Capítulo ocho: "Lila y cafés".
TW: Violencia explícita, escenas gatillantes.
Confiando en que todxs acá tienen un gusto musical excelente, les dejo libertad creativa para que cuando llegue el momento (ustedes se darán cuenta cuando) pongan su bachata/trap/reggaeton lento preferido. Que esté en español, de preferencia, y sean dos. Mi recomendación personal es la que estará abajito o Sutra de Sebastián Yatra, o la que ustedes estimen conveniente.
Con eso les dije todo, felices fiestas!
»Ya tu mirada con la mía están saciándose.
Tu piel rozando con mi piel y sofocándose.
Y en la noche me imagino devorándote
atrapándote, provocándote.«
Baila morena. Héctor & Tito.
—Jacaerys Velaryon —dijo Jace, extendiendo su mano hacia Daemon.
—Daemon —respondió Daemon. Luke presionó los labios para esconder una sonrisa naciente ante el deja vu de la presentación—. ¿Cómo se escribe tu nombre?
Daemon tomó y apretó ligeramente la mano de Jace, él a su vez formó una pequeña mueca ante la pregunta.
—Mejor dime Jace.
Daemon asintió, y Luke pudo apreciar como ambos tomaban unos segundos únicamente para analizarse, para descubrir hasta el más profundo de sus pensamientos, en un silencio interrumpido solo por el sonido de la campanilla anunciando clientes.
Ya había pasado casi una semana de ese encuentro. Jace y Daemon encontraron bastantes intereses en común de los que conversar en algún momento de esa semana. Aunque Jace tenía un deje filoso que no dejaba en evidencia y que se asomaba cada vez que podía apreciar a su madre compartiendo con Daemon. Y también a Daemon compartiendo con Joffrey. Luke notó que después del encontrón con Gyles, su hermano menor cada día se acercaba un poco más a Daemon; lo seguía, lo invitaba, lo incluía.
Jace también se percató, pero ninguno de los dos podía opinar u objetar. Ellos tenían un padre, y quizás ya no estaba ahí para acompañarlos, pero en su memoria él viviría con esa sonrisa cálida y trato amable. ¿Pero Joffrey? Joffrey era demasiado pequeño, su padre murió cuando él apenas había cumplido los cuatro. No lo recordaba más allá de algunas cosas fugaces y por fotografías. Él no lo tenía en su memoria, y no podían culparlo por eso.
Jace temía, tanto como él, que si las cosas lo resultaban con Daemon, por cualquier motivo existente, Joffrey saliese lastimado.
Su hermano prefirió mantener una distancia prudente y un trato educado cuando él a veces cenaba con ellos o los acompañaba de más en la cafetería, y Daemon respetó eso.
Era gracioso verlos, cuando se trataba de trabajar, principalmente porque Jace jamás había logrado usar correctamente la cafetera y Daemon seguía aprendiendo. Y en eso ambos coincidían.
Los dos le llevaban cafés con dibujos horribles y leche quemada, esperando un visto bueno que no llegaba pese a que lo intentasen e intentasen. Luke terminó obligándolos a practicar con jabón de cocina porque gastaban demasiada leche, y leche sin lactosa, y después intentaron con leche vegana, y fue ahí cuando tuvo que poner un alto.
El aroma a quemado inundaba la cafetería ese día, pero era gracioso y a su madre le causaba tanta risa como a él. Joffrey también estaba con ellos ya que había salido de vacaciones.
—¡Le diré a mi madre que envías saludos! —anunció Laenor, agitando la mano en su dirección—. ¡Felices fiestas, gente, los veo el próximo año!
Todos en la cafetería se despidieron, Joffrey rió, incluso Daemon mantenía una pequeña sonrisa ante la broma. Su madre había decidido mantener cerrada la cafetería durante las fiestas para disfrutar de los días libres de Jace y su tiempo alejados de las deudas. Luke había recibido un generoso aguinaldo de navidad que había invertido en ello.
—Luke —Jace le habló, depositó delante suyo un recipiente para calentar la leche repleto de espuma. El olor amargo inundó sus fosas nasales y le hizo negar.
—No.
—¡Quedó perfecto!
—Se quemó —indicó, y cuando movió apenas el recipiente agregó—. Y se cortó.
—El jabón no se corta.
—Ahora sí, felicidades.
Jace elevó las manos en un gesto rendido y lavó todo antes de volver con él. Daemon también estaba sentado junto a ellos, Joffrey estaba a su lado. Habían cerrado un poco antes ya que no fueron demasiados clientes ese día y aprovechando que estaba Jace podían ordenar todo un poco más a fondo.
Larys se había mantenido lejos, Luke se aseguró de pagar lo suficiente para eso. No los molestaría hasta finales de enero.
—¿Qué le comprarás al niño? —su hermano preguntó, situándose justo detrás de Joffrey para hundir las manos en su cabello y jugar, despeinádolo, Joffrey sonrió. Jace solía quejarse porque era el único con el cabello lacio de la familia además de su madre.
—¿Qué niño?
—El del cumpleaños.
—No iré —Luke se hundió en su asiento.
—¿Qué cumpleaños? —Daemon se invitó a la conversación.
—Daeron me invitó a su cumpleaños.
Luke no sabía qué reacción esperaba de Daemon, pero definitivamente no una tan relajada como un simple asentimiento. Una parte de él sí había temido un poquito ser receptor de su molestia por haberse juntado con su sobrino, pero Daemon era un tipo bastante sereno. "Yo estoy molesto con ellos, no tú", fue lo que dijo.
—Deberías ir, harás más amigos.
Jace señaló a Daemon con una mano, dándole la razón, y después desapareció otra vez detrás de la cafetera.
—Él no es mi amigo.
—La última vez que te vi, estabas conversando con él.
Luke frunció el ceño a su hermano, porque Jace lo atrapó justo cuando respondía el mensaje de Daeron diciéndole que no iría. Jace no dejaba el tema desde entonces, dispuesto a hacerle la vida imposible con tal de que fuese.
—No iré, es mañana y no le he comprado nada, y las fiestas no me gustan —uno de esos dos puntos eran válidos, al menos. Luke definitivamente preferiría pasar su tiempo libre en casa con sus gatos o dando vueltas por la ciudad.
—No es necesario que le lleves algo con demasiado peso, Daeron estará contento aunque fuese una flor de papel —Daemon se ganó una mirada fea después de esa intervención, principalmente porque le quitaba excusas para faltar.
—Yo sé hacer flores de papel —agregó Joffrey. Su madre dejó un beso sobre su sien y asintió.
—Las más bonitas.
—Luke —Jace dejó el recipiente delante suyo, sus ojos reflejaban una ilusión infantil y el silencio reinó cuando Luke lo levantó y ojeó el líquido.
—Quemado.
—Esto es imposible —y con esas palabras Jace se rindió ese día.
Eran las ocho, ninguno tenía prisa. Su madre terminó sirviendo los trozos de pie y tartas que quedaban para que no se echasen a perder durante las vacaciones y Luke hizo cafés junto a Daemon, Jace miraba y comentaba, Joffrey se burlaba diciéndole que incluso él era capaz de hervir leche.
Jace y Joffrey terminaron correteando alrededor de las mesas, su madre los esperaba ya sentada.
—Deberías ir —Daemon dijo otra vez, esta vez aprovechando el breve momento a solas, a medias porque aún escuchaba a sus hermanos—. Daeron no mide lo que dice y es algo impulsivo, pero bueno. Si él te invitó debe querer mucho que vayas.
Luke pensó en qué motivaría a un tipo como él a invitarlo a una fiesta. Era pobre, había insultado, golpeado y amenazado a su hermano mayor y tenía un carácter de mierda. Quizás Daeron era masoquista. Quizás era una trampa para acorralarlo y golpearlo entre todos los Targaryen. Quizás quería robar su moto como robó los relojes a esos tipos ricos.
¿Por qué lo invitaría sino a su fiesta cuando apenas y se habían visto un par de veces?
—No encajo ahí, entre gente. . . —rica y brillante—, sociable.
—Irías a ver a quien te invitó, no estás obligado hacerte amigo de alguien que no te agrada —Daemon picó su frente con un dedo, Luke lo permitió y arrugó ligeramente la nariz—. Y si te incomoda, se lo dices y te vas. Tienes una moto asquerosamente rápida, seguro estás bastante lejos para cuando se den cuenta de que no estás.
Daemon lo hacía ver tan simple que de pronto sus preocupaciones se sintieron como algo tonto porque el sujeto tenía razón. Daeron incluso le había dicho que su hermano no lo molestaría.
—Están tardando mucho ustedes dos —su madre se asomó por el mostrador, Luke terminó de servir los cafés, y el chocolate caliente de Joffrey, y fingió no percatarse de como la sonrisa de Daemon se ampliaba algunos, muchos, centímetros cuando ella lo miró.
Lo pensaría.
El timbre sonó, una, dos, tres veces. Sus manos sudaban y humedecían su abrigo cuando frotaba las palmas abiertas encima de este. No habían más autos o vehículos que demostrasen que ahí habría una fiesta, y eso solo aumentaba el constante gritito en sus oídos que anunciaba que eso era una trampa.
Quizás debería dejar la pequeña bolsa en el suelo e irse. Esa era una buena idea, le diría a Jace que nadie le abrió, y él no sabría nada porque al parecer también había salido ese día.
La puerta fue abierta y Luke tuvo frente a él el sonriente rostro de Daeron. Iba vestido de negro, completamente de negro, Luke se preguntó si la fiesta sería temática o el por qué de su apariencia considerando que el par de veces que lo había visto el sujeto solía vestir ropa más bien colorida y clara. Nada aparatoso o visualmente llamativo, pero sí verdes y azules.
