Capítulo 4 "Despertar"
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FLASH OFF
Capítulo 4 "Despertar"
Era sencillamente imposible... De continuar así iba a terminar ahogándose, pero... la fuerza de voluntad siempre fue su mayor aliada.
La tenía rodeada... entre sus brazos... sintiéndola a su lado como tantas veces soñó volver a sentirla, pero igual de temeroso que la primera vez al separarse... Sabía cuando el amor podría llegar a doler, al haber perdido al ser amado, arrasaba con las ganas de vivir y los motivos para luchar. Por lo que debía estar ahí... para apoyarla y sostenerla, no importaba más.
–¿Confías en mí?...
–Confío plenamente en ti...
–Entonces aguarda...
Como un soplido de viento que aleja una hoja que se desprende de su rama, el acercamiento terminó. Cuando volvió en sí, el agua le entró por la nariz y la garganta, obligándolo a desear sentarse en busca de oxígeno, precedida de arcadas nauseabundas, que ayudaron a despegar sus vías aéreas con el ceder del líquido por los túbulos a su alrededor. Tosió demasiado, hasta quedarse tranquilo, despegó los cabellos crecidos de su rostro y observó la base en la que yacía sentado.
El nido de cables que lo ataban a la máquina en el recorrido de su columna hasta los laterales de su cabeza, le hizo ver y sentir que había regresado a la realidad. Sus manos eran sus manos... y sus piernas, eran sus piernas... vestido enteramente por aquel uniforme oscuro ceñido a su figura, que al momento solo encontraba su función en cubrir las partes de su cuerpo que no conectaban con la máquina.
–¡Papá! –Lo recibió una pequeña de larga cabellera oscura. –¡¿Pudiste?! ¡¿La viste?! –la figura holográfica que representaba a la niña, se distorsionaba en pequeñas rayas por segundo.
–Fueron solo unos segundos... –apretó los puños. –Entrar sin el avatar es demasiado... me va a explotar la cabeza... –cerró los ojos con fuerza.
–Enseguida mandaré a pedir que te pongan un analgésico... –lo miró preocupada. –Por el momento debes salir... con esta son dos veces que la contactas... la primera vez te dijeron que no era posible otra más...
–Lo sé... Pero Yui... mamá... gritó mi nombre... de una manera tan triste que no pude evitarlo... Por un momento... ella vio en el Kazuto de blanco... a mí... porque mi consciencia despertó por unos segundos...
–¿Qué?... ¿Fue por eso que te desconectaste y entraste nuevamente sin el avatar?
–Así es...
–¿Pero no se supone que eso es bueno?... Que ella tiene que encontrarte en ese nuevo avatar...
–Tal vez... ya no estoy tan seguro de seguir con ese plan adelante... Porque... aunque sea yo... es como estar bloqueado... no veo ni recuerdo nada de lo que hace... es como si fuera otra persona...
–Papá... Pero tienes que continuar... –lo miró decidida, por lo que Kazuto le sostuvo la mirada, encontrándose perla con perla. Se notaba como los años hacían diferencia entre su yo real y el avatar que lo representaba en el juego. Un par de pequeñas líneas de expresión marcadas bajo sus perlados ojos y los cabellos crecidos más allá del filo de su mandíbula, escurrían aún aquel líquido.
–Yui... –asintió. –Volveré porque el Kazuto de blanco debe seguir tirado en el suelo...
–Sí... para la próxima logra que te despierte por completo en él...
–Lo haré... –volteó hacia la cámara de al lado, una cápsula idéntica a la en la que estaba sentado él. Cerrada. Donde los largos cabellos avellana, se observaban flotantes en el líquido. Para dar paso a una vista panorámica, donde se desplegaban miles de los mismos.
Entonces se dejó caer nuevamente sobre el asiento, viendo la cápsula cerrarse frente a su rostro. El líquido volvió a inundarlo todo, mientras la corriente recorrió su espalda como una llamarada de gasolina, arqueándolo por reflejo, que cual choque eléctrico de desfibrilador, lo despertó en el otro mundo.
