
Daemon bajó la mirada hacia el rostro de Luke. Ni siquiera se percató de cuando había llegado.
—No lo vale —Luke murmuró.
¿Qué no valía? Si ellos valían todo.
Podía zafarse de la prisión, y si debía volver, entonces lo recibirían bien. Luke debía hablar de eso; no valía la pena volver a prisión por culpa de Larys. Jugarse su libertad. Se repitió varias veces que Larys no valía su libertad. Lo repitió y pensó en todo lo que perdería si llegaba a dañarlo.
Era cierto. No lo valía.
Inhaló una bocanada de aire, porque solo entonces se percató de que no había respirado, y asintió. Antes de volver donde sus sobrinos, dejó un apretón ameno sobre su hombro y presionó los labios.
El rostro de Daeron era un poema.
—Mierda, Daemon —él susurró.
—¿Qué?
—¿Qué? —repitió, incrédulo—. Hombre, diste un poquito de miedo ahí.
—No hice nada —masculló, cruzándose de brazos para observar en silencio el intercambio de Luke.
—Por suerte —Daeron espetó—. Somos cinco, podemos contra él.
—Silencio —su orden fue baja, como toda la conversación—. No van a hacer nada contra él, Daeron, solo perjudicaría a Luke y Rhaenyra.
Y a Joffrey. Y a Jace.
Se meterían en problemas con Helaena si perjudicaban a Jace.
Pero Daeron podía ser muchas cosas, muchas muy buenas, pero no brillaba por su paciencia y Larys llevaba mucho tiempo tentándola como para que él no reaccionase. Daeron era reactivo, por decir menos. Era una bomba de mecha corta.
Necesitaba mantenerlo a raya, debía saber lo que estaba en juego si no era capaz de contenerse. Daeron podría hacerlo por Luke; sabía que lo último que deseaba era volver a hacerle daño.
—Son dos meses —Luke anunció, tendiéndole un sobre blanco—. ¿No se supone que vendría Perkin?
Algo malo brilló en sus ojos. Algo peligroso y letal.
—Se supone —él coincidió—. Sin embargo, lleva desaparecido casi una semana.
Daemon no podía decir que aquel anuncio le entristecía más de lo que la muerte de Gyles lo hizo en su momento.
—¿Y Rhaenyra? —volvió a preguntar.
Sus músculos se tensaron. Tuvo que morder el interior de su mejilla con una fuerza descomunal y evocar cualquier sensación medianamente relajante para no reaccionar. Y lo estaba logrando con éxito. La idea de perderse de nuevo provocó escalofríos por su columna.
—Tomó unos días libres —él contó, Daemon pudo ver el blanco tiñendo los nudillos de Luke, porque apretaba el sobre con demasiada fuerza—. Necesitaba relajarse.
—Y aún así, ellos siguen acá —Larys observó, lanzando una mirada despectiva a Daeron—. ¿Por qué?
—La paga es buena —Daeron tarareó.
—¿Lo es?
—Sería mejor si la dueña no gastase tanto en el control de plagas mensual —Aemond convino.
Daeron emitió una risita. Luke casi rompió su cuello cuando volteó hacia Aemond.
Fue malvado, cruel e implacable. Ni siquiera Larys pareció esperar esa respuesta, porque una oscuridad tétrica se apoderó de sus ojos. Sus manos huesuda perdieron color alrededor del entramado bastón, pero cuando habló, lo hizo esbozando una sonrisa venenosa.
Larys pronunció algo, y cualquier insulto que Aemond pudo dedicarle quedó en nada cuando habló. Solo fueron un par de palabras mientras bajaba significativamente la mirada del ojo cubierto hacia su brazo tatuado, expuesto porque llevaban camisetas de manga corta.
Daemon necesitó algunos segundos para procesar lo que acababa de oír, y en esos mismos segundos Aemond perdió cualquier rastro de color en su rostro. Él retrocedió un paso, porque sus palabras no fueron justas y lo atravesaron como un cuchillo al rojo vivo. Directo y sin compasión.
Aegon jadeó.
—¿Qué dijis–. .
Daemon alcanzó a sostener a Daeron cuando él prácticamente saltó hacia Larys, y necesitó de la ayuda de Aegon porque su sobrino no era particularmente pequeño, y la furia que lo poseía era desproporcionada.