El negro resaltaba las raíces albinas que ya ganaban espacio en su cabello, cerca de dos o tres dedos, y le daban un aire bastante estético. Luke recién cayó en la cuenta de que Daeron también teñía sus cejas.
—Que puntual —observó.
—Dijiste a las siete.
—Sí, lo dije, por lo general la gente se toma un poco de tiempo, los demás llegarán como a las siete y media.
Luke asintió y apretó ligeramente el casco blanco contra su costado. Aún podía sentir un ligero dolorcillo después de la caída, un hormigueo bastardo que si se ponía a recordar terminaba de malhumor. Le extendió el aparato y Daeron lo observó con una ceja arqueada, tomándolo.
—¿Un casco con stickers?
—Una vuelta —corrigió, señalando su moto con la cabeza. Estaba estacionada en la vereda, a unos metros de él—. Dijiste que podía ser en vez del regalo, aunque igual traje algo.
Los ojos de Daeron pasearon desde el casco hasta el vehículo y finalmente se iluminaron con una emoción infantil que Luke no pudo ignorar. Él extendió una pequeña bolsita de papel colorido en su dirección y se meció de forma internamente incómoda. Probablemente ese fuera de los primeros cumpleaños a los que asistía, y ni siquiera podía considerarse un cumpleaños ya que en en una hora más sería una fiesta.
Daeron tomó la bolsita y la abrió, revelando una caja pequeña.
—Es un aro —indicó, porque Daeron tenía una de sus orejas completamente perforadas, lo consideró un regalo acertado y Jace estuvo de acuerdo cuando se lo mostró.
Habían estado toda la mañana recorriendo el centro de Londres porque Luke no pensaba ir sin algún obsequio.
—Menos mal, por la forma en verdad creí que pensabas proponerme matrimonio —Luke emitió un suspiro, algo bajo y casi gracioso, la tensión en sus hombros se desvaneció un poquito—. No me niego, si es lo que quieres, pero tendría que ser mañana. Ya sabes, sino es estupro y podrías irte preso.
—Esperaré a mañana, entonces —dijo, ganándose una carcajada.
Daeron se quitó una de las argollas que tenía en la parte superior de su oreja y se puso el que Luke le regaló. Luke asintió cuando preguntó si le quedaba bien y Daeron se conformó con su opinión antes de recibir el casco. Lucía contento con el regalo,
Dieron varias vueltas alrededor del caro vecindario. Luke fue tan rápido como permitía el marco legal, y un poco más para deleite de su acompañante quien se carcajeó y gritó incoherencias. Levantó los brazos y el vidrio de su casco, Luke lo notó de reojo y solo esbozó una sonrisita mientras daba vueltas y aceleraba. Daeron volvió a gritar, probablemente llamando la atención de más de una casa en el proceso.
Recordó la vez que había llevado a su hermano, y se sintió mejor sabiendo que sacó ochenta libras de ese encuentro. Quizás el tipo había ido a golpearlo o algo y terminó pagando el triple de lo habitual. ¿Por qué? No pensaba preguntárselo, la respuesta era sencilla:
Un idiota siempre sería un idiota.
Cuando finalmente se detuvieron otra vez frente a su casa, Daeron le dejó estacionar dentro del garage que poseían, y Luke pudo apreciar un bonito auto polarizado completamente negro y dos motocicletas. Él era un tipo orgulloso, abiertamente podía decir que la suya era veinte veces más bonita, veloz y aerodinámica que esas dos juntas. La situó colocando el apoyó y colgó ambos cascos. Luego siguió a Daeron.
—Aún falta para que lleguen todos, ¿quieres ver la casa? —ofreció. Luke asintió mientras se quitaba los guantes y los guardaba en uno de sus bolsillos.
—Claro.
Y así iniciaron un recorrido por el amplio primer piso. Los sillones y mesa habían sido movidos para crear un espacio abierto donde la gente pudiese bailar con y moverse con libertad, habían vasos desechables sobre una isla que daba a la cocina y una cantidad de comida y bebidas insana. Luke supuso que el alcohol lo traería alguien más considerando que Daeron no sería mayor de edad hasta mañana.
La casa de los Targaryen era grande, grande y moderna, con detalles minimalistas y perfectamente ordenada. Habían cuadros colgados en las paredes, Luke no pudo evitar fruncir el ceño cuando reconoció uno que podría considerarse más que un poco conocido. Se detuvo delante y recayó en que los demás también eran reconocidos, algunos más que otros. Daeron se detuvo a su lado.
—Tranquilo, no son las originales —dijo.
Sus ojos brillaban con malicia, con mentira, delatándolo. Luke prefirió no preguntar y siguieron adelante.
En el segundo piso estaban sus habitaciones, pero Daeron solo le mostró la suya e indicó cuál era la de Helaena –su hermana– y la de Aegon, a ese lo conocía.
La pieza de Daeron era como él, de alguna manera. Estaba ordenada, cubierta de posters de algunas bandas, Luke reconoció a algunas porque a él también le gustaban y se lo hizo saber, ganándose una sonrisa amplia. Daeron también tenía una repisa con fotos enmarcadas y distintas figuritas, una televisión de último modelo y probablemente lo que estaba contectado a ella fuese una XBox. También tenía algunos libros.
Luke se concentró más en las fotos, no eran muchas como en su propia casa, que tenían toda una pared empapelada.
En dos de ellas, las que estaban más arriba, Daeron salía junto a Daemon, y era curioso verlo con el cabello tan furiosamente albino y las cejas igual de blancas, pero le sorprendió más descubrir que allí Daemon tenía el cabello largo. Casi igual de largo que el de Aemond, brillante y bien cuidado. Daeron de no más de siete años estaba sobre sus hombros y se aferraba a gruesos mechones de pelo como apoyo, Daemon sonreía. En la siguiente Daeron y Daemon dormidos, Daeron debía tener dos o tres años y estaba acurrucado contra su tío.
Habían más fotos bajando por el mueble, en una eran Daemon con los cuatro hermanos, en otra eran los mismos cuatro pero además de Daemon había otro hombre, también albino. Luke no se perdió el rostro limpio con dos ojos lilas de Aemond; la foto había calcado bastante bien una sonrisa juvial con atisbos de esa malicia con la que aparentemente había nacido.
La única foto que no estaba acompañada era una en la que solo salían dos personas, y era más antigua. Luke apenas pudo reconocer el rostro juvenil y lleno de felicidad de Daemon mientras abrazaba por los hombros a otro hombre igual de sonriente. Si Daemon lucía de diecisiete, el otro sujeto probablemente tuviese unos veintitantos.
—Mi padre —indicó antes de que preguntara—. Viserys.
—¿Él. . .
—Murió hace unos años.
Luke asintió, no dejó en evidencia el apretón incómodo que estremeció a su corazón.
—Lo siento —dijo, no tenía que esforzarse por dejarle ver que era sincero. Luke lo sentía.
—No lo hagas, no sufro su pérdida —volteó hacia Daeron, él seguía mirando la foto pero también lo miró de vuelta. Le regaló una sonrisita— Lo quería, obvio, también lo extraño, pero no como tú lo hacías con el tuyo. Yo ya tengo un padre, y no es él.
—Daemon —Luke adivinó.
—Prefiere mantenerse como mi tío, creo que la paternidad le da un poco de miedo. Al final es lo mismo, cuando lloraba, lo hacía llamándolo a él —Daeron hizo un gesto con la mano—. Mi padre sufrió una recaída un poco después de que yo naciera —contó—. En teoría yo ni siquiera tendría que haber nacido, pero mis padres se confiaron porque los médicos dieron un diagnóstico favorable, siguieron con su vida. Un año después él no era capaz de levantarse de la cama y Daemon se mudó acá para ayudar a mi madre con el niño de dos meses demasiado ruidoso. Él me crió, él nos crió a todos.
Luke tomó algunos segundos para procesar esas palabras. Sonaban crudas, infelices, y se preguntó si habría sido Daemon quien le dijo esa verdad. No demoró mucho en desechar ese pensamiento, no conocía tanto a Daemon, pero él no le diría algo como "no tendrías que haber nacido" a Daeron.
No quiso pensar en cuál de sus hermanos fue lo suficientemente cruel. O si quizás solo era el punto de vista de Daeron.
—¿Por qué me lo cuentas? —encuestó en su lugar.
—Porque es posible que sepa mucho de ti que tú no me habrías contado en una conversación común y quizás me sienta un poco culpable.
Asintió, pero Daeron no volvió a hablar de su familia.
Luke no sentía lástima por Daeron, dudaba que él lo quisiese así, así como también dudaba que Daeron lo hiciese con él. Pero se encontró simpatizando un poco más, y eso fue suficiente por el momento. Pensó en que no estaría mal escucharlo parlotear sobre todo.
Luke pronto descubrió que en realidad eran tres pisos, en el tercero estaba la habitación de Aemond, Daeron la indicó y dijo que era preferible no entrar si querían mantener las cosas pacíficas, Luke lo respetó, y otras dos puertas más.
—¿Y esas? —curoseó, indicando una que Daeron pasó de largo. Él la miró, un deje nostálgico evidenció un dolor breve que se apagó con un parpadeo.
—Es la de Daemon —dijo, lanzando un vistazo corto—. La otra era de mis padres.
No fue necesario decir más, Luke asintió y ambos volvieron a bajar. Daeron no abriría esa puerta aún, estaba bien.
