Capítulo diecisiete: "Dragones en el estómago, las mariposas están obsoletas".

TW: Descripción de violencia.

Capítulo dedicado a mi beta vanvaux
Ayer fue su cumpleaños.<3

Como comentario personal, agradezco con todo mi corazón a quienes esperan cada actualización y comentan, o votan, o solo leen. Sé que ahora tardo más, pero lxs tengo presentes todos los días.

Lxs tqm, les mando besitos.

»I'm dreamin' of all the possibilities
I'm kissing all over your body, my Nefertiti.
And every time I think the plan is aligning
You still so close yet so far.«
Still Don't Know My Name. Labrinth.

Martes diez de Marzo, dos días para la finalización de la prueba de Luke.

Daemon no estaba seguro de lo que esperaba encontrar ese día cuando ingresó en su departamento, pero considerando que compartía piso con tres adultos jóvenes, a él realmente no le sorprendió demasiado la panorámica. Lo que sí le sorprendió fue encontrarse con Joffrey sentado justo en medio de Aegon y Aemond, parloteando sobre algo mientras cortaba papel con unas tijeras celestes para niños que Daemon estaba seguro, no le pertenecían.

Cuando cerró, los tres guardaron silencio y voltearon en su dirección.

—¿Y esto? —curoseó.

—Joffrey vino a verte —Aemond indicó, ojeando la pila de figuritas de origami que habían creado hasta ese momento, él doblaba un papel verde—. Aún no llegabas así que quiso esperarte.

Aemond se alzó de hombros y Daemon recibió al niño cuando se acercó trotando. No le fue difícil alzarlo porque Joffrey apenas le llegaba a la cintura y Daemon no carecía en absoluto de fuerza. Joffrey abrazo su cuello y le extendió una figurita de origami que Daemon pronto reconoció como una flor. Era de color rosado, muy bonita. Murmuró un "gracias" solo para Joffrey y se prometió luego dejarla en algún lugar visible de la casa.

—Nos enseñó a hacer origami —Aegon levantó su papel doblado—. Mira.

El papel no tenía forma, Daemon no demoró en hacerlo saber.

—No me gustan las cucarachas.

El rostro de Aegon cayó, Joffrey se carcajeó a su costado.

—Es un cisne.

—No lo es.

—Es arte abstracto—alegó. Él ojeó otra vez el cisne y volteó hacia su hermano. Cuando habló, lo hizo por lo bajo—. ¿Parece un cisne?

Aemond negó. Aegon extendió su labio inferior.

Aegon lucía bien dentro de su propio rango. Las ojeras parecían moretones bajo sus ojos, su mejilla tenía un parche y había una taza llena de café delante de él. Él solo vestía una camiseta holgada porque la mayor parte del impacto se lo llevó su espalda en un intento por cubrir a Daeron de la explosión. Estaba bajo alta supervisada, sus visitas al médico eran diarias.

Daemon debía apreciar su esfuerzo; él se había negado a aceptar más sedantes de los establecidos para no afectar su sobriedad. Él iba en serio esa vez.

Acomodó a Joffrey en el suelo y le quitó la correa a Caraxes Segundo. El perro pronto dio saltitos alrededor de los tres en la mesa hasta que Aemond dejó algunas caricias sobre su cabeza.

Daemon ojeó el resto de la habitación. Estaba todo tranquilo, silencioso y pacífico.

—¿Y Daeron?

Aemond dejó un papel a medio doblar para lanzar una mirada de reojo a la puerta.

—Está tiñéndose en pelo donde Luke.

Daemon arrugó la nariz.

Joffrey se sentó junto a sus sobrinos, y Daemon se preguntó si lo aliviaba o preocupaba más saber lo bien que el niño se llevaba con ese par considerando la larga lista de antecedentes penales violentos no documentados. Especialmente de Aegon; su sobriedad no lo volvía menos impulsivo, solo más lúcido. No le producía seguridad dejar a un niño inocente entre ellos; no cuando Aemond apenas lograba soportar a su hermano mayor, y él solo era una copia más pequeña.

Los dos eran caóticos, desenfrenados y altamente peligrosos en su peor versión. Daemon lo sabía, él les había enseñado.

Era poner a un animal diminuto entre dos grandes depredadores, a lo menos.

Daemon estaba por interrumpir y sugerir llevarlo otra vez con Rhaenyra, cuando Aemond abrió su palma y le enseñó una pequeña rana verde hecha de papel.

Algo dio un vuelco en su propio pecho.

—Mira —musitó hacia el niño, entonces presionó las ancas traseras del animalito, y este dio un salto con vueltas que lo posicionó al otro lado de la mesa.

Los ojos de Joffrey brillaron.

—¿Me enseñas?

Aemond lo observó en un silencio pétreo por algunos segundos, el parche en su ojo no parecía asustar a Joffrey, conociendolo, él ya debía de haberle preguntado a Aemond porqué lo tenía. Daemon quiso saber qué historia contó su sobrino, pero en su lugar solo supervisó la escena. Aemond asintió.

—Si me enseñas a hacer esas flores—dijo, señalando una de las muchas repartidas por la mesa.

—Hecho.

Joffrey extendió su mano y Aemond la tomó y la estrechó. Daemon no se perdió el cuidado que empleó considerando la diferencia de tamaño, ni la sombra de una sonrisa que surcó sus labios, fugaz y sutil.

Daemon parpadeó, buscando con todas sus fuerzas no pensar en su cuerpo sobre el suelo, en una posición antinatural y repleto de hollín. Era difícil cuando aún debía hacerse curaciones gracias a las quemaduras que le habían quedado. Cuando apenas podía mantenerle la mirada aún habiendo hablado. Cuando se estremecía ante la mención de Cole.

Daemon no se perdía las veces que su sobrino se escapaba entre jadeos del departamento. Así como no podía hacer nada al respecto porque Aemond rehuía cualquier ayuda.

Algo cambió hace dos días. Algo tuvo que haber cambiado, porque encontraba inédita la facilidad que tuvo para aceptar a Luke en el grupo.

¿Y qué si debía robarle? Aemond sabía que era una prueba imposible, se lo dijo cuando la sugirió, solo estaba probando su capacidad para quedarse, porque según él Luke era incapaz de trabajar en equipo. Si Luke no se rendía tratando de robar el dichoso reloj, la pasaba, si, por el contrario, renunciaba dejándose atrapar por la frustración, entonces perdía.

Luke estaba perdiendo, de los cuatro días de plazo, él se dió por vencido al segundo. Daemon escuchó como lo mandaba al demonio empleando insultos bastante descriptivos.

—A mí me quedan mejor —Aegon alegó, tomando un papel azúl—. Yo puedo hacer mariposas, ¿no prefieres aprender a hacer mariposas, Joffrey?

Daemon dejó su departamento con las voces de los tres a sus espaldas, y tocó la puerta del de Rhaenyra. Para su desgracia no le abrió ella, sino Luke. El regaló un asentimiento como saludo y lo dejó pasar sin cuestionarlo. Ya estaba acostumbrado a sus visitas, Rhaenyra lo invitaba a cenar bastante seguido.

—¿Se la hizo? —Daemon preguntó.

—No —Luke negó.

Daemon avanzó algunos pasos detrás de él, y ante la distancia alcanzó a apreciar sus dedos cubiertos por unos guantes de plásticos rebosantes de un líquido perturbadoramente oscuro. 

Se detuvo frente al living, y pensó que ver a Aegon y Aemond haciendo origami con Joffrey era definitivamente más entrañable que eso.

—Dios Santo. . .

Daeron estaba sentado con una toalla repleta de manchas oscuras sobre sus hombros y la mitad de su cabello apelmazado a su cráneo gracias a la tintura negra.

Luke detrás de él untó con un cepillo especializado más pintura oscura en las raíces albinas.

Daeron le regaló una sonrisa dientuda.

—Sale más barato que un estilista.

—No te lavarás esa cosa horrible en mi baño —sentenció, desviando la mirada hacia Luke.

Luke atrapó todo el cabello de Daeron en un gorro de baño, luego se quitó los guantes y sostuvo el embase de cartón después de mirarlo de reojo.

—Aquí dice que debes dejártelo al menos cuarenta minutos y luego enjuagar con agua tibia —él indicó, leyendo la contraportada—. Si te empieza a arder la piel, notas que se cae tu cabello o sientes algún malestar general, te lo quitas antes y vas al hospital, podría ser una reacción alérgica. Pero es improbable porque hiciste la prueba de alergias.

Daemon emitió una risita al percatarse del tono blancuzco enfermizo que adquirió la piel de Daeron. Luke bajó la caja.

—Hiciste la prueba de alergias, ¿verdad?

—¿Qué prueba?

Luke parpadeó, luego arrugó la nariz y alejó ligeramente su cabeza.

—¿No la hiciste?

—No se me ocurrió.

—¿Cómo no–. . . —Luke golpeó su cabeza con el embase y Daeron carraspeó—. Uno de los síntomas es "sensación de humedad en el cuero cabelludo", ¿sientes algo así?

—Mira el lado positivo —Daemon comentó—. En el mejor de los casos si eres alérgico, solo se te caerá el cabello.

El rostro de Daeron perdió en ese instante cualquier mísero atisbo de color, y en su lugar él llevó las dos manos hasta la gorra de baño que cubría su cabello entintado.

