Capítulo 1 "La boda"

Me vi parada sin poder mover un músculo, pero algo dentro de mí, me dijo que estabas conmigo... como si con la lluvia que caía peligrosa desde los cielos me cubrieras en tu esencia, como si dijeras... estoy aquí...

Propietario de la luz, que iluminó a todos pero oscureció el interior de mi alma al apagarse.

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FLASH OFF

Capítulo 1 "La boda"

El calendario marcaba el año... en realidad el año, el siglo o el tiempo en que se estuviera había dejado de importar décadas atrás. Tras el apogeo de la décima revolución industrial, la humanidad entera había desaparecido de la faz de la tierra, tras la migración hacia el otro mundo, las labores que les ayudaban en su subsistencia se encontraban precisamente del otro lado y el mundo giraba en relación exclusiva a los avatares. Mientras se soñaba si... algún día... se encontraría la manera de transportar el cuerpo humano dentro de la red misma. Más allá de la ficción... más allá del alma...

Tal vez era un sueño ridículo, el habitar en un nuevo mundo donde la luz del sol se notaba radiante, el agua corría ferviente entre los bastos campos y el mar poseía oleajes envidiables. Algo, que alguna vez tuvieron pero ahora no es más que un recuerdo del pasado de alguien.

Dentro de aquel nuevo mundo, el mundo de siempre, el mundo del que escaparon el destino volvió a incorporarlos, como siempre, llamando la atención por sus innumerables y grandes hazañas... ellos.

El pasto bajo sus plantas se sentía realmente fresco y el cosquilleo la llevaba a saltar con agilidad, con la necesidad de sentirlo y no a la vez, mientras fraguaba la manera de escapar de su perseguidor.

–¡No te atrevas! ¡No! –Se detuvo seria y levantó una ceja amenazadora, lo que le produjo una carcajada sonora a su perseguidor.

–Asuna, será solo una vez, te lo prometo –Las manos del joven de voz profunda pero alegre, se juntaron en una súplica, frente a su pecho.

–¡Es que sabes que ese tipo de cosas no me gustan! ¡Moo! –No quería dejarse llevar como siempre, que una sonrisa de ese muchacho vivaracho, podía manejar su carácter a su antojo. Cediendo siempre...

–Eso dijiste la última vez... y no creo que tenga que recordarte que un cerdito no es lo mismo que un conejo, por más rosado... pequeño... y... –Simplemente el recuerdo de haber tenido que matarlo, para luego cocinarlo con todos los pasos que eso conlleva, le dio escalofríos. –Te dije que nunca volvería a hacerlo...

–Jajajaja ahora que lo dices –se cruzó de brazos, llevándose un dedo al mentón. –Estaba delicioso. –Solo de recordarlo se le hizo agua la boca. –¿Cuándo harás más?

–¡Kirito-kun!

–Jajajaja ya, ya, era una broma. Lo que quería mostrarte es algo lindo, en verdad, es rápido de ver... mm... agradable, cómodo, te pondrás contenta y...

–No suena a nada de cocinar... –Parpadeó extrañada.

–¿Y quién dijo que lo fuera?... –le tendió la mano, a lo que ella, aún mostrándose no muy convencida, la tomó y guiándose por él, caminaron despacio sobre aquel pasto aún húmedo.

Mientras los pasos entre la distancia que los alejaba de la cabaña y ellos se acortaba, sus hombros se juntaron y con ellos sus cabezas, en un abrazo, propiciado por el joven que la rodeó con su brazo sobre los hombros.

–¿En serio no volverás a hacer cerdito?...

–Tonto...

–¿Aunque tenga que volver a la trinchera pronto?... –agudizó su voz, haciéndose la víctima, pero el comentario, no hizo más que mortificarla. Estaba muy consciente de su papel en el mundo, que no cambiaría jamás... habían nacido para defender a la humanidad y eso lo tenía claro. Estuvieran donde estuvieran... y en la época que fuera... su misión era la de servir de guía y fuerza. Aincrad se lo había enseñado... y aunque esos años atrapados en el castillo flotantes... parecieran un sueño lejano, era imposible no comparar con lo que estaba sucediendo.

¿Pero siendo su prometido un hombre tan inteligente, un ingeniero en Mecatrónica, por qué debía envolverse en las garras de la batalla como siempre?...

La respuesta era una sola...

El espadachín negro y Kirigaya Kazuto eran uno solo.

–¿Asuna? –Cuando se dio cuenta que se había perdido en sus pensamientos, notó el rostro de su amado tan cerca del suyo, que no pudo evitar sonrojarse.

–¿Qué haces?

–Perdón... –se retiró de su cercanía, mientras su rostro denotaba que conocía el contenido de los pensamientos de la chica.

Pero su rostro desanimado, no duró demasiado, al sentir sus manos tomadas con las de ella, que acarició sus nudillos con los pulgares.

–Te amo Kirito-kun... –Las palabras que parecían sueltas y flotantes en el aire, se estrellaron contra la piel del rostro del espadachín en una mancha carmesí.

–Pero si aún no te he mostrado... –Miró de reojo hacia dentro de la casa, sin comprender por qué las palabras que esperaba para más adelante, fueron dichas ya.

–La verdad... –Le sonrió sin soltarlo, logrando que él también sonriera pacífico al verla de ese modo. –Es que me encanta decírtelo, no importa qué o cómo... o si tengo que cocinar otro lechón... siempre estaremos juntos...

–Aprovechando que tocas ese tema... –sonriéndole animoso, la haló con una de las manos a que caminara más aprisa tras de él, llegando finalmente a cruzar el umbral de la entrada principal de la cabaña.

–Es verdad... ¿Qué ibas a mostrarme? –al verse suelta de su agarre, se llevó las manos tras la espalda ansiosa, pero tratando de ocultarlo.

–Llegaron esta mañana... –Tras tomar una cajita de madera del buró, camino hacia ella. –Jaja no sé... cuantos te habré dado ya... pero... lo seguiré haciendo y te daré uno en cada vida en la que te encuentre.

Abrió la pequeña sorpresa ante ella, dejando expuestos dos anillos plateados, sin más adorno que una línea que surcaba el espacio medio de ambos anillos.

–Kirito-kun...

–Yo también me sentía extraño... –le muestra la mano izquierda vacía de joyas. –Y no puedo permitir que andes por ahí sin tu sortija.

–Ahh claro, como si en verdad te pusieras celoso... –Mencionó a forma de juego, pero la seriedad se apoderó del rostro de él.

–Lo digo en serio... a veces... pienso que ni tú misma sabes lo valiosa que eres.

–Yo jamás le daría permiso a nadie de... hablar conmigo de esas cosas o... intentar cortejarme... porque no me interesa... Yo quiero solo a Kirito-kun –sonrió feliz, al ver que en realidad, su amado podía llegar a tener esa clase de sentimientos.

–Espero que esa escena... de celos extraños no te haya molestado... –suspiró hundiéndose de hombros.

–Viniendo de ti, más que molestarme me gusta –sonrió mostrándole los dientes y acercando su rostro al suyo. –Yo también me pongo celosa de tí... –confesó, retirándose despacio de su cercanía.

–Pero no tienes por qué... –se rascó la nuca y desvió la mirada. Para entonces encontrar el coraje que había perdido tras abrir sus inseguridades con respecto al anillo, frente a ella. Entonces volvió a verla. –Te amo Asuna... siempre a ti... y solo a ti... –la tomó del rostro con una mano, para verla a los ojos, encontrando el mismo lleno de regocijo por escucharlo, la mirada enamorada nunca desapareció de ella, aquella dulzura que siempre le brindó, estaba ahí... para él... –eres mi alegría... mi esperanza... mi magia... no sé cómo más expresarlo, pero cuando estás conmigo... o cuando te pienso, siento que no hay nada en este mundo que pueda hacerme más feliz.

Sus palabras, hicieron lagunas de los ojos ambarinos. –No sabes como me gusta oírte decir eso... porque yo siento exactamente lo mismo. Para mí... Kirito-kun es...

La frase quedó inconclusa, entre sus labios, pero perfectamente conocida por sus emociones. A pesar que conocía muy bien su manera de besar y el ímpetu que anidaba dentro de su ser, compartir con él, siempre era una experiencia majestuosa.