Daeron parloteaba mientras se dirigían al último sitio de la casa. "Un pequeño cuarto de entrenamiento" dijo él, donde hacían ejercicio y practicaban defensa.
El cuarto no era pequeño, perfectamente podría haber sido del tamaño de su casa. Lo primero que notó fue que todo el suelo en la habitación era blando. Había un aparato para hacer pesas y Luke descubrió casi el doble de su peso marcado en ellas, dejando en evidencia que quien las había usado hace poco tenía bastante fuerza.
Colchonetas, un cuadrilátero de dos metros por dos metros marcado con pintura roja en el suelo, y muchos otros implementos correctamente ordenados que solo la gente con dinero podía permitirse.
Luke también notó, demasiadas tarde, que la habitación no estaba vacía. Primero lo escuchó, y mentiría si dijese que no lo recorrió un pequeño sobresalto.
—Hermano, Lucerys —una voz a su lado habló, suave como el siseo de una serpiente. Pronunció su nombre como si se tratara de una palabra venenosa, de un insulto—. ¿Vinieron a entrenar?
Aemond estaba a unos metros a su costado. Luke no supo si notó primero la cantidad sorpresiva de piel desnuda o el dragón que rodeaba su antebrazo, desde su muñeca hasta su codo, plasmado con tinta negra como la noche que resaltaba en la dermis pálida.
A diferencia del ropaje con el que ya lo había visto varias veces, siempre cubierto e impoluto, era casi refrescante recordar que Aemond también sudaba y tenía un cuerpo capaz de lastimarse como el de cualquier mortal. En ese instante solo llevaba unos pantalones de chandal negros. Nada más. Incluso iba descalzo. Él desenredaba una venda de sus dedos con pulcritud mientras se movía sin prisa alrededor de un saco de boxeo.
Sus músculos se flexionaban, los tendones se contraían y las venas se marcaban con cada movimiento previamente estipulado. Su cabello albino permanecía atrapado en un moño sobre su cabeza, algunos mechones caían, acariciaban sus mejillas y no lograban darle un aire despeinado o menos llamativo, ciertamente realzaban ese atractivo filoso que poseía.
Luke realmente no se fijó en su vientre marcado de inmediato, en realidad su atención se la llevó la cicatriz que lo recorría. Desde el hueso de su cadera hasta más allá de su ombligo, rosada y tirante, irregular y de apariencia dolorosa. Como si hubiese sido hecha con trozos de vidrio o un cuchillo sin filo.
Aemond se volteó para tomar una botella y Luke pudo apreciar la línea de su columna y como desembocaba en una espalda ancha, trabajada y formada por la que se deslizaban algunas gotas brillantes de sudor. Líneas talladas, perfectamente acomodadas capaces de levantar el peso marcado en la máquina.
El tipo estaba bien construído, a Luke en realidad seguía sorprendiendole más la cicatriz. Quizás había algo malo con él.
Ni cuando limpió la comisura de su boca al terminar de tragar agua Aemond dejó de observarlo, y Luke se descubrió todo el tiempo manteniendo esa mirada heterocromática sintética. Sin miedo, sin rabia, simplemente analizándolo como quien aprecia una pintura fina.
Aemond era como un animal salvaje, decidió al final; como un depredador que se movía agazapado a través de las hierbas cobrizas esperando a que alguna presa se asomase y entonces él desgarraría su carótida sin misericordia.
Luke fue dolorosamente consciente de su mala condición física en comparación. No era ni bajo ni flaco, era atlético, comía correctamente y eso le permitía mantenerse en forma. Pero no en esa forma.
Estaba seguro de que Aemond podía hacer lagartijas con él encima. No sabía de donde vino ese pensamiento.
—No quisiera ganarte de nuevo —comentó sin un particular interés. Daeron emitió una risita, Aemond apretó la mandíbula y dejó la botella a un costado cuando terminó de beber.
—¿Una ronda? —él preguntó, señalando con una mano el cuadrilátero, su ojo lila irradiaba una malicia iridiscente—. Un encuentro pacífico —dijo— en honor a nuestra. . . tregua.
Luke no se perdió su tono, ni su expresión, ni la mirada bastarda que le lanzó; de pies a cabeza, como si pudiese vencerlo con un simple soplido. No demoró en inclinarse dispuesto a quitarse los zapatos y entrar al ring cuando Daeron lo detuvo.
—No —miraba a Aemond, pero su brazo estaba dispuesto en su dirección, deteniendo su entrada en el cuarto, casi situándose como un escudo—. Prometiste que no habrá peleas.
—Lo hice.
—Cúmplelo —él gruñó, Aemond elevó los brazos y generó un pequeño gesto dejado. Daeron agregó—. Ya van a comenzar a llegar todos, ponte algo de ropa, pareces stripper.
—Mh.
Una sonrisa tironeó la comisura de sus labios, algo corto y malicioso que se esfumó al notar la mirada de Aemond aún sobre él. Le regaló un gesto altanero y luego se alzó de hombros.
—Será para la próxima.
—Lo será —otra vez un siseo, escaló por su columna y hormigueó en su cuello. Una amenaza.
La gente efectivamente comenzó a llegar, solo un poco después de que Aegon hiciese su aparicion con cajas y cajas selladas de botellas de distintos tipos de alcoholes. Luke tomó una cuando ayudaba a entrarlas y pudo notar una dirección completamente distinta escrita en el papel del envío. Prefirió no preguntar, otra vez, pero sí le surgió la duda de si algo en esa casa habría sido comprado. Después realizó que aún habiendo comprado cosas, probablemente fuese con dinero robado y entonces solo se dedicó a mover cajas sin darle más vueltas al tema.
Él ya sabía cuánto dinero tenían guardado, lo que eran capaces de llegar a robar, si comenzaba a pensarlo mucho solo terminaría abrumado.
Daeron tenía amigos. Muchos amigos. Y esos amigos habían llevado más amigos, consiguiendo que la casa pronto estuviese calurosamente abarrotada y bulliciosa. A Daeron eso no parecía molestarle, y descubrió que su hermano mayor, Aegon, también estaba por allí con una botella de cerveza en una mano y un cigarrillo en la otra. Se carcajeaba en voz alta. Aemond no estaba por ningún lado, y eso mantenía una parte de él tenso.
—¡Luke!
Volteó ante el llamado y observó a Daeron avanzar en su dirección con dos pequeños vasos alargados repletos hasta el tope de un líquido transparente. Él le tendió uno, Luke negó.
—No bebo —tuvo que levantar mucho la voz para decirlo.
—¡Venga! Si te da sueño o te quieres escapar te puedes esconder en mi pieza, nadie va a entrar ahí —Daeron le regaló un empujoncito amistoso—. Así, mira.
Y él se bebió de un jodido trago el contenido del vaso. Hizo una mueca, sacudió la cabeza y después le regaló una sonrisa amplia y repleta de dientes. Y fue la facilidad, la tranquilidad, o Dios supiera qué, lo que terminó por regalarle a Luke la valentía. ¿Qué iba a pasar? Nunca se embriagaba porque no iba a fiestas, no iba a fiestas por el dinero y en ese instante esa preocupación no existía. ¿Qué habría de malo si esa noche optaba por lo diferente?
Luke tomó el vasito y se lo bebió. No pudo esconderle a Daeron la mueca genuina cuando el tequila bajó su garganta como fuego líquido. Daeron emitió un grito triunfal y él soltó una risa. Algo bajo, casi tímido, pero una risa.
Después de eso descubrió que Daeron permaneció a su lado, y cuando se perdía era para ir a buscar más tragos que quemaban su garganta y lo hacían soltar carcajadas cada vez más libres y alegres. Alegres porque Daeron lo había invitado y Daeron se había quedado a su lado. Luke le preguntaría por qué si tenía tantos amigos prefería quedarse junto al único que ni siquiera podía reírse libremente si no tenía alcohol de por medio. De vez en cuando saludaba también a grupos, se reía, lo presentaba.
Después del cuarto shot de tequila, Luke dejó de preocuparse por Aemond y todo comenzó a tornarse en borrones y risas. Recibió alcohol vertido directamente en su boca por Daeron, y quizás debería haberse preocupado cuando dejó de sentirle el gusto ardiente.
La gente elevó gritos cuando una nueva canción resonó en los altoparlantes. El ritmo era distinto, pero no menos conocido, solía resonar en varios bares de la zona cuando Luke paseaba por las cercanías. Música latina, entretenida y definitivamente llamativa. Hacía el llamado a todo el mundo para que se asomase a la improvisada pista y se moviese. Y la gente lo hizo, incluyendo a Daeron quien no demoró en tironearlo entre risas.
—¡No sé cómo se baila esto! —alegó.
—¡Tú sígueme!
Luke lo siguió, sin estar del todo convencido de que lo hacía bien. Pero todos se movían entre ellos, junto a ellos, con ellos. Daeron se movía a su lado y Luke imitó sus movimientos. Eventualmente encontró la manera y terminó bailando, entre las risas y gritos. Sentía una sonrisa tironeando de su propia boca, sus ojos estaban en todos y ninguna parte al mismo tiempo, seguían los hilos de luz que parpadeaban y giraban hasta que uno iluminó directamente un ojo lila que se encontraba observándolo. Luke tardó algunos segundos en recaer de quien se trataba y al hacerlo le fue imposible apartar la mirada.