—¿Mejor de los casos? —repitió—. Prefiero que se me hinche la cabeza, no, no, prefiero que se me queme el cráneo, que perder el cabello.

—Estás siendo dramático —observó Luke.

—¡Mi cabello es mi personalidad! —Daeron chilló—. ¡Debo verme guapo! ¡Aemond no me permitirá olvidar esto si se me llega a caer el cabello! ¡¿Sabes lo que es?! ¡Seré un viejo de mierda y el imbécil va a seguir burlándose de mí! No, no, Luke, sácame esto ahora, prefiero seguir albino hasta pagarle a un profesional.

—Si te lo saco ahora, el cabello te quedará gris.

—¡Quedaré calvo!

Luke lo miró de reojo, Daemon negó, Luke carraspeó, Daemon tuvo que cubrir su boca. Para ser un mal mentiroso certificado, lo había hecho bastante bien. Daeron no captó esa brecha de silencio hasta que Luke introdujo las manos en sus propios bolsillos, y entonces Daeron dejó de lamentarse y se centró en él.

—Quiero que sepas que fue idea de Daemon —Luke inició, alejándose un paso—, y que yo no estuve de acuerdo. . .

—Al inicio —Daemon agregó.

—Al inicio —concordó Luke—. Si quieres enojarte con alguien. . .

—Debiste ver tu cara.

Aún así, la primera carcajada vino de Luke, y dos segundos después ni siquiera Daemon pudo evitar reírse ante el rostro de Daeron, rojizo y desfigurado.

—Son unos hijos de puta —siseó—. Bastardos ingratos, se irán al infierno. Jesús, malditos, los odio. Me vengaré de esta mierda.

Daemon tuvo que rodear su propio estómago cuando las carcajadas comenzaron a acalambrarlo, y descubrió a Luke de reojo limpiándose una lágrima por la risa. La broma había valido completamente la pena; debería haberlo grabado.

Daeron seguía increpando contra ambos cuando Luke descubrió que lo estaba mirando. Daemon señaló la puerta con un ademán, Luke se enderezó. Daemon no había ido allá solamente a molestar a su sobrino.

—¿Dónde van? —Daeron cuestionó cuando los vio dirigiéndose a la puerta.

—A fumar.

—Luke no fuma, ¿dónde van? —repitió.

—¿Te pagan por metiche?

—Ojalá.

—Cuando lo hagan te lo diré.

Daeron apretó los labios y refunfuñó cosas que Daemon no alcanzó a escuchar. Sí pudo ver a Luke emitiendo una risa entre dientes mientras avanzaban. Las escaleras hacían eco bajo sus pies, Luke iba dos pasos detrás suyo, envuelto en un suéter de cuello alto beige.

Daemon ya tenía un cigarrillo entre sus labios cuando ambos salieron del edificio. Él se puso en la dirección del viento, así el humo no le llegase a Luke. Lo observó en silencio por algunos segundos, Luke bajó la mirada hacia el pavimento. Le seguía pareciendo curioso lo difícil que se le hacía conversar con él, como si de alguna forma Daemon impusiese miedo en él.

—¿Cómo está tu costilla? —curoseó.

Luke palpó la zona y casi por inercia movió su pie convaleciente. Se encogió de hombros después de eso.

—Ya está sana —sentenció.

—Bien —Daemon llenó sus pulmones de humo—. Desde la próxima semana seguiremos practicando algunos golpes.

Él asintió en silencio.

Daemon podía admitir que disfrutaba convivir con él. Luke no hablaba mucho, pero siempre existía un brillo malicioso en sus iris que convinaba perfectamente con el de Daeron. Porque Daeron era un parloteo constante capaz de hacer rabiar hasta al hombre más paciente, y para su sorpresa Luke poseía una lengua tan afilada como la de una serpiente.

—Te quedan dos días —comentó, exhalando una nube gris—. Ni siquiera lo has intentado.

Luke chasqueó la lengua y se dejó caer sobre el cemento a su costado, sentándose.

—No lo haré —masculló—. Aemond podrá buscar a otro reemplazo para Cole.

La colilla se sintió blanda entre sus dientes, Daemon lo observó de reojo y encontró un lugar a su lado, sentándose. Luke no se movió, pero alcanzó a percibir sus hombros tensos. No debía ser un genio para saber la cantidad de pensamientos innecesarios que debían estar recorriendo su cabeza en ese instante.

—No podrán sin ti —observó, golpeando el final del cigarrillo para dejar caer las cenizas.

—Se las van a–. . . —Luke se detuvo en seco y volteó. Daemon mantenía su mirada fija en el pavimento húmedo—. ¿Podrán?

Luke era rápido, era tan inteligente como Rhaenyra y el doble de calculador. A veces pensaba en ella cuando Luke sonreía y sus ojos se suavizaban.

—Se necesitan al menos cuatro personas para poder llevar a cabo cualquier golpe —Daemon contó, soplando hacia el lado contrario una nueva nube de humo.

—Contigo son cuatro.

Daemon no respondió en seguida, en su lugar pensó en qué decir. Descubrió que no necesitaba dar demasiadas cavilaciones a sus palabras porque Luke aceptaría cualquier respuesta, aunque fuese algo vaga y austera. Eso era lo agradable de conversar con él.

Inhaló aire helado y pensó en Rhaenyra. Pensó en la cafetería, en que ahora su ropa ahora olía a café y pasteles, y en lo feliz que era caminando de noche para pasear a Caraxes Segundo. En que lo emocionaba más conversar junto a Rhaenyra y Laenor mientras trabajaban que la adrenalina de un robo. Daemon tenía cuarenta y tantos, estaba en una buena forma, le quedaba mucho por vivir, pero él ya cumplió su cuota de violencia indiscriminada.

Mataría a Cole, porque era un adulto peleando contra niños –Aegon no contaba, él apenas era capaz de algunas acciones básicas intentando superar el síndrome de abstinencia–, pero la idea de meterse a robar, en ese instante le provocaba más angustia que deseo.

Daemon era feliz, por primera vez en años sus preocupaciones se basaban en situaciones banales como el precio de la mercadería y los gastos de la electricidad, y le gustaba.

—No estaré en este robo —anunció, ganándose la atención absoluta de Luke—. Ni en ningún otro.

—¿A qué te refieres?

A la cantidad insana de pesadillas que aún lo acechaban al cerrar los ojos. A la tensión automática que lo inundaba frente a los ruidos repentinos. A su aún presente incapacidad de relajarse en un ambiente compartido. Al rechazo a la violencia. A la necesidad de violencia. A la angustia incontrolable sus primeros días en libertad porque jamás había estado tan impresionantemente solo.

Cinco años en una cárcel no se le borrarían tan rápido, permanecían marcadas en su mente y cuerpo.

—Estoy cansado —murmuró—. Mi vida se basó en robos, y disfruté cada uno de ellos, pero ya no tengo la energía ni la edad. Todo lo que tengo es a esos cuatro idiotas, regalé años de mi vida para salvarlos, les guardé rencor, sigo enojado. Si sigo igual que como los dejé, jamás seré capaz de perdonarlos completamente.

Presionó las últimas brasas con su dedo y se guardó la colilla en el bolsillo. Su mano sostenía algo cuando la sacó, un estuche de cuero desgastado, con las orillas carbonizadas.

—Tengo que verlos solo como familia —sentenció—. No como compañeros de trabajo.

Luke asintió. Daemon se preguntó si realmente esperaba algo más elaborado viniendo de él, pero coincidió en que no deseaba una respuesta. No deseaba entendimiento de un niño, ni un intento por hacerlo cambiar de decisión.

—Así que hay una vacante —Luke volteó en su dirección y Daemon frotó el cuero con su pulgar—. Si lo que deseas es verte como un reemplazo, entonces eres el mío.

—Yo no estoy a tu nivel —él masculló.

—Puedes estarlo, y eso es suficiente para mí —Luke chasqueó la lengua, pero no alcanzó a decir nada porque Daemon le extendió el estuche de cuero. No lo tomó en seguida, sino que lo observó con la interrogación plasmada en sus facciones—. Feliz cumpleaños.

—¿Te lo dijo mi madre?

—Daeron.

Luke hizo un gesto de plena aceptación y sostuvo finalmente el estuche. Daemon observó como seguía los bordes desgastados con sus dedos hasta dar con dos simples letras, V.T, estampadas en cursiva, tenía manchas de carbón que no logró quitar pese a sus mejores intentos. Cuando lo abrió, diez delgadas herramientas brillaron bajo la luz vaga del farol. Luke no contuvo un jadeo.

Daemon tenía un hermano mayor, que murió hace cuatro años. Se llamaba Viserys. Luke lo sabía porque no era un secreto. Viserys y él habían iniciado con los robos en la familia, y tenían la intención de dejarlo con el nacimiento de Aegon, después de todo su dinero estaba asegurado en inversiones, escondido por la ciudad y correctamente guardado en una bodega.

Cuando Aegon descubrió su secreto a los doce, quiso aprender. Y Viserys le enseñó. Cuando Aegon le contó a Helaena, ella quiso aprender, y Daemon le enseñó. Tanto Aemond como Daeron siguieron los mismos pasos, a sabiendas de lo incorrecto y correcto, entendiendo en lo que se metían. Porque robar, independiente de a quién, atraía consecuencias, formaba enemigos, dañaba la mente y doblaba la moral.