Había tenido su primer beso con él... Se había enamorado por primera y única vez, de él... y le había entregado todo de ella, a él... en una promesa oculta y al mismo tiempo explícita de ser uno para el resto de sus vidas, expresado en cuatro anillos de unión, representantes de su gran amor ante el mundo.

No alcanzaron a ponerse los anillos, que quedaron en la cajita, sostenida sobre la mesa de la sala de estar, frente al sofá, donde poco a poco se fueron acomodando, en movimientos conocidos por ambos y familiares al tacto. Ella dejándose recostar sobre el sofá, mientras le acariciaba la nuca y una oreja, sintiendo los cabellos oscuros cosquilleándole la frente al hacer contacto con su rostro, mientras sus piernas le brindaban espacio entre ellas para que se apoyara.

No pudo evitarlo, bajando las manos del rostro de su amado, buscó los seguros de su pantalón, sorprendiéndolo.

–Amaneció juguetona la Vicecomandante

Su comentario, la abochornó de inmediato, provocando que lo soltara, en medio de la sonrojes extrema.

–¡Idiota! ¡Quítate de encima!

–¡Jajajaja! No... –luego de la risa, volvió a retomar su rostro sereno y le sostuvo la mirada avergonzada, a lo que ella no pudo más que desviar.

–No me mires así...

–Asuna... –le habló suave y casi en susurro, por lo que despacio, y sin querer dejarse manipular por su seductora manera de hablar, volteó hacia él.

–¿Qué quieres?...

–Sigue...

–¿Eh?... no... tú solo te diviertes molestándome...

–No me culpes... es que te ves tan hermosa, cuando te molestas que no puedo evitarlo...

–Mentiroso...

–¡Es la verdad! –rió suave al verse presa de su puchero. –Entonces... –tragó saliva por la idea que se le ocurrió. – Si no lo haces tú... lo haré yo... –Sonrojado, colocó despacio, una de sus manos, cual cayera como una hoja al viento, sobre uno de los pechos de su amada; Dubitativo y presuroso, pero no se separó, al punto de recorrer con la yema de sus dedos la convexidad de la que era dueño, en un tacto liviano y tierno, pero aún así, abismalmente cercano y hermoso para su amada.

Casi al mismo tiempo que sus labios se juntaron, con el consentimiento de sus miradas, que cómplices se decían que hacer... cómo y cuando, al punto de en un movimiento, levantarle la blusa y pasar su mano sobre el pecho cubierto por la fina tela de su sostén.

Sus encuentros amorosos habían crecido tanto en cercanía y complicidad que lejos estaban ya aquellos niños que experimentaban nerviosos por primera vez y aunque el sentimiento de amarse, aún les causara sonrojes y pensaran antes de actuar, el miedo y la inseguridad habían desaparecido. Se conocían y sabían de lo que cada quien era dueño, aprendiendo a disfrutar al máximo de eso.

Amaba la corriente infinita de rayos de sol al atardecer, que parecían los cabellos de su amada, desbordándose de la superficie donde estuvieran, hacia el suelo.

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El olor empezó a molestarle la nariz, al punto de causarle un abrupto estornudo que lo despertó. Miró adormilado en todas direcciones, notando que estaba en la cabaña, adolorido y perezoso, estiró los pies, moviendo los dedos, entonces aquel leve movimiento de piernas, le hizo sentir la desnudez, de la que fue presa tras el encuentro con su amada, en la tarde recién pasada. Cubierto ahora por una manta.

En su cabeza, una corona de flores, de esas que Asuna hacía cuando se encontraba extremadamente feliz y complacida, no era la primera vez que lo hacía. Así que por inercia buscó el objeto sobre su cabeza y quitándoselo, lo colocó sobre la mesa.

–¿Asu...? –No terminó la oración de búsqueda, al ver que su portal tenía un ícono de nota de video, un mensaje enviado hace 40 minutos y 56 segundos.

–Ver video –Pronunció, mientras se sentaba. Inmediatamente sus pupilas brillaron, reproduciendo dentro de su mente el contenido del mensaje.

Su amada, estaba vistiéndose, se colocaba las botas, mientras le sonreía.

"–Sí que eres todo un bello durmiente, jaja pero no te preocupes, es solo una reunión de la línea... yo iré a ver que es lo que sucede y te contaré, descansa tranquilo, cuando venga de regreso a casa, seguramente Yui-chan ya estará de vuelta de su viaje con Leafa-chan y cenaremos todos juntos, te amo" –Se despidió con la mano, moviendo los dedos y el video se detuvo, con él, el brillo en sus ojos, al desactivarse el visor.

–Asuna... –Bajó la mirada analítico.

–¡Papá! –La puerta se abrió de golpe, dejando correr a la pequeña, que en su acostumbrada forma humana, desde que ellos viven en aquel mundo, se tiró encima suyo, abrazándolo con fuerza.

–¡Onii-chan! –Llegó corriendo tras de ella la rubia, quedándose parada, horrorizada en la puerta. –¡AHHHH! ¡Onii-chan! ¡Ya les dije a Asuna-san y a ti que no hagan sus cosas en la sala de estar! –Corrió rumbo a la cocina, con todas las bolsas que traía.

–¿Sus cosas? –Lo miró sin comprender Yui, para luego ver el camino que siguió su tía.

–Eh... Yui... ve a ayudarle a Leafa, que yo... tengo que salir un momento, ¡estaba en eso! –Sonrió, esperando que no preguntara más.

–Oh, por eso es que estás desnudo papá, estabas cambiándote, yo pensé que era por el calor... ¡la cabaña está a 35 grados centígrados! –Se bajó del sofá y tras dar la información corrió hacia la cocina.

Kirito, aún cubierto por la manta, suspiró.

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Las acciones cotidianas, como cocinar, vestirse, pescar, comer y peinarse, se llevaban acabo de manera natural y normal, así como se acostumbraba a hacerlo antes de entrar a ese lado del mundo. Para que las personas sintieran el ambiente virtual menos denso, las habilidades de cocinar por ejemplo, habían mejorado al punto de no ser simples guías virtuales que convertían la comida en cubos y se programaban en el horno sin más.

De tal modo que todo se sentía normal... hasta cierto punto.

Y aunque la fecha no importara, las horas seguían contándose. Enmarcando las ocho de la noche, cuando su mensaje fue recibido a las 4 de la tarde.

–¿Será que se habrá extendido la junta?... –Preguntó su hermana para tranquilizarlo, al notar que no quitaba los ojos del reloj holográfico en la pared.

–Es posible... a veces hablan mucha basura por bastante rato, además... si algo hubiera pasado ella me llamaría.

–¿Y por qué no vas a recogerla?... eso le gustará –sonrió juntando las manos la de ojos verdes. –Y así de paso ejerces presión para cerrar esa junta de una vez.

–Es buena idea Sugu... digo Leafa...

–Recuerda que no...

–No es de buenos modales hablar del mundo real... sí, lo sé. –Torció la boca en una mueca de lado y alzando la mano se despidió.

Una de las cosas más destacables de aquel mundo... era que no habían super poderes... es decir, si querían sobrevivir en esa nueva tierra, debían hacerlo con su propia fuerza, por lo que no podían volar, ni transportarse con cristales.

No tenía más que caminar y así lo hizo, con las manos metidas en los bolsillos, bajo la luz de la luna.

Hasta asomarse al claro, que apartaba su hogar del resto de la civilización. En noches como aquella, estrellada y fría, siempre se acordaba de aquel momento de la promesa. No pudo evitar detenerse y observar el manto lácteo que se extendía sobre el mundo entero, brillante como diamantina e infinitamente lejano.

No recordaba exactamente cuanto tiempo había pasado desde que se encontraban en ese nuevo mundo, a decir verdad... el cuestionarse sobre la vida anterior era extraño y el miedo a morir, a desaparecer de lo que ahora se conoce y regresar a la antigua realidad, era la tormenta de todos. Verse desterrado y apartado de los suyos a sabiendas que del otro lado no hay más que un mundo seco y muerto, pero... ¿No es aquel mundo, la realidad? ¿Cómo estaría su cuerpo real?... ¿Cuántos años tendría?...