—¡Daeron!
—¡Cortaré tu puta lengua!
Todo pasaba demasiado rápido, Daemon no podía reparar en su propio pitido iracundo cuando debía sostener a Daeron para que no cometiese algo de lo que después se arrepintiesen.
Perdió de vista a Aemond, y no estaba concentrándose en Larys, pero lo escuchaba reír y hablar. Y hablaba. Y cada palabra lo hacía palidecer un poco más, y enardecía más a Daeron.
Un puñetazo cortó a Larys de lleno en su diabólico parloteo y lo lanzó al suelo con una pesada rigidez.
Y no fueron Aegon, o Aemond, o Daeron. No fue él el causante, por más que lo quisiera. Y el silencio interrumpido volvió a reinar, porque todo lo que se pudo escuchar después de ese exabrupto fue la tos seca de Larys, y la respiración agitada de Daeron, aún atrapado por los dos.
Y a Luke, con el puño cerrado situado donde antes estaba su tío.
—¡Luce–. . .
Luke sostuvo el bastón de madera y lo destrozó contra su rodilla. Las astillas volaron, Daemon hizo una mueca. Larys no fue capaz de formular su maldición, porque entonces el lado astillado de su propio bastón apuntó directamente a su rostro.
—Insúltalo de nuevo y mueres.
Daemon pudo ver en primer plano la palidez que adquirió el rostro de Larys. El espanto. La sorpresa. Como si de todas sus maquinaciones, Luke revelándose a su tiranía fuese la última y menos pensada. Y podía serlo.
Ni siquiera Daemon esperaba algo así. Esa reacción tan inmediata y automática. Luke no pareció detenerse a pensar si golpear a ese hombre podría acarrear consecuencias, no se tomó ni cinco segundos para sopesar las opciones. Él sólo escuchó el insulto y lo devolvió con el triple de brutalidad.
Se cuestionó qué había ahí. Qué tanto se estaban perdiendo de esa tensa relación si solo fue necesario un insulto hacia su sobrino para que Luke perdiese el último ápice de terror que tenía a ese hombre. Pensó en cuánto no había visto. Cuánto les escondían. Pero cuando volteó hacia Aemond, la misma estupefacta perplejidad estaba marcada en sus facciones.
Volvió a mirar a Luke. Solo habían pasado tres segundos, Luke seguía apuntando a Larys con el bastón.
—Toma el dinero y lárgate —ordenó.
—Vas a–. . .
—¿No lo escuchaste? —Daemon interrumpió. Formuló un silbido burlesco y señaló la puerta con la cabeza—. Fuera.
Recibió su mirada vacía con una inmutabilidad natural, porque no le asustaba. Larys solo asustaba por el poder que poseía. Si Luke dejaba de temerle, entonces Daemon no le debía nada al sujeto. Esperó que dijese algo más, únicamente para poder romperle adecuadamente la cara.
Larys se fue, y tuvo que apoyarse en las mesas durante su caminata debido a que la carencia de su bastón solo evidenció aún más su cojera. La puerta se cerró de un portazo. El dinero aún estaba tirado en el suelo.
El silencio que siguió fue tenso, tenebroso e incómodo.
—El imbécil lo merecía.
Luke volteó con lentitud hacia Daeron, Daemon solo entonces decidió prudente soltarlo. Su sobrino observó por donde Larys salió antes de voltear hacia Luke. Luke seguía en silencio. Pálido. Muy pálido.
Él ya no se parecía al sujeto terrorífico que amenazó a su tío con un trozo de madera astillado. Solo era un niño procesando sus acciones, digiriendo el peso de lo que sería el regaño más pesado de toda su vida cuando Rhaenyra se enterase de lo que acababa de hacer.
—¿No fue liberador?
Luke parpadeó, observó sus nudillos, rojizos por el golpe, y después asintió. Lucía atónito. Perplejo. Atontado.
—Mi madre va a matarme —balbuceó.
La carcajada que lo siguió fue unísona.
Daeron se adelantó para rodear sus hombros, Aegon le palmeó la espalda y expresó sus felicitaciones. Él mismo también estuvo de acuerdo en que fue una reacción acertada. Sólo Aemond tardó más en reaccionar, pero eventualmente estuvo de acuerdo con los demás, y terminó llenando con hielos un paño de la cocina, para que Luke presionase contra sus nudillos al notar el tono rojizo que comenzaban a adquirir.