Aemond estaba al otro lado de la habitación, sentado como rey en su trono en un sillón individual, una de sus manos sostenía un vaso de vidrio casi lleno de un líquido ambarino. Claro que el tipo bebería un Old Fashioned, si había nacido siendo un amargado. Llevaba una camisa negra, tan oscura como el plumaje de un cuervo con las mangas dobladas hasta su antebrazo y los primeros dos botones fuera de su lugar.
Los ojos disonantes brillaban bajo las luces parpadeantes y escasas, y de pronto las manos de Daeron instándolo a moverse eran más pesadas y ardían, quemaban, hormigueaban mientras Luke lo seguía.
El alcohol viajaba por su sistema, su sangre se tornó caliente y espesa como el magma y relentizó el mundo a su alrededor, los ruidos, los movimientos, los sonidos. Y en un instante todo era ese milisegundo en que se meneaba sin prisa y sus ojos se veían atrapados por esa nebulosa celeste y violeta.
Luke no sabía cómo era posible que un ojo sintético pudiese transferir tan bien lo que demostraba el natural: maldad, malicia, arrogancia, curiosidad, algo intenso e hipnótico. La eterna mueca sonriente de Aemond no se vio interrumpida, y Luke alcanzó a percibir como esos ojos lo recorrían otra vez, gotas de lluvia deslizándose por encima de un impermeable.
No se puso a pensar en el significado de esa mirada, y cuando parpadeó la gente lo había escondido otra vez.
Bailó con varias personas. Pasó de seguir el compás de Daeron a rodear la cintura estrecha de una chica con ambas manos y marcar un ritmo mientras ella reía, las manos alrededor de su cuello, un aliento cálido y mentolado rozando su rostro. Alguien detrás suyo se mecía con la misma velocidad al ritmo del mismo tipo de canción que la anterior, probablemente en español. Definitivamente en español. Iba rápido, como golpes, ideal para generar euforia en una multitud de jóvenes deseosos de moverse y transpirar.
Sus ojos se habían perdido de los disonantes liláceo-celestes iris de Aemond, pero no le importó demasiado. Al menos por unas horas el sujeto no lo molestaría, y eso era suficiente para permitirle relajarse.
Luke dejaba que el alcohol se mezclase con su propio deseo de disfrutar esa noche. No tenía reservas, no en ese instante en que sus inhibiciones se veían cubiertas por una delgada y suave niebla de felicidad sintética. Daeron debía estar cerca, lo escuchaba reírse y cantar la canción con el acento marcado y gracioso. Una canción pegajosa y rítmica que le impedía quedarse quieto.
—Me gusta tu pelo —ella dijo con una suavidad coqueta, una mano se hundió en su cabello, enviando cosquillas a través de la dermis—. Bonitos rizos. . .
La chica se molía contra él, muy cerca. Era linda, descubrió, poseía unos ojos verdes vibrantes y risueños, pero Luke se distrajo cuando un par de manos sujetaron sus propias caderas y tironearon de él. La chica emitió una nueva risa y se perdió para irse a bailar con otra persona.
Diez dedos apretaron los huesos de su pelvis, falanges largas que dejaron en evidencia que se trataba de un hombre; su espalda chocó con una figura firme, Luke sentía el calor a través de su delgada camiseta. El sitio estaba caliente, después de todo había mucha gente respirando y moviéndose, pero ese ambiente caliente era distinto al que se expandía por su espalda. Parpadeó, la luz escaseaba y titilaba, y permitió el acercamiento, porque esa noche no pensaba negarse a nada.
Luke no se detuvo, y pronto estuvo dejándose llevar por los movimientos continuos de quien estaba detrás suyo. Posicionó sus manos encima de las del hombre, que estaban curiosamente frías y eran algunos centímetros más grandes, y se meció a un ritmo continuo, caliente, pegajoso, adictivo. No muy rápido ni muy extremadamente despacio.
Una mano subió por su vientre encima de su ropa, elevando su prenda varios centímetros. El aire frío golpeó por algunos segundos su piel desnuda antes de que la camiseta volviese a caer. Peligroso, pensó, como la pelvis que chocaba contra su espalda baja. Peligroso.
La extremidad no se detuvo y pronto estuvo deslizándose por su cuerpo como una serpiente, un zigzagueo tentativo y electrizante que encontró su final en la base de su cuello. Luke tragó, su manzana de Adán se tambaleó contra esos cinco dedos helados que lo rodearon, pero solo era un roce, un establecimiento sutil que le dijo que la persona detrás suyo debía disfrutar bastante teniendo el control.
Él lo permitió, eso estaba bien. Todo estaba bien esa noche. No habían preocupaciones, solo música y cuerpos calientes. Y eso estaba bien. No era gay pero se permitía un baile subido de tono con otro hombre, estaba bien. Dudaba que alguien fuese a decirle algo, todos experimentaban. Luke no experimentaba porque en realidad no necesitaba establecerse dentro de algo, no aún, al menos. Tenía otras preocupaciones.
Luke levantó ligeramente la cabeza, los cardenales que había dejado Aemond ya habían desaparecido así que no le preocupaban las preguntas. Luke levantó la cabeza y con eso le regaló las riendas al sujeto. Luke levantó la cabeza, solo un poco, solo lo suficiente, y fue capaz de escuchar un tarareo satisfecho. Su nuca se presionó contra el hombro del hombre y permaneció ahí, dejándose llevar. Sus ojos se cerraron en el proceso.
Una respiración se hizo audible contra su la extensión de piel bajo su oído, la canción apenas iba en la mitad, permitiéndole saber que con suerte había pasado un minuto. Era tibia y esparcía por su piel como la marea humedeciendo la arena en la orilla de alguna playa tropical.
Su mano abandonó su cadera y subió hasta la cabeza de su acompañante, rozando una mandíbula marcada en el camino. El tipo se tensó.
Luke pensó que debió haberlo notado en sus movimientos o en el ligero pero reconocible aroma de ese sujeto, o en los dedos largos y nudosos que tenían una fijación con su cuello, o quizás incluso en la estatura y firmeza de su cuerpo. La presión en su piel se tornó factible y peligrosa cuando sus falanges trazaron un camino hasta su cabello.
Hebras suaves y largas se enredaron en sus dedos, hicieron cosquillas en sus brazos y lo dejaron en evidencia, estaba sutilmente humedecido y olía shampoo caro. Luke abrió los ojos, pero el sujeto no se alejó al verse descubierto.
—¿Bailas con el diablo? —susurró, observando el cabello albino que caía como cortina contra su rostro.
—Con mi demonio personal —escuchó, el aliento tibio chocó contra su piel. Colisionó, lo apuñaló; miles de agujas clavándose sin provocar dolor.
Su voz suave y acorde hizo eco en su oído, se sentía como un cariño a sus tímpanos después del constante y casi doloroso bullicio que producían los altoparlantes.
Dos dedos acariciaron la arteria pulsante en su cuello. Luke atrapó mechones de cabello albino, jugó con ellos, hormigueaban contra su mejilla por la cercanía. Porque estaba cerca. Muy cerca. Demasiado cerca. Y el cuerpo de Aemond lo cubría como un abrigo, pesado y tibio. Y lo apretaba, lo mecía, bailaba detrás suyo; por primera vez desde sabía quién era no había violencia en su actuar.
—Te gustaría apretar más fuerte —eso no fue una pregunta, habló contra su mejilla, su mandíbula, Luke no estaba del todo seguro. Habló contra su piel.
Su ojo lila le devolvió la mirada, brillaba con malicia y su pupila estaba dilatada. Luke no debía ser genio para saber que el alcohol también hacía de las suyas en ese sujeto estoico, probablemente no tanto como en él mismo. Luke tiró del cabello entre sus dedos, nada fuerte, nada doloroso, a Aemond no pareció molestarle.
—Me encantaría —dijo, tan peligrosamente cerca que Luke tuvo que tragar otra vez porque la voz de Aemond Targaryen era una cosa hipnotizante y tenebrosa, y él estaba demasiado ebrio para pensar de forma racional.
—Retorcido de mierda —murmuró, recibiendo una risa ligera como respuesta.
Una risa, risa de verdad, agraciada, y sí, su risa era bonita. Era una carcajada melodiosa y suave. Todo en su voz era malditamente suave y sedoso, y eso era una maldita injusticia. Un tipo como él, cruel, malvado, violento, no debería tener una voz capaz de generar hormigueos.
Luke notó que Aemond tarareaba la canción, a diferencia de Daeron Aemond casi no tenía acento, solo un lenguaje fluido completamente alienígena para alguien que solo sabía inglés, como él. Se preguntó de qué iría la canción. Se preguntó cuántos idiomas sabría Aemond. Si todos los llevaría con esa facilidad. Se preguntó si hablaría chino.
Seguro que sí, el hijo de puta era arrogante, debió aprenderse los idiomas más difíciles primero.
Luke disfrutó de esos segundos, de la mano que seguía guiando sus caderas, la gente bailando, riendo, gritando, la canción que estaba terminando, del calor, el pecho de Aemond pegado a su espalda, su boca a pocos centímetros de su piel humedecida por el sudor, cabellos albinos abrazando sus falanges y rozando su rostro, dedos acariciando su cuello vulnerable.
Y se mecía, y bailaba, y chocaba, y Aemond le seguía los movimientos y exhalaba aire caliente contra su piel. Y no había nada más. Y no quería nada más. Estaba completo y relajado ahí, por el alcohol, por la tregua.
Luke ladeó la cabeza, algo breve e inconsciente, entonces un par de labios tibios encontraron el espacio exacto entre su cuello y hombro, y Luke pudo sentir a esa boca grosera y hostil presionándose contra su piel, depositando ahí un roce tan sutil y mezquino que no podría considerarse beso, pero sí algo muy parecido a uno.