Miró sus manos, obnubilado por aquel pensamiento que de vez en cuando lo atacaba, no recordaba haber cambiado en lo más mínimo desde que llegó ahí, hace cuánto tiempo hace... Es posible que el mismo sistema estuviera programado para borrar sus memorias de los inicios. Pero estaba seguro que lo importante era poder haberse reencontrado con los suyos, cuando el principio del mundo era un caos, personas desaparecidas que buscaban a sus familiares, tuvieron que transcurrir varios meses para que el orden de la nueva tierra se estableciera, aunque aún a esas alturas, hay personas que siguen perdidas.

¿Cuál era el sentido de todo eso?... vivir de esa forma hasta que los días de la realidad se agotaran... porque nada fructificaría en ese lado del mundo, no había escuchado de ningún tan solo nacimiento y claro... ¿Cómo sería posible? Sí esos cuerpos no eran más que avatares. ¿En qué momento se habían resignado o acostumbrado a quedar ahí? ¿Lo había decidido así?... Pelear, dormir, comer... esa había sido su vida y lo seguiría siendo por el resto de lo que le quedara... un peón más en el mundo que busca subsistir pero sin deseos de cambio. Una semilla que no enraizaría jamás.

–Tengo... que salir de aquí... –pensó y sintió un ligero mareo, obligándolo a buscar la estabilidad del suelo, arrodillándose. Estaba viviendo en su propio paraíso, hasta esos momentos escogido, sin preocupaciones más allá que abandonarlo... estaba pasando lo mismo que vivió una vez en Aincrad y sus pupilas nerviosas, temblaron al descubrirlo. –¿Qué hemos estado haciendo?... Cada día que pasa aquí... es un día menos en la realidad... ¿Cómo llegamos aquí?... –apretó el pasto entre sus dedos.

–Por fin... despertaste... –No había duda... quien había hablado, lo había hecho con su misma voz, seguido de un inmenso brillo, que lo obligó a bajar la mirada, al sentir el resplandor cegándolo.

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–¡Hola! ¡Ya llegué!

La voz de Asuna y su figura entrando por la puerta de la cabaña, hizo asomarse a las dos ocupantes, casi al instante.

–¡Bienvenidos! –Saludó su cuñada, para luego, quedarse extrañada, al verla cerrar la puerta.

–¿Y papá? –Preguntó lo que Leafa también deseaba saber, Yui.

–¿Kirito-kun no está aquí? –parpadeó sin entender el por qué de la pregunta.

–No... hace poco más de una hora, dijo que iría a buscarte a la reunión. –Respondió la rubia, mientras la pequeña asentía.

–Que raro... pues, tomé el camino de siempre y no lo me lo encontré –señaló tras de ella, haciendo referencia por donde caminó.

Yui y Leafa se miraron compartiendo su extrañeza.

–Tra... tranquila –Al ver la preocupación que se asomó en los ojos de Asuna, trató de razonar los acontecimientos la Silf. –Ya conoces a Onii-chan, seguramente se detuvo a comer algo por ahí.

–¿Justo a la hora de Cenar?... ¿Sabiendo que yo venía para acá?... –La miró seria.

No quería ser dura, pero conocía bien a su amado, lo más importante para ambos si sentían que el otro estaba solo, retirado o en peligro era reencontrarse y por supuesto que Kirito guardaría su apetito para la comida preparada por ella.

–Ya regreso, le mandaré un mensaje, preguntándole qué sucedió y lo buscaré. –Se dio la vuelta y haló la puerta, sintiéndola liviana, como si algo la empujara desde afuera, por lo que dio un paso hacia atrás, dejándole espacio de recorrido, encontrándose con Kirito que abrió desde afuera, las miradas de ambos se encontraron y abrieron grandes al verse.

–¡Kirito-kun!

–¡Asuna!

–¡Papá!

–¡Onii-chan!

Los gritos de todos se unificaron, dejándoles una pequeña risa, al verse todos sorprendidos.

–¿Tan cerca estabas?... Había empezado a caminar para encontrarte.

–Estás... –su amada, notó la ropa cubierta de escarcha y frunció el ceño angustiada. –Helado... entra, entra.

–¿Dónde estabas Onii-chan?... Nos asustaste, te fuiste hace bastante como para regresar hasta estos momentos, Asuna-san vino incluso antes que tú. –Lo miró reprochante, Leafa.

–¿Qué estás diciendo? Si acabo de salir... ¡No me he tardado más de cinco minutos! –la miró demostrándole su exageración.

–¿Cinco minutos?... –Sus ojos se rasgaron al entrecerrarse. –Está bien que no quieras decir donde estabas... pero al menos di alguna mentira creíble.

–¿Una mentira?... Pero si es la verdad Sugu...

–Creo que estás un poco confundido... tal vez te dará un resfriado... –le tomó una de las manos su amada.

–Asuna... estoy diciendo la verdad, estaba sentado en el sofá, vi tu video, vinieron Yui y Sugu... –relató, mirando en los lugares. –Dieron las ocho de la noche y salí, no han pasado más de cinco minutos desde entonces...

Ante sus palabras, Asuna, bajó la mirada, sin saber qué pensar. Lo que lo preocupó.

–¿Qué pasa?...

–Papá... son las 10:00... –señaló el reloj holográfico su hija.

–¿Qué?... –caminó hasta el mismo y lo miró, incrédulo. –Debe estar descompuesto...

–Y tu ropa está llena de escarcha... denota el rato que estuviste en la intemperie. ¿No recuerdas nada? –llegó a la conclusión Yui.

–No... –miró preocupado hacia Asuna, sabía que la situación podía brindar malentendidos, pero de ella no obtuvo más que un abrazo fuerte.

–Solo esperemos que haya sido alguna especie de error del sistema... me preocupaste muchísimo... –por sus palabras alentadoras, la abrazó también.

–Seguramente... perdón por preocuparte... –cerró los ojos, dejándose perder entre sus brazos.

–Creo que ya se olvidaron de que estamos aquí... –volvió a entrecerrar los ojos Leafa.

–Eso ya es costumbre –se tiró encima de la pareja Yui, haciéndoles recibirla entre los dos.

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La cena pasó sin mayores comentarios al respecto. Más que lo que se habló en la reunión de la línea delantera. Como era de esperarse el trabajo no terminaba, los bosses seguían apareciendo en las fronteras de las ciudades. Sin ser posible que se repelan por murallas que más de una vez se ha intentado cimentar, pero al ser objetos destructibles por nivel, fácilmente caen ante las entidades más fuertes.

–¿Entonces quieren que estemos ahí mañana?... –se dejó deslizar sobre la silla, incómodo.

–Siéntate bien... –lo miraron molestas las tres chicas, a lo que tuvo que volver a acomodarse.

–Sé que esto interrumpe nuestro tiempo de descanso pero, es algo que no puede evitarse. –colocó su mano sobre la de su amado, Asuna.

–Esto me da muy mala espina... es como un recuerdo...

–¿De lo que pasó en SAO?... –sonrió, yo también lo había pensado.

–Aunque esto es frecuente, –analizó Leafa. –Ir a la trinchera y volver a casa, ir a la trinchera y pescar... creo que es la vida que nos tocó.

Sus palabras hicieron eco, en la cabeza del espadachín, que se llevó una mano a la frente.

–¿Te sientes bien?... –lo notó Asuna de inmediato, después del episodio reciente, estaba más pendiente que de costumbre.

–Sí... solo necesito recostarme un momento.

–Sí, claro –Lo vio levantarse y caminar hacia la habitación, quedando sentada a la mesa, intranquila, entonces volteó a ver a su cuñada, quien levantó la mano, en señal de cederle paso y animarla a que lo siguiera.

–Leafa-chan... –miró los platos sobre la mesa.

–Yo recogeré –le sonrió

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Tras prácticamente seguir los pasos que el espadachín dio, llegó a pararse al lumbral de la puerta de su habitación, apoyándose en el marco de la misma y lo miró. Se había tumbado, con un brazo atravesando sobre su rostro, a cubrir sus párpados, mientras las luces tenues, seguían prendidas.