Efectivamente, estaba tirado en el camino, con varias personas a su alrededor, que retrocedieron al verlo reaccionar.
Sus cabellos habían vuelto a la claridad que le caracterizó desde su primer aparición.
Entonces pareció recordar... su último cruce de palabras con Asuna, por lo que corrió en la dirección en que la vio huír.
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Cual el viento se lo hubiera llevado como un ave que emprende vuelo, había desaparecido, dejando aquel vacío en su espalda que rápidamente se apoderó de su pecho, obligándola a ceder ante el dolor de perderlo nuevamente, sin embargo... la esperanza había renacido... él estaba en algún lugar... –levantó la mirada al cielo, tratando de entender, pero no encontró más que nubes cargadas de deseos que en forma de gotas, empezaron a caer suaves sobre la tierra y su rostro, el cual, al bajar al frente nuevamente, se encontró con la persona que en un principio buscaba, el chico de cabellos claros del que había querido deshacerse.
Caminó hasta pararse a su lado, mientras él la miraba con cierto temor, sobre lo que estuviera pensando hacer.
Estoy contigo... siempre estaré contigo... no lo dudes... y sigue adelante.
Las palabras de su amado comandaron sus actos. No buscaría un por qué, ahora comprendía que todo eso tendría un sentido... en algún momento.
–¿No vas a llevarme a casa?... –preguntó sin más, a lo que él abrió grandes los ojos, sorprendido.
–Claro que sí... Asuna-san...
–Asuna... ya me llamaste así antes... –le sugirió y emprendió camino, por lo que el joven, caminó tras de ella.
Había perdido su camino, durante mucho tiempo... pero ahora estaba segura de poder recobrarlo.
Desde la primera vez que vio a Kazuto sabía que algo andaba mal... pero ahora se preguntaba si era posible que alguna vez su Kirito-kun se hubiera sentido así... solo... con el reflejo de ella frente a frente... no quería pensar que hubiera pasado por tal sufrimiento, sin embargo... podía compararlo a una cosa...
Su pérdida de memoria debido al robo por el augma... el rostro del joven al recién verla se lo había recordado... quizás por eso lo asoció, la experiencia distinta pero el mismo semblante de tristeza...
No quería pensarlo... al hacerlo el aire se anudaba en su garganta, dándole la sensación de ahogo, el dolor de no poder pasar nada, un obstáculo infranqueable, pero que con un par de golpes de pecho, podría superar... un poco. Después de todo, pensar en su amado, aunque casi siempre la llevaba a derramar lágrimas, también le recordaba que las mejores cosas en la vida, había tenido oportunidad de experimentarlas.
Y no era la primera vez que se sentía así...
Lo amaba... de eso no había duda alguna. Al verlo su corazón sonreía.
Pero...
No podía evitar pensar... que mucho más allá de aquel enamoramiento que sentía... la razón de ser... el motivo principal... no estaba...
¿Cómo podría amar a alguien que no recuerda haber conocido?... Hasta donde sabía... aquel chico hermoso, había sido su acompañante y su amor por mucho tiempo, pero... aunque conociera la flor que había germinado entre los dos. La semilla no estaba, haciéndola sentir anidada en una tierra vacía, donde podría sentarse a escarbar horas y horas, pero no haría más que ensuciarse las manos, sin un propósito real. ¿Qué era esa tierra?... ¿Quién era él?...
¿Quién era él?...
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No lo comprendía... ¿Sabes donde nos vimos la primera vez?... ¿Sabes por qué te cite en la oscuridad?...
Preguntas que él, extrañado contestó, como si fuera algo obvio o un juego de su parte.
–Olvidé todo lo ocurrido en Aincrad...
Las palabras... aunque duras, salieron de su boca, como la verdad, destrozando la seguridad y el interior del joven en el segundo de ser pronunciadas.
¿Qué hacer?... ¿Por qué estaba pasando esto?...