—No dejará pasar esto —musitó, masajeando uno de sus propios hombros—. No quería involucrarlos más, lo lamento.
—Que lo intente —Daeron gruñó—. La próxima no se irá con un solo golpe.
Daemon preferiría que no hubiese una próxima, pero considerando la situación, todo lo que podían hacer era mantenerse atentos y comenzar el entrenamiento de Luke lo antes posible. Se consoló sabiendo que al menos Luke podía tumbar a alguien de un golpe.
Dejó una palmada en su espalda, consiguiendo su atención, y entonces señaló la puerta con la cabeza.
—Venga, cerremos acá y vámonos. Fue un día pesado.
Barrer en silencio y solo era deprimente. Pero Daemon no tenía tiempo para deprimirse cuando todo lo que lo rodeaba era desorden. Zapatos, calcetines, tazas y platos, comida dentro y fuera del refrigerador, las cosas fuera de lugar. Sabía que la mayor parte del desorden venía de su sobrino menor y del mayor, porque Aemond y Helaena eran demasiado pulcros como para dejar sus cosas fuera de su propio alcance. Y los únicos que se tomaban el tiempo de dejar limpio después de hacer cualquier cosa.
Así que Daemon apiló todo lo que no fuese suyo, lo metió en una bolsa y la dejó junto a la puerta.
—Así van a aprender —masculló cuando se percató de que Caraxes segundo seguía todos sus movimientos con atención.
Los amenazaría con botar a la basura cualquier cosa que estuviese causando desorden en su casa. Los engendros tendrían que aprender por la mala.
Quería reírse de él mismo por estar despotricando internamente contra su familia mientras barría. Lo haría. Sólo le faltaba comenzar a pelear solo para coronar su evidente actitud malhumorada de viejo de mierda.
La molestia se acrecentó al descubrir que su propia sangre lo había vuelto en eso.
Un viejo de mierda.
Un viejo de mierda que buscaba ofertas y le molestaba el desorden.
Caraxes segundo ladró cuando el timbre interrumpió sus pensamientos. Se descubrió frunciendo el ceño, porque sus sobrinos salieron hace poco, y Luke no solía aparecerse sin avisarle antes por teléfono. No tenía los amigos suficientes como para recibir una visita sorpresa; Luthor estaba ocupado, y ahí acababa su lista.
Un escalofrío escaló por su columna. De reojo observó la habitación donde estaban guardando las armas, pero decidió que no sería prudente. La policía aún se aparecía a veces para hacer preguntas sobre la procedencia del incendio, y de todas formas estaba intentando mantenerse alejado de todo lo que pudiese ser verdaderamente ilegal.
En su lugar sostuvo el palo de la escoba con más fuerza. En caso de que fuese Larys, eso le serviría.
Daemon abrió la puerta, y muy pronto notó que no eran Aemond o Daeron. Tampoco Aegon. Tampoco Helaena. Ni siquiera Luke.
Su garganta se secó y tuvo que tragar para intentar aclarar un poco la incomodidad que se asentó en la zona. Sus manos se humedecieron de una forma ridícula y de pronto casi deseó que delante de él estuviese uno de sus sobrinos, y no la mujer más hermosa que Daemon había conocido hasta la fecha.
Rhaenyra estaba delante de él.
Llevaba un abrigo blanco de lana y unos pantalones negros. Su cabello estaba suelto y mantenía sus ondas habituales extremadamente bonitas. Ella se veía bonita. Le gustaba verla después del susto que pasó cuando colapsó, especialmente si lucía saludable, era todo lo que le importaba llegado a ese punto.
Daemon no quería volver a vivir una muerte. Todavía lo atormentaban las pesadillas ante la posibilidad de que le hubiese pasado algo más grave.
Pasó las manos por sus pantalones y apretó los labios en una sonrisa ligera.
—Rhaenyra —dijo—. Hola.
Rhaenyra esbozó una sonrisita nerviosa.
—Daemon —ella respondió—. Hola.
Era un buen comienzo.
—¿Estás ocupado? —Rhaenyra preguntó—. Quería hablar contigo. . .
—Estaba ordenando un poco —Daemon observó el desastre en el departamento y después volvió hacia Rhaenyra—. Bueno, bastante, es un caos. Los demás fueron a comprar algunas cosas al supermercado.
