Capítulo 3 "Palabras de paz"
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FLASH OFF
Capítulo 3 "Palabras de paz"
Había mucho a su alrededor que no comprendía.
Cada vez que se encontraba con él, aprendía algo nuevo y empezaba a conocerlo mejor, a pesar que en un principio le parecía una atracción muy extraña. El deseo de estar con él y protegerlo... pero también dejarse proteger por él... en una rivalidad que terminó acercándolos al punto de despertar la atracción que los llevaría a juntarse.
Le gustaba... y esa era la verdad, no estaba segura exactamente desde cuando... pero todo aquel misticismo que lo envolvía era sin duda cautivador. Como pasar por todo aquello sumergido en la soledad que un juego unitario le daba... tal vez sería algo imposible de lograr para ella...
Lo admiraba... a pesar de cargar sobre sus hombros con los reproches que aquel apodo le brindaba... El beater... Se mantuvo firme a sí mismo, hasta hacerse con el gran poder que siempre le caracterizó a él y su vestimenta oscura.
Ahora... finalmente comprendía aquel dolor del que alguna vez hablaron. Se había convertido en una jugadora unitaria... con un apodo a cuestas y vestida de negro.
–Aunque... tal vez mi dolor sea aún más grande, Kirito-kun... –Miró hacia el suelo, al lado de su cama. Con aquella mirada triste que la caracterizaba en la soledad de su hogar.
Estaba vistiéndose para emprender la misión del día, después de todo, el día anterior no había podido deshacerse de su molesto acompañante. O más bien... no había querido hacerlo, tal vez... dejando atrás su abrupta aparición, escondía algo que pudiera ayudarla a encontrar la respuesta que tanto buscaba. Ya que ese rostro... y ese anillo... debían representar algo... ¿Pero qué?...
Se había jurado a sí misma desde aquel día en el cementerio... que encontraría la respuesta y se reunirían una vez más. Porque no podía haberlo perdido así... no había un cuerpo... y no iba a rendirle lágrimas a una placa con su nombre que no representaba nada...
El mural de los caídos...
Sus amigos la acompañaron hasta aquel sitio, que se levantó en honor a todas las víctimas del incidente. Un gran muro de metal donde se habían grabado los nombres. Después de todo no tenía sentido enterrar ataúdes vacíos o tener vasijas de porcelana sin contenido.
Cual el ambiente y clima del lugar se conjugaran con las lágrimas que se derramaban abundantes de todos los presentes, se observaba una gran masa de gente vestida de negro en los alrededores del muro, los paraguas extendidos formaban una enorme nube oscura sobre sus cabezas.
Y la ex Vicecomandante se abrazaba a sí misma, al contemplar el nombre de su amado en aquel levantamiento.
–Kirito –
–No te preocupes... –extendió finalmente el brazo hacia la placa y rozó aquel nombre con los pulpejos de sus dedos.
Aunque sonara firme y dulce a la vez, su rostro destrozado, reflejaba todo lo contrario. –Te prometo... que voy a encontrarte... pronto estaremos juntos...
–¡Mamá! –la abrazó su pequeña hija, a la que se aferró, tratando de soportar el momento.
–Lo siento... Yui-chan... por mi culpa... tu papá...
–¡No mamá! –No pudo decir más, al sentir el abrazo fuerte que necesitaba brindarle su madre y por ende recibir. Ambas permanecieron calladas y juntas en aquel abrazo un largo rato.
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Había sido demasiado difícil... pero estaba resuelta, de eso no había duda. –Se pegó dos veces en las mejillas con las palmas y caminó hasta abrir la puerta de su habitación, sorprendiéndose en horror, que terminó aventando la puerta a cerrarse de nuevo, al ver a su escolta parado tras de esta.
–¡¿Qué estás haciendo ahí?! ¡Estúpida polilla! –grito desde dentro de la habitación.
–¡Asuna-san! ¡Es mi deber custodiarla!