La respuesta para ese momento era desconocida y asustaba... los doctores no decían nada y cada vez se sentía más lejos...
Al punto que a la salida del hospital...sentado en la motocicleta, la esperaba. Pero ella no se subió. Estaba parada frente a la misma, sin intenciones de moverse, con el rostro apagado y la mirada perdida.
–¿Asuna?... –colocó el seguro y se bajó, para acercarse. –Tranquila... –apretó el entrecejo sin notarlo. No creía en sus propias palabras de tranquilidad, porque estaba igual de frustrado, no podía creer que algo tan importante como aquellos dos años de su vida ya no estuvieran con ella. –Encontraremos la solución... siempre logramos salir adelante en todo... y esto no nos vencerá... –Le colocó la mano en el hombro.
–Lo sé... –se le aguaron los ojos, tratando de contener las lágrimas. –Pero... –apretó los puños y los párpados al no poder soportarlo más. –Hay... tantas cosas que no sé...
–Si necesitas saber algo... yo te lo diré... –La miró igual de entristecido.
–Lo sé... pero... ¡Quiero saberlo todo! –gritó exasperada. –¡Quiero que mi corazón se alegre al recordar! ¡Que un olor me diga que algo pasó! ¡Que te llamo Kirito-kun por alguna razón en especial! ¡No lo sé! ¡No sé nada!
–Asuna... –la atrajo hacia él en un abrazo rápido, con el que la apretó con fuerza. Haciéndola sentir en un principio extraña, trató de empujarlo, él no comprendía nada de lo que estaba viviendo, pero se resistió. Al sentir las manos de su amada contra su pecho, la aferró más. –¡Escúchame!
Por su llamado, sus brazos se relajaron, posándose sobre su espalda, reconociéndolo. Era verdad que no recordaba como había empezado su amor, pero lo amaba... inmensamente.
–No te diré que no importa... ¡Porque sí importa! ¡Importa muchísimo! Porque todo lo que sucedió... es parte de tí... pero...encontraremos el origen de todo... tarde o temprano... confía en mí... te lo diré las veces que sea necesario...
Ella asintió levemente con la cabeza, por lo que el joven espadachín, buscó reclinar la suya, en busca de sus labios, encontrando un leve desvío. –Por favor... deja que asimile esto...solo unos minutos...
Al verse rechazado, asintió sin sonido y se retiró despacio. Comprendía perfecto lo que ella necesitaba pero... era demasiado extraño y dolía. La sombra que cubrió su mirada, atravesó el corazón de su amada cual alfiler, preciso, profundo y de un dolor que no sana fácilmente.
Subieron a la motocicleta y se aferró a su espalda, rodeándolo por la cintura, sin decir más palabra.
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–Perdóname por todo lo que pasó... –habló a punto de abrir la puerta de la casa, dándole la espalda. –No debí irme y dejarte ahí tirado.
El joven sonrió. –Usted no tiene que disculparse por nada Asuna-san.
–Asuna. –dijo sobre su hombro. –Y sí... debía hacerlo. –Entró a la cabaña. –Sabes... –volteó finalmente a verlo. – Si vas a andar conmigo... no puedes andar vestido así, llamas demasiado la atención.
–¿Eh? –se miró, camisa de abrochar blanca y pantalón blanco.
–Pareces un malvavisco... no... Polilla es mejor –sonrió malvada.
–Pues... de momento el blanco era mi color asignado Asuna-s... Asuna.
–Te debería ir bien el negro... –Pronunció seria y sin notarlo se mordió el labio, al pensar en la manera de cambiarlo. –No me he desecho de nada... así que algo de él... debe servirte.
–¿Él?... –temblaron sus orbes platinados al escuchar la propuesta. –¿Ki...rito-san?...
La ex Vicecomandante, lo miró seria y simplemente se dio la vuelta, para recorrer el camino a la habitación.
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Varias prendar fueron sacadas del armario y tendidas en la cama, camisas de mangas largas y negras, algunas con adornos plateados o grises.
