Capítulo trece: "Por qué Lucerys Velaryon aprendió a escapar".
TW: Descripción de escenas violentas.
Me extrañaron, a que sí.
Pongan música bonita, se lo merecen. Capítulo largo para disculpar la demora.
»I can't help but be wrong in the dark
'Cause I'm overcome in this war of hearts
I can't help but want oceans to part
'Cause I'm overcome in this war of hearts.«
War of Haearts. Ruelle.
Luke dijo:
"—Saldré a caminar."
Aún le moqueaba un poco la nariz, pero se sentía mejor por lo que nadie lo cuestionó. Daeron, eso sí, no escondió su curiosidad, pero no lo siguió y entonces Luke se perdió a través de la campanilla.
El semáforo en rojo tardaba años. Su pie esguinzado dolía más que lo habitual estando expuesto al frío, y el solo hecho de salir estaba contraindicado considerando que aún se estaba recuperando de un resfriado.
Luke estaba seguro de que había percibido una cabellera albina al final de la calle. No le sorprendió su puntualidad, la vez anterior él también ya estaba allí cuando Luke llegó.
Tenía la idea de que fuese rápido porque el frío era brutal y él seguía medio enfermo. Pero ni siquiera pudo dar un paso cuando pasó al verde porque un auto frenó en seco delante suyo. Vidrios polarizados y pintura negra, era imposible lucir más sospechoso. Luke masculló un insulto al verse sorprendido, pero no dijo nada y observó la puerta abriéndose.
Se enfrentó a unos ojos oscuros y peligrosos que lo miraron con una fijeza helada bastante característica. Ella ya sabía de su accidente incluso antes de que él mismo se lo contase cuando lo llamó por lo que no esperaba tener que enfrentarla tan pronto. Luke retrocedió un paso y deslizó una mano por su cabello de forma inconsciente.
—Luke —ella dijo. Una voz sedosa y de acento marcado.
—Mysaria —saludó de vuelta.
—Tenemos una cita pendiente.
Luke ojeó por encima del auto y frotó su nariz con una disimulada incomodidad. Cuando volvió a verla, lo hizo balanceándose ligeramente sobre su talón.
—No planeo rechazarte así, Mysaria —Luke comentó—. Pero prefiero a la gente de mi edad. . .
La sombra de una sonrisa paseó por el rostro helado de Mysaria. Ella frunció el ceño de forma demasiado notoria e hizo un ademán hacia el interior del auto.
—No seas niño, tengo hablar contigo —ella dijo, su acento tornándose más marcado a momentos—. Sube, solo serán quince minutos.
Luke observó otra vez por encima del vehículo. Otra vez el atisbo de pelo blanco fácilmente confundible con la nieve que caía a sus pies.
Decidió que Aemond podía esperar y subió.
El asiento de cuero acolchado se hundió bajo su peso cuando se sentó junto a Mysaria, y pronto la tibieza de la calefacción calentó sus extremidades heladas. Luke extrañó sus guantes, solo tenía uno, el otro se le había perdido en el accidente.
—Borros está enojado —Luke sopesó seriamente la idea de salir del auto al escuchar esa noticia—. Creyó que lo habías traicionado porque al parecer no le dijiste que te accidentaste. Uno de mis informantes tuvo que decirle a tu amigo lo que pasó y ya está resuelto. Él esperará tu recuperación.
—¿Qué amigo?
La arruga entre sus cejas se pronunció aún más cuando volteó hacia Mysaria. Luke no tenía amigos. Ella lo leyó en su cara porque toqueteó su propia rodilla en un gesto distraído e hizo un ademán al chófer para que el auto partiera.
—Un tipo que también corre contigo. Se aprovechó de tu baja por la fractura y ahora es el ganador invicto —no tuvo que ser un adivino para saber de quien se trataba, y la rabia hizo un camino por cada diminuta vena en su sistema cuando ella dijo—. Dijo que se llamaba Cregan Stark.
Viejo hijo de pu–. . .
—¿Tienes una idea de quién es él? —el tono de Mysaria dejó en claro que era una pregunta retórica, probablemente ella ya sabía hasta de lo que se moriría el hombre.
—Un carroñero mediocre y sin gracia —masculló de malhumor—. Me importa una mierda.
Mysaria se encogió de hombros. Luke se hundió más en su asiento, maldiciendo hasta la descendencia de Cregan Stark por el día en que se le ocurrió buena idea trabajar para Borros. El bastardo ni siquiera era constante, solo se aparecía de vez en cuando en las mejores carreras y estaba feliz siendo el segundo lugar mientras le pagasen.
—Supongo que ahora te debo algo —Luke observó por la ventana, la nieve caía sobre el vidrio y era prontamente desplazada por el limpiaparabrisas.
—Sabes lo que quiero.
—No tengo interés en volverme un soplón. Ya tienes muchos.
—No necesito un soplón —ella dijo. Luke a veces se descubría intentando adivinar de dónde sería su acento—. Limpiar tu nombre con Borros fue tan fácil que parecería ridículo. Él confía en ti.
—Borros no confía en mi —Luke recalcó, cruzándose con cuidado de brazos en un intento por encontrar alguna postura que no le prococara dolor en las costillas—. Borros no confía en nadie.
—Confía en que estás lo suficientemente desesperado por dinero como para volver arrastrandote a él las veces que sean necesarias —Mysaria lo corrigió—. En que aún si te enteras de sus trapos más sucios, tú permanecerás a su lado porque es la carta ganadora. ¿Sabes de quien es amigo?
Luke negó sin paciencia.
—De tu tío.
De pronto la calefacción del auto no fue lo suficientemente caliente como para derretir el hielo que se había adueñado de sus venas. Luke apartó la mirada y se obligó a respirar.
—No son buenas personas —Mysaria insistió.
—Hasta donde llega mi conocimiento, tú tampoco lo eres —ella le regaló una mirada peligrosa, pero no lo negó.
—Yo no soy una buena persona —aceptó—. Pero Borros y Larys son seres desagradables. Los rumores no me sirven, pero no mienten. Son malos, Luke, son gente oscura. No tengo la intención de involucrarte más de lo necesario, porque esta no es tu pelea. Solo te estoy pidiendo algo con lo que acabarlos.
—Estaría regalándote mi principal fuente de ingresos, necesito algo más que porque "son malos" —Luke hizo comillas con dos dedos—. Tampoco soy una buena persona.
—Por eso me gustas —Mysaria lo señaló con una mano—No tengo intención de dejarte sin trabajo, aún podrás correr. Alguien designado por mí continuará ese negocio una vez que Borros esté fuera.
Luke asintió, dos de sus dedos frotaron su mentón con disimulada curiosidad.
—¿No te sirve con las carreras ilegales? Es un hecho que él las organiza.
—Necesito más que las carreras —ella negó—. Él las organiza como una fachada, así nadie sospecha de con quién se reúne o qué intercambia. Eres el más cercano a toda esa gente, solo tú puedes hacerlo.
—¿Por qué no le pides a Cregan? —masculló, porque si Luke sabía algo sobre si mismo, era lo muy rencoroso que podía ser. Quería golpear la sonrisa presuntuosa de Stark hasta dejarlo tan feo como debía ser por dentro—. Seguro él estará contento.
—Cregan Stark tiene su papel y lo cumplirá cuando llegue el momento —Mysaria negó—. Hasta entonces necesito que me consigas información sobre Borros. Contactos, ubicaciones, qué lo vuelve tan poderoso —Luke abrió la boca, disponiéndose a refutar la clara orden, cuando Mysaria agregó—. Si tú me das a Borros, te conseguiré lo que desees.
—¿No es eso un poco amplio? —Luke curoseó.
—Prúebame.
Él se alzó de hombro, pero cuando habló, su voz fue tan helada como el clima ese día.
—Quiero la verdad —dijo—. Quiero saber quién asesinó a mi padre, y por qué. Quiero saber si fue mi tío, y si lo fue, entonces por qué nos tiene atados con esta deuda.
La mirada de Mysaria fue larga y contemplativa. Luke se felicitó a si mismo por su propia voz helada. Ella finalmente asintió y los siguientes tres minutos los pasaron en un silencio tranquilo.
A Luke le caía bien Mysaria, aunque su primer encuentro había sido premeditado y casi un poco en contra de su voluntad, pronto logró entender sus intenciones. El término más sencillo para definir a Mysaria probablemente sería "mafiosa", ya que estaba profundamente arraigada al crimen organizado del país. Ella, sin embargo, era pequeña en comparación a Borros o Larys. Ella crecía de a poco, se alimentaba desde las sombras y analizaba cada jugada sin haber hecho las suyas aún.
Luke no sabía qué planeaba Mysaria. Su conocimiento se limitaba a un vago "quiero lo que Borros tiene". Luke no entendía si se refería al territorio, a las carreras o a lo que Borros se dedicara para tener la cantidad de dinero absurda que él poseía.