–¡No seas absurdo! Está bien que te haya permitido estar... –Abrió la puerta, encontrándolo en la misma posición. –Pero no tienes por qué pegarte a mi puerta... ¿O en verdad comes madera?... –pasó a su lado para entonces señalarle los muebles de la sala. –No hay problema en que te sientes ahí.
–No podría... esos sillones se ven muy cómodos y reconfortantes... y correría el riesgo de relajarme. Cuando mi deber es estar pendiente de usted.
–Que absurdo... ni que te fueras a quedar dormido... –sintió un escalofrío al mencionar lo último. Sabía que era perfectamente posible, ya que había sido presencia cuando su amado se quedaba fácilmente dormido sentado en los mismos. Por lo que cerró los ojos y sin verlo, prosiguió. –Solo... no uses la mecedora, esa si es somnífera.
–Como usted diga, Asuna-san. –asintió con una sonrisa diligente.
–Vamos a desayunar... –tomó su capa del perchero. –No tengo nada de comer en casa, así que tocará... –lo buscó tras suyo, como de costumbre, al salir a todas direcciones, pero esta vez, no fue así, por lo que buscó su paradero desde su posición, hacia dentro de la casa.
–Lo noté Asuna-san, por eso me tomé la libertad de traer provisiones. –la reverenció desde la puerta de la cocina. –Pase a sentarse por favor.
–Jaja... estás bromeando... –lo miró incrédula.
–¿Por qué lo haría?... –no comprendía, pero no le tomó la menor importancia. A veces su escoltada decía cosas que no le hacían sentido. En realidad varias veces pasaba. Por lo que había aprendido a no tomar todas sus palabras en un sentido estricto.
Insegura de lo que encontraría, caminó hasta él, que la invitó a sentarse en una de las sillas.
–Como no había mucho de lo que disponer en el mercado, traje pescado. Lo mejor hubiera sido que lo pescara yo mismo para cerciorarme que estuviera fresco, pero no pude atrapar ninguno con las manos. –Le sonrió.
–¡¿Fuiste al lago a esta hora de la mañana?! –apoyó las manos en la tabla de la mesa y se levantó espantada.
–¡Se que no debí dejarla sola ni un instante! ¡Por favor discúlpeme! –se dobló hacia adelante en una reverencia.
–¡No! ¡No! ¡No! –negó con ambas manos. –Es que... ¿Qué demonios le ocurre si eso es un mar de hielo a estas horas?... –Pensó y sin transmitirle nada, se volvió a sentar. ¿Qué le sucedía?... ¿Qué era esa extraña devoción?...
–Aquí está... –le sirvió, un pescado entero en un plato largo, con un par de hojas verdes y una salsa. –Por favor coma tranquila, adelante.
Una vez le sirvió, ella se dispuso, agradeciendo con un movimiento de cabeza y tomando los palillos, los separó, pero no continuó, al ver que se había quedado parado a su lado, observándola con una sonrisa.
–¿Y tú?...
–¿Yo?
Señaló la mesa como algo obvio. No pretendía que comiera sola, con él y su estómago rugiendo a su lado. Nunca le gustó ser atendida de esa manera tan refinada en su casa de la realidad y mucho menos en ese nuevo mundo. Era una guerrera, una espadachín. Nada más.
–¡Siéntate y come! –le ordenó, a lo que él, respondió, sentándose al instante, pero no se atrevía a levantar la mirada de la mesa. –No es cierto... –miró hacia atrás Asuna, en la cocina y estaba completamente limpia.
–No me digas... que... ¿Este es el único plato?... Por eso... había ido al río... –bajó la mirada hacia su pescado servido, para entonces cerrar los ojos. –Con que a eso se refería con que no contaba con recursos... acaba de entrar al escuadrón y de seguro no le han pagado nada...
–No pretenderás que coma yo sola... estando tú ahí...
–¡Tiene razón! –se levantó, sorprendiéndola. –¡Saldré de la casa y cuando haya terminado regresaré! –gritó con la solución en la lengua, sacándole una venita de furia a su jefa.
–¡¿Es en serio?! ¿Pero qué clase de idiota eres? Polilla idiota... –suspiró. –Siéntate... vamos a comer los dos...
–Pero Asuna-san... –la miró incrédulo.
–¿Qué?... –se llevó un trozo a la boca, casi atragantándose al sentir el sabor.
–¡No me diga que está tan horrible! –la miró avergonzado.
Pero el rostro de ella, no denotaba más que el enojo que iba creciendo.
–Esto... ¡Esto es salmón! ¡¿Acaso eres idiota?! ¡Es lógico que no te alcanzaría para nada más! ¡Esto es demasiado!
–Pero precisamente por eso lo compré así... aunque fuera costoso... para mí, usted solo merece lo mejor...
–Cállate... –relajó los hombros. –Creo que tengo un poco de pan guardado por alguna parte... prepararé un emparedado...
–¡Yo puedo hacerlo! –se levantó servicial de nuevo.
–Sien...ta...te... –lo miró de reojo, ya molesta, por lo que él asintió.
Al poco tiempo, estaban ambos degustando el emparedado de salmón que terminaron armando entre los dos. Acostumbrada al picante que le ponía a cuando se los preparaba a su amado, estaba por ofrecerle, pero se detuvo.
¿Qué estaba haciendo?...
Jugando al desayuno, cuando su principal objetivo... el haberle permitido permanecer junto a ella y acercarse... era precisamente para saber la verdad de su existencia... Su mirada se endureció al pensarlo, se había dejado relajar... cuando lo que le debía a su amado era seguir con su promesa, iba a encontrarlo, costara lo que costara.
Sin embargo, el joven de cabellos cenizos, miró la botella de picante y tomándola por inercia, roció un poco de su contenido sobre su pan.
–¡No lo sirvas así! ¡Es muy picante! –lo detuvo, tomándole de la mano. Lo que lo asustó, como si no hubiera notado lo que estaba haciendo.
–¿Picante?... Oh no... ¡Yo odio el picante! –sopló sobre su plato con ambas manos.
–¿No me digas que ya te enchilaste solo con verlo?... –lo miró con ojos entrecerrados, sin dejar pasar el detalle del anillo sobre la mano, nuevamente.
El día anterior, cuando lo vio, se quedó sin habla. Pero no podía demostrar en esos momentos lo impactada que estaba. Debía haber una manera de solucionarlo... de encontrar una explicación, por lo que aceptó la ayuda para levantarse y dándole la espalda prosiguió.
–¿Qué esperas?... vamos... –empezó a caminar de vuelta por donde venían.
–¿Eh?... pero Asuna, nos dirigíamos a la otra dirección. –la miró inexplicada Liz.
–Creo... que después de todo, será bueno enseñarle un par de cosas a esta polilla...
Sus palabras sorprendieron a su amiga e iluminaron el rostro del mencionado.
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–¿Y entonces?... ¿Eres casado?... –preguntó al darle un sorbo a su té, recién comprado en la calle. Al haber pasado por un puesto de dangos, rumbo a su puesto en la trinchera.
–¿Casado? –se sonrojó. –No...
–Mm... –respondió sin más. Si no lo era... ¿Por qué llevaba ese anillo?...
–¡Buenos días, Asuna-san! –la saludaba la gente a su paso, a lo que ella hacía una pequeña reverencia.
–Todo el mundo la conoce... –comentó fascinado, con su paso por aquella ruta y haber sido detenidos varias veces por las personas.
–Es natural... todos quieren quedar bien conmigo para que si algo pasa, yo los proteja... son solo reglas de supervivencia. –sonrió al recordar. –Cuando estaba Kirito-kun siempre llegaba a casa con toda clase de obsequios... una vez llevó un lechón enorme que...
La mirada plata expectante sobre ella, la confundió. De nuevo... estaba abriéndole su corazón sin querer. ¿Tan sola se sentía?... que con el primer que se cruzaba iba a soltarle todo el contenido de su corazón...
–¿Qué sucedió? ¡Seguro que era un lechón enorme y vivo! –se emocionó al escucharla.
–Pues sí... –sonrió al verlo interesado. –Aquí se considera de mala fortuna, regalar animales muertos.
–¿Y entonces?
–Pues cuando lo vi... no te niego que me horroricé... pero al final... entre los dos lo sujetamos y... ay... no es una historia placentera de recordar, lo lamento. –Siguió caminando. Tal vez... el recuerdo de matar aquel animal... o... que era un recuerdo con su amado... o ambas cosas... le revolvían por dentro.
–Descuide, yo... comprendo y fui muy feliz de escucharla. –le sonrió y no dijo más, dispuesto solo a caminar, lo que en su interior, la Yuuki agradeció.
No era fácil... siempre que pensaba en lo feliz que fue con él... su pecho dolía y le entraban unas tremendas ganas de... Matar.
–¡Estamos por llegar! –emprendió carrera, a lo que el joven acompañante, estaba dispuesto a hacer, pero a los dos pasos, sintió como su cuerpo entero se congeló y la visión a sus alrededores se iba cerrando en un círculo hacia adentro, hasta ocultar todo en la completa oscuridad.
–No... las... pastillas... –batalló por volver en sí, lográndolo al ver a la ex vicecomandante, agachada frente a él, que estaba de rodillas en el suelo.
–¡Kazu...to! ¡Kazuu too! –escuchaba salir de sus labios con preocupación. Al mismo tiempo que se llevaba las píldoras a la boca y pasados unos segundos, volvía en sí, completamente.
–¡¿Estás bien?! ¡Me escuchas! –lo sacudía por los hombros Asuna.
–Asuna... –la miró completamente incrédulo de ver la preocupación en el rostro siempre serio. Y por él... llamándolo por su nombre... lo que le sacó decir el suyo sin calificativos, resonando a los oídos de la Yuuki como... la voz de su amado... llamándola, lo que la hizo caer sentada.
–No... –se le derramaron las lágrimas y negando con la cabeza, se levantó y salió corriendo, dejándolo arrodillado en medio del camino.
–¡Asunaaa! –volvió a gritarle, llamándola, pero no pudo continuar, como un choque eléctrico en su columna, perdió la consciencia, dejándolo tirado en la calle. Uno de los mechones de su cabello claro, se había vuelto negro.
Mientras los cabellos de atardecer se movían con el viento, al haber perdido la capucha y correr con todas sus fuerzas para alejarse de él, hasta llegar casi a su casa, cayendo tras tropezar, sobre la grama.
–¡Kirito-kuuun! –gritó con toda su alma, creyéndose loca y sabiéndose completamente desconsolada. Respiraba agitada y frustrada, necesitaba deshacerse de ese sentimiento, por lo que empezó a correr de nuevo, con todo lo que su resistencia le diera, mientras el anillo que llevaba colgado al cuello, sujeto con una cadena, rebotaba contra su mentón.
No comprendía nada... y se había dispuesto a averiguar... pero era demasiado... ¿Quién era ese chico tan molesto?... Pero tan servicial... ¿Por qué la trataba de esa manera?... ¿Y por qué debía importarle?... ¿Por qué se sentía bien estando con él?...
Si la única manera de averiguarlo era... regresar a la realidad lo haría... el lugar donde todo comenzó...
Recordaba que su primera aparición en aquel nuevo mundo, había sido completamente empapada a las faldas de la cascada, a la que de un momento a otro, llegó, corriendo hasta pararse a la orilla, pero sosteniendo el equilibrio para no caer, la profundidad era inmensa y el sonido ensordecedor que producía era aterrador.
Pero si quería volver... debía... saltar...
Saltar era la muerte segura.
¿Pero y si no funcionaba?... ¿Si no regresaban a la realidad?... ¿Y si moría en verdad?... –Las corrientes de viento a su alrededor parecían empujarla hacia el abismo, mientras se resistía a caer.
Sus cabellos rápidamente abandonaron su espalda para volar frente a su rostro.
–El miedo... el miedo solo está cruzándose en mi camino... –se le saltaron las lágrimas, al ver el agua romperse contras las rocas, abajo.
–¡Asuna! ¡Noo! –No podía ser cierto... estaba segura de haberlo dejado atrás... –apretó los párpados y volteó, a pesar de todo, no quería morir... y la decisión entre sentirse o no patética al respecto, la remordía. Mas su sorpresa fue no encontrarlo...
El espacio tras suyo estaba vacío. Pero estaba segura de haber escuchado la voz...
Fue entonces cuando lo sintió... Los brazos que la rodearon por la espalda y la cabeza que se junto de lado a la suya, esa sensación... que solo los abrazos de él, podían despertar... las lágrimas le corrieron rápidas al bajar la mirada hacia su pecho para corroborar que lo que sentía era cierto y notar las mangas y guantes negros que cubrían esos brazos y manos que conocía tan bien...
–¡Kirito-kun! –trató inmediatamente de voltearse. –¡Sabía que no podías haber muerto!
Pero el abrazo firme, le impidió voltearse.
–No... no veas... no estoy aquí... solo... puedo decirte que estoy contigo... siempre estaré contigo... no lo dudes... y sigue adelante.
–¿Qué?... no puedo... hay tanto que necesito saber... que hacer... pero sin ti... es tan duro...
–Yo también Asuna... quiero volverte a ver...
–Kirito-kun... déjame ir donde estás... –prácticamente suplicó. Sin embargo la voz de él, jamás se quebró.
–¿Crees en mí?...
–Confío plenamente en ti...
–Entonces aguarda...
Cual el viento se lo hubiera llevado como un ave que emprende vuelo, había desaparecido, dejando aquel vacío en su espalda que rápidamente se apoderó de su pecho, obligándola a ceder ante el dolor de perderlo nuevamente, sin embargo... la esperanza había renacido... él estaba en algún lugar... –levantó la mirada al cielo, tratando de entender, pero no encontró más que nubes cargadas de deseos que en forma de gotas, empezaron a caer suaves sobre la tierra y su rostro, el cual, al bajar al frente nuevamente, se encontró con la persona que en un principio buscaba, el chico de cabellos claros del que había querido deshacerse.
Caminó hasta pararse a su lado, mientras él la miraba con cierto temor, sobre lo que estuviera pensando hacer.
Estoy contigo... siempre estaré contigo... no lo dudes... y sigue adelante.
Las palabras de su amado comandaron sus actos. No buscaría un por qué, ahora comprendía que todo eso tendría un sentido... en algún momento.
–¿No vas a llevarme a casa?... –preguntó sin más, a lo que él abrió grandes los ojos, sorprendido.
–Claro que sí... Asuna-san...
–Asuna... ya me llamaste así antes... –le sugirió y emprendió camino, por lo que el joven, caminó tras de ella.
Había perdido su camino, durante mucho tiempo... pero ahora estaba segura de poder recobrarlo.
Desde la primera vez que vio a Kazuto sabía que algo andaba mal... pero ahora se preguntaba si era posible que alguna vez su Kirito-kun se hubiera sentido así... solo... con el reflejo de ella frente a frente... no quería pensar que hubiera pasado por tal sufrimiento, sin embargo... podía compararlo a una cosa...
Su pérdida de memoria debido al robo por el augma... el rostro del joven al recién verla se lo había recordado... quizás por eso lo asoció, la experiencia distinta pero el mismo semblante de tristeza...
Continuará...
XP OOOK no pude escribir una escena pero ni modo, jaja la dejaré extendida para el próximo capi, pero para esta entrega me parece que no podía ir, ya que pues, lo que más importaba eran las palabras de Kiri.
MUCHAS GRACIAS POR LEER
Hermanita gemelis gomeee, la "escena" que te debo, te prometo que irá bien genial en el siguiente cap.
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