—¿Quieres ayuda?
Una arruga ligera se formó en el espacio entre sus cejas. Algo confuso y sutil que Rhaenyra debió percibir porque la vio balanceándose sobre sus talones de una forma puramente nerviosa. Pero Daemon no estaba enojado, solo confundido. Confundido pero no enojado. Sí podía admitir para sí mismo que llevaba algunos —varios— días intentando descifrar la mejor manera de acercarse a Rhaenyra. No esperaba que ella llegase a tocar su puerta.
Daemon necesitaba prepararse mentalmente para enfrentarse a situaciones tan complicadas. Ya estaba viejo.
Daemon sí había pensado bastante en cómo sería la conversación que probablemente tendrían, planeaba disculparse, intentar explicar todo. Planeaba hablar y esperar que al menos quedasen como amigos, porque Rhaenyra era importante y no deseaba perderla.
Musitó un "sí, pasa", que Rhaenyra tomó. Ella entró y Daemon la siguió, cerrando con cuidado a sus espaldas.
Estaba por sugerir tomar un café, cuando Rhaenyra se adelantó negando.
—No, en realidad te debo una disculpa —ella dijo—. Vine a disculparme, y a–. . . Bueno, mereces explicaciones.
Daemon esperaba muchas cosas. Ninguna era eso.
—¿Yo?
—No fue correcto tratarte de esa manera y luego desaparecer. No te di el beneficio de la duda, no fui justa en absoluto.
—Rhaenyra, yo te mentí.
Rhaenyra negó, y Daemon sintió algo apretándose con dolor en su pecho al percatarse del tono cristalino que adquirieron sus ojos. No. Ella no debía llorar. Ella debía odiarlo y enojarse con él, no reprocharse situaciones que no le correspondían.
Avanzó un paso y ella no retrocedió, en su lugar cubrió sus ojos con ambas manos, respiró de una manera temblorosa y negó.
—Sí, pero había un motivo, intentamos algo y al primer problema–. . . perdóname, no quería llorar —ella sollozó—. Practiqué lo que diría y todo, lo juro. Lo escribí.
Ella sacó de su bolsillo un par de hojas arrugadas plagadas de palabras escritas a mano.
Dios santo, no debería ser posible querer proteger tanto a una sola persona.
—Yo solo. . . Vi esas fotos y–. . . —su voz se fracturó, se rompió y cuando volvió a recomponerse lo hizo emitiendo una respiración baja—, todo lo que pude pensar fue en Harwin. Y después me di cuenta de que permití que Larys volviese a meterse en mi cabeza. Tú tenías tus razones para protegerlos, sé que ibas a decírmelo. Solo llegó Larys y–. . .
—Larys es un psicópata, Rhaenyra —murmuró—. Él se mete en la cabeza de todos.
—Y le creí. . . Le creí por un momento. Solo fue un momento, te lo juro. No pude pensar con esas fotos ahí —ella siguió, cada palabra era una puñalada a su pecho—. Después desperté en el hospital y yo. . . No era capaz de verte a la cara y no odiarme por haberle creído a esa basura antes que a ti. ¿Crees que puedas perdonarme?
Daemon se movió otro paso y terminó rompiendo la distancia para rodearla con ambos brazos. Ella lo imitó, sintió su cuerpo acoplándose y encajando perfectamente contra el suyo. Pudo respirar. Fue capaz de emitir un suspiro bajo, porque el peso más tortuoso que a diario inmovilizaba su anatomía, de a poco se desvanecía.
Abrazarla se sentía como estar completo otra vez.
Cuando Rhaenyra emitió otro sollozo contra su pecho, él mismo notó un nudo extraño estancándose en su garganta. Una cosa apretada y dolorosa que amenazó con aguar sus ojos y romper sus defensas. Prefería esas emociones, prefería el alivio agónico que lo invadía, a la violencia que a veces lo asolaba. Era esa felicidad la que lo volvía humano, la facilidad que tenía de apartar cualquier impulso cuando permanecía junto a Rhaenyra.
Con ella solo debía ser un tipo normal, podía hablar de crianza, sobre cocina, tenían el mismo humor, las mismas heridas. Podía ser inseguro e imperfecto, y era todo lo que deseaba.