Él lo único que tenía ahí eran conexiones. Podía entrar y salir cuántas veces quisiera porque era el principal competidor. Podía hablar con Borros cuando quisiera, adquirir las mejores carreras e incluso quejarse sobre algunos otros corredores.
Parpadeó cuando el auto se detuvo y descubrió que estaban delante de un edificio.
—Dijiste que sería corto —alegó.
—Aún tengo diez minutos de tu tiempo.
Luke frotó su nariz y asintió.
Avanzó junto a Mysaria ojeando las pulcras baldosas del vestíbulo. Su única zapatilla lucía sucia y roñosa contra el suelo limpio, aunque ese solo fuese el propio inconsciente de Luke saboteándolo. Luke introdujo las manos en sus bolsillos, agradeciendo el ambiente tibio, y se movilizó a su costado notando como Mysaria se acomodaba a su propia velocidad reducida.
Ambos se acomodaron en el ascensor. Una versión instrumental de "stayin alive" inundó el reducido espacio, y Luke no pudo evitar considerar surrealista la situación. Él junto a Mysaria perdía altura, porque ella era alta e imponente. Luke ya estaba acostumbrado a convivir con los Targaryen y su notable albinismo, pero la piel de Mysaria era algo más. Ella no solo era pálida como la nieve que cubría la acera, sino que fácilmente podría confundirse con esa misma si vestía ropajes blanquecinos. Las delgadas venas azules recorrían sus manos y se remarcaban increíblemente bajo la dermis casi translúcida, y su rostro resaltaba aún más con el cabello negro; cascadas de petróleo que se mecían suavemente a sus espaldas ante cada firme paso que daba.
Luke a su lado solo era un niño enclenque que perdió peso –al menos cuatro o cinco kilos– por la fractura y salió sin peinarse. Esperaba vibrando el día en que le diesen el jodido alta y finalmente pudiese retomar su vida. Le hacía falta hacer ejercicio, su estómago se estaba poniendo blando.
El ascensor dio con un penthouse amplio y despejado. Mysaria entró primero y Luke después.
Había otro tipo trajeado delante de ellos, pero los ojos de Luke se desviaron inconscientemente hasta la persona de rodillas frente a él. Una bolsa de tela cubría su rostro y sus manos permanecían atrapadas a sus espaldas. No se movía. Luke sintió un revoltijo peligroso asentándose en la boca de su estómago.
—¿Puedo preguntar?
—Tengo algo para ti —Mysaria dijo, indicando con una mano a la persona. La sangre de sus dedos comenzaba a enfriarse.
—El hecho de que considere trabajar contigo no significa que quiera involucrarme en tu lado turbio —comentó obligándose a sonar desinteresado—. No tengo interés en deberte nada más.
—Esto no es un favor —Mysaria dijo—. Es un regalo, para mostrarte mi buena voluntad.
Luke frotó el cabello revuelto de su nuca y se balanceó intentando quitar peso a su pie lastimado. Si seguía parado por tanto tiempo terminaría doliéndole todo. Quizás sería prudente faltar mañana a la cafetería y descansar, seguro Daeron terminaría quedándose con él otra vez.
—Creo que unas flores habrían dejado igual de claras tus intenciones —murmuró.
Mysaria le hizo un gesto al sujeto y los dos avanzaron hasta estar a casi dos metros de él. Luke sentía la tensión rodeando sus hombros y tornando todo su cuerpo más pesado, como una mochila de malos acontecimientos. Él se movió y el tipo con traje lo obligó a mantenerse en su lugar. Luke tragó.
—Pero con esta persona no te quedarán dudas —Luke volteó hacia Mysaria cuando ella habló—. Sé que esperas a otra persona bajo esa bolsa, pero por desgracia tu tío es una persona escurridiza.
Luke esperaba encontrarse a Gyles. A Perkin. Incluso a Criston Cole. A algún matón de su tío. Cualquier persona salvo a quien tuvo delante una vez que le quitaron esa tela.
Aemond Targaryen lucía elegante incluso con un corte al costado de su cabeza y el cabello algo desordenado por la estática del género. Sus ojos dispares estaban abiertos, mortalmente sorprendidos. Luke tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no dejar en evidencia el mareo enfermizo que lo recorrió.
Fue una mezcla de miedo, incredulidad y rabia. Pero no con Aemond, sino con él mismo por haber permitido que ese tipo se viese involucrado en algo tan secreto.
—No lo conozco —se descubrió diciendo. Fue inconsciente y veloz.
La cara de Aemond no daba crédito a lo que escuchó. Luke se mantuvo impasible, tragando el ácido que escalaba lentamente por su garganta.
Luke no tenía amigos. Descubrió, después de un tiempo observando a la gente escapar después de que Larys los asustara, que era mejor mantener a las personas alejadas de él. Luke tenía a su familia y le bastaba con eso, Larys a ellos no les haría nada, a diferencia de cualquier trabajador o amigo de la familia que no fuese Laenor. Él le rompió la pierta al último sujeto que estuvo con ellos, y al anterior lo lastimó de una manera similar. Si descubría que él o su madre tenían algún amigo, él se encargaba de hacer que desaparecieran, ya fuese lastimandolos o asustandolos.
Eventualmente optó por desconocer a todo el mundo, era más fácil aunque solitario. Mysaria tenía razón en eso; Larys era alguien malo, oscuro.
Mysaria no tenía como relacionarlos más allá de suposiciones que Luke podía negar. No tenía la intención de involucrar a Aemond en sus problemas, él y Mysaria eran dos cosas completamente separadas.
Ambos ya tenía un trato que involucraba su silencio a cambio de una suma generosa y su moto en perfecto estado –aunque eso fuese al inicio en contra de su voluntad–, y Daeron le había explicado en parte la situación con su ex loco. Su desagrado hacia el tipo podía ser absoluto, pero Luke no planeaba agregar un asesinato a su listado de crímenes.
A Aemond quería golpearlo, insultarlo, hacerlo rabiar; no matarlo.
Mysaria hizo un gesto y el sujeto detrás de él sacó un arma que apuntó a la sien de Aemond. Fue tan rápido que Luke apenas pudo parpadear ante la pistola negra apretada al costado de su cabeza.
Todo su mundo se detuvo. El aire dentro de sus pulmones ardió y lo soltó como si quemase, en un jadeo sorprendido.
—Si no lo conoces él no tiene un espacio acá —Mysaria sentenció, haciendo un ademán hacia el tipo tras Aemond.
Él quitó el seguro. Fue un sonido agudo, gatillante. Hizo eco en sus oídos, dolorosamente lento y consciente. Ni siquiera la explosión de un disparo podría haber sido tan ruidoso como ese clic que erizó los bellos de sus brazos.
Los ojos de Aemond estaban abiertos por la sorpresa, y eso era notorio porque la cara de Aemond solía ser particularmente estoica. Había sido tan rápido que ni siquiera él sabía cómo reaccionar. Estaba mudo por el sorpresivo terror, y cuando reaccionó, solo hizo para cerrar los ojos. ¿Qué más iba a hacer? Atado y con un arma contra su cabeza solo le quedaba rezar, después de todo Aemond era más conocido por ser un ladrón escurridizo.
Luke avanzó un paso en su dirección.
—Basta —gruñó—. Si vas a apuntarle a alguien, apúntame a mí.
Mysaria volvió a mover una mano y el sujeto guardó el arma con la misma rápida fluidez. Aemond exhaló, Luke pudo escucharlo incluso desde su lugar. Él mismo sintió el alivio aligerando un poco la palpitante tensión a los costados de su cabeza.
—No vuelvas a mentirme.
Luke abrió y cerró los puños, obligando a la sangre a circular. Sus pies eran dos cúmulos de hierro, pesados e inamovibles. Miró a Aemond, él también lo observaba de vuelta. Quería acercarse y asegurarse de que la herida que tenía en la cabeza no fuese algo profundo, y al mismo tiempo quería golpearlo por dejarse atrapar tan fácilmente después de pavonearse sobre sus amplias habilidades como ladrón. Imbécil.
—No me obligues a hacerlo —masculló, tragando su temor inicial—. No pedí ni di indicios de querer algo como esto. Él no fue quien me atropelló, y lo que sea que haya hecho, lo está pagando conmigo. Si deseas culpar a alguien por el accidente, entonces puedes culpar al lo provocó.
—¿No fue él quien lo provocó? —Mysaria encuestó. Sus ojos adquirieron una sombra peligrosa cuando su ceño se frunció.
—No, él no manejaba.
Mysaria lanzó una última mirada pesada sobre Aemond mientras avanzaba hasta uno de los sillones. Se sentó sobre uno de ellos e invitó a Luke al que estaba a su costado. Luke permaneció de pie, a un par de pasos de donde se encontraba Aemond aún arrodillado.