Daemon no estaba orgulloso, pero no sé arrepentía de nada.

—¿Por qué me das esto?

—Porque no quiero que nadie más lo tenga —Daemon sintió la comisura de sus labios tensándose al notar la breve risa nerviosa que Luke emitió—. ¿Sabes de quién es?

—Viserys —Luke corroboró, ojeando otra vez las iniciales—. Viserys Targaryen.

—Me recuerdas a él —comentó, ignorando la necesidad latente de encender un nuevo cigarrillo.

Luke observó el estuche y luego a él.

—¿Yo–. . .?

—No —interrumpió—. No lo pienses así.

—No sabes lo que estaba pensando.

Daemon ojeó la ligera arruga entre sus cejas y concluyó que Luke era demasiado expresivo para su propio bien.

—Puedo hacerme una idea —dijo, escondiendo los dedos en los bolsillos—. No eres un reemplazo. Ni de Cole, ni mío, ni de Viserys. Eres Lucerys–. . .

—Luke.

Daemon sonrió.

—Eres Luke —corroboró, alzando su índice para rozarle la frente—. No necesitas ser la comparación de nadie, tú mismo ya eres genial.

Luke no era albino, sus ojos eran castaños, era más bajo que Daeron ahora que él había crecido y tenía hoyuelos. No había algo más apartado físicamente de su perfil que él. Pero aún así, cuando hablaba, Daemon no podía evitar pensar en Viserys. Viserys cuidandolo. Viserys haciéndole de comer. Viserys llegando agotado después de trabajar hasta tarde por un sueldo miserable.

Luke apretó ligeramente los labios y asintió. Seguía tenso.

—Te sientes culpable —agregó después de ese silencio. La reacción de Luke fue instantánea, en lugar de palabras, él volteó con brusquedad en su dirección.

—¿Qué?

—Por llevarte bien conmigo.

—Daemon, no–. . .

—Yo tampoco soy un reemplazo —soltó, enmudeciendo cualquier palabra que Luke hubiese querido decir—. Tú tienes un padre, y no soy yo. Y aunque él no esté aquí, yo no planeo tomar su lugar. Su memoria es algo que respeto, Luke, así como lo hace tu madre. Solo te pido que no te prives de aceptar consejos por miedo a dañar su recuerdo, aún eres un niño.

—Tengo diecinueve.

—Eres un feto.

Luke emitió una risa entre dientes, breve y tensa.

—Soy un adulto, Luke —Luke asintió—. Soy viejo, he vivido más y estaré acá si necesitas ayuda. Ya no tienes que pelear solo contra todo.

—No estoy solo —pronunció, sus ojos castaños permanecían anclados en algún lugar del pavimento húmedo.

Daemon extendió una mano y la situó sobre su hombro, Luke no se negó al contacto.

—No lo estás —convino, notando como apretaba ligeramente los labios y su mentón temblaba de una manera sutil. Solo se movió cuando Daemon lo acercó con cuidado hasta su cuerpo, y Luke apoyó la frente en su pecho.

Pudo apreciar los hombros de Luke cayendo cuando los rodeó con una mano, fue ligero.

—Gracias, Daemon —él murmuró.

Daemon asintió, no necesitaba decir algo más.

Era martes, Daemon y Rhaenyra atendían solo con Aemond como ayudante de Laenor. Y ambos ya estaban preparando todo para irse porque la cocina estaba limpia.

Rhaenyra barría. Daemon limpiaba las mesas. Aemond se fue formulando un breve "adiós" hacia ambos, y pronto Laenor estuvo a su costado, dejando vacía la cafetería.

—Hoy debo terminar de hornear algunos pasteles antes de cerrar —Rhaenyra dijo, sosteniendo una coleta entre sus dientes mientras amasaba su propio cabello en un intento por amarrarlo—. Puedes irte cuando termines.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó.

Ella se detuvo y lo pensó, después asintió y le extendió el elástico dejando caer al mismo tiempo su cabello. Daemon no dudó en tomarlo, sin embargo no pudo esconder una sonrisa naciente.

—Me refería a hornear.

El rostro de Rhaenyra adquirió un tono rojizo, desde sus mejillas hasta sus orejas y parte de su cuello se tiñeron de carmesí. Daemon emitió una risa entre dientes, Rhaenyra pronunció algo inentedible y volteó para dejarle acceso a su cabello. Las hebras albinas caían onduladas hasta su cintura, eran suaves y brillantes. Daemon entendía su confusión, él le había comentado lo acostumbrado que estaba a hacer peinados.

A Helaena le gustaban mucho las trenzas cuando niña, y a él le gustaba mimarla.

Pronunció un "listo" cuando el cabello de Rhaenyra se encontró correctamente peinado.

Las siguientes dos horas Daemon y Rhaenyra se dedicaron a preparar masa de distintas tartaletas, decorar tortas —Daemon solo decoró una antes de descubrir que era realmente malo en eso— y conversar.

Rhaenyra le contó que Luke apenas había salido el año pasado de la escuela y que quizás el próximo año estudiase algo relacionado a mecánica. No estaba seguro.

Daemon le contó sobre sus sobrinos. Que Helaena estaba terminando su especialización, Rhaenyra comentó lo mucho que le gustaría conocerla algún día. Que Aemond tenía un título como licenciado en historia, pero que no profundizó los estudios por temas personales —porque prefería los robos a gran escala—. Daeron aún no tenía una remota idea de qué estudiar y Aegon era un alma libre; DJ de renombre, bartender profesional y animador.

Era una sensación curiosa esa de tener la atención de Rhaenyra, y más aún, que ella mostrase un interés genuino en sus sobrinos.

También conversaron un poco sobre sus vidas, la facilidad con la que Daemon podía hablar de Viserys con ella era acogedora.

Escuchó su nombre pronunciado desde su lugar y no demoró en voltear.

—Tienes harina. . . —Rhaenyra tocó su propia mejilla intentando señalar el lugar manchado.

—Oh —Daemon frotó la zona con el dorso de su mano, ya que sus dedos se encontraban repletos del polvo blanco. Rhaenyra apretó los labios para esconder una sonrisa naciente y negó.

—No, no, acá.

Sus ojos siguieron en cámara lenta el movimiento de su mano cuando se acercó a su rostro. Sus dedos estaban tibios cuando acunaron su mejilla, y no se negó al toque, en su lugar esperó con paciencia mientras su pulgar frotaba con cuidado la mancha de harina. Daemon absorbió la imagen centrada de la mujer a pocos centímetros, sus ojos celestes atentos y suaves no lo miraban directamente, sino que estaban fijos en su piel.

Miles de hormigueos raros se esparcieron como choques eléctricos por su canal nervioso. Su piel quemaba bajo el toque, pero no dolía.

—También tienes haria —Daemon no pudo evitar decir.

Rhaenyra abrió los ojos y tocó su rostro.

—¿Dónde?

—Acá.

Tocó toda la extensión de su mandíbula y mejilla con sus dedos repletos de harina, dejando plasmadas sus cuatro falanges sobre la piel albina. Rhaenyra emitió un sonidito sorprendido, bajo y genuino.

Daemon no contuvo una carcajada que resonó por las paredes de la cocina. Fue libre y amplia, distractora. Ni siquiera tuvo tiempo para procesar los movimientos de Rhaenyra cuando ella estuvo otra vez delante suyo, y entonces su nariz y pestañas, y frente y pómulos, se vieron atacados por una nube de harina.

—¡Vengativa! —acusó.

Rhaenyra no le respondió, y en su lugar una risa provocó un nuevo eco en la cocina. Sus ojos se encogieron y su mano cubrió su estómago mientras exhalaba bajas carcajadas.

Rhaenyra se estaba riendo mientras señalaba su rostro cubierto de harina. Y Daemon necesitó algunos segundos simplemente admirando la imagen apolinea. Escucharla reír era una situación distinta a cualquiera que pudiese haber imaginado, cada suave sonido acariciaba sus tímpanos y ablandaba su corazón, revolvía su estómago y le provocaba un inusual orgullo haber sido la fuente de esa felicidad.

Daemon se movió guiandose por una malicia infantil y atrapó una pequeña porción de harina, sin embargo no alcanzó su acometido porque Rhaenyra lo descubrió y retrocedió entre risas.

—¡No! —ella pronunció.

Y entonces Daemon se encontró persiguiéndola por el espacio libre, dando vueltas alrededor de los muebles y carcajeándose. Descubrió que Rhaenyra era ágil y malvada. Ágil porque realmente se le hizo difícil atraparla, y malvada porque no desaprovechó oportunidades para llenarlo aún más de pequeñas manchas de harina.

Después de algunos minutos Daemon, con la respiración ligeramente acelerada, logró confundirla, apresándola de lleno con sus dos brazos. Rhaenyra emitió un pequeño gritito sorprendido, pero no peleó por alejarse, en su lugar lo abrazó de vuelta, escondió el rostro en su pecho y siguió riendo.

Daemon se meció con ella entre sus brazos, sin contener los retazos de diversión que aún se le escapaban. Rhaenyra eventualmente alzó la mirada, y las comisuras de sus labios extendidas aún revelaban una amplia sonrisa.