Rozó su espalda y escondió la nariz en su cabello, absorbiendo el aroma a manzanilla. El llanto de Rhaenyra era bajo y casi desconsolado, como si no hubiese llorado desde que Larys le llevó ese sobre desalmado únicamente para lastimarla.
—No te disculpes —se descubrió murmurando, sonaba casi como una súplica ahogada—. No fue tu culpa, yo no debí mentirte. No sabía cómo más conseguir empleo y–. . . Quería empezar todo de cero.
—Lo sé.
—Tú debes perdonarme a mí —Daemon pidió esta vez, manteniendo un tono bajo—. No sabía cómo acercarme. No quería que me odiaras. . .
Planeaba agregar algo más, decir su propio monólogo que incluía una larga lista de verdades, pero notó, con cierta sorpresa, que si pronunciaba otra palabra no sería capaz de contener su propio llanto.
—¿Cómo podría odiarte? —Rhaenyra balbuceó.
De todas formas no fue capaz.
Fue un llanto silencioso. Fueron varios minutos simplemente existiendo. Abrazados. En paz. La paz que ansiaban dos personas cuyo único deseo era un poco de estabilidad dentro de una vida de constante tormento.
Era todo lo que necesitaba.
—Entonces, son ladrones.
Daemon asintió.
—Todos ustedes.
Daemon volvió a asentir. Rhaenyra procesaba la información en un silencio apacible. Daemon quizás esperaba un poco más de pánico y sorpresa. Incredulidad, al menos. Pero ella solo observó sus dedos entrelazados y resumió su amplia explicación en esas tres simples palabras.
—¿No te asusta que vaya con la policía? —ella cuestionó.
Rhaenyra estaba acurrucada contra él sobre el sillón. Había dos tazas de café a medio beber situadas en una pequeña mesa delante de ellos. Caraxes segundo dormitaba a sus pies. No se escuchaba más que sus propias respiraciones relajadas y el ruido eventual de las calles. Los pasos de los vecinos. Sus respiraciones.
—No, en realidad —musitó, rozando uno de sus brazos con sus dedos.
—¿Porque confías en mí o porque no hay pruebas?
Una sonrisita fugaz tironeó de sus labios, especialmente cuando se vio analizado por esos ojos celestes.
—Porque confío en ti —aseguró, dejando un beso sobre su mejilla. La escuchó exhalar una risa sutil, agradable. La besó de nuevo, porque adoraba mimar su piel perfecta y la había echado de menos—. Y porque las pruebas se quemaron o las robaron.
—¿Todas?
Dudó.
Cole seguía vivo, no por mucho, pero era su único cabo suelto.
La bodega estaba vacía y quemada. La casa estaba en reconstrucción después de haber sido reducida a escombros, y su taller no podía estar más abandonado. Pero esa mecánica estaba a su nombre, pagada con su dinero y con los papeles al día. Alicent era tan cómplice como todos, así que no diría nada, y después de la monumental paliza que Aemond le dio a los Lannister, Daemon dudaba que ellos volviesen a molestarlos. Luke era parte de su equipo, y era leal.
Así una a una todas las pruebas se desvanecían, incluso las más pequeñas o improbables. Los sitios a nombre de sus sobrinos también habían sido vendidos por Cole, y todo mediante movimientos tránsfugos de los que la policía jamás tendría registro.
—Todas —asintió al final.
—Eso es bueno —Rhaenyra comentó—. Su historial ahora está limpio, podrán hacer lo que quieran.
Daemon tuvo que regalarse unos segundos únicamente para procesar ese hecho. Hecho que brilló por su ausencia en su propia mente. Fue una revelación repentina e ilusoria. Su historial estaba limpio. Completa, absoluta y genuinamente limpio. Nada los vinculaba con situaciones ilegales que podrían volverse una carga a futuro.
No sabía qué expresión hacía cuando volteó hacia Rhaenyra, pero por la sonrisa que ella le dio de vuelta, podría asegurar que era una bastante emotiva. Se sentía emocionado, feliz. Solo tendría que convencer a sus sobrinos para que no llevasen a cabo el robo, y entonces podrían vivir como chicos normales. O tan normales como pudiesen ser un trío de ladrones casi certificados.
—Eres una genia —sentenció, estampando un beso ruidoso sobre su mejilla.
Rhaenyra exhaló una risa baja.