—¿Quién conducía? —ella preguntó en su lugar—. Si fue premeditado y el culpable sigue libre, tu vida estaría peligrando, no pienso arriesgar nada.
Luke carraspeó.
—Ese es mi problema, lo estoy–. . .
—Criston Cole —Aemond pronunció, ganándose una mirada mortal del sujeto que lo sostenía y toda la atención de Mysaria—. Criston Cole conducía, él provocó el accidente. Lo hizo a propósito.
Luke llevó una mano hasta su cara y la frotó en un gesto que dejó en evidencia su nula paciencia. Dios creó a los Targaryen y los situó a todos en su vida para complicarle cada jodido día un poco más. Eran todos iguales, idiotas sin un sentido de supervivencia, Luke ni siquiera sabía por qué llegó a pensar que Aemond podría ser un poco distinto, al final solo era lo mismo pero más serio.
Las creaciones de Daemon eran como una copia a las que les puso imbecilidad de más.
—Cállate, Aemond.
—La policía ya está detrás de él por varios delitos —Aemond lo ignoró—. Y está herido. No es una amenaza.
Eso le gustó a Mysaria, porque ella asintió al sujeto detrás de él. Las manos de Aemond se vieron libres y Luke realmente deseaba –más que de costumbre– estampar un puñetazo en esa cara pálida. Aemond se puso de pie, frotando sus muñecas.
—Luthor —Mysaria llamo. El hombre tras Aemond levantó la cabeza—. Llévalo al auto y esperen ahí.
Luke siguió con la mirada a Aemond hasta que desapareció por el ascensor y luego se volvió hacia Mysaria y sus ojos oscuros.
—¿Criston Cole?
—Es una historia larga —murmuró, masajeando su cuello tenso.
—Cuéntame.
Luthor los dejó a cuatro cuadras de su casa. Aemond iba al otro extremo del vehículo, y Luke agradeció que se mantuviese callado porque realmente esperaba una sola palabra para irse a los golpes con él.
Los dos bajaron. El sujeto no les dijo nada, solo paró y luego partió en el mismo silencio fúnebre. Luke se movió hasta la sombra de un callejón y recibió sin decir palabra el sobre que Aemond le extendió.
—La próxima son dos mil más—anunció.
—¿Y eso?
—Por meterte en mis malditos asuntos —señaló con un dedo, recibiendo un manotazo—. Debería haber dejado que te matara, cada vez que abres la boca me complicas más la vida.
—No me jodas —Aemond alegó—. No eres Superman para ir por ahí peleando con todos solo. Deja que ella se encargue de Cole.
Luke trabó la mandíbula y se obligó a respirar antes de hablar. Contó mentalmente hasta mil. Pensó en lo contraproducente que sería golpearlo.
—Cuatro mil —siseó.
Luke emitió una risa entre dientes ante el gesto de pura impotencia que Aemond gesticuló, guardó el sobre en un bolsillo oculto de su abrigo y rozó su costilla, notando el sutil dolor al estar demasiado tiempo en movimiento.
—Y la próxima vez que estés con un arma contra tu cabeza, dejaré que te disparen —masculló.
—Prefiero una maldita bala en la cabeza que seguir escuchándote hablar, eres insoportable.
—Ahora son cinco.
—Cinco dedos te voy a romper, jodido estafador.
Extendió una mano en su dirección y con su mirada la señaló.
—Adelante.
Aemond agarró su muñeca en un movimiento veloz que le hizo fruncir el ceño. Luke tironeó para soltarse y él apretó con más fuerza. Pero no hizo el ademán por fracturarle nada, en su lugar estampó un objeto blando sobre su palma extendida y se inclinó. El eterno malhumor estaba plasmado en sus facciones.
—No me vuelvas a involucrar en tu mierda.
—Es gracioso que lo digas —Luke arqueó las cejas en su dirección—. ¿No fue tu ex el que me atropelló?
Los ojos de Aemond brillaron con violencia. Luke apartó su mano en un gesto brusco y retrocedió un paso.
—¿Y mi moto?
Aemond ojeó algo sobre su hombro, después desvió la mirada hasta él otra vez.
—Me faltan algunos detalles —él masculló; sus ojos se pasearon por toda su anatomía antes de agregar—. De todas formas aún te estás recuperando, te falta más de un mes para poder conducirla.
—No te pedí mi diagnóstico médico —Luke gruñó—. Termina mi moto y devuélvemela.
Si le provocó curiosidad saber cómo Aemond sabía esa información tan certera, no lo hizo saber en voz alta. El tipo tenía acceso a más cosas de las que Luke podía imaginar, y se había colado en el hospital durante el día en que durmió ahí. Saber tantos detalles no le debía ser para nada difícil.
Luke guardó el guante arrugado en uno de sus bolsillos y acomodó su abrigo, pero cuando se volteó hacia la entrada del callejón su estómago cayó al suelo al descubrir que no estaba vacío. Al menos seis grandes figuras recortaban la luz y avanzaban sin prisa en su dirección. Aemond no se había movido a su costado, él no mostraba un particular interés por sus nuevos acompañantes.
—¡Lucerys Velaryon! —rugió uno, y a Luke no le tomó más de tres segundos distinguir al maldito Gyles en esa voz gangosa y desagradable.
Volteó hacia Aemond, él observaba al grupo con el mismo aire estoico. Luke señaló el lado opuesto con una mano, ganándose su atención.
—Al final a la izquierda la calle se conecta con unas filas de edificios —indicó con rapidez, todo ese lugar estaba hecho para abarcar a la mayor cantidad posible de gente, los edificios eran rectángulos de tres pisos con varios departamentos repartidos en hilera; habían varios por todo el lugar, Luke vivía en uno de ellos—. Vete por ahí.
—Larys nos habló de tu pequeño accidente —Gyles tarareó—. Una costilla rota, para variar, yo creo que es muy poco.
—¿Y ese? —Aemond pasó por encima su explicación y observó a Gyles. Su ojo celeste no demostraba nada, pero si Luke tenía que adivinar, juraría a que el sujeto no le asustaba más de lo que él mismo lo hacía.
—Gyles, es peligroso. ¿Me escuchaste? —él no lo hizo, y Luke tuvo que zarandear su abrigo para ganarse su atención. Aemond chasqueó la lengua y se apartó de su agarre—. Lárgate de acá antes de que–. . .
—Si tu amiguito se porta bien incluso podríamos tener consideración y dejarlo ir solo con algunos golpes.
—No es mi amigo —gruñó—. Es un idiota que necesitaba indicaciones, y ya se iba.
Luke intentó que su tono no dejara espacio a peros por parte se Aemond, pero él en su lugar miraba a Gyles y su gente con una curiosidad analítica. El rostro de Gyles lucía hinchado y feo, una de sus mejillas estaba aún rojiza y su ojo aún poseía rastrojos morados. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que Luke se sentía tan pequeño.
Reconoció a Perkin entre las caras, su nariz estaba repleta de vendas blancas en las que destacaban algunos manchones de sangre seca que ahora lucía café. Era desagradable mirarlo, pero Aemond no pareció recaer en eso cuando deslizó la mirada por todo su rostro magullado.
—¿Qué te pasó en la cara? —Aemond preguntó en su lugar, rozando su propia nariz para darse a entender.
Y él lo sabía. Lo sabía. Brillaba en ese ojo lila la misma malicia que Daemon y Daeron poseían a momentos. Como si uno de ellos le hubiesen contado la historia empleando nombres y apellidos. No era posible que Aemond no supiese y hubiese preguntado con ese nivel de fría crueldad. Su voz era suave, retorcida y malvada.
Incluso con la luz vaga de los faroles y la oscuridad rozando sus pies, Luke pudo apreciar como el rostro de Perkin enrojecía. Él miró a Aemond con nuevos ojos. No debía ser muy difícil sacar las cuentas; Aemond era casi una copia más joven de Daemon, desde su postura recta hasta el cabello tan pálido como la nieve que pisaban.
—Vas a arrepentirte de eso —Perkin pronunció, adelantándose un paso. La voz le salía a borbotones, como si se estuviese ahogando. Un efecto secundario se tener la nariz fracturada.
Luke no tenía ideas, y al mismo tiempo tenía demasiadas. Aemond a su lado parecía listo para meterse en una pelea, pero ni aunque el sujeto tuviese la complexión de un tanque o estuviese bien entrenado, iba a poder ganarle a seis matones que le sacaban casi una cabeza.
Uno dio un paso en su dirección, Luke observó algo a sus espaldas e hizo su mayor esfuerzo por no demostrar dolor cuando levantó la voz y gritó:
—¡Policía, por acá!
Los seis voltearon, Luke agarró a Aemond de la ropa y los dos volaron a través del callejón aledaño.