Sus propios dedos rozaron una de sus mejillas, dejando un rastro sutil de harina a su paso. Rhaenyra no lo impidió, y Daemon fue consciente del particular revoltijo en su estómago cuando ella sostuvo su mano y la mantuvo presionada sin fuerza contra su rostro.

—Tienes. . . —se escuchó murmurando, cuando su pulgar frotó la mancha que él mismo había dejado ahí.

Rhaenyra estaba entre sus brazos, y era real. Y su sonrisa podría iluminar al mundo entero si ella lo quisiese, porque era genuina, arrugaba suavemente sus ojos, rejuvenecía sus facciones.

Era hermosa. Hermosa. Hermosa.

El dolor que apuñalaba constantemente su corazón se sintió más ligero. No iba a recuperar a su hermano, pero podía imaginarlo tan bien, tan bien a su lado. Él posiblemente le diría que Rhaenyra era demasiado perfecta para un ladrón vulgar como él, y sin embargo le daría concejos.

Cinco años se reducían en un turbulento espiral de dolor. Se reducían a Luthor y su luto, y su terror constante de cómo sería finalmente vivir otra vez en libertad. La frustración de no encontrar trabajo. Sus sobrinos. Incluso Alicent. A él mismo cuestionándose si vivir fuera de la cárcel valía realmente la pena, ¿lo hacía? ¿Trabajar por una paga miserable porque sus antecedentes estaban manchados? ¿Valía vivir por vivir? ¿Para qué iba a vivir si todo lo que poseía estaba quebrado?

¿Tendría que conformarse con lo mínimo? ¿Eso merecía?

—Daemon —Rhaenyra llamó.

¿Por qué tendría que cambiar? ¿De qué le servía si recibiría a cambio una mala mirada solo por lo que sea que dijese un papel?

—¿Daemon?

Daemon parpadeó y observó sus dedos frotando aún uno de sus pómulos. El rostro de Rhaenyra encajaba perfectamente en su mano, era tibio y los pequeños huecos que se formaban en sus mejillas cuando sonreía eran más hermosos que los cuadros más finos que alguna vez robó.

—Nunca te di las gracias —pronunció.

Rhaenyra acarició sus nudillos. Ella había hecho eso mismo una vez cuando Daemon golpeó a Gyles. Gyles la había insultado, debería haberlo matado ahí mismo. Daemon había hecho cosas peores por menos.

—¿Tú? —ella preguntó—. Haz hecho por mí tanto como casi nadie en mi vida. Yo te debo mucho más que un agradecimiento.

Pensó que si la libertad tenía esa sonrisa, Daemon ya no se sentía sobrecogido.

—Te debo mi vida —murmuró—. Te debo lo que soy ahora, y nunca podré terminar de agradecértelo.

Rhaenyra no debía entender la sinceridad cruel en sus palabras. Ella no tenía por qué saber que, muy profundo en el sistema de Daemon, él no mentía. Porque su vida pendía de un hilo delgado el día en que encontró un letrero fuera de una cafetería casi cerrada, y la dueña lo aceptó porque, ¿por qué? A Daemon le daba igual.

—Daemon. . .

—Pero me gustaría. . . —su garganta se cerró, y Daemon tuvo que tragar algo incómodo antes de hablar otra vez—. Si tú estás cómoda con–. . . Con pasar más tiempo juntos —dijo—. Fuera de la cafetería, con Joffrey y Luke, y mis sobrinos. No tengo la intención de apresurar nada, yo, de hecho, tengo mucho tiempo, y los dos tenemos–. . .

—¿Hijos? —Rhaenyra adivinó.

Daemon apretó los labios.

—Tú tienes hijos —acotó—. Yo tengo un zoológico.

La risa de Rhaenyra fue corta, Daemon sonrió. Rhaenyra giró apenas su cabeza y dejó un beso contra la palma de su mano. Daemon sintió las rodillas débiles.

—No era feliz antes de llegar acá, Rhaenyra —confesó—. Y mi felicidad no depende de ti, pero me gusta compartirla contigo. Soy feliz junto a ti. Me gusta estar junto a ti. Y yo no—. . . No me estoy explicando bien, por favor no creas que—. . .

Daemon no pudo terminar su humillante monólogo porque Rhaenyra sostuvo su rostro y selló sus labios.

Daemon vio puntos, y flores, y los sonidos se aislaron, y su estómago se revolvió lo suficiente como para causarle preocupación en una situación distinta. En ese instante no, porque podía saber de lo que se trataba. A su edad ya no se creía capaz de sentir algo así. Era una sensación curiosa, pero no lo definiría como mariposas. Eran dragones, que aleteaban en su interior y revolucionaban hasta la mínima fracción de su ser.

Los labios de Rhaenyra eran blandos, se movían sin prisa, casi con timidez. Daemon fue feliz correspondiéndola, con una mano rodeó su cintura para mantenerla cerca y con la otra aún enmarcaba su rostro.

Dedos se enredaron en el cabello corto de su nuca, las caricias que sobrevivieron lo volvieron peligrosamente dócil. Sintió los labios curvados de Rhaenyra contra su boca, ella sonreía y lo besaba, y sonreía y lo besaba y sonreía. . .

Y lo besaba.

Y no existió nada más, y no deseaba nada más. Ni siquiera hizo el intento de pensar si se había sentido así de bien con alguien más, porque no tenía mente en ese instante para algo que no fuese Rhaenyra.

Rhaenyra acariciándolo. Rhaenyra dejándole pequeños besos en la boca. Rhaenyra sonriendo.

Daemon se apartó algunos centímetros, nada exagerado porque no quería desaprovechar ese acercamiento. Su pulgar frotó la mejilla enrojecida de Rhaenyra, sus narices se rozaron porque Daemon juntó sus frentes. El aliento tibio de Rhaenyra acariciaba sus labios, y cuando habló, estos se rozaron. Un hormigueo agradable permanecía en cada mínima fracción de piel afectada por el tacto tibio de Rhaenyra.

—Me gustas tú —susurró.

Los dedos en su nuca sostuvieron algunos mechones con los que jugó, Daemon los sentía como nada más en ese instante.

—Quizás sea prudente. . . Hablar —ella susurró, depositando un beso amable en la comisura de su boca. Daemon la imitó, besando la piel blanda de su mejilla. Y después besó su frente. Y después su nariz. Y después pensó en qué haría ahora que había descubierto una nueva curiosa adicción.

Rhaenyra abrazó su cintura, sus manos ancladas ahí lo mantenían cerca.

—¿Hablar?

Daemon no se movió, Rhaenyra tampoco.

—Porque también siento algo por ti —ella dijo, destrozando hasta su última barrera, quemando todos sus escudos y volviéndolo tan dócil como un perro manso—. También me gustas.

Había olvidado la última vez que sonrió tanto.

—Sí —murmuró, besando su pómulo—. Hablemos.

Luke iba a hablar, pero fue interrumpido.

Una bofetada surcó su rostro y lanzó ligeras punzadas de dolor por toda su mejilla. Luke apretó la mandíbula. Otra golpe terminó de ladear su cabeza.

—Dos meses —Borros gruñó—. Y no fuiste capaz de decir una palabra. Me dejaste en la mierda, mi mejor corredor disuelto en el aire.

Luke deslizó su lengua por encima de su labio inferior, saboreando la sangre en la herida abierta.

—Me accidenté —murmuró—. Estuve inmovilizado por meses.

—¿Y esa es una excusa para no llamar?

—No tengo excusas —Luke dijo—. Solo espero que me dejes volver esta noche.

Un nuevo golpe dio donde mismo, su boca hormigueó.

Las palabras de Mysaria momentáneamente susurraron contra sus oídos, y Luke se descubrió apretando los puños porque ya sabía, perfectamente bien, que Borros no iba a negarle conducir. Él solo estaba siendo un hijo de perra prepotente; disfrutaba sus cinco minutos de poder delante de sus acaudalados acompañantes, a sabiendas que al final todo lo que tenía era la certeza de que Luke no se iría porque estaba desesperado.

No estaba jodidamente desesperado, tenía un trato.

Sus palmas ardieron cuando sus uñas rasas se clavaron en la piel blanda. Solo debía ser paciente. Solo debía soportarlo, eventualmente se aburriría.

Luke no era malditamente paciente.

—¿Qué te hace creer que te necesito? —preguntó—. Cregan ya tomó tu lugar, lleva una racha impecable.

Solo porque yo no estoy ahí.

Mordió su lengua, relamió su labio inferior.

—Soy más rápido que Cregan —masculló, ojeando alguna zona entre sus zapatos—. Solo he perdido una vez desde que me conoces, y fue a propósito. Sigo tus reglas, hago lo que me ordenas.

—¿Lo haces?

El aire se le escapó en un sonido entrecortado, bajo. Luke no tenía como explicar la rabia burbujeante que corroía su sistema. Asintió sin decir nada, el aire helado sacudió su cabello, los retazos del invierno eran igual de crueles.

—Arrodíllate —Borros ordenó.

Las palabras formaron un eco peligroso en sus oídos. Se separaron y volvierona unir, se desglosaron, letra por letra. Arrodíllate. Sabía que si miraba a los acompañantes de Borros, ellos estarían riendo. Como un monstruo con miles de ojos brillantes, cerniéndose sobre él sin compasión, cruel y malvado.