–Si te sientes muy cansado, puedes apagar las luces, no tienes por qué esperarme... –Pronunció suave, para sí misma, a sabiendas de la infinidad de veces que al haber apagado la luz, ella tropezaba con las cosas en la oscuridad. Siempre había algo por el qué levantarse, así que se habían acostumbrado a dormir con una de las luces pálidas, encendidas.

Caminó hasta él, para apagar la lámpara, agachándose a su lado.

–¿Te duele la cabeza?...

–No es eso... –Se quitó el brazo del rostro, para poder verla. Siempre tan atenta con él, que la necesidad de agradecerle, se manifestó en su mano izquierda, pasando delicado acariciando uno de los mechones laterales de sus largos cabellos.

–Entonces... creo que la idea de volver a las líneas delanteras, no te gustó para nada... –Entró a la cama, guiada por él, que se hizo hacia atrás, abriéndole espacio, quedando acostada, con la cabeza sobre uno de sus brazos y rodeándolo por el pecho, a lo que él apoyó su labios sobre el flequillo de su amada y colocó la mano suavemente sobre su hombro, apenas y rozándola con la punta de sus dedos, en un movimiento despacio pero constante.

–Tal vez... en realidad... siento como si hubiera olvidado algo importante...

–Kirito-kun... –levantó su mirada hacia él, propiciando el cambio de posición, en que ahora ambos se miraban de frente, aún acostados. –No hagas cosas peligrosas... prométemelo... que no las harás...

–¿Pero por qué dices eso?... Por supuesto que voy a cuidarme siempre... pero lo haremos juntos, tú eres dueña de mi espalda, ¿lo recuerdas?

–Es solo que... a veces... pienso que en aquellos momentos en que nos separamos, pudiéramos pasar por cosas que... nos obliguen a ponernos en peligro...

–¡¿Te ha pasado?! –Se exaltó, sentándose sobre la cama y colocándole la mano que antes posaba sobre su hombro, al lado del brazo, sobre el colchón.

–No...pero mirate... así como te preocupas tú, también me pasa a mí... aún no sabemos con exactitud qué es este mundo... por favor no te expongas...

–Lo entiendo... pero en verdad... no me pasó nada... –Un poco más relajado, volvió a apoyarse sobre la almohada.

–Entonces... ¿Qué fue eso?... –No pudo seguir guardándose la preocupación. –¿Qué son esas dos horas que no recuerdas?...

–No lo sé... –respondió franco y sus ojos decayeron, al no comprender el por qué... ¿Por qué no podía explicarle? ¿Por qué no había una explicación que darle?... Aún así, la preocupación no duró demasiado como para anidar en él por completo, al sentir una mano apoyada sobre su mejilla, para entonces ser besado.

–Asuna...

No necesitaron decir más, ambos eran conocedores del vínculo que los unía, la confianza que cada uno le tenía al otro, era suficiente para saber que pasara lo que pasara, estarían juntos para afrontarlo.

–¿Si en esas dos horas... hubiera asaltado el banco del pueblo?... –preguntó juguetón, sin separar demasiado los labios de los suyos.

–Entonces te sacaría de la cárcel.

–¿Construyendo un túnel? ¿o con un ataque?...

–Mm... Con un ataque, a la luz del día... para que vean lo que nos importan sus reglas...

–Jajaja ¿En serio?... Conociéndote creo que terminarías entregándote conmigo y luego ¿quién nos rescataría a los dos? Aunque ahora que lo pienso, nunca lo hemos hecho en una cárcel.

–¡Tonto! El rubor y las risas, se repartieron a partes iguales entre ambos por el comentario.

–Asuna... –volvió a llamarla, casi al terminar de reírse, por lo que algunas lágrimas aún anidaban en los ojos de su amada, que se limpió delicadamente con un dedo para escucharlo.

–Dime...

–Casémonos...

–Tonto... sabes que sí...

–No... yo digo ya, de verdad, con velo, ramo y esas cosas. –Le sonrió, sabiendo que la idea le encantaría.

–¿Lo dices en serio?...

–Claro... quiero que seas mía en todas las formas posibles... –Tomó la sábana y jalándola sobre ellos, los cubrió a ambos, quedando bajo el calor de la tela.

–¿Segunda vez?... –Preguntó haciendo referencia a sus acercamientos íntimos del día.

–A menos que estés cansada...

–Pensé que el cansado eras tú... -sonrió luego de morderse el labio, ligeramente, sin notarlo.

–¿Entonces?...

La pregunta vinculante, los acercó en un suspiro, en que ambos abdómenes y pechos se tocaron, al ser halado por ella hacia su cuerpo, en respuesta a la pregunta que le hizo.

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Su corazón acelerado y la respiración acompasada de su amado, eran para ella los acompañantes perfectos, mientras buscaba la salvación de su racionalidad al aferrarse a sus brazos, mientras sentía los biceps contraídos de su amado, al soportar su peso sobre la cama para no caer sobre ella y no podía pensar en otra cosa más que le encantaba.

Kirito siempre había sido tan dulce, relajado y suave con ella, que el hecho de sentir la contraparte de su cuerpo, dibujándose sobre el suyo, de manera tan perfecta, era simplemente divino. Era fuerte, firme, alto y por su condición de guerrero, marcado, que aunque jamás se paró a pensar en ese tipo de cosas, al estar de esa manera con él, lo analizaba, su Kirito-kun había crecido bastante.

Sin embargo, el cansancio del día no daba tregua y aunque los dos propusieron y aceptaron el encuentro, estaba resultando un tanto difícil mantener el ritmo, hasta que en un momento determinado, tuvo que empezar a bajar la velocidad y detenerse, aún dentro de ella.

–¿Kirito-kun?... –Lo abrazó pero sin poder ver su rostro, por lo que lo buscó.

–Solo... –jadeó, tratando de recuperar el aliento, y cerró los ojos, al abrirlos, no logró divisar nada, solo, oscuridad, por lo que extrañado y tratando de enfocarse, cerró los ojos de nuevo y tras unos cuantos jadeos, los abrió de nuevo, esa vez, sí, pudiendo ver perfectamente a los alrededores y a su amada. Consciente que su momento podía perderse, hizo caso omiso y retomó, centrando su mirada en ella.

–¿Todo bien?... –le pasó la mano delicada por la frente, llevándose entre sus dedos, algunas gotitas de sudor, notando así como su flequillo lucía aún más oscuro, por la humedad, estaba casi empapado.

–Sí... –respondió su amado con voz suave, mientras se cercioraba que el vínculo entre piel y piel seguía intacto.

–Creo que después de todo... si ibas a resfriarte... tienes fiebre. –Advirtió preocupada.

–¿Qué?... –Sonrió, cual asintiera con las sensaciones anidadas en su piel, desde hace minutos atrás. En verdad se sentía cansado y adolorido. –Eso significa que está usted en llamas vicecomendante... –Pero no iba a perder la oportunidad de estar con ella, podría incluso asegurar que sentirse de esa manera le volvía imperante continuar.

–No juegues... -aunque lo escuchara decir tales palabras, la preocupación no se iba de ella, aún rodeándolo entre sus brazos, como lo tenía.

–¿Te parece que lo hago?... –se agachó a la altura de su fino cuello y posó sus labios sobre la piel de olores dulces, volviendo la inmersión entre los dos más profunda, sintiéndola reaccionar de inmediato a su movimiento, al sentir las manos aferrándose a su espalda.

Sus toques delicados y cuidadosos, le hacían sentir de forma directa, el amor que siempre le profesó. Sabía que la amaba tanto que haría lo que fuera por ella... en el momento que fuera... y sintiera como se sintiera... por lo que una parte de su mente, aún analizaba la situación. Sabía que la fiebre podía traerle molestias, pero... se preocupaba por ella a tal punto de no dejar las cosas iniciadas, en definitiva, no existía en él una gota de egoísmo. Había retomado justo donde se habían detenido y en movimientos contundentes, que rápidamente batallaban contra sus pensamientos para tornar su mente a la concentración armoniosa de sonidos, calor y fuerza que era su amado en esos momentos.