Los pasos a sus espaldas no se hicieron esperar, pero Luke conocía lo suficientemente bien esas calles como para abrir una pequeña brecha entre ellos. Muy pequeña considerando lo malditamente difícil que era correr con un pie aún atrapado en esa bota ortopedica.
—Eso fue sucio —gruñó Aemond, corriendo a su lado.
—¿Prefieres quedarte con ellos?
Aemond no le dio las gracias, pero sí guardó silencio. Luke iba un paso por delante marcando el camino, y él observaba continuamente a sus espaldas asegurándose no haber sido descubiertos.
Luke debía admitir, muy dentro suyo y en contra de todas las recalcadas indicaciones médicas, que esos segundos corriendo del peligro se sintieron como la mejor de las brisas de verano. El viento helado golpeaba su rostro, arañaba su piel como delgadas agujas que no alcanzaban a provocarle dolor, y se colaba por sus pulmones como el humo de un cigarro. Luke perfectamente podía ser tan adicto a eso como un fumador a la nicotina.
Quiso gritar cuando un latigazo surcó desde su pie hasta su rodilla y detuvo su marcha en seco, haciéndolo tropezar. Su tobillo palpitó con furia, y la costilla de pronto le hacía imposible respirar. Aemond alcanzó a sostenerlo y entonces los dos apenas estaban trotando a la par, los gritos a sus espaldas peligrosamente cerca. Luke cubrió su pecho y se inclinó intentando no pensar en el dolor agónico que envolvía sus huesos.
—¿Qué te pasa?
—No puedo correr. . .—murmuró, mortificado—. Me voy a arruinar el pie.
—Te puedo cargar —Aemond sugirió, ganándose una mala mirada.
Seguían trotando, Luke notó que casi la mitad de su peso lo estaba llevando Aemond después de rodear la zona baja de su cintura para facilitarle la huida. Luke prácticamente no apoyaba el pie esguinzado en el suelo.
—No vas a ser lo suficientemente rápido —un nuevo golpe de dolor lo detuvo por completo y entonces Aemond frenó para dejarlo respirar—. Mierda, mierda. . .
—Los distraeré y tú te escapas.
—Te van a matar, son demasiados —Luke masculló.
Aemond le lanzó una mirada gruñona porque Luke tenía un punto, luego ojeó a su alrededor. Estaban detrás de una cadena de edificios antigüos, hechos de ladrillos y con apenas tres o cuatro pisos, filas y filas que se imponían por delante y detrás de ellos muy similares a su propia edificio.
Luke señaló una diminuta puerta a algunos metros, y entonces los dos avanzaron a trompicones hasta ella. Aemond tomó el pomo, no se abrió. Aemond maldijo y lo soltó para sacar algo de su bolsillo, un pequeño estuche de curina negra del que extrajo dos–. . .
—¿Te mueves para todos lados con unas ganzuas? —Luke inquirió.
Él no dijo nada.
Apreció sus manos trabajando con una gracil precisión. Diez dedos, nudosos y pálidos, que a la altura del cerrojo oscuro casi podrían brillar por el contraste si no fuese por el brillante tono rojizo en sus nudillos y las heridas que decoraban esa misma zona. Jugaba con la cerradura como si estuviese en alguna película de espías, dos alargadas y delgadas herramientas hurgaban dentro el interior de la puerta, y otra más permanecía entre los labios de Aemond esperando a ser usada.
Los pasos cada segundo se escuchaban más peligrosamente cerca. Luke se removió ignorando su propio nerviosismo. Escuchó su nombre en boca de los matones, el sudor helado perló su espalda.
—Podrías darte prisa. . . —sugirió ojeando a sus espaldas.
—Cállate —ladró.
Observó con sorpresa como la puerta se abrió, Aemond lo empujó hacia adentro y entró después, cerrando a sus espaldas. La oscuridad absoluta los envolvió. El cuerpo de Aemond se apretó contra el suyo, Luke estaba seguro de que un centímetro más cerca terminaría provocándole dolor en sus costillas.
Luke no veía nada salvo un sutil atisbo de lo que sería el rostro de Aemond inclinado en su dirección. Él estaba mortalmente callado, Luke lo imitó, conteniendo la respiración cuando los pasos y las voces se situaron a pocos metros de la puerta. Discutían hacia donde podría haber ido.
Aemond dio un paso más adelante, logrando que un pinchazo en la zona lastimada le sacase un jadeo.
—Silencio —susurró, pero Luke se dio cuenta que Aemond apoyaba una mano en la pared a sus espaldas para evitar volver a pasarlo a llevar.
Algo crujió. Todos se callaron.
—¿Escuchaste eso? —Gyles se movió cerca de la puerta.
Luke inhaló, y descubrió que la respiración de Aemond era demasiado superficial y acelerada. Él estaba cerca, Luke podía sentir el cabello albino rozándole la mejilla. Aemond no parecía reparar en eso, de hecho, él no parecía reparar en nada.
Alguien hizo el ademán por abrir la puerta. Tironeó y Luke se descubrió apretando alguna zona del abrigo de Aemond.
—Deja eso, Perkin, esas puertas siempre llevan pestillo. Ahí no hay más que herramientas y goteras.
Luke agradeció que Perkin fuese un perro obediente. La sombra bajo la puerta desapareció y los pasos se alejaron de a poco.
—Tú espera acá —Gyles ordenó a alguien—. Los demás vayan a ver los otros callejones, está cojo, no habrá llegado muy lejos.
Luke quiso salir y romperle la cara solo por hacer mención de su cojera. Ya era lo suficientemente humillante ir con una bota quirúrgica por la vida, recibir el recordatorio encima de eso solo servía para reavivar su molestia.
Exhaló el aire comprimido en sus pulmones con cuidado, ignorando los pinchazos en su pecho. Apoyó la nuca en el concreto a sus espaldas y una superficie blanda lo recibió en su lugar. Recayó en que era el antebrazo de Aemond, enjaulándolo en ese diminuto espacio.
Luke pensó en que la situación no podría ser peor. Apenas y había disfrutado su cercanía estando ebrio; en ese instante su sobriedad era latente y le retorcía todo cada vez que escuchaba la respiración irregular tan cerca de su cara. Era incómodo, Luke no era el mayor fanático del contacto físico, especialmente cuando se trataba de un tipo que estaría feliz de golpearlo si es que se le daba la oportunidad.
El antebrazo de Aemond temblaba detrás suyo, podía sentir el espasmo constante e imparable.
—Relájate —murmuró—. Se irán en unos minutos. Se aburren rápido.
—¿Unos minutos? —él dijo en su lugar.
Hace un mes Luke había tenido un –dos– ataque de pánico. Él recordaba por encima de todo el ruido a su propia voz ahogada en el terror. Recordaba su tono agudo y apretado, como si de alguna forma fuese capaz de tragarse la tensión, pero esta escapase de una forma temblorosa y baja.
Aemond sonaba curiosamente igual.
Su respiración era audible y veloz, como si en vez de unos pocos metros él hubiese corrido una maratón.
—¿Qué te pasa?
Luke no podía ver su expresión en la absoluta oscuridad, pero no fue necesario porque con solo escucharlo tragar supo que el sujeto debía tener una mueca atormentada. Él no dijo nada, pero su intento por mejorar su respiración pareció ser un fracaso rotundo.
—¿Tienes algo físico? ¿Asma? —intentó de nuevo, su voz era apenas un murmullo apretado. Aemond negó—. No me jodas que eres claustrofóbico.
—Cállate —Aemond emitió ese siseo de una manera tan débil que Luke hasta se cuestionó si era el mismo tipo que lo había asfixiado hacía tres meses.
—¿Cómo se te ocurre meterte acá si eres jodidamente claustrofóbico?
Su espalda tocó la pared cuando Aemond se movió, fue una acción breve y peligrosa, como si con ese sutil paso intentase advertirle que dejara de hablar. Algo rozó su frente.
—No tengo claustrofobia —él gruñó, bajo y acelerado—. Déjalo, Lucerys.
—¿Entonces por qué–. . . —Luke parpadeó cuando la realización lo golpeó.
Él había estado en su habitación, había dormido allí; vio el techo repleto de estrellas brillantes y las pequeñas luces sutiles en sus muebles. Él no se había perdido lo pálido que Aemond lucía en el instante en que su rostro fue revelado en esa suit. Él no estaba asustado por la situación. Él estaba asustado porque no podía ver.
Aemond inhaló, Luke escuchó el temblor cuando botó el aire.
—Te asusta la oscuridad —adivinó.
El cuerpo de Aemond se puso rígido. No lo negó. Los segundos se extendieron. Luke podía escucharlo respirar.
—Tengo que salir —susurró—. Voy a–. . . Puedo con él.