La sangre inundó su boca porque Luke mordía el interior de su mejilla con demasiada fuerza. El ruido en sus oídos le imposibilitaba entender qué decían los demás. Solo escuchaba murmuros, escuchaba a Borros. Y después se escuchó a él mismo exhalando una nube de vapor porque seguía haciendo frío a esas horas.

Una de sus rodillas tocó el suelo y la tela se humedeció bajo su peso. Tiró del cuero de sus guantes y antes de apoyar la restante los guardó en su bolsillo, negándose a ensuciarlos por esa estúpida orden. Sus ojos se mantuvieron fijos en la superficie mojada.

—Más abajo.

Luke exhaló una respiración temblorosa, y obedeció. Sus manos desnudas tocaron el suelo y los escalofríos lo recorrieron como rayos eléctricos. No quiso pensar en nada, evocó un blanco absoluto que no logró mermar ni un poco la ira helada que inundaba su sistema, pesada y espesa. Apoyó la frente entre sus dedos y permaneció ahí, encorvado.

—¿Qué quieres? —Borros preguntó.

—Correr —masculló, concentrándose en el cemento helado y no en su propia voz.

—No te escuché —dijo, manteniendo un tono peligrosamente desdeñoso—. Repítelo.

Luke inhaló.

—Quiero correr —repitió con sequedad.

Pensó en lo fácil que sería romperle la cara. En que lo haría algún día. Pensó en que él iba a devolver cada palabra por su tráquea, una por una, y que Borros Baratheon pagaría esa humillación con su propia mano. No fue un consuelo, no cuando su cabello tocaba el suelo y las risas a su alrededor formaban un eco estremecedor.

—¿Lo quieres?

—Sí.

—Entonces suplica.

El ruido se volvió un pitido, y el pitido perforó sus oídos, ensordeciendolo cuando pronunció esas palabras. Cuando dijo todo lo que Borros quiso oír y permitió que las caracajadas golpearan la dignidad que ya no poseía.

Incluso después de que todos se retiraran, Luke no se movió. Le tomó al menos cinco minutos recobrar el sentido y lograr recuperar otra vez su propia autonomía.

El silencio mortífero que lo seguía casi podría crear una estática a su alrededor. Y Luke perfectamente habría sido capaz de matar a alguien. Él quería. Necesitaba moverse y no volver a pensar jamás en lo que había hecho. Necesitaba ganar y hacer que su orgullo valiese al menos eso.

Y cuando sus dedos volvieron a estar cubiertos por el cuero cálido de sus guantes, y el manubrio vibró contra sus dedos en un compás estable, él pudo respirar. Fue algo ahogado y comprimido, y se lo llevó el viento porque su casco estaba siendo abrazado a su costado, no cubriendo su rostro.

La línea de partida se volvía más grande delante suyo, y los gritos a su alrededor comenzaban a retumbar en sus oídos como si cada persona tuviese un megáfono apuntandolo. El comentarista hablaba, algunas motod rugían, y él solo podía pensar en sus rodillas húmedas adhiriéndose a su propia piel.

—¡Rey! —alguien vociferó—. ¡Volviste!

Cregan movía su propia moto, los dos avanzando hacia la línea de salida.

—Comenzábamos a olvidarte —él pronunció.

Luke lo ignoró. Cregan notó su inconfundible furia y sonrió de vuelta, la barba incipiente le daba un aire feroz a sus facciones adultas.

—¿Vienes por la revancha?

—No hay una revancha —dijo—. Vengo a ganar.

—No te ofendas, rey —Cregan introdujo la cabeza en su casco y sus ojos negros brillaron a través del visor—. Pero eres el único que opina eso. ¿Viste las apuestas? Nadie tiene fé en ti, nadie está aquí por ti.

Luke se encontró mordiendo el interior de su mejilla, el dolor aclaró lo suficiente su mente como para permitirle simplemente alzarse de hombros. Si lo golpeaba ahora solo lograría ser expulsado de la carrera.
No podía darse espacio para las dudas en ese instante, por mucha razón o por muy errado que Cregan estuviese.

Se colocó el casco, bajó el visor y subió sobre su vehículo.

—Lo veremos —masculló.

Sus guantes crujieron alrededor del manubrio.

En sus oídos solo resonaba su propia respiración, y su aliento tibio formaba una fina capa cálida que protegía su rostro del frío. Solo por precaución palpó su lado convaleciente, además de un hormigueo ligero, nada dolió. Sucedió lo mismo con su tobillo.

Pensaba ignorar todo lo que no fuese la pista, pero no pudo mantener su atención en esta por más de unos segundos. No con el contador anunciando el número diez y luego nueve.

—¡Luke! —Alcanzó a escuchar—. ¡Luuke!

Luke volteó justo para descubrir a Daeron en la primera jodida fila.

Su cabello era un desastre azabache y parte de su ropa lucía desarreglada, probablemente por los tironeos que debió llevarse al pasar hasta ese lugar. Él saltaba y agitaba los brazos, ganándose la atención de todos los conductores en el proceso.

Luke apreció como Cregan se ladeaba hacia él en silencio, y lo observaba gesticulando con una calma tenebrosa. A Luke no le gustó la sensación que hormigueó en su nuca ante la idea de ver expuesto su nombre, pero él no le había dicho a Daeron nada al respecto, así que no podía realmente molestarse. Lo que sí pensaba reprochar era el casco blanco que él agitaba, porque Luke estaba seguro de que no se lo había prestado.

Aemond a su costado le lanzó una mirada malhumorada, pero no intentó evitar el entusiasmo de su hermano.

—¡Haz que ese hijo de perra coma el polvo! —chilló—. ¡Aposté todo nuestro dinero en ti!

—¡¿Hiciste qu–. . .

No pudo terminar de escuchar a Aemond porque el disparo cortó sus pensamientos. Su vehículo rugió cuando aceleró, y el polvo rozó su espalda cuando los dejó atrás.

Luke se vio envuelto por el silencio. La oscuridad no era absoluta porque el camino neón a los  costados de la pista le permitían movilizarse sin dificultad, y se reflejaban en sus pupilas como si fuese la primera vez que se enfrentaba a ese lugar.

La curva estaba lejana, y las únicas motocicletas delante suyo eran las de Cregan y Rhaena.

Luke disfrutó del silencio; el tiempo se relentizó, todo se redujo a un microsegundo. Las motocicletas desaparecieron en una bruma gris y bajo el cielo despejado estaba él persiguiendo la luna que se alzaba justo delante. Grande y brillante, lo observaba todo; él era egocéntrico, por un instante deseó que solo lo observara a él. Que viera como esa noche ganaba ante y frente a todos.

Escuchó su corazón, un único palpitar que pareció demorar ciclos en bombear su sangre, su respiración cálida entibiando el interior de su casco, la vibración de su vehículo.

No deseaba saber en ese instante lo que pensaría su padre si supiese en qué estaba metido. No quería imaginar cómo reaccionaría su madre, mucho menos.

Luke encontró tenebrosa la facilidad con la que podía blanquear su mente a esa velocidad. Había fuego inyectado en sus venas y aceleraba sus latidos hasta un punto siniestro y adictivo. Lo que había extrañado esa sensación no era saludable, y Luke podría no beber ni fumar, pero su adicción a exceder el máximo de velocidad era tan peligrosa como la nicotina o el alcohol.

Borros era una espina, Larys no figuraba, Gyles estaba muerto. Nada importaba. Él podía rebasarlos a todos.

Un dolor agudo y punzante dispersó sus pensamientos y le sacó un siseo. Fue un único golpe, certero y directo contra su pecho. Un alegato que Aemond le había advertido. Luke ya se había recuperado, pero aún mantenía moretones, su costilla seguía magullada y sus músculos habían perdido firmeza.

Luke no temió tener algo grave, ni haberse empeorado la fractura porque esta ya había sanado. Él temió al dolor. La sola idea de volver a pasar por ese calvario acalambró sus dedos. Más motociclistas pasaron por su costado, aprovechando su reducción de velocidad. 

Cruzó la primera vuelta en quinto lugar. Luke descubrió que el silencio esa vez no fue imaginario, y cuando volteó hacia la primera línea de la multitud recayó en los miles de pares de ojos fijos en él; en la oscuridad casi podrían brillar como los de un monstruo. O miles. Su estómago se sintió pesado.

No pudo evitar toparse con una mirada desigual. Él iba con casco, Aemond no sabía que realmente supo que lo había visto, pero lo hizo, descubrió su único ojo lila brillante bajo las luces artificiales. Fue un segundo, fue lo que se tomó para pasar ese primer tramo de gente habitualmente privilegiada. Luke no tenía idea de cómo Daeron había logrado meterse entre ellos sin haber pagado, tampoco lo quiso pensar en ese instante.

Aemond lo siguió con la mirada, Luke apreció el instante de claridad perdido en la diminuta galaxia que era ese único iris violeta.

Por su mente se pasearon como pequeños parpadeos breves imágenes de la noche que bebieron. Desde el sabor al alcohol hasta el aroma a shampoo en el cabello de Aemond cuando se apoyó en su hombro. Sus sollozos, sus dedos helados.