Un escalofrío escaló por su columna y envío corrientes de electricidad pura por todo su sistema. La tensión abrazó sus hombros y susurró con una voz perturbadoramente suave un constante y repetitivo: "corre, huye, muévete, escapa". Pero no fue necesario ya que Aemond no demoró en deshacer el agarre y separarse. Con la misma tranquilidad aprendida, Luke pudo apreciar como se perdía en la multitud cuando la canción acabó.
Y si su piel ardía ahí donde estuvo su boca, Luke no lo diría en voz alta jamás.
Se movió entre la gente después de un rato, porque seguía siendo un sujeto que adoraba el silencio por encima del ruidoso ambiente en el que estaba, y no encontraba a Daeron a simple vista. Terminó avanzando hacia la salida, no con la intención de irse sino porque necesitaba un poco de aire fresco. El ambiente caliente y encerrado comenzaba a marearlo, y marearse teniendo alcohol encima no era una buena combinación.
El clima helado golpeó su rostro tibio y erizó su piel, pero le sirvió para despejar la brumosa sensación que mezclaba todos sus pensamientos coherentes y los volvía una masa rara y graciosa.
Luke no podía pensar bien, caminó con lentitud a través del patio, fingiendo que estaba sobre una línea y fallando estrepitosamente al perder el equilibrio e irse hacia un costado. Emitió una risita entre dientes, la fiesta era aparatosamente audible a sus espaldas, pero el sonido estaba amortiguado y ya no generaba un latido constante en sus oídos.
Su piel se erizó después de algunos minutos, permitiéndole saber que hacía un frío de mierda y él estaba demasiado desabrigado. Debió salir con su chaqueta, lo olvidó.
Se sentó apoyando la espalda en el tronco de un árbol, porque la casa de Aemond aparentemente tenía árboles, y tomó su teléfono. El pasto húmedo por el clima y las lloviznas pronto mojaron su pantalón. Profirió un insulto, pero ya daba igual.
Tenía un mensaje sin leer de Jace, pero descubrió que leerlo no hacía la diferencia porque se notaba algo borroso y distorsionado. Respondió con un sticker de un gato elevando el pulgar que Daeron le había enviado hace algunos días ya que no quería arriesgarse a escribir mal un mensaje.
Guardó otra vez el aparato después de apagarlo y exhaló una nube de vapor cálida. Podía pensar en el cuerpo de Aemond meciéndose contra él, pero debía seguir bastante ebrio ya que aún no le tomaba un verdadero peso a lo que acababa de hacer. Era gracioso, irónico considerando que el mismo tipo casi lo había asfixiado hace un mes y medio. Y después él lo había asfixiado de vuelta. Y ahora estaban en tregua hasta la mañana.
Gracioso, era gracioso. Emitió una nueva risa baja, algo entre dientes, atontado.
El mundo eran destellos y flashes, gracioso.
—¿Te gustó?
Su sonrisa se borró, él dio un pequeño brinquito porque la pregunta salida de la nada le provocó un susto. Volteó hacia el sujeto parado a unos metros, una silueta algo difusa a contra luz. Luke frotó sus ojos antes de hablar.
—¿Qué?
El tipo se movió. Cabello con rizos y negro azabache, una barba naciente que oscurecía su mandíbula marcada. Ropa oscura. Raro. Muy raro.
—Meterte con él —dijo.
—Persona equivocada, amigo, no me he metido con nadie —Luke hizo comillas, luego se puso de pie. Tuvo que hacer un esfuerzo extra para no perder el equilibrio en el proceso.
Luke frotó su rostro otra vez, aclarando un poquito sus ideas. Solo una mínima parte de él que lo hizo voltear otra vez hacia el sujeto solo para caer en la cuenta de que se había acercado y un puño en alto se estaba aproximando hasta su rostro con demasiada rapidez. Luke lo esquivó por inercia, solo porque ya había hecho eso demasiadas veces con Daemon. Se alejó tropezando y tocó la zona intacta.
—¿Qué mierda?
Esta vez Luke no pudo hacer mucho contra un sujeto sobrio que le doblaba en tamaño. Extendió una mano intentando detener el próximo golpe y el tipo lo sostuvo por la muñeca, doblándola tras su espalda hasta provocar un tirón de dolorosa advertencia. Luke jadeó, su cabeza golpeó la corteza rasposa del árbol en el que estaba apoyado y abrió raspones en su mejilla, la piel ardió, pero Luke no pudo pensar en eso porque su brazo seguía siendo retorcido a sus espaldas. Una mano apretó su rostro contra la superficie.
—Quédate quieto o la rompo —escuchó, generando más presión. Luke saboreó el pánico que se expandió por su pecho ante la idea de una fractura—. Te vi ahí, con él.
—No sé de qué mierda estás hablando —gruñó, ganándose un nuevo tirón—. ¡No lo sé!
—¿Primero nos robas y luego te lo follas?
Luke parpadeó, la realización golpeándolo más fuerte que el tronco a su cabeza. Las ideas le daban vuelta, sentía el ruido en su mente zumbando en sus oídos, nublando sus pensamientos.
—¿A Aemond? —pronunció sin esconder un deje incrédulo, el silencio fue su respuesta—. No estaría con él ni en mi peor pesadilla.
Cinco dedos atraparon su cabello y tiraron hasta alejar su rostro del árbol antes de volver a golpearlo. Luke emitió un sonidito adolorido, saboreó la sangre dentro de su boca cuando sus dientes mordieron sin querer su mejilla.
—¿Y qué fue eso allá adentro? —él preguntó, Luke sintió su voz demasiado cerca de su oído, no pudo evitar una mueca—. Él todo pegado a ti, besándote, ¿de qué hablaron?
—De lo mucho que desea asfixiarme.
La mano en su cabeza bajó por su nuca, apretó la piel haciéndole encajar los dientes y trancar la mandíbula para esconder el espasmo de repulsión que le provocaba ser tocado sin permiso. Se removió, buscando alejarse, el tipo retorció su brazo enviando choques de dolor por su sistema.
—Suéltame, esto es acoso —murmuró, obligándose a mantener su respiración estable. Podía sentirlo; esa presión apretando su pecho, el sudor frío helando su frente. Debía moverse, debía alejarse porque sino no podría controlar ese aproximado e imparable palpitar en su corazón.
—No le dijiste eso a él —Luke en otra situación quizás le habría explicado la definición literal de la palabra "consentimiento", en ese momento su cabeza no procesaba algo que no fuese la indeseada cercanía y el doloroso agarre en su muñeca. Él negó—. ¿No te gustó? Sus manos encima tuyo, ¿sabes cuánto tuve que esperar antes de que quisiera besarme?
—Suéltame.
—Semanas —el tipo tocó alguna parte de su cuello, justo en la curvatura con su hombro, Luke se retorció—. Meses, malditos meses, ¿para qué? Me dejó a los días, no era lo suficientemente bueno para él, ¿crees que tú sí?
Estaba muy cerca, lo podía sentir respirándole en la nuca, algo caliente y húmedo que de alguna forma retorcida le recordó a Larys. A Larys y su mirada depredadora, y esos roces que fingían ser inocentes, algo entre familia. Si Daemon no hubiese hablado con él, lo seguiría creyendo.
Su cuerpo permanecía inmóvil y acorralado, y el tipo –¿cuál era su maldito nombre?– sabía, sabía, lo que provocaba, porque a propósito se le pegó más, y Luke quiso vomitar. De pronto estaba enfermo y todo, los destellos y flashes, eran un gatillante para su estómago revuelto.
—Espero que no —murmuró. Prefería golpes, podía soportar golpes. Que le rompiese el brazo si con eso conseguía alejarse. No quería ese líquido oscuro vertiendose en sus brazos, en su espalda, en su piel.
—Te arrancaré esa puta lengua bífida —juró—. Y se la daré a Aemond de regalo.
Encantador.
—La última vez que lo vi me dejó bastante claro que lo que quería era mi corazón —siseó, ganándose un gruñido gutural.
—Te vas a arrepentir.
Una mano se situó en su vientre, Luke de descubrió negando, retorciéndose de una forma frenética, desesperado. Dedos levantaron el borde de su camiseta, y no, no, no.
—¡Suéltame!
—Cállate.
Tiró otra vez de su cabello, Luke se preparó para el golpe contra el árbol. El golpe no llegó. El tipo se alejó con una brusquedad salvaje. Alguien lo jaló por el brazo, un agarre acerado y brutal que apretó su piel y lo hizo trastabillar mientras era separado. Cuando Luke logró enfocarse otra vez, los ojos negros del tipo estaban fijos en él, letales y repletos de un odio demencial.
Luke no entendía nada.
—¡Tenías una orden, Criston! ¡Una!
Criston, Criston, Criston. Ah, Criston Cole. Luke le había dado un buen golpe para robarle.
Su brazo palpitaba, la mejilla le ardía, el mundo daba vueltas, el agarre seguía firme, como un ancla, estaba ahí y no contra Criston Cole. Estaba lejos, libre, una persona era todo lo que le impedía a ese demente acercarse, una persona, cabello blanco, largo, medio tomado, alto. Sí, su último trago seguro iba mezclado con algún alucinógeno. Daeron lo drogó.
Criston dio un paso en su dirección, el sujeto, Luke se negaba rotundamente a creer quien era, lo situó con más ahínco a sus espaldas.
—Lo mataré.