Su pierna se pinchó con alguna herramienta cuando Aemond hizo el ademán por moverse, y con toda la velocidad que pudo reunir en ese estrecho espacio sin llegar a provocar algún ruido, agarró su muñeca y lo detuvo.
—No puedes —musitó, adivinando la mirada mortal que Aemond le envió—. Los demás escucharían y entonces estaríamos jodidos.
Luke lo sabía de primera mano.
Luke le dijo a Daemon un día:
»—Aprendí a correr primero y preguntar después.«
Gyles encontraba divertido perseguirlo cuando estaban demasiado cerca de las fechas de pago. Era un lunático sádico al que le gustaba escucharlo correr. Las primeras veces Luke no había sido lo suficientemente rápido y los moretones los tuvo que esconder por días; fue considerablemente fácil ya que todos estaban en las piernas y brazos. Luego descubrió que el único motivo por el que no le golpeaban la cara era porque Larys así lo había ordenado.
Eventualmente se hizo más rápido y escurridizo. Obtuvo su moto y perseguirlo dejó de ser tan divertido. A veces lo intentaban, igual, y Luke entonces también aprendió a escapar de cualquier auto sospechoso. Les perdió el miedo al descubrir que ninguno podría atraparlo montado en su moto y le encontró cierto gusto a darles el esquinazo.
Larys debió decirle a Gyles que iba a pie. Luke no encontraba otra manera viable de explicar cómo es que él lo sabía.
Luke parpadeó ante la oscuridad cuando un dolor en su muñeca lo hizo espabilar. Los dedos de Aemond estaban apretados con una fuerza brutal a su alrededor. Él no respiraba. Él parecía estarse ahogando en la silenciosa oscuridad.
—No veo —murmuró—. No veo. . . No puedo estar ciego.
El espacio era estrecho y Luke estaba machacando sus disfuncionales neuronas en un intento por encontrar una manera adecuada de manejar esa situación.
¿Por qué él sabría cómo lidiar con algo como eso? Había tenido dos ataques de pánico en un lapsus preocupantemente corto de tiempo después de que su moto se destruyera y en uno había tenido que ser sedado. En el otro solo recordaba vagamente algunas palabras aisladas. Él era el menos calificado para ayudar a Aemond. Ni siquiera le caía bien.
—No estás ciego —aseguró, Aemond negó—. Oye, tienes que respirar. . .
—No puedo. . . —su voz salió ronca y apretada, como si hiciera un esfuerzo por no toser—. No puedo ver. . .
Luke casi podía escucharse a si mismo suplicando porque no quería morir.
Él levantó su brazo aún agarrado y logró deshacer la presión de sus dedos hasta que su muñeca estuvo libre. En vez de soltarlo bajó el cierre de su propio abrigo y llevó la mano extendida de Aemond hasta su pecho. Él había hecho algo parecido. Él dijo: "está ahí y no se detendrá, y el tuyo tampoco porque no estás muriendo".
Y Luke odiaba a Aemond, su presencia le desagradaba y lo único que le impedía golpearlo era su propia incapacidad momentánea, pero ese instante no pensaba olvidar lo que él había hecho, porque Luke había estado ahogándose en lo más profundo del terror, y él había logrado sacarlo.
Presionó su palma ahí sin fuerza, justo encima de su corazón. Los latidos no eran lentos, pero seguían un ritmo más tranquilo y constante. La piel de Aemond estaba helada, y sus falanges temblaban contra sus costillas. Él no lo impidió, pero tampoco hizo un intento por estabilizar el agarre.
Su mano restante tanteó los bolsillos de sus pantalones hasta dar con su móvil, lo tomó y encendió revelando su fondo de pantalla. El brillo estaba al mínimo, apenas una luz sutil cálida que iluminó vagamente sus rostros. Como una diminuta llama tibia que oscilaba de una manera burlona entre sus dedos.
Luke descubrió que Aemond tenía los ojos cerrados con fuerza y la boca entreabierta en su intento constante y vano por llevar aire a sus pulmones. Él seguía demasiado cerca. Le temblaban los párpados por la presión.
—Mira —susurró, entregando un apretón a su mano para llamar su atención—. Mira acá. No estás ciego. Puedes ver todo. Puedes sentir todo. Respira.
Aemond lo hizo; abrió los ojos de a poco y su única pupila dilatada se encogió ante la luz. La pantalla se reflejaba en los dos ojos, el sintético y el sano y les brindaba un sutil tono ambarino. Su piel pálida absorbía rastros de color, se iluminaba gracias a ese soplo de luminosidad. Él paseó su mirada desde el teléfono hasta los dedos contra su pecho, y después hasta sus ojos.
Luke se descubrió conteniendo la respiración cuando una mano helada se deslizó por su rostro, desde su mejilla hasta la herida ya casi completamente cicatrizada que le había quedado de su encuentro con Cole. No fue una caricia, Luke supuso que en realidad fue casi un impulso. Su necesidad por asegurarse de que sus palabras eran ciertas. No dijo nada cuando los dedos se establecieron en el cabello de su nuca, enredándose ahí.
Aemond dejó caer un poco la cabeza y cerró los ojos nuevamente. Luke sintió como sus frentes chocaban sin fuerza y de pronto el inusual cambio en los latidos de su corazón estaba demasiado expuesto contra la mano aún situada en su pecho. La piel de Aemond era suave, como su voz, y estaba helada, como sus manos.
Estaba cerca, estaba muy cerca. Algunas hebras albinas le cosquilleaban en las mejillas y escondían sus rostros del resto del mundo. Luke no alcanzaba a sentir frío dentro de ese reducido espacio.
—¿Cuál es el tuyo? —Aemond preguntó. Sus párpados seguían cerrados y Luke recayó en los círculos que se formaban bajo sus ojos cuando estaba así de pálido.
—¿Qué?
—De los gatos —él murmuró, señalando con un ademán imperceptible su teléfono. Arrax y Vermax brillaban como fondo de pantalla, ambos hechos un ovillo mientras dormían—. Cuando estabas ebrio dijiste que solo uno era tuyo, ¿cuál?
Luke definitivamente no recordaba haber dicho eso. Pero él apenas y recordaba algunas cosas aisladas, así que no lo cuestionó.
—El gris —indicó con el mismo tono bajo—. El naranjo es de mi hermano.
Aemond asintió, sus dedos aún temblaban.
—¿Necesitas algo?
—No, se pasará eventualmente —él masculló.
—Ya, o se pondrá peor si no respiras bien —los dedos en su nuca se crisparon, pero Aemond no dijo nada, tampoco le tiró del cabello. Luke repitió—. ¿Necesitas algo?
El silencio se extendió por algunos segundos antes de ser capaz de escucharlo.
—Háblame —Aemond pidió en un susurro ahogado—. Dime lo que sea. Solo habla.
Luke le habló de Arrax y Vermax. De la casa en el lago y sobre la leyenda de Balerion.
Le contó que su hermano encontró a Vermax un día junto a la acera cuando tenía dieciséis, y Luke poco después descubrió a Arrax en una caja cuando el invierno amenazaba. A su madre no le hizo demasiada gracia tener a dos nuevos inquilinos, pero después de algunos días incluso a su padre le terminaron cayendo bien.
Aemond logró calmar su respiración después de un par de minutos conversando. Fue una charla casi unilateral donde los pocos comentarios que recibía eran acotaciones breves que le dejaban claro que estaba siendo escuchado. Aemond encontró curiosa su historia, dijo que no le gustaban los gatos –otro motivo más que agregar a su lista de cosas que no le gustaban de los Targaryen– porque era alérgico.
Él le contó que antes de "Caraxes segundo", ellos habían tenido a un doberman con ese mismo nombre. Pero Aemond apenas había alcanzado a convivir con él porque ya era muy viejo cuando él nació.
Cuando menos se dio cuenta, ya casi habían pasado diez minutos y los pasos y gritos fuera de su escondite ya no se escuchaban.
Luke se removió un poco. Sus dedos seguían enredados entre los de Aemond, la piel había adquirido un poco de calor y se sentía tibia. El lado lastimado le pinchó como reclamo, demasiado tiempo de pie y esa carrera tonta comenzaban a pasarle factura.
—Creo que ya es prudente salir —susurró.
Sus narices se rozaron cuando respiró, el aliento de Aemond era tibio y mentolado. La nariz de Aemond estaba helada. Los ojos de Aemond estaban aún medio cerrados. Descubrió que Aemond olía a shampoo y loción. Los dedos de Aemond generaban roces sutiles en su nuca. La voz de Aemond era tan suave como siempre cuando habló.
Por ese microsegundo Luke odió que todo fuese Aemond.
—Sí —él convino por lo bajo—. Salgamos.
Luke observó en cámara lenta como Aemond humedecía sus labios; una lengua que debería estar bifurcada porque el sujeto era venenoso y mortal como una serpiente deslizándose sutil e inconscientemente por la piel rosada de su boca.