Y su cuerpo tibio cuando despertó en un enredo de brazos y piernas que Luke no pensaba mencionar en voz alta mientras viviese. 

Si vas a correr, gana.

El motor ronroneó bajo su cuerpo cuando Luke maniobró el acelerador, y entonces tuvo que inclinarse hasta estar casi recostado sobre su vehículo para evitar salir expulsado por la velocidad.

Pasó a todos a través de un zigzag pulcro. Quinto, cuarto, tercero, segundo.

Quedó hombro a hombro con Cregan. Su chaqueta de un gris sucio no brillaba, en su lugar absorbía la luz y reflejaba ese curioso lobo que tenía como estampado.

—No vienen por ti.

Cregan lanzó una patada que rozó su tobillo convaleciente. Luke sintió relámpago de dolor entumeciendo momentáneamente su pierna. La rabia ante el golpe ardió, pero Luke no lo devolvió, en su lugar esquivó el siguiente, y el siguiente. La curva se acercaba, peligrosa y mortal. Y cuando el cuarto llegó con toda la intención de voltearlo, Luke se alzó sobre la rueda trasera, logrando que Cregan pasase de largo fuera de la pista.

La tierra se levantó por el derrape que siguió ese arriesgado movimiento, torbellinos de polvo que consumieron su cuerpo. La vuelta fue involuntaria y Luke tuvo que apoyar una mano en el suelo para no caer.

La nube de polvo que dejó fue todo lo que Luke vio antes de rebasarlo.

Se adueñó de la pista, la monopolizó. La brecha de espacio se hizo aún más notoria cuando, habiendo ya cruzado la meta por segunda vez, Cregan no estuvo detrás suyo, sino delante, y Luke supo que le llevaba una vuelta completa de distancia, tornando su victoria algo brutal.

Se vio reflejado en su casco, una silueta oscura y brillante que se cernía sobre él como una sombra maquiavélica. Cregan debió notar su intención casi asesina, porque redujo significativamente la velocidad. Pero Luke no hizo nada en su contra, él solo alzó una mano, abrió y cerró la palma, le mostró su dorso enguantado y dejó su dedo de en medio levantado mientras lo rebasaba, zingzagueando hasta llenar su moto de polvo y tierra.

El insulto que Cregan se perdió con el ruido de fondo.

Luke cruzó la meta con el rugido de la multitud a su costado, los gritos desaforados de Daeron creando eco en sus oídos, el ronroneo de su moto bajo su cuerpo, y Cregan Stark varias cuadras por detrás.

Él pasó de largo, ahogado con su propia respiración. El casco lo apretaba y la chaqueta comprimía sus pulmones. Luke solo frenó alzando polvo en un callejón entre casetas, la moto derrapó y el tropezó al bajar, trastabillando al sacarse el casco. Después los guantes. Luego bajó el cierre de su chaqueta y exhaló finalmente un poco de aire tibio.

Algunos mechones se apegaban a su propio rostro por el sudor que en ese instante helaba sus pensamientos.

El ruido no aminoraba, al menos no lo suficientemente lento, y eso le impidió escuchar los pasos hasta que fue capaz de sentir una presencia a su costado. Por el rabillo de sus ojos divisó el cabello largo y albino

—¿Qué qui–. . .

Luke no alcanzó a reaccionar frente a la mano que voló en su dirección, además de solo parpadear y tensarse. Pero Aemond no lo golpeó, en su lugar él agarró su mandíbula y lo obligó a levantar la mirada, dejando en evidencia su boca maltratada. Aemond giró su cara de un lado a otro y Luke tuvo que enfrentarse a su único ojo visible, helado y liláceo.

La presión en su mandíbula era poderosa. Aemond era más alto, y le gustaba hacérselo saber. Pero no parecía tener una intención violenta, porque no estaba tenso. Él en su lugar solo miraba la herida. Estaba seguro de que si le contaba sobre las punzadas en su tobillo después del golpe de Cregan, Aemond se enojaría por su irresponsabilidad.

Le dijo que sin trucos raros, y él quiso creerse acróbata con ese espectáculo improvisado.

—¿Y esto? —Aemond cuestionó, apuntando los remanentes de la bofetada de Borros.

Luke lamió su labio inferior, Aemond siguió el movimiento.

—Nada —masculló.

Su pulgar rozó la herida, fue algo breve y sutil que aún así lanzó hormigueos adoloridos por la piel sensible. Luke siseó y rodeó su muñeca a modo de advertencia, Aemond ejerció más presión en su rostro. Su boca se sintió abultada y sus mejillas hormiguearon, y su ceño se frunció mientras lo encaraba sin algo más que puro malhumor.

Aemond era helado, tan frío como los peores días de invierno, y su único ojo reflejaba una calculadora violencia. Luke casi pudo reflejarse en su pupila, dilatada por la falta de luz y cercana porque Aemond se imponía sobre él para analizar cada fracción de su rostro como si así pudiese encontrar cualquier otra herida.

—Si te lo tengo que preguntar de nuevo, te sacaré la respuesta a golpes —Aemond juró—. Te dije que no te metieras en problemas, ¿te fallan los oídos?

Lo hizo, entre otra cantidad impresionante de reglas para evitar algún inconveniente en lo que decidía si trabajaría con ellos o no. Él solo había podido ir a esa carrera si accedía a ser acompañado. Aemond juró, y Daeron tuvo que asentir detrás de él, que si se le ocurría correr solo sería la última vez que tocaría una pista.

Luke no le creía, pero no dudaba que Aemond y Daeron eran capaces de secuestrarlo si con eso le impedían ir a la carrera solo. Y necesitaba ir, así que no puso trabas. No pensaba que Aemond realmente tomase en serio incluso el más pequeño rasguño.

Luke fue consciente de su propia respiración tornándose algo más calmado. Eso no estaba mal, salvo por la repentina falta de adrenalina que le provocó un único retumbar en su cerebro. El agotamiento pesó en su cuerpo, Luke sintió sus párpados pesados y los huesos adoloridos, y la mano de Aemond tibia por primera vez. Él no iba a hacerle daño, no mientras, otra vez, estuviese a prueba.

El agarre de Aemond no perdió fuerza hasta que Luke apretó sutilmente los labios antes de hablar.

—Lucerys. . .

—No ahora —murmuró—. No digas mi nombre acá. Estoy bien, fue una bofetada.

—¿Nada más?

—Nada más.

Aemond pareció querer decir algo más, pero en su lugar dedicó otros dos tortuosos segundos a analizar su boca magullada, después asintió sin decir palabras. Los dedos apretando su rostro finalmente lo dejaron en libertad.

Luke sintió esa descompresión como un soplo de aire tibio que debilitó sus rodillas, y antes de siquiera procesar correctamente la situación, su frente encontró un lugar en la curvatura de su hombro. Saber que al menos ahí nadie lo iba a molestar en ese instante evocaba una calma curiosa.

Aemond no se movió, ni siquiera se tensó, Luke pudo escucharlo respirar con la misma tranquila y exhalar un suspiro gruñón, pero se mantuvo quieto. En su lugar, pudo sentir sus dedos presionando su nuca sin fuerza. Luke no tenía cabeza para pensar en robos o venganzas, sus oídos seguían en la pista y las luces aún parpadeaban detrás de sus pupilas. Le pesaban los ojos, sus rodillas mojadas lograban enviar corrientes de vergüenza por su columna, recordándole la humillación que aún palpitaba en su sistema.

Llenó sus pulmones con aire, no tan helado ya que la ropa tibia de Aemond apaciguaba el frío.

—Daemon no estará en este robo.

Aemond se tensó.

—Lo sé —dijo, su voz era suave y mantenía un tono tranquilo—. Sigues a prueba, no cambia nada.

Luke no tenía ganas de discutir algo innecesario.

Luke había ganado, contra todos los pronósticos. Las ofertas a su favor se debían de haber triplicado y eso significaba que Daeron probablemente obtuvo bastante más de lo que apostó. En cualquier instante volvería dando brincos de felicidad, mostrando su botín ganado de una manera pseudo legal.

Inhaló, Aemond jugó con su cabello, Luke se adelantó cuando intuyó que diría algo.

—No —dijo—. Silencio.

—No me hagas callar.

—Eso de preocuparte por mi bienestar es algo reciente —observó—. ¿Logré derretir tu corazón de hielo, Targaryen?

Aemond tironeó un mechón, y Luke sintió la comisura de su boca curvándose.

—Niégalo.

—No discutiré obviedades —Aemond gruñó.

Estaba por comentar algo más, cuando una luz los alumbró. Se enderezó, perdiendo cualquier posible tranquilidad que pronto fue sustituida por una tensión casi habitual. Sus sombras se diluyeron a sus espaldas y, frente a ellos, Luke pudo reconocer la silueta de Cregan apagando el motor de su moto. Él se quitó el casco, su cabello apenas se despeinó cuando deslizó una mano para reacomodarlo, una barba de tres días remarcaba aún más sus facciones.

—Luke —él dijo.

Luke frunció el ceño.

—Es bueno saber tu nombre, ya iba siendo hora de conocerlo.

Cregan bajó el apoyo y dejó el casco sobre el asiento acolchado, luego se acercó. Luke chasqueó la lengua, Aemond a su lado se mantuvo imperturbable.

—¿Luke qué? —volvió a intentar cuando no recibió ninguna respuesta.