–Creo que Kirito-kun era friolento... –analizó, cruzándose de brazos , frente a las prendas. –Como toda la ropa que se compraba era negra, me acostumbré a regalararle del mismo estilo... pero nunca le pregunté por qué... ya que en la realidad... lo vi vestido hasta de amarillo...
–Tal vez... era su estilo –tomó una de las camisas de la cama entre sus manos el joven. –Una manera de ser reconocido... recordado...
–Sin duda se le recuerda así... –sonrió por lo bajo. –Bueno... toma lo que gustes y cambiate, tal vez... puedes empezar por esta. –Tomó una de mangas negras y rayas grises, que hizo puño entre sus manos y se la aventó contra el pecho.
–Sí... –atrapó con la prenda entre sus manos y la presionó contra su pecho, le encantaba, por lo que esbozó una sonrisa pequeña. –Me cambiaré... –la reverenció y sin darle la espalda, caminó en retroceso hasta la puerta de la habitación y finalmente desapareció de su vista.
Al verlo salir, la Yuuki se dejó caer sobre el colchón, en medio de todas las prendas oscuras.
–¿Esto está mal... Kirito-kun...? –Preguntó al aire y colocándose de lado, tomó un par de camisas con la mano para llevarlas a su rostro y cerrar los ojos. Y abrirlos de golpe, al recordar que solo le había dado la camisa y los pantalones seguían ahí, tomó los mismos y se dispuso a alcanzarlo rápido, pasando por la puerta, lo encontró con la camisa negra, recién atravesando su pecho, para colocarse por completo, alcanzando a ver su piel, justo antes de ser cubierta por la tela, dejándola con la expresión preocupada.
–¿Qué... qué te pasó?...
Al verse descubierto, bajó la mirada y tomó el extremo inferior de la camisa, jalándola un poco más hacia abajo.
–Déjame ver...
–¡Oh! ¡No es necesario! –negó con las manos. –Ya estoy completamente bien, Asuna-san... –hasta la nueva forma de llamarla fue olvidada al sentirse acorralado y nervioso.
Pero a veces... su carácter la dominaba y las palabras como un "no" no significaban nada, si se entrometían en sus deseos de conocer la verdad.
Caminó hasta él y mirándolo seria, repitió el pedido. –Déjame ver...
El joven, agachó la cabeza en señal de sumisión. Nunca le hubiera gustado tener que recurrir a su jerarquía para lograr sus propósitos pero, era demasiado importante. Culpable, tomó la tela desde abajo y la subió sobre su abdomen, encontrando exactamente lo que pensó haber visto.
Llevó su mano a tocar la piel del muchacho, lo que lo retrajo, pero la concentración de la mirada ambarina, no se perdió, aún en medio del asombro, al comprobar de dos formas, visual y táctil, la presencia de aquel par de cicatrices, que representaban cortes profundos de espada... Una bajo de la otra... justo como... vio las heridas... sobre la camisa de su amado... aquella noche previa a su desaparición.
La pregunta que se hizo siempre... ¿Qué eran esas heridas?...
¿No se supone que lo suyo había sido a causa de la explosión de las viviendas?...
–¿Cómo te pasó esto?... –lo miró incrédula, por lo que él bajó la mirada una vez más.
–No lo sé...
–¿Cómo que no lo sabes?...
–Es la verdad...
–¡No me mientas!
–¡No lo hago! –apretó fuertemente los párpados y la parte de arriba de su camisa, sintiéndose culpable por alguna razón que no comprendía. –¡Es la verdad! ¡No tengo idea de nada! –se le derramaron un par de lágrimas, por lo que la chica lo soltó.
¿Qué estaba haciendo?... ¿Por qué lo presionaba de esa manera?... No tenía derecho...
–Lo siento... lo siento mucho... –se dejó caer sentada sobre el sofá tras de ella. –Es solo que...
–Estas heridas... –se tocó sobre la camisa, que había vuelto a su lugar. –¿Se parecen a las que tenía él?... ¿Igual que mi cara?