Aemond se apartó primero, exhaló un suspiro imperceptible y deshizo el agarre sobre su cabello antes de alejarse. Los dedos contra su corazón también se movieron y entonces Aemond se volteó para abrir la pequeña puerta y asomarse primero. Él salió y Luke lo siguió de cerca.
Subió el cierre de su abrigo y aclaró su garganta. La noche helaba fuera de esa pequeña bodega, cruel e injusta. Congeló su nariz y tan pronto dio un par de pasos inundó sus pulmones. Luke no se quejó, el aire frío sirvió para aclarar bastante sus pensamientos.
—¿A ellos también les robaste? —Aemond curoseó, escondiendo las manos dentro de los bolsillos de su gabardina.
Luke lo imitó y avanzó a su costado manteniendo una distancia prudente.
—No, por ahora eres el único al que he robado.
—Mh.
—¿La oscuridad te asusta porque estás medio ciego? —Luke preguntó de vuelta. El ojo lila de Aemond lo observó de reojo.
—¿Alguna vez piensas antes de hablar? —Luke se encogió de hombros y negó—. Hazlo, te vas a ahorrar muchos golpes.
—¿Responderás?
—No.
—Buh.
Una calle más abierta se volvía más grande por cada paso que daban, pero los dos se detuvieron de golpe cuando fueron capaces de oír unos pasos generando eco por algún lado del callejón. Luke volteó al mismo tiempo que Aemond, pero la oscuridad silenciosa fue lo único que ambos pidieron ver.
—Luke.
Luke no alcanzó a retomar su posición cuando una mano salida de la nada apretó su hombro y provocó un estallido de adrenalina-susto-sorpresa que le hizo brincar y chocar contra Aemond, provocándole una reacción similar. Los bellos de su cuerpo se erizaron y lanzaron choques eléctricos por su estómago; su corazón saltó dentro de su pecho y nubló ligeramente sus ojos. Aemond detrás suyo profirió un insulto entre dientes porque al parecer a él tampoco le gustaba verse sorprendido.
—¿Qué mierda les pasa?
Los dos se tomaron un par de segundos para bajar el terror momentáneo que aquella súbita presencia les provocó. Luke estuvo un poco mejor sabiendo que al menos Aemond era tan fácil de asustar como él en situaciones tensas.
Los ojos lila de Daeron los miraban, su ceño medio fruncido y las manos alzadas en señal de paz. Era lo mejor después de casi matarlos de un ataque cardíaco.
—Daeron, hijo de p–. . .
—Jesús. . .
Luke llevó una mano hasta su pecho y se inclinó un poco, intentando revocar el acelerado palpitar de su corazón. Aemond seguía dedicando insultos a su hermano.
—La gente normal suele saludar —masculló Luke—. No salir de la nada.
—Hola.
Los dos le dedicaron una mala mirada.
—¿Qué estás haciendo acá? —Aemond preguntó.
—Creo que yo debería preguntar eso —Daeron ojeó por encima de su hombro, a la entrada del callejón—. Luke estaba tardando demasiado y salí a buscarlo porque no respondía los mensajes. ¿Qué hay de ti?
—Me estaba pagando y poniéndome al día sobre mi moto —Luke respondió por él—. Pero unos matones de mi tío nos emboscaron y tuvimos que escondernos.
—Ya —Daeron arqueó arqueó una ceja—. Permíteme sonar escéptico cuando todo lo que vi fue a ustedes dos saliendo de un lugar pequeño en medio de nada.
Aemond estaba acomodando su cabello en una coleta suelta cuando habló.
—Puedes creer lo que quieras, eso fue lo que sucedió.
—A ti no te hablo —Daeron alzó una mano extendida en su dirección y se volteó hacia el otro lado en un gesto tan infantil que incluso a Aemond le costó creer que fuese en serio. Él emitió un sonidito indignado.
—Eres un niño —Aemond acusó.
Daeron imitó una boca con sus dedos y los abrió y cerró con el mismo aire burlón.
—Infantil.
Luke observó el intercambio en silencio. Su pie palpitaba más a cada segundo al igual que la costilla. Se había extralimitado, decidió, porque esa última semana logró mantener el dolor a raya con reposo y antiinflamatorios; ya hasta había olvidado lo incómodo que era.
—Pueden seguir peleando cuando salgamos de acá —surgió, ganándose la atención de ambos hermanos—. Lejos de Gyles y su gente.
Aemond lanzó una última mirada a Daeron y negó, pero los tres avanzaron por el callejón hasta la avenida. No era de las más concurridas, pero al menos pasaban algunos autos. Los dos se mantuvieron al ritmo lento de Luke.
—Aegon vendrá por mí —anunció, observándolo. Daeron estaba serio como nunca—. Puedes venir conmigo.
—No lo creo —Daeron había perdido todo atisbo de felicidad ante la sugerencia—. Estoy bien con Daemon, hasta tenemos un perro.
Luke no se perdió la mueca que surcó el rostro serio de Aemond, un dolor fugaz que apareció y desapareció con la misma velocidad. Él asintió y no volvió a hablar.
Luke fue el primero en pisar la calle cuando las paredes llegaron a su final. Él iba más concentrado en no pisar los charcos de agua congelada en el suelo y observando las luces reflejadas como acuarelas sobre el asfalto mojado. Pensaba en el rostro aterrorizado de Aemond en esa bodega, en cómo le robaría información a Borros, y en que la idea de caminar solo con Daeron hasta su casa con Gyles y su grupo dando vueltas por ahí quizás sí le daba un poco de miedo. No quería que encima lastimasen a Daeron.
Iba distraído, algunas gotas de los cables y metales sobre sus cabezas caían encima de ellos al no ir con paraguas, él no se fijó en el sujeto escondido al otro lado de la pared, escuchó demasiado tarde a Aemond advirtiéndole que se alejara. Por sus oídos solo se paseó el silbido que provocó el bate dirigiéndose directamente a su costado lastimado. Lo observó en cámara lenta, reflejándose en sus pupilas como la luz en el cemento húmedo. Una sombra com ojos brillantes que se cernía encima suyo, dejándolo sin vías de escape.
—¡Luke, muévete!
Daeron gritó algo más. Luke hizo el ademán por cubrirse, sin embargo el golpe seco llegó igual.
No le dio a él, y cuando volvió a mirar, descubrió a Aemond justo a su costado. Su mano desnuda detuvo al bate con un sonido que rebotó por las paredes, rodeando la madera por el otro lado antes de que pudiese contactar con su cuerpo. Todo su cuerpo se estremeció por el impacto, pero se mantuvo firme.
Luke descubrió a Perkin sosteniendo el otro lado del bate, sus ojos brillaban con genuina sorpresa.
Él se lo arrebató, lo giró sobre su propia muñeca como si ya estuviese acostumbrado a esa clase de acrobacias y con la misma fuerza demoledora estampó la parte gruesa de la madera contra el brazo de su atacante, un crujido resonó con la misma escalofriante frialdad. El tipo cayó al suelo gritando y sostemiendo su brazo. Aemond volteó hacia él, ignorándolo.
—¿Eres sordo? —Increpó—. ¿Qué parte de "muévete" no escuchaste? ¿Quieres que te maten?
Luke seguía procesando la situación, no recayó en el insulto. Daeron tiró de la parte trasera de su abrigo cuando otros cinco sujetos se hicieron notar, obligándolos a devolverse al callejón. Gyles sonreía, pero no estaba contento. Perkin al otro lado parecía un cerdo con su nariz cubierta y la piel rosácea por la furia.
—Tu amigo necesita ir al hospital —Aemond comentó, señalando al tipo en el suelo con el bate.
—Te vas a–. . .
—¿Sabes quién te hizo eso? —Daeron lo interrumpió. Daeron sí sonreía. Daeron sí estaba contento. Él tocó su propia frente, donde estaba el corte que Gyles tenía en la suya—. Esa cosa fea que tienes ahí, ¿sabes quién te rompió la nariz? —Perkin gruñó como respuesta—. Mi tío, nuestro tío. Él tiene. . . ¿Cuántos años tiene, Aemond?
—Cuarenta y cinco —Aemond dijo.
—Cuarenta y cinco años —Daeron señaló a su hermano—, ya está un poco viejo, viste, y aún así los hizo mierda sin recibir ni un golpe a cambio.
Gyles palideció por la furia, pero cuando dio un paso en su dirección Aemond levantó el bate y Gyles se detuvo.
—Yo tengo dieciocho, mi hermano veintitrés —continuó—. Y Daemon nos enseñó a defendernos, ¿entiendes a lo que quiero llegar? Espero que sí. Somos más fuertes y jóvenes y nos entrenó el tipo que te ganó en un tres a uno. Mi hermano y yo podemos con cuatro de ustedes cada uno, y curiosamente solo son cinco. Al menos dos recibirán bastantes golpes extra.