—¿Qué te importa?

—Vengo en son de paz —alegó—. Escuché que te esguinzaste el tobillo, ¿fue el que golpeé?

Luke llevó una mano hasta su cara y frotó el puente de su nariz al verse expuesto frente a Aemond. No tuvo que voltear a verlo para saber la mirada asesina que él le estaba enviando en ese instante. Ahora el imbécil no lo soltaría hasta admitir cada mínimo golpe.

—Sí.

—¿Te hice daño?

—No.

Los ojos oscuros de Cregan lo analizaron por algunos segundos, antes de que una sonrisita curvara su boca. Para su sorpresa no encontró ningún deje burlón en sus facciones.

—Las palabras son grátis.

—Pero mi tiempo no.

Luke era un bastardo resentido. Su madre decía que era porque era Acuario; Luke no entendía de esas cosas, solo era un bastardo resentido.

Cregan emitió un sonidito entre sorprendido y casi hastiado, incluso lanzó una mirada a Aemond como buscando una explicación a su mal comportamiento. Aemond todo lo que hizo fue alzarse de hombros.

—Estoy siendo amable, ¿ves? —él levantó las manos en un gesto pacífico—, me preocupo, me dijeron lo de tu tobillo después de la carrera y vine a ver si estabas bien.

—¿Quién te lo dijo?

—Un niño que estaba con Rhaena.

Le tenía que comprar un bozal a Daeron.

Observó a Aemond de reojo, pero él tecleaba algo en su teléfono. Se confió en esa vocecita que le decía que si Cregan realmente tuviese alguna doble intención, su acompañante no mostraría tan poco interés.

—Estoy bien, ya estoy sano —masculló, jugando con el espacio que había en uno de sus guantes. Cregan asintió, y se hizo un silencio en el que paseó su mirada desde él hasta Aemond, quien guardaba su teléfono otra vez en su bolsillo.

Aemond alzó su ceja partida. Los ojos de Cregan se ampliaron.

—¿Los interrumpí?

Luke no entendió, en su lugar la arruga en su entrecejo se profundizó.

—No —Aemond respondió, demasiado rápido.

—Sí —obvió, al mismo tiempo.

Luke volteó hacia él y, otra vez, el único ojo bueno de Aemond podría haberle creado un agujero en el cráneo. Lo miró igual de mal, y al mismo tiempo pudo percibir a Cregan negando con un gesto apacible.

—No se preocupen, yo apoyo a la comunidad y todo.

—¿De qué estás hablando?

—Sí, sí, no deben sentirse incómodos o algo, es el siglo veintiuno  —Cregan agregó.

Su ceño se frunció, Aemond a su lado tenía una mueca igual de aversiva plasmada en su rostro.

—¿De qué mierda hablas? —encuestó.

—Ustedes —con su índice señaló a los dos.

Luke enrojeció.

Aemond palideció. Eso era gracioso porque el tipo ya era pálido.

—Nosotros no–

Alguien se carcajeó. Una risa joven y masculina que interrumpió su rotunda negación y anunció la llegada de Daeron. Él venía muy sonriente. Muy despeinado. Y acompañado.

Luke apreció a Rhaena avanzando en su dirección, y no se sorprendió cuando notó a Daeron caminando a su lado. Él sonreía de oreja a oreja, ni siquiera recayó en la presencia de Cregan hasta que Rhaena soltó ese comentario, y además de una mirada breve Daeron no le prestó más atención.

Daeron cargaba su casco blanco y avanzaba muy pegado a ella. Ella no parecía incómoda, incluso podía decir que su cercanía hasta le agradaba.

—Cualquiera que te viera creería que estás tanteando terreno —ella observó, ganándose un sonidito confundido.

—¿Crees que soy gay? —Cregan preguntó.

—¿No lo eres? —Luke no pudo evitar cuestionar.

—¿Qu–. . . ¡No! —alegó—, estoy casado.

Los tres permanecieron en un silencio inquisitivo.

—Con una mujer.

Para argumentar su punto, Cregan se quitó el guante de una de sus manos y dejó en evidencia una brillante argolla dorada correctamente aferrada a su anular. Incluso Aemond alzó las cejas.

Rhaena pasó a su lado sin prestar mayor atención al hombre, a diferencia de Daeron quien sí se quedó a ojear la sortija. Cregan pareció bastante contento de hablar sobre su esposa, Daeron, por otro lado, estaba más interesado en el anillo.

Luke recibió su mano y la estrechó a modo de saludo, Rhaena le sonrió con brevedad y después frotó el visor de su casco.

—Es la primera vez que traes gente —ella observó—. ¿Quiénes son?

No se perdió la segunda mirada que lanzó a Daeron. Ni la sonrisita que él le regaló de vuelta. Se preguntó si Daeron sabría siquiera lo que hacía antes de intentar coquetear con Rhaena. Se preguntó si sabía quién era Rhaena.

—Daeron es como. . . un amigo.

—¿Como? —él repitió.

—Es un amigo.

—Mejor amigo.

Luke miró mal la sonrisita perezosa que le regaló Daeron.

—Mejor amigo —masculló al final—. Y Aemond es su hermano, se coló.

—Creí que no tenías amigos —Rhaena comentó.

Luke emitió un bufido bajo.

—Yo también lo creía.

La sola frase era irreal, y provocó un eco sutil en su cabeza. Mejor amigo. Él no tenía amigos, Larys se había asegurado de espantar a todos sus cercanos solo por diversión y Luke eventualmente dejó de intentar fraternizar con gente. Luke no sabía cómo tener amigos, ni siquiera entendía la resolución de Daeron por mantenerse a su lado.

Daeron le mostró el dinero en efectivo a su hermano, después a Rhaena. A Cregan le lanzó una mirada rara.

—¿Te conozco? —Daeron curoseó.

Cregan tomó su tiempo para analizar correctamente a Daeron, al final sonrió. Sus ojos oscuros no brillaban bajo la luz de los faroles, él absorbía cada partícula lumínica y se la quedaba para si mismo.

—No lo creo, te recordaría.

Daeron emitió un silbido bajo, pero Cregan habló nuevamente antes de que él pudiese responder.

—Me voy —anunció, subiendo el cierre de su chaqueta—. Adiós, Luke.

La espalda estampada de Cregan se movilizó, y Luke pudo sentirse un poco menos tenso solo entonces.

—También nos vamos —sentenció, lanzando una mirada de reojo a Aemond—. Pidan un Uber, o lo que sea.

—Habla por ti, amigo, a mí me lleva Rhaena.

Sus cejas alzadas se dirigieron hacia Rhaena. Rhaena se alzó de hombros y dijo algo como: "me sobraba un casco". Daeron debía ser particularmente encantador cuando se lo proponía, si había logrado que Rhaena accediese a darle una vuelta.

—¿Puedes llevar a Aemond? —Daeron pidió—. Los Uber son caros, y a ti también te sobra un casco.

Luke no pudo alegar nada, porque tuvo que atrapar en el aire el casco estampado que Daeron había llevado sin preguntarle. El bastardo debió meterse a su habitación a buscarlo.

Daeron se despidió agitando una mano y Rhaena solo formuló un ademán ligero de cabeza en su dirección.

—¿Cree que soy un taxi?

—Los taxistas cobran más barato —escuchó a Aemond decir, Luke solo blanqueó los ojos—. Déjalo, iré caminando.

—Son casi tres horas caminando desde acá.

Aemond se encogió de hombros, y Luke pudo saber que el sujeto hablaba jodidamente en serio. Le robarían el dinero que no tenía antes de llegar al edificio, o algún traficante de órganos lo secuestraría y entonces quedaría en su maldita consciencia.

Le extendió el casco. Aemond lo tomó.

Luke pensó, durante el trayecto a su casa, que el calor de las manos de Aemond se podía sentir incluso a través de su ropa. Y que con los dedos extendidos él perfectamente cubría todo su estómago.

Luke pudo ver la sonrisa malvada de Aemond oscureciendo sus ojos antes de que la puerta se cerrase de golpe frente a su nariz.

Luke escuchaba murmullos al otro lado de la puerta. Los Targaryen debían estar burlándose de él, y él lo estaba permitiendo. ¿Por qué? Debería simplemente haber golpeado a Aemond por atreverse a cuestionarlo, y en su lugar dejó que el maldito le cerrara la puerta en la cara bajo un único argumento:

"—Tienes ganzuas, úsalas."

Al tipo le debió pegarle en el orgullo que Daemon le hubiese dado el set de Viserys a él.

Y ahora Luke estaba derrotado, buscando su quinto tutorial en YouTube porque no tenía una jodida idea de cómo manipular esos aparatos. Ya había intentado seguir al menos a tres sujetos diferentes, y no había logrado más que un pequeño crujido.

Bien, les jodería la puerta como venganza.

Masculló un insulto bajo, enojado, malhumorado, que perfectamente habría ofendido a algo vivo. La puerta era un objeto inerte, no iba a enojarse por recibir esa clase de vulgaridades.

Él podría estar haciendo algo productivo en ese instante. Jace iría por unos días

Luke estaba en su sexto intento cuando alguien carraspeó a su costado, provocándole un brinco porque no se había percatado de la presencia hasta ese instante.

—¿Necesitas ayuda?