La idea, el hecho, de no tener esa clase de peso inconsciente sobre sus hombros, de pronto volvía todos sus demás problemas muchísimo más ligeros. Podía conseguir dinero. Podía con Larys. Podía vivir con sus sobrinos en paz. Podía tener una vida bonita con Rhaenyra.
Sonreía, incluso sin percatarse, y solo cayó en la cuenta cuando Rhaenyra se inclinó en su dirección y le devolvió el beso.
Daemon se deshizo internamente.
—¿Pasó algo hoy en la cafetería?
Hasta ahí llegó su paz.
—¿Cómo?
Rhaenyra jugó con uno de sus dedos, Daemon movió un mechón de cabello que caía sobre su rostro, despejándolo.
—Luke llegó raro —ella dijo—. Él siempre me cuenta todo, especialmente si algo le asusta, pero hoy llegó pálido y solo dijo que estaba cansad. Solo salió cuando Daeron fue a buscarlo para ir a comprar juntos. Sé que sucedió algo, ¿fue Larys?
Daemon se descubrió considerando si sería buena idea o no decirle la verdad. Ella tenía un temple de acero para todo, menos para Larys; pero dudaba que le agradas no saber algo sobre su propio hijo. A él le gustaría saber si Rhaenyra sabía algo sobre alguno de sus sobrinos.
Presionó los labios.
—Lo fue.
Rhaenyra emitió un sonidito frustrado, algo bajo y molesto.
—Él llegó a cobrar sin aviso —Daemon musitó—. Daeron y Aemond estaban enojados, muy enojados, así que lo hostigaron un poco.
—¿Un poco?
Juntó su pulgar con el índice y esbozó una sonrisita. Rhaenyra suspiró.
—Larys insultó a Aemond de vuelta, se metió con un nervio sensible.
—Maldito. . .
Daemon no se sorprendía de la cantidad de información que Larys poseía de ellos; lo que sí le sorprendía era la frialdad con la que pudo sacarle en cara algo tan traumático sin siquiera arrugarse.
—Luke lo golpeó —la sorpresa expandió las bonitas facciones de Rhaenyra, pura y genuina—. Destrozó su bastón y lo amenazó, así que Larys tuvo que irse.
—Jesús.
—No te enojes con él, fue el más paciente de todos.
Rhaenyra dejó una caricia sobre Caraxes segundo cuando este saltó entre ambos.
—No podría enojarme —ella dijo, sin esforzarse por esconder una sonrisa naciente—. Sé que él encontrará alguna forma de vengarse, pero me hace feliz saber que Luke dejó de tenerle miedo. ¿Qué tan fuerte lo golpeó?
—Lo tiró al suelo, fue increíble.
La carcajada fue unísona. Daemon sabía que Rhaenyra no lo admitiría en voz alta, pero seguramente a ella también le habría gustado estar ahí para verlo.
Rhaenyra lo ayudó a ordenar. Sacó la ropa de las bolsas y las dobló en distintas pilas dependiendo de a quien pertenecían —Daemon alegó por ello, porque así ninguno de los dos aprendería a ser ordenado—. Ella también estuvo a su lado mientras cocinaban, dándole a probar la comida y regalándole besos ocasionales.
En algún momento se desapareció, y cuando volvió, lo hizo rodeándolo por la espalda. Daemon sintió su mentón situándose en la curvatura de su cuello, sintió la caricia sobre uno de sus brazos y después el ligero suspiro que él mismo emitió.
—Hay un pequeño pueblo donde creció Harwin —ella murmuró—. Tengo una casa allá, es pequeña y bonita, y la escuela permite matriculas todo el año.
—Suena particularmente idílico.
—Nos iremos allá —Rhaenyra dijo, deteniendo sus acciones en seco—, por un tiempo, al menos, Joffrey, Luke y yo.
D
Quizás no es el capítulo más entretenido, pero estaba realmente bloqueada y necesitaba salir del bloqueo de alguna forma. El próximo capítulo sí será más entretenido, desde el pov de Aemond jijiji.
Actualizaré Monogamia y Wicked World estos días también, así que no se pierdan el momento de maratón.
Mis disculpas por tardar tanto, a veces me pongo un poco triste y se me quitan más ganas de escribir, pero ya estoy volviendo de a poco y terminando más capítulos.
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