—Quédate ahí, Criston, no vas a hacer nada —no había nada suave, nada divertido, en esas palabras, una amenaza pura y filosa—. Hay límites, tú los acabas de cruzar.
—¡¿Tú puedes golpearlo y yo no?!
—¡Son límites, Cole, tú no ibas a golpearlo! ¡Se te dijo que no vinieras!
Luke no se sintió mejor al saber que no estaba solo en su cabeza esa sensación de suciedad. Se sintió peor, porque entonces ese sujeto realmente le habría hecho daño si no lo hubiesen alejado, y la sola idea provocó náuseas. Una bilis ácida que quemó su tráquea y tuvo que tragar para no dejarle ver qué tanto lo había afectado.
Debió retroceder cuando la persona delante suyo dio también un paso hacia atrás, Luke supo que solo era para marcar una distancia segura entre él y Criston.
—Vete, Criston —gruñó—. O voy a tener que hacerte daño.
Criston jadeó, algo en esas palabras definitivamente le hicieron daño. Sí debía doler, después de todo, que el tipo del que aparentemente seguía medio flechado escogiese a otro por encima de él. Y no a cualquier otro, al otro que le robó.
Luke se reiría, Dios, se reiría en su cara inundada por una rabia incrédula, pero él mismo apenas y se mantenía en pie. Se aguantaba las náuseas y reacciones por fuerza de voluntad, pero le ardían los ojos, le temblaba todo de una forma humillante. No podía hablar, no podía moverse, si lo hacía terminaría cayéndose y ensuciándole los zapatos a Aemond.
Vio a Criston, no había nada en su cabeza, no tenía la capacidad de leer su cara aunque fuese la cosa más asquerosamente expresiva. El tipo miraba a Aemond, Aemond, se lo repitió, Luke no se lo creía, Aemond seguía escondiéndolo, Luke habría creído que incluso intentaba evitar que él mirase a Criston. Aemond lo había salvado. Impresionante. Increíble. Insospechado.
Los segundos se extendían, una batalla silenciosa se alzó entre los dos hombres y la perdió Criston Cole cuando se volteó después de escupir al suelo delante de ellos. La mano alrededor de su brazo mermó la presión de a poco, tortuosa mente lento. Cole se alejaba, Aemond no lo soltó hasta que su espalda se perdió entre la oscuridad y entonces Luke finalmente pudo apartarse. Corrió hasta árbol, hasta los arbustos.
Todo se volvieron borrones. Sus rodillas se mojaron cuando tocaron el pasto húmedo. Borrones. Su garganta ardió, su estómago dio vuelcos dolorosos. Borrones. Una rama crujió a un costado y Luke levantó una mano. Borrones. Aemond seguía ahí, quieto, viéndolo devolver toda su comida en un silencio espectral. Cuando notó que lo miraba dio un paso hacia adelante.
—No —masculló—. Aléjate.
Aemond no se alejó, pero tampoco se acercó. Luke no pudo insultarlo porque una nueva oleada de náuseas lo obligaron a redirigir su cabeza y otra vez todo fueron borrones.
Cuando Luke volvió a ser un poco más consciente de si mismo, Aemond seguía de pie a un costado, estaba cruzado de brazos. Logró que la voz le saliese, algo ronco y medio tembloroso.
—¿Qué mierda quieres?
—Un agradecimiento sería suficiente.
—Vete a la mierda —la garganta le quemaba, sentía los ojos llorosos. No le quedaba comida en el estómago y eso había logrado apaciguar los constantes revoltijos. Se sentó y apoyó la espalda en la madera. ¿Por qué todo daba vueltas si ya había vomitado hasta la cena del día anterior?—. Eso fue tu culpa.
—No sabía que provocar el vómito estaba dentro de mis habilidades.
—Así de fea es tu cara.
Aemond le ladró un insulto que Luke respondió con un gesto vulgar.
Algo tibio se deslizó por su mejilla, entonces, Luke llevó una mano hasta la zona y un ardor se expandió como pequeñas ondas. Su pómulo estaba lleno de raspones y cortes gracias a los golpes contra la corteza rugosa. Debía ser el alcohol en su sistema lo que le impedía sentir correctamente el dolor. Seguramente al día siguiente le dolería mover el brazo.
—Vamos —Aemond le extendió una mano, Luke ni siquiera hizo el ademán por tomarla, le lanzó una mirada fea desde su sitio—. Daeron te va a ver la cara e ira directo a romperme la nariz, te pondré un parche.
—¿Solo lo hiciste por eso? —curoseó, levantando la mirada hacia el par de ojos disonantes—. ¿Por Daeron?
Algo brilló en el iris liláceo, algo peligroso. Aemond extendió una mano y atrapó su mandíbula, sacándole un gruñido en el proceso. Le obligó a ladear la cabeza y entonces él analizó la herida, luego se enfrentó otra vez a su cara, dedos tensos levantándole el rostro. Su otra mano se había apoyado en el tronco a sus espaldas, el cabello le caía como una cortina.
Mn, tipo dramático.
—Lo hice —él dijo, Luke ni siquiera hizo el intento por evitar o detener el agarre—. Le prometí que no habría peleas, y yo cumplo mis promesas. Criston no debió haber venido, él no estaba invitado y Daeron le especificó que no quería verlo molestándote.
—Seguro se va a enojar mucho cuando se entere.
—No le dirás.
Luke levantó las cejas.
—¿No lo haré?
Aemond apretó los labios, Luke podía imaginar el ejercicio de paciencia que debía estar haciendo. Luke esbozó una sonrisita, se sintió floja en su boca adolorida. Los ojos de Aemond eran demasiado lilas y celestes, y él seguía borracho. Quería volver a la fiesta, estaba bastante divertida antes de que Cole lo acorralase.
Hacerlo rabiar debería ser un deporte, Luke sería campeón olímpico.
—Lo detuve —él alegó—. Y si hubiera sido necesario lo habría golpeado.
—Por una promesa.
—Eres una pequeña mierda ladrona, altanero y vulgar, tu sola presencia me desagrada y me robaste dinero, dinero que yo planeé por meses como robar —el pulgar helado rozó uno de los raspones, Luke siseó—. ¿Por qué tendría que haberte salvado de recibir unos golpes que te tienes merecidos?
—Porque el no iba a golpearme —su garganta se cerró al pronunciarlo, amenazando otra vez con atormentarlo con náuseas.
Aemond se tomó unos segundos para observarlo y sopesar su respuesta, los dedos en su rostro perdieron presión y al final nada le impedía a Luke zafarse con un leve movimiento.
—No lo habría dejado, no soporto a los abusadores, con o sin la promesa, lo habría detenido si trataba algo más —dijo al final—. ¿Puedo ahora curarte la puta cara? Si Daeron te la ve así me va a joder la vida.
—¿Te da miedo tu hermano?
—Te mataré mañana.
—¿Por qué no ahora?
—Estás ebrio, no eres consciente.
Decidió que la moral de Aemond estaba jodida, pero no lo dijo en voz alta.
Luke emitió una risa baja y se puso de de pie, lento, adolorido. Aemond atrapó su brazo otra vez y entonces estaba dirigiéndolo a través del patio hasta una puerta trasera menos concurrida. Luke no demoró en descubrir que seguía peligrosamente ebrio cuando las luces lo cegaron y entonces todo lo que pudo hacer fue dejarse guiar por Aemond y su agarre casi doloroso. Subieron escaleras, subieron muchas escaleras. Luke se quejó y Aemond lo ignoró, pero mantenía un ritmo lento. Demasiadas escaleras, él definitivamente no había subido tantas cuando paseó con Daeron hacía unas horas.
Pasaron directo al tercer piso, la pieza de Daeron no estaba en el tercer piso, estaba seguro. Aemond abrió una de las puertas y ambos entraron. La pieza no era de Daeron, no habían fotos ni posters, ni XBox.
Habían libros.
Era oscura, las paredes pintadas de negro absorbían una parte importante de la luz, y se verían algo imponentes de no ser por las estrellas pegadas y pintadas en el techo. Un espectáculo para la vista en el momento en que la luz se apagase y todo lo que los rodease fuesen esos bonitos puntos brillantes, repartidos por casi todo el cuarto.
Todo estaba ordenado, también, y lo más llamativo definitivamente era el gran estante repleto de libros variados. Coloridos, pequeños, grandes, delgados y otros casi absurdamente gruesos.
Luke notó que también habían fotografías, él tenía más que Daeron y estaban directamente pegadas en la pared. Pero no pudo dar ni medio paso para husmear más a fondo cuando un animal pasó corriendo delante suyo y le provocó un salto. Retrocedió profiriendo un insulto y chocó con el pecho de Aemond, él le reclamó.
Era la lagartija más fea que Luke había visto en su maldita existencia. De un verde grisáceo y escamosa, grande, con unos ojos negros que prometían succionarle el alma.
Jesús, la palabra "fea" le quedaba corta.
—¿Qué es eso?
—Vaghar, es una iguana.
En Instagram no lucía tan monstruosa.
Aemond se acercó y la tomó. Era casi del tamaño de su brazo. Sorprendentemente el animal no se lo comió, y Aemond la llevó sin demasiados revuelos hasta una enorme jaula al otro lado de la habitación. Luke estaba seguro de que el bicho lo había seguido con la mirada, esos ojos negros definitivamente lo habían amenazado.
Le dijeron: "te devoraré y limpiaré mis dientes con tus huesos".
—Sí, mis gatos me traen de esas a veces.
Luke emitió una carcajada ante la cara de espanto que Aemond no pudo esconder. Él dejó a la lagartija en la jaula y le regaló una mirada sucia.