Observó a Aegon. Aegon lo observó.

Aegon estaba cubierto en vendas, sus antebrazos, cuello y mejilla tenían parches, la ropa que llevaba era holgada y una pequeña bolsa colgaba de sus dedos. Luke apreció las ojeras que abarcaban una cantidad tenebrosa de su rostro, y su cabello albino corto hasta las orejas lucía despeinado, pero no sucio.

—No, gracias.

—Parece que tienes un problema ahí —él dijo, indicando con su índice la puerta cerrada.

—No es lo que parece.

—Parece que estás tratando de forzar la puerta.

Luke sintió un calor culpable instalándose en sus orejas, pero Aegon no parecía enojado por haberlo pillado.

Él palpó sus propios bolsillos, abrió su chaqueta y buscó algo en el interior. Un estuche de cuero, limpio y notablemente nuevo en comparación con el suyo.

—A Aemond le gusta mandar —Aegon dijo, sacando en el proceso tres delgadas herramientas—. ¿Puedo?

—Aemond me dijo–. . .—intentó, deteniéndose en su excusa cuando Aegon formó un ademán desinteresado.

—A Aemond le gusta poner reglas —dijo—. Al final es el más tramposo de los cuatro. Déjame, le diré que fuiste tú.

Devolvió la mirada hacia la puerta, lo pensó y se puso de pie, permitiendo el espacio a Aegon.

Él solo empleó dos minutos para forzar la puerta. El clic resonó en medio del silencio y entonces Aegon esbozó una sonrisita orgullosa.

No podría asegurar cuánto tiempo exacto había pasado desde la última vez que mantuvo una conversación con ese sujeto. Probablemente nunca, porque Luke prefería evadirlo. No lo conocía lo suficiente, solo sabía que al parecer buscaba la sobriedad. Y que lo primero que escuchó decir al conocerlo, fue que era un huérfano a medias.

—Entraré ahora, gracias —anunció, guardando una por una cada delgada herramienta. Lo alcanzó a ver asentir, sin embargo antes de que Luke pudiese avanzar hasta su propia casa, Aegon se adelantó un paso.

—Espera.

Luke se detuvo, ojeó la expresión complicada de Aegon en un silencio tácito.

—Tengo una lista —él dijo, palpando todos sus bolsillos antes de sacar un pequeño papel arrugado—. Son algunos pasos que debo seguir y. . . Esas cosas. Hay personas, varias personas, con las que me debo disculpar y de ser posible reparar daños.

Los dedos de Aegon temblaban de una forma sutil, y el papel formaba pliegues delatando la fuerza con la que lo apretaba.

—No me has hecho ningún daño —observó.

Aegon asintió.

—Quizás no físico, pero sé que lo que dije cuando Daemon nos sacó de la comisaría no fue correcto.

Luke apretó los labios y Aegon se balanceó sobre sus talones.

—También entenderé si no quieres aceptar–. . .

—No, está bien —dijo, apreciando una ilusión casi infantil apoderándose de la mirada cansada del sujeto. Aegon levantó las cejas.

—¿De verdad?

Una de sus manos frotó su propia nuca. Entre esforzarse por encontrar cosas que odiar de un sujeto al que apenas conocía, a simplemente dejar pasar una situación hace meses, Luke prefería lo segundo. Tenía cosas más importantes de las que preocuparse.

—Sí —asintió, esbozando una sonrisa incómoda—. Somos vecinos, y le caes bien a mi hermano.

—También le caes bien a mi hermano —Aegon comentó. Luke no tuvo que adivinar para saber que se hablaba de Daeron. Él carraspeó y agregó—. ¿Entonces todo bien?

—Supongo —Aegon asintió—. Pero si dices algo así de nuevo, te romperé la cara

Él emitió una risa entre dientes y asintió. Una curiosa sensación de bienestar lo absorbió a él mismo. Al menos ya solo tenía problemas con un único sujeto en esa familia loca. No incluía a la hermana de Daeron, Helaena, porque no la conocía.

Luke entró primero, y lo primero que vio fue una ceja partida arqueada. El ojo de Aemond mantenía un brillo malicioso y su boca estaba curvada. Sentado en la mesa se encontraba también Daemon, habían tres sillas más completamente vacías. Luke le regaló una mirada desdeñosa a Aemond. Daeron hablaba sobre algo con Daemon y apuntaba números con un plumón en una pizarra blanca.

—No creo haberte dicho que podías recibir ayuda.

Aegon avanzó a su costado, quitándose el abrigo en el proceso. Su cuello vendado quedó a la vista. Probablemente varias cicatrices resultarían de esas heridas.

—La abrió él solo.

—¿Lo hizo? —Daemon curoseó.

Luke observó sus propios zapatos y asintió, suplicando por que su cuello no estuviese rojizo.

—¿Qué importa si lo hizo? —la voz de Daeron sonaba una octava más aguda—. Este robo es un fracaso, mejor solo vamos a un banco, escapar a pie de la policía sería más sencillo.

—¿Qué sucede?

Daeron golpeó la pizarra con un dedo, y Luke la observó mientras se sentaba a un costado de Daemon. Aegon encontró su lugar al lado izquierdo de Aemond. Descubrió que no eran números aislados, sino cálculos. Cálculos grandes. Cálculos de dinero.

—Nos faltan al menos otras quinientas mil libras si queremos hacer este robo.

Luke tosió. Fue el único impresionado por esa cifra.

—¿Al menos? ¿Y el dinero de las apuestas?

—Lo gasté, no eran más de seis mil —Daeron escribió algo más en la pizarra—. Mis computadores se quemaron en el incendio, necesitaba nuevos.

—¿Nuevos? ¿Más de uno?

Daemon era el único entretenido. Él debía encontrar graciosa su ingenuidad producto de su propia pobreza. Daeron lo notó, porque detuvo los rayones y tapó el plumón.

—Para poder hackear lo que necesito hackear, o para hackear cualquier cosa, necesito al menos cinco —dijo—. Se necesita dinero para poder robar, Luke. Necesitamos material, planos, equipo avanzado y mucho tiempo, especialmente con este asalto.

—Aún tenemos los ahorros —Aegon acotó, ganándose la atención de los cuatro—. Se supone que están escondidos. Ahí tendríamos que tener al menos un millón.

El silencio se hizo, y por algún motivo fue tenso. Luke notó que los cuatro se miraban entre ellos. Daemon carraspeó y Aemond se acomodó mejor en su asiento.

—Ochocientos  —Daemon dijo—. Gasté mi parte.

—Seiscientos  —Aemond agregó por lo bajo—. Cole sabe dónde está mi parte, también debe haberla robado.

Nadie habló, como si el aire de pronto estuviese cargado ante la mención de Criston Cole. Aemond observaba la madera como si fuese la octava maravilla, y Daeron observaba a Aemond como si quisiese estrangularlo.

—Descontando lo de Helaena, tenemos cuatrocientos —sentenció—. Sabríamos cuánto nos falta si nos dijese a quién se supone que vamos a robarle.

—Estaba esperando a Luke.

Luke se permitió una sonrisa breve cuando Daeron le guiñó un ojo, y entonces se apoderó de una parte generosa de la pizarra al escribir un solo nombre. Nombre y apellido. Los Targaryen jadearon. Luke sintió un escalofrío premonitorio.

—Le vamos a robar su fortuna a uno de los magnates de Inglaterra —Daeron presentó—. Con tantos millones como cabellos en su cabeza, una futura carrera política e inversiones en las empresas marítimas más grandes de Europa. Uno de los empresarios más jóvenes y polémicos, dueño de exportadoras, activo inversionista, modelo y lo que sea que el bastardo desee. Las redes lo aman y las noticias lo odian.

Daeron subrayó el nombre.

—Dalton Greyjoy.

D&L

En la escala de michis que hice hace diez minutos, ¿qué tal les pareció el capítulo?

La aparición de Dalton Greyjoy nos abre a un nuevo arco, pongámosle arco tres: robo al millonario. Y con esto deseo aclarar unas cositas sobre la historia.

En primer lugar no habrá Jacegon, pero no es sorpresa considerando los indicios del Jaelena en el fic.(?)

En segundo lugar no habrá un harem de gente enamorada de Luke; no habrá ni menciones ni nada de Luke × cualquier otro wacho que no sea Aemond, no porque no me gusten las ships, sino que porque de eso no va la historia.

¿A qué voy? Acá no habrán triángulos amorosos, tampoco es que tenga algo contra ellos, sino que directamente porque la historia es sobre el desarrollo del romance entre Luke y Aemond, si entre ellos dos ya es lenta la cosa, considero innecesario introducir a un tercero.

Lo que sí habrá es otra pareja homosexual, pero decir quiénes son sería spoiler, como pista puedo decir que los dos personajes ya han sido mencionados en la historia.

Otro spoiler, porque sé que quizás quedaron con el coraje en la garganta, Luke tendrá su venganza contra Borros, pero falta. Prefiero desarrollar correctamente la historia que precipitarme, eso significa que quizás no todos los capítulos sean tan emocionantes, pero todos son importantes y contienen detalles.

Por cierto, el 21 publicaré un one-shot, regalo de mí para mí porque estaré de cumpleaños JAJAJA.

Me retiro, les dejo besos, muacmuac.

El próximo capítulo sí es emocionante.

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