Capítulo 6 "Reencuentro"
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FLASH OFF
Capítulo 6 "Reencuentro"
En realidad... el resplandor venía de ella... y si yo brillaba... era por el reflejo de su calidez sobre mí.
Con sumo cuidado, la llevaba sujeta de cintura y espalda, vigilante de sus pasos, suaves e inseguros. Descalza, en aquel piso tibio. Era la hora y el clima perfecto para sacarla a tomar por lo menos un poco de aire.
—¿Quién dijo que no habría mar en este verano? —Preguntó suave pero audible, muy cerca de su oído, tratando de hacer de aquel momento, una experiencia que recordar con una sonrisa.
—La misma a la que su enfermero le puso un traje de baño. —Lo miró ciertamente apenada, de pensar que hasta en esos pequeños detalles, era incapaz de valerse por si misma.
—Es la ventaja de ser un enfermero particular —sonrió animoso, para que no perdiera la sonrisa que recién recuperó, luego de sentirse frustrada de no poder atar por si misma los listones de su corpiño blanco. No había duda que la inseguridad que su condición le propiciaba era notoria, no quería que la viera... de ninguna manera, obligándolo a salir de la habitación para cambiarse, hasta recientemente que tuvo que aceptar que se quedara para ayudarla.
—Con cuidado... —la sentó despacio, a la orilla de la piscina, en donde sumergió los pies y empezó a moverlos delicadamente.
—Está caliente...
—Claro... la mandé llenar de agua caliente. —sonrió satisfecho.
—Oye... que no son aguas termales... —sonrió divertida.
—¿Quieres entrar?
—Creo... que no podría sostenerme... —bajó la mirada apenada, de pensar en todo el esfuerzo que significaba planificar una actividad así y echarla a perder.
—Yo solo te pregunté si deseabas entrar... —la miró y de un paso se dejó ir al agua, sumergiéndose entero al instante, para salir y sacudirse un poco el cabello hacia atrás. —Lo demás corre de mi cuenta... —se acercó lo suficiente, para tomarla por la cintura, a lo que ella se resistió un poco, temerosa, de no poder controlar sus movimientos bajo el agua. —Confía en mí... —profirió suave, con lo que fue rodeado por el cuello con los brazos, afianzándose a él.
Acto seguido la haló hasta perder toda distancia, terminando cargándola en brazos bajo el agua, para al mismo segundo, buscar sus labios en una sorpresa. Al sentir el contacto, la mano frágil que se aferraba a su cuello, se deslizó sin perder el contacto de las puntas de sus dedos con su piel, hasta la mejilla, que acarició suave con el dedo pulgar.
—...Gracias.
—No las des... —Dio una vuelta despacio, arrullando el agua a su alrededor, poniéndola ligeramente nerviosa.
—No me vayas a soltar...
—Ni muerto... —Tal vez... el adjetivo que uso no era el predilecto para la ocasión, ya que la respuesta de ella, lo desmoronó de un soplido.
—La que va a tener que soltarte pronto, soy yo...
—Fue error mío... —trató de borrar sus palabras, pasando por encima de las dichas por la Yuuki, no quería ni pensar en que en algún momento en verdad... sus manos dejaran de tener la fuerza para tomar las suyas. No iba a permitirlo.
—Por favor... déjame ya descansar...
—¿Quieres que te lleve de vuelta a la habitación?...
—Sabes de lo que hablo... —acarició con un poco más de presión sobre el rostro amado, sintiendo al instante las lágrimas de frustración deslizarse sobre su dedo, provenientes de los orbes grises que tanto amaba.
—Lo lamento tanto... pero no puedo... te dije que lo conseguiría... —sonrió en medio de las lágrimas, alejando el semblante dolido, que permaneció solo en sus ojos que no dejaban de gotear.
—Por favor... no llores... —lo haló hacia ella, juntando su ojo derecho a la mejilla izquierda de su amado, que enseguida la tomó del mentón para besarla con firmeza y devoción, con lo que ella cerró sus ojos, dejándose llevar.
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Como si la luz se hubiera ido con ella, las paredes le parecían pálidas y sin gracia alguna, sin impedirle a su mente que recreara el momento en que las macetas repletas de flores, adornaban su camino, dentro de aquella mansión, el lugar que con tanto trabajo y el fruto de sus investigaciones habían conseguido entre los dos. Ellos que nunca fueron ostentosos... solo por esa vez... querían correr como locos, dueños de todo aquello y saltar a la alberca sin permisos de ningún guardia de seguridad o salvavidas de piscina pública, al pasar de su pequeño apartamento en América, en donde la vivían corriendo de los vecinos escandalosos y con sus propios problemas, tras las miles de puertas del edificio al subir y bajar escaleras.