Su último pensamientos siempre era el mismo, su felicidad, estaba directamente relacionada a la de él, mientras él estuviera bien, ella lo estaría; Y mientras ella lo estuviera, así sería para él.

Tal vez era difícil de creer que en un momento como ese, su corazón y mente viajaran a sus recuerdos, pero era imposible no pensarlo, aquella vez... cuando al estar en el cine, una persona más alta que ella había quedado sentada justo en el asiento de enfrente, por lo que terminó sentada en las piernas de su amado, viendo la película entera, muerta de la vergüenza y al mismo tiempo de la emoción por compartir una situación tan graciosa y perseverante en amor.

Por lo que sonrió, llamándole la atención al espadachín, que separó sus labios de su cuello y se le quedó mirando, divertido por aquella expresión.

–El que solo se ríe de sus maldades se acuerda. –Jadeó entre movimientos.

–Jajaja ¡Baka! Mi única maldad en pensar en el amor de mi vida. –respondió de la misma manera

–Así que... mientras intento hacerte el amor... tú andas pensando en un hombre... –trató de seguir la conversación, aún y cuando las sensaciones subiendo por su columna, eran evidentes en su rostro.

–En realidad sí... no puedo dejar de pensar en mi prometido... –se sonrojó, pero no rompería el aura de misterio que había despertado, le parecía ingenioso y entretenido. –Al escucharla la empujó un poco más, provocándole una sesión de pequeños gemidos, que la llevaron a buscar estabilidad, retirando un brazo de la espalda de su amado para sujetarse del respaldo de la cama.

–Ese sujeto si que es afortunado... mira que no abandonar esta cabeza debe ser lo mejor... Pero sabes... tengo más suerte yo... –jadeó peligrosamente cerca de su rostro.

–¿Por qué lo dices?... –No podía quitar su mirada de la plata que poseía por ojos su amado.

–Porque en estos momentos solo yo puedo hacer esto... –Se agachó hacia sus labios, en donde ella lo esperó ansiosa, al punto de estar a punto de tocarse entre sí, pero enseguida se retiró, dejándola expectante por el falso contacto y ver el rumbo por el que se dirigía, llegando a una distancia ínfima de sus pechos, en donde tomó y apretó ambos entre sus manos, al mismo tiempo, sorprendiéndola por el inminente ataque. Deteniendo así el movimiento de sus caderas.

–Me encantan tus pechos...

–¿Eh?... –¿Qué decía?... cerró con fuerza los parpados, al sentir la calidez de sus labios sobre ella, nuevamente, apoderándose de su cordura con el compás de movimientos de su lengua. Tal vez se trataba de la fiebre que había encendido su calor un poco más allá, porque aquellos toques, pasaban de la suavidad a la ligera brusquedad del ímpetu desatado.

–¿Qué dices?... ¿Qué haces?... –Se retorcía bajo sus toques, al sentirlo de aquella manera, algo que no había experimentado, pero siendo algo que él deseaba, eso la convertía en su esclava sin dudar.

El movimiento de sus labios, simulando la succión, estaba por enloquecerla, pensando que todo estaba por concluir si la acción, seguía repitiéndose.

–Siempre me gustaron... desde que los vi la primera vez... –Reanudó su diálogo, encontrándose con el rostro sonrojado y hermosamente erótico con que la había dejado tras su juego.

–La primera vez... -alcanzó a responder ella.

–En Aincrad... pero han crecido desde entonces... –pasó su mano sobre el que aún no había tenido contacto con su boca. Mientras su amada, observaba como el hermoso rostro con aquel sonrojo febril estampado sobre su piel, la miraba. Sin duda Kirito no estaba en sus cavales... y eso podía saberlo con solo verlo y escucharlo, jamás se atrevería a hablarle de esa manera, por lo que aún en medio del nerviosismo, decidió actuar, no esperaría a que su amado colapsara antes del final.

–Justamente... había pensado en eso también... –respondió finalmente, capturando al instante su inestable atención. –No sé si lo recordarás luego... –sonrió para darse ánimos, a lo que él solo parpadeó. –Y si lo recuerdas... no importará... porque tu sabes muy bien que me encanta compartir contigo todo lo que siento... –le colocó una mano en el rostro, para acariciarle la mejilla. –A mí también me encanta algo...

–¿Qué cosa?...

El paso a dar la recubría de nerviosismo, pero quería decirlo... –Estar aquí... contigo... me encanta poder verte crecer... no tienes idea de lo guapo que te has puesto. –Sonrió, cerrando los ojos, guardando un poco sus nervios.

–Asuna...

Tampoco era muy común, darse ese tipo de cumplidos entre sí... con saber que su amor era fuerte y eterno, bastaba, pero escuchar de sus labios que le gustaba era algo extraño... un sentimiento dulce y fresco se sintió crecer dentro de su pecho.

Buscó sus labios, nuevamente y esta vez, sin engaños seductores, la atrapó, siendo recibido por ella, en el instante, en el que se repartieron entre besos, intensos, desde casi el inicio del encuentro.

Lo envolvió para ella, con todo lo que pudo, atrapándolo entre sus brazos y rodeando sus caderas con sus piernas, obligándolo a adentrarse completamente en el instante, para hundirse ambos en la sensación infinita de felicidad, placer y emoción que sus corazones vivían cada encuentro que compartían.

Ya no había pasos hacia atrás que pudiera dar, el camino había sido bloqueado y los deseos de su alma y cuerpo eran los únicos dominantes de ahí en más, la potencia que lo conducía estaba por llegar al límite, situación sentida por los dos, quienes acostumbrados a la seguridad impuesta por el mundo virtual con respecto a la concepción, no se molestaban en pensar en las consecuencias que en ese mundo, no existían.

–¡Asuna! ¡Ahh!...¡Ah!... mm... –Alcanzó a escuchar contra su oído, lo que le encantó. Muy pocas veces Kirito se portaba descuidado con respecto a sus propios sonidos, aquellos que mostraban la tesitura ronca con que quedaba al finalizar los encuentros, tal vez era aún bochornoso para él, pero al parecer en esa ocasión, no pudo soportarlo y terminó uniéndose a ella, que de manera inevitable expresó el desate de emociones en su interior.

La respiración agitada de ambos y el fuerte abrazo que los unía, los mantuvo juntos por un rato más. Al punto de quedarse dormidos en aquella posición.

Pensaba que no había pasado realmente demasiado tiempo, ya que el calor que sentía era muy fuerte, por lo que inevitable, abrió los ojos, buscando quitarse el cobertor de encima, pero se asustó al notar que no se trataba de ninguna tela de invierno, era su amado que seguía dormido sobre ella y temblaba tiritando por la fiebre.

–¡Kirito-kun! –Se salió de la cama y tras ponerse su bata, dio la vuelta al mueble para llegar a su lado y recostarle la cabeza sobre una almohada.

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La mañana se desplegaba con majestuosidad, como era la costumbre, el sol radiante y potente que inauguraba la jornada.

Sin embargo, dentro de la cabaña, aún antes de la salida del sol, las actividades habían comenzado.

Los baldes con agua fría, circulaban cada media hora entre la habitación principal y la cocina.

–Ya les dije que estoy bien... –desvió la mirada plata, en la dirección contraria, en que las tres chicas lo observaban.

–Por favor, no seas terco... es lógico que no estás bien... la fiebre no baja ni un poco. –Le cambió el paño de la frente Leafa.

–Eso no importa, me siento bien... y tengo que ir con Asuna a las trincheras.

–¿Estás loco?... –la joven que recién terminaba de ajustar su estoque a la cinturilla de su traje, lo miró molesta.

–Papá... mamá y Leafa-san tienen razón... no tiene caso que acudas en esta condición...

–Pero no puedo dejar que vayas sola... –Habló directamente hacia su amada, sabiendo que su hija, hablaba con sabiduría pero no podía solo quedarse.

–Escúchame... –suspiró, para mirar a Leafa y a Yui, que al ver la expresión de la chica de largos cabellos de otoño, asintieron y salieron de la habitación.

–¿Qué pasará si te desmayas en medio de la batalla eh?...

–Yo sé que eso no pasará... mi fuerza de voluntad es más grande que mi debilidad...