Ante su pregunta, la Yuuki no pudo más que asentir con un movimiento leve de cabeza.
–Asuna-san... esto está mal... –se sacó la camisa y doblándola, se la devolvió y caminó hasta la salida de la casa, con su propia camisa en mano.
–Espera... –La preocupación inmensa de llegar a perderlo, se apoderó de su pecho, explotando en la energía suficiente para llegar a su lado y sin saber como tocarlo... le cogió la mano, en señal de retención.
Sus manos se apretaron entre si.
–Yo sé que hay algo extraño en mí... Hay... muchas cosas que no le he dicho Asuna-san...
–¿No crees que es tiempo de hablarlo?... –respondió suave.
El joven asintió y volteó a verla despacio, los ojos plata serios... le remembraron una vez más a su amado.
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–Es muy probable... que yo realmente no exista... –empezó su revelación con aquella frase, que la dejó fría.
Ambos sentados frente a frente en los sofás que compartían una mesita para té.
–¿De qué estás hablando?... –temblaron sus ojos ambarinos. –Estás aquí conmigo...
–Y de ser posible siempre quisiera estarlo... –sonrió, aunque sus ojos demostraran tristeza al expresar tal frase. Al ver la intriga en los ojos de su custodiada, bajó la mirada y apretó sus manos entre sí, buscando valor y las palabras idóneas para darse a entender.
–Creo... que yo no existo... porque no puedo pensar en nada más... que no sea usted...
–¿Eh?...
–Perdóneme por favor... lo que le voy a decir... sonará horrible...
–No me importa... por favor, dime qué está pasando... quiero entenderte...
–El tiempo que llevo en este mundo... en realidad... es el mismo tiempo que tengo de conocerla a usted... Cuando llegué a este lugar, desperté en medio de un campo de nieve... a las afueras de la ciudad central... no entendía nada... ni sabía donde estaba... por lo que caminé hasta llegar al pueblo. Fue entonces donde me encontré con el muro de los caídos... y fue ahí donde vi el nombre de su esposo...
–¿Kirito-kun?...
Asintiendo, la miró, esperanzado de no ser juzgado. –Kirigaya Kazuto...
–¿Pero cómo lo supiste?... en este mundo, no es correcto hablar de la realidad...
–Es lo que no tengo idea... una de tantas cosas... y cuando se me preguntó mi nombre... fue lo primero en lo que pensé... Pero deseaba saber más... así que fui donde la gente decía que era el lugar principal para saber de todo lo que en realidad pasaba dentro de este mundo.
–Las reuniones de las líneas delanteras... –se recostó sobre el sofá, Asuna. –Fue ahí donde te dijeron que vinieras conmigo
–Algo así... en realidad... fui yo quien lo solicitó... perdóneme por no decirle la verdad desde un principio... pero... cuando escuché de usted... algo dentro de mí... me llevó a ofrecerme para venir a escoltarla. Es por eso que... no sé lo que pasa conmigo... o lo que hago yo aquí... ¿Quién soy realmente?...
–También lo pensé... –agregó, llamando su atención de sobremanera, no le había gritado ni parecía repugnarle lo que le comentó. –Kirito-kun... se comunicó conmigo...
–¿Eh?... Pero... si... él...
–No está muerto... –al escucharla las lágrimas se le saltaron a los ojos perlados. Como si la esperanza de escuchar tales palabras, hubiera anidado en él por mucho tiempo.
–¿Eh?... –se sorprendió al sentir sus mejillas mojadas y llevándose una mano al rostro, lo confirmó. Pero por qué?... ¿Por qué se sentía tan feliz y a la vez tan triste?...
–Asuna... –pronunció sin previo aviso, con aquel tono de voz... el mismo con que la había llamado en aquella calle, antes de desmayarse.
–¿Kirito-kun?... –tremendamente nerviosa, se levantó del sillón y llegó a arrodillarse junto a él. –¡¿Eres tú Kirito-kun?! ¡¿Qué hago?! ¡¿Dime qué tengo que hacer?! –Se le saltaron las lágrimas, al sentir que la tomó del rostro y agachándose sobre ella la besó.