Misma laguna, que ante sus ojos perla, yacía vacía y recolectando suciedad que con el tiempo, había coloreado su fondo de tonos de café y negro. Al haber sido prácticamente abandonada... cuando en un arranque de ira por toda la complicación de la situación de su amada, se deshizo de todos los colaboradores.
Quedando justo como estaba ahora... solo, en medio de aquella gran casa, que era enorme para una sola persona.
Aunque ahora... el par de ojitos verdes que le siguieron los pasos, parpadeaban, mientras el niño de cabellos rubios, lo miraba, esperando el momento en que su padre, decidiera que era suficiente, como siempre ocurría, visitaban la antigua casa, miraba un rato hacia la alberca vacía o se paseaba entre las habitaciones, tumbándose un rato en las polvorosas camas, comportamiento al que se había acostumbrado, por lo que decidió sentarse en el mismo rectángulo que conformaba adornos en la cerámica del suelo, movía los pies cuyos zapatos tenis, tenían una cinta suelta. Al notarlo, sacó la lengua, mientras el semblante de decisión y diligencia se posó en su rostro, para desamarrar la agujeta y volver a atarla desde el inicio.
—Yujio... —la voz de su padre lo alertó, por lo que se puso en pie, esperando sus indicaciones. —Aún tenemos tiempo de ir por el helado que te prometí... —volteó a verlo, con aquella mirada enrojecida por el llanto que buscaba escaparse, pero tras un par de parpadeos y forzar la sonrisa, logró controlar.
—Como usted diga... Pa... —juntó los labios entre sí, con fuerza, cual la palabra no se deslizara con naturalidad por ellos.
—Jaja... no debes esforzarte en eso... —Caminó hasta él, la figura masculina y al alcanzarlo, le despeinó. —Ya lo sabes, Kazuto-san... o Papá-san... como tú quieras.
Sus palabras resultaban el mejor regalo que pudiera brindarle, más allá del helado que por sabroso, se le hacía agua la boca. Pensar en poder llamar a aquella persona... con quien tan bien la pasaba... y lo había rescatado de la soledad en que se sentía sumergir en aquel orfanato... en que los años pasaban y veía partir a los demás niños más chicos, lo había escogido a él... ¡A él!
—¡Mm! —asintió tomando con confianza y alegría, la mano, que su padre le ofreció, para soltar una pequeña carcajada, al sentirse elevar hasta los hombros del hombre, donde lo sentó. —¡Está altísimo! ¡Puedo ver todo desde acá!
—Jaja... Mis hombros... los hombros de papá, te llevarán tan alto, que nada podrá tenerte.
—¿Ni los árboles grandes?
—Podrás hasta con un cedro enorme. —respondió, al pensar que la vida era absolutamente maravillosa, al brindarle la oportunidad de realizar uno de sus sueños... regresarle a su amigo... su mejor amigo todo lo que él le dio... y que no pudo corresponder, tanto como él necesitaba... y todo gracias a su amada, con quien meses atrás, tras enterarse de su enfermedad, habían decidido que un pequeño en sus vidas, aunque no fuera de los dos... serviría como alegría del hogar.
Fue entonces cuando la idea que cruzó por su mente, lo sacó de balance. Lo había... había un niño al que deseaba más que él le brindara felicidad, él dársela con creces, aunque fuera como un legado...
El ventilador estaba a todo lo que daba sin despegarse de su rostro, cuyos cabellos oscuros volaban empujados con fuerza por el aire producido por las aspas.
—¿Entonces... no te parece extraña mi idea?...
Dirigió su mirada a los orbes ambarinos de su amada, sobre la que reposaba en regazo.
—A decir verdad... creo que es bastante interesante...
—¿Interesante?... más bien, me gustaría que dijeras que es lindo... creo que te expresarías de esa manera...
—Jaja... baka... lo que quiero decir... es que ese niño nos necesita... ¿Pero dónde podremos encontrarlo?...
—Es cuestión de hablar con la persona adecuada —sonrió, mostrándole los dientes.
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Cuando lo vi... no podía creerlo... era él... Eugeo...
Crecido hasta los 5 años en un Orfanato en las afueras de Inglaterra... junto a otros cientos de niños de los que fueron escaneados los Fluctlights... para la creación y mantenimiento de UnderWorld...
Entonces... si de ese niño... fue copiada el alma de Eugeo... significaba que era él... ¿No es así?...
Me miraba con espanto y se escondió tras del sofá de la habitación de visita.
Tuve que calmarme por mi mismo y acostumbrarme a la idea... de que por fin... podría darle todo lo que necesitaba.
Sin embargo...
El día en que lo recibí por fin... fue el mismo día en que Asuna entró en coma... Por lo que aunque quise darle una madre... el asunto aún está pendiente...
Vivimos ahora en un pequeño apartamento, donde los controladores de la máquina principal que mantienen funcionando el mundo donde se encuentra Asuna, yace anclado a mi computadora y puedo controlar su ubicación.
