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Jimin llegó a su hogar con una sonrisa que no podía ocultar. El día había sido un éxito en más de un sentido, pero lo que realmente lo llenaba de una extraña satisfacción era el pensamiento que lo había acompañado desde hacía semanas: la idea de asesinar. Esa oscura fantasía, que alguna vez le había causado horror, ahora le provocaba un placer inquietante. Todo lo que había cambiado en él, todo lo que había experimentado, lo había llevado a este punto. Y lejos de sentir culpa, sentía una especie de liberación.

Mientras se quitaba la chaqueta y la dejaba caer sobre una silla, escuchó un ruido en la penumbra de su hogar. Su sonrisa no se desvaneció, pero sus ojos se volvieron más alerta, girándose hacia la fuente del sonido. Ahí, en la penumbra, estaba Yoongi, observándolo con una mirada que combinaba aprecio y una peligrosa intensidad.

—¿Te divertiste? —preguntó Yoongi con una voz suave, casi susurrante.

Jimin asintió ligeramente, incapaz de ocultar la satisfacción que todavía ardía dentro de él. Yoongi no dijo nada más; no necesitaba hacerlo. Sus ojos lo decían todo. Con pasos lentos y calculados, se acercó a Jimin, la atmósfera cargándose con cada segundo que pasaba.

Finalmente, cuando estuvo lo suficientemente cerca, Yoongi tomó el rostro de Jimin entre sus manos, mirándolo profundamente a los ojos antes de inclinarse para besarlo. Fue un beso lento, lleno de una mezcla de ternura y posesión, como si Yoongi estuviera marcando su territorio, reafirmando la conexión que los unía de una manera que iba más allá de las palabras.

Cuando finalmente se separaron, Yoongi mantuvo su frente contra la de Jimin, sus respiraciones entrelazadas en el silencio de la habitación. Fue entonces cuando habló, su voz apenas un susurro, pero cargada de una gravedad ineludible.

—Ahora eres un prófugo de la justicia. —dijo sin apartar su mirada de Jimin.

Las palabras se suspendieron en el aire, su peso cayendo sobre Jimin como un velo oscuro. Pero en lugar de asustarse o mostrar alguna señal de arrepentimiento, Jimin solo sonrió más ampliamente. Había cruzado una línea de la que no había retorno, y el hecho de que Yoongi estuviera allí, compartiendo ese momento con él, lo hacía todo aún más perfecto.

—Entonces no tengo nada de qué preocuparme, ¿verdad? —respondió Jimin, su tono ligero, pero con una firmeza subyacente que mostraba que no le temía a las consecuencias. —ya tengo cargos en el pasado por desaparecer personas bajo mi nombre.

Yoongi lo miró con una mezcla de orgullo y deseo.

—No, nada de qué preocuparte. —repitió Yoongi, su voz profunda. —Estoy aquí, y mientras lo esté, nada te pasará.

Jimin asintió, completamente seguro de las palabras de Yoongi. Sabía que estaba en un camino oscuro, pero con Yoongi a su lado, estaba dispuesto a enfrentarlo todo, sin importar lo que viniera.

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