No dudó en corresponder... podía sentirlo, eran sus labios, sus manos... su aliento...
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–¡Perdón por entrar así! ¡La puerta estaba abierta y!... no logró continuar con su saludo Liz, al ver la escena.
Lo que lo desconectó de inmediato, dejando al joven de cabellos claros, sintiendo sus labios separarse de los de la ex vicecomandante, quien también lo notó. Ambos se miraron extrañados y culpables.
–¿Qué está pasando aquí?... –La herrera vio al chico sin camisa, separándose del beso y ella arrodillada frente a él.
¿Cómo explicar la situación si ella misma no lo comprendía?...
Al ver que su amiga no le respondía, prosiguió. –Asuna, tenemos que hablar... y tú... –miró seria al joven. –Vístete y espera afuera...
El escolta miró hacia su dueña por unos segundos, hasta que asintió, al recibir la aprobación, caminó al lado de Liz y colocándose la camisa negra, que tomó del sofá, salió de la cabaña.
–¿Era una de las camisas de Kirito?...
–Sí... –respondió la Yuuki y se puso en pie.
–¿En qué estás pensando?... ¿Te volviste loca o qué?... ¡Se supone que si le permitiste permanecer contigo era para estudiar sus movimientos!, ¿no? ¡Pero vengo y te encuentro en!
–¡Ya! –respondió con gesto harto. –Por favor, no te metas Liz... en su momento te explicaré todo...
–¿En su momento?... ¿Entonces pretendes seguir con esto?...
–Son muchas cosas que no entiendes...
–Asuna... ¿somos mejores amigas?... ¿Aún no lo somos?
–Por supuesto que sí... esto no tiene nada que ver con eso...
–¡Tiene que verlo todo! No puedes pedirme que me quede al margen, si vengo y te encuentro a punto de... –se asustó de pensar que ya hubiera pasado. –¿Te has acostado con él?
–¡Liz! –la miró reprochante y ofendida.
–¿Entonces por qué la insistencia de continuar sin decirme nada? Lo único que yo quiero es protegerte, he pasado los últimos dos años, viniendo a sacarte de esa cama, porque no querías ni comer... ¡No puedes decirme ahora que no es asunto mío!
–Es verdad... tal vez no me expresé con las palabras adecuadas... perdóname...
–Asuna... él no es Kirito...
–Eso lo sé...
La pecosa suspiró.
–Pero... –tomó fuerzas para expresarse la Yuuki. –Puede que...si lo sea...
–Estás loca... Asuna... Kirito está muerto... sé que es duro, es horrible... y nadie se acostumbra aún pero...
–Lo vi... me abrazó... me habló... –se le derramaron las lágrimas, por lo que se abrazó a si misma. –¡Kirito-kun me dijo que confiara en él!
–Voy... a... prepararte un té... y... le hablaré a los demás... para que comamos juntos, ¿te parece?... –No soportaba verla así... su amiga finalmente había perdido la cabeza, y no se le ocurrió más que huir a la cocina.
–Liz... –no le creía... estaba sola en eso... bueno... no realmente sola... Miró hacia la puerta, encontrando al muchacho parado de espaldas a la ventana, llevando aquella prenda de su amado, que se le veía realmente bien.
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Continuará...
Wiiii moría por escribir todo esto!!!! Jaja, siento que los amigos no se tomarán a bien para nada lo que está haciendo Asuna, pero me encanta que no sepan que hacer jajajaj.
Por otra parte ahora que ya se sabe que el chico de blanco es también Kirito pero sin saberlo... no sé si darle una acercadita más fuerte con Asuna... xDD Yo y mis complejos de Kirito blanco jajaja.
Gracias a mi hermanita gemelis por todo su apoyo y las explosiones a mi Musa!!!! Sabes que este escrito es todo para ti Sumi!!!
GRACIAS POR LEER!!!
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