Esa noche... sería la primera vez... que probaría el uso del Chip cerebral... para poder entrar a ese mundo, en aceleración.
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El niño de ojos esmeraldas, yacía viendo la pantalla de televisión sobre la pared de la sala de estar, mientras comía de un gran tarro de helado, sintió la mirada de su padre sobre él, por lo que volteó, Kazuto le sonrió, mientras tenía una jeringa con aguja, bastante prominente, escondida con su mano, tras su espalda.
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Al mismo tiempo, la pradera donde yacía la cabaña de The Flash yacía bastante húmeda. Los días soleados parecían haber sido borrados del sistema, mientras que el agua, se acumulaba con gran fuerza entre cada recoveco del suelo.
—Esto es un diluvio... —mirada desde la ventana Shiro.
—Exagerado... un poco de agua, reanima.
—¿Un poco de agua? ¿En serio? —arqueó una ceja.
—Eres un bebé...
—Claro que no, lo que pasa es que tú estás loca...
—¿Eh?... —decidió no continuar con la conversación. Él siempre había sido tan bueno y con un comportamiento intachable, pero días para atrás, no notaba más altanero, lo que le preocupaba. ¿Sería acaso que seguía tratando de desvincularse del recuerdo de Kirito? —¿Qué tienes?... —preguntó cual no le tomara demasiada importancia, pero tratando de conseguir información.
—¿Sonó muy horrible, verdad?... —la miró, sintiéndose terrible por su recién comentario.
—Sabía que algo tenías... ¿Esa es otra de las pruebas para tu nueva personalidad?... —se sentó a su lado, por lo que él la miró incrédulo de haber sido descubierto.
—¿Lo Sabías?...
—No eres un cretino ni un payaso... y las cosas que haces últimamente están fuera de ti... lo que debes hacer es simplemente ser tú... hacer lo que quieres y decir lo que prefieres, no copiar las lenguas de nadie más.
—¿Qué diría?... —bajó la mirada apenado. —¿Qué diría él en un momento como este?...
—¿Él... quién?... —sabía perfecto de quien hablaba, pero lo había decidido, el parecido con su amado era solo levemente físico... nada más, por lo que no esperaría nada parecido de él.
Ante la respuesta con otra pregunta de parte de Asuna, Shiro, sonrió de lado. —Supongo que si quiero reir, reiré y si quiero llorar... lloraré.
—¿Por qué quieres llorar?...
—Solo dije que si quisiera lo haría... —sonrió.
—Ay... —se rio igual
Estaban disfrutando de la plática, cuando la electricidad falló en la cabaña, las luces parpadearon y se apagaron.
—Y eso que dijiste que era poca lluvia... —se burló, buscando tomarla de la mano, hasta encontrarla. —Es para que no te pierdas.
—Gracias por pensar en mi jaja... pero créeme no me perderé de aquí a abrir la puerta de mi casa para revisar el exterior.
—Eres muy fuerte...
—He aprendido que tengo que serlo. —Contestó sin perder la ligereza de palabras, mostrándose segura.
—Y... ¿Debemos... revisar?... —preguntó sin soltarla, impidiéndole avanzar más.
—¿Eh?... —volteó en su dirección, divisando su silueta en la oscuridad.
—Perdón... —mencionó, para avanzar dos pasos que se escucharon en las tablas, hasta atraparla contra la pared.
—Shiro...
—Dijiste que hiciera lo que quisiera... —Susurró cercano a sus labios. Podía sentirlo... tan idéntico a su amado, que era extraño y relajante a la vez. ¿Debía permitirlo?...
No impuso resistencia...
Cuando se sintió estremecer por el contacto de sus labios lo comprendió... se habían besado por segunda vez... pero esta vez... no serían interrumpidos... e iba a hacerlo... porque lo quería...
Correspondió...
Sintiendo entonces como las manos masculinas se posaron en su cintura, acercándola a él de manera inseparable y perteneciente. Mientras la lluvia arreciaba sobre el techo, dando la impresión de que su fuerza provenía de los sentimientos desatados, expresados en los besos que pronto abandonaron sus labios y se enredaron en su cuello, llevándola a abrir los ojos, para inmediatamente quedarse quieta...
La ventana estaba abierta y de ella...
Su amado, Kirito-kun... había entrado, cubierto por una enorme capucha negra, cuyo rostro se alcanzaba a distinguir por los rayos de la luna que lo iluminaban.
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Continuará...
Dios... me ha dado un resfriado tan fatal que me tiene delirando la fiebre, pero tenía que escribir esto... jajaja mi musa loca se pasó esta vez, mira que poner a mi bebé viendo como Shiro y Asu se dan amor...
¿Y qué les pareció Yujio?
¡Mucha fumadez? Jajajaja
Si leyeron... ¡Gracias!
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