Luke no tenía cómo describir la sonrisa maníaca que Daeron poseía. Era algo que achicaba sus ojos y reflejaba solo las luces rojas de las calles, entregándole un aspecto casi demoníaco. Daeron había fanfarroneado un par de veces sobre lo fuerte que era, él había dicho que solo Aemond le ganaba, pero que Aemond no era una buena escala de mediciones porque el bastardo le ganaba a cualquiera. Luke lo había dejado pasar porque realmente no le creía.
Daeron no estaba mintiendo, descubrió, él estaba siendo perturbadoramente sincero. Gyles también lo notó.
—Lo que va a pasar es que si tú intentas algo más contra mi hermano o mi amigo, te destrozaré al menos cuatro huesos más de los que pudo haber hecho mi tío. ¿Lo entiendes?
Gyles no dijo nada. Ninguno dijo nada. Él los miraba. A Aemond, a Daeron y finalmente a él. Luke se alzó de hombros, dándoles la razón.
—Nos vamos —anunció Aemond.
Y los cinco matones se quedaron quietos en su sitio cuando Aemond los obligó a Daeron y a él a voltear para moverse por el callejón hasta la calle aledaña.
—Puedes huir ahora, como el cobarde que eres —Gyles comentó, Luke, muy a su pesar, no pudo ignorarlo—. Es una oportunidad que tu papi no tuvo.
Luke frenó en seco, las carcajadas de los demás generaron un eco nauseabundo en sus oídos. El único que no reía era el tipo con el brazo roto aún en el suelo.
—¿No lo sabes?
Aemond y Daeron estaban a sus costados, igual de quietos. Luke no podía escuchar sus voces por encima del ruido que atormentaba a su propia cabeza.
—Él lo intentó —Gyles hablaba. Hablaba. Hablaba—. Harwin el quebrantahuesos, el hombre más fuerte de toda Inglaterra. Era bastante conocido por estos lados. Al final, todo lo que quería era volver a casa con su esposa bastarda y sus bebés.
Bastarda. Bastarda. Bastarda.
¿En qué momento se transportaron al siglo diecisiete dónde esa clase de cosas realmente importaban?
Luke no sentía dolor. Ni su pie ni su costilla palpitaban tanto como la sangre que rugía contra sus tímpanos.
—Después de esa noche le cambiaron el apodo, obviamente —Luke exhaló—. Harwin huesosquebrados. Debió ser una enorme vergüenza si ni siquiera llevas su apellido, sino el de tu madr–. . .
Un jadeo común resonó en el callejón porque Luke fue rápido. Fue más rápido que Aemond deteniendo el bate o Daemon golpeando a Aegon. Un golpe lo tumbó, y Luke cayó sobre él a horcajadas encima de sus hombros.
Sus dedos crujieron, pero no se rompieron. Luego descubrió que lo que crujió realmente no fueron sus huesos, sino los de Gyles debajo de él. Su nariz, su boca, cualquier zona donde asestase a esa desaforada velocidad. Luke golpeaba. Sus dos manos subían y bajaban con fuerza, destrozando su rostro.
La sangre de Gyles se mezcló con la suya cuando la piel de sus nudillos se abrió contra su cara. Luke golpeó una, dos, tres, diez veces. Luke no escuchaba. Luke no sentía. Luke solo era una masa de furiosa respuesta al hostigamiento costante. La voz de Gyles se convirtió en un gorgojeo sangriento. Y en ese lapsus de diez segundos Luke se aseguró de arrancarle al menos dos dientes y partirle en tantos micro pedazos su nariz que ni el mejor maldito cirujano plástico pidiese hacer algo para ayudarlo.
Dos manos rodearon su vientre y lo levantaron en contra de su voluntad. Luke pateó y golpeó, pero no pudo hacer mucho contra el agarre firme que Aemond ejercía, arrastrándolo lejos del cuerpo tendido de Gyles. Daeron tenía el bate y apuntaba con él a cualquiera que se acercara.
—¡Dilo otra vez! —rugió, retorciéndose entre los brazos de Aemond. Debía regalarle un punto, incluso en esa situación el sujeto se estaba esforzando por no pasar a llevar su costilla. Gyles escupió sangre a un costado y le regaló una sonrisa rota aún desde el suelo—. ¡Dilo otra vez!
—Matenlos —Gyles hizo un ademán con la mano, y los cuatro sujetos restantes se lanzaron al ataque.
Su madre abrió la puerta y sus ojos se abrieron con sorpresa ante el cuadro que tuvo delante.
Luke, con un pómulo rojizo y las manos heridas escondidas tras su espalda, Daeron, con un labio partido y algunos raspones en su bonita cara, y Aemond un poco detrás, con un corte en la mejilla y la sangre seca de la herida que le dejó su visita con Mysaria.
—¡¿Qué–. . .
—Gyles. . . —Luke murmuró, notando como el rostro de su madre perdía varios tonos de color. Ella agarró su rostro y lo movió hacia ambos lados buscando más heridas—. Nos emboscó.
—Tranquila, Rhaenyra —Daeron se adelantó—. Ellos quedaron peor. Esto no es nada, mañana ya estará sanado. Nos aseguramos que no le hicieran nada a Luke, en cinco minutos ya estaban los seis noqueados. Deberías ver a Gyles, Luke se lució–. . .
La mirada mortal que recibió por parte de Luke cuando Daeron pronunció aquello evocó un silencio inmediato. Su madre frunció el ceño porque ni siquiera ella sabía qué parte era peor, si la que Luke golpeaba a Gyles estando en recuperación de un accidente, o si la parte donde no eran uno sino seis.
—Digo —Daeron carraspeó.
Los ojos celestes de su madre se pasearon desde él hasta Daeron y luego Aemond. Luke notó que este último se balanceaba con evidente incomodidad ante el escrutinio indisimulado al que se vio expuesto, él ni siquiera la miró a los ojos, encontró más entretenido el tapete en el suelo que decía "bienvenidos".
Después de unos segundos ella negó y se hizo a un lado, dejándole la pasada.
—¿Solo tienes eso? —ella preguntó, señalando su mejilla, Luke asintió en silencio—. ¿Tu costilla está bien?
—No está peor —Luke esbozó una sonrisita de labios apretados y su madre relajó considerablemente su postura.
—¿Cómo quedaron ellos?
—Seguían en suelo cuando nos fuimos.
—Que algún Dios me dé paciencia. . .
Una mano tibia le despeinó el cabello más de lo que ya estaba cuando Luke entró en el departamento. El lugar estaba cálido y olía a pan tostado y té, Luke supuso que ellos habían terminado de comer hace poco.
Observó a su madre volviéndose hacia los dos hermanos. Fue una mirada larga y tendida que ni siquiera Daeron pudo sostener. Él terminó observando el tapete de la misma manera que Aemond.
—Es bastante tarde —ella observó, ninguno dijo nada. Luke pensó en que solo el físico los diferenciaba de un par de gatos callejeros—. Pasen, les limpiaré eso.
Daeron amplió una sonrisa dientuda y brillante y entró en el departamento sin dudarlo, dejándose caer sobre el sillón familiar. Luke notó que Aemond permanecía en el mismo lugar, observando a su madre con su único ojo bueno. Él volteó hacia el ascensor y otra vez hacia ella, seguía sin hablar.
Luke no dejó en evidencia la poca gracia que le hacía el tener a Aemond Targaryen invadiendo su espacio, principalmente porque el tipo lo había ayudado bastante esa noche. Y porque estaba cansado. Todo lo que Luke quería era un analgésico y dormir un par de muchas miles de horas.
—Eres uno de los sobrinos de Daemon —su madre adivinó, logrando que todo en Aemond se tensara—. Me ha hablado bastante de ti.
—¿Mi tío?
—Sí, trabaja conmigo, es un amigo —Aemond parpadeó, la incredulidad estaba marcada en sus facciones—. ¿Quieres pasar? Si seguimos hablando acá terminará saliendo, vive al frente.
Luke apretó los labios cuando la cara de Aemond pasó de la sorpresa a algo más pálido y perseguido tras observar la puerta cerrada a sus espaldas. Él terminó por asentir y entonces dos de los cinco ladrones más buscados de toda Inglaterra estuvieron dentro de su pequeño departamento.
Era irónico. Surrealista. Hilarante.
Su madre fue a buscar su botiquín en lo que los tres se acomodaban.
Un maullido no se hizo esperar, seguido de otro más y pronto frotándose contra sus piernas estuvieron sus dos animales malcriados. Luke aún no podía tomar en brazos a Arrax, y eso al gato parecía herirlo profundamente porque seguía intentando una y otra vez ser elevado.