—Es mentira —Luke agregó—. Las que traen son más bonitas.
—Cállate, eres un maldito ebrio desagradable.
—No estoy ebrio.
—Párate en un pie y extiende los brazos.
Luke lo hizo únicamente para demostrarle que no estaba ebrio. Lo intentó, en realidad, porque ni siquiera pudo extender correctamente los brazos antes de irse hacia un costado. Volvió a reír. El suelo estaba desnivelado.
—Voy a buscar el botiquín —anunció masajeando el puente de su nariz. Luke se acercó a la pared con fotos—. No toques nada.
—Estoy tocando el suelo.
Aemond desapareció por una puerta profiriendo maldiciones en su contra. Pobre sujeto, le saldría una úlcera. Un poquito más de alcohol y los dos podrían estarse riendo.
La bulla de la fiesta seguía abajo, imparable y ruidosa, si Luke se concentraba casi podía escuchar a Daeron cantando. Gritos y carcajadas que resonaban incluso por encima de la atronadora música.
Ojeó las fotos. Aemond también tenía esa en la que salían todos junto a Daemon y su padre. También tenía muchas otras. Había una en la que salía él junto a Daemon sonriendo de manera brillante mientras levantaba a una iguana verde. Otra en la que solo estaban él, Aegon y Helaena, probablemente Daeron aún no nacía porque Aemond lucía de apenas cinco años.
Luke prestó un poco más de atención a una en particular. Daemon dormido con los brazos extendidos, Daeron estaba acurrucado sobre uno de ellos y Aemond en el otro, ambos también completamente inconscientes. Si Aemond lucía de siete, entonces Daeron no sobrepasaba los dos años. Era una imagen bastante tierna.
—No espíes —él dijo cuando volvió a entrar, llevaba un botiquín bastante grande consigo—. Ven.
Luke pensaba bromear sobre su aparente afinidad hacia las órdenes, pero su lengua se enredó y terminó balbuceando una incoherencia que hizo que Aemond frunciera el ceño con confusión. Luke avanzó y se sentó en la cama. Dio un par de brincos porque era particularmente elástica.
—¿Cómo perdiste el ojo?
Aemond no lo miró mientras ordenaba las cosas sobre la cama. Gasas, algodón, una pomada y fuese a saber qué más.
—¿Qué te importa? —Luke bufó.
—¿Y la cicatriz en el vientre?
—Una cesárea.
Luke tuvo que pensar por algunos segundos en la respuesta, intentando entender antes de levantar las cejas con una sorpresa casi genuina.
—¿Eso fue una broma?
No recibió respuesta. Luke permaneció en silencio un par de segundos más, ojeando las manos de Aemond sacar y guardar cosas en el botiquín. Finalmente lo cerró, lo dejó a un costado y entonces apoyó una rodilla en el suelo delante suyo para quedar a su altura. Giró un poco la cabeza, dejándole el espacio para que limpiase o lo que sea que fuese hacer. La gasa se presionó con cuidado sobre la herida y Luke emitió un siseo bajo.
—¿Por qué Daemon está tan enojado con ustedes? —Volvió a intentar. Los dedos de Aemond se tensaron, se detuvo.
—¿El alcohol siempre te suelta tanto la lengua? —preguntó en su lugar, ganándose un encogimiento de hombros.
—No lo sé, es la primera vez que bebo.
—No lo vuelvas a hacer en mi casa —Aemond dijo y continúo trabajando en silencio, su mandíbula tensa.
Luke notó que la nariz de Aemond era recta, al igual que la de toda su familia. Extendió una mano y atrapó un mechón de cabello entre sus dedos. La reacción fue instantánea.
—No me toques el pelo —gruñó, Luke lo ignoró, enredando ese conjunto de hebras albinas en su índice—. Lucerys.
—No me digas así —Luke tiró del mechón y, Dios Santo, la expresión de Aemond era lo más cercano a la de un asesino serial que vería jamás.
—Así te llamas.
—Soy Luke.
—Me da igual, no te pregunté.
Aemond dejó a un lado la gasa, ahora sucia con sangre, y embadurnó una bolita de algodón con un líquido rojizo que ardió como el maldito demonio cuando lo presionó contra su cara. Apretó los labios, sus dedos se cerraron alrededor de más mechones y solo aminoró la presión cuando el mismo Aemond emitió un chasquido. Curiosamente no se quejó. Luke jugó con el cabello entre sus dedos, observando como se deslizaba sin nudos o dificultades a través de ellos. Aemond pareció resignarse porque no volvió a reclamar, sino que se concentró en su mejilla.
—¿Cómo sabías lo de la redada? —Luke apartó los ojos de su cabello y los centró en él ante la pregunta.
—¿Por qué debería responderte? —curoseó en su lugar—. Los intercambios de información deben ser equivalentes.
—¿Estás negociando conmigo? —Luke se alzó de hombros—. Estás ebrio como la mierda, probablemente mañana no recuerdes la mitad de lo que te diga.
Luke apretó la boca. No podía estar tan ebrio, no tanto. Podía conjugar pensamientos medianamente coherentes aunque las cosas mínimas le provocasen risa. Seguía sin confiar en Aemond, entendía que estando sobrio jamás se le habría ocurrido llegar y jugar con su cabello, o lo habría dejado curarle una herida. Era ese limbo, ese actuar alcoholizado, lo que le permitía a Aemond estar delante suyo arrodillado tratándole la mejilla.
Porque Luke no le haría nada, era incapaz cuando todo lo que recorría su mente permanecía relentizado y cubierto por un buen humor casi gracioso. Estaba vulnerable y Criston Cole se había aprovechado de eso. Si Luke no lo veía con claridad en ese instante, era porque sus ojos estaban fijos en los de Aemond. Él esperaba una respuesta.
—¿No es eso mejor para ti?
Aemond guardó silencio y después asintió.
—Lo es, dime cómo sabías lo de la redada —lo pensó un poco y después agregó—. A cambio te responderé una pregunta.
Lo consideró un trato justo. Ella no se enojaría si le decía a Aemond, después de todo solo le había concedido una pregunta gratis como prueba del nivel de expansión que tenían sus redes; de la cantidad de conocimiento que podía llegar a obtener. Como el mes gratis de prueba en aplicaciones. No tendría por qué enterarse.
—Me lo dijo una persona que lo sabe todo —Aemond frunció el ceño, Luke seguía jugando con su cabello—. Aemond Targaryen, hijo de Viserys Targaryen y Alicent Higtower. . . Ya sabes el resto, tu historia. Aunque yo ya sabía todo eso, ella me dijo lo de la redada porque le caigo bien.
—No puede haberte dicho eso solo porque le caes bien —alegó—. No tiene sentido.
—Sí, hay varios motivos aparte de ese, pero esa no fue tu pregunta. Me lo dijo una persona de los barrios bajos que sabe tanto de tanta gente que quienes la quieren muerta también la necesitan viva. Eso te incluye.
Luke pudo apreciar los ojos de Aemond moviéndose, sopesando opciones, planeando. Casi podía ver como le salía humo por la cabeza. Saber que existía alguien con esa cantidad de información debía ser el regalo ideal para Aemond en navidad. Prefirió cortar cualquier idea antes de que se le ocurriese ponerse a buscarla.
—No lo pienses —Aemond levantó la mirada—. Tienes que tener algo que ella quiera para que se interese en ti, si vas así como así, te matará.
—¿Y qué tienes tú?
Una sonrisa astuta elevó la comisura de su boca, Aemond arrugó aún más el espacio entre sus cejas.
—Si lo respondo me deberás dos preguntas —dijo, Aemond lo pensó mejor porque chasqueó la lengua—. La cicatriz en tu ojo, ¿quién la hizo?
Luke debió haber preguntado algo más importante. Algo que le sirviese en el futuro, ¿cómo planeas los robos? ¿Cuánto tardas? ¿Cómo los escoges? Pero él no pensaba con lógica, ¿para qué? Era más fácil deslizarse por esa sedosa bruma de ebriedad y simplemente preguntar lo que quería saber desde el primer día.
Aemond tardó algunos segundos, Luke lo esperó. Tenía tiempo, tenía paciencia.
—No estoy seguro —fue su turno de fruncir el ceño—. Fue un grupo, tres o cuatro personas, me emboscaron en un callejón una noche y cuando intenté defenderme uno me cortó con una botella rota en medio de todo el desenfreno. Tenía dieciocho.
Luke asintió. Había más ahí, posiblemente toda una historia sobre por qué fue emboscado, sobre la otra cicatriz, sobre Daemon preso. Luke decidió que en ese instante estaba bien sabiendo eso, y sería un regalo para él mismo al despertar y descubrir que se le había ido la lengua con lo de su informante. Apostó consigo mismo qué tan enojado podría llegar a estar, cien a uno a que golpeaba a Aemond apenas viese su rostro.
Luke esperaba no recordar lo de Cole, no quería tener que lidiar con ese peso estando sobrio. Quizás no había llegado a nada, pero la amenaza permanecía ahí, en lo que podría haber hecho, en lo que iba a hacer si Aemond no hubiese llegado.
—¿Me pondrás un parche o no? —encuestó después de unos segundos al notar que Aemond había detenido su tarea de tratarle la condenada herida. Luke trazó círculos en su cabeza, aún entretenido con las hebras albinas. Dividió un mechón en tres y volvió a girarse ligeramente mientras creaba una pequeña trenza.
Una parte de él tanteaba hasta qué punto podía ir solo porque Aemond no le haría nada estando ebrio.