–A ver... –se cruzó de brazos, aparentando estar molesta y dio dos pasos hacia atrás. –Levántate y ven aquí.

Al escucharla, el seño del espadachín se frunció. Lo que pedía era ridículo, por supuesto que podría hacerlo y si esa era su única condición, no habría nada que temer, por lo que se quitó la manta de encima e intentó moverse para bajarse de la cama pero...

Estaba pesado... ante su propia sorpresa y la incredulidad de Asuna, no pudo hacerlo con naturalidad, puso los pies en el piso con tanta dificultad que sus cejas se movieron arrítmicas.

–¿Kirito-kun?... –Preguntó al verlo ponerse en pie, con la misma dificultad, pero al dar un paso, enseguida perdió el balance y cayó al suelo. –¡Kirito-kun! –Corrió hasta él y lo sostuvo, al verlo desorientado o ¿asustado?

–¿Qué está pasando?... –preguntó suave, sin dejar de ver sus extremidades inferiores. –No puedo moverme...

–¿Sucede algo?... –Pregunta desde fuera de la habitación, la rubia.

Asuna estaba por contestar, pero Kirito, la detuvo, con un movimiento de su mano, por lo que lo vio preocupada, esto no era algo que poder ocultar.

Su amado, se apoyó con fuerza, en sus hombros, por lo que cerró un poco los ojos, al sentir la presión de sus manos, pero no lo dejaría solo, iba a servir de soporte si es lo que necesitaba y así, movió las piernas, despacio pero con decisión, al punto de ponerse en pie.

–¡Todo está bien Sugu! –Respondió el espadachín negro, a lo que su amada, lo miró sin comprender.

–¡Leafa, onii-chan, acostúmbrate de una vez! –gritó desde afuera de la habitación la chica.

Mientras ambos permanecían abrazados, dentro de la habitación.

–Siento... que poco a poco, las fuerzas me regresan... –Informó al verse a sí mismo, flexionar las rodillas, una a una.

–¿Pero qué fue eso?... me asusté muchísimo... –lo miró de pies a cabeza, cerciorándose que estaba mejor.

–No lo sé... –entrecerró los ojos, al recordar como por unos segundos la noche anterior, había ocurrido lo mismo pero con su visión.

–¿Hay más verdad?... -está vez, sí, estaba molesta, por no haber sido informada en lo absoluto. –Dime qué está pasando... –la mirada ambarina, se posó en él, tratando de controlar el llanto que la situación se había encargado de accionar.

Kirito suspiró.

–¿Me creerías si te dijera que no lo sé?... estoy igual de sorprendido que tú... –se sentó a la orilla de la cama.

Con la mirada perdida en el suelo, no notó el momento en que se le acercó y lo rodeó entre sus brazos, estrellando su rostro contra su pecho, mientras los cabellos se deslizaban sobre sus hombros.

Siempre era reconfortante para él, el abrazarla, por lo que de inmediato lo hizo, mientras sentía como las manos ágiles, recorrían entre sus cabellos de una manera suave y delicada.

–Todo estará bien... estaremos bien... –escuchó cual mantra repetía su amada.

–Así es... –la separó para encontrar su mirada y así lo hizo; plata y ambar no pudieron soltarse, sus temores se conectaban, pero sus vías de resolución parecían distantes.

–Prométeme que no irás...

–Será mejor que nos vayamos...

Pronunciaron al mismo tiempo y sus miradas chocaron molestas entre sí.

–Debes estar bromeando... –se soltó de su agarre molesta. –¿Cómo piensas que vas a ir en ese estado?

–Estoy bien... fue solo... fue solo un momento extraño, que si tú no hubieras estado aquí, ni lo habrías notado. – Se puso en pie, demostrándole que estaba en condiciones adecuadas.

–¿Qué?... ¿Entonces si te hubiera pasado y yo no estuviera no habrías dicho nada?

–No es lo que quise decir...

–¡Por supuesto que sí!... –sus hombros decayeron, junto a la sombra sobre sus ojos. –Siempre te estás guardando todo lo importante...

–Asuna... –trató de acercarse pero ella sacó el estoque de su funda y le apuntó.

–No...

–¿Qué estás haciendo? Oye... –parpadeó nervioso.

–¿Te dio miedo verdad?... Y eso que sabes que yo no sería capaz de ponerte un dedo encima... –volvió a enfundar su arma. –Sabes que no estás bien y aún eres un terco...

–¿Y si fuera a la inversa?... –arremetió él, invocando una sensación pasada, el hecho de dejar a uno atrás no era opción y lo sabían. No había algo seguro sobre lo que pasaría al perder... si se regresaría al otro lado o había manera de volver... y si era así, estar sin el otro...

–No juegues conmigo... sé a donde vas con eso... –se dio la vuelta, abrazándose a si misma, por la incertidumbre sobre qué decidir.

–Las líneas delanteras no son una broma...

Al escucharlo sonrió por lo bajo. Lo que decía lo tenía muy claro, pero no estaba dispuesta a arriesgarlo, por lo que aún sintiéndose nerviosa, develó sus acciones pasadas, a través del movimiento de sus dedos, chocando contra su brazo, cual llevara el tiempo, los segundos que pasaban, hasta que finalmente se volteó.

–3, 2...

–No es cierto... –Sus ojos denotaron la sorpresa, al descubrir su plan. –Asu... –No pudo terminar de articular el nombre, había perdido el conocimiento, sujetado a tiempo por los brazos de su amada, que lo aferró contra ella nuevamente.

–Perdóname Kirito-kun... pero que alegría que funcionó... –Pensó en el momento en que en el abrazó anterior, colocó la ejecución del cristal de sueño sobre su avatar. Habían ocasiones en que la estadía en aquel mundo, durante los primeros días les robaba la tranquilidad, pero tras adquirir estos, las cosas habían mejorado y pudieron por fin dormir, no tenía intenciones utilizarlos en un momento como ese pero... Así como estaba no podía arriesgarse. Había tenido fiebre toda la noche y hace unos instantes no podía moverse... había algo mal... muy mal...

Lo colocó, recostado sobre la cama.

–Nos vemos... –se agachó sobre él y besó su frente, para luego pararse y caminar hacia la ventana, debía salir ya y no quería explicar sus actos a las demás.

–¡No lo hagas! –La voz, pasó recorriendo su espalda como un escalofrío.

–¿Ki... Kirito-kun?... –volteó sumamente extrañada, estaba segura que estaba profundamente dormido por los efectos del cristal de sueño.

Al verlo dormir, sacudió su cabeza un momento y emprendió camino nuevamente.

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La calma que se respiraba en el lugar era extraña.

Todos los llamados, con sus armamentos, se paseaban por las orillas de la playa, observando, tratando de encontrar el motivo por el que fueron solicitados.

–Tanto escándalo porque viniéramos a las trincheras y no hay nada... –La mirada fija entre puntos, de la ex vicecomandante, daba a entender que algo estaba extraño. Su mano, sujetando la empuñadura, no descansaba pero, no parecía haber ninguna actividad en el lugar. Situación desconcertante ya que siempre había algo... a lo que enfrentarse.

–Fue una emboscada... todo era una trampa... ¡Nos sacaron de nuestras casas para destruir el pueblo!

La voz con aquel mensaje desgarrador, llamó la atención de todos al instante. Un holograma inmenso, se desplegó en forma de pantalla frente a todos. Un joven con armadura lucía cansado y agobiado, mientras el humo a sus espaldas, apenas hacía visible el panorama.

Las explosiones no paraban, tejiendo una red de luces y polvo abriéndose camino al paso de las casas, llegando hasta la cabaña...

–No... –Temblaron los orbes ambarinos al ver, que lo que temían pasara lejos... en las trincheras... había pasado justo en el lugar que ansiaban proteger. Y fue cuando lo pensó... no estaba a su lado... ella lo había obligado a quedarse... –Se llevó ambas manos temblorosas a los labios, incrédula.

Podía incluso sentir la silueta de su amado al lado, que se desvaneció al entenderlo. No estaba ahí... porque estaba...

Los techos y escombros desplomados, se introdujeron en su mirada, al no poder despegar la vista de la pantalla, mientras las lágrimas le brotaron dolorosas.