Un sonido bajo sonó a sus espaldas. Cuando Luke volteó, descubrió a Vermax frotándose contra la pierna de Aemond. Aemond parecía hacer un esfuerzo enorme por no dejar en evidencia sus emociones; él en su lugar cubrió sutilmente su nariz e intentó esquivar al gato naranja. Vermax lo siguió.
—Le debes hacer cariño o no te dejará en paz —indicó.
—No puedo —él gruñó—. Soy alérgico, moriré si me acerco más.
—Mira, sería como un premio doble.
Aemond le lanzó una mirada afilada, mortal, luego volvió hacia el gato en el suelo. Vermax, para su sorpresa, apoyó las dos patas delanteras en su pierna, buscando ser levantado. Aemond se paralizó en su lugar.
—Está exagerando, él no morirá —Daeron convino desde el sillón—. Solo terminará estornudando como enfermo y quizás se le hinche la nariz. Es divertido.
Luke se sentó en uno de los puestos de la mesa y apretó los dientes ante el doloroso reclamo de sus costillas.
—¿Ya lo has visto con alergias?
Los ojos de Daeron brillaron ante el recuerdo.
—Claro, ¿cómo crees que lo descubrimos?
Aemond permaneció de pie, siendo esa su forma rotunda de dar a entender que no se sentaría mientras el animal pudiese acercársele más. Luke emitió un bufido bajo e hizo que los dos gatos lo siguieran hasta su habitación. Llenó sus platos con comida y los dejó ahí. Aemond ya estaba sentado cuando volvió, y su madre estaba junto a él limpiando la delgada línea de sangre seca que ensuciaba el costado de su cabeza.
Estaba mortalmente serio. Su cara ni siquiera daba cabida al dolor o malhumor.
—Deberías tratar primero su cara —Daeron comentó, sentándose derecho para dejarle un lugar a Luke. Luke pasó de largo hasta el sillón individual y Daeron hizo un puchero—. Así seguirá bonito e igual de estúpido.
Aemond les estaba dando la espalda, por lo que Daeron y él podían ver perfectamente el rostro de su madre. Ella estaba más concentrada en no provocarle dolor a Aemond que en escuchar el parloteo de Daeron, aún así alzó las cejas.
—No creo que esa sea la forma correcta de tratar a tu hermano —ella dijo—. ¿Por qué están peleados?
—Porque mi hermano es un idiota —Aemond no respondió a eso, por lo que Luke consideró que estaba de acuerdo.
Esa respuesta dejó a su madre con la misma duda notoria.
—Porque el ex de Aemond está loco —acotó Luke.
Lo único que le impidió a Aemond darse la vuelta y estrangularlo con la mirada fue que su rostro seguía inmóvil siendo tratado por su madre. En su lugar el habló, tenso y malhumorado.
—No es mi ex.
—No es su ex —Daeron comentó al mismo tiempo, cruzándose de brazos—. Aemond no tiene ex, es un mojigato. Se interesó en una única persona y terminó siendo un psicópata.
—Daeron —gruñó.
—¿Qué? —Daeron cuestionó—. Es cierto. Prefiere pasarse la tarde haciendo ejercicio que follarse a alguien, por eso siempre está tan enojado. Su po–. . .
—Cuida tu boca —Luke lo interrumpió, ganándose un silencio inmediato.
Daeron lanzó una mirada avergonzada a su madre, ella solo negó, dejándole pasar el vocabulario. Él carraspeó, hundiéndose un poco mas en el sillón.
—Me disculpo, Rhaenyra.
Después de eso el silencio se extendió, tenso e incómodo. Luke se quitó el aparato ortopedico y movió un poco su pie, Daeron ojeó su teléfono aún ceñudo y Aemond permaneció como una estatua frente a su madre.
Después de cinco minutos, y para sorpresa de Daeron y Luke, los dos terminaron conversando de una manera bastante apacible. Su madre había comentado lo bonito que tenía su cabello y Aemond estuvo bastante abierto a dejarle su rutina de cuidado capilar. Que consistía, a grandes rasgos, en el uso de un shampoo y bálsamo libres de químicos y una toalla de algodón.
Luke ya no sabía qué parte de toda esa situación era más surrealista.
Daeron lo miró, Luke de devolvió la mirada, los dos igual de perplejos.
—Mi pelo también es bonito —él alegó, deslizando dos dedos por los mechones negruzcos.
Las raíces albinas eran más que notorias en ese instante, porque ya abarcaban un poco menos de la mitad de su cabello.
—Está quemado.
—Cállate, eres un. . . —Daeron se interrumpió a la mitad, observó a su madre y frunció el ceño—. Ya sabes lo que eres, no tengo que decirlo en voz alta.
Luke estaba seguro de que la sombra de una sonrisa surcó los labios delgados de Aemond. Él no dijo nada, y cuando su madre terminó, dejó una bendita con estampado de animalitos sobre su mejilla. Daeron tomó su lugar en la silla frente a ella y le sonrió. Aemond se sentó en el sillón doble.
—Cole no va a volver —él dijo, rompiendo el silencio que se había producido. Daeron no se movió.
—Ya dijiste eso una vez.
—No volverá —repitió, y Luke se volvió también hacia él ante la seguridad indudable en su voz—. Me encargué de que sea así. Él no nos molestará.
Sus ojos se encontraron con los de Aemond cuando él pronunció eso, y de alguna manera le dejó claro que ese "nos" también lo incluía. Luke se alzó de hombros y apartó la mirada, frunciendo el ceño en el proceso.
—¿Sí? ¿Cómo lo hiciste? —Daeron sonaba particularmente escéptico, él incluso volteó hacia Aemond para lanzarle una mala mirada.
Aemond levantó una mano y evidenció sus nudillos magullados. Había motas moradas y rojizas y algunas heridas más pequeñas. Daeron alzó las cejas antes de que su madre lo devolviese a su sitio y terminase de pasar una pomada por su boca herida.
—Mi hermano. . . —Daeron levantó su pulgar—. Ya era hora. ¿Quedó muy feo?
—Bastante.
Luke pudo desde su sitio como Daeron ampliaba una sonrisa triunfal. Su madre despeinó el cabello teñido cuando estuvo listo y Daeron dejó un beso ruidoso sobre su mano. Ella sonrió.
—¿Puedes poner la tetera en lo que termino con Luke? —preguntó—. Ya sabes donde está todo, aún me queda pan y algunas galletas, ¿tienen hambre?
Su propio estómago crujió ante la idea. Aemond no dijo nada, pero regaló un asentimiento breve cuando su madre lo miró.
Ella pasó antiséptico por sus manos lastimadas cuando se sentó delante suyo, Luke contó con mayor detalle toda la situación, incluyendo el por qué él inició la pelea. Luke nunca reaccionaba bien cuando comentaban sobre su familia, pero la sola imagen del rostro desfigurado de Gyles bajo sus manos le provocó un escalofrío que se terminó instalando en alguna zona de su estómago.
Gyles intentó atacar a Daemon, les robó dinero, destruyó la cafetería y se burló de su familia, aún así Luke no podía evitar el temblor en sus extremidades cuando recordaba lo que hizo.
Se mantuvo en el mismo silencio contemplativo cuando Daeron dejó galleras sobre la mesa y su madre sirvió té. Y tras veinte minutos bebiendo en silencio Daeron anunció que iría a dormir donde su tío. Su madre ofreció a Aemond dormir pasar la noche con ellos ya que la nieve se había desatado fuera de la casa y conducir podría ser peligroso. Aemond accedió, y lo último que Luke vio cuando desapareció por el pasillo fue su cabello albino distendido sobre el sillón, y a él cubierto hasta arriba con frazadas.
Cuando Luke se despertó al día siguiente y caminó frotando sus ojos a la sala de estar, Aemond ya se había ido. Las frazadas estaban correctamente dobladas a un costado del sillón y su madre estaba terminando una taza de té.
—Me agrada tu amigo —ella comentó—. Es un buen chico.
Luke arrugó el entrecejo.
—No es mi amigo.
L
El próximo capítulo es de Daemon, se vienen cositas.
El miedo a la oscuridad de Aemond es un headcanon que tengo desde hace tiempo, y di algunos indicios igual cuando Daeron dice "el tema de Aemond con la oscuridad" y las lucecitas que tiene en su habitación, y también en su fragmento cuando le aterrorizó la posibilidad de quedar ciego. En fin.
Mi capítulo favorito hasta el momento junto con el ocho y el que se viene ahora.
No tengo preguntas porque no quiero tardar mucho más en actualizar, advierto que no está editado así que podría tener algunos errores.
¿Qué les pareció el capítulo?
Sé que quizás esperaban un beso, pero les prometo que cuando suceda será incluso mejor.
Tengan una preciosa semana, lxsquieromucho.
Besitos
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