—Eres un bastardo exigente, ni siquiera es una herida profunda —Las quejas de Aemond eran como las de un niño pequeño. Luke dejó un tironcito en la trenza y eso pareció colmar la paciencia del sujeto porque no demoró en apartarlo de un manotazo.
Luke chasqueó la lengua y esperó a que Aemond terminase. No pudo quedarse quieto, se inclinó hacia adelante y notó que Aemond casi dejaba de respirar cuando sus frentes se rozaron. Sí, el tipo estaba enojado, su boca permanecía apretada y el ceño fruncido. Pero Luke notó que su mirada bajaba, algo breve, fugaz, interesante.
—¿Te pongo nervioso?
—Me irritas —Aemond dijo en su lugar—. Estás ebrio, eres como un perro ruidoso.
—¿Tú no estás ebrio?
Aemond tardó unos segundos responder, lo miraba. Luke estaba seguro de que el tipo casi era capaz de leer su mente y por eso se imaginó haciéndole una mueca. La idea le provocó una risa.
—No lo suficiente para soportarte, quédate quieto.
—No respondiste.
—Y no lo haré, cállate.
Luke chasqueó la lengua, en vez de quedarse quieto se dejó caer de espaldas sobre la cama. Las estrellas le dieron la bienvenida como un arrullo a un bebé, era una vista bonita. Una gran parte de él esperaba que la habitación de Aemond fuese más tétrica y vacía.
—Dormiré ahora —anunció, acomodándose en la superficie mullida y cerrando los ojos. Aemond no demoró en hacer notar su amable y siempre bienvenida opinión.
—No, no vas a dormir en mi cama, levántate.
Luke asintió, entreabrió apenas los ojos para observar la cara de Aemond arriba de su rostro, zarandeandolo para que despertara le hablaba, pronunciaba cosas con una voz suave. Ojos celestes y azules, y estrellas brillantes de fondo. Toda una galaxia.
No demoró caer dormido.
Luke despertó una vez durante la noche, la oscuridad absoluta lo envolvía, negra y opaca. Tenebrosa de no ser por las miles de pequeñas estrellitas brillantes que se cernían sobre su cabeza, y a los costados. Algunas luces también recorrían las esquinas de la habitación, volviéndolo todo un espectáculo.
Cuando volvió a abrir los ojos, a Luke no lo despertó la poca luz brillante y cálida que inundaba la ventana, o el silencio atronador en la habitación. De hecho no estaba seguro de qué lo había despertado. Se tomó unos segundos para recordar dónde estaba, y cuando lo hizo recién pudo caer en la cuenta de que no era la habitación de Daeron. No pudo pensar demasiado en eso porque un dolor ciego y atronador se apoderó de una parte importante de su costado. Su brazo envió choques eléctricos cuando hizo el intento por moverse y recién ahí recayó en que algo cubría su mejilla. Llevó dos dedos, tocó y ardió como el infierno. Un pequeño parche de gasa parecía estar cubriéndole una herida.
Pero ni el ardor en su cara o la tensión en su brazo lo despertaron tanto como la sensación arenosa que se apoderaba de su boca. Su garganta estaba más seca que el desierto de Atacama, de eso estaba seguro. Y la cabeza le palpitaba como si alguien estuviese golpeándole el cerebro con un maldito martillo.
Le preguntaría a Daeron qué habían hecho, pero sería después de tomar agua. Salió de la cama, alguien le había quitado los zapatos, los descubrió ordenados a un costado del mueble. Probablemente él mismo había sido. Se los calzó y salió de la habitación sin hacer la cama, antes de cerrar pudo descubrir a una enorme iguana mirándolo. La ojeó de vuelta por algunos segundos, el animal sacó la lengua. Luke se estremeció.
En el pasillo descubrió que estaba en el tercer piso y entonces volteó otra vez hacia la puerta de la que había salido. Esa definitivamente no era la pieza de Daeron.
Hizo un esfuerzo por recordar algo más que borrones difuminados. Alguien había dibujado toda su noche, bocetos desfigurados, y después le pasó una goma por encima, dejándole líneas completas en blanco.
Veía estrellas, los ojos de Aemond, los gritos de Daeron, su garganta quemaba, él riéndose. Si se rió signifcaba que lo había pasado bien, ¿no? Estaba bien con eso por ahora.
Llegó a la cocina haciendo uso de toda su memoria y aún con los ojos medio cerrados tomó un vaso de plástico sin usar y lo llenó de agua. Luke no reparó en toda la gente que aún permanecía durmiendo, algunos en los sillones, otro en el suelo. Iba por el tercer trago cuando alguien a sus espaldas carraspeó, sorprendiéndolo.
Luke tosió y siguió bebiendo, ignorándolo.
Aemond le regaló una mirada extraña. Estaba sentado en la mesa con una ropa distinta a la de la noche anterior. Lucía limpio y listo para ir a una maratón, una taza humeante permanecía entre sus dedos. Luke quería golpearlo solo por eso. Él debía verse tan mal como se sentía. Esperaba insultos, amenazas, incluso algún intento violento, pero todo lo que el sujeto hizo fue dar un sorbo largo y tendido
Luke decidió ignorarlo y se sirvió un nuevo vaso con agua. Se sentía como gloria en su garganta maltratada, helada y dulce, regalaba caricias conciliadoras que le ayudaban a combatir la jodida resaca.
No volvería a beber. Descubrió que Aemond seguía mirándolo.
—¿Se te perdió algo?
—Vete antes de que Daeron despierte y pueda romperte libremente los dedos —él gruñó.
—Cállate, me duele la cabeza —murmuró, frotando sus sienes—. Creo que dormí en tu pieza. Tu iguana es horrible.
Aemond lo ignoró, eso fue nuevo. Luke se apoyó en la encimera y volvió a masajear sus sienes. El parche en su mejilla picó, descubrió a Aemond mirando la zona. Llevaba el cabello suelto, salvo por una delgada trenza que caía por encima. Luke tenía algodón en el cerebro, si pensaba en algo le dolía. No pensó en nada y se dispuso a también pasar de la presencia de ese imbécil.
—Una herida fea —él comentó. Luke frunció el ceño.
—¿Fuiste tú?
La boca de Aemond se curvó en algo oscuro, raro, malicioso. Él volvió la mirada hacia su taza y no le habló más.
Hijo de puta.
Encendió su teléfono y esperó con los ojos medio cerrados hasta que estuviese listo. Los mensajes comenzaron a inundar su teléfono, primero de Jace, luego de su madre, Luke no tomó el peso hasta que se le notificaron llamadas perdidas de Daemon, y entonces su corazón dio un vuelco porque también tenía mensajes de él. Eran muchos. El calor abandonó su rostro cuando una cantidad insana de posibles situaciones atacaron sus pensamientos. No leyó los mensajes, fue directo a los contactos y marcó a su madre.
Llevó el teléfono hasta su oído. Apagado. A Jace. Apagado.
Luke comenzó a asustarse. Larys hizo algo. Larys les hizo algo.
Marcó a Daemon, y el pititdo se hizo algo constante y tortuoso. No quería leer los mensajes, no quería enterarse de nada de esa forma. Sus dedos se sintieron helados.
—Luke —la voz de Daemon lo golpeó.
—Me llamaste —Luke se alejó cuando notó los ojos curiosos de Aemond sobre él. Caminó unos pasos intentando ignorar el hormigueo en sus rodillas.
—Pasó algo —su tono era algo serio que apretó su corazón y cerró su garganta—. Quizás sea bueno que vengas. . .
—Mi familia —murmuró—, ¿ellos. . . ellos–
—Están bien —Luke respiró, el aire inundó sus pulmones con libertad y Luke se apoyó en una pared, esperando a que Daemon dijese algo más—. Sería bueno que vinieses, es algo. . .
—Dime —lo interrumpió—. Voy para allá, necesito que me lo digas, no podré conducir.
El hombre al otro lado de la línea pareció cuestionárselo, los segundos agónicos lo envolvieron antes de escucharlo emitir un suspiro bajo.
—A tu madre la llamaron anoche, cerca de las dos de la mañana —Daemon contó, había algo delicado en su tono. Luke odiaba ese tono, lo aborrecía, se sentía enfermo—. Gyles y su grupo. . . Él envió a algunos a golpear a tu hermano, pero él logró escapar —hizo una pausa, Luke tragó.
—¿Y qué?
—Entraron en la cafetería —el ruido se volvió algo ensordecedor—. La destruyeron.
L
Solo un punto de vista, les traigo el capítulo más largo hasta la fecha con doce mil palabras y mucho fanservice.
Mi regalo de navidad para ustedes: mi capítulo favorito escrito hasta ahora JAJAJA sí estuve viendo cómo sería un Luke ebrio y sí es un poco triste que la primera vez que lo veamos riendo y sonriendo tan feliz sea por el alcohol.;;;
En fin, creo que escribirlos bailando, Aemond obligándose a ser paciente, Daeron y Luke. Nono, mi favorito hasta ahora. Creo que haber agregado el otro punto de vista (el de Daemon, que le toca ahora) habría arruinado un poquito la vibra fiestera.
Les regalo a Aemond y Luke perreando, sí sí, a cambio díganme qué canción pusieron para leerlo JAJAJA.
Les deseo la mejor de las navidades, y si no subo el capítulo antes entonces les deseo un próspero año nuevo, lleno de cosas bellas como ustedes.
Y como nada en esta vida es coincidencia díganme:
¿Qué creen que debió pasar para que Aemond perdiese el ojo de esa manera?
Besitos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top