–¡AHHHHHHHHHH! –su grito horrorizado, se mezcló con el de todos los presentes. Y tomando las fuerzas que le claudicaban, emprendió camino de vuelta al lugar donde se encontraba su cabaña.

Cada paso representaba la ansiedad y el miedo, pero necesitaba vencerse a sí misma y afrontarlo, por lo que caminó y camino sin otro pensamiento en mente.

–Kirito-kun... Kirito-kun... Kirito-ku...n... –Se repetía una y otra vez, durante su camino, llegada y la noche que pronto arribó.

No había tiempo para descansar y mucho menos comer, la prioridad era encontrar a los heridos, pero la gran mayoría de los habitantes que habían sido sorprendidos por los estallidos en los pueblos, habían desaparecido tras los derrumbes.

–¡Kirito-kun! ¡¿Dónde está Kirito-kun?! –Se habría espacio entre los escombros, con las lágrimas estampadas oscuras sobre las mejillas, tras haber pasado prácticamente de largo las demás casas derrumbadas, hasta llegar a la suya y encontrarla hecha pedazos.

Desde más atrás, Leafa, Yui, Klein, Silica, Sinon y Liz que venían llegando, la ubicaron y se acercaron. Pero solo para escuchar una vez más, el pedido que hacía la Yuuki.

–¿De qué estás hablando Asuna-san?... –Se agachó a su lado pequeña de coletas, quien al verla, sirvió se soporte, al recibirla en un abrazo inmediato.

–¡Silica-chan! ¡Todos! -los miró agradecida de poder estar con ellos nuevamente, pero sin perder la angustia principal de su corazón.

–¿Dónde está Kirito?... –Parpadeó preocupada la francotiradora, tras escuchar las palabras de Asuna.

–¿Kirito-chi no estaba contigo?... –El pelirojo, parecía no comprender tampoco.

–No... él no vino conmigo... –trató de explicar, limpiándose las lágrimas.

–¡Dijeron que iban a salir para las líneas delanteras! ¡Fue justo esta mañana! –Respondió ya preocupada su cuñada.

–Él... –casi perdió el equilibrio de solo pensarlo. –Estaba dormido...

–¿Dormido?... ¿Por qué estaría dormido a esas horas de la mañana? –Se extrañó Liz.

–Yo... –Se llevó ambas manos al rostro y al no poder sostenerse en pie, cayó.

–¡Asuna! – Cayeron con ella, preocupados.

–Kirito-kun estaba en la cabaña... porque lo dejé dormido con un cristal de sueño... –explicó entre quejidos y con voz suave, casi susurrada. –Pero ahora no está... –Tocó con las manos extendidas la tierra bajo suyo.

–No... no tienes que pensar que... está aquí... –miró la demolición frente suyo Liz.

–Liz tiene razón... ¡Y si vamos a buscarlo donde están atendiendo! ¡Yo vi un puesto de esos de emergencias! –trató de ayudar con el comentario, Klein.

–Sí... –asintió, al ver de reojo una vez más los escombros. Aunque quisiera mantener las esperanzas, los hechos eran demasiado evidentes.

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El blanco, siempre había sido su color.

Había soñado muchísimas veces con ese momento.

El camino al altar que recorrería, hermosa, emocionada y eternamente enamorada de su amado, que la esperaría al terminar aquella trayectoria, y al que sería entregada por su padre.

Pero...

Aunque estuviera vestida de blanco... con aquel hermoso vestido, que aunque lindo, no era ni la sombra de lo que algún día imaginó lucir.

Y aunque su sueño no se había disipado... sus ojos no podían dejar de lagrimear, lamentándose frente al gran espejo.

El camino nunca sería recorrido... y su amado no la esperaría... sus fuerzas sufrían la necesidad de abandonarla, pero su enojo con la vida era más grande, al sentirse desfallecer, tomó un jarrón de al lado y lo aventó contra el espejo, rompiéndolo en varios pedazos, que se desprendieron en luces y desaparecieron.

Ahora toda la felicidad con la que una vez soñó parecía tonterías de fantasía de una mujer que se deja llevar por castillos de hielo y dulces de leche...

Pero debía obligarse a comprender, aunque sintiera que cual hierro caliente, su garganta se quemaba de solo pensar en perderlo.

No debía hacerlo esperar... iba a ser su esposa... hasta siempre...

Miró el anillo en su mano izquierda y no pudo evitar pensar en el momento de la petición final.

Estaban exhaustos, el día había transcurrido entre demasiadas sorpresas y el saldo dejado por las explosiones en los pueblos era devastador.

Estaba empezando a pensar que jamás lo encontraría entre tantas personas, todos los pelinegros se le parecían pero al acercarse no eran él.

Hasta que cerca del inicio del nuevo día, cuando los primeros rayos del sol aparecían en el cielo brumoso, encontraron otro centro de atención improvisado, donde en una camilla de tijera y respirando con dificultad y rapidez por una mascarilla, lo encontraron.

¿Qué?...

Tenía heridas profundas en más de dos sitios en su abdomen, fácilmente identificables por las manchas de sangre sobre los vendajes. Y al verlo y reconocerlo, lo primero que quiso hacer fue correr a su lado y abrazarlo, pero no se le permitió, la obligaron a tranquilizarse, y hasta que aceptó la situación, finalmente llegó hasta él.

Todo parecía apuntar que a que los síntomas que había estado viviendo desde días atrás, habían regresado y juntándose a las recientes injurias, no daban buen pronóstico.

¡Kirito-kun! ¿Me escuchas?... soy yo... –apenas pronunciaba entre sollozos, agachada a su lado en la camilla.

Los ojos plata, lucían pálidos y decaídos al haber perdido su luz, pero al escucharla, aunque mirara en otra dirección al no poder enfocarla, se notaba que intentaba reconocerla.

Asu...na... –las lágrimas se le saltaron, derramándose una a una, en recorrido declive.

¡Sí! ¡Sí! ¡Aquí estoy, amor! –trató de darle ánimos al tomar una de sus manos. Sintiéndose inmensamente culpable de su situación.

Siempre... apareces... cuando no me puedo mover... –sonrió, para enseguida toser, aún bajo la mascarilla.

No pienses en eso... –Aunque quisiera no podía controlar sus propios sollozos. –Perdóname... por favor...

Asuna... la boda... –Contestó con un cambio de temática, era abrupto, lo que llamó la atención de la chica, ambos sabían que lo ocurrido no era culpa más que de ella... pero no iba a pelear en esos momentos, por lo que contestó a lo que le dijo.

Sí... se hará... pero primero –Apretó la mano que le tomó, sintiendo su debilidad, al no poder sostenerla por si solo, mientras esperaba, suplicante porque su pedido se escuchara. –Debes ponerte bien...

Asuna... ya no hay tiempo... y... yo sé... cuanto tú querías esto... –articuló entre espasmos en la respiración.

Pero no así... –apretó su mano entre las suyas, mientras cerraba los ojos y apretaba los párpados fuertemente –Yo... lo que quiero es estar contigo toda la vida... me lo prometiste... –Acusó todas sus promesas y juramentos, echos con las múltiples pedidas de casamiento.

Asu...na... perdóna...me... no creo que... pueda tanto...esto...me está llevan...do... –Su voz denotaba demasiada fragilidad y temor.

No digas eso... –se limpió las lágrimas y le sonrió. –¿Lo ves?... si dejamos de llorar podremos hacer algo...

Tal vez... deberías hacerle caso a Kirito... Asuna... –la voz de su amiga pecosa sonaba seria y real...por lo que destrozada con lo que eso significaba, asintió.

Sí... –trató de sonreírle, buscando de ser enfocada por él, pero entonces notó que tampoco podía verla, aún así, continuó, tratando de permanecer fuerte. –Me pondré hermosa para ti... solo espera un poco más...

Por favor... –respondió, tratando de responder al agarre de su mano, cuando la tos le sobrevino nuevamente, complicándose cada vez más, por lo que ayudado por ella se volteó un poco, llegando a manchar la sábana que lo cobijaba con la sangre que brotó de su interior y atravesó su garganta.

¿Estás mejor?... –pregunta ridícula que se le ocurrió hacer, cuando dejó de toser y lo sabía, pero no quería notarse en extremo preocupada como estaba. –¿Sabes?... –le pasó la mano sobre la frente, apartando algunos mechones de cabello, –Los votos de boda... pueden hacerse sin necesidad de un vestido...podemos casarnos aquí... solo diciendo cuando nos amamos... de ese modo no...

No logró continuar con la explicación de la boda ficticia, al notar la decepción en la expresión de su amado.

No me hagas... ser un idiota que no pudo llevar a su...amada al altar... Asuna... –El sentido de las cosas habían cambiado, no se trataba solo de los deseos de ella... era él... quien quería formalizar de una manera real la alianza...

Kirito-kun...

Me la llevaré un momento... y te la traeré más hermosa que una diosa... –comentó entre lágrimas la herrera.

Te lo encargo... –sonrió al ver su deseo aceptado.

¿Espera un poco sí?... Promete que me esperarás... –apretó su mano, sin deseos de soltarlo.

¿Cuándo te he fallado?... –cerró los ojos entonces, al sentir los labios de su amada contra los suyos, en un roce tembloroso e incrédulo de la situación, pero al mismo tiempo esperanzador...

Yui... –Pronunció el nombre de su hija al separarse. –Llevala contigo... está atrás... ayudando...

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No faltaba mucho para regresar a su lado, la impaciencia iba a terminar por derrumbarla sino lo veía pronto.

–Todo estará bien... –la tomaron de ambas manos Liz y Leafa.

–Ya sabes como es Kirito... seguramente quería una boda inolvidable y le pareció chistoso hacerse el héroe... –trató de encontrarle lo gracioso a su propia frase la pecosa pero no lo logró.

Caminaron entonces en silencio hasta la carpa, en donde al verlos llegar, el médico a cargo salió a recibirlos.

–Lo lamento... ya no había nada que pudiera hacerse... pasó hace apenas unos minutos... –anunció el médico, ante la novia que recién llegaba, cuyo ramo cayó al suelo y las lágrimas junto a él. La negación la abordó de inmediato y los forcejeos no pudieron detenerla.

–No es cierto... ¡Kirito-kun! ¡Kirito-kun! –empezó a correr pero fue detenida por Klein, que la atrapó contra su pecho.

–¡Asuna-san! ¡No puedes entrar ahí! ¡No así! ¡Tranquilízate!

– ¡Suéltenme! -gritó con el alma destrozada, por lo que el pelirojo no pudo evitar soltarla.

Pero al atravesar la puerta, se encontró con otro enfermo, utilizando la camilla donde su amado estaba, apenas hasta hace un par de horas.

–¿Pero dónde está?... –pronunció la cuestionante, Klein, que la acompañó junto a todos los demás.

–¿Qué hizo con él? ¡¿No dijo que apenas hace unos minutos?! –reclamó la castaña clara, entre el dolor de pensarlo perdido y la incredulidad de no encontrarlo.

–Todos saben que las muertes en este nuevo mundo son un misterio señorita... –el hablar seco del médico, no respondió nada de sus cuestionantes, ofuscándola.

Ante la respuesta que recibió, se tambaleó, cayendo desmayada entre los brazos del pelirojo. El pequeño velo que llevaba adornando su cabeza, por insistencia de sus amigas, cayó al suelo, ensuciándose de polvo.

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Odiaba todo, odiaba el blanco, jamás volvió a usarlo desde entonces. Era simplemente incompatible con su alma.

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Un resplandor que se apagó o más bien, que ella dejó extinguir.

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Los días pasaron con la inminente necesidad de dejarse morir, el dolor inmenso y terrible la enterró en sus más profundo pensamientos y temores, mientras el llanto irracional y los gritos de compasión por si misma, la ayudaron a sobrevivir, aún sin querer comer, bañarse o salir de la cama, en la que aún yacía, analizando por siempre la situación.

–Kirito-kun... –sus pensamientos por lo que habría podido realmente pasar nunca la abandonaron. –Está vivo... lo está... –Las marcas de sangre en el abdomen de su amado, le venían a la cabeza una y otra vez... algo no encajaba... ¿Qué había sido todo eso?...

Siguiendo la misma rutina por alrededor de dos años.

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La insistencia con que tocaban a la puerta era abrumadora, no tuvo más que levantarse y arrastrando la manta, aún sobre su cabeza, llegó hasta la puerta, y abrió con el gesto más insinuante de pocos amigos que tenía en su repertorio, cegada por la claridad del día que se metía en su piso.

–¿Qué demonios quiere?...

El joven que esperaba a ser atendido, llevaba una gorra en la cabeza, que le cubría el flequillo, mientras amarraba sus botas. Pero al ver abierta la puerta, se levantó quedando frente a ella, mostrándole una gran sonrisa, misma que parecía brillar junto a sus ojos platinados.

–¡Muy buenos días! –Le tendió la mano, a lo que la ex vicecomandante, se quedó boquiabierta al verlo, sus ojos, sus labios, su altura... su rostro... No... estaba enferma, había empezado a ver a Kirito en todas partes, hasta en el cartero...

–¿Cómo es posible?... –miró al lado de la puerta, donde yacía su arma.

–Mi nombre es Kirigaya Kazuto y soy nuevo recluta de las líneas delanteras, por lo que he sido asignado como su escolta, más bien... –se llevó una mano al mentón, de lo más fresco. –Se me ha asignado la misión de hacerla volver a sus funciones. –Al ver que no hacía más que observarlo, bajo la mano y sacó una pequeña libreta de la parte trasera de su pantalón. –Para eso he diseñado un itinerario, donde he agendado sus horarios de ejercicio, alimentación.

–¡¿Qué clase de broma es esta?! –tiró la manta y tomando con alta velocidad el estoque, lo empujó, a modo derribarlo y finalmente quedar sentada sobre él, sin quitarle la mirada fúrica de encima. –¡¿Quién te mandó?! ¡¿Eh?! ¡¿Cómo hicieron esto?! –lo tomó del rostro, formando una letra C con su mano sobre su mentón, apretando con fuerza, por lo que sus labios se juntaron en forma de pico.

–¡Li advierti que esti no me molista! –Respondió con los labios en la posición en que ella lo sostenía. Por lo que lo soltó.

Al verse libre de su mano, suspiró. –Le digo que esos modos de actuar no me molestan, ya me habían advertido que estaba usted loca. Ahora veo por qué nadie quería hacerse cargo de su caso... Sé que usted y su esposo llevaban una vida sexual activa, pero eso si es algo que le advierto, no me interesa. –Enfatizó al ver el modo violento con que se sentó sobre él, aunque a ella no le hizo la menor gracia.

–Vas a decirme ahora, quien diablos eres... –Debía salir de la duda... seguramente su enfermedad por la pérdida de su amado, había terminado dañando su cerebro, ya que aunque el color de su cabello era diferente... un rubio cenizo casi blanco, aquellos ojos... y su voz...

–¡Oh por todos los dioses! –Se escuchó el grito de su amiga, la herrera, que venía como todos los días con su plato de desayuno. –¿Kirito?...

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Continuará...

Wow... debo decir que me siento orgullosa de mí, por haberlo logrado jaja, quería hacer un regalo muy especial para una de mis personas más especiales y lo conseguí!!!

Aunque el contenido lleve un poco de todo, espero que te haya gustado y llamado la atención para continuarlo xDD.

Hermanita, gemelita de mi corazón, todas estas 10,293 palabras son para tí!!! Sumi-chan, sama, reina de todos los corazones SAOences, no tienes idea de como te admiro, quiero y respeto, y siguiendo tu ejemplo, aunque dices que ya no lo haces más, quise dedicarte un gran escrito, con respecto a extensión de palabras xDDD.

Agradezco infinitamente a Iri-sama!!! por haberme ayudado con la lectura previa de una parte de la historia!!! wow!!! todos tus comentarios me sirvieron muchísimo!!! al punto de enriquecer en sobre manera el escrito!!!

Gracias!!!!!

SUMI GRACIAS POR SIEMPRE ESTAR PRESENTE Y BRINDARME TU VALIOSISISIMA AMISTAD

¡Pasa un gran, feliz y hermoso cumpleaños!